LOS FACTORES DE LA ALTERNANCIA EN TLAXCALA. 1991-2001
Angélica Cazarín Martínez
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Cuando parecía que los desequilibrios provocados por la revolución de 1910 en México y después de la promulgación de la nueva Constitución Política de 1917 y de la aparente consolidación de Venustiano Carranza en el poder, los ejércitos revolucionarios fueron sustituidos por los nacientes partidos políticos, especialmente después del asesinato de Zapata en abril de 1919 (Rodríguez: 2002).
En esa época fueron cinco los partidos políticos: el Comunista Mexicano, el Liberal Constitucionalista, el Laborista Mexicano, el Nacional Agrarista y el Nacional Cooperatista. Varios autores coinciden en que estos partidos, salvo el Comunista, fueron de origen caudillista, puesto que en buena medida su existencia parecía estar subordinada por un caudillo (Fuentes: 1969).
La existencia de estos con la base caudillasta, se debía a la necesidad de encauzar la política por la vía de las elecciones y formas civiles de organización social y ya no más por la vía de las armas y enfrentamientos militares, toda vez que se pensaba que la Revolución, con el triunfo de Carranza sobre los otros ejércitos, había quedado atrás dando lugar a un proceso de estabilidad que debía construirse con instrumentos políticos formalmente democráticos.
Carranza fue asesinado en 1920 y el grupo Sonora (Huerta, Obregón y Calles)se hizo del poder. Con Obregón y Calles los partidos con carácter nacional fueron subordinados al centro, permitiéndose la existencia de partidos regionales y estatales que, en los hechos funcionaban como organizaciones de control de caciques o jefes políticos locales sobre la población.
Entre estos partidos destacaba el Socialista Fronterizo de Tamaulipas, el Socialista del Sureste y el Socialista de Occidentes, incluso el Comunista, pero estos perdieron importancia con la fundación del Partido Nacional Revolucionario (PNR) en 1929 (Rodríguez: 2002). La creciente participación de las masas en el PNR y el desarrollo del país, restaron fuerza a caudillos y caciques locales o regionales y en consecuencia, se fortaleció el partido del régimen convirtiéndose poco a poco en el Partido así con mayúsculas.
Después fue el ex presidente Calles durante el periodo conocido como el Maximato el que debilitó a los partidos anteriores al PNR, obligándolos a afiliarse al nuevo partido o desaparecer si se oponían a este. La oposición, tanto de extrema derecha (Los cristeros) como de izquierda (Comunista), había sido derrotada entonces.
La reorganización de las masas en centrales de trabajadores, como la Confederación de Trabajadores de México (CTM) (1936) y la Confederación Nacional Campesina (CNC) (1937), facilitó la transformación del PNR en el Partido de la Revolución Mexicana (PRM) en 1938.
El partido aglutinó básicamente a cuatro sectores: el obrero, el agrario, el militar y el popular, fue así que en 1946 se convirtió en Partido Revolucionario Institucional (PRI), el cual por varias décadas facilitó la inclusión corporativa de los trabajadores.
Antes del cambio del PRM a PRI estuvo vigente la ley electoral de 1918, que permitía la formación y el registro de partidos prácticamente sin ningún trámite: 100 personas podían constituir un partido. Bajo este estatuto se fundó el Partido Acción Nacional (PAN) en 1939. Para las elecciones de 1940 Juan Andrew Almazán formó su partido, el Revolucionario de Unificación Nacional (PRUN) y presentó la primera oposición relativamente peligrosa a la Presidencia de la República desde 1929.
Después de la experiencia de Almazán y quizá con el propósito de evitar otro evento de competencia, fue modificada la ley electoral imponiendo entre otros el requisito de 30,000 miembros, a razón de 1,000 en cada una de por lo menos dos tercios de las entidades del país. Aparte del PRI sólo reunía esta formalidad el PAN el Partido Fuerza Popular de nueva creación de la organización ultraderechista (fascista en esa época) denominada Unión Nacional Sinarquista (Rodríguez:2002).
