"Contribuciones a la Economía"
es una revista
académica mensual
con el Número Internacional Normalizado
de Publicaciones Seriadas ISSN
1696-8360
La economía de la información en un contexto neoinstitucional
Pablo Miró Rocasolano
Universidad Autónoma de Madrid
pablomirorocasolano@hotmail.com
1. INTRODUCCIÓN Y PROPÓSITO DEL TRABAJO
En los últimos tiempos, en los que la economía de los países desarrollados se ha
ido convirtiendo en una economía de servicios (expresivo del desarrollo de un
país según nos dice la ley de Petty-Clark), los costes de transacción han
adquirido una importancia vital. Resulta curioso cómo en un mundo con cada vez
mayores niveles de información existen problemas de gestión y de acceso a la
misma. Ello ha obligado a la revisión de las teorías dominantes hasta la fecha
incorporando la importancia de la economía de la información, de un modo
dinámico, frente a los tradicionales modelos neoclásicos estáticos que
trabajaban con una información perfecta que era dada y con un individuo racional
en sus tomas de decisiones.
Aún habiendo hoy gran riqueza de información, ésta presenta una serie de riesgos
y de virtudes, que hay que saber comparar. Frente a la abundancia de
información, hoy lo importante es saber gestionarla para recibir la realmente
relevante de manera más sencilla, aprovechando su carácter de economía de
alcance.
Este trabajo presenta una primera parte general de qué es la información, en qué
consiste, cuáles son sus principales características y justificación de su
estudio. Para dar paso a continuación a detallar algunas de las teorías más
importantes (siempre dispersas y sin considerar a la información como un fin de
estudio en sí mismo) en la historia del pensamiento económico. Comprender cómo
ha sido la evolución de las mismas es crucial para explicar la situación de hoy,
sobre todo desde un punto de vista comparativo de los modelos neoclásicos con
los nuevos esquemas teóricos institucionales que surgen de las instituciones
económicas y organizaciones creadas para generar incentivos. Y como no hay nada
más práctico que una buena teoría, a continuación se exponen algunas
derivaciones prácticas que se pueden extraer de ellas, tales como las medidas
propuestas para la mejorar la atención hacia la información y para solucionar la
problemática de la relación de agencia. Pulse aquí para leer el texto completo,
en formato PDF
Para citar este artículo puede utilizar el
siguiente formato:
Uno de los mayores problemas de que adolece la investigación sobre economía de
la información es la falta de consenso precisamente acerca de en qué consiste
dicho término de manera precisa. Debido a la gran cantidad de campos a que puede
ser aplicada la información, existen múltiples definiciones, cada una con un
núcleo central distintivo propio. Machlup y Mansfield han identificado más de
cuarenta campos (sólo académicos) que trabajan con información. Por tanto,
normalmente se usa una u otra definición en función del análisis a realizar y el
contexto económico, político y cultural en que nos encontremos.
La mayor parte de estudios toman en consideración la información como todo
aquello que se puede digitalizar, almacenar y reproducir a insignificante coste
marginal (generalmente menor al coste medio) y elevado coste hundido inicial: es
una visión tecnológica, donde tiene cabida la voz, música, películas, los libros
electrónicos o las bases de datos. Servicios que, si funcionan en un mercado
competitivo donde hay información suficiente (aunque no sea completa) deben
prestarse por el valor que dan al usuario, pues de otro modo el precio tendería
a cero en virtud del bajo coste marginal y la empresa no podría recuperar la
inversión inicial.
Pero también muchos hechos cotidianos pueden ser analizados desde un punto de
vista informativo. Para nuestro propósito es suficiente con tomar una
consideración más amplia: la de la información como aquello que puede ser objeto
de ser comunicado o transmitido, por cualquier medio. Noción que nada tiene que
ver con el conocimiento, que no es más que la expresión física que tome la
información, como veremos más adelante.
La necesidad de estudios sobre información ha venido reflejada en los últimos
años con la irrupción y posterior desarrollo de las nuevas tecnologías de la
información y comunicación (TIC) y el incremento sustancial de su intercambio a
nivel mundial. Lo cual no quiere decir que la información no presente una amplia
lista de ventajas por sí misma. En ese sentido hay que destacar que hoy día la
información es capaz de generar mercados, crecimiento y empleo. Baste con
adelantar que como todo bien intangible, la información (así como los productos,
bienes y servicios derivados de su manejo) puede ser un recurso de difícil
apropiación. Si el gobierno es capaz de crear un marco legislativo estable y de
confianza que actúe entre otras cuestiones sobre dichos derechos, se facilitará
la creación de nuevos mercados.
