Francisco J. Calderón Vázquez*
Giovanni Ruggeri**
Universidad de Málaga y Università degli Studi di Palermo
fjcalderon@uma.esRESUMEN
El enorme crecimiento observado en el sector turístico internacional en las tres últimas décadas junto a la existencia de evidencia empírica satisfactoria, en términos de contribución de las actividades turísticas al crecimiento económico en diferentes países, ha generado una suerte de consensus tácito (y acrítico) en torno al Turismo, como instrumento de desarrollo de la periferia mundial, provocando un creciente protagonismo turístico dentro de las políticas y estrategias de Desarrollo tanto de países de baja renta, como de zonas periféricas y areas en declive.
El presente trabajo plantea una revisión de la relación Turismo-Desarrollo desde la Teoria del Desarrollo y de sus principales paradigmas (Modernizacion, Dependencia, Neoliberal-Globalizador y Sostenibilidad-Alternativo) promoviéndose una visión del Turismo como fenómeno complejo que posibilita una reflexión fértil, cargada de prudencia, sobre las interacciones Turismo-Desarrollo.
Key words: Turismo, Desarrollo, Crecimiento Económico, Teoría del Desarrollo, Paradigmas del Desarrollo
JEL: L83, 014, F43, B29, C30
"Rethinking Tourism-Development Interactions: A Paradigmatic Review"
ABSTRACT
The huge growth seen in the international tourism sector during the past three decades and the existence of successful empirical evidence in terms of contribution from tourism activities to Growth and Development in different world’s areas. Thus has led to a sort of tacit consensus (and uncritical) over Tourism as a Development’s tool for low-income countries (or peripheral and declining areas) causing an increasing role of Tourism within the policies and strategies of Development.
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Francisco J. Calderón Vázquez y Giovanni Ruggeri (2016): Repensando las Interacciones Turismo-Desarrollo: Una Revisión Paradigmática, Revista Turydes: Turismo y Desarrollo, n. 21 (diciembre 2016). En línea:
http://www.eumed.net/rev/turydes/21/desarrollo.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/turydes21desarrollo
Introducción
En las últimas décadas se ha venido observando la generación de una suerte de consensus tácito en torno al Turismo como instrumento de Desarrollo de la periferia mundial. La generación de dicho consensus a partir de la Declaración de Manila (UNWTO, 1980), tiene mucho que ver con los posicionamientos explícitos de diversos (y significativos) organismos e intituciones internacionales que han subrayado, reiteradamente, las aportaciones positivas del Turismo al crecimiento económico (UNWTO, 2013; WB, 2006), a la reducción de la pobreza (UNWTO, 2002; UNWTO, 2003; UNDP, 2011), al desarrollo rural (OCDE, 1990; 1994; UNWTO, 1997) y al desarrollo de los paises mas desfavorecidos (UNCTAD, 1986; 1998b, 1998 y 2000; UNCTAD & UNWTO, 2001).
A pesar de su heterogeneidad, los citados posicionamientos condividen, como común denominador, la visión del Turismo como “motor de desarrollo”, idóneo para países y áreas perifericas o subdesarrolladas. De ahí, que se trate de facilitar la implantación o potenciación de actividades turísticas en dichas zonas, sobreentendiéndose que de la mano del Turismo llega el tan anhelado Desarrollo. Hipótesis que, curiosamente, parecen aceptarse sin despertar grandes criticismos en su derredor (Intermon-Oxfam, 2007; Cárdenas García, 2012). Observándose un creciente y, cada vez mas acentuado, protagonismo del Turismo dentro de las políticas y estrategias de Desarrollo, priorizándose las actividades turísticas sobre cualquier otra tipología productiva.
