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La Nueva Fase de Desarrollo Económico y Social del Capitalismo Mundial
José de Jesús Rodríguez Vargas
II LA FASE RECESIVA Y LA TRANSFORMACIÓN ESTRUCTURAL Y SOCIOINSTITUCIONAL
LA REESTRUCTURACIÓN
RESULTADOS
Los datos económicos muestran objetivos cumplidos e incumplidos (ver cuadro II.1). Si se comparan los ocho años de Reagan,1981-1988, con el periodo de la estanflación, 1974-80, hay una recuperación del PIB y de la productividad, con aumento de la tasa de desempleo, acompañado con el más alto déficit fiscal en tiempos de paz -en términos absolutos y en relación con el PIB; los ingresos fiscales en relación con el producto se mantuvieron igual con respecto al periodo anterior, mientras que los egresos aumentaron -en parte esto se debió al gasto en defensa nacional- y como consecuencia aumentó considerablemente la deuda pública. En este punto, los asesores económicos justificaron – contrario a la tesis liberal- de que el abultado déficit fiscal reaganeano no fue tan dañino: “se esperaba que el déficit incrementara la inflación, en realidad la inflación ha sido reducida [...], que incrementara las tasas de interés, en realidad, ahora son menores que en 1981 [...] la recuperación, la inversión y el PIB son más fuertes que otras recuperaciones” , y reconocían que el déficit no tuvo el efecto –planteado originalmente por la administración- debido a que otras condiciones dominaron o contrarrestaron al déficit público, particularmente la política monetaria.
Lo que argumentaban, en realidad, es que el déficit resultó ser menos inflacionario que la emisión monetaria. No todos estaban de acuerdo con la tesis de la inocuidad del déficit, cuando menos los especialistas y la Junta Directiva (funcionarios de otros países) del FMI en consultas con los especialistas y funcionarios de la administración de Reagan se opusieron a la justificación y a los altos déficits . El déficit público y las altas tasas de interés también afectaban a otros países, de allí las críticas.
Un objetivo cumplido es la desaceleración de la tasa de inflación -punto que por su importancia lo tocamos en el siguiente apartado. Si los datos del periodo de Reagan los comparamos con la etapa dorada, 1960-73, entonces los resultados son claramente inferiores.
Si se eliminan los dos primeros años debido a la recesión de julio de 1981 a noviembre de 1982, entonces los indicadores promedio anual de los últimos seis años del régimen de Reagan muestran una fuerte recuperación en el PIB, incluso superior a 1960-74; disminuye la tasa de desempleo, aunque sigue siendo elevada; se duplica la tasa de productividad, pero aumenta el déficit fiscal y la deuda pública. Los resultados son un claroscuro, que puede ser más claro o más oscuro, dependiendo de donde se compare y que indicadores se escoja; no es el mejor periodo del capitalismo, y, sí una fase de recuperación, comparado, con el peor momento del capitalismo –1974-81- desde la gran depresión. Los resultados no son los propuestos inicialmente, ni tampoco los del peor escenario .
Las conclusiones de ocho años de la administración liberal, de acuerdo al balance del presidente Reagan, fueron: primero, que habían conseguido revertir una tendencia de 50 años de buscar en el gobierno las soluciones, ahora era el pueblo quién proporcionaba la vitalidad y la creatividad para construir la nación; segundo, consideraba que se había logrado el objetivo de reducir la participación del gobierno, reducir la regulación y habían restaurado los incentivos privados. Era un mensaje, afirmaba Reagan, que había sido escuchado por el mundo, y, que al igual que la primera revolución de Estados Unidos, la segunda revolución –la reaganeana- había inspirado los cambios en los demás países . También Margaret Thatcher sentía su política había irradiado un efecto positivo en el resto del mundo (ver I.2).
Los resultados de la revolución conservadora son trascendentales porque modificaron la relación del Estado y el mercado -limitaron la participación gubernamental y ampliaron el papel del mercado-, transformaron las relaciones de fuerza entre sectores capitalistas, y, entre el Estado, los empresarios y la clase obrera. Efectivamente, la revolución conservadora revirtió una tendencia de décadas y encumbró el nuevo liberalismo económico, el nuevo ofertismo, el nuevo monetarismo y el pensamiento político de los nuevos conservadores. También se contrarrestó la mayor crisis del capitalismo durante los setenta y principios de los ochenta; creando condiciones productivas y sociales para la recuperación de los capitalistas.
Se revirtió la tendencia descendente de la tasa de ganancia, que empezó a disminuir desde 1965 hasta la mitad de los ochenta de acuerdo al consenso de los estudiosos del tema, como se observa en la gráfica de Dumenil y Levy en I.7, también se puede ver el cambio de tendencia en la gráfica II.6, elaborada con datos del cuadro II.1: la masa de ganancia de empresas no financieras-en miles de millones de dólares reales- se recuperó durante los ochenta, con un crecimiento promedio anual de 6.4 por ciento en el periodo 1981-88, casi el doble con respecto a 1960-73; y con una tasa de crecimiento sobresaliente en los últimos seis años de Reagan, con 9.2 por ciento.
Los resultados no podían ser de otra manera puesto que en los mismos periodos se mantuvo alta la tasa de desempleo, con desaceleración en el costo de la mano de obra e incremento de la productividad del trabajo. En otras palabras, en un ambiente de mayor estabilidad, se recuperó la producción, la productividad y la rentabilidad de la inversión, el poder capitalista y el predominio del imperialismo; situaciones inexistentes y cuestionadas en la mayor parte de los setenta. Eran los primeros resultados favorables de la reestructuración capitalista.
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