Otra característica esencial de la información es su capacidad de generar
rendimientos crecientes. Esto es, cuanta más información poseen los individuos,
más capacidad tienen éstos de volver a generar más cantidad de información. Esta
visión de la información como insumo y output nos lleva a dos conclusiones. La
primera que el análisis de lo informativo se asemeja al de cualquier otro
mercado si bien con características muy diferenciales. En segundo lugar es ésta
una visión opuesta al estado estacionario al que se referían los economistas
clásicos. Por tanto la información puede contribuir ceteris paribus a un
crecimiento económico ilimitado. En opinión del profesor Martínez Coll (2003),
la información debería considerarse en realidad como el primigenio factor
productivo, puesto que la tierra, trabajo, capital, tecnología y know-how
dependen en última instancia del grado de información que el ser humano ha
adquirido, trasmitido y acumulado a lo largo del tiempo. Lo cual no hace más que
reforzar la posibilidad de un crecimiento económico sostenido.
En estrecha relación con los rendimientos crecientes nos encontramos con las
economías de red: la información tiene más valor cuanto más usuarios de la misma
haya. Dice la ley de Metcalfe que el valor que tiene una red es proporcional al
número de usuarios que participan en la misma elevado al cuadrado. El ejemplo es
claro en telefonía fija y en programas de comunicaciones por ordenador, como los
de mensajería instantánea. Esa es otra virtud de la información: la de
interconectar a tiempo real a varios oferentes y demandantes, eliminando
multitud de contactos y costes de transacción. Esa característica de no
rivalidad en el consumo, junto a la de no exclusión hacen de la información un
bien semipúblico que debe ser tratado como tal. Decimos semipúblico en el
sentido de que siempre existe un mínimo de rivalidad en consumo (las líneas de
teléfono o de acceso a Internet se pueden saturar si son utilizadas masivamente)
y existe algo de exclusión, si ya no con el pago de distintas tarifas, sí con el
cada vez mayor pago por obtener información y servicios personalizados. Lo cual
no deja de ser una ventaja, pues permite gestionar mejor la información.
No obstante, una creencia equivocada es que fruto de las TIC los costes de
transacción necesariamente disminuyen. Generalmente “son mucho más amplios a
medida que las economías se transforman en economías de servicios; si bien
habría que distinguir, en una clasificación que muy pocos estudiosos hacen,
entre los costes de transacción ex - ante y ex - post. Por ejemplo, a la hora de
comprar un producto que incorpore diversos componentes de alto grado
tecnológico, sería muy costoso encontrar a los mejores suministradores,
informarse de los precios de dichos componentes y coordinar el proceso para
saber si las piezas son compatibles entre sí. Los costes ex-ante, ante la cada
vez mayor complejidad tecnológica, son progresivamente más elevados, tal y como
nos dice North. Sin embargo, con objeto de rebajar dichos costes se constituye
la empresa (o cualquier otro tipo de organización similar), y en ese sentido se
dice que los costes ex-post son menores, al ser integrados los distintos
componentes en un solo producto” (Miró, 2003).
Para no alargar excesivamente la lista de ventajas, es conveniente dejar claro
las notables consecuencias que en predicción y mejora de políticas públicas
puede ofrecer dicha información si es bien gestionada. Lo cual es muy
importante, pues como bien de experiencia que es, el valor del bien intangible
‘Información’ no se conoce hasta el momento de ser consumido. De ahí la
necesidad de anticiparlo, precisamente con la información acumulada
anteriormente en el pasado. Las TIC pueden modificar sistemas productivos para
hacerlos más eficientes. Así como los procesos de gestión y de comercialización.
Es capaz la información asimismo de suprimir barreras políticas y trabas al
comercio internacional. Sin embargo, si es mal tratada, podemos exponernos a
multitud de problemas de difícil resolución, que son el tema central de
exposición y desarrollo de este trabajo.
3. LA INFORMACIÓN EN LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO
Lo nuevo no es la información. Lo es su mayor magnitud, complejidad y la noción
de sus mayores ventajas en un mundo cada vez más globalizado que hace
indispensable la elaboración de nuevos marcos teóricos, insuficientes en número
en el pasado y no válidos en las condiciones de hoy.
Ya antes de 1940 se estudiaba cómo los fenómenos de mass media podían
influenciar el comportamiento humano. En cualquier caso cabe destacar la
supremacía del estudio de la información desde el punto de vista comunicativo.
Visión importante que supieron tomar en cuenta con anterioridad A. Smith, K.
Marx, Knight o Hayek. Hay que destacar dos corrientes dominantes en esta época.
Por un lado la de cultura de masas, que nos explica cómo las sociedades se
transforman a modernas a causa de la información. Postura defendida
principalmente por la Escuela de Francfort. Por otro, el estudio empírico y
positivista de la sociedad de masas, cuyo reflejo es la cuantificación de flujos
informativos para derribar los falsos mitos de omnipresencia y unilateralidad de
la información.
Desde un punto de vista basado casi exclusivamente en tecnologías informativas,
cabe destacar la teoría de la sociedad post-industrial a cargo de D. Bell y A.
Toffler, cuyo fin es ofrecer una nueva visión del alcance y extensión de lo
informativo en un contexto ideal de convivencia pacífica entre hombre y máquina.