Parece claro, en términos de realidad, que la aparición del “consensus” no podría explicarse sin tener en cuenta tanto el enorme crecimiento de las actividades turísticas y del negocio inherente (Graf. N. 1, y N.2), en las tres últimas décadas a escala planetaria (Graf. N.3), factores que explican (pero no justifican) el enorme interes desplegado en torno al Turismo como tal actividad productiva y el ansia por participar en los beneficios que de éste parecen derivarse. Asimismo, se ha desplegado una poderosa corriente de pensamiento, apoyada en la existencia de evidencia empírica satisfactoria en términos de contribución del Turismo al crecimiento económico (Balaguer y Cantavella-Jorda, 2002; Parrilla et al., 2007; Holzner, 2011; Lee y Chang, 2008).
Sin embargo, los claroscuros y ambiguedades de la relación Turismo-Desarrollo ya fueron subrayados en el trabajo iniciático de Hermann Von Schullern “Fremdenverkehr und Volkswirtschaft” (Von Schullern, 1911; Múñoz Escalona, 2004), uno de los primeros textos en considerar al Turismo como "fuente de riqueza y, por tanto, de creciente bienestar, para aquellos países hacia los que se dirige, por lo que conviene fomentarlo” (Múñoz Escalona, 1991:1), si bien sin omitir, los “aspectos sombríos” del Turismo y la existencia de corrientes de pensamiento crítico, las denominadas “escasas voces”, hacia la actividad turística (Múñoz Escalona, 1991:1).
El presente trabajo parte, precisamente de dichas dudas o ambiguedades en torno a la relación Turismo-Desarrollo, su objetivo es revisar el rol del Turismo en el proceso de Desarrollo desde la perspectiva de los paradigmas más importantes de la Teoría del Desarrollo. Si bien, la finalidad última del trabajo no es la revisión en si misma considerada, sino plantear una visión compleja de las interacciones Desarrollo-Turismo, desarrollando un encuadre “plural” que posibilita una reflexión fértil (y prudente) en torno a dicha relación y sus limites. A tal fin, el texto se ha estructurado, tras esta introducción, en tres secciones más. En la primera, contrastamos mediante un analisis critico las ambiguedades existentes en la interacción Turismo-Desarrollo y sus lugares comunes a partir de la visión del Turismo como “motor” de desarrollo economico. En la Segunda, repasamos la visión del Turismo (y los roles a este atribuidos) en los mas importantes paradigmas del Desarrollo. Por último, en la Sección Tercera, procedemos a las conclusiones-reflexiones replanteando las interacciones Turismo-Desarrollo.
2. El Turismo ¿”Motor del Desarrollo? Claroscuros
La preocupación por el Desarrollo, como ítem fundamental en la agenda política internacional, surgirá con la necesidad de abordar la problemática socioeconómica del mundo surgido de la Descolonización, el denominado “Tercer Mundo” (Sauvy, 1952). A partir de éste momento, desde numerosas instancias tanto políticas como institucionales, se visualizará al Desarrollo como el proceso mediante el cual las unidades político-territoriales pretenden alcanzar determinados resultados en términos de crecimiento, bienestar y mejora de la realidad económica y social de las mismas. La mejora se entiende, en relación a una situación de partida caracterizada por sus connotaciones negativas.
Bien es cierto que las primeras formulaciones del Desarrollo tienen un carácter marcadamente economicista, identificando Desarrollo con Crecimiento Económico es decir, con crecimiento del PIB (Kuznets, 1955) o con transición sectorial, desde el Sector Primario agroganadero (y lo rural) hasta el Sector Industrial y “lo urbano” (Chenery y Strout, 1966; Chenery y Syrquin, 1975) y de ahi, hacia los Servicios y el Terciario.
Esa perspectiva economicista del Desarrollo fue evolucionando, ganando en complejidad, incorporando dimensiones políticas, sociales, antropológicas, culturales, éticas (Schumacher, 1973; Streeten, 1986; Anand y Sen, 1994 y 2000), medioambientales, ecológicas y de sostenibilidad (Daly, 1990; Barbier, 1987; Norgaard, 1988). Dichas dimensiones han enriquecido notablemente las primitivas acepciones economicistas pero, simultáneamente, han generado una gran complejidad, en términos operativos, del propio concepto de Desarrollo (Telfer, 2002), por lo que el componente “crecimiento económico” sigue actuando como una suerte de elemento coagulador sine qua non del Desarrollo (Sharpley, 2009).
