Aportaci�n de las teor�as del crecimiento
Edmond Malinvaud
Teor�a Macroecon�mica (1981)
Versi�n espa�ola en Alianza
Editorial. P�ginas 400 a 406.
1. La cuesti�n
�En qu� medida las teor�as existentes del crecimiento econ�mico desembocan en m�todos adaptados a las necesidades de los estudios aplicados y efectivamente empleados en estos estudios? Un interrogante de esta naturaleza constituye una prueba de la validez del dominio cient�fico que abarca. Por lo que respecta al crecimiento econ�mico, la respuesta actual es menos negativa de lo que a priori pudiera creerse. Pese a sus diferencias expresadas demasiadas veces de forma in�tilmente agresiva, los desarrollos te�ricos, antiguos y recientes, llevan a un conjunto conceptual y a un m�todo para el tratamiento de los fen�menos del mundo real,
Si volvemos al punto de partida de este capitulo, podemos constatar que el fen�meno hist�rico del crecimiento econ�mico tiene sus or�genes en una revoluci�n t�cnica, demogr�fica y social que escapa del an�lisis econ�mico propiamente dicho. El progreso de las t�cnicas de producci�n, primero en la agricultura y despu�s en la industria, ha hecho posible el crecimiento moderno. Pero no hubiese tenido lugar si a estructura social no se hubiese modificado profundamente, sobre todo si la gran masa de la poblaci�n no hubiese pasado de una vida rural basada en peque�as comunidades a una vida urbana en grandes aglomeraciones y, frecuentemente, grandes unidades de producci�n. Tampoco hubiese tenido lugar si no se hubiesen realizado las m�ltiples inversiones que la puesta en funcionamiento de nuevas t�cnicas exig�a.
En este fen�meno hist�rico que afecta al mundo entero, el an�lisis econ�mico interviene principalmente de dos maneras. Por una parte, debe valorar la importancia respectiva del progreso t�cnico, la evoluci�n demogr�fica y las transformaciones sociales, Por otra, debe estudiar extensamente la acumulaci�n de capital, que constituye efectivamente el tema fundamental de este capitulo.
Para apreciar el grado de realizaci�n de dicho programa, pueden adoptarse dos puntos de vista. Desde una perspectiva amplia, cabe interrogarse sobre la pertinencia de cualquier teor�a econ�mica frente a los problemas que plantea el conocimiento del desarrollo econ�mico y social. Es la �ptica que he adoptado recientemente en la redacci�n de un peque�o articulo, imposible de resumir y que desborda el objeto de este libro.(1) Pueden tambi�n examinarse m�s a fondo las relaciones entre la teor�a positiva del crecimiento y los estudios econ�micos aplicados. Esta es la �ptica ahora adoptada.
Frecuentemente, el uso que se hace de una teor�a es inconsciente: ofrece un marco conceptual familiar y considera l�gicos unos razonamientos a los que no se hace ninguna referencia explicita. Esta parece ser la forma m�s habitual en que hoy se utiliza la teor�a del crecimiento econ�mico. El an�lisis abstracto de la formaci�n de los ahorros, de las decisiones de inversi�n, de los mecanismos de ajuste de la inversi�n y el ahorro, de las consecuencias, en fin, sobre la productividad y la distribuci�n de la renta ha ense�ado a plantear un conjunto de interrogantes y concebir la manera de encontrar las respuestas.
Pero la utilizaci�n de una teor�a es mucho m�s inmediata si ofrece modelos directamente operativos para el an�lisis cuantitativo del pasado y sus proyecciones y para el estudio de los efectos que cabe esperar de las pol�ticas estructurales. Las teor�as del crecimiento operan tambi�n de esta forma, aunque los actuales modelos de proyecci�n a medio plazo recurran cada vez m�s a las teor�as de la evoluci�n coyuntural, que ser�n objeto de los cap�tulos siguientes.
Antes de estudiar efectivamente la forma en que proceden algunos trabajos aplicados, inspirados directamente en las teor�as del crecimiento, es interesante echar un ojeada al conjunto de los estudios actuales relativos al crecimiento econ�mico.