Dicha teoría es la más conocida de entre una gran multitud sin relación
metodológica alguna.
Pero sin duda ha sido en los últimos 30 años donde han sido más que
significativos los avances en economía de la información. Si bien mantienen
parte de los mismos defectos que anteriores teorías. No están relacionadas entre
sí, en parte por la comentada dificultad de precisión en el concepto de
información. Son además teorías poco concisas y que no han sabido evolucionar a
la luz de los hechos empíricos. E incompletas al basarse únicamente en la
información como factor de producción y no considerar auténticos mercados de
información ni modelizaciones endógenas de la misma. Lo que sí hacen es otorgar,
frente a los supuestos de modelos neoclásicos, una mayor importancia a la
información y ver porqué la ausencia de la misma es perjudicial en las
condiciones de hoy.
Hay también una serie de aportaciones específicas dignas de mención por su
interés. Hirshleifer (1965) intenta mejorar las aportaciones de I. Fisher a la
teoría de inversión tomando un futuro incierto que no está dado, en el que las
empresas tienen distinto poder de decisión según el contexto considerado. Así
explica a la empresa no como un elemento atómico, sino como una unidad de
decisión sujeta al riesgo e incertidumbre. Diez años más tarde explica la
actividad especulativa en función de las preferencias y oportunidades de cada
agente derivadas del riesgo, a su vez fruto del conocimiento que cada uno posee,
en un modelo de equilibrio general que distingue entre un equilibrio informativo
y otro no informativo. J. Marschak (1952) profundiza en la idea de una empresa
racional sujeta al riesgo, centrándose en las reglas de interacción, coalición y
comunicación entre los miembros del equipo que compone la empresa para aumentar
la eficiencia y beneficio de la misma. Arrow (1986), tomando como hipótesis
pausible la desigualdad de ingreso entre agentes, y que la desigualdad en la
distribución de riqueza es equivalente o similar a la de ingreso (dado que a
medida que aumenta el ingreso también lo hace el ahorro), se pregunta cómo las
tasas de retorno de inversión son mayores para los inversores con mayor ingreso.
Señala Arrow que lo más importante es notar cómo el valor de la información
depende de la cantidad invertida, mientras que el coste no depende de ello, sino
de la distribución del ingreso. Por ello, la cantidad óptima de información
comprada por un inversor será función de la riqueza que desea invertir.
4. DEL NEOCLÁSICO MODELO DE COMPLETA INFORMACIÓN AL MUNDO DE LOS COSTES DE
TRANSACCIÓN
Nuestro recorrido justificativo de la economía de la información no quedaría
mínimamente completo si no reflejamos el verdadero papel que hoy juega. Para
ello debemos inevitablemente comparar las nuevas líneas de investigación con la
tradicional teoría neoclásica. Teoría que no se adapta a las circunstancias de
hoy porque no se dan las condiciones en que se asienta, no por su falta de
validez en sí. Recordemos como funciona.
Trabaja esta teoría con una unidad económica (individuo particular o empresa)
que es autointeresada por definición. Dado que se le supone que actúa en un
mercado con información completa, es capaz de maximizar su bienestar en la toma
de decisiones ya que sabe analizar y valorar el conjunto de restricciones al que
está sometido. Por tanto, a través de un análisis comparativo coste-beneficio,
es capaz de alcanzar el resultado perseguido. Así se considera la figura de un
hombre racional. Todo esto sucede en un contexto donde los costes son conocidos.
Si el mercado es competitivo y el precio no puede ser cambiado unilateralmente,
tanto el producto como los factores productivos que posee una empresa tienen
unos precios poco sujetos a fluctuaciones. Y esto permite el desarrollo de
modelos matemáticos con los que el agente pueda maximizar la utilidad.
¿Qué ha cambiado hoy día? Hoy estamos en una economía de servicios, donde al
menos tres cuartas partes de la contribución al Producto Interior Bruto y empleo
provienen de dicho sector en cualquier país de la OCDE. Los costes más
importantes han dejado de ser los de producción industrial para dar paso los
asociados a servicios, cuyo coste marginal tiende a cero. Por otro lado, si como
dijimos hay que vender el servicio según la satisfacción que proporcione al
consumidor final, nos encontraremos con el problema de no saber qué precio
aplicar, pues cada persona tiene un gusto y satisfacción distinta ante el mismo
producto y el verdadero valor que le da al producto no es conocido hasta el
mismo momento de la prestación del servicio, como sucede con las películas: la
gente no sabe si le va a gustar hasta que no la ve. Por tanto habría que
discriminar vía precio.
La situación es más compleja en la medida de que hoy los costes más importantes
pues, no son de producción, sino los ligados a la transacción. Dichos costes son
los de negociación, búsqueda de información, selección, contratación, gestión,
etc. A los que hay que sumar otros costes derivados de un mercado de servicios
en competencia, como los cada vez más abultados gastos en publicidad y
marketing. Dichos costes de transacción no son predecibles. Algunos otros, como
los de publicidad, son muy sensibles al ciclo económico. Pero en cualquier caso,
no se conocen de antemano.
