MARCO CONCEPTUAL DE LA TEORÍA MICROECONÓMICA
Edmond Malinvaud
Capítulo 1 de las Lecciones de Teoría Microeconómica.
Versión española en Ariel, 1974.
1. Objeto de la teoría
L. Robbins argumentó la siguiente definición: “La economía es la ciencia que
estudia la conducta humana en tanto que relación entre fines y medios escasos
susceptibles de usos alternativos” (1)
Un enunciado semejante no pone de manifiesto que la economía es una ciencia
social que estudia la actividad de los hombres que viven en colectividades
organizadas. Corre asimismo el riesgo de no distinguir suficientemente la
economía de la ciencia política puesto que las expresiones “fines” y “medios”
pueden entenderse en un sentido muy general.
En una obra que se presenta como fiel al pensamiento marxista, O. Lange
escribió: “La economía política, o mejor la economía social, es la ciencia de
las leyes sociales que rigen la producción y distribución de los medios
materiales que sirven para satisfacer las necesidades humanas” (2). A esta
definición, muy sintética, sólo cabe objetarle que las expresiones “leyes
sociales” y “medios materiales” pueden ser mal interpretadas. El carácter social
concierne a los fenómenos analizados, producción y distribución, más que a las
relaciones permanentes que en ellos constatamos y que llamamos leyes. Los
“medios materiales”, también llamados “bienes”, han de recibir una
interpretación lo suficientemente amplia como para incluir, por ejemplo, la
prestación de los servicios. En su lugar, yo propongo: La economía es la ciencia que estudia cómo los
recursos escasos se emplean para la satisfacción de las necesidades de los
hombres que viven en sociedad; se interesa, por un lado, en las operaciones
esenciales tales como la producción, la distribución y el consumo de los bienes
y, por otro, en las instituciones y las actividades que tienen por objeto
facilitar dichas operaciones. La más somera observación de la vida económica bajo los diversos regímenes que hoy día existen reconoce una yuxtaposición de individuos muy
numerosos que actúan cada uno de ellos con una cierta autonomía pero en el
interior, de un complejo marco institucional que organiza las interdependencias
entre ellos. En tanto que ciencia positiva, es decir, explicativa, la economía debe analizar
el comportamiento de agentes que gozan de una cierta libertad pero que están
sometidos a las limitaciones que la naturaleza y las instituciones les imponen.
Debe estudiar las consecuencias que tienen estas conductas individuales en el
estado o situación que se manifestará en la colectividad.
En tanto que ciencia normativa, la economía debe preguntarse acerca de la mejor
manera de organizar la producción, la distribución y el consumo. Debe
proporcionarnos los medios conceptuales que permitan un juicio sobre las
ventajas comparativas de las distintas formas de organización.
En su doble aspecto, explicativo y normativo, nuestra ciencia se ha visto
forzada a atribuir un papel central a los precios que rigen los intercambios de
bienes entre los agentes. Estos precios reflejan, de manera más o menos exacta,
para el individuo la escasez social de los bienes que compra o vende. Por ello,
el estudio del sistema de precios reviste tanta importancia como el de la
producción y el consumo. La teoría por la que vamos a interesarnos tiene por objeto principal el análisis
de la determinación simultánea de los precios y de las cantidades producidas,
intercambiadas y consumidas. Se la llama microeconómica por que pretende
respetar en sus formulaciones abstractas la individualidad de cada bien y de
cada agente. Para un estudio lógicamente fundamentado de los fenómenos en
cuestión, esta condición parece imprescindible a priori. Por el contrario, el
resto de la teoría es casi siempre macroeconómica, ya que razona directamente
sobre agregados de bienes y agentes.
La teoría microeconómica ha alcanzado en la actualidad un rigor bastante
elevado, en el sentido de que sus partes principales están construidas a partir
de un conjunto coherente de conceptos abstractos que ofrecen una representación
formal de la colectividad estudiada. En estas lecciones voy a razonar, pues, con
ayuda de un mismo modelo general en el que se introducirán hipótesis más
específicas a medida que progresemos. Mi primera tarea consiste, pues, en
definir los elementos de este modelo.
(1) Véase L. ROBBINS, Ensayo sobre la significación y naturaleza de la ciencia
económica, F. C. E. (México, 1944).
