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La Nueva Fase de Desarrollo Económico y Social del Capitalismo Mundial

José de Jesús Rodríguez Vargas

 

I TEORÍAS DEL CRECIMIENTO ECONÓMICO



I.1.4 DEMOSTRACIONES EMPÍRICAS

I.1.4.1 HIPÓTESIS DE LA CONVERGENCIA

Los trabajos pioneros de Romer y Lucas, motivaron estudios empíricos que dicen probar algunos de los supuestos de la teoría endogenista y, por tanto, rechazan los supuestos de la teoría exogenista, aunque también hay artículos que llegan a conclusiones eclécticas, es decir a una conciliación de enfoques. Uno de los temas prácticos que mayor interés despertó, es la “hipótesis de la convergencia”. Para los exogenistas los países pobres tienden a crecer más rápido (en ingreso-producto-productividad per cápita) que los países ricos; por ende, logran acercar sus tasas de crecimiento del ingreso per cápita (Y/L) a lo largo del tiempo; otra manera de plantear la proposición es: “las tasas de crecimiento de la productividad en un periodo largo tiende a ser inversamente proporcional a los niveles iniciales de productividad” . Tal hipótesis, en la evolución de algunos países durante un siglo, se demuestra en varios estudios. No obstante, la misma serie de datos, es utilizada por otros investigadores, en la línea de los endogenistas, para señalar lo contrario.
El debate endogenista-exogenista está asentado, en gran parte, en la “controversia de la convergencia.” Para Romer (1994) éste es uno de los puntos que da origen a su trabajo de 1986 (previamente, lo defendió en su tesis doctoral de 1983). En éste trabajo rechaza la “impresión generalizada de que es evidente la convergencia desde la Segunda Guerra Mundial”. Él encuentra que realmente existe una tendencia a divergir y que, los países con mayor desarrollo previo se benefician más del alto crecimiento y sufren menos durante las recesiones; por tanto, “las tasas de crecimiento son crecientes no sólo en función del tiempo sino también en función del nivel de desarrollo.” Quiere decir que no es cierto, ni demostrable, que los países atrasados muestren posibilidades de mayores tasas de crecimiento y por tanto, con el tiempo, alcancen a los países desarrollados. Esto contradecía una de las implicaciones más importantes del modelo exogenista, y daba inicio a una racha de estudios, que aún continúan florecientes.
Los trabajos que inauguran una nueva etapa de estudios cuantitativos, con base en series largas comparativas de varios países y métodos econométricos, son los de Moses Abramovitz (1986), William Baumol (1986) y Angus Maddison (1987). En la misma sintonía, ellos encontraron convergencia entre los países, por lo que se alinean con los exogenistas. La respuesta, desde lo que posteriormente se llamó endogenismo, fue la de Romer (1986) y Lucas (1988). Tiempo después, Bradford de Long (1988) demuestra, con los mismos datos de los exogenistas, que los estudios exogenistas eran una “selección ex post, prejuiciada”, de países ya exitosos y, que además, existían errores metodológicos, lo que invalidaba los resultados. Esta lista de participantes es una primera fase del debate.
Abramovitz concluye su estudio que “un siglo de experiencia de un grupo de países actualmente industrializados respalda la hipótesis de convergencia”. Países que 100 años antes no eran desarrollados, con baja productividad y, en consecuencia, un mayor potencial, crecieron rápidamente y lograron, después de la Segunda Guerra Mundial, alcanzar al país líder, Estados Unidos. Era una demostración empírica de un modelo teórico, la implicación fue correcta. Sin embargo, el crecimiento de los países atrasados (followers) también dependió de lo que Abramovitz llamó “capacidades sociales” (social capabilities), las cuales son una serie de condiciones que en conjunto con los niveles de productividad y el bajo nivel de stock de capital, son necesarias para alcanzar la convergencia. El autor enumera determinantes o condiciones necesarias como: facilidades para la difusión del conocimiento -canales de comunicación de la técnica internacional, presencia de corporaciones multinacionales, integración al comercio internacional, participación de la inversión directa de capitales-; condiciones que faciliten los cambios estructurales -en la composición de la producción, en la distribución ocupacional e industrial de la fuerza de trabajo, localización geográfica de la industria y de la población-; finalmente, condiciones macroeconómicas y monetarias que alienten y sostengan la inversión de capital y el nivel de crecimiento de la demanda efectiva.
Con esta teoría un país tecnológicamente atrasado tiene la potencialidad para generar crecimiento más rápido que los países más avanzados siempre que sus capacidades sociales estén suficientemente desarrolladas para explotar exitosamente las tecnologías ya empleadas por los países líderes. Es decir, que un país atrasado requiere del progreso tecnológico para desarrollarse, mas no es suficiente sin el conjunto de éstas condiciones. No es tan sencillo y lineal conseguir el crecimiento, como se puede desprender a primera vista de la implicación de Solow. De cualquier manera, era una conclusión alentadora, ya que se abría a largo plazo la posibilidad de que países atrasados alcanzaran los niveles de crecimiento y productividad de los líderes. Abramovitz vislumbró “la gran oportunidad de ese potencial para los países menos desarrollados de América Latina y Asia”, aunque para ello eran necesarios los planteamientos del modelo neoclásico y las capacidades sociales propuestas por él mismo . Algunos importantes países del sudeste asiático pueden ser evidencia del planteamiento Solow-Abramovitz, aunque no hay ejemplo visible en América Latina.