Con esta problemática es imposible una racionalidad completa. En primer lugar la
existencia de costes no previsibles convierte en ardua la tarea de elaboración
de un modelo matemático que maximice la utilidad del agente, a menos que
tratemos de incluir nociones como las de riesgo e incertidumbre al estilo de
Knight. Además, como demostraremos mas tarde, hoy no estamos en mercados con
información completa. Es incompleta, asimétrica a favor de unos y en contra de
otros y, en la mayor parte de casos, sesgada. Y aunque en algunos casos hubiera
mercados con exceso de información, es posible que no se tuviera acceso a la
misma de modo completo. Pero supongamos que el individuo contara con alguna
cantidad mínima de información, pues en el fondo da igual –incluso es
preferible– no poseerla toda. Lo que verdaderamente hace falta es ver
primeramente que ésta sea relevante y oportuna. Segundo, si el ser humano es
capaz de ser racional aun dentro de la escasa información. La respuesta es que
no lo es en su totalidad. El ser humano es emotivo y se deja guiar por sus
instintos y pasiones . La clave reside pues no en obtener el mejor resultado,
sino en dadas las circunstancias, obtener un resultado razonablemente
beneficioso. En otras palabras, el individuo es maximizador pero dentro de sus
limitadas condiciones de racionalidad y de conocimiento y de su emotividad. Lo
cual hace que la teoría económica se esté adentrando en numerosos campos, para
hacerla más humana y comprender mejor a los individuos en el punto y hora de que
no son racionales: es lo que se ha dado en llamar el imperialismo económico o la
intromisión de la economía en otras ciencias sociales, como el derecho o
biología. Y así surge el análisis económico del derecho, la economía política
constitucional, la economía de la salud, la economía de la droga, o la de la
familia o del delito de Becker. Son teorías difícilmente modelizables, pero que
adquieren mayor grado de realismo y humanidad que las neoclásicas.
Sin embargo, que el individuo no sea maximizador o, en otras palabras, que tenga
racionalidad limitada en los términos que nos indica Simon , no tiene porqué
desembocar necesariamente en que el beneficio y riqueza que obtiene una sociedad
no pueda acercarse a la máxima posible. Alchian (1950) explica cómo en los
mercados con competencia, las empresas que desaparecen suelen ser generalmente
las que no maximizan su beneficio. Por el contrario las que sí lo consiguen
sobreviven. En cierto modo, lo que nos está indicando Alchian es una especie de
racionalidad encubierta que impera en la sociedad, aún cuando ésta no se pueda
encontrar de manera efectiva a nivel particular.
Todos estos avances que se enclavan en el Nuevo Institucionalismo económico,
recogen la importancia de la magnitud de los costes de transacción y del diseño
de organizaciones para crear incentivos. Consideran además como aspecto crucial
el tratamiento de la información desde un punto de vista dinámico, y no estático
como sucede con la teoría neoclásica. En otras palabras, los flujos informativos
dinámicos entre las sociedades para la toma final de decisiones, están sujetos a
los propios esquemas y estructuras institucionales de las que se dota la
sociedad. Flujos de información que pueden provenir del mercado o de las
instituciones existentes. De ahí el carácter dinámico de la información.
Todo ello lleva a que en los nuevos modelos económicos no haya equilibrios
únicos, sino que pueden ser múltiples y, además, inestables al incorporar la
información. Ello ha facilitado los avances en la modelización de empresas
oligopolísticas dentro de la teoría de juegos.
5. PROBLEMAS ASOCIADOS A LA ECONOMÍA DE LA INFORMACIÓN
• 5.1. La economía de la atención
Una de las características, vimos, más importantes de la información es su
capacidad de generar rendimientos crecientes. Es Hirshleifer (1971) quien dice
que un exceso de información podría disminuir el bienestar, por mucho que ésta
presente una serie de ventajas. Ante esa sobreabundancia de información, la
clave reside en quedarse con aquella relevante y necesaria para la toma de
decisiones correctas. Por ello un enfoque más moderno y elaborado es el ofrecido
por el Premio Nobel de Economía Herbet A. Simon, en lo que se ha venido en
llamar economía de la atención, desde un enfoque básicamente tecnológico de la
información. La esencia de la idea es bien sencilla, a pesar de lo cual no ha
sido aplicada con carácter general hasta la fecha.
