La competitividad de las naciones en un enfoque convencional
En
el enfoque convencional sobre
el comercio,
las ventajas comparativas, resultantes de un mercado exento de
intervención pública, son las que determinaban el grado de intercambio comercial
y fuente de crecimiento económico de los países. De acuerdo con esta teoría,
cada país se especializa en la producción de aquellos bienes que pueden ser
producidos a un menor costo relativo con relación a los costos de
producción en otros países. Introduce en su análisis elementos como el costo
absoluto o el costo relativo para explicar que un país tiene más ventajas en el
comercio internacional de productos. Adam Smith (1837) destaca la importancia
del libre comercio para aumentar la riqueza de todas las naciones que comercian
en los siguientes términos:
...es la máxima de todo
jefe de familia prudente, nunca tratar de producir en casa lo que le
costaría más producir que comprar. Si un país puede proveernos de un bien
más barato de lo que nosotros mismos podemos producirlo, es mejor
comprárselo con alguna parte de la producción de nuestra propia industria
empleada en una forma en la cual tengamos alguna ventaja (Smith 1837:
424-426).
A esto, él le llamó “ventaja absoluta” debido a que cada país podía
producir un bien a un costo absolutamente menor que el otro. En contraste
con la propuesta de Smith, David Ricardo señala que solo es posible obtener
una ventaja comparativa si ésta se basa en el requerimiento de trabajo para
la producción de un bien. La ventaja comparativa, en oposición a la ventaja
absoluta, es un término relativo. Esencialmente se utiliza la misma
desigualdad para determinar la ventaja competitiva de cada país. Señala que
cuando cada país se especializa en la producción de aquel bien, en el cual
tiene una ventaja aun cuando no sea absoluta, el producto total mundial de
cada bien aumentará (Chalcholiades 1982:23, citando a David Ricardo, 1821).
Este
enfoque establece el precedente en el estudio de los factores para la
determinación de la competitividad de las naciones, aun cuando no explica
porqué existen las diferencias en los costos comparativos y su relación con
las funciones de producción de cada país, sí plantea que las diferencias
comparativas radican en la productividad del trabajo, es decir, en los
diferenciales basados en el uso de la tecnología, aunque asume tácitamente
que la tecnología es un factor disponible en un mercado de competencia
perfecta.
Recientemente, el enfoque tradicional del comercio desarrolla su análisis en
el modelo de Heckscher-Ohlin. Este modelo permite la predicción del patrón
de comercio con base en características observables de los países que
comercian. Supone que la tecnología y los gustos son semejantes entre los
países y atribuye la ventaja comparativa a diferencias en las dotaciones de
factores.
Propone
que la dotación factorial define la función de producción y se convierte en
el determinante decisivo de las ventajas comparativas, por lo cual, un país
logra alguna ventaja comparativa en la producción de aquel bien en que usa
más intensamente el factor más abundante del país y en esa medida debe
especializarse en aquellas actividades donde tal recurso es abundante.
En esta
perspectiva, sin lugar a dudas, la dotación factorial y la ventaja
comparativa son dos elementos muy importantes para orientar la producción y
para el comercio internacional, pero en la actualidad el comercio mundial
presenta una serie de características y complejidades que no son analizadas
por la teoría convencional del comercio,
los supuestos de competencia perfecta son inoperantes y alejados de la
realidad. Investigaciones empíricas recientes muestran que:
...existen
diferencias fuertes entre países y que las innovaciones tecnológicas, por
ejemplo, surgen en realidades específicas y que su transferencia no es una
cuestión simple, porque la dotación de recursos y de niveles de ingreso por
habitante entre otras razones las dificulta [y] buena parte del comercio se
establece por grandes empresas que, habitualmente, reciben apoyos –abiertos
o disimulados- de sus gobiernos (Solleiro, et al 1997: 22).
Al respecto, Del Valle (2000) señala que en estos tiempos
de globalización-regionalización, los procesos industriales están dirigidos
por las empresas transnacionales ahora globalizadas, su análisis muestra que
existe una tendencia hacia la integración vertical de todas las fases del
ciclo industrial, donde el papel del Estado incide en la difusión de un
modelo tecnológico para desarrollarla mediante una política de innovación
inducida, crédito, investigación y extensión (Ibid.:24).
El enfoque clásico del comercio internacional omite en su
análisis la existencia de diferencias importantes entre los países y entre
las regiones que determinan su potencial de desarrollo y que las
innovaciones tecnológicas no son un fenómeno lineal y simple, es decir,
surgen en realidades particulares y su transferencia se encuentra sujeta a
condiciones particulares que nada tiene que ver con escenarios de
competencia perfecta. Al respecto Jasso (1999) señala que:
Una de las
limitantes de estos enfoques es que no consideran la posibilidad de que se
generen procesos de asimilación, adaptación y aprendizaje de la tecnología
transferida, que implican el reconocer a la tecnología como un factor
endógeno al sistema productivo (Ibid.:4)