PROGRESO, BIENESTAR Y MODERNIDAD: EL BIENESTAR SUBJETIVO COMO UN DESAFÍO PARA LA DEMOCRACIA EN MÉXICO

PROGRESO, BIENESTAR Y MODERNIDAD: EL BIENESTAR SUBJETIVO COMO UN DESAFÍO PARA LA DEMOCRACIA EN MÉXICO

Ernesto Menchaca Arredondo
Universidad Autónoma de Zacatecas “Francisco García Salinas”, México

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La democracia como sentido

Para Cornelius Castoriadis como señala en la conversación inédita Visiones sobre el México finisecular, la democracia no es un modelo institucional con determinada forma, sino la autoinstitución explícita reflexiva para la sociedad; y la verdadera democracia es aquella donde todos participan en la toma de decisiones (1997 [2001]). Como un espacio donde todos pueden participar, donde hay conocimiento y participación plural en el establecimiento de la ley en términos de Jean J. Rousseau. De ahí que, la democracia, sea movimiento constante, bajo una visión no en términos instrumentales, sino en función del sentido de justicia, que puede definir y establecer una sociedad, la cual debería constituirse en términos planetarios.
            Una primera y necesaria diferenciación que se tiene que distinguir es no confundir lo político y la política; lo primero, referido al poder explícito presente en toda sociedad, la facultad de vivir en el mundo, expresada como la capacidad socio-natural de establecer un cierto ordenamiento y, a su vez, que el ser humano interioriza dándolo por sentado sin cuestionar por su legitimación. En diferencia, la política como su oposición que implica una institucionalización, como reconocimiento explícito sobre la vida social, como bien lo describe Castoriadis (1997 [2001]). Así, la política subsume lo político y lo llena de creaciones subjetivizantes, para aprisionarlo.
            El capitalismo ha generado una racionalidad centrada en la producción de mercancías, pero también una subjetividad centrada en la necesidad de un entramado burocrático organizacional, es decir una percepción de necesidad democrática liberal que produce valores y subjetividades para mantenerse estable. Como proceso de alienación en términos de Marx y después Castoriadis, como la capacidad de darse lo que no es, es decir, de ofrecerse como símbolo de un real ya constituido. Así como es necesario no dejar de lado que este proceso que está montado en el aumento de los niveles de explotación del trabajo y la tasa de plusvalor, como bien lo señala Figueroa Sepúlveda (2014) en ¿Hay futuro para la democracia?, estos procesos dependen no sólo de relaciones económicas sino que intervienen factores de orden cultural, ideológico, político e histórico; es decir que de cierta manera las condiciones subjetivas intervienen en la fijación de los niveles posibles de explotación. 1 Así planteado, es el propio sistema, por el conflicto, por la apropiación de riqueza, lo que está vulnerando las democracias y el bienestar. Debido al proceso de acumulación que avanza a través de una enorme cantidad de modificaciones que incluyen distintas formas de subsunción del trabajo, pero también de generación de subjetividades.
            De tal forma que las relaciones sociales, dentro del proceso de globalización actual, están instituidas o se instituyen porque fueron universalizadas, simbolizadas y sancionadas como lo describe Castoriadis. Es decir, que las relaciones: proletario-capitalista, obrero-patrón, trabajador-empresario, gerente-empleado, vendedor-comprador y un sinnúmero más son ya una institución. Sin embargo, paradójicamente, las relaciones democracia-ciudadano aún no han terminado de institucionalizarse en México, precisamente por el proceso de transformación constante que implica su afianzamiento y constitución y, sobre todo, por el propio proceso de globalización que trastoca los principios rectores de su definición, a saber, la participación de todos en la toma de decisiones.
            Ahora bien, las evidencias que se tienen sobre la estabilidad de la democracia, —en cuanto al estado actual de conocimiento— donde, sin lugar a dudas, una de las grandes contribuciones viene de los trabajos impulsados por Inglehart, ligados a los valores culturales que subyace en las sociedades, muestran que la cultura por sí sola no determina la viabilidad de las democracias, donde son evidentemente cruciales las condiciones económicas, la estructura institucional y algunos otros factores, sin embargo, las características culturales están vinculadas a la aparición y persistencia de las instituciones democráticas (Inglehart, 1998; Inglehart y Welzel, 2005). Una conclusión a la que llegan Inglehart y Norris (2003/2005) sobre los cambios culturales, es en el sentido del incremento del acceso a puestos de poder de las mujeres por las actitudes más extendidas sobre su igualdad en sociedades postindustriales que reflejan patrones más amplios de desarrollo socioeconómico y modernización cultural.2
Por otro lado, la dimensión religiosa parece tener más peso que la clase social, respecto al comportamiento electoral. Así como la evolución y persistencia de una democracia de masas estable necesita del apoyo de la población en términos de actitudes y hábitos, lo cual requiere una cultura política que genere consenso sobre las reglas y procedimientos de los procesos y procedimientos electorales. Estos aspectos, mantienen la necesidad del régimen político de acudir a la religiosidad y sus creencias como método constante de refundación espiritual, pero a su vez debilitan cada día más su propia narrativa, sus símbolos e historia de sus propios creyentes.