¿Podría configurarse al Turismo como un mecanismo inductor o catalizador del Desarrollo? Si el Desarrollo es un proceso de cambio socioeconómico1 cuantitativo y cualitativo, mediante el cual las unidades o comunidades político-territoriales pretenden mejorar su realidad económica y social logrando determinados niveles de bienestar en relación a una situación de partida caracterizada por sus connotaciones negativas...¿Cómo puede el Turismo contribuir al desenvolvimiento de tales procesos de cambio sociales y economicos? Siguiendo a D. Seers (1969; 1977) el desarrollo sociecónomico “sucede” o se ‘produce” mediante la reducción o eliminación de la pobreza, la desigualdad y el desempleo, en el contexto de una economía en crecimiento. Por ello, si el “instrumento de desarrollo” a emplear fuera el Turismo, éste debería fomentar: crecimiento económico, creación de empleo, redistribución de la renta y reducción de la pobreza...
Con respecto al crecimiento, desde una perspectiva macro, se ha venido considerando que el Turismo “arrastra” o “empuja” a otros subsectores económicos, fungiendo como una suerte de locomotora, que dinamiza la Economía en su conjunto. ¿Cómo lo hace? los consumos y demandas derivados del subsector turístico generan linkages o eslabonamientos productivos (Hirschman, 1977; Hansen, 1993), con otros segmentos de la economía, encadenamientos contrastados normalmente a través de las Tablas Imput-Output (TIOT) (Chenery y Watanabe, 1958; Fletcher, 1994; Robles y Sanjuán, 2013). En esas relaciones intersectoriales desencadenadas por el Turismo, está la clave de su consideracion como herramienta de desarrollo(Figuerola Palomo, 1985). Si el Turismo genera un gran efecto multiplicador 2 sobre el conjunto de la Economía, a más Turismo mas crecimiento.
Por otra parte, la actividad turística aparece correlacionada con la mejora en las dotaciones de equipamientos e infraestructuras (Carner, 2001), incidiendo de este modo en la formación bruta de capital fijo de una economía en cuestión.
En relación a la definición de políticas socioeconómicas redistribuidoras de la renta (y a su financiación), el Turismo constituye, para el país receptor de turístas, una exportación de invisibles (Jenkins, 1980), que se traduce en ingreso de divisas 3, de ahi la virtualidad como sector generador y captador de divisas (Airey, 1978). Igualmente, los consumos turísticos pueden generar importantes ingresos fiscales (a traves de los impuestos indirectos), el denominado “enlace fiscal” del Turismo (Mamoozadeh y McKee, 1990). Tanto los ingresos estatales como las divisas extranjeras resultan imprescindibles en los países en vías de desarrollo para la financiación de importaciones, equilibrio de balanza de pagos y formulación de políticas redistributivas.
En términos de generación de empleo, el Turismo presenta una gran potencialidad, dada su carácter de actividad prestacional de servicios basada en prestaciones personales in situ. Ello supone una gama muy diversificada de puestos de trabajo, relacionados directa o indirectamente con la actividad turística (Culpan, 1987), desde los más complejos, que requieren de una mayor acumulación de habilidades y capital humano, hasta los más sencillos y simples. Ello posibilita el acceso al Trabajo de grupos desfavorecidos como mujeres, jóvenes, inmigrantes, minorías étnicas, etc., (Mamoozadeh y McKee, 1990) aunque se haga necesaria su capacitación (Carner, 2001).
