Adolf Lampe (1897-1948)
Este texto fue publicado como parte del Tratado de Economía Política de Adolf
Weber en su Tomo IV, Política comercial y de los transportes. Ed. Bosch,
Barcelona, 1935.
I. TEORÍAS REFERENTES A LA FORMACIÓN DE LOS PRECIOS EN EL COMERCIO
1. Oposición de opiniones entre los profesionales. -
2.
La "Teoría del cálculo".
-
3. La "Teoría de la competencia"
4. La formación de los precios y "los costos
más elevados y que aún son necesarios".
II. GASTOS Y MARGEN EN EL COMERCIO
2. Causas del aumento absoluto de los márgenes
comerciales. -
3. Causas del aumento relativo de los gastos comerciales.
4.
¿Se
encarecen las mercancías a su paso por el comercio? -
1. TEORÍAS REFERENTES A LA FORMACIÓN DE LOS PRECIOS EN EL COMERCIO
1. Ciertamente que no habrían tenido lugar las arbitrarias intervenciones de la
producción en la formación de los precios en el comercio, si no predominasen en
la práctica económica conceptos totalmente falsos sobre las relaciones entre
comercio y formación de precios.
Por regla general, se intenta la solución del problema con ,dos teorías opuestas
entre sí y de valor muy dudoso. Una de estas teorías, que se puede designar con
el nombre de "teoría del cálculo", establece que la cuantía de los precios se
regula por el cálculo de los gastos y de las ganancias de los comerciantes.
Representa el juicio de amplios sectores de los consumidores. Aquellos que
ofrecen las mercancías contraponen a ésta "la teoría de la competencia en la
formación de los precios", con arreglo a la cual los comerciantes carecen de
toda influencia en ella, puesto que es. "la" competencia la que decide sobre la
cuantía de los precios.
2. La teoría del cálculo no es, en último término, sino una vulgar teoría de los
costos en la formación de los precios, la cual, sin embargo, no tiene en cuenta
que existen relaciones recíprocas entre oferta, precio y demanda. Tan sólo el
monopolista se encuentra en situación de imponer precios unilaterales a base de
cálculos de rentabilidad, por lo menos, en tanto que la demanda no se niega a
seguirlo en las medidas nacidas de estos cálculos. De un monopolio de esta
naturaleza ya sabemos que apenas si puede hablarse en el comercio.
Aun cuando todavía hoy resulta muy desacertado el conferir a los recargos
"corrientes en la rama comercial de que se trata" la consideración de motivo
causal en la formación de los precios, es cierto que han tenido este papel
anteriormente. En ninguna otra rama se ha mantenido tan enérgicamente" el
concepto gremial del sostenimiento", como en el comercio al por menor. El
monopolio gremial organizado, ha conservado por ello, mucho tiempo después de
que tuvo existencia real, su importancia económica como freno de la competencia.
"La combinación de capacidad de rendimiento inexplorado con precios
consiguientemente elevados constituye" como E. Heimann afirma "lo esencial del
monopolio". Este está favorecido, no sólo por un acuerdo previamente
establecido, sino, posiblemente, por una tradición que envuelve a todos los
competidores. "El comerciante al por menor" dice Heimann que continúa en este
mismo sentido, "mide el recargo de beneficio en razón inversa del número total
de sus transacciones y considera que no será perturbado en esto por sus
competidores que calculan en la misma forma." Tan sólo la oferta a más bajo
precio, provocada por tales magnitudes de gastos y de precios, hace que, aunque
de una manera retrasada, irrumpa el principio capitalista en una esfera
protegida de tipo precapitalista. En el campo que examinamos existen aún hoy
aquí y allí, determinados islotes precapitalistas. El desarrollo del tráfico
moderno, como asimismo las formas más modernas del comercio semiambulante (así
podemos designar al comercio Migros y a otros grandes comerciantes a domicilio,
véase cap. 7, Il), habrán de dar cuenta rápidamente de ellos. N o obstante esto,
desconoce la realidad el que considera de una manera generalizadora que el
comercio determina la cuantía de los precios de consumo mediante un arbitrario
mantenimiento de "su" margen comercial.
Tan sólo de una manera mediata puede influir el cálculo de la magnitud de los
precios en los diversos mercados como también en el conjunto de la ;economía.
Merced al control de contabilidad de la explotación, se puede contrastar, más o
menos exactamente, la rentabilidad de la oferta; de donde se deduce que si esta
rentabilidad desaparece y supuesta una actuación económica, debe limitarse y aun
suspenderse aquélla totalmente, si no existen perspectivas de que por otros
caminos desaparezca la situación equívoca de la falta de rentabilidad
(posibilidades de racionalización aumento de los precios a consecuencia del
aumento de la demanda). El cálculo, puede, así, dar lugar a una disminución de
la competencia de la oferta y, por este camino indirecto,
. hacer posible una elevación de los precios. Con esta determinación se reconoce
igualmente que la teoría del cálculo (haciendo notar sus pocos derechos),
termina en las fronteras de la teoría de la competencia, la cual, por su parte,
no puede tampoco llegar a un resultado satisfactorio.
3. La teoría de la competencia se desarrolla en forma de círculos. Un
concurrente puede hacer "al otro" responsable. La responsabilidad de los precios
constituye la gran incógnita. "La" competencia aparece, sin razón, como una
especie de esencia autónoma con capacidad de acción propia. Ello constituye un
ejemplo típico, de interpretación económica extraviada que se designa por W.