Es probable que para contrarrestarla se le haya dado el registro al Partido Comunista aunque no reuniera los requisitos cuantitativos que establecía la nueva ley electoral, esto explica la inclusión de un artículo transitorio que especificaba que para la elección de 1946, y sólo por esa ocasión, los partidos podrían registrarse con 10,000 miembros. La otra posible razón de tal reforma y del registro de comunistas y sinarquistas pudo ser la pertinencia de presentar a una población creciente e inconforme opciones electorales como respuesta de expresión y de la agudización de la lucha de clases como consecuencia del capitalismo de posguerra.
En 1945 otro disidente del PNR-PRM-PRI Miguel Henriquez Guzmán formó su partido, La Federación de Partidos del Pueblo Mexicano (FPPM) para contender en las elecciones de 1946 y aunque retiró su candidatura para las elecciones de 1952 el partido de Henríquez fue revitalizado pero perdió y después la matanza de los henriquistas en el centro de la capital del país, el gobierno federal modifico otra vez la ley electoral subiendo a 75,000 miembros el mínimo para registrar un partido (2,500 en cada una de por lo menos dos tercios de las entidades).
Como premio por haber dividido a la oposición el PRI, le ratificó el registro al partido de Lombardo Toledano el Partido Popular fundado en 1948 y al Popular Socialista a partir de 1960 aunque este último no cumplía con los requisitos, de igual forma se le dio el registro al Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM).
Fue así que el PRI, PAN, PP-PPS Y PARM, fueron los principales partidos legales en 1958 hasta las elecciones de 1976. Hubo otros partidos, unos con registro y otros sin él, pero no alteraron el sistema de partido dominante del PRI. En el cuadro Nº se muestra esquemáticamente los partidos que existían formalmente desde 1946 hasta 1976, así como su fecha de registro y candidatos a la Presidencia de la República.
En esto tiempos son dos los tipos de opsición partidaria lo que se han presentado en México: la propiamente partidaria legal y la que Araujo (2002) denomina cismática , aunque existen los partidos ficticios o de conveniencia.
La oposición ha sido de derecha y de izquierda. La derecha es un espectro muy amplio, que fluctúa entre el extremo que va desde los fascistas o los nazis, hasta el reformismo burgués conocido como posiciones de centro que defendían el sistema capitalistas contra opciones alternativas, tales como el socialismo e identificado con el gattopardismo .
La izquierda ha sido una corriente que todavía a mediados de los 80, postulaba en general al socialismo como una alternativa positiva frente al capitalismo. En México el PRI se ha presentado como un partido de centro, aunque estrictamente hablando ha sido un partido de derecha, salvo en un corto periodo (entre 1933 y 1938) en que se presentó como de izquierda reformista.
En este sentido el PAN y a los partidos derivados del sinarquismo y son considerados como de derecha y a los partidos de tendencia socialista como la izquierda. Por muchos años la izquierda fue el Partido Comunista Mexicano fundado en 1919, aunque hubo otros partidos de este signo, como el Partido Obrero Campesino Mexicano (1950-1963) (Alonso:1990), los partidos pertenecientes a la corrientes espartaquista (de finales de los 50 a finales de los 60) (Fernández:1978) y las organizaciones maoístas y trotskistas y las que pudieran encuadrarse en el marco del reformismo de izquierda y la socialdemocracia (Carr:1996).
Así mismo, Padgett (1996) establecía que los partidos políticos son de dos tipos: los permanentes y los transitorios. Los primeros serían aquellos que tiene funciones institucionalizadas, que no surgen en una coyuntura y que no deben su permanencia a ella, los otra parte los transitorios, serían aquellos que surgen y desaparecen en función de la una elección presidencial, pero que deben su existencia y orientación a líder, lo que en su momento Calles denominaba familia revolucionaria.