Pero todas las caras tienen su cruz: para que las empresas turísticas puedan, en el curso de sus procesos productivos, configurar sus outputs necesitan de imputs suministradospor los restantes segmentos económicos y empresas. Por ello, el efecto multiplicador del Turismo estará condicionado por la capacidad de provisión de imputs que los proveedores del subsector turístico tengan. Si ésta no fuera suficiente en relación a las necesidades turísticas, sería necesario realizar importaciones, provocando crecientes salidas de divisas. Ello nos conduce a la problemática de las fugas o escapes de valor (leakages), reverso doloroso de la dinámica turística (Bryden y Faber, 1971; De Vries, 1972; Pérez Ducy, 2001; Goded, 2002; Hernández, 2003; Hernández y Santana, 2007).
La capacidad difusora e inductora del Turismo sobre el territorio a nivel de infraestructuras, equipamientos, actividad productiva y empleo, puede verse frenada por la concentración de la actividad turística en determinados enclaves, tipo resorts, villages, etc., (Harrison, 1995; Sharpley, 2000), normalmente ubicados en zonas litorales, costeras, adyacentes a los recursos turísticos o urbanas, tipo los resorts de Playa Bavaro, Cancún, etc. (Espuña y Viñas, 2002). Esto puede dar lugar a dualidades y fracturas territoriales importantes. En economías de pequeña dimensión la concentracion territorial puede conllevar la configuración de monocultivos turísticos (Defert, 1959; Turner y Ash, 1975), lo que significaría una gran dependencia de las fluctuaciones de los flujo turísticos. Por otra parte, la configuración del Turismo como sector capital de una economía hace que esta se oriente en función de las necesidades y requisitos del sector turístico, lo que podría desestimular o inhibir la inversión en otras actividades productivas (Young, 1973).
Asimismo, concentraciones masivas de actividad en picos de tiempo determinados podría desencadenar la degradación de los ecosistemas litorales, la urbanización acelerada y desordenada de la franja costera o, la esquilmación de los recursos naturales como el agua (Amin, 1976; Sharpley, 2000).
A su vez, la abundante oferta de empleos turísticos puede ser de elevada estacionalidad y poco cualificada (camareros, sirvientes, barman, lavaplatos, chóferes, guardias, etc.) ofertándose empleos de baja calidad y remuneración, pudiendo quedar ocupados los empleos cualificados por personal foráneo (Torres Bernier, 1991).
3. El Turismo en los Paradigmas del Desarrollo
Podemos entender por Paradigma al conjunto de directrices que posibilita proceder a una simplificación de la realidad, permitiendonos tomar las decisiones correctas en cada momento (Calderon, 2008). El paradigma, en su simplificacion, es un marco para la resolución de problemas o para la explicación de situaciones antes inexplicables o irresolubles (Calderon, 2008).
En el contexto de la Teoria del Desarrollo, los paradigmas mas significativos: Modernización, Dependencia, Neoliberal-Globalizador y Sostenible/Alternativo, pueden ser entendidos como una combinación de los fines ideológicos del Desarrollo con las estrategias y medios necesarios para alcanzar éstos (Sharpley, 2009), es decir, lo que en Política Económica serían fines y medios para conseguir dichos fines. Por tanto, de la singular visión que cada paradigma tenga de las actividades turísticas podremos extraer mucha información útil en torno a la relación Turismo-Desarrollo.
3.1. El Turismo en el Paradigma de la Modernización
En el imaginario internacional de los cincuenta y sesenta del siglo pasado el Desarrollo se planteaba como un iter procesual que debian recorrer los países (regiones o territorios) mas desfavorecidos para alcanzar mayores niveles de crecimiento económico y bienestar. Se trataba, basicamente de disponer de mayores cantidades de bienes y servicios con los que mejorar la situación desfavorecida de la inmensa mayoría de su población.
Dicho planteamiento coincide en lo esencial con las directrices de la Teoria de la Modernización, corriente de pensamiento donde confluyen diversos enfoques (Keynesianismo, neokeynesianismo, funcionalismo estructuralista) y multiplicidad de autores, aunque la contribución de W. Rostow (1963) resulte sustantiva, al plantear que el transito desde las economías primarias a las desarrolladas, se sucede a través de una secuencia de etapas, designándose como motor de dicho proceso de cambios la acumulación de capital, derivada de la modernización agraria y la industrialización.