Ropke como "concepción económica organicista". Estas faltas de la teoría de la
competencia, han sido sentidas y se ha tratado de romper su círculo en un
sentido (continuando hablando en imagen), que puede ser llamados" flechas de
dirección" en la formación de los precios. Los almacenes han de realizar esta
función para los bienes de consumo periódico, mientras que las Asociaciones de
consumo se propugnan como sujeto principal de la formación de los precios para
medios de subsistencia (J Hirsch). Contra esta teoría, se puede objetar
previamente que en los casos más favorables tan sólo consigue explicar una parte
de los fenómenos económicos en la mayoría de los .mercados del comercio al por
menor (los cuales pueden ser concebidos como limitados localmente faltando la
competencia de los comerciantes de tipo capitalista.
Los almacenes y las cooperativas de consumo comprenden prescindiendo de ello,
una parte limitada de la diversa oferta de mercancías existente en la economía
moderna. A las empresas de los almacenes no debe discutírseles, por 10 menos,
que con su oferta predominen sobre toda competencia y son por decirlo así" los
que dan tono a los precios". Empresas de filiales en masa, establecimientos de
precio único y Cooperativas de consumo, representan como
algunos establecimientos profesionales racionalmente dirigidos, una recíproca
competencia, como para los demás que realizan la oferta. En un informe referente
a las Asociaciones de consumo se afirma: "El determinar si corresponde a las
asociaciones de consumo o los establecimientos de orientación de
económico-privada la dirección en la formación de los precios, es cosa que sól?
es posible decidir en cada caso individual. Respecto de esta cuestión se
manifiesta concepciones muy diversas de los directivos de las Asociaciones de
Consumo." El intento de salvar a la teoría de la competencia por la "hipótesis
de. las flechas" más bien pueden fracasar no obstante lo interesante y
explicativo que parece en el primer momento que ello ha de ser.
4. Por los círculos comerciales se ha ido desarrollando de manera conocida la
teoría de la competencia en el sentido de una teoría de la formación del precio
según "los costos menores" de los bienes" libremente aumentables". Con ello se
trata de justificar que la participación permanente de muchas explotaciones
antieconómicas en el servicio comercial no pueden actuar originando un
encarecimiento del comercio, puesto que las unidades activas que trabajan con
costos más elevados han de someterse a las condiciones impuestas por la
competencia que trabaja más barato. La "dirección de la flecha indicadora"
constituye el verdadero defensor de los intereses de los consumidores. En
realidad, no les corresponde a ellos nada en los precios bajos, si trabajan de
una manera adecuada económicamente, y todo en las ganancias más elevadas. Toda
empresa nacional procura la utilización más ventajosa de las instalaciones
existentes o que se creen. Puesto que los gastos por unidad en los negocios
comerciales (tanto en el comercio al por mayor como en el al por menor, tanto en
las explotaciones individuales como también en las empresas combinadas, dentro
de límites más amplios) aumentan nuevamente después de la degresión que
experimentan en un principio, es indudable que debe limitarse claramente todo
intento de una oferta a precios excesivamente bajos. Dos factores de pérdida, la
disminución de los precios en la oferta y el aumento de los gastos, se oponen al
aumento del volumen del negocio, como única y, a la larga, más que suficiente
compensación. A medida que la explotación antieconómica pone de manifiesto su
capacidad de resistencia, frente a los ataques de aquellas otras más fuertes,
tanto menor es el crecimiento que puede alcanzarse por" cada unidad de
disminución en el precio" y tanto más rápidamente se desmorona la decisión de
llevar a efecto una oferta a precios bajos. Es suficiente el considerar que
siempre que existe la competencia, los costos de la oferta más cara que aun es
precisa de una manera constante en el mercado, tiene la tendencia a aproximarse
lo más posible a los precios del mismo. En algunos casos del comercio al por
mayor, se puede considerar a veces que estos gastos límites, dado un cálculo
exacto, se encuentran por encima de los precios. Muchas de las empresas
económicamente más débiles que aparentan ser, según cálculos inadmisibles,
capaces de subsistencia, no fijan los gastos que supone el trabajo del
empresario, así como del propio capital y la propiedad de edificios. En esta
forma, una parte de los servicios del comercio al por menor se ofrecen
gratuitamente.
Hasta qué punto se encuentra privado el comercio al por mayor de todo poder
sobre los precios que han de satisfacer los consumidores, puede deducirse ya del
hecho de que la ayuda que le ha sido prestada por la industria no ha podido
procurarles tampoco grandes ganancias. El comercio al por mayor libre, se
encuentra de tal modo amenazado de un proceso de exclusión, como se deducirá de
exposiciones que se harán más adelante (Caps. 3 y 4), que no parece puede tener
capacidad para explotar a los consumidores. Otra justificación en el mismo
sentido la constituye el hecho de que los precios del comercio al por mayor se
mueven totalmente independientes de la capacidad adquisitiva que en cada momento
tiene el último consumidor; por ejemplo, bajan antes que los precios dell
consumo al por menor. Asimismo, actúa en la formación de los precios en el
comercio al por mayor la ley de los" costos más elevados que aun son
necesarios", sin limitación alguna. A lo que hay que añadir, asimismo, que la
dinámica económica actúa en el comercio al por mayor con mayor intensidad que en
él al por menor, esto es, que encuentra en él menos resistencia.