(2) Véase O. LANGE, Economía política, F.C. E. (México, 1966), p. 11. 2. Bienes, agentes, economía
Los dos conceptos iniciales son: “bienes” y “agentes”. El pan, el carbón, la
energía eléctrica, los autobuses, etc., se consideran como bienes, la cantidad
de cada uno de ellos se mide con una unidad apropiada. Los servicios,
transportes, consultas médicas, cortes de pelo, etc., son también
bienes, ya que sirven para satisfacer necesidades humanas. El trabajo es un bien
de particular importancia, ya que es un elemento esencial en toda producción. Y,
estrictamente hablando, es necesario distinguir tantos bienes como tipos de
trabajo. La actividad económica de los individuos es, simultáneamente, profesional y
privada; profesional, ya que normalmente se sitúa en el marco de empresas que
tienen por objeto la producción; y, privada, ya que se sitúa en el seno de las
unidades familiares e implica el consumo de bienes para la satisfacción directa
de las más diversas necesidades. Resulta cómodo para la teoría distinguir los
dos tipos de células organizadas en los que actúan cada una de estas
actividades. Hablaremos, pues, de los “agentes productores” y de los “agentes
consumidores”. Generalizando, “agentes” son los individuos, grupos de individuos u organismos
que constituyen las unidades elementales actuantes. A cada agente corresponde,
pues, un centro de decisión autónomo.
Frecuentemente, supondremos aquí que los agentes pueden distribuirse entre dos
categorías: los “productores” que transforman ciertos bienes en otros bienes, y
los “consumidores” que utilizan ciertos bienes para sus necesidades propias. Los
primeros son, a veces, llamados “empresas” o “firmas”. Los segundos representan:
bien a los propios individuos, o bien a estas células de individuos solidarios
que constituyen una unidad familiar de consumo y también, eventualmente a los
grupos sociales más amplios que persigan objetivos comunes para la satisfacción
directa de sus necesidades. En el modelo que principalmente consideraremos, existen
l bienes, m
consumidores y n productores. Algunos recursos disponibles a priori pueden ser
empleados, bien para la producción, bien para el consumo. Por último, a menudo
adjuntaremos al modelo la cláusula de que todo bien tiene un precio. Examinemos
brevemente estas nociones por separado.
(a) A cada bien, identificado por un índice apropiado h (h = 1, 2,..,l) está
asociada una unidad de cantidad definida. El bien se encuentra caracterizado
por la propiedad de que dos cantidades iguales de él son perfectamente
equivalentes entre sí para cada consumidor y cada productor. Cuando adoptemos un
punto de vista normativo admitiremos también, que dos cantidades iguales de un
mismo bien son equivalentes para la colectividad considerada en su conjunto. Un
bien puede representar evidentemente un producto o un servicio.
Frecuentemente deberemos considerar “complejos de bienes”; se define un
complejo como un conjunto de cantidades de los bienes, por ejemplo z₁, z₂,...,zl. Es,
pues, z un vector de Rl. (b) La organización social de la actividad económica permite, normalmente, que
los individuos cambien entre sí los bienes. Comprender
cómo se efectúan estos intercambios constituye una preocupación importante de
nuestras lecciones. En la mayoría de los capítulos siguientes, estos
intercambios se adaptan a los precios que los diversos bienes tienen.
A cada bien le asociamos, entonces, un precio que es un número positivo o nulo.
Por ejemplo, decimos, que el precio del bien h es ph. Al con junto de los bienes
podemos hacer corresponder un vector p, el vector de los precios.
Por definición, el valor de un complejo z de bienes es la cantidad
Σph*zh, h=1,..,l
que evidentemente podemos designar como pz. Dos complejos que tienen el mismo
valor se consideran como intercambiables entre sí. Así z¹ y z² son
intercambiables si pz¹ = pz² Sean en particular los dos complejos siguientes:
z¹ =(0,0,..., 0,1,0,...,0), z² = (0,0,..., 0,x),
teniendo en z¹ la componente 1 la h-ésima posición. Los complejos son
intercambiables si: ph= pl*x.
La relación entre ph y pl define, pues, la cantidad del bien
l que hay que
entregar para obtener una unidad del bien h.