La tesis de las etapas secuenciales, ha tenido en el campo turístico un alto eco (Krapf, 1963; Plog, 1974), así como notorias aplicaciones (Miossec, 1976; Van Doorn, 1979). Desde las coordenadas modernizadoras, el Turismo parece plantearse como un instrumento de gran potencial para la superación de los cuellos de botella típicos del subdesarrollo estructural: generando más PIB, más empleo y más inversión extranjera, además de las imprescindibles divisas (Davis, 1968; Cater, 1987; Cárdenas García, 2012). Asimismo, estimula la progresiva adopción social de hábitos y valores del mundo occidental fundamentales para la “modernización social”4 .
Se considera que la especialización en Turismo de los países en vías de desarrollo puede resulta ventajosa, dadas sus grandes ventajas comparativas al respecto, vista la abundancia de recursos naturales, susceptible de aprovechamiento turístico (Mamoozadeh y McKee, 1990; Brau et alia, 2011) y la existencia de un stock muy importante de mano de obra local, de muy bajo costo, en términos comparativos (Sharpley y Telfer, 2002). Por tanto, la actividad turística debe promoverse desde las instancias institucionales como vía de atracción de capitales y de transferencias tecnológicas (Jenkins, 1980) y como tal instrumento de desarrollo regional o territorial.
3.2. El Turismo en el Paradigma de la Dependencia
En las tesis dependentistas, el subdesarrollo “estructural” del Tercer Mundo es consecuencia directa del desarrollo del Primer Mundo, articulándose desarrollo con subdesarrollo, en términos de explotación colonialista e imperialista de unos por otros (Furtado, 1961; Dos Santos, 1968; Cardoso, 1972).
Aunque la gama de corrientes de pensamiento que confluyen en el campo temático de la Dependencia sea muy variada (Chilcote, 1974), corresponde al Estructuralismo, ya de perfil cepaliano (Prebisch, 1988) ya de corte neomarxista (Frank, 1966), un lugar de preeminencia en el tratamiento de las interacciones centro-periferia que, derivadas de la injusta división internacional del trabajo, conducen a la concentración de capital industrial y riqueza en los países centrales, mientras los países periféricos se ven abocados a desempeñar el rol de meros proveedores de materias primas que serán procesadas o consumidas por el centro (Prebisch, 1949, 1981; Singer, 1950; Sarkar y Singer, 1991).
Al estar sometidas las materias primas a oscilaciones cíclicas en sus precios, las relaciones comerciales entre países centrales y periféricos tiene un sesgo peyorativo para los mas pobres, quienes sufren un deterioro constante en los términos de intercambio comercial que los conduce hacia un empobrecimiento progresivo, al apropiarse los países centrales del excedente generado por los periferia (Emmanuel, 1973). De ahí, que las tesis estructuralistas recomienden la “desconexión” o desvinculación de los países centrales por los periféricos, rechazando ese comercio empobrecedor, propugnándose estrategias de desarrollo endógenas y políticas de industrialización sustitutiva de importaciones como instrumentos de actuación.
En las coordenadas dependentistas el Turismo aparece considerado como mera materia prima. Una más en el abanico productivo de los países subdesarrollados y, como tal raw material, explotada en condiciones coloniales o neocoloniales de dominación. En estas coordenadas, el multiplicador turístico viene desactivado por las múltiples fugas de valor producidas en tales contextos (Bryden, 1973). Asimismo, la acusada estacionalidad de las campañas turísticas condiciona la temporalidad del empleo turístico y su escasa cualificación (Pérez, 1974; De Vries, 1981). Por ultimo, el control monopolístico-oligopolístico que las multinacionales turísticas ejercen en la organización de la cadena de valor turística a nivel internacional (Pérez, 1974 Mathews y Richter, 1991; Britton, 1982 y 1989) provoca que estas, de un lado, se apoderen de la cuasi totalidad del valor generado in loco y, del otro, situa a los operadores locales en una posición de subordinación casi feudal frente a dichos lobbys (Turner y Ash, 1991; Britton, 1982; Lea 1993).