II. GASTOS Y MARGEN EN EL COMERCIO
1. En la más dura oposición con respecto a estos resultados se encuentra la
opinión apenas discutida fuera del comercio en los círculos de los legos en la
materia, de que el comercio 'encarece las mercancías en una forma intolerable y
que fácilmente puede ser eliminado con lo cual se da nuevo pasto a la
concepción, ya criticada, de que el comercio es totalmente improductivo. Esto es
cosa que no debe extrañar si se piensa que nada menos que Walter Rathenau ha
defendido la concepción de que el sistema comercial precisa de una profunda
reforma "en tanto que existen en una comunidad económica productos que en su
paso de los productores a los consumidores se encarecen, en más de un cuarto, a
veces, de la mitad, en ocasiones hasta el doble, del precio primitivo (esto es,
su precio de fábrica)".
Es indiscutible el hecho de que los costos comerciales durante los últimos
decenios no sólo han aumentado notablemente en absoluto, sino que su
participación en el precio de consumo se encuentra en un desarrollo que compiten
con el de los costos de producción. La dureza de los reproches dirigidos al
comercio desde este punto de vista por la crítica pública, se encuentran en
total desacuerdo con la fuerza demostrativa de los fundamentos en que descansa.
Se comparan siempre los precios de fábrica con los precios de consumo, como si
la diferencia entre ambos estuviese constituida puramente por los gastos
comerciales, siendo así que, en realidad, responde para cada mercancía, en
medida mayor o menor, a gastos de transporte, de seguro, así como los originados
por determinadas transformaciones técnico-productivas que realizan los propios
comerciantes. Asimismo, es totalmente injusto el que, por regla general, no se
piense, en absoluto, en una estimación de la importancia de las funciones del
comercio, la cual debería preceder a todo juicio sobre la cuantía de los gastos
comerciales.
2. Una parte esencial del crecimiento experimentado por la diferencia entre
precios de fábrica y precios de consumo corresponde a la elevación de las cargas
por transporte y riesgo. El perfeccionamiento de los medios de transporte ha
producido, por una parte, muy importantes abaratamientos en el desplazamiento de
los productos por unidad de distancia; pero, al propio tiempo, ha sido causa de
que el radio de cada mercado se amplíe extraordinariamente. Este aumento de la
distancia entre el productor y e! último consumidor, que fomenta el equilibrio
en cuanto al espacio de abundancia y escasez (siempre relativas), ha hecho
necesaria la interpolación de algunos miembros del comercio en momentos en que
antes era suficiente con un salo comerciante. Cada mercancía debe ser
transportada, almacenada, manejada y distribuida repetidamente. La dificultad de
establecer" relaciones impersonales de bienes" ha aumentado extraordinariamente:
se han de tener en cuenta las -costumbres diversas de! consumo local; el control
de la capacidad de pago de los compradores se dificulta mucho cuando falta toda
relación personal. Ni aun el moderno control del crédito (que produce nuevamente
gastos especiales) puede evitar las pérdidas. La conquista de más amplios
mercados exige extraordinarias inversiones para anuncios. En e! transcurso de
los 'Últimos decenios antes de la guerra mundial, se hizo la oferta
.extraordinariamente diversa, por lo que aumentaron los gastos de almacenaje y
creció la cuenta de pérdidas por "protección de almacén". La creciente
concentración de la población en las ciudades contribuyó, al propio tiempo, al
encarecimiento de la distribución de las mercancías que no había posibilidad de
producir en ellas. Todos los cálculos dignos de crédito ponen de manifiesto que
los gastos comerciales crecen al aumentar la importancia de los lugares donde
aquél se realiza. Asimismo, el considerar e! aumento especial que ha tenido el
margen comercial en relación con la época anterior a la guerra, no es suficiente
para juzgar respecto de la mayor o menor admisibilidad de los precios de los
servicios comerciales, pues a este respecto se compara 10 que no es comparable.
Estableciendo una media aproximada, corresponden aproximadamente el 50 por
ciento de los costos totales del comercio al por menor a sueldos y jornales, 20
a 25 por ciento a alquileres y el resto a intereses, anuncios, gastos de
transporte, impuestos y varios. Los gastos de alquileres del comercio al por
menor son (según los datos proporcionados por la Oficina de investigación del
comercio en algunas ramas del mismo) notablemente inferiores a los de[ comercio
al por mayor en el que representan aproximadamente del 5 al 10 por ciento, y los
gastos de! trabajo (incluido sueldo del empresario), 30 a 50 por ciento de los
gastos totales.