En lo que sigue sólo nos importarán las relaciones entre los valores de
complejos diferentes. En efecto, en las formulaciones que estudiaremos, el
vector p se definirá con la salvedad de una constante multiplicativa, es decir,
λp representará el mismo vector-precios que p, y esto, para cual quiera que sea
el número positivo λ. En cada uno de los capítulos siguientes, lo
verificaremos. A veces resulta cómodo obviar esta indeterminación imponiendo a p el satisfacer
una condición elegida convencionalmente. Así, se fija a menudo el precio de uno
de los bienes como igual a 1, siendo entonces el bien en cuestión calificado de
“numerario”. Escoger un numerario no es absolutamente imprescindible para la
teoría; me abstendré de hacerlo salvo mención explícita.
(c) Cada consumidor está identificado por un índice i (i = 1, 2,..., m). La actividad
del consumidor i está representada por el complejo xi cuyos componentes xih
definen las cantidades de los diversos bienes consumidos. Los x no son
necesariamente positivos; se admitirá a menudo, por ejemplo, que el consumidor i
proporciona un trabajo de una determinada cualificación. Esta aportación se representará por un consumo negativo que aparecerá en
xj corno una componente negativa para el bien que corresponde al trabajo de la
citada cualificación. (d) Cada productor está identificado por un índice j(j = 1,2,..., n). El productor
j
transforma ciertos bienes, que llamaremos “inputs” de j, en otros bienes, sus
“outputs”. Sean aj y bj, los vectores que representan respectivamente el complejo
de los inputs (los ajh) y el de los outputs (los bjh). La “producción neta” de j en
el bien h es por definición igual a yjh=bjh — ajh. Es positiva si h constituye un output de
j, negativa si constituye un
input. En adelante, consideraremos a menudo el complejo de las producciones
netas, el vector yj, sin hacer intervenir explícitamente los inputs y los
outputs. (e) La colectividad dispone a priori de ciertas cantidades ωh de los diversos
bienes. Son los “recursos iniciales” cuyo vector ω constituye uno de los datos
de la situación considerada. Al igual que con las otras nociones introducidas anteriormente, la de recurso
inicial está dotada de cierta flexibilidad. Pueden así concebirse dos
representaciones del trabajo que proporcionan los individuos que forman la
colectividad. Puede considerarse este trabajo, según he dicho anteriormente,
corno un consumo negativo de los consumidores. Y, puede también considerársele
como un recurso inicial del que dispone la economía. De acuerdo con el segundo
punto de vista, si h identifica un trabajo de una determinada cualificación,
xih es nulo, mientras que ωh representa la cantidad total de trabajo
proporcionado por los individuos de la colectividad.
Naturalmente, tendremos que introducir variantes en el modelo general. Por
ejemplo, a veces admitiremos que los recursos iniciales son objeto de
apropiación privada y son pues, poseídos por los individuos consumidores.
También nos aligerará notablemente nuestro estudio teórico el considerar un
modelo sin productores en el que sólo se estudie la distribución o el
intercambio de los bienes entre los consumidores.
Una vez planteadas estas primeras nociones, podemos precisar formalmente lo
que entenderemos por “economía”. A decir verdad, la definición variará según el
modelo que se considere. Evidentemente, nos veremos obligados a enriquecer
nuestra representación de los consumidores o productores y a añadir nuevos
conceptos. Pero, en el estadio muy preliminar en que ahora nos encontramos,
podemos decir que una economía está definida por una lista de bienes, una lista
de consumidores, una lista de productores y un vector ω de recursos iniciales.
Un “estado o situación de la economía” está definido cuando se dan unos valores
particulares a los m vectores xi y a los n vectores yj. En las teorías positivas
que intentan explicar la determinación de los precios, será también necesario
para definir
un estado o situación de la economía fijar un vector p (definido con la
salvedad de una constante multiplicativa).
En este marco conceptual general, la teoría microeconómica tiene dos objetivos.
En primer lugar, debe describir la actividad de los agentes, es decir, aportar
modelos que expliquen en términos abstractos cómo cada consumidor i determina xi
y cómo cada productor j determina yj describir también cómo se determinan
simultáneamente todos los xih y todos los yjh, y, eventualmente los precios ph (debe,
pues, situarse tanto al nivel del agente en una óptica parcial como al nivel de
la economía global). El objeto de la teoría del equilibrio es, primero el
equilibrio parcial y luego el equilibrio general.
En segundo lugar, debe investigar lo que podría ser una organización óptima de
la producción, del consumo y de los intercambios, y luego estudiar las
propiedades de un estado de la economía que realizase esta organización óptima.