1. E. Malinvaud, �Positive Economics and Development in Industrial Countries�, in J. Pajestka, ed., The Relevance of Economic Theories to Present Day Society, Macmillan, Londres 1980
2. Una ojeada a los trabajos actuales de los economistas sobre el crecimiento
Resulta conveniente referirse a los informes de la Conferencia Mundial de la Asociaci�n Internacional de Ciencia Econ�mica, reunida en 1977 bajo el tema general de �el crecimiento econ�mico y los recursos naturales�. Los cinco vol�menes recientemente publicados (1) ofrecen una visi�n de conjunto de los trabajos actualmente en curso sobre dicho tema y testimonian el gran inter�s que ha suscitado entre los economistas desde hace una veintena de a�os. Constituyen, pues, una buena base de reflexi�n.
Dejando a un lado las contribuciones puramente te�ricas, que ocuparon poco espacio en la conferencia, observamos, en primer lugar, que muchos trabajos versan sobre la planificaci�n del crecimiento m�s que sobre su estudio positivo. Se trata bien de determinar una pol�tica �ptima de crecimiento sobre todo de cara a la utilizaci�n de los recursos, a la investigaci�n y al desarrollo t�cnico o bien de llegar a una aproximaci�n precisa de los beneficios y costes resultantes del crecimiento econ�mico, o bien (de elucidar lo que podr�a ser �un nuevo orden econ�mico mundial�.
A la inversa, muchos trabajos parecen puramente descriptivos, una vez admitido el marco conceptual en que se encuadran y que frecuentemente enriquecen. En efecto, algunos pretenden mejorar las medidas que sirven para caracterizar las tendencias observadas; definici�n de un �producto nacional bruto en sentido amplio�, introducci�n de indicadores relativos a las desigualdades, discusi�n del concepto de perspectivas de beneficio... Otros enfatizan la diversidad de las experiencias vividas, la importancia cambiante de las diferencias estructurales y la mayor o menor velocidad de las transformaciones sociales; estos contribuyen a la historia m�s que al an�lisis econ�mico.
L�gicamente, nuestra atenci�n se centra en aquellos trabajos que pretenden explicar alg�n aspecto del crecimiento de las econom�as industriales de mercado. Las pretensiones suelen ser a�n m�s modestas, pues, deseosos de obtener resultados determinantes, la mayor parte de los autores creen que no deben enfocar los hechos observados desde una perspectiva demasiado amplia. Por ejemplo, se trata de investigar las condiciones favorables a la innovaci�n t�cnica. a su difusi�n y a su adaptaci�n al pa�s que la pone en marcha; en este caso, es muy dif�cil llegar hasta las causas que explican por qu� dichas condiciones favorables se dan mejor en un pa�s que en otro, o una �poca que otra.
En un orden de ideas pr�ximo, M. Abramovitz argumenta la tesis de que los progresos realizados por las econom�as capitalistas entre 1950 y 1970 son el resultado de circunstancias excepcionales que no cabe esperar que vuelvan a repetirse pr�ximamente.(2) Pone de relieve, sobre todo para explicar la importancia de la inversi�n, no s�lo la naturaleza acumulativa del proceso de crecimiento (la expansi�n estimula la inversi�n, la cual alimenta la expansi�n; es una especie de �circulo virtuoso�), sino tambi�n los factores siguientes; las condiciones financieras iniciales caracterizadas por un muy d�bil endeudamiento de las empresas, las decisiones gubernamentales en favor de la inversi�n, la flexibilidad de la oferta de mano de obra, que era alimentada por las reservas disponibles en la agricultura y en los pa�ses pr�ximos poco desarrollados, la gran liquidez y, sin embargo, la aparente seguridad del sistema de pagos internacionales.
Tales explicaciones hist�ricas no carecen de relaci�n con las teor�as examinadas en este cap�tulo, aunque evidentemente las desbordan. Algunas de las consideraciones antepuestas no han dado lugar a verdaderas exploraciones te�ricas. No obstante, otras han sido estudiadas; por ejemplo, W. W. Ruttan. H. P. Binswanger y Y. Hayami conocen y mejoran la teor�a microecon�mica de los precios y de la asignaci�n de recursos cuando muestran la importancia de la estructura de los precios relativos en la difusi�n de las innovaciones en la agricultura.(3)
Sin embargo, resulta curioso se�alar que el estudio hist�rico del crecimiento puede suscitar la emergencia de teor�as bastante aut�nomas en relaci�n al conjunto de la teor�a econ�mica. Generalmente estas teor�as est�n poco formalizadas y frecuentemente pretenden estar en contradicci�n con las ense�anzas econ�micas tradicionales.