La elevada participación de los gastos de trabajo ha de hacerse notar como una
carga extraordinaria, teniendo en cuenta el aumento de salarios y sueldos que
desde 1924, temporalmente, sobrepasan fuertemente a la desvalorización de!
dinero. Tanto más cuanto que al propio tiempo el desarrollo de la legislación
del trabajo, concebido desde un punto de vista de política social, limitó las
posibilidades de un rendimiento económico de las fuerzas de trabajo e hizo
imprescindible el empleo de mayor cantidad de personas para la realización de
las mismas funciones. Sin tener en cuenta este encarecimiento del trabajo en el
comercio, han aumentado notablemente las exigencias de los consumidores con
respecto a servicios secundarios de todo género (servicios a la clientela). Que
esto constituye un fenómeno general de la época, frente al cual nada puede el
comercio, se encuentra plenamente demostrado por las declaraciones, evidentes a
este respecto, recogidas de los directivos de las Asociaciones de consumo por la
Comisión de investigación. De manera especial se encuentran mal acostumbrados
los consumidores en los Estados Unidos. Una investigación americana sobre los
beneficios comerciales llega a la siguiente consecuencia: "It would not be
difficult to secure a 5 per cent, reduction in retail prices if the general
public were willing to forego some of the services at present demanded or
complacetedly accepted" (W. R. Bulop).
La desaparición de la ordenación coactiva del régimen de alquileres para
almacenes, que tuvo lugar ya antes de la supresión del mismo régimen para las
habitaciones, ha provocado, en parte, un intenso aumento de los alquileres en el
período en que la concesión de créditos por parte del extranjero, hacía posible
el desarrollo de la economía alemana. Hasta muy entrado el año 1930, ejercieron
los propietarios de edificios, fuertemente organizados frente al comercio al por
menor, una dura resistencia contra la adaptación de los tipos de arrendamiento
fijados por contratos de muchos años de duración a las transformaciones
experimentadas por la situación económica en general.
El comercio alemán (aun las pequeñas empresas del comercio individual, en cuyas
filas hay que buscar, como ya se ha dicho, las empresas límites que en cada
momento determinan los precios) ha experimentado durante la inflación pérdidas
de capital insospechadamente graves. El capital propio hubo de ser sustituido en
amplia medida por el capital extraño y los intereses de esta deuda hubieron de
influir como un factor de los gastos, mientras que en los cálculos tradicionales
de muchos comerciantes individuales, no se tenía en cuenta, como ya se ha hecho
notar anteriormente, la estimación de intereses para capitales propios. La
insuficiencia de la cobertura de capital, hizo que, por su parte, la extensión
del negocio se contrajera notablemente. La crisis de los últimos años hizo lo
restante, disminuyendo aun más las transacciones y haciendo así más aplastante
la carga de los elevados gastos fijos del comercio.
Entre la serie de impuestos que re caen unilateralmente sobre el margen
comercial, citaremos únicamente el impuesto de circulación, el cual ha adquirido
por otro respecto una influencia fatal en la suerte del comercio (v. Cap. 10,
7).
J. Hirch establece las siguientes cifras:
En el año de 1929
Para él
Aceptando un volumen de miles de millones RM
Gastos totales incluyendo beneficio neto y ganancia del
Empresario
Del beneficio neto (sin ganancia del Empresario).
Absoluto mil. mill. RM.
% del volumen
Absoluto mil. mill. RM.
% del volumen
Comercio al por mayor
50,60
3,75
6,25-7,25
0,25
0,42-0,5
Comercio al por menor
35,
9,00
25,7
0,7
2
3. El notable aumento de la parte proporcional de los gastos comerciales en
el precio de venta, no hay que referirla a la mayor cantidad de servicios que al
comercio se reclama y a la notable elevación de los gastos esenciales a su
realización.
El aumento relativo del precio de las mercancías por el margen comercial, tiene
su causa en que las transacciones por cliente han disminuido de valor en
relación con la época anterior a la guerra no obstante la menor capacidad
adquisitiva del marco. El principal motivo de esto, el que aparece en primera
línea, es la disminución de la renta real, junto al cual tiene un papel
importante "la inclinación hacia los productos de menor duración" (J. Hirsch),
la cual es fomentada, entre otras razones, por el predominio de una moda
variable. Los costos de las prestaciones comerciales dependen en grado no escaso
de la cuantía del valor de cada acto individual de venta, por lo tanto, de la
disminución de éste ha de originarse un aumento relativo de los costos
comerciales. La explicación fundamental de esto se encuentra en el hecho de que
el progreso técnico ha beneficiado de un modo unilateral a la producción de los
bienes. La máquina puede producir las mercancías y transportarlas de uno a otro
lugar; pero la máquina no puede" vender" (prescindiendo de los escasos servicios
actuales, al menos en Alemania, de la venta automática (v. capítulo 4, 4). La
racionalización del comercio constituye un problema, no de la técnica de la
maquinaria, sino de la organización, cuya importancia sólo ha sido reconocida
entre nosotros desde hace pocos años, y habrá de pasar mucho tiempo hasta tanto
que esta concepción pueda resultar tan fructífera que provoque una disminución
esencial de los gastos comerciales del conjunto de la economía.
Mucho más fácil de resolver que el problema del "encarecimiento" de la mercancía
por el comercio es aquel que considera "simplemente" el "trastorno del comercio"
como responsable de ello.
4. Quien considera que existen" demasiados" comerciantes ha de poder decir para
ser justo "cuántos" comerciantes hay que admitir en una economía y bajo
determinadas circunstancias como" necesarios". Una decisión de esta naturaleza
re quiere una medida práctica utilizable, la cual no existe. Sólo puede decirse"
con fundamento" que es el número" exacto de comerciantes aquel que raliza los
servicios comerciales que objetivamente deben prestarse tan baratos como puede
concebirse en armonía con las posibilidades de racionalización existentes en
cada momento". Es muy posible que este número "exacto" de comerciantes resulte
ser el doble del que actualmente existe en realidad.