Éste es el objeto de la teoría del óptimo, también llamada teoría del bienestar.
Éstas son las cuestiones que examinaremos en el transcurso de las lecciones
siguientes. Ahora debemos todavía preguntamos sobre la validez del marco
conceptual general en el que vamos a situar todos los análisis ulteriores. 3. Posibles interpretaciones del concepto de bien
¿Qué tipo de descripción de la actividad económica permiten los conceptos
generales introducidos hasta el momento?
Nos presentan una colectividad compuesta por dos únicas categorías de
individuos, los consumidores y los productores. En un instante dado esta
colectividad se encuentra dotada de ciertos recursos iniciales que conciernen a
un número finito de bienes. Entonces la colectividad va a iniciar operaciones de
producción, intercambio y consumo. Nos proponemos descubrir a priori cómo van a actuar consumidores y productores
cuando se encuentran situados en un marco institucional del que daremos más
adelante una representación formal. Deseamos saber qué precios van a
establecerse para los intercambios. Queremos determinar cuál podría ser el mejor
sistema de producciones y consumos. Aceptando lo anterior, simulamos admitir que
la colectividad va a actuar de una vez por todas, como si desarrollase una
partida de juego cuyas reglas hubiesen sido ya fijadas.
Corresponderá a cada uno de ustedes el reflexionar a medida que progresemos en
las lecciones siguientes sobre la aproximación a la realidad de la teoría que
aquí se presenta. No es mi intención discutirlo más a fondo. Sin embargo, debo
insistir sobre el hecho de que los conceptos introducidos están dotados de una
flexibilidad mayor de lo que a priori podría creerse. Examinemos en particular
la definición de bienes. (i) Calidad
de los bienes
Cada bien debe ser perfectamente homogéneo, puesto que dos cantidades iguales
deben ser equivalentes. En la realidad, numerosos productos existen en una gama
más o menos amplia de calidades. Dos productos alimenticios de la misma
naturaleza pueden tener sabores o poderes nutritivos distintos. Dos máquinas
destinadas a los mismos procesos pueden diferir en su solidez, su consumo de
energía, o en la facilidad con la que se manejan.
Sin embargo, el concepto de bien puede acomodarse a esta diversidad entre
productos de una misma naturaleza. Dos calidades distintas de un mismo producto
o servicio pueden, en efecto, representarse por dos bienes diferentes. Sin duda,
esto tendrá como resultado hacer que el número de bienes sea superior al de productos y servicios. Pero nada impide que el número
l sea muy grande. El modelo resulta, pues, adecuado, bajo este punto de vista, a menos que la gama
de calidades de ciertos productos aparezca como perfectamente continua, lo que
en sentido estricto nunca es cierto pero puede proporcionar una mejor
representación de la realidad que un gran número de calidades distintas. Por
ejemplo, si la especificación de un petróleo bruto está definida por su
composición en determinados elementos en número r, corresponde una calidad
diferente a cada uno de los puntos de un conjunto cerrado del espacio de r
dimensiones. Las calidades ya no son un número finito.
Nuestro modelo no cubre los pasos de esta naturaleza. Bajo ciertas condiciones
las teorías son, no obstante, generalizables de modo que la restricción no es
demasiado grave (1).
(ii) Localización
Suponemos bienes directamente intercambiables, lo cual no es el caso, si se
encuentran disponibles en distintos lugares. Dos cantidades iguales del mismo
producto no son verdaderamente equivalentes si no se encuentran disponibles en
un mismo lugar. Esto no elimina la utilidad del concepto de bien, puesto que
podemos considerar como dos bienes distintos el mismo producto disponible en dos
lugares diferentes. El transporte del primer lugar al segundo es entonces una
producción que tiene al primer bien como input y al segundo como output.
Como anteriormente, a propósito de las calidades, es una restricción el
suponer finito el número de localizaciones, restricción que, por otra parte,
resulta poco limitativa tanto por el hecho de que la actividad económica se
concentra en su mayor parte en centros geográficos poco numerosos como porque
las teorías examinadas más adelante serán generalizables mediante algunas
hipótesis suplementarias bastante comprensibles.
(iii) Tiempo
Dos cantidades del mismo producto que sean iguales pero disponibles en momentos
diferentes no son verdaderamente equivalentes, de modo que estas cantidades
deben considerarse como correspondiendo a bienes diferentes.