Baste con citar aqu� la teor�a latinoamericana de las �relaciones centro-periferia, que se refiere a las condiciones de crecimiento econ�mico en los pa�ses en desarrollo de la periferia� que venden materias primas a los pa�ses desarrollados del �centro�. El crecimiento de dichos pa�ses estar�a ligado a la existencia y agravamiento de una dualidad en su estructura social; por un lado, los productores de materias primas obtienen rentas bajas, motivadas tanto por la competencia en la venta de las materias primas como por el hecho de que est�n poco organizados frente a los compradores del �centro�; por otro lado, la clase que detenta el poder econ�mico y que trabaja en el sector moderno debe asimilar los modos de producci�n, comercializaci�n y consumo de los pa�ses m�s ricos. (4)
En t�rminos m�s generales, una ojeada a los trabajos actuales de los economistas sugiere las direcciones en que los progresos de la teor�a formalizada son m�s urgentes. Estas direcciones parecen referirse principalmente a las disparidades y transformaciones estructurales, sobre todo de las estructuras sociales. Si la teor�a del crecimiento econ�mico nos resulta poco elaborada, no es s�lo por las complicaciones t�cnicas que necesariamente entra�a toda desagregaci�n de los modelos m�s globales, sino tambi�n porque, trat�ndose de las estructuras sociales, los fen�menos econ�micos se relacionan con fen�menos sociol�gicos y porque las teor�as interdisciplinarias siguen siendo en la actualidad muy sumarias en sus formulaciones.
1. Economic Growth and Resources, Macmillan, Londres, 1970-1980; 1. The Mejor Issues, edici�n de E Malinvaud; 2. Trends and Factors, edici�n de R. C. O Matthews; 3. Natural Resources, edici�n de c. Bliss M. Boserup; 4. National and International Policies, edici�n de I. Adelman; vol 5, Problems Relating to Japan, editado por S. Tsuru
2. �Rapid Growth Potential and its Realisation: the Experience of Capitalist Economies in the Postwar Period�, en el vol. 1, op. cit.
3. �Induced Innovation in Agriculture�, vol. 3, op. cit.
4. Evidentemente, esta presentaci�n es muy sumaria. Para conocer la teor�a latino-americana, ver por ejemplo R. Prebisch, �Latin-American Development and its Main Problems�, Economic Bullelin for Latin America, CEPAL, 1962; C. Furtado, Th�orie du d�veloppement �conomique (existe versi�n castellana), 2.� edici�n, Paris 1976.
3. Contabilidad de los factores f�sicos del crecimiento
Volvamos ahora la atenci�n hacia los an�lisis cuantitativos del crecimiento, an�lisis que se han efectuado en numerosos pa�ses con una metodolog�a com�n, al menos en cuanto a los principios que la inspiran.
Esta metodolog�a consiste en partir de la principal manifestaci�n del crecimiento econ�mico, el aumento del volumen de producci�n realizado cada a�o, y despu�s remontarse hacia las explicaciones causales situ�ndose progresivamente a un mayor nivel de abstracci�n. Como la cuantificaci�n se hace progresivamente m�s dif�cil, cuando no imposible, el an�lisis de las causas se detiene bastante pronto, casi siempre en los �factores f�sicos del crecimiento�. Se ha desarrollado, sin embargo, una base objetiva sobre la que muchos razonamientos pueden apoyarse.
La medida de las contribuciones correspondientes a cada uno de los factores f�sicos se interpreta en un marco conceptual que es una generalizaci�n de las funciones de producci�n, cuya naturaleza vimos en el capitulo 3. A cada factor se le Imputa una parte del aumento de la producci�n. A t�tulo de ejemplo, el cuadro siguiente presenta una descomposici�n de este tipo aplicable al crecimiento franc�s de la postguerra.(1)
An�lisis de la tasa de crecimiento medio de la producci�n francesa 1951 a 1969
(en tanto por ciento anual)
Producci�n interior bruta | 5.0 | |||
Empleo de los distintos sectores (n�mero de hombres-a�o) | � | |||
Duraci�n de la jornada laboral | -0.1 | |||
Calidad del trabajo (edad, instrucci�n e intesidad del trabajo) | 0.4 | |||
Migraciones profesionales | 0.6 | |||
Volumen de capital neto | 1.1 | |||
Rejuvenecimiento del capital | 0,4 | |||
Intensidad de la demanda | 0.1 | |||
Total explicado | 2,5 | |||
Residuo | 2,5 |
No examinaremos c�mo se determina cada elemento de la tabla presentada; de terminaci�n que, por otra parte, est� siempre Inspirada en los principios expuestos en la parte 6 del capitulo 4. Limit�monos �nicamente al t�rmino relativo al capital neto. El aumento anual medio del volumen de dicho capital se ha estimado en un 3,7 por 100; por otra parte. la productividad marginal del capital se ha estimado en un 0,28; as�, la contribuci�n del capital al crecimiento de la producci�n fue de 0,28; as�, la contribuci�n del capital al crecimiento de la producci�n fue de 0,28 x 3,7 = 1,1 por 100.