Casi simultáneamente William J. Baumol da a conocer que “hay una extraordinaria convergencia del producto por hora trabajada (Y/L) entre las naciones industrializadas”, esto es, que existe una fuerte correlación inversa entre la productividad de un país en 1870, y su productividad lograda, un siglo después. Entre más baja la productividad inicial, más alta será en el futuro. No sólo había convergencia en los países industrializados, sino también entre economías intermedias y planificadas; es decir, existían (tres) “clubes de convergencia”, mientras que –por otro lado- los países más pobres de los menos desarrollados no mostraban tendencia alguna de convergencia entre ellos y mucho menos con los otros grupos. La convergencia tenía sus excepciones. La investigación muestra que países como Australia, Reino Unido, Holanda, Estados Unidos, Italia y Japón, que surgieron con diferentes tasas de producto por hombre (Y/L) convergieron alrededor de una misma tasa en 1970.
Los que empezaron con altas tasas terminaron con bajas y viceversa en el resto de los países. Los primeros se rezagaron, en tanto que, los segundos avanzaron más rápido y lograron el acercamiento. La explicación, además de las políticas nacionales y el comportamiento de cada país es que hubo spillovers, externalidades, de los países grandes al resto; cuando menos entre las naciones industriales se comparten beneficios del crecimiento de la productividad, como las innovaciones y las inversiones; entre tanto los países rezagados del mismo club se ven obligados por la competencia a obtener acceso a la innovación, a la imitación, o algún otro sustituto, y debido a que los medios para imitar los avances tecnológicos han mejorado y se han expandido, por las comunicaciones mundiales instantáneas, entonces se fortalecen las fuerzas que construyen la convergencia. Aunque la relación entre los diferentes países es mutuamente beneficiosa, las naciones rezagadas (laggards) tienen que aprender más de los países líderes; el análisis de Baumol sugiere que los beneficios son contagiosos y que las políticas de inversión exitosas de un país también elevan la productividad y el nivel de vida en otros países del club de los industrializados .
El trabajo de Angus Maddison, con abundante información estadística y métodos econométricos, valida las investigaciones anteriores: hay convergencia, entre 1950 y 1984, en los niveles de productividad de las seis naciones antes mencionadas con Baumol. Japón, que en 1950 tenía el nivel más bajo, logró altas tasas de crecimiento que lo acercaron a Estados Unidos; en el caso de Holanda y Reino Unido tuvieron crecimientos menores, porque empezaron con tasas de productividad cercanas a la economía estadounidense. Maddison concluye que los países seguidores pueden incrementar la productividad a un ritmo más rápido que el líder, siempre y cuando sigan una política apropiada y no sean perturbados por una guerra; también que los atrasados que “disfrutan las oportunidades del atraso”, pueden emular al líder y conseguir el crecimiento con menos gasto en R&D, elevar la tasa de formación de capital por trabajador (K/L) y “lograr cambios estructurales con mayor rapidez, sin tropezarse con los rendimientos decrecientes” .
Para cerrar esta fase de estudios a favor de la convergencia ubicamos a Dowrick y Nguyen . Parten de que “hasta recientemente parecía que había un consenso que los países tendían a converger”, que los países más pobres del grupo crecen más rápidamente que los ricos, pero, reconocen, algunas criticas han puesto en duda tal tendencia. El ejercicio econométrico prueba que los niveles de producto per cápita (Y/L) y los niveles de la “Productividad Total de los Factores” (TFP) convergieron significativamente en el periodo de posguerra en los países de la OCDE. Enfatizan en la convergencia de la productividad total de los factores como una “tendencia estable y dominante”. La novedad de este estudio fue la medición del TFP y se convirtió en un trabajo multicitado a favor de los exogenistas.
En medio de las demostraciones exogenistas, Romer objetó los resultados y los métodos; él observó lo contrario: una tendencia a la divergencia y sólo convergencia en países ya exitosos, escogidos ex profeso; Lucas en la misma línea niega que las predicciones del modelo neoclásico de “una fuerte tendencia a la igualdad del ingreso y de las tasas de crecimiento” se den en conjunto; aunque encuentra “tendencias de convergencia entre países y quizá dentro de los países más ricos tomados como un grupo”, pero “lo que simplemente no podemos ver es igualación en el mundo en general.” Ambos ya habían lanzado el ataque fundamental, pero pronto se incorpora Bradford de Long con una fuerte critica en el mismo sentido: la convergencia está casi garantizada en las regresiones de Baumol (y de Maddison), porque se escogen países que ex post convergieron, es decir, es un análisis tendencioso