Ciertas actitudes también son necesarias en este sentido, como la confianza interpersonal y la predisposición a participar en la política. Diversos estudios han mostrado que la cultura puede tener un impacto fundamental en la economía y la política, además actuar como condicionante de la viabilidad de la democracia de ahí la importancia de su estudio y comprensión. Siguiendo las ideas de Inglehart (1998): una sensación de confianza de la población es necesaria para el funcionamiento de las reglas de la democracia clave para la formación de varias asociaciones secundarias. La confianza en los demás se fundamenta en una cultura que posee normas eficientes de reciprocidad que se respetan y requiere también un compromiso a largo plazo de la población hacia las instituciones democráticas, a fin de mantener esa democracia cuando la situación se vuelve extremadamente difícil.
            Como parte de los efectos de la socialización, en ciertas sociedades las personas tienen sentimientos mucho más positivos que en otras. Y uno de los mejores indicadores de esta actitud es la satisfacción de las personas con su vida en general; Pero esta es una actitud que no está ligada directamente al comportamiento de la economía o sobre el gobierno, de ahí la dificultad de su comprensión. Según los análisis presentados por la red de investigación global de valores a lo largo del tiempo, las encuestas comparativas de diversas naciones realizadas durante más de quince años, existen pautas culturales que se establecen y mantienen una autonomía considerable, logrando influir en fenómenos políticos y económicos futuros.3 Uno de los argumentos ligados a la confianza es el que define a las sociedades tradicionales o modernas: como aquellas que pueden sobrevivir, las primeras sólo cuando se confía en aquellos que se conocen personalmente; las segundas funcionan cuando la gente no asume que los extraños son enemigos.
            La aplicación de más de 200 mil entrevistas en más de 200 naciones, proyectaron una relación estrecha entre las fluctuaciones a corto plazo entre satisfacción con la vida y las experiencias económicas de las sociedades. Esos estudios han concluido que existe un componente cultural duradero que subyace a las respuestas de las diversas poblaciones, además que el contexto influye a la hora de realizar las preguntas, las respuestas están influidas por el contexto inmediato en el terreno económico, social y político (Inglehart, 2005). Parece posible, mediante procedimientos estadísticos, encontrar este componente cultural a lo largo del tiempo, se sugiere a su vez que periodos prolongados de bienestar o frustración pueden reforzar o debilitar las normas prevalecientes en una sociedad, conduciendo a predisposiciones que median las respuestas, independientemente de cómo realmente estén sucediendo las cosas, sobresaliendo la existencia de normas culturales cognitivas más allá de las condiciones individuales, lo cual fortalece la hipótesis orientada a la existencia de una subjetividad social o socializada, además, reflejando la experiencia histórica de cada sociedad.
            La socialización se vuelve un elemento esencial e importante en los tiempos actuales. En el pasado, este proceso tardaba mucho más tiempo para reproducirse sobre la mayoría de la población, las nuevas tecnologías a través de los medios de comunicación masiva tradicionales o modernos, generan un alto impacto en las expectativas e imágenes generadas en la sociedad y si, además, estas últimas se mantienen durante cierto tiempo presentes —aún no se sabe con seguridad por cuanto tiempo— generan actitudes locales de respuesta a situaciones políticas determinadas.
Un aspecto relevante es que los bajos niveles de satisfacción ante la vida van unidos a actitudes negativas que tienen consecuencias políticas importantes. Un elemento central e histórico, es el desprestigio del sistema social y político. La satisfacción ante la vida es uno de los aspectos de la condición social que mantiene actitudes positivas hacia el mundo en que se vive y está unido a la viabilidad de las instituciones democráticas.
            A pesar de que las evidencias en los vaivenes entre el desarrollo económico y los valores culturales, y que el primero, tiende a aumentar el sentido de satisfacción, dando lugar a una norma cultural importante, sin embargo hay experiencias históricas donde prevalecen esas pautas por diversas generaciones y no solamente los últimos doce años. Los datos proporcionados por Inglehart (2005) aprueban la hipótesis de que las poblaciones de los países más prósperos deberían manifestar niveles relativos más altos de confianza interpersonal, y se esperaría que quienes tienen mayor seguridad económica manifiesten mayores niveles de satisfacción ante la vida. Un aspecto claro ahora es que el bienestar subjetivo no es resultado únicamente de factores económicos, pero se mantiene la tendencia, donde las naciones más ricas tienden a manifestar mayores niveles de satisfacción ante la vida.