Considerando los resultados de este cuadro, vemos que, en Francia, el crecimiento demogr�fico no ha tenido ning�n efecto directo sobre la producci�n en el periodo considerado. Por el contrario, la acumulaci�n de capital explicarla al rededor del 1,5 por 100 anual; las transformaciones sociales que se traducen en migraciones profesionales serian responsables del 0,6 por 100 al a�o, y los progresos en la instrucci�n recibida por la poblaci�n en activo significar�an un 0,4 por 100 anual. Evidentemente, el progreso t�cnico es una parte del residuo sin explicar, pero �ste recoge tambi�n la Influencia de otros factores cuya existencia es conocida, pero cuyos efectos todav�a no se saben cuantificar, ni siquiera de forma aproximada; econom�as de escala, mejora en los m�todos de gesti�n...
Este tipo de an�lisis suele ser suficiente para constituir un punto de partida para realizar previsiones y para �tiles comparaciones internacionales.(2) Obviamente, no constituye sino una primera etapa en la explicaci�n de los fen�menos; tambi�n es necesario estudiar las causas menos inmediatas que han influido en el comporta miento de la tasa de actividad, las migraciones profesionales, la acumulaci�n de capital, la productividad residual... A este nivel intervienen de nuevo factores de mogr�ficos, sociol�gicos y econ�micos.
Por muy limitado que sea, este tipo de an�lisis se revela esclarecedor, pues obliga a ir m�s all� de las constataciones inmediatas. No podemos dejar de recurrir a �l si se pretende comprender en qu� ha consistido la ralentizaci�n del crecimiento a partir de 1973.(3) Evidentemente, el an�lisis es m�s profundo que el realizado habitualmente y que consiste en centrar la atenci�n sobre la evoluci�n de una �nica interesante pero insuficiente productividad, la productividad media del capital, con lo que se corre el riesgo de orientar mal la reflexi�n (si la disminuci�n de la productividad media del capital es significativa, no lo es porque normalmente traduzca un cambio en la productividad, sino porque implica un entorpecimiento de la producci�n; seria mejor hablar de un aumento de la relaci�n capital producto, siendo �sta la inversa de la productividad media del capital).
Volvamos, pues, brevemente, a la justificaci�n de los c�lculos que conducen a los resultados del cuadro presentado, o m�s exactamente a la justificaci�n de las interpretaciones a que dichos resultados dan lugar espont�neamente. Estas justificaciones ser�an s�lidas, si se pudiese establecer mediante un razonamiento riguroso:
�que los agregados en cantidades f�sicas obtenidos de las cuentas nacionales y que intervienen en el c�lculo (producci�n interior bruta, capital neto, empleo, etc.) est�n ligados por una relaci�n funcional que depende �nicamente de las condiciones t�cnicas, es decir, mediante una �funci�n de producci�n global�,
�que las productividades marginales, es decir, las derivadas de dicha funci�n, son iguales a las tasas de remuneraci�n mediante las que se pretenden estimar.
Vimos, en el capitulo 4, parte 5 especialmente, que la teor�a abstracta no llevaba a resultados tan fuertes; cuando los agregados est�n ligados por una relaci�n funcional, �sta no refleja �nicamente las restricciones t�cnicas; existen, por otra parte, motivos que determinan una desviaci�n sistem�tica entre las productividades marginales y las tasas de remuneraci�n. Que esto ocurra es lamentable, evidentemente, pero no debe llevarnos a rechazar el tipo de an�lisis considerado, pues no existe ninguno mejor para el mismo objetivo. Como en muchos otros campos en que se emplean los agregados estad�stico-econ�micos, es obligado ofrecer justificaciones d�biles que descansan tanto sobre las experiencia pr�ctica como sobre la teor�a.