Con lo dicho antes podemos sugerir que en México, los tres grandes partidos de origen cismático han sido el Partido Revolucionario de Unificación Nacional (PRUN) fundado por Juan Andrew Almazán fundado en 1940, la Federación de Partidos del Pueblo Mexicano fundado por Miguel Henríquez Guzmán en 1952 y el PRD que en su inicio tuvo como plataforma electoral una coalición de varios partidos denominada Frente Democrático Nacional con Cuahutémoc Cárdenas Solórzano en 1988) (Garrido:1993). Cabe resaltar que hasta ahora los partidos de origen cismático han sido más competitivos en términos electorales que los partidos denominados como permanentes de acuerdo a la clasificación de Padgett.
La reforma política de 1977 (Reyes Heroles:1977) tuvo el objetivo de involucrar en la lógica electoralista a los partidos, y se propuso ante la eventualidad de brotes sociales como resultado de la crisis económica, desviar éstos hacia las urnas electorales. Esta reforma fue un avance importante en términos electorales para la vida política de México, pues abrió el abanico de los partidos políticos y permitió el fortalecimiento a la larga de oposición electoral en México.
La reforma del 77 se inició antes de que López Portillo entrara en funciones como Presidente el 1º de diciembre de 1976. Existía la intención de proporcionarle registro a partidos que representaran nuevas opciones para los electores. Estos partidos habrían de ser el Socialista de los Trabajadores (PST), el Mexicano de los Trabajadores (PMT), el Comunista Mexicano (PCM) y el Demócrata Mexicano (PDM).
En la nueva ley electoral denominada Ley Federal Electoral de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales (LOPPE), se contemplaron tres tipos de registro para los partidos: definitivo (PRI, PAN, PPS y PARM), condicionado al resultado donde obtuvieron su registro el PST, el PCM y el PDM, y como asociaciones políticas nacionales (Partido Revolucionario de los Trabajadores (trostkistas), la Unidad de Izquierda Comunista (escisión del PCM dirigida por Manuel Terrazas), Acción Comunitaria (después Partido Socialdemócrata) y Unidad y Progreso (Rodríguez:2002).
Fue así que para 1978 hasta 1988, los partidos que contaban con registro y presentaron candidatos a las elecciones presidenciales fueron los que se detallan a continuación en el cuadro Nº 2.
La elección Presidencial de 1988 fue un parteaguas en la historia electoral de México y por supuesto el cambio en el sistema de partidos dando paso a una etapa de mayor participación partidaria electoral, es decir, pasamos de un pluripartidismo con partido dominante a un modelo de pluripartidismo donde el PRI ha perdido el monopolio en el triunfo de las elecciones, un sistema electoral con elecciones cada vez más competitivo.
La reforma de 1996 generó que el control de los procesos electorales ya no estuviera en manos del gobierno, sino del Instituto Federal Electoral como organismo autónomo y ciudadanizado. En este contexto el espectro de partidos con registro quedó conformado por PRI, PAN, PPS, PARM, PFCRN Y PRD. El PRT y el PDM, perdieron su registro y el PCM-PSUM-PMS desapareció. El socialismo, como expresión partidaria-electoral de la izquierda, también desapareció (Rodríguez:1997).
El régimen político posrevolucionario y tradicional en México entró en crisis al ceder el poder a la tecnocracia (políticos con alto nivel de calificación), los políticos del PRI tradicional vieron disminuidas sus probabilidades de acceder a esferas de decisión.
1994 fue una año muy complejo para México, año en que México entro a formar parte del bloque comercial con Estados Unidos y Canadá y que supuestamente colocaba al país, entre los países del primer mundo, estallo una revolución de los más pobres del país, los indígenas de Chiapas, dejando claro el desarrollo desigual y la inequitativa distribución del ingreso. El movimiento del EZLN, el asesinato del candidato del PRI Luis Donaldo Colosio y Francisco Ruiz Massieu este úlitmo Secretario General del PRI (Rodríguez:1997).