Evidentemente, el modelo no impone que nos limitemos a la consideración de
operaciones relativas a un solo período. Podemos ampliar a voluntad el número
de períodos, a condición de que multipliquemos simultáneamente el número de
bienes. Sin embargo, para limitarnos al modelo definido anteriormente, debemos
adoptar una representación discreta del tiempo y limitar el futuro a una cierta
fecha tope. He dicho ya que una representación de la gama de los bienes por variables
continuas no estaba descartada. Podríamos, pues, considerar el tiempo t como una
variable numérica perteneciente a un cierto intervalo y designar mediante la
función zh(t) las cantidades del bien h en cada uno de los momentos.
Igualmente, puede preferirse un tiempo ilimitado en el futuro a la elección de
un número finito de períodos, elección que implica que el por venir que se tiene
en cuenta está acotado por un horizonte dado. Mediante ciertas hipótesis
suplementarias, las teorías de que hablaremos son generalizables al caso en el
cual el tiempo está representado por una serie ilimitada de períodos:
t=1,2,.. etc.
Las generalizaciones son, sin embargo, delicadas y conducen a resultados
a menudo menos sólidos (2). Así bajo la sola reserva de que las calidades, las localizaciones y los períodos
existen en número finito, el marco conceptual aquí introducido tiene fácilmente
en cuenta la diversidad que en la realidad presentan los productos y los
servicios. Supongamos que el índice q = 1, 2,..., Q caracterice a la vez la naturaleza y la
calidad de los productos y servicios, que existan S lugares identificados por un
índice s = 1, 2, ..., S, y T períodos identificados por el índice t = 1,
2,... T.
El índice h representa ahora la terna (q, s, t) y l= QST. La cantidad xih designa
el consumo por el consumidor i del producto de naturaleza y calidad q,
disponible en el lugar s, y en el período t. De ahora en adelante, no recordaré
continuamente el que las teorías explicativas o normativas consideradas pueden
recibir interpretaciones que respeten la diversidad de las localizaciones y de
los períodos. Esto recargaría excesivamente el análisis, sin embargo corro el
riesgo de disimular, a pesar mío, algunas dificultades. En efecto, algunas de
las hipótesis que me veré obligado a plantear pueden revestir un carácter más
restrictivo cuando se distinguen varios lugares y varios períodos, que cuando se
razona sobre un solo lugar y un solo período. Voy a dar en seguida un ejemplo de
ello. En las lecciones siguientes deberán ustedes preguntarse cómo las diversas
hipótesis planteadas se adaptan a una economía espacial y temporal. El capítulo X ofrecerá la ocasión para que examinemos directamente las complicaciones
propias del desarrollo temporal. Para precisar mi última observación, no insisto más sobre las diferencias de
calidad y localización; el índice h ocupa, pues, el lugar del doble índice (q,
t). Nuestras teorías se sitúan a priori. Tratan, por ejemplo, de explicar cómo
van a determinarse las producciones, los consumos y los precios. En una
perspectiva temporal, esto significa (i) que los períodos t = 1, 2,..., T son
futuros, (ii) que los consumos, las producciones y los precios están determinados simultáneamente para todos los períodos.
Escoger xi es escoger todas las componentes xiqt que se refieren a productos y
servicios múltiples, pero también a períodos futuros múltiples. Así, xi es un
plan o programa de consumo que alcanza a todos los períodos considerados. Del
mismo modo, explicar la determinación simultánea de las xi de las yj y de las p,
es explicar cómo quedan fijados en el momento considerado los programas de todos
los agentes y los precios para todos los períodos futuros.
Suponer que, en un cierto momento, un vector de precios p existe, es su poner
que existen en este momento precios muy definidos para cada índice (q, t), es
decir, para cada producto y para cada época futura. Por lo tanto y
correspondiendo a cada producto q, existirían tantos precios como períodos. El
precio pqt sería el que debería pagarse ahora (en el instante considerado) para
obtener en el período t la entrega de una unidad del producto q. Sería, pues,
un “recio a plazo”. Suponer la existencia de “precios a plazo” para todos los períodos y todos los
productos en una economía temporal, es evidentemente más restrictivo y quizá
mucho menos realista que suponer la existencia de precios actuales para todos
los productos de una economía atemporal. “¿En efecto, podrá decir algún escéptico, a qué intercambios efectivos se aplican en la
realidad los precios a plazo? ¿Son acaso tan numerosos como desearía la teoría?”