            Desde la perspectiva de Inglehart (1998), la democracia como forma de gobierno no sobrevive cuando su colapso obedece a causas internas. Donde las instituciones democráticas han surgido a partir del año 1945 casi todas las naciones mantuvieron niveles medios de satisfacción ante la vida. Y desde el primer análisis de los valores el único caso anómalo fue México. Esto porque desde su conformación dentro de las categorías que se hacen sobre la democracia aparece cierta libertad de prensa, la organización autónoma de partidos políticos y la manipulación de las elecciones. Para Inglehart en este estudio de 1998, a México aún se le consideraba un país no democrático y desde entonces mantenían niveles de satisfacción anómalos relativamente altos, respecto a su sistema político, a pesar de sus relativas condiciones negativas. El presente trabajo analiza una respuesta a esta consideración. Una de las pistas que otorga la anterior investigación, es que la población mexicana se siente orgullosa de sus instituciones, por la importancia simbólica que tienen después de haber estado sometidos por el proceso de Conquista y posteriormente de la Revolución.
            Daniel Kahneman (2012) aduce que la heurística de la disponibilidad ayuda a explicar por qué algunos asuntos están muy presentes en la mente del público, mientras que otros caen en el olvido, por la importancia relativa que la gente tiende a evaluar a ciertos asuntos y según la facilidad con que son traídos a la memoria. De tal forma que esto pareciera determinado por el grado de cobertura de los medios de comunicación y de ahí su vital importancia para los regímenes políticos.
Si esto es así, entonces al hacer un recuento de los principales procesos que asume la sociedad sobre el ejercicio de la democracia, su valoración estará enfocada en su atención a ciertos aspectos que están en la memoria de la gente, no solo en una valoración del conjunto de su funcionamiento o, según, el momento/tiempo en que haya acontecido esa valoración global. De tal manera que la preocupación principal estará más centrada sobre la cualidad de las historias construidas que lleguen a conmovernos profundamente.
Lo que importa en nuestras estimaciones al hacer una valoración intuitiva de ciertos episodios es la mejora o deterioro progresivo de una determinada experiencia democrática y como llegamos al final, es decir, el momento de la valoración, en parte por lo que aduce Kahneman que “el recuerdo guía la elección de la personas cuando deciden repetir o no una experiencia” (Kahneman, 2012 Quinta parte. Dos yo, Secc. 37. La vida como una historia. Vacaciones amnésicas).
Entonces hay un error masivo de predicción democrática, siguiendo el término usado por Daniel Gilbert y Timothy Wilson sobre la decisión de casarse de muchas personas, conocido como error masivo de predicción afectiva. 4 Así como la puntuación que damos cuando se nos pide evaluar nuestra vida viene determinada por una pequeña muestra de ideas inmediatamente disponibles para nuestra mente, no por una cuidadosa estimación hecha en los distintos ámbitos de nuestra vida. Según Kahneman la atención que ponemos a las cosas es la clave del problema. Además, tenemos un error de apreciación sobre la creencia exagerada en la importancia de un evento, lo que se denomina la ilusión de focalización, como una abundante fuente de deseos descaminados, que nos dispone sobre todo a exagerar el efecto de adquisiciones importantes o circunstancias distintas en el bienestar futuro, su esencia es el “what you see is all there is” —lo que tú vez es todo lo que hay— (WYSIATI), es decir, dar más peso a un solo aspecto sobre todos los demás determinantes. Esta ilusión crea un sesgo favorecedor a bienes y experiencias, al principio ilusionantes, que acabarán perdiendo su atractivo (Kahneman, 2012 Quinta parte. Dos yo, Secc. 38. Pensamientos sobre la vida, La ilusión de focalización). Así, la ilusión de la democracia está perdiendo su glamour, su atracción. En este sentido, las decisiones políticas que asume la población están ligadas en muchos casos al recuerdo o anhelo pero no necesariamente a su experiencia. De ahí la necesidad de integrar un concepto que aluda a los recuerdos de las experiencias sobre la democracia, como memoria democrática.
Consideraciones teóricas sugieren que es más probable que una sensación generalizada de bienestar conforme las actitudes políticas personales. Andrews y Witney, 1976 concluyeron que la satisfacción política sólo tiene un impacto relativamente modesto en la satisfacción ante la vida de la mayoría de la gente, el trabajo, la casa, la familia y el ocio contribuyen en mayor medida (Inglehart, 1998). Esto se comprueba en los datos analizados para el caso de México, donde la satisfacción ante la vida tiene como uno de sus principales componentes la vida afectiva. Existen, además, una serie de factores ligados a la duración de las instituciones democráticas en las sociedades relacionado con la satisfacción con la vida, la felicidad, la confianza interpersonal y el estar a favor o en contra de un cambio radical de su sociedad (Inglehart y Norris, 2003/2005).
Los aspectos subjetivos que subyacen al régimen conforman una dimensión de larga duración a una democracia más allá, incluso, de la satisfacción con la actuación gubernamental. Ahora bien, los elementos culturales o de satisfacción no determinan el mantenimiento de la democracia pero sí establecen tendencias sobre ciertas actitudes relacionadas con la presencia de instituciones estables.