En los últimos años intercambiamos más cantidad de conocimiento, de más
distintas maneras y de forma mucho más rápida, siendo difícil comprender el
alcance de estas magnitudes a medida que aumenta la cantidad de transacciones en
un mundo más globalizado, lo que hace necesario nuevos y mejores sistemas de
información. Según Simon el concepto de información (y el de otros tantos
términos anexos al mismo) se ha hecho mucho más complejo y preciso (en términos
científicos) de lo que dicta el sentido común de la sociedad, en los últimos
veinticinco años. La explicación de Simon se centra en un mundo “rico” de
información y en las consecuencias de esa sobreinformación. Un mundo con mucha
cantidad de información significa la muerte de algo más, como la capacidad de
atención de la misma por parte de los destinatarios finales. Dice Simon en una
de sus frases más conocidas: “a wealth of information creates a poverty of
attention...”. Es decir: a más información, menos capacidad de atención y
también menos tiempo para poder asimilarla. Según ha ido aumentado la cantidad
de información en las sociedades, nuestra capacidad de atención no lo ha hecho
en la misma medida. Por tanto lo realmente importante es centrar la atención de
la manera más eficientemente posible en aquello que merece la pena de entre toda
la información masiva, dispersa y redundante de que disponemos.
El problema ya no es sólo cómo medir el exceso de información sino, sobre todo,
cómo afecta ésta cuantitativamente a nuestra merma de atención, ya que la
capacidad de atención será distinta en función de cómo se encuentre codificada
dicha información. Y, como sabemos, el ser humano es mejor codificador que
descodificador de información. Lo cual significa que ante la misma información,
cada persona la interpreta de manera distinta. Una de las maneras menos
problemáticas para Simon para medir la capacidad de atención de información es
comparar el tiempo de recepción del destinatario cuando hace una tarea en
solitario y el de esa misma tarea realizada junto a varias otras a la vez.
Sin embargo, otro problema del exceso de información reside en la curiosa
paradoja consistente en que a más cantidad de información, menos acceso tenemos
a ella. Para entender esa paradoja hay que exponer, aunque sea brevemente, el
importante cambio que ha sufrido el concepto conocimiento: antiguamente hacía
referencia al almacenamiento de información en la memoria de manera que
posteriormente pueda ser recordada. Hoy se traslada el énfasis desde la posesión
al acceso de información. Y es posible almacenar información sin tener acceso a
ella. Ejemplo de ello son las descatalogarizaciones, errores en el
almacenamiento, o una biblioteca que no haya indiciado bien sus existencias o
haya perdido libros debido a la alta cantidad de ellos que posee. Mas podemos
pensar en un ejemplo aún más intuitivo. El autor del presente trabajo tiene
almacenados a día de hoy en la carpeta “Mis Documentos” de su ordenador 10.903
archivos en el corto espacio de aproximadamente tres años, repartidos a lo largo
de 975 subcarpetas. La información es amplia, pero no sería raro que de vez en
cuando no tengamos acceso a parte de la misma o nos lleve un buen consumo de
tiempo hacerlo, que como sabemos es un bien escaso. Debido en parte a que muchos
archivos pueden ser objeto de ser clasificados en múltiples carpetas y a que es
imposible catalogarlos de manera totalmente correcta por el tiempo que conlleva.
Por tanto hay que saber cuanta información debemos almacenar y cuánta aprender.
Como habemos de seleccionar, conviene recordar la característica de economía de
alcance que tiene la información: en un periódico general se puede buscar
informaciones en secciones concretas de nuestro interés, que podemos ampliar con
la publicidad especializada impresa en él. Más claro es el ejemplo de Internet:
podemos seleccionar la información que deseamos (tarea a veces no sencilla), y
ampliar conocimientos con enlaces (links) relacionados o suscripciones de pago
para información adicional. Sin embargo la situación de hoy es que hay muchas
personas que presentan obsesión por el conocimiento, en la idea de la
anteriormente citada posesión. El leer periódicos por el simple hecho de
tenerlos, o ver una película en el cine aún sin gustarnos porque ya hemos pagado
por ella, o seguir leyendo un libro poco interesante y motivador porque ya hemos
empezado a leerlo, supone sin duda aparte de un despilfarro de tiempo (no vamos
a recuperar el ya perdido), un desvío de atención de cosas interesantes y
productivas a otras que no lo son.
Antes hemos hablado también de cómo la información puede ser analizada desde el
punto de vista de mercado. Si el coste marginal de reproducir información es
prácticamente nulo, como en el caso de la reproducción de un CD, y los servicios
ligados a la información son virtualmente gratuitos (sobre todos los
informáticos), habrá una demanda exagerada. Demanda que no puede ser atendida
por la insuficiente oferta de sistemas procesadores de información. Trabajan hoy
dichos sistemas sobre la acumulación informativa, lo cual es caso de alarma para
Simon. En cambio, el ser humano tendría que centrar sus esfuerzos en sistemas
que funcionasen de distinto modo. Su misión sería la de recibir esta cantidad
masiva de información, aun suponiendo que mucha de ella es irrelevante, por no
saber hoy si nos va a ser de utilidad o no en el futuro. Dicha información
tendría que ser transformada, y dar un output consistente en una información
condensada y mejor organizada, con objeto de recibir la información más
relevante, reducir el abultado coste y tiempo de recepción, facilitar el acceso
a la misma y reducir los costes de gestión de información para particulares y,
sobre todo, empresas dada la escasez de tiempo de que disponen. La clave reside,
según Simon, en aumentar la oferta de estos sistemas y rediseñarlos de manera
adecuada.