Ustedes comprenden así el que puedan expresarse dudas acerca del alcance de
determinadas interpretaciones temporales que podríamos dar a nuestras teorías.
Estas dudas no eliminan el interés de la teoría; pero, a veces, pueden
restringir su campo de aplicación.
(1) Ver, por ejemplo, al respecto: O. D “Valuation Equilibrium aM Pareto
Optimum”, Eroceedings of ihe National Academy of Sci of tite U.S.A., vol. 40,
1954, pp. 588-592. (2) Ver a este propósito: E. MAUNVAUD, «Capital Accumulation and Allocation of
Resources”, Econometrica, abril 1963 y julio 1962. 4. Alcance descriptivo de la economía de cuenta
He insistido ampliamente en el concepto de bien. Ahora debo decir algunas
palabras acerca de las omisiones más evidentes de nuestra representación de la
economía. Se trata de una economía sin Administraciones y en particular sin Estado. Nada
impide, naturalmente, que las reglas institucionales que la rigen sean
establecidas por un orden político asistido por una administración. Pero nuestro
modelo hace abstracción de que algunos organismos públicos participen también de
forma directa en la producción y el consumo de bienes. Para asegurar la
satisfacción de las necesidades colectivas, estos organismos adquieren una parte
de los bienes producidos y efectúan ellos mismos algunas operaciones de
producción. Como veremos más adelante, esta situación se explica perfectamente:
la economía de mercado, que posee una cierta eficacia para la satisfacción de
las necesidades individuales, no asegura tan espontáneamente la satisfacción de
las necesidades colectivas, de las cuales deben hacerse cargo los agentes que
representan al conjunto de los interesados. Sin embargo, en una primera etapa no
tendremos en cuenta la existencia de necesidades colectivas. Reconsideraremos
esta simplificación más adelante (véase cap. IX).
Por ahora, sólo hemos incluido en la economía operaciones sobre bienes y
servicios. Podemos introducir con bastante facilidad la formación de las rentas:
el precio del trabajo que proporciona un consumidor, constituye el tipo de
remuneración de su trabajo; el valor de la producción neta de una empresa
constituye el beneficio realizado por esta empresa, beneficio que es distribuido
a los consumidores si éstos ostentan la propiedad de la empresa (1). No
obstante, esta representación de la formación de las rentas no tiene en cuenta
las numerosas transferencias que existen en las sociedades modernas: impuestos
que cubren el coste de los servicios colectivos, cotizaciones y prestaciones
destinadas a asegurar una distribución más equitativa de los ingresos, etc. Del
mismo modo el modelo no incluye la multiplicidad de operaciones financieras que
realmente tienen lugar (2).
En la economía que consideramos, los precios sólo están definidos con la
salvedad de una constante multiplicativa y pueden referirse a cualquier
numerario. En la realidad, los precios se expresan en función de una moneda que
sirve de medio de pago en los intercambios. La ciencia económica debe explicar
cómo varía su nivel absoluto, es decir, cómo evoluciona el poder adquisitivo de
la moneda puesto que esta evolución afecta a numerosos fenómenos.
Aquí haremos abstracción de este aspecto de la realidad. Para concretar el mundo
representado por nuestro modelo, podríamos considerar que los bienes son
directamente intercambiados como en una “economía de trueque”. Consolidaremos
el poder conceptual del modelo si suponemos una “economía de cuenta” en la que
el valor de cada operación económica se registra en las cuentas llevadas por
cada agente, los cuales utilizan el numerario como unidad de valor.
Finalmente, nos interesamos por una economía cerrada sin relaciones con el
exterior. La colectividad en cuestión no puede sacar partido de las
posibilidades de intercambio que ofrece el mercado internacional. La estructura
de sus precios no depende de las estructuras de precios existentes en el
extranjero. Estas diversas simplificaciones podrían encontrar justificación en una
preocupación pedagógica: no se puede introducir a la vez todo en una exposición
didáctica sin correr el riesgo de desorientar al auditorio. En efecto, ustedes
podrán encontrar en otras partes de la ciencia económica desarrollos relativos a
la teoría monetaria, las finanzas públicas y la economía internacional.