Las frases vacías de sentido de "plétora" o "trastorno" en el comercio de las
mercancías, se apoyan en la observación de que el encarecimiento de las
mercancías por el comercio va acompañado de un crecimiento relativo del número
de las explotaciones comerciales que aparece de hecho como des proporcionado.
1) El censo profesional y de explotaciones del año 19215 ofrece por vez primera
la base para una consideración del desarrollo del comercio alemán.
Sus resultados sólo pueden ser comparados de una manera condicionada a los del
censo de 1907. La estructuración del material en la investigación tuvo lugar
desde puntos de vista en parte muy diversos. La base admisible se obtiene
comparando las "unidades locales" (1925) con las "explotaciones individuales y
totales" (1907). Como "unidad local" se considera en 1925 todo establecimiento
industrial sin tener en cuenta a que, por ejemplo, sea un miembro de pendiente
como explotación filial de una empresa. Explotaciones individuales se llamaban
en 1907 aquellas explotaciones que constituían una unidad completa y cerrada.
Explotaciones generales son aquellas que comprenden un gran número de
actividades industriales cada una de las cuales puede considerarse como "partes
de explotación" que sirve a la preparación del material de las otras. Puesto que
por su parte las filiales que no tienen dirección independiente se incluyen
entre las explotaciones parciales mientras que en 1925 se cuentan como unidades
sin condición alguna, resultan las cifras de 1907 en cierto modo excesivamente
bajas sin que esta diferencia influya de manera notable sobre el conjunto. Por
el contrario sería totalmente erróneo una comparación de las" unidades técnicas"
del año 1925 y las explotaciones parciales o individuales del censo de 1907.
Mientras que en el año 1907, por ejemplo se contaba como "explotación parcial"
cada sección de unos almacenes en 1925 sólo se establecía una distinción local
en las unidades técnicas si una actividad comercial estaba unida en cuanto al
espacio con una explotación productiva en el sentido estricto de la palabra.
Esta manera de calcular arroja un menor aumento de las explotaciones comerciales
que el que se obtiene por en procedimiento de las unidades locales, esto es:
explotaciones individuales Y' generales que es el que se considera más adecuado.
En 1907 se fijaba el número de las unidades técnicas en 924.600 y en 695.800 las
locales; en los nuevos límites nacionales eran en 1925 las cifras
correspondientes de 915.500 y 847.900. Que el cálculo según unidades técnicas
conduce a errores, se demuestra también por el aumento del número de las
personas ocupadas en el comercio de mercancías. Éste creció según el cálculo con
arreglo a las unidades técnicas en un 38,2 por 100 y calculando a base. de las
unidades locales: en 39,0 por 100 (sin tener en cuenta las transformaciones de
extensión). Puesto que las transformaciones en la estructura del comercio en él
de mercancías, por 10 que respecta a su distribución entre las diversas clases
de magnitudes de explotación, es relativamente de poca importancia (véase
capítulo 10, I), no puede quedar el aumento del número de explotaciones muy por
bajo del tanto por ciento del aumento de la actividad comercial. A base de los
nuevos límites nacionales se calcula un aumento de las unidades locales de un
32,2 por 100 y el de las personas económicamente activas en un 50 por 100.
Estos números son una representación aproximadamente exacta de la realidad. El
comercio ha aumentado de hecho extraordinariamente. Cabalmente cuando se trata
de deducir conclusiones de esto, debe primeramente considerarse que en el año de
1925 subsistían aún muchas de las fundaciones de la época de la inflación los
cuales han finalizado desde entonces su corta vida económica. El comercio ha
participado proporcionalmente en la cifra total de las quiebras durante el
último año con un tanto por ciento mucho más elevado que antes de la guerra. En
1912 de un total de 12.094 quiebras nuevas correspondieron al comercio 4.441 es
decir el 36.27 por 100 de la cifra total. Como media desde el año de 1924 hasta
1930 aumentó esta participación (con inclusión de las comparaciones a partir de
1927) a un 48 por ciento. En el año de 1924 fueron anunciadas en el comercio
4.684 nuevas quiebras; esto es, algo más de 58 por 100 de los 8.034 concursos de
acreedores que expresa esta cifra total. Es a este respecto muy probable que se
haya abierto camino a un "proceso de autolimpieza". El número de las nuevas
fundaciones en el comercio a partir del 1925, no permite ni estimarse ni
calcularla. Todas las apreciaciones están conformes en que es notablemente menor
que el de las bajas.
2) Las comparaciones estadísticas del aumento del comercio en relación con otra
actividad cualquiera de naturaleza económica que reflejé numérica mente, el
desarrollo económico conducen fácilmente a error, pues prescinden por regla
general de toda condición cualitativa de los fenómenos económicos, escapando a
toda apreciación puramente estadística. Ha de comprenderse por si mismo que el crecimiento del comercio no puede
medirse por el de la industria, El número de las personas ocupadas, en 1925 en
los establecimientos industriales yen los oficios, es (teniendo en cuenta las
variaciones de la superficie comparada) tan sólo un 28,9 % más elevado que en
1907. La falta de importancia de este número se pone de manifiesto
inmediatamente y de una manera totalmente clara, haciendo resaltar que la
potencia industrial de las máquinas ha aumentado en el período referido (calcula
en HP.) en un total de In %. Puesto que el auxilio de las máquinas al comercio
sólo puede darse en una medida muy modesta en relación a lo que ocurre en la
producción de bienes, se deduce sin más que el aumento de su productividad
técnica ha de dar lugar a una absorción mucho más intensa de fuerzas de trabajo
humanas en sus filas.
