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La Nueva Fase de Desarrollo Económico y Social del Capitalismo Mundial
José de Jesús Rodríguez Vargas
II LA FASE RECESIVA Y LA TRANSFORMACIÓN ESTRUCTURAL Y SOCIOINSTITUCIONAL
CRISIS DEL IMPERIO
CRISIS DE LA PRODUCTIVIDAD DEL TRABAJO: 1974-95
Uno de los más importantes logros económicos de Estados Unidos fue la tasa de crecimiento de la productividad del trabajo, medido como producto por trabajador-hora . En el periodo 1960-73 la tasa fue de 3.2 por ciento anual promedio, es decir que cada 22 años se duplica el producto per cápita y mejora sustancialmente el nivel de vida de la población. Durante y después de la guerra aumentó la productividad vertiginosamente a tasas anuales del 4 por ciento en el periodo 1938-50, desacelerándose al 2.4 por ciento en 1950-60 , retomando un fuerte ritmo durante 1960-64 con 3.7 por ciento anual. Esta fue una de las causas del largo desarrollo económico y social de Estados Unidos hasta 1973. Debido a la recesión de 1974, la productividad fue negativa (-1.7), por primera vez, desde 1956 (-0.7), no obstante en los dos años siguientes se recuperó fuertemente a un promedio de 3.5 por ciento, lo que asomó la posibilidad de una recaída cíclica pasajera. Sin embargo, durante la administración Carter, 1977-80 sólo creció 0.6 por ciento anual, tasa insuficiente comparada con cualquier parámetro. El análisis del gobierno fue que la desaceleración de la productividad se debía a la escasa formación de capital, la relación de stock de capital por trabajador se redujo en los setenta, y, por lo tanto, el trabajador no tenía más y mejores herramientas de trabajo. Las causas –a su vez- eran la falta de incentivos para invertir debido a la recesión y a la inflación, y también por la crisis energética, las regulaciones innecesarias y excesivas que aumentaban los costos y los precios .
Para mitad de los ochenta la evolución de la productividad del trabajo y del producto seguía siendo preocupante, con un crecimiento anual de 1.5 y 2.8 por ciento respectivamente durante 1974-85. Los estudiosos caracterizan “la desaceleración de la producción como el acontecimiento macroeconómico más relevante de las últimas dos décadas” y a la desaceleración de la productividad del trabajo, como la causa de la disminución del crecimiento del producto. A su vez, estudiaban la participación de varios “sospechosos bien conocidos” como causantes de la desaceleración de la productividad post-1973: en primer lugar al incremento de los precios de la energía, a la desaceleración en la tasa de producción de “conocimiento relevante”, un tercer candidato fue la disminución en la tasa de incremento de la habilidad de la fuerza de trabajo, la declinación en la tasa de inversión, el cambio hacia la economía de servicio, y el creciente papel del gobierno en la economía .
Dale W. Jorgenson corrobora estudios de Edward Denison que la crisis de crecimiento se debe en un 80 por ciento a la desaceleración de la productividad del trabajo al nivel de las industrias individuales, también ubica a los precios de la energía como un factor decisivo en la caída de la productividad; Zvi Griliches ve como la causa más probable de la crisis de productividad en los países desarrollados al aumento de los precios del petróleo y sus consecuencias macroeconómicas durante los setenta, y cree que hay poca evidencia de una declinación sistemática y permanente en la contribución de la ciencia y la R&D en la productividad durante las últimas dos décadas; por su parte John Kendrick enfatiza el papel que tiene la investigación y el desarrollo en la productividad, -el estima un atraso normal de alrededor de seis años entre el gasto en R&D y su aplicación comercial-, y atribuye la crisis de productividad de 1973-81 a la anterior desaceleración en la inversión en R&D .
Por otro lado, Olson Mancur niega que la reducción del gasto en R&D explique la desaceleración productiva y atribuye una cierta participación al shock petrolero de 1973, pero considera como primer factor, en la crisis de la productividad y del producto, a la “acción colectiva”, es decir, las organizaciones o grupos poderosos que presionan al gobierno o participan en el mercado para influir y cambiar la distribución del ingreso a su favor. Michael J. Boskin se enfoca en la política tributaria como un factor que proporcione un ambiente adecuado para el crecimiento de la formación de capital, del cambio técnico, de la productividad y el producto a largo plazo; propone una política fiscal que fomente el ahorro-inversión antes que el consumo, un menor déficit fiscal, para que no recurrir a la deuda y no dañar la inversión privada, una mejor asignación de los gastos fiscales en la inversión humana, como en la innovación, en R&D.