No obstante, la teor�a orienta los c�lculos y las interpretaciones. En particular, sugiere los conectivos que eventualmente hay que aplicar a los principios utilizados, por ejemplo en la estimaci�n de las productividades marginales (ver al respecto J. J. Carr�, P. Dubois y E. Malinvaud (op. cit.).
Por lo que respecta a la experiencia pr�ctica, es todav�a limitada, porque el tipo de an�lisis considerado se emplea sistem�ticamente desde hace poco tiempo. Sin embargo, ha demostrado su utilidad sin revelar, por el momento, ning�n fallo fundamental en los m�todos utilizados.
1. J. J. Carr�, P. Dubois y E. Malinvaud, op. cit., cap. 7.
2. Ver, por ejemplo. E. Denison, Why Growth Rates Differ. Postwar Experience in Nine Western Countries. The Brookings Institution. Washington 1967.
3. Ver para Francia, P. Dubois, �la Rupture de 1974�, Economie et Statistique, agosto 1980; para los Estados Unidos E. Denison, Accounting for Slower Economic Growth. The US in the 1970�s. The Brookings Institution, Washington, 1979.
4. Factores de acumulaci�n de capital
Todas las teor�as del crecimiento ponen el acento, por un lado, en las decisiones de ahorro y, por otro, en las decisiones de inversi�n. Argumentan que la formaci�n del ahorro no puede comprenderse si no se considera simult�neamente la distribuci�n de la renta y la intervenci�n de las finanzas p�blicas. Algunas de ellas insisten en los �desequilibrios�: mayor o menor presi�n de la demanda sobre la capacidad productiva, m�s o menos atractivas perspectivas de beneficio, mayores o menores facilidades para la obtenci�n de cr�ditos.
En los an�lisis aplicados sobre la acumulaci�n de capital volvemos a encontrar nos con estos diversos componentes; incluso los estudios que se consideran exhaustivos los incluyen todos y los articulan del mismo modo que los hemos estudiado aqu�. As� aparecen, por ejemplo, en el libro, ya citado, dedicado al crecimiento franc�s de los a�os 1949 a 1969, de J. J. Carr�, P. Dubois y E. Malinvaud.
Por lo que se refiere al ahorro de las familias, dichos autores analizan el papel de la situaci�n patrimonial inicial, el ahorro forzoso debido a la inflaci�n y la eventual influencia de las d�biles modificaciones acaecidas en la distribuci�n de la renta, as� como distintos factores de desequilibrio: necesidades de vivienda, escaso atractivo de las colocaciones financieras. El estudio debe completarse con el del ahorro de las sociedades, que la teor�a raramente incluye: la calda en la tasa de autofinanciaci�n de las sociedades es objeto de un examen atento en el que interviene una situaci�n inicial bastante excepcional, caracterizada por un endeudamiento muy d�bil pero con ausencia de oferta de cr�ditos a largo plazo.
El comportamiento de la inversi�n debe ponerse en relaci�n con la evoluci�n de los costes relativos del trabajo y el capital, y sobre todo de la tasa de inter�s. Pero, prioritariamente, debe tenerse en cuenta la presi�n de la demanda y las expectativas relativas a las perspectivas de beneficio.
El papel de la presi�n de la demanda desborda, sin embargo, su efecto sobre la inversi�n. Dichos autores creen poder concluir que ha sido responsable de un sensible incremento de la oferta de trabajo (inmigraci�n, tasa de actividad, duraci�n de la jornada, as� como migraciones profesionales particularmente r�pidas en direcci�n a los empleos productivos). Los mismos autores se preguntan sobre su eventual papel en otras transformaciones estructurales, en el progreso t�cnico y la calidad de la gesti�n de las empresas.
Ciertamente, los an�lisis hist�ricos de este g�nero no aplican en la actualidad, de manera habitual, modelos obtenidos directamente de las teor�as macroecon�micas del crecimiento. Pero siguen una l�nea expresamente inspirada en estas teor�as, bajo la reserva de a�adir investigaciones complementarias que consideren particularidades hasta ahora poco tenidas en cuenta por los te�ricos de la macroeconom�a.