Política y evaluación de la democracia

Las reflexiones sobre cómo vivir organizados políticamente han llevado a diversas prácticas sociales, procesos institucionalizados y el establecimiento de múltiples procedimientos, que bajo diversos planteamientos teóricos se han debatido. Sin embargo, si la política posibilita la organización de una comunidad entendida como “subsistema” en funciones de autorregulación social, desde esta perspectiva la política es caracterizada como intervención normativa y administrativa que sedimenta sentidos compartidos por medio del consenso o la coacción (Azzolini, 2012, enero-abril).
            La existencia o no de un bien común es uno de los puntos de partida de la discusión sobre la democracia, esta significación diversa ha dado cauce a múltiples definiciones y teorizaciones sobre la democracia, pero tal punto rebasa las expectativas del presente trabajo. Sin embargo, los resultados de la presente investigación ayudan a entender la diversidad religiosa, cultural, económica, etc., si se forma o no una sociedad homogénea y si aparece o no una voluntad general en términos de Rousseau (1762 [2008]) o se desvanece en términos de J. Alois Schumpeter (1943 [2003]), por lo menos para los datos disponibles sobre México. Esto podría dar la razón a quienes postulan la idea de una racionalidad decreciente o su rechazo, bajo la premisa de que los sujetos, mientras más se alejan de sus experiencias cotidianas y cuestiones personales, asumen un comportamiento cada vez menos racional, esto, traducido en términos de democracia, nos daría una conducta irracional a la hora de medir las actitudes de las personas, bajo esta óptica, lo que está más cerca de cuestiones personales y experiencias cotidianas influirían más sobre el bienestar subjetivo aducido.
            Una perspectiva diferente sobre la política puede encontrarse en la posición de Rancière (1995/1999), quien señala que sólo hay política cuando el orden de la dominación es interrumpido por parte de los que no tienen parte, los desposeídos, implicando la desestructuración del orden sedimentado. Desde esta perspectiva, la democracia es el modo de subjetivación de la política mediante la cual irrumpe de forma singular el orden de distribución de los cuerpos de una comunidad, asociando la política al concepto de emancipación. No es el objeto del presente trabajo entrar en un análisis a profundidad sobre estas conceptualizaciones, basta señalar las discusiones que subyacen a las mismas, lo que sí se puede puntualizar es, parafraseando a Jacques Derrida (1998), la política es un campo en perpetua tensión.
A partir de la segunda mitad de los años noventa, la evaluación de la democracia ha ido teniendo un marcado interés político. El informe de Leonardo Morlino (2014) para el International Institute for Democracy and Electoral Assistance (IDEA), muestra evidencias de los déficit democráticos que privan en América Latina: crisis de representación, debilidad institucional, desigualdad, corrupción, Estados de derecho débiles, elevados niveles de inseguridad ciudadana, amenazas a la libertad de expresión y una larga lista de pendientes. Visto así, se plantea que el entramado institucional sobre el que se asienta la democracia debe responder a principios como la libertad, igualdad de los ciudadanos y una adecuada y equitativa distribución de la riqueza, para lograr una percepción de mayor cercanía a la sociedad, sin la cual siempre estará latente el autoritarismo o el populismo.
            Uno de los enfoques que asume está evaluación es que estamos en un mundo de mayor interdependencia, complejo, volátil y plagado de incertidumbres, frente a un gran cambio de época, algunas de sus señales las ha formulado el Foro Económico Mundial al definir sus grandes tendencias: el incremento de la brecha de los ingresos, la persistencia del desempleo estructural, la inacción sobre el cambio climático, la pérdida de confianza en las políticas económicas, la creciente importancia de las mega-ciudades y la rápida diseminación de la información en internet.
            La segunda tendencia global que ha impactado más la región es el surgimiento de una ciudadanía más fuerte y el incremento de la urbanización, en América Latina el auge de la llamada clase media (población que dejó de ser pobre pero se mantiene vulnerable). A pesar del crecimiento de la clase media, el sector mayoritario sigue siendo la clase “vulnerable”, es decir, aquellos que tienen un ingreso de entre 4 y 10 dólares diarios, quienes representan el 38% del total de la población de la región. Según los últimos datos para México al 2010 la población considerada clase media es del 39.2%, tomados de una muestra de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (INEGI, 2011).