El panorama analítico durante los ochenta refleja la dificultad de determinar con precisión la causa o causas fundamentales de la crisis de productividad. Lo único claro, es que la desaceleración se mantuvo hasta la mitad de la década de los noventa.
La productividad del trabajo es el indicador básico del crecimiento y desarrollo económico de cualquier sistema productivo y social. Estados Unidos triplicó su producto y el bienestar social durante el siglo XX, debido a una tasa del dos por ciento promedio anual (Y/L). Esta sería, por tanto, la tasa “natural” de la productividad y a la que debería aspirar a largo plazo para seguir manteniendo su supremacía capitalista. Una tasa menor, como el 1.5 por ciento, significa la duplicación del producto en 47 años, y es inaceptable a largo plazo, porque se considera que la economía está enferma .
La productividad del trabajo es el segundo factor que explica la estanflación de los setenta (la primera es la política económica que analizo en el capítulo I); en la gráfica II.3 se puede interpretar una relación de causalidad –en última instancia- entre la productividad, el desempleo y la inflación.
En el primer periodo, 1960-64, la productividad es alta y se infiere que mantiene baja la tasa de inflación, aunque el desempleo promedio anual, es demasiado alto; algunos explican como normal dicha situación en una etapa de recuperación; no obstante, la primera mitad de los sesenta ya era una etapa madura, por tanto, no satisface dicha razón. En el segundo periodo, 1965-68, aunque la productividad disminuye su ritmo sigue siendo elevada, y se da una rara convergencia entre los tres indicadores, disminuye el desempleo y aumenta la inflación. En el tercer periodo, 1969-73, continua disminuyendo la tasa de desempleo y la productividad, manteniendo ambos la cercanía, mientras que la tasa de inflación aumenta y se separa aún más. En el cuarto periodo, 1974-81, -la estanflación- la tasa de productividad es la más baja, con el ascenso simultáneo del desempleo y la inflación.
Si agregamos al panorama anterior, la caída de la producción, de la tasa de ganancia, alta tasa de interés, pérdida de competitividad internacional (disminución de exportaciones y el incremento del déficit comercial y la cuenta corriente) y desequilibrio agudo del tipo de cambio –situación que realmente sucedió- entonces el periodo fue expresión de una economía enferma, de un país en decadencia. En los dos siguientes periodos, la productividad promedio anual se recupera hasta superar la tasa del 2 por ciento, mientras que el desempleo se estabiliza y después desciende, a la vez que se da una desinflación marcada.
Sin duda, la productividad debe explicar el comportamiento de los indicadores económicos y sociales; como se analiza en el Apéndice III.2.1 desde el punto de vista teórico el precio de producción es determinado por la productividad de la fuerza de trabajo: si la productividad es menor, el valor-precio aumenta y viceversa; pero el precio de mercado se determina en la circulación por la oferta y la demanda, de tal manera que una excesiva demanda puede elevar el precio por encima del precio de producción. La demanda se incrementa en los tiempos modernos –siglo XX- por la emisión de medios de compra y por el crédito bancario (medios de pago), lo que incrementa la oferta monetaria (papel-moneda).
El resultado de los dos niveles -la producción y la circulación- explican la estanflación, uno en última instancia, el otro en primera instancia. De tal manera, que si la productividad es alta y disminuye el precio de producción, sólo podría aumentar el precio de mercado si se expande excesivamente la demanda más allá de la capacidad productiva; esta es una explicación marxista y keynesiana. Un segundo escenario: disminuye la productividad, -es decir aumentan los costos-, disminuye la oferta productiva y se incrementa el precio de producción, entonces, ante una probable debilidad de la demanda y con el objetivo de mantener la producción y evitar la disminución de la tasa de ganancia, el Estado estimula la demanda-consumo por medio de creación primaria de dinero y por gasto excesivo-déficit-deuda pública, a la vez que las empresas y los bancos recurren cada vez más al crédito para la realización de las mercancías. En un primer momento, estimula la producción, el empleo y la inflación. A largo plazo, retrocede la producción y aumenta la tasa de desempleo y la inflación. Esta es una explicación marxista y monetarista. Por supuesto, dichas explicaciones no les van a gustar ni a unos ni a otros. Este último escenario es lo que realmente sucedió en la década de los setenta.
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