Carlos Guido Masís
Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología
carlosguidomasis@gmail.com
La pobreza es tan antigua como la historia de la humanidad y ha sido objeto de estudio durante ya muchos años. Hasta los mejores exponentes de la economía clásica como Adam Smith y David Ricardo, estudiaron la pobreza en relación con la desigualdad analizando diferencias en el ingreso entre clases, aunque la justificaban para garantizar la estabilidad del orden social imperante en aquellos tiempos. Lo interesante es que en la tradición literaria sobre el tema ha seguido prevaleciendo la perspectiva económica de los ingresos como punto focal de todo análisis sobre la pobreza.
El nuevo milenio acentúa la atracción de una nueva perspectiva en el tratamiento de la pobreza, un enfoque aunque igualmente económico, considera aspectos sociales, comunales y culturales. Los escritos de Amartya Sen, que le valieron para el Premio Nóbel en Economía en el año 1998, por su contribución a la economía del bienestar, similar aporte brindó Muhammad Younos, Premio Nóbel de la Paz en el 2006, por sus esfuerzos en la creación del desarrollo económico y social de Bangla Desh, generando competencias productivas en la población pobre. Ambos pusieron de relieve los factores propios de la persona, la cultura y la sociedad como parte de la concepción de la pobreza. Luego han empezado a surgir estudios económicos con énfasis en el capital social y la cultura, al punto de tratar el tema de la pobreza de manera más allá que del ingreso de un dólar o dos dólares diarios.
Empero, más allá del interés literario y académico sobre la pobreza se hacía necesario el hecho de trascender a la realidad y enfrentar ese flagelo social de una vez por todas. Especial mención ha tenido la llamada Declaración del Milenio de las Naciones Unidas en el año 2000, con la proclamación de ocho objetivos de desarrollo que deben ser alcanzados al año 2015. Dichos objetivos responden a los más inminentes retos de desarrollo de la humanidad.
El primer Objetivo del Milenio se aboca a la erradicación de la pobreza extrema y el hambre y cuenta con un plan de acción a nivel mundial. Sin embargo, el enfoque de atención a este primer objetivo continúa siendo el ingreso y la cooperación internacional en infraestructura fundamentalmente. Se intenta resolver el problema de la pobreza invirtiendo en los componentes estructurales de la pobreza, pero no en la pobreza misma. El individuo, la persona en condición de pobre continua ajena al proceso de su propio desarrollo, no es el eje sobre el cual gravita la inversión sino las condiciones estructurales de su entorno.
El enfoque tradicional de atención a la pobreza no rompe con la llamada “cultura de la pobreza”, cultura cimentada sólidamente por la ayuda material y la caridad; esta cultura es producto de la “desesperanza aprendida”, como factor psicológico que inhibe la superación personal y la lucha por alcanzar nuevas metas de bienestar personal. El fenómeno de la marginalidad y exclusión social no es un asunto solo de ingresos sino de preparación personal para enfrentar los retos y dificultades de la vida diaria.
Nuestra perspectiva de estudio de la pobreza toma el tema de los ingresos solo como punto de clasificación de la población que vive en estas condiciones. Siendo el verdadero objeto de estudio y análisis la influencia de la personalidad sobre el nivel de ingresos. Es decir, hasta donde los ingresos son una variable de la influencia de la personalidad del individuo en su condición de jefe de hogar.
La persona en condición de pobreza es pobre merced a sus ingresos o es pobre porque su estructura psicológica no le permite desarrollar ciertas habilidades y competencias necesarias que le permitan acceder a un mejor ingreso? Esta es una interrogante crucial en nuestro estudio. Dichosamente hemos podido corroborar el trascendente impacto que tiene la personalidad en el acceso al ingreso.
La Teoría de los Cinco Grandes Factores de la Personalidad nos ha brindado la oportunidad de valorar la personalidad de la población bajo estudio, de acuerdo al rango de bajo, intermedio y alto en sus cinco factores; a saber, la extraversión, la agradabilidad, la escrupulosidad, la estabilidad emocional y la apertura a la experiencia. La población en estudio ha sido categorizada según los parámetros tradicionales del ingreso en pobreza extrema, pobreza y no pobreza; junto a una muestra poblacional típica de clase media para efectos comparativos únicamente.
Como conclusión podemos asegurar que el presente trabajo de investigación ha demostrado la enorme influencia que posee la personalidad, como constructo psicológico, sobre el nivel de ingresos. Estableciendo una relación directa entre la personalidad y la pobreza, quedando demostrada la pregunta de investigación porque el nivel de ingreso depende en mayor medida de la personalidad. De igual manera, hemos determinado cuáles son los factores de personalidad que tienen mayor impacto en el nivel de ingresos de la población bajo estudio. Y a raíz de esto último, también obtuvimos una primera aproximación del perfil de personalidad de la población pobre.
Los resultados derivados de este trabajo de investigación abren no solo un nuevo camino para la comprensión epistemológica de la pobreza como tal, sino una nueva vía para la atención y abordaje de este problema social. Tanto la donación como la caridad, importantes y necesarias, no resuelven el dilema social de la pobreza en la sociedad. Se requieren métodos de atención integral para la persona y su familia que viven esta calamidad, atención que va más allá de la simple ayuda material, igual de urgente es el desarrollo de las habilidades y competencias que le permitan conformar una personalidad más apta y adecuada para enfrentar la vida contemporánea.
El pobre seguirá siendo pobre mientras solo reciba ayuda material y donaciones, y difícilmente saldrá de esa condición a menos que se desarrolle integralmente su personalidad. En síntesis, la pobreza ha demostrado la incapacidad de los moldes tradicionales para solucionar este problema social; y a partir de hoy abrimos un nuevo camino que aseguramos nuevos avances y logros en el principal reto de la humanidad: la erradicación de la pobreza y el hambre.