            Por otro lado, el apoyo a la democracia en América Latina se ha mantenido a lo largo de los años por encima del 50%, según los mismos datos hay una gran dispersión entre países, destaca México como uno de los tres países con más bajos niveles de apoyo 37% junto a Guatemala y Honduras quienes tienen 41% y 44% respectivamente.
            De acuerdo al enfoque del International Institute for Democracy and Electoral Assistance (IDEA) 5 los bajos niveles de satisfacción con la democracia se relaciona a dos problemas centrales: la consideración sobre la distribución justa de la riqueza y la idea generalizada que se gobierna para el bien de todo el pueblo, dos aspectos diametralmente polarizados en México. Siguiendo este análisis, a pesar de que la democracia en el aspecto electoral parece tener fuertes raíces, se observan importantes síntomas de fragilidad que socavan el entramado institucional, uno de ellos es la intensa agenda de reformas constitucionales, políticas y electorales dirigidas a ajustar los sistemas políticos, lo que ha prohijado, una crisis o retraso en las formas de hacer y de concebir la política.
            Los principales problemas que se distinguen son desde elementos institucionales, como el Estado de derecho, la independencia y la relación entre los poderes del estado, la funcionalidad de los sistemas electorales y partidos políticos, hasta los graves asuntos de inseguridad y corrupción. Esto ha provocado una gran debilidad de las instituciones de la democracia, las instituciones en las cuales hay más desconfianza en América Latina son los Congresos y partidos políticos, en promedio entre 1996 y 2013 los partidos sólo despiertan confianza al 20% de la población (Morlino, 2014).
La variable fragilidad del Estado de derecho se traduce en una falta de seguridad jurídica, México se configura, en este sentido,  como una democracia “defectuosa” según el Índice de Democracia elaborado por The Economist en 2012.6 Dos de las dificultades más persistentes en América Latina han sido la corrupción y la opacidad, factores significativos a la hora de conocer la confianza que los ciudadanos tienen en las instituciones públicas, y el financiamiento de la política sigue siendo uno de los aspectos más opacos de las democracias latinoamericanas. La falta de seguridad es el principal problema de la región y la prioridad número uno de los ciudadanos. Siguiendo estos datos, en América Latina, hay una embestida del poder ejecutivo contra las instituciones de justicia como otro de sus rasgos principales, junto a la transformación de los medios de comunicación hacia una estructura oligopólica.
            Este panorama plantea una situación de crisis de la democracia que nos lleva a cuestionarnos, coincidiendo con Leonardo Morlino (2014), no por defender la democracia de otras prácticas autoritarias o antidemocráticas, sino de sí misma como una democracia de calidad, no sólo debe tener instituciones, sino una verdadera participación de la población en la toma de decisiones, además estar integrada con legitimización y consenso, para no tener las desviaciones que señala el autor o una democracia delegativa, iliberal o autoritaria competitiva como las que describen Guillermo O`Donell, Fareed Zakarias o Steven Levitsky (Dahl, diciembre, 2004).
            Esta tarea de definir la calidad de la democracia, concepto complejo y polifacético, ha dado frutos en los trabajos de IDEA Internacional, de ahí que hayamos tomado sus indicadores para comparar los datos sobre bienestar subjetivo y valores culturales de los mexicanos.
            Para Morlino (Morlino, 2014) una democracia de calidad es “una estructura institucional estable que permite que los ciudadanos alcancen la libertad e igualdad mediante el legítimo y correcto funcionamiento de sus instituciones y mecanismos” (p. 25) provista de tres dimensiones:

    1. Un régimen ampliamente legitimado que satisface por completo a sus ciudadanos (calidad en términos de resultados);
    2. Un régimen en que los ciudadanos, asociaciones y comunidades que lo componen gozan de libertad e igualdad (calidad en términos de contenidos), y
    3. Un régimen en que los propios ciudadanos tienen el poder de verificar y evaluar si su gobierno persigue los objetivos de libertad e igualdad dentro de las reglas del Estado de derecho (calidad en términos de procedimientos). (Morlino, 2014, p. 26)

