TURyDES
Vol 3, Nº 8 (septiembre/setembro 2010)

LA PRODUCCIÓN ACADÉMICA EN EL TURISMO: EL CASO ARGENTINO

Maximiliano Korstanje (CV)

 

Introducción

Luego del iluminismo, los pensadores, intelectuales y profesores universitarios han jugado un papel primordial en el ordenamiento del mundo capitalista (Berger, 1989) (Díez, 2001). Lo expuesto sugiere la idea que “la inteligentsia” de cualquier disciplina (científica o no) deriva de un orden económico que la fundamenta, condiciona y precede. En Roma antigua, eran los “filósofos” y sus diferentes ramificaciones quienes se acomodaban en complicidad (como el caso de los estoicos) o en oposición al orden político vigente (Korstanje, 2008); en el siglo XIX fueron los primeros psicólogos, sociólogos, antropólogos o escritores literarios aquellos que en analógica situación coexistían con el orden colonialista (Said, 2004). En la actualidad, el turismo se consolida (aunque con objeciones) en una disciplina académica por cuanto que opera en comunidades cerradas (claustros universitarios), cuyos hallazgos se hacen públicos en revistas especializadas (journals o papers), y en consecuencia como en el caso francés se constituye un órgano colegiado para regular la actividad (academia). En otras palabras la conformación de toda disciplina sigue el siguiente modelo teórico: la conformación de un grupo (reducido) de personas con saberes y/o intereses de aplicación comunes; la construcción de comunidades de estudio acorde a los intereses mencionados; la aparición de medios gráficos y de prensa (papers, journals, revistas, periódicos) de los hallazgos en materia de estudio de estas comunidades (investigaciones, reflexiones, artículos, etc) y finalmente, la formación de una Academia u órgano colegiado capaz de regular la actividad en forma coherente.

Lo expuesto, nos lleva a cuestionarnos críticamente ciertos postulados relacionados a temas educativos y la posición que estos grupos de intelectuales toman dentro de la cada área de investigación. ¿Cómo se conforma una clase intelectual?, ¿qué vinculo tienen éstos con las estructuras económicas?, ¿qué función cumplen los intelectuales en el turismo?, ¿es el turismo un símbolo de estatus o simplemente una actividad técnico productiva?. Desde una perspectiva cuantitativa, se han trabajado cuatro variables principales de la economía argentina: a) producción anual PBI desde 2000-2004, b) índices de producción científica en Ciencias humanas (no tecnológicas), c) registros de alumnos en carreras de Ciencias humanas y Económicas, d) registro de incorporación de alumnos en turismo y hotelería.

Discusión Inicial del Tema

Para los primeros pensadores mercantilistas del siglo XVIII, la sociedad estaba estructurada en cuatro “clases” principales definidas en cuanto a su forma de producir. Por ejemplo, Genovesi clasificaba a los hombres en “personas que producen inmediatamente”, “personas que no producen inmediatamente” y “personas no productivas”. Dentro de este contexto y siguiendo al autor de referencia, el profesor Díez señala: “la primera clase es la formada por cazadores, pescadores, labradores, pastores, mineros, artesanos, fabricantes, etc. La segunda – personas que no producen inmediatamente – la componen los que distribuyen y conservan bienes. Si estos son escasos decae la industria y se alienta el monopolio comercial; si excesivos, faltarán los brazos de la primera clase. De todas formas, el exceso no es muy temible en esta clase si se deja obrar a la naturaleza del interés …la tercera clase – también de efectivos útiles que no producen inmediatamente – es una clase de servicio: protección, educación, religión, etc. Finalmente hay una última clase, la de los puramente improductivos o socialmente dañinos” (Diez, 2001: 39-40).

Pero no ha de ser hasta la aparición de B Mandeville (S. de las luces) y su concepto de “amor de sí” y “amor propio”, cuando el mercantilismo se convierta en una verdadera teoría sustentadora del lujo y el consumo. En efecto, el autor sugiere la existencia de dos tipos de sentimientos en los hombres: el primero, relacionado con el deseo de conservación (amor de sí) y todos los esfuerzos necesarios para satisfacer esas necesidades. El segundo, hará referencia al deseo de ser “más” (amor propio) por el cual los hombres rivalizan entre sí, compiten, se someten, y exhiben valores de auto-valoración y reconocimiento público. El lujo y la ostentación de la riqueza, no pueden explicarse si no se tiene en cuenta este principio último en el cual todo individuo adquiere una posición simbólico-política. (Mandeville, 1985)

En este mismo sentido, podemos reubicar a los intelectuales y profesores universitarios dentro de la rama “inmediatamente no productiva”. Sus funciones se orientan a prácticas de servicio distribuyendo, archivando y manejando conocimiento. Su posición está más vinculada al “amor propio” (en el sentido de Mandeville) como agentes de competencia política que a simples consumidores. Todos sus corpus teóricos siempre quieren “más” y se orientan a la explicación del entorno en el cual se encuentran insertos. Este hecho lleva a su vez, a la ostentación en detrimento de la austeridad, aún intelectual. Por el contrario, para Peter Berger los intelectuales forman parte de una “grupo” burgués moderno cuya finalidad es reforzar y mantenerse dentro de los ejes del capitalismo. En efecto, aun cuando los “expertos o intelectuales” se configuren como un grupo contestatario del orden capitalista-burgués o empresario, sus intereses se encuentran estrechamente vinculados. El capital de los intelectuales, a diferencia de los empresarios no es el “dinero” sino el conocimiento. La postura de Berger, a nuestro tema de estudio resulta interesante desde dos ejes principales: a) los intelectuales refuerzan por medio de la educación el orden mercantil vigente, y b) se constituyen como un grupo antagónico y a la vez suplementario de la burguesía. Tanto empresarios como intelectuales pugnan por la hegemonía de los modos productivos y los medios aunque sin alterar el régimen. (Berger, 1989)