Desde las coordenadas dependentistas se enfatizan los diversos impactos negativos y colaterales que se derivan del desarrollo de actividades turísticas: desde los problemas de aculturación (occidentalización), choques y desencuentros culturales (De Kadt, 1979; Erisman, 1983; Nash 1989), hasta la degradación medioambiental (Amin, 1976; Kripendorf, 1982). Igualmente, se subrayan los shocks sociales, derivados de la dualización social que tiende a provocar el Turismo (Young, 1973, Butler, 1974; 1975).
Tambien se evidencian los impactos territoriales causados por la actividad turistica, visibles especialmente en pequeñas islas, espacios litorales y zonas húmedas (De Kadt, 1979; Picornell, 1993) subrayandose los impactos paisajísticos (Weaver, 1988).
No resulta extraña, por tanto, la visión peyorativa del Turismo en el paradigma dependentista. De ahi que, en términos operativos, sus propuestas traten de desvincular la actividad turística de sus vinculos neocoloniales. Para ello, se plantea una intervención muy activa del estado en la promoción, implementación y desarrollo de las actividades turísticas. Surgiendo cadenas de establecimientos hoteleros nacionales. Si bien, en su aplicación práctica tales delineamientos no estén exentos de contradicciones y despropósitos, como el endeudamiento externo derivado de la búsqueda de financiación de tales actividades (Sharpley y Telfer, 2002).
3.3. El Turismo en el Paradigma Neoliberal-Globalizador
En la matriz del Paradigma neoliberal-globalizador aparece una gama conceptual que oscila desde el rechazo visceral al keynesianismo, al welfare y a la intervencion estatal en la economía (Schuurman, 1993) hasta elementos neoclásicos (individualismo homo-economicista, “Laissez faire”, Mercado, ventaja comparativa ricardiana, minimum state, etc.) con un protagonismo macroeconómico evidente del denominado “supply side”.
Parece clara, con la distancia que proporciona el tiempo, la “conexión” del paradigma neoliberal a las recomendaciones del Washington Consensus y, en este sentido, a la Economia Global planteada como escenario idóneo para el desarrollo económico internacional. “Conexión” reflejada con precisión en las directrices básicas de dicho paradigma: orientación exterior e inserción en el mercado mundial, rol fundamental del mercado en la asignación de recursos y, por último, intensificación del protagonismo del sector privado en la economía con reducción simultánea del sector público (Brohman, 1995; Dubois, 2000).
El Turismo va a ser considerado un elemento fundamental en la estrategia neoliberal de Desarrollo, configurándose como un sector exportador alternativo (o complementario) de los tradicionales agropecuarios o minero-energéticos (Brohman, 1996), actuando como instrumento de diversificación exportadora. Asimismo, su capacidad para generar divisas y, simultaneamente, estimular la expansion del sector servicios explica el protagonismo del Turismo en los denominados Programas de Ajuste Estructural (SALPs, por sus siglas en inglés), uno de los instrumentos fundamentales del recetario neoliberal implementados por númerosos países del Tercer Mundo siguiendo las directrices del FMI y del BM (Ocampo, 2004). Protagonismo casi “fisiológico”, puesto que los objetivos prográmaticos de los SALP eran: la liberalización económica5 , el fortalecimiento del sector privado (mediante la venta de activos públicos a compañías privadas) y la atracción de inversión extranjera (Mosley y Toye, 1988; Lea, 1993; Dieke, 1995; Brohman, 1996b).
Esa enorme relevancia del Turismo dentro del corpus neoliberal-globalizador explica el apoyo acrítico al mismo por parte de los grandes organismos multilaterales de financiación (especialmente del Banco Mundial y sus agencias) 6, ya en la promoción de grandes resorts y centros turísticos, ya en el diseño e implementación de planes de desarrollo turístico (Incio Caballero, 2002; Hawkins y Mann, 2007).