El estudio de la calidad de la democracia se desagregó en ocho dimensiones analíticas. Referidas a los procedimientos de la democracia: Estado de derecho; rendición de cuentas; responsabilidad interinstitucional; participación política y competencia política. Respecto a los contenidos: Libertad y solidaridad/igualdad y una última dimensión respecto a los resultados por su capacidad de respuesta. 7
            Desde la perspectiva de los autores, hay por lo menos tres grandes áreas urgentes de atender para avanzar hacia una mejor calidad de la democracia: políticas anticorrupción; políticas para mejorar la capacidad administrativa e institucional de los Estados; y políticas dirigidas a consolidar la seguridad de las personas en las ciudades de América Latina.
            El estudio ubica tres tipologías de dificultades características de los países: en asuntos procesales y de libertad se ubica a Venezuela; en los procesales y de igualdad estarían Argentina, Bolívia, Brasil, Chile, Costa Rica, México, Paraguay y Uruguay; y en procesales de libertad y de igualdad Colombia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Nicaragua y Perú. Para el caso particular de México, se le ubica como uno de los países en déficit sobre seguridad, los temas sobre partidos y asociaciones políticas y la competencia como asuntos críticos.
            Los resultados del informe conjunto del PNUD y la OEA sobre la democracia en América Latina, advierten sobre su afectación por la alta percepción de inseguridad y la valoración baja del desempeño gubernamental frente a su combate. Se confirma que las nuevas formas de comunicación modifican y rectifican la política, conformando una nueva tecno-sociabilidad que modifica la subjetividad y, además, cambia los patrones de conocimiento sobre la vida cotidiana de las personas y comunidades. Esta nueva subjetividad constituye la nueva fuerza constructivista del cambio democrático.8 Lo que vuelve a centrar en México la importancia de analizar la relación existente entre bienestar subjetivo, valores culturales y democracia. Esto concuerda, en parte, con los resultados del análisis multivariante del bienestar subjetivo realizado, ubica la comunicación en los primeros lugares dentro de los indicadores subjetivos de bienestar. La estabilidad democrática se sustenta en gran parte en las formas de comunicación y no en la forma real de constitución de la participación ciudadana. No obstante, a pesar de eso, la comunicación no ha logrado legitimar los procesos democráticos.
            De alguna manera contrastante en la región, encontramos una democracia electoral avanzada con la peor distribución del ingreso en el mundo; un Estado de derecho funcional con altos niveles de corrupción, impunidad e inseguridad, junto a niveles altos de pobreza y una masa crítica de gente urbana, informada e hiperconectada. Sin duda, la generación o suministro de bienestar ciudadano es un elemento clave en la sostenibilidad de los regímenes democráticos, por ello se hace preciso su medición y estudio.
            En América Latina el debate sobre la consolidación democrática se transformó en un debate sobre su calidad institucional. El marco analítico propuesto por IDEA Internacional se ha consolidado como evaluación de la democracia, fundamentado en dos principios básicos: el control popular sobre la toma de decisiones y la igualdad entre los ciudadanos en su ejercicio.
            Estos principios se plasman a través de siete valores que operan como mediadores: participación, autorización, representación, responsabilidad, transparencia, capacidad de respuesta y solidaridad. Este marco se articula en más de 90 preguntas que se compilan combinando datos cuantitativos y cualitativos mediante cuatro ejes de evaluación (Morlino, 2014):

    1. Ciudadanía, legislación y derechos
    2. Gobierno representativo y responsable
    3. Sociedad civil y participación popular, y
    4. Democracia más allá del Estado.