El resultado de los procesos electorales de 1988 impacto el esquema actual del sistema de partidos en México, lo que generó un modelo tripartidista (PRI, PAN y PRD) aunque existen otros. El esquema de partidos actual desde 1994 hasta 2000 se detalla en el cuadro Nº 3.
El antiguo régimen político mexicano fue sustituido por otro en proceso de construcción, el sistema de partido con partido único utilizó durante años la política de carro completo para el PRI, los partidos de oposición fueron inhibidos en sus posibilidades de crecimiento y no acceso al poder, que se reflejaba directamente en las leyes electorales y en los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) y en los gobiernos locales.
Esta situación en el sistema de partidos comenzó a cambiar a partir de los 80, la crisis económica, la aparición de los tecnócratas, las crisis y fracturas de los partidos especialmente el PRI, la creación del IFE, las reformas electorales, son algunos de los factores que encaminaron este cambio aun inacabado (Aziz Nassif:2004). En la actualidad el sistema de partidos en México es tripartidista ya no existe el antiguo sistema de partido dominante o hegemónico, los partidos políticos también cambiaron, abandonando sus antiguos principios mas o menos ideológicos para convertirse en partidos de definición ambigua donde el objetivo es ganar votos adecuando el discurso político para ser mas competitivos.
En resumen, las fuerzas político-sociales actuales se encuentran a la expectativa y sin una propuesta alternativa clara y coherente a la que critican y se oponen. La alternancia en México ha sido entonces el resultado de una progresiva descomposición del viejo régimen arrastrando con ello la caída de actores, cacicazgos, líderes, e intereses, lo que ha hecho surgir nuevas estrategias para acceder al poder con una base más legítima. La democratización mexicana se encuentra en una fase inicial llena de riesgos y fragilidades, vivimos un momento en el cual el viejo régimen no se termina de ir y el nuevo no ha podido instalarse completamente.
El cambio del modelo democrático representativo en México se ha caracterizado a diferencia de otros procesos de transición y alternancia en el mundo, como un cambio en el gobierno que se logró mediante el sufragio en las urnas de forma pacífica y sin que se diera un rompimiento del marco institucional vigente, producto también de numerosos procesos de negociación entre las fuerzas políticas e instituciones electorales que permitieron que el poder se sometiera al veredicto ciudadano en las urnas logrando relativamente comicios más transparentes que en el pasado. Es así que la alternancia remite hoy a la existencia del poder compartido que exige la convergencia, el establecimiento de acuerdos y la corresponsabilidad en la tarea de gobierno entre las diversas fuerzas políticas.
La democratización mexicana ha tenido ritmos heterogéneos y tiempos largos. Hay tres aspectos que han sido claves y que tienen larga historia y en este proceso: En primer lugar, el sistema de partidos que ha cambiado en su número, tamaño, en su vinculación con la sociedad, su capacidad y experiencia para gobernar. En segundo lugar, los procesos electorales que han sufrido una acelerada transformación en sus formatos de competencia, desde el modelo de partido hegemónico hasta su crisis, hasta llegar a la plena competencia y alternancia, todo en un lapso de 25 años, y en tercer lugar, las reglas electorales que han tenido una evolución notable desde el control absoluto del PRI en gobierno y en las elecciones hasta el actual modelo de autonomía y ciudadanización (Asís Nassif:2004).
Como ya se ha dicho, desde las reformas político-electorales de 1977 a la fecha, se han incrementado la participación de la oposición. El progreso alcanzado en este campo se debe al desarrollo de nuevas fuerzas sociales y a su participación en partidos políticos de oposición tanto de derecha como de izquierda, porque la ruptura de importantes sectores sociales con el partido oficial (PRI) ha alterado paulatinamente el traspaso de simpatías a otras fuerzas políticas, abriendo el paso a la consolidación de la oposición en el país.