A pesar de la escasa atención que se le ha venido prestando, la influencia del paradigma Neoliberal en el Turismo resulta mas que significativa en las últimas décadas (Sharpley y Telfer, 2002), puesto que los SALP, han tenido un gran impacto en los países de baja renta tanto en la manera de concebir el Turismo como en la implementación y desarrollo de las actividades turísticas. Y todo ello a pesar de sus evidentes contradicciones: empoderamiento de las élites locales (Dieke, 1995; Mchallo, 1994), debilitamiento de la res publica (Sindinga, 1999), continuidad de la configuración feudal de la cadena de valor turística internacional (Konadu-Agyeman, 2001), todo ello imbuido de un curioso “silencio” académico en su derredor (Brohman, 1995; Sharpley y Telfer, 2008)
3.4. El Turismo en el Paradigma de la Sostenibilidad
La eclosión del paradigma de la Sostenibilidad-Alternatividad, dentro de las grandes corrientes del Desarrollo, ha tenido una enorme influencia tanto en la percepción del Turismo en el mundo en desarrollo como en la configuración de los denominados “turismos alternativos”. Siguiendo a Brohman (1995), las señas de identidad de los mismos estarían, de una parte, en el rechazo de los modelos turísticos masivos, encarnados en el modelo de sol y playa, vinculados a la concepción fordista del Turismo, de acentuada índole estacional. Por otra parte, la participación comunitaria en la planificación e implementación de las actividades turísticas resulta una pieza central en la estrategia de desarrollo turistico alternativo. Asimismo, la pequeña escala y la propiedad local de los establecimientos e iniciativas turísticas es una de sus caracteristicas fundamentales. Por último, la conexión a elementos de sostenibilidad medioambiental y cultural constituye su denominador comun.
En las coordenadas de este paradigma, el Turismo se considera un medio para mejorar los niveles de bienestar de las comunidades locales, sin destruir o degradar el medioambiente (Espuña i Viñas, 2003). Este complicado equilibrio entre uso productivo (no destructivo) de los recursos y participación comunitaria es lo que provoca el énfasis en la planificación sustentada en la participación comunitaria que requiere, a su vez, del empoderamiento de comunidades y agentes locales (Murphy, 1985; Murphy y Bayley, 1989).
Aunque el debate entre sostenibilidad y turismo esta todavía lejos de haber terminado tanto en sus aspectos teóricos (Sharpley, 2000) como en los practicos (Rojas, 1999; Lumsdom y Swift, 1998), las líneas de investigación que se han ido generando en las dos ultimas décadas en torno a los turismos alternativos, como puedan ser “turismo y genero” (Scheyvens, 2000; Kinnaird y Hall, 1996), “desarrollo turístico sostenible” (Mowforth y Munt, 1998; Hall y Richards, 2000) o “ecoturismo” (Weaver, 2001, 2002) presentan resultados prometedores en términos operativos. Ejemplo de ello podrian ser los programas de desarrollo sostenible estandarizados, tipo el “Bali Sustainable Development Project” (Wall, 1993) que podrían actuar como referentes de gran interés para un futuro replanteamiento de la interacción entre Turismo y Desarrollo, a medio y corto plazo en muchos países en vías de desarrollo.
4. Reflexiones y Conclusiones
Las diversas ópticas de contemplación del fenómeno turístico y de sus relaciones con el Desarrollo que hemos manejado en el presente trabajo plantean al Turismo como un fenómeno complejo y relacional, donde las contradicciones, las ambiguedades y los claroscuros parecen estar muy presentes. Tanto la visualización del Turismo por los diferentes paradigmas como la funcionalidad otorgada a este, indican hasta que punto el Turismo es un medio y nunca un fín en si mismo considerado. Como tal “herramienta” el Turismo es adoptado y remodelado en todos y cada uno de los paradigmas analizados, “instrumentándose” de diversas formas, desempeñando diversas funciones de cara a la consecución de determinados objetivos en función del horizonte teleológico del Paradigma en cuestión.