El procedimiento (muy preferido) de determinar la "exacta" magnitud del comercio
haciéndola depender de la cifra de la población, carece totalmente de sentido,
puesto que cabalmente del" número de habitantes" nada puede deducirse respecto
al consumo de servicios comerciales.
Desde la época anterior a la guerra pueden señalarse en Alemania
transformaciones profundas, tanto en la estructura de la población como en las"
necesidades comerciales". Las clases de menor edad, las cuales tienen poca
importancia como compradores independientes, eran en 1925 absoluta, relativa y
notablemente menos numerosas que antes de la guerra. Para el territorio nacional
de 1925 corresponde en 1910 para una población total de 57,8 millones de hombres
en números redondos no menos de 19,6 a la edad de 1 hasta 15 años; en 192'5
teníamos para una población nacional de 62,4 millones tan sólo 16,1 millones de
hombres de menos de 15 años; por consiguiente, el número de los propiamente
compradores, de 38 ha pasado a 46,3 millones, esto es, que aumentando un 2,1 %
para un crecimiento de la población total de tan sólo y en números redondos un 8
%. La distinta distribución por edades trajo consigo el consiguiente aumento de
los hogares independientes (presupuesto familiar un 20,3 %, presupuestos
individuales un 10,3 %).
3) Lo que queda aún por explicar, tiene su natural fundamento predominantemente
en las siguientes seis circunstancias: a) La mayor parte del número de
adquirentes requiere hoy mayores servicios del comercio que antes de la guerra.
"El propio abastecimiento" ha disminuido notablemente como consecuencia natural
del aumento operado asimismo en la actividad económica de la mujer. El corte en
el domicilio va siendo desplazado por la confección, la propia conservación por
la industria de la conservación. Donde era cabalmente posible el relacionarse
directamente el productor con el último consumidor (trabajo por encargo de la
clientela de los artesanos, oferta de los campesinos en los mercados de las
hortalizas), aparece también frecuentemente como imprescindible la intromisión
del comercio. b) La población de las ciudades que precisa mucho más del comercio
que la de los campos, ha aumentado mediante la aglomeración urbana mucho más
intensamente que aquélla. A esto hay que añadir la transformación en el aspecto
de las ciudades. Habitación y lugar de trabajo se encuentran hoy mucho más
separados que antes. El cierre .de los comercios a las siete, obliga a los
trabajadores que profesionalmente han de mantenerse en el interior de la ciudad,
a adquirir también en ellos los objetos del consumo diario. Por otra parte, se
establecen en los barrios exteriores. formados por el desarrollo adquirido por
la extensión de las ciudades a causa de las construcciones bajas, comercios para
la venta de objetos de consumo periódico. e) El intenso desarrollo de ramas
totalmente nuevas de la producción (industria de las bicicletas y automóviles,
seda artificial, de la radio, de los discos de gramófono, etc.) ha hecho
necesario el nacimiento de un comercio complementario. d) El factor de
encarecimiento de que se ha hecho mención, o sea, la debilitación de la base de
capital existente en el comercio a causa de la inflación, ha hecho posible la
subsistencia de numerosas empresas que consiguieron utilizar ocasiones
anteriores para la obtención de crédito. Éstas pudieron encajarse en los huecos
que se produjeron en el comercio al por menor a causa de que muchos empresarios
“sólidos" que también en otros tiempos retrocedían ante endeudamientos de
cualquier clase y sacrificaron a esto una gran parte de la "substancia" de sus
negocios. e) La inclinación por los productos de corta duración, es causa, no
sólo de un aumento de la carga relativa de los gastos comerciales (v. c. 3),
sino también de que en un determinado espacio de tiempo haya que recurrir
repetidamente al comercio para cubrir una necesidad que antes se satisfacía con
una sola adquisición (naturalmente de un valor mayor). f) En el comercio al por
mayor han disminuido notablemente las unidades de encargo en relación con la
época anterior a la guerra. Ante la Comisión de investigación se ha afirmado
repetidas veces que encargos con peso de varios quintales que constituían la
norma en el período anterior a la guerra, han sido substituídos por otros de
pocos kilogramos, cuyo cumplimiento se hubiera rechazado entonces, por regia
general, como antieconómico.
4) Todas estas condiciones especiales, las cuales aparecen como provocadas
económicamente por un aumento aparentemente extraordinario del comercio, actúan
naturalmente muy diversamente en los diferentes estadios comerciales y en las
diversas ramas del mismo. Una estimación real del material empírico (que nos
llevaría aquí demasiado lejos), previene que hay que establecer en cada rama un
juicio prudente cuya expresión aparece a la opinión como inatacable.