Sin embargo, es preciso que sepan ustedes que en la actualidad no existe una
teoría microeconómica que presente el grado de rigor aquí adoptado y que
reconozca explícitamente la existencia de las Administraciones, las operaciones
monetarias y las relaciones con el exterior. Del mismo modo que la física
todavía no ha efectuado la integración de las teorías del electromagnetismo y
de la gravitación, igualmente nuestra ciencia no ha realizado la integración de
la teoría microeconómica de la economía de cuenta con las teorías
macroeconómicas del dinero, de la hacienda pública y de las relaciones
internacionales. Pero este hecho no destruye, evidentemente, la utilidad de la microeconomía tal
como ésta existe hoy día. Su alcance, si bien un tanto limitado por las
simplificaciones anteriormente expuestas, subsiste sin embargo puesto que la
teoría actualmente edificada analiza correctamente los principales fenómenos y
cuestiones que atañen a la producción y el consumo de los bienes. Proporciona una referencia conceptual que a menudo se revela esencial y que ningún economista puede
considerar despreciable, cualquiera que sea su especialidad.
(1) Del mismo modo introduciremos en el cap.V y una representación de las “rentas”.
(2) Impuestos y transferencias desempeñarán un cierto papel en el cap. IX. Veremos también en el cap. X que la versión temporal del modelo hace intervenir
operaciones de préstamo y de crédito, pero lo hace de manera muy somera sin
tener en cuenta la liquidez de las diversas deudas. 5. La exigencia de rigor y de simplicidad
En estas lecciones desearía respetar dos reglas. Por un lado, querría ser
riguroso, de manera que aparezca muy claramente la filiación lógica entre
ciertas formalizaciones o hipótesis y las propiedades que se deducen. Por otro
lado, desearía ser simple. Al tratar cada una de las propiedades importantes
que la teoría microeconómica ha establecido, seleccionaré, entre el conjunto de
variantes hoy día disponibles sobre la misma propiedad, aquella que yo considere
el mejor compromiso entre la de mayor generalidad y la de mayor simplicidad.
Evitaré, así, las formalizaciones que intentan vincularse al máximo con la
realidad, pero que sólo pueden hacerlo a costa de una gran complejidad. También
me abstendré de establecer el catálogo de las diversas variantes disponibles y
de entrar en las distinciones que sólo tienen interés para los especialistas.
Ustedes deben comprender que tal línea de conducta tiene el inconveniente de no
alcanzar la mayor generalidad hoy día posible.
Así, estaré obligado a plantear con precisión y a discutir las hipótesis que en
un momento u otro me servirán en las demostraciones. Con el fin de resaltar
mejor la naturaleza de estas hipótesis presentaré algunos contraejemplos, es
decir, situaciones en las que no se cumplirán. Sin embargo, debo ponerles en
guardia contra un posible error de interpretación. Estos contraejemplos no
revelarán necesariamente casos en los cuales la teoría se encuentre en
entredicho. Y esto por varias razones.
En primer lugar, en cada demostración, a menudo sólo utilizaré una
parte de las hipótesis presentadas. Por otra parte, las indicaré en el enunciado de las propiedades.
En segundo lugar, algunas de las hipótesis que retendré, tendrán como único
objeto el facilitar las demostraciones. En el arbitraje pedagógico, entre la
generalidad y la simplicidad, me inclinaré a menudo en favor de la segunda.
Aquellos de ustedes que quieran ir más lejos deberán remitirse a los tratados
que mencionaré. En tercer lugar, las hipótesis en cuestión desempeñan siempre el papel de
condiciones suficientes para la validez de los resultados. Se equivocarían
ustedes casi siempre si las considerasen como necesarias, ya que, entre estas
hipótesis, existen pocas que no puedan ser sustituidas por otras cuyo contenido
sería menos restrictivo bajo ciertos puntos de vista, aunque a menudo más
restrictivo desde otros. Habiendo
trabajado mis lecciones, pero no habiendo dominado aún la vasta literatura científica subyacente, ustedes pueden sufrir la tentación de
decir: “la teoría microeconómica supone que...". Cuando les venga esta tentación,
les ruego que más bien digan: “En su presentación de la teoría microeconómica
Malinvaud supone que..." Si la restricción les parece grave, traten de informarse
sobre las generalizaciones que no la hacen intervenir.