            Este marco analítico parte de la idea de considerar que si a los ciudadanos se les da genuinamente la oportunidad de evaluar la responsabilidad del gobierno tomando como criterio la satisfacción de sus propias necesidades y expectativas, tendrán la capacidad para hacerlo. El segundo supuesto relacionado es que los ciudadanos, ya sea solos o como parte de un grupo, son los únicos jueces posibles de sus propias necesidades; ninguna tercera parte puede decidir esas necesidades, ya que no tendría una percepción de ellas totalmente precisa y clara. Los investigadores sugieren que el método más eficaz de examinar algunos asuntos, como, por ejemplo, la legitimidad del gobierno, debe ser a través de la respuesta percibida por los ciudadanos, más que a la respuesta real, esto nos retorna al proceso inicial, centrarse en los aspectos subjetivos de la evaluación de la calidad de la democracia.
            Los resultados de este análisis sobre La calidad de la democracia en América Latina muestran un patrón democratizante, ubican algunos países como democracias de «alta calidad» como Costa Rica, Chile, Uruguay, en menor medida, Argentina y Brasil, que muestran altos «puntajes» y desempeños exitosos en casi todos los componentes de la calidad democrática. De manera similar, las democracias de «baja calidad», están concentradas en América Central (El Salvador, Nicaragua y Venezuela), las cuales tienen un desempeño deficiente en casi todas las dimensiones subyacentes. México se ubica en términos medios de calidad.
            El reto planteado por Morlino (2014) para entender los determinantes que marcan la evolución de la democracia implica métodos más sofisticados y reflexiones teóricas profundas, esta es una de las contribuciones al vincular análisis multivariado con teoría de redes y grafos en la investigación, que permita describir los aspectos más relevantes de una estructura subyacente que no podría observarse de otra manera.
Siguiendo la metodología de IDEA Internacional en el estudio Situación de la democracia en México, coordinado por Emmerich, Gustavo E. (2009) señala que en México en los últimos 10 a 15 años se han afianzado las libertades civiles y políticas, en contrapartida aún persisten la desconfianza ciudadana en los procesos electorales y en las instituciones gubernamentales, una baja participación política, una extremada desigualdad económica; donde la corrupción junto con el clima de inseguridad, constituyen los grandes obstáculos para la plena vigencia de la democracia en el país.
Se realizó un análisis de los resultados de este estudio sobre la valoración realizada por el equipo de expertos a las 99 preguntas generales y específicas, sus evaluaciones sintéticas y valoraciones numéricas, a través del mismo método utilizado para el análisis del bienestar subjetivo y los valores culturales, otorgándoles un peso numérico específico según su evaluación (Mucho .1, Bastante 0.75, A medias 0.50, Poco 0.25), con el objeto de conocer sus principales componentes y los aspectos de la democracia mexicana que constituyen los ejes de su valoración. 9
El análisis muestra tres componentes principales sobre los cuales se sustenta la valoración de la calidad de la democracia, el primer componente se encuentra con cierto margen de distancia de los otros dos los cuales están más aglomerados. El primer componente está más cercano a ocho aspectos: 1. Los medios de comunicación son representativos de las opiniones de los diferentes sectores sociales, 2. Las normas y procedimientos sobre el financiamiento de las elecciones, 3. La confianza de la gente en la capacidad de gobierno del presidente de la república, 4. Si se hace algo para remediar los derechos económicos y sociales, 5. El respeto del gobierno a sus obligaciones internacionales sobre refugiados, 6. Servicios públicos accesibles y confiables, 7. Garantizar los derechos sociales y económicos de la población y 8. Si los medios de comunicación contribuyen con los valores democráticos.

Los componentes 2 y 3 se juntan, sin embargo el segundo centrado en la rendición de cuentas de la gestión gubernamental. Ambos integran diez aspectos: 1. La participación de los ciudadanos en asociaciones voluntarias, 2. Las relaciones del gobierno con organismos internacionales, 3. Si las necesidades vitales están cubiertas, 4. Si la descentralización ha resuelto los problemas identificados, 5. Si el país está libre de actuaciones paramilitares, 6. Los funcionarios públicos están sujetos al estado de derecho, 7. Confía la gente en que los funcionarios se hallan libres de corrupción, 8. El control civil sobre el ejército y la policía remedia los problemas detectados, 9. La policía y los servicios de seguridad rinden cuentas y 10. Si el sector de asociaciones y movimientos sociales es amplio y variado.
Estos componentes, sirven como indicadores para una valoración general de la situación de la democracia para futuros estudios, en este caso sirvieron para comprar sus indicadores con los aspectos subjetivos y valorativos de los mexicanos, en este sentido hay muchos retos por cumplir, la democracia es muy débil, excesivamente frágil, México parece una democracia en términos formales pero no lo es en términos sustantivos, coincidiendo con Héctor de la Fuente (2013), “se avanza en el reconocimiento y vigencia de las libertades civiles y los derechos-político electorales, pero se retrocede en la garantía y dotación de los derechos sociales” (p. 112). Se reconocen en términos generales, tanto en el ámbito electoral y de ciertas libertades públicas. Desde  el año 2000, México es un país en construcción democrática. Sin embargo, también ha pasado por un proceso esquivo, a casi dos siglos de su independencia, por la existencia de por lo menos seis intentos de democratización, cinco no perduraron y el actual va en fragmentación.
            En términos de indicadores tradicionales de bienestar social, entre los años 1990 al 2005 hubo una mejoría en las condiciones sanitarias, alimentarias y de alfabetización, empero permanecen y crecen las desigualdades regionales en términos de ingreso y la pobreza sigue en aumento 46.2 % de la población, paso de 52, 813, 000 personas a 55, 341, 600 entre el año 2010 al 2014 según cálculos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL).10
    De acuerdo con el informe coordinado por Emmerich, se concluye que México se situaría ligeramente arriba del punto medio entre el mínimo aceptable y el óptimo deseable. Es necesario advertir que desde esta óptica la democracia es muy joven, desde este punto de vista, aún no se ha institucionalizado o afianzado. La democracia en México no está consumada, los principales retos se encuentran en la necesidad de fomentar una verdadera cultura democrática.
El comportamiento de la población, marcada por una profunda desigualdad está enraizando una gran desconfianza sobre el auténtico interés y capacidad del régimen para abrir oportunidades que permitan mejorar las actuales condiciones de vida. Esta última consideración pone de relieve el componente de resultados que debe ofrecer la democracia, al señalar como central el elemento cultural coloca a la subjetividad, los valores culturales y la satisfacción de los mexicanos con su vida en el centro de análisis sobre el cual se sustenta actualmente el entramado institucional democrático.