Esta transformación del régimen político mexicano, implicó sustituir un sistema de partido hegemónico por uno multipartidario, con alternancia en el poder en todos los niveles gubernamentales desde la Presidencia de la República hasta los ayuntamientos, y en algunos casos como el de Tlaxcala hasta lo que se conoce como el cuarto nivel de gobierno: las presidencias de comunidad, conocidas antes como presidencias auxiliares.
Antes la estabilidad del sistema político mexicano partía del enlazamiento de redes que sustentaban y garantizaban que al obtener la candidatura el partido oficial, el triunfo y la ostentación del cargo quedaba asegurada (Padua:1993). Durante más de 60 años fue la regla de funcionamiento para todos los niveles de elección, aunque sería años más tarde y a nivel municipal donde empezaría a reconocerse los triunfos de los partidos de oposición.
La historia política contemporánea de nuestro país, está marcada por la existencia de elecciones regulares pero no competidas, el eje principal de la transición mexicana a la democracia, es sin lugar a dudas, la reforma político-electoral que tiene como objetivo específico, abrir espacios de participación y representación política para nuevas corrientes de opinión, construir un padrón electoral con una credencial para votar con las máximas garantías de confiabilidad, conformar una autoridad electoral independiente del gobierno y de los partidos políticos, pero sujeta en todo momento al escrutinio de estos últimos, fueron estos entre otros, temas centrales de la agenda del reclamo democrático del México de entonces.
Se debía considerar al mismo tiempo, que la apertura implicaba también la posible situación de tensión política en momentos determinados como fue el caso de la contienda electoral por la Presidencia de la República en 1988, ganado la elección el candidato del PRI Carlos Salinas de Gortari en contra del candidato del PRD Cuahtemoc Cárdenas.
Este hecho impacto negativamente los procesos electorales por la falta de credibilidad ciudadana que abarcaba desde el instrumento mismo para votar, pasando por la institución encargada de administrar los comicios llegando hasta la propia instancia calificadora. Ello hizo que las reformas de 1977,1989-1990, 1993, 1994 y 1996, fueran cuestionadas (Peschard:1999) y las subsecuentes también.
Actualmente el sistema de partidos en México necesita todavía, resolver diversos problemas y subsanar vacíos para hacer gobernable esta democracia incipiente, estos vacíos se remiten a dos aspectos importantes, el estructural que tiene base en tres componentes de una fórmula complicada, un presidencialismo acotado, un gobierno dividido y un esquema multipartidista. El presidencialismo más exitoso en términos de estabilidad política funciona en un esquema bipartidista no multipartidista; el gobierno dividido se desarrolla con mayor eficacia en un sistema parlamentario, no presidencial y por último la confrontación entre partidos es intensa, todo el tiempo hay elecciones que son oportunidades para confrontar no para consensar. En este contexto la gobernabilidad en una democracia es débil aún.
El otro punto es dinámico y tiene que ver con el futuro de los partidos; se trata del financiamiento público. Con la reforma de 1996, se logró equidad en la competencia y competitividad en el sistema de partidos, sin embargo, el financiamiento público de los partidos ha llegado a un límite. En otros países, se ha llegado a una petrificación del sistema de partidos a favor de los más grandes, así como el peligro de que las fuerzas políticas se conviertan en partidos anquilosados con la consiguiente pérdida de contacto con sus adherentes (Castellanos:1998). Por ello, esta marcada preeminencia del financiamiento público debe ser vista como una etapa transitoria. En México estamos llegando a esta fase y se reclama un ajuste inmediato.
El camino a la consolidación democrática es sinuoso y la actitud de los partidos políticos en general ha sido la propia de una etapa de alternancia. Es un comportamiento que también tiene que ver con la ausencia de una cultura sólida en el terreno de la competencia tan intensa que estamos viviendo en el país. En este nuevo escenario, los partidos, incluido el PRI están transitando aunque no necesariamente de buena manera, a una mayor maduración política.