Esa versatilidad para coadyuvar al logro de determinados fines de política económica, unida a su capacidad de mimetizarse a las circunstancias de cualquier contexto territorial (rural, urbano, insular, del mundo desarrollado o del subdesarrollado, etc.), convierten al Turismo en un gran agente de cambio y de transformación económica, social y territorial, a pesar de las ambiguedades y contradicciones observadas. Radica en esa capacidad (o potencialidad) de transformar la realidad, la virtualidad que diferentes autores, diferentes corrientes de pensamiento (desde diferentes ángulos ideológicos) e instituciones internacionales han venido achacando al Turismo en su interacción con el crecimiento y, por ende, con el Desarrollo. Ello, a su vez, explica el enorme protagonismo alcanzado en las últimas decadas por el Turismo a nivel empírico. De hecho, el “consensus” en torno al Turismo y a su relación con el Desarrollo no es sino el reflejo institucional internacional del auge, teórico y empírico del Turismo en el mundo actual.
Si la cuestión a contestar fuera ¿Es el Turismo un instrumento de Desarrollo? No resultaría, ni fácil ni simple dar respuesta a la misma, dada la multidimensionalidad y complejidad del Desarrollo y, en paralelo, la instrumentalidad del Turismo anteriormente mencionada. Por ello, aunque las actividades turísticas puedan estimular (o coadyuvar) al crecimiento económico, seria un error generalizar (o aseverar rotundamente) que dicho impulso económico se vaya a traducir, automáticamente, en mayores niveles de renta o de bienestar para la población. A su vez, la presencia de elementos contradictorios en la implementación y desarrollo de las actividades turisticas hace que resulte cuestionable su consideración como tal agente de Desarrollo, puesto que el sentido de los cambios que el Turismo trae consigo no necesariamente va a resultar positivo.
Las posibilidades redistribuidoras de la renta y riqueza generadas por el Turismo, elementos sine qua non del Desarrollo, dependerían de muchos factores: tanto de los agentes institucionales del país (y de las regulaciones normativas por ellos establecida) como de la participacion de las gentes en la implementacion de tales actividades. Asimismo, resulta significativo el paradigma por el que se apueste a la hora de implentar el Turismo en un determinado emplazamiento en cuestión.
Desde esta perspectiva de prudencia en torno al Turismo y sus efectos de cara al Crecimiento y Desarrollo, se haría necesario evitar esos automatismos y mecanicismos que, por el momento, parecen impregnar tanto los discursos de diversos organismos internacionales como la evidencia empírica de los practitioners. En este sentido, se hace necesaría una óptica más compleja, menos instrumental del Turismo y de sus interacciones con la Economía, el Desarrollo y la Sociedad.
Lejos de apagarse, la polémica sobre las interacciones entre Desarrollo y Turismo, iniciada tras la Segunda Guerra Mundial, se mantiene viva, a pesar de los años transcurridos y de las mutaciones observadas en la implementación de las actividades turísticas. A más de un centenar de años de distancia de la obra de Von Schullen, nuestro conocimiento de la relación Turismo-Desarrollo es mayor que entonces, cuantitativa y cualitativamente, pero aún con todo, resulta insuficiente.
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2 Impacto contratado a través del “Multiplicador Turístico” (Archer 1982; Archer, y Fletcher, 1990) y de las Cuentas Satélites del Turismo (Cuadrado Roura y Arranz Calvo, 1996).
3 Mientras que para el país emisor de turistas, el Turismo supone una importación de servicios, con la peculiaridad de que se produce el desplazamiento del consumidor de tales servicios turisticos.
4 Entendida como una suerte de occidentalizacion, con todos sus clarosocuros.
5 Entendida como reducción drástica del Sector Publico y liquidación de los monopolios estatales.
6 Como la Corporación Financiera Internacional (IFC, por sus siglas en inglés) o el Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones (MIGA, por sus siglas en inglés).
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