Por otro lado, es posible que exista un refuerzo impuesto por medio de la educación a una estructura (económica) de mayor complejidad; para ser justos, esta idea fue sostenida (antes que Berger) por el filósofo francés Emile Durkheim. Este autor consideraba a la educación una forma “social” por la cual se preparaba a los individuos por medio del disciplinamiento, la adhesión o participación y la autonomía. La función última de todo proceso educativo, era la inserción del recurso en el engranaje económico de la propia sociedad. Por ese motivo, la herramienta más útil para analizar el papel de los intelectuales y educadores en la vida de un pueblo, era la historia. A diferencia de los casos anteriores, el educador en la teoría durkheimiana tiene un papel de capital importancia para la estructura económica y social. (Durkheim, 1997) (Durkheim, 1999) (Durkheim, 2003) (Durkheim, 2004)

No es extraño, si seguimos este razonamiento observar la conformación de estructuras (redes) entre los “intelectuales” y las burocracias económicas. Las interacciones posteriores e inserciones de los profesionales “adoctrinados” en los claustros académicos, generan verdaderos lazos de solidaridad corporativa. Las formas en que se dan las interacciones profesionales son variadas, dentro de las mismas, existen “lazos débiles” que si bien se mantienen con cierta periodicidad no guardan la misma intensidad que nos unen a nuestro propio grupo. Desde un punto de vista estratégico, una persona con una suma considerable de estos lazos puede a información no redundante que utiliza en su beneficio al momento de competir por un puesto. (Granoveter, 1973) (Pozas y otros, 2004)

Sin embargo, esto no resuelve el problema planteado ya que ni Durkheim, ni Berger puede explicar como la “inteligentsia” se conforma como grupo “dominante” ni mucho menos el rol que tiene en la conformación de una disciplina (científica) como puede ser el turismo. Para abordar satisfactoriamente esta cuestión consideramos necesario remitirse al economista noruego, Thorstein Veblen y su magnifica obra titulada la Clase Ociosa. ¿Por qué Veblen sostiene que los intelectuales son parte de la clase ociosa?, ¿Cuáles son entonces sus herramientas de poder y coacción frente al mundo productivo?.

La Clase Ociosa en Veblen

Thorstein Bunde Veblen, economista estadounidense de origen noruego nacido en 1857, fue uno de los primeros en estudiar ciertos aspectos relacionados al consumo conspicuo y la emulación pecuniaria. Sus hallazgos y reflexiones, fueron un amplio material para sociólogos, psicólogos y antropólogos de todas las épocas. Entre sus obras, se destaca (como ya hemos mencionado) La Clase ociosa obra que por sí misma destaca entre otras cosas el papel de los intelectuales como clase destinada a la no productividad (Jiménez Guzmán, 1986). En el turismo, Veblen fue adaptado y en cierta manera mal interpretado. Más específicamente se nos habla de los turistas como “una clase ociosa” cuyas dinámicas y demandas se basan en el consumo ostentoso; si es posible que esto sea así, Veblen nunca estuvo preocupado o pensó en los turistas como exponentes de la clase ociosa. A líneas generales, ello nos lleva a una re-interpretación de Veblen en forma detallada y reflexiva.

La responsabilidad en la lectura sesgada de Veblen introducida en la literatura turística se le debe a Dean Maccannell quien sugirió una división lineal antagónica en la vida social entre trabajo y ocio. Para Maccanell el turismo se articula como una estructura ideológica cuyo fin es la expansión de la sociedad moderna. Las relaciones laborales son cada vez más impersonales y frías, a la vez que gran parte de la vida emocional del sujeto es relegada a la esfera del ocio, y sobre todo a la industria de los viajes y el turismo. Esta especie de burbuja se presenta como una realidad ilusoria que atrae y transporta temporalmente al sujeto hacia un destino basado en la fantasía y la irrealidad. “El acto de realizar una visita turística es, entre las alternativas ociosas, el que mejor se adapta para que el turista participe en una relación con la totalidad social moderna. En cuanto trabajador, la relación del individuo con su sociedad es parcial y limitada, asegurada por una frágil ética laboral y restringida a una posición única entre los millones que conforman la división del trabajo. Como turista, en cambio, el individuo puede entrar en el drama universal de la modernidad” (Maccannell, 2003: 10). En cuanto exponente máximo del ocio, el turista se constituye así como el referente de la “clase ociosa”. Pero como veremos a continuación esas no fueron las preocupaciones originales de T. Veblen. No casualmente, el subtitulo de la obra de Maccanell se titula una nueva teoría de la clase ociosa.

Quizás razón haya tenido Kenneth Galbraith quien en el prólogo de La Clase Ociosa decía así: “sólo hay que tomar en cuenta que, si se desea apreciar a Veblen, se le debe leer muy cuidadosa y lentamente. Veblen ilustra, divierte y deleita, pero sólo si se le dedica bastante tiempo” (Galbraith, 1974, XX). En este sentido, nos proponemos re analizar al autor de referencia, en base a los problemas (cuestiones) planteados en la introducción del presente