5) El crecimiento real del comercio al por mayor y al por menor no puede
establecerse numéricamente de una vez con una exactitud aproximada. Los datos
,del año 1907 han procurado fijar una distinción entre estos dos aspectos del,
comercio, tan sólo mediante el empleo de la pregunta de si se tiene un "comercio
abierto" . La característica es totalmente insuficiente y,' por regla general,
eran las contestaciones a la expresada pregunta totalmente inadmisibles. En el
año 1925 han sido clasificados el comercio al por mayor, y al por menor de una
manera especial. Si se comparan estos datos con los del año 1907 resulta una
disminución de las explotaciones en el comercio al por mayor de un 20 % en
números redondos y un aumento de las explotaciones del comercio al por menor de
un 60 %, resultados completamente inadmisibles bajo cualquiera circunstancias.
Lo inseguras que son todas lis estimaciones propuestas referentes al desarrollo
del comercio al por mayor lo pone claramente de manifiesto el hecho de que tales
estimaciones oscilan desde un 60 % como mínimo hasta un 300 % como estimación
más elevada.
Mientras que la estadística de las explotaciones de 1925 ha clasificado nada
menos que 174.242 explotaciones de comercio al por mayor, consideran. las
organizaciones directivas del comercio al por mayor que en su guía de
direcciones publicada en el mismo año y que comprende aproximadamente cincuenta
mil casas, han recogido todas aquellas empresas "que a base del juicio
profesional de sus compañeros... hay que considerar como comerciantes al por
mayor". En el cálculo oficial aparecen muchos comisionistas y corredores como
comerciantes al por mayor, cuya "explotación", conforme a la expresión de un
informador del Instituto Nacional de Estadística, contenida en. un análisis de
este tema, .. consiste únicamente en un teléfono y una máquina de escribir".
También los límites entre comercio al por mayor y comercio al por menor son en
muchos casos borrosos. El comercio al por mayor tiene la sospecha de que todo
aquello que no puede ser incluído dentro de ninguna otra clasificación, se agrega al comercio al por mayor, R.
Schleifenbaum (v. Bi.) considera la cifra dada por la Asociación del comercio al
por mayor como excesivamente baja y admite (para mediados del año 1932) que hay
que contar con un número de casas de comercio al por mayor que oscila de 80 a
100.000. En la estadística del impuesto de circulación no se incluye en el año
de 1929 sino tan sólo 65.000 explotaciones, de las cuales sin embargo tan sólo
35:500 en números redondos tienen un volumen anual de transacciones superior a
100.000 marcos. A las explotaciones pequeñas le corresponden tan sólo un 2,5 %
aproximadamente del volumen total del comercio al por mayor.
En el comercio individual se clasificaron estadísticamente en el año de 1925 en
total 653,574 explotaciones. La Asociación profesional de los comerciantes
individuales estima, por el contrario, para el año de 1923 que cuanto más
existen 400.000 explotaciones de tipo individual.
La imposibilidad de establecer afirmaciones respecto al aumento del comercio al
por mayor e individual desde 1907, hace que los resultados estadísticos de 1925,
aunque fuesen aceptables, resulten de momento infructíferos. Ofrecen tan sólo la
base para investigaciones que podrán ser realizadas cuando existan nuevos censos
profesionales de explotaciones.
5. Todas estas consideraciones respecto a las cifras referentes al aumento del
comercio llevan al convencimiento de que difícilmente pueden deducirse de una
manera inmediata de las estadísticas juicios respecto a la cuestión de
determinar el número "exacto" de comerciantes. Tan sólo nos muestran que el
crecimiento en el número de las explotaciones comerciales es grande, pero no que
sea excesivamente grande. Este aumento hace presumible, sin embargo, que exista
una desorbitación, esto es, un aumento antieconómico del comercio. Esto sólo es
posible si las fuerzas de la competencia que desplazan a los miembros más
débiles del comercio se encuentran frenadas por cualquier orden de
circunstancias como (no obstante la elevada cifra de quiebras) debe suceder en
Alemania. Las condiciones de precios impuesta por la producción impiden a los
competidores más capaces (bajistas) realizar una oferta a precios que excluyan a
los demás. Aun cuando no se encuentre obstaculizada la libertad de movimientos
del comercio por la producción, constituye un obstáculo a la tendencia de
expansión de las empresas comerciales económicas, la falta de crédito en general
existente, pero que afecta muy especialmente al comercio (v. Cap. 9, 2). En el
comercio al por menor tropieza la realización de tal exclusión, asimismo, con la
dura resistencia contra la desvalorización del capital de aquellas explotaciones
límites que tratan de mantenerse en el mercado renunciando a compensación alguna
para los propios gastos (para la actividad del empresario, etc. v. a.), puesto
que no encuentran posibilidades de ganancia en ninguna otra parte una vez
suspendido el negocio.
El problema de las relaciones entre" aumento del comercio" y "encarecimiento de
las mercancías" tan sólo puede resol verse en un sentido. Un encarecimiento
arbitrario queda fuera de las posibilidades del comercio. En ninguna otra rama
es la ganancia del empresario más claramente un "residuo". El problema del
margen comercial no es un problema de la regulación de los beneficios, sino de
la fijación de los costos. Estos costos pueden ser (en relación a posibilidades
de una distribución más racional! de las mercancías que, sin embargo, no ha
tenido realidad) excesivamente elevados, entre otras razones, también porque el
comercio es excesivamente extenso, y puesto que este exceso de comercio tan sólo
puede originarse por dificultades que impidan la competencia, podrá hacerse
desaparecer suprimiendo las limitaciones existentes a aquélla, en tanto que se
dé vía libre a lo económico. Existiendo una competencia eficaz tiene lugar la
exclusión del comercio allí donde no precisa un especial ser vicio de éste por
haber sobrevenido una transformación correspondiente en las condiciones del
mercado. Toda simplificación de éstas constituye una ventaja. El mismo comercio
contribuye mediante su actividad a abrir nuevos cauces, no sólo al
establecimiento de las relaciones del mercado, sino también al robustecimiento y
orden del mismo, y facilita con ello el que proveedores y clientes que hasta
entonces se habían servido de él, entren en contacto directo entre ellos.