En la nueva sociedad política que caracteriza al México del siglo veintiuno, pareciera que los partidos y los distintos sectores sociales siguen rumbos divergentes que no parece que puedan cruzarse con la idea de cumplir con los requerimientos de un modelo de democracia representativa. En este esquema, los partidos lucen en auge, plenos de posibilidades, ricos de la riqueza pública, potenciados por los medios modernos de comunicación, partícipes de una sociedad política cada vez más exclusiva, cohesionada por el ejercicio indiferenciado del poder y a la cual solamente se ingresa mediante un complicado procedimiento de admisión hoy supervisado por el Instituto Federal Electoral.
En el caso mexicano los partidos políticos no siempre fueron como los conocemos hoy. En los tiempos de la Revolución Mexicana los ejércitos revolucionarios eran de alguna manera partidos políticos, en la medida en que tenían planes, proyectos para el México del futuro, ideologías que los distinguían entre sí, atracción de personas a la causa que representaban, dirigentes y condiciones disciplinarias. Es claro que no estaban organizados y muy probablemente ni siquiera pensados como partidos políticos y en muchos casos representaban a facciones (Rodríguez:2001).
Hoy se tiene que estudiar a los partidos desde el espacio de la crisis de la democracia, sobre la que Manuel Castells ha señalado que los partidos políticos han agotado su potencial como agentes autónomos de cambio social, viéndose atrapados en la lógica de la política informacional y cuando su principal plataforma, las instituciones del Estado-nación, han perdido gran parte de su importancia. Sin embargo, siguen siendo hasta hoy, los instrumentos esenciales para procesar las demandas de la sociedad, son entidades negociadoras legítimas (Castells:1999).
La alternancia en el poder es producto de una nueva realidad social y política, lo cierto es que el éxito o fracaso del proyecto nacional no podrá ser más el monopolio de un solo grupo, partido o individuo, sino que será necesariamente un reflejo de visiones e ideologías que caracterizan a la sociedad plural de nuestros tiempos y en este contexto, la alternancia política es el primer escalón.
Una de las propuestas sobre la clasificación de alternancia que hace Mario A. Carrillo (Carrillo:1994)) que ofrece tres clasificaciones para la alternancia, tomando como base los resultados electorales obtenidos por la primera fuerza opositora partidista el PAN desde su fundación hasta aproximadamente 1991. La clasificación que propone es la siguiente:
1. Espacios con alternancia consolidada: Son espacios donde son frecuentes los triunfos de la oposición, la alternancia en estos lugares es una realidad consolidada.
2. Espacios con alternancia en vías de consolidación: En esta categoría se encuentran espacios electorales en los cuales no se puede determinar aún si la tendencia hacia la alternancia será de corta duración, o bien se mantendrá cuando menos en el mediano plazo, en esta categoría se inscriben muchos municipios y distritos cuyos niveles de competencia se ha venido incrementando, sin que esto quiera decir que se haya instaurado definitivamente la alternancia.
3. Espacios con un pasado de alternancia: En esta categoría se ubican espacios en los que en el pasado la oposición obtuvo triunfos electorales durante un cierto periodo, pero que desde por lo menos mediados de la década pasada no han refrendado esas victorias.
El problema de esta tipología está en que se refiere a la alternancia, en términos de escenarios y no en términos de realidades gubernamentales, lo que pone su clasificación en términos de tendencias. Siento que la alternancia debe ser considerada en relación a gobiernos instalados. En segundo lugar, el referirse a la alternancia en el terreno legislativo complica su análisis, pues amplía la referencia al espacio distrital, en donde confluyen muchos órdenes de gobierno y una pluralidad de representantes en la toma de decisiones -que no son ejecutivas. Y en tercer lugar no problematiza el asunto de la competitividad electoral el cual, como hemos descrito en apartados anteriores no es forzosamente, una causa directa general de la alternancia. Por otro lado, no es posible incluir en una tipología, a espacios en donde ya no hay alternancia, que aunque sí la hubo, ya no la hay, quitando por ello los aspectos empíricos actuales y dejando sólo los aspectos tendenciales.