porque escogen países exitosamente desarrollados para explicar su evolución con base al exogenismo. El resultado sería diferente, si se seleccionan países que hace cien años parecía que tenderían a converger, o sea una muestra ex ante. Bradford concluye en que es más fuerte la tendencia a la divergencia que a la convergencia, por tanto descarta la idea que es inevitable la transferencia de tecnología -a largo plazo- y por tanto sería el factor decisivo del crecimiento; e incluso no cree que pudiera alcanzarse iguales niveles de vida en los países hoy industriales de occidente para el año 2090 ó 2190. Finalmente se adhiere al argumento de Romer de que tiende a ampliarse la brecha de los ingresos entre los países ricos y pobres. Bradford de Long con los mismos datos estadísticos debilita la posición exogenista y aporta municiones valiosas a los endogenistas.
El debate continúa permanentemente hasta nuestros días y, en parte, se hace más rico y confuso, a causa de que surgen nuevos conceptos que pretenden complementar o rectificar los ya existentes y mantener a flote principios iniciales. Un trabajo de Mankiw, Romer, Weil dio un nuevo aliento a la controversia a principios de los noventa, con lo que llamarán el modelo Solow “aumentado”; es una modificación de la teoría original -se le suma al capital físico el capital humano- para hacerla más explicativa de la realidad y demostrar la hipótesis de la convergencia ; argumentan que las predicciones de Solow son consistentes con nuevos datos, y, por medio de otra aristas del modelo de Solow, con otros supuestos, ven realista la convergencia.
Mientras, Barro, Mankiw y Sala-I-Martin (1992), y posteriormente Sala-i-Martin (1996), presentan evidencia empírica que revela un nuevo tipo de convergencia: la condicional, “en el sentido que las economías crecen con mayor rapidez si empiezan más abajo del estado estable” (cuando el capital y la producción permanecen constantes indefinidamente), u otra versión, la “convergencia condicional” es cuando un “país crece más rápidamente si empieza con el producto per cápita (Y/L) más bajo con relación a sus niveles iniciales de capital humano” (no del capital físico como en la original). Oded Galor se suma con las siguientes definiciones concretas: convergencia absoluta, “cuando el ingreso per cápita de una economía converge con otras independientemente de las condiciones iniciales”; convergencia condicional “cuando converge el ingreso per cápita entre economías idénticas en sus características estructurales (preferencias, tecnologías, tasas de población, políticas gubernamentales, etc.) independientemente de las condiciones iniciales”; clubes de convergencia “los países con características estructurales idénticas convergen siempre y cuando las condiciones iniciales sean también iguales” .
También, se reformula la convergencia absoluta (ahora le llaman “incondicional”, y originalmente sólo se llamaba “convergencia”), cuando los países pobres crecen más rápido que los países ricos en un grupo homogéneo (esto último es una modificación a la tesis original). Además, se modifica el modelo agregando la “movilidad parcial” del capital en una economía abierta y con un mercado de crédito internacional (el modelo original es economía cerrada). Es una reanimación de la polémica y un fuerte respaldo con trabajos empíricos.
Barro y Sala-i-Martin (1992) arrojan fuertes evidencias sobre la convergencia en los Estados de la Unión Americana y en regiones (91 regiones de ocho países, 1950-90) de Europa Occidental. Los estados y las regiones inicialmente con mayor pobreza crecieron significativamente más rápido en términos per cápita y tendieron a alcanzar a los estados inicialmente más ricos. Claramente, es un proceso de convergencia “absoluta.” De igual modo, descubrieron que la vertiginosa convergencia de dichos estados se debió a que pertenecen a un mismo país y, por ende, tienen mayor similitud en políticas e instituciones que los países de la OCDE .
El estudio de Mankiw et al. examina las implicaciones del modelo Solow para la convergencia en los niveles de vida, es decir, si los países pobres tienden a crecer más rápido que los ricos. La evidencia indica, según el estudio, que manteniendo el crecimiento de la población y la acumulación de capital constante, los países convergen alrededor de una tasa del dos por ciento, como el modelo Solow aumentado predice. Se argumenta que las predicciones de dicho modelo son, en un primer acercamiento, consistentes con las evidencias. Con la regresión de datos recientes, para un conjunto grande de países, se encuentra que el crecimiento del ahorro y la población afecta el ingreso en la dirección que Solow predijo: que los países con alto ahorro son más ricos, y aquellos con mayor población son más pobres. Gran parte de los países estudiados explican sus niveles de vida considerando estas dos variables. Un mayor nivel de ingreso conduce a un mayor nivel de capital humano, hay una correlación positiva entre el ahorro y el capital humano y negativa entre la población y el capital humano. De tal manera, que este estudio considera que agregar capital humano al modelo Solow mejora su comportamiento y explica más adecuadamente la situación en los niveles de vida de los países.
 


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