El caso Google
Para facilitar en parte la resolución de alguno de los problemas comentados
surgen los buscadores en la Internet, que refinan la información según los
parámetros solicitados. Y de entre ellos Google ocupa una posición muy destacada
por la calidad de sus búsquedas: personalizadas al gusto del usuario. Según
manifestaron sus fundadores a una entrevista concedida al diario El País, Google
recibió a fines de 2003 2.310 consultas por segundo, contestando en tan sólo
medio segundo. “3,3 millones de páginas, 450 millones de imágenes, un millón y
medio de cuadernos particulares..., 800 millones de mensajes. Si un lector
impenitente leyera una página por minuto, tardaría 6.000 años en leerse todo lo
almacenado” (El País, 26.09.2003). Según datos de Nielsen Netratings, “Google es
el buscador de Internet con mayor audiencia en Europa, con más de 55 millones de
usuarios, de los cuales cinco millones son españoles (el 61% de los internautas
de España)” (Periodista Digital, 02.04.2004). “Además, Google es el líder en
cuanto al tiempo medio que cada persona está usando la página, con más 15
minutos, y es el único buscador entre los 10 más visitados que "atrapa" a los
europeos durante más de 10 minutos”.
Google empezó a funcionar como un servicio gratuito, sin publicidad. Ante el
éxito y masivo uso que se empezó a hacer de Google, había que ver si había algún
modo de rentabilizarlo. Y por ello nació la publicidad personalizada (una de las
virtudes de la Internet), de tal modo que cuando alguien realiza una búsqueda,
aparece también información adicional o publicidad asociada a dicha búsqueda
(sistema Adwords), si bien es cierto que dicha publicidad es escasa y no
demasiado llamativa para no romper con la imagen anterior. Cada vez que el
usuario de Internet clica sobre dicha publicidad, Google cobra por parte de los
anunciantes. Ese es un método correcta gestión de la información. Otro, según
los creadores de Google, serán las búsquedas por voz. Otra fuente de
financiación es la venta de licencias que Google hace. El éxito de Google ha
propiciado la intención de salir a Bolsa y el intento de compra en 2003 por
parte de Microsoft, no aceptado. Tras dicha negativa parece que Microsoft está
decidido ahora a desarrollar su propio motor de búsquedas.
Otro enfoque de Economía de la atención
Si Simon focaliza el estudio de la economía de la atención desde un prisma
eminentemente tecnológico, Davenport y Beck (2001) lo hacen desde un punto de
vista más psicológico, que aplican a la empresa. Acompañan su exposición con
numerosísimos ejemplos bastante reveladores y divertidos, accesibles en
comprensión para el gran público: unos que descansan en tecnología y otros no.
Para estos autores, la economía de la atención es la concentración mental ligada
a los bienes e ideas asociados a información. Estos bienes e ideas se adentran
en nuestra conciencia, generalmente sin apenas prestar nosotros mucha atención
de los mismos, y durante un muy corto periodo de tiempo, casi instantáneo.
Luego, el ser humano decide si actuar para obtener más información de los mismos
o no. Para que haya atención se requiere la existencia de las dos fases. Una
persona puede decidir actuar o no, pero el simple hecho de que sea consciente de
que opta por alguna de las dos vías, implica que previamente ha prestado
atención.
• 5.2. La teoría de la agencia
En su versión más simple, es la situación por la cual una persona o un grupo de
ellas con fines comunes decide delegar su poder de decisión a otra en
determinados ámbitos para que vele por sus intereses. El estudio de esta teoría
se ha visto revitalizado en los últimos años a la luz de los numerosos casos de
relaciones transaccionales a que ha servido de aplicación, si bien ya antes
Arrow (1984) hizo una completa exposición de la misma con numerosos ejemplos
prácticos.
El caso más citado en la literatura es el de un accionista (o varios) que delega
su gestión a un administrador (agente). En la medida de que dicho administrador
no defienda los intereses del accionista surge un problema de riesgo moral.
Podría darse el caso de que el administrador busque sus propios intereses. Que
por ejemplo cargue a cuenta del negocio partidas personales (gastos de uso
privado de vehículos, lujosas suites, viajes de placer). Naturalmente, es
costoso hacer un seguimiento del administrador y comprobar si cumple la labor
encomendada, lo que por otra parte podría fomentar la desconfianza entre las
partes. Sin duda estamos ante un caso de información sesgadamente distribuida a
favor del gestor (selección adversa), que se sirve de ella para mejorar su
situación. Información que el accionista sólo tiene de manera parcial. Por otro
lado, como señala Arrow “el resultado se ve afectado pero no completamente
determinado por la acción del agente”, por lo que no es sencillo delimitar qué
responsabilidad tiene éste en la cuenta de resultados de la empresa. Situación
que se agudiza si se delega en varios agentes de forma simultánea, al depender
el resultado de la acción conjunta de todos ellos.
Para enmendar estos problemas, tradicionalmente se han propuesto una serie de
medidas no demasiado eficaces. La más intuitiva es llevar al gestor a los
tribunales, que son lentos y muchas veces funcionan mal. Otra es ligar la
remuneración del agente a la evolución de la actividad económica de la empresa.
O bien una participación del beneficio. Una fórmula más moderna ha sido la del
establecimiento de derechos y mayores remuneraciones en caso de mayor cotización
bursátil de las acciones de la compañía. Desgraciados métodos, tal como se ha
podido comprobar en los últimos dos o tres años con las manipulaciones contables
llevadas a cabo para elevar artificialmente el valor de algunas empresas y la
irresponsable actitud de algunas compañías auditoras de renombre internacional.
Pero si la acción del agente lleva a un descenso en el valor de la acción de una
empresa que haga que cotice muy por debajo del valor de sus activos, el Consejo
de Administración puede lanzar una OPA, comprarla, y vender sus activos, de tal
manera que tengan un margen de recursos adecuado para indemnizar por despido a
quién considere necesario en caso de no poder demostrar su culpabilidad. Algunos
autores apuntan a la posibilidad de generar relaciones contractuales a largo
plazo en el sentido de que éstas puedan aumentar la confianza entre las partes.
Según Martínez Coll (2001), “si el trabajador o directivo desea la estabilidad
en el empleo, no se aprovechará de las oportunidades de obtener un beneficio
particular a costa de la empresa, por el riesgo de ser detectado. Es por ello
que en la contratación se suele fomentar la permanencia en la empresa
estableciendo complementos salariales por antigüedad, sistemas transparentes de
promoción interna, privilegios de rango y otros sistemas de incentivos a la
lealtad y estabilidad”.
El otro ejemplo típico de teoría de la agencia es la relación mantenida entre
los votantes y sus representantes políticos con objeto de que ésta incida en
bienestar general. Pero en la medida de que existen poderosos grupos de presión,
los políticos pueden doblegarse a intereses particulares para captar votos. Este
caso admite una mejor solución, pues se puede asemejar a un contrato implícito,
que si no es cumplido por el partido político en el poder, puede conducir en la
próxima elección al cambio de Gobierno por parte del ciudadano.
• 5.3. Pero existen muchos más problemas...
El más claro es adecuar el concepto de información y políticas a utilizar al
contexto presente. Un ejemplo esclarecedor de ello es la regulación por parte de
las autoridades públicas para obtener información de los usuarios de la Internet
si, en un mundo cada vez más globalizado, las redes terroristas tienen mayor
margen de maniobra para establecer conexiones entre sus miembros. Otro reto del
Gobierno es el referente a la propiedad intelectual: cómo lograr un equilibrio
entre la creación de incentivos a la investigación y el libre acceso a la
información. Desde el lado del mercado, conviene destacar que la información
está asimétricamente distribuida a favor de algunas empresas, lo cual puede
favorecer la formación de monopolios, que pueden establecer barreras de entrada
o salida, ejercer su posición dominante o, como sucede con Microsoft, que muchos
de sus productos y programas informáticos no sean compatibles con otros sistemas
operativos. Es ahí cuando vuelve a tomar importancia la labor del Gobierno. Pero
si la competencia es libre y el acceso a la información mejor, el mercado
también ofrece importantes incentivos a la información, creando marcas como
signo distintivo de calidad.
6. A MODO DE CONCLUSIÓN
Con estas páginas he pretendido no dar respuesta, sino presentar algunos de los
problemas ligados a la información que nos son muy comunes a todos. Me doy por
satisfecho si con ello he conseguido haber captado el interés del lector y
hacerle reflexionar sobre algunas de nuestras actitudes del día a día. Son
problemas que se presentan ante la falta de información y también cuando
poseemos demasiada. Como en la mayoría de cosas de la vida, la virtud se
encuentra en el término medio de las cosas e ideas. Espero que este trabajo
sirva como complemento a la todavía muy incipiente literatura sobre información
como variable endógena y al estudio de los planes de estudio de las
licenciaturas de economía aún anclados en el mundo neoclásico. El autor queda
sometido a la crítica y comentarios enriquecedores que el lector quiera hacerme
acerca del texto para posteriores mejoras y versiones del mismo.
BIBLIOGRAFÍA
--- FUENTES DE INFORMACIÓN USADAS ---
A) REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Nota: algunas fuentes son ediciones que recogen un compendio de numerosos
artículos. Aunque he citado los artículos sobre los que he trabajado, no se
debería pasar por alto el resto de los que se compone cada obra por su estrecha
relación con la economía de la información desde el punto de vista tratado en
este trabajo, necesariamente limitado por cuestiones de espacio.
• Alchian, Armen A. (1950), "Uncertainty, Evolution and Economic Theory", en
Journal of Political Economy (vol. 58, pág. 211 y siguientes).
• Arrow, Kenneth J. (1984): The economics of agency; a technical report of The
Center for Research on Organizational Efficiency of Stanford University,
Institute for Mathematical Studies in the Social Sciences; Stanford, California.
• Arrow, Kenneth J. (1986): The demand for information and the distribution of
income; a technical report of The Center for Research on Organizational
Efficiency of Stanford University, Institute for Mathematical Studies in the
Social Sciences; Stanford, California.
• Davenport, Thomas H. y Beck, John C. (2001): The attention economy:
understanding the new currency of business; Harvard Business School Press,
Boston, Massachusetts.
• Hirshleifer, Jack (1965): “Investment decision under uncertainty:
choice-theoretic approaches”; en The Quarterly Journal of Economics; Vol. LXXIX,
Nº. 4.
• Hirshleifer, Jack (1966): “Investment decision under uncertainty: applications
of the state-preference approach"; en The Quarterly Journal of Economics
• Hirshleifer, Jack (1971): "The Private and Social Value of Information and the
Reward to Inventive Activity", en American Economic Review.
• Hirshleifer, Jack (1975): “Speculation and equilibrium: information, risk, and
markets”; en The Quarterly Journal of Economics; Vol. LXXXIX, Nº. 4.
• Lamberton, Donald M. (ed.) (1996): The Economics of Communication and
Information; An Elgar Reference Collection published by Edward Elgar Publishing
Limited Company. Cheltenham, U.K. Brookfield, U.S.A.
- Artículos seleccionados:
o Braman, Sandra (1989): “Defining Information. An approach for policymakers”.
o Simon, Herbert A. (1971): “Designing organizations for an information-rich
world”.
• Marschak, Jacob (1954): “Towards an economic theory of organization and
information”; en Thrall et al. (editors): Decision Processes. (NOTA: Desconozco
la editorial y año de publicación del libro)
• Millán Pereira, Juan Luis (1993): La economía de la información. Análisis
teóricos; Editorial Trotta, Madrid.
• Page, Larry y Brin, Sergey (2003): “En el futuro, las búsquedas de Google
serán con la voz”; entrevista a los cofundadores de Google a cargo de Javier
Martín, Diario El País, 26.09.2003
• Shapiro, Carl y Varian, Hal R. (1999): Information Rules. A strategic guide to
the network economy; Harvard Business Scholl Press; Boston, Massachusetts.
• Simon, Herbert A. (1997): Models of Bounded Rationality (volume 3: Empirically
Grounded Economic Reason); The Massachusetts Institute of Technology (MIT),
Cambridge (Massachusetts) and London (England)
B) REFERENCIAS EN INTERNET
• En la Enciclopedia Multimedia y Biblioteca Virtual de Economía EMVI,
http://www.eumed.net/cursecon/index.htm (artículos consultados el 2 de marzo de
2004):
- En la revista “Contribuciones a la Economía”:
O Martínez Coll, Juan Carlos (2003): “El ser humano, la información y la
economía” (http://www.eumed.net/ce/jcmc-inf.htm)
O Miró Rocasolano, Pablo (2002): "El Nuevo Institucionalismo como mejora al
tradicional enfoque neoclásico”
(http://www.eumed.net/cursecon/colaboraciones/Miro-neoinst.htm)
O Peyrolón, Pablo (2004): “Neuroeconomía o la Economía del Prozac”
(http://www.eumed.net/ce/pp-neuro.htm)
- En el Manual La Economía de Mercado: virtudes e inconvenientes:
O Martínez Coll, Juan Carlos (2001): “El problema del riesgo moral y la teoría
de la agencia” (http://www.eumed.net/cursecon/1/instagencia.htm)
--- PARA AMPLIAR INFORMACIÓN ---
• Arrow, Kenneth J. (1984): The Economics of information (Collected Papers of
Kenneth J. Arrow, volumen cuarto); Ed. Basil Blackwell, Oxford.
• Castells, Manuel (2001): La era de la información (tres volúmenes); Alianza
Editorial, Madrid.
o Volumen 1: La sociedad red
o Volumen 2: El poder de la identidad
o Volumen 3: Fin de milenio
• Chichilnisky, Graciela (editora) (1999): Markets, information and uncertainty.
Essays in economic theory in honor of Kenneth J. Arrow; Cambridge University
Press, Nueva York.
• Hirshleifer, Jack y Riley, John . (1997): The analytics of uncertainty and
information; Cambridge surveys of economic literature, Cambridge University
Press, Cambridge.
• Marschak, Jacob (1974): Economic information, decision and prediction
(Selected Essays: volume I, II, III); D. Reidel Publishing Company, Dordrecht,
Holland.
Miró Rocasolano, P.: "La economía de la información
en un contexto neoinstitucional" en Contribuciones a la Economía,
junio 2004,
http://www.eumed.net/ce/
2. EL CONCEPTO DE INFORMACIÓN Y SU IMPORTANCIA. CARACTERÍSTICAS.