1 Como bien lo define el autor hay variables como el rol que la ideología dominante asigna al Estado, el peso de los valores y tradiciones democráticas en la sociedad, el compromiso de la población con sus condiciones de vida, la correlación de fuerza entre las clases, son todos factores que intervienen en la fijación de los niveles de explotación posibles (Víctor M. Figueroa Sepúlveda, 2014, pp. 12-13).

2 Este proceso de potencialización, para Inglehart y Norris, no son suficientes para producir grandes adelantos, porque aún existen barreras estructurales e institucionales y los propios autores no esperan una transformación rápida en las creencias tradicionales enraizadas acerca de una división apropiada de los papeles sexuales prevalecientes en muchas sociedades, en especial las que están en vías de desarrollo (Inglehart y Norris, 2003/2005).

3 La Encuesta Mundial de Valores, es una red global de científicos sociales que estudian valores que cambian y su impacto en la vida social y vida política, conducida por un equipo internacional, con la asociación WVS y secretaría establecida en Estocolmo, Suecia. La revisión, que comenzó en 1981, procura usar los diseños de investigación más rigurosos, de alta calidad en cada país. El WVS consiste en revisiones a escala nacional representativas conducidas en casi 100 países que contienen a casi el 90 por ciento de la población del mundo, usando un cuestionario común. Cfr. http://www.worldvaluessurvey.org

4 El día de la boda, los novios saben que la tasa de divorcios es alta, y que la incidencia de decepción matrimonial todavía más, pero no creen que esas estadísticas tengan que ver con ellos (Citados en, Kahneman, 2012Quinta parte. Dos yo, Secc. 38. Pensamientos sobre la vida).

5 El mandato de IDEA es apoyar el crecimiento sostenible de democracias genuinas, y sus objetivos los siguientes: promover y fomentar la sustentabilidad de los sistemas democráticos, mejorar y consolidar los procesos electorales en el mundo, y facilitar un espacio de debate y acción entre personas y organizaciones involucradas en la promoción de la democracia. IDEA ha impulsado la realización de estudios nacionales denominados indistintamente “estado de la democracia” o “auditoria democrática”. Véase http://www.idea.int/es

6 Existen otro índices como: Freedom House, el Índice de Desarrollo Democrático (IDD) de Polilat, institución bonaerense vinculada a la Fundación Konrad Adenauer, el Índice de Democracia EIU, The Economist Intelligence Unit y el Índice de transformación por fundación Bertelsmann (BTI), que pueden explicar otros aspectos relevantes sobre el despliegue democrático en el mundo. En términos generales todos apuntan a un deterioro de la democracia en México desde 2006 al 2012.

7 Una definición distinta pero relevante es propuesta por Roberts 2010, pág. 31 «la calidad de la democracia es equivalente al grado en que los ciudadanos controlan a sus gobernantes o, alternativamente, a la fortaleza en la vinculación entre la ciudadanía y los responsables de formular políticas» (Citado en Morlino, 2014, p. 40).

8 PAPEP es un proyecto del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) impulsado por el Buró Regional para América Latina y el Caribe, es una red latinoamericana especializada y de alto nivel, para la prospectiva política y la asesoría estratégica para el desarrollo. PAPEP tiene impactos concretos en materia de prevención y gestión de crisis, promoción de diálogo democrático, implementación de políticas públicas y apoyo a ciclos electorales en 13 países de América Latina. Disponible desde http://papep-undp.org/content/crisis-global-y-democracia-en-américa-latina

9 El análisis factorial fue realizado a través de componentes principales con rotación Varimax, en 25 interacciones, la varianza total explicada fue del 100 %, el primer componente contribuye con 46.5 %, el segundo 31% y el tercer componente 22.5%.

10 Las estimaciones de pobreza en México 2014 fueron calculadas a partir de las bases de datos del Módulo de Condiciones Socioeconómicas de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (MCS-ENIGH) realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) entre agosto y noviembre de 2014, publicadas el 16 de julio de 2015 (CONEVAL, 2015).