En el proyecto de investigación "Gobiernos locales y alternancia en Puebla 1990-2000" coordinado por René Valdiviezo (Valdiviezo:2004), se clasifica a la alternancia de otra manera, definiéndola como un fenómeno político en el que durante alguno de los periodos de gobierno local ocupó la alcaldía un gobierno de un partido político diferente al partido del cual surgió la administración municipal anterior. Para este efecto la clasificación es la siguiente:
1. Alternancia consolidada: Se aplica a los casos en que más de una vez en los 10 años de análisis, se presentan gobiernos de partidos diferentes.
2. Alternancia emergente: Es considerada en los casos en los que sólo se presentó en una sola ocasión para el periodo estudiado.
La clasificación que se utiliza para la presente investigación es la sugerida por Valdiviezo (2004).
La alternancia significa al menos teóricamente, la apertura de espacios para construir una agenda política que derive en una verdadera reforma del Estado, sin embargo, esta alternancia no ha significado todavía nada, las cosas siguen tal y como las vivimos durante los más de 70 años del régimen priísta, ahora el cambio fue sólo de color. En muchos sentidos, el 2 de julio no ha significado nada, ya que la estructura de las organizaciones políticas, siguen estando corporativizadas bajo el mando de los viejos líderes corruptos que reproducen las formas de control tradicionales, incluso aquellos que aun siendo ya militantes de otros partidos continúan con estas prácticas clientelares y de corrupción, por otra parte la efervescencia ciudadana, ha generado cada vez más espacios de lucha por la defensa de sus derechos, espacios que no puede minimizarse en la actualidad.
No se pretende negar la importancia del cambio de partido en el gobierno y los avances que con ello se derivaron en el terreno político, sin embargo, ello deriva de la forma como se estructuró el poder político en México. Después de las competidas elecciones de 1988 y que 1994 y 1995, en el Sistema Político Mexicano se dejó entrever lo que sería una crisis que para muchos, anunciaba un fin de régimen.
La crisis política se caracterizó por la incapacidad para dar respuesta a las demandas cada vez más complejas, de ello se deriva también la creciente participación ciudadana, esta nueva realidad social y política fue erosionando la estructura corporativista en que descansaba antes. Todo esto tuvo consecuencia un aumento de la incertidumbre y la competencia, que es una característica que define el proceso de liberalización política.
La historia de los gobiernos de alternancia en México comienza con los casos de los estados de Baja California (1989) y después de Chihuahua (1992) los cuales fueron muy importantes en la medida en que generaron mayores expectativas de apertura y cambio político democrático en el país. Estas experiencias de los gobiernos de alternancia en los estados, se convirtieron en el punto de arranque para la llamada y muy discutida transición mexicana, con lo que se reconoció con ello, que México entraba a un proceso de alternancia-transición iniciándose de la periferia al centro.
Seis años después del primer triunfo de la oposición (PAN) en Baja California, había cinco estados más gobernados por el mismo partido, sin embargo, el optimismo se moderó ya que la transformación o democratización del Sistema Político Mexicano era realmente un proceso mucho más complejo que el mero cambio de partido en el gobierno. Si bien en las entidades se dan muestras del cambio tanto en la esfera política, como en la administrativa, ello no ha sido suficiente. La alternancia no puede ser explicada sólo por factores locales sino que obedece a un proceso mayor y más complejo donde las fuerzas del centro influyen, nadie podría negar que para el gobierno del entonces Presidente Salinas de Gortari el reconocimiento del triunfo del PAN le generó al exterior una imagen de verdadera apertura democrática.
En esta medida los estudios de caso como la presente investigación, sobre la alternancia en los gobiernos locales (municipios) de Tlaxcala, permiten ampliar el panorama y con ello encontrar mayor elementos de análisis y explicación para este fenómeno.