El último estadio del comercio sigue siendo imprescindible; no es concebible
siquiera una exclusión real del comercio al por mayor. Estos procedimientos no
pueden compararse en manera alguna con aquella exclusión arbitraria de los
comerciantes pro pugnada por los defensores del camino más corto para llegar a
los consumidores sin tener en cuenta las transformaciones en la estructura del
mercado. Necesidades de organización de la economía de guerra han fomentado
tales "pseudo-exclusiones" el comercio al por mayor como las medidas fiscales y
racionalizadoras de la inflación (impuesto de circulación, v. Cap. 11)
favorecieron la concentración vertical de la economía. De ello 'tan sólo se
dedujo que una forma comercial fuese sustituída por otra. El número de las
empresas comerciales independientes y económicamente rentables puede reducirse,
indudablemente de 'una manera constante, pero con esto nada se ha hecho respecto
a la justificación económica del nuevo procedimiento de distribución de las'
mercancías. Un juicio real sobre él tan sólo puede descansar sobre una
estimación de las posibilidades económicas de rendimiento de las diversas formas
de comercio.
Hubiera debido esperarse una mayor reserva que la que ha sido corriente en el
juicio sobre la cuestión del margen comercial, si la industria hubiese
controlado cuidadosamente sus propios gastos comerciales, cosa que aún no ha
sucedido y que actualmente no es corriente. La oficina de investigación del
comercio, encabeza una investigación dirigida por ella referente a los gastos de
ventas de la industria, en la cual se pusieron de manifiesto gastos comerciales
en parte muy elevados, entre otras, con las siguientes observaciones" en la
bibliografía referente a la economía de explotación, se hace notar
constantemente la importancia de la especificación de los gastos de venta, pero
en la práctica no ha resuelto la industria en la mayoría de los casos esta
cuestión de una manera adecuada. De las investigaciones realizadas por la
Comisión de encuesta resultó que en numerosas empresas no pudieron ser aislados
sus costos de venta que están constituídos principalmente por los sueldos de las
fuerzas de trabajo que realizan la venta, porque no pudo aislarse este factor .
esencial de los gastos de ventas ya que no existía ninguna división
correspondiente de los gastos generales" y más adelante: "El intento de obtener
una representación exacta de los gastos de ventas en las diferentes ramas de la
industria, se dificultó mucho por la manera insuficiente en parte y en parte
falta de unidad, con que eran incluidas en la contabilidad de muchas
explotaciones industriales." Muchos competidores del comercio habrían podido
ahorrarse 'experiencias caras si antes de realizar éstas hubiesen llevado a
efecto un cálculo exacto de los gastos comerciales.
La historia de la eliminación de los comerciantes independientes y
profesionales comienza, ya antes del siglo XIX, por lo que respecta al comercio
al por menor, con el desarrollo de las asociaciones de consumo, adquiriendo un
desarrollo notable cuando, hacia el año 70, llegaron a ser en Alemania por vez
primera las cooperativas de adquisición y venta competidores serios del comercio
del trigo, piensos y abonos, en forma "de capitalismo privado". El rápido
desarrollo de la industria abrió al comercio al por mayor cada vez nuevas
posibilidades de actividad. Tan sólo al finalizar el siglo llegó el desarrollo
de los "órganos de distribución" industriales (véase Cap. 4) muy por encima de
los límites conocidos. Por parte del comercio al por menor se vió, asimismo, el
comercio al por mayor amenazado en su desarrollo ,por la lucha entre
explotaciones grandes y pequeñas, como asimismo entre comercio profesional y
cooperativas de consumo, en tanto que de ellas también nacieron iniciativas muy
decididas en favor de la constitución de cooperativas de compra entre el
comercio al por menor. Del desarrollo de las cooperativas de artesanos fué
afectado muy intensamente el comercio al por mayor de la harina. Basándose en
los cálculos y estimaciones de R. Schleifenbaum (v. Bi.), puede aceptarse que el
comercio al por mayor profesional, ha visto disminuído en el año de 1929 el
volumen de sus transacciones en mercancías en un valor de 3'5 a 4'0 miles de
millones de RM.
(es decir, de un 9 a un 10 por ciento de la estimación del volumen total del
comercio al por mayor estimado por el Instituto Nacional de Estadísticas para el
año de 1929, en 40 mil millones RM.), por la competencia de las cooperativas de
mercancías, de la agricultura, de los oficios y del comercio al por menor, de
las cooperativas de consumo y de los grandes almacenes. La cuantía de su
disminución, causada por los órganos industriales de distribución, despacho,
filiales y de remisión, así como por las grandes empresas del comercio al por
menor, fuera de los grandes almacenes, no puede llegar a estimarse fijamente,
pero con seguridad han de estimarse a este respecto cifras importantes y
crecientes.
1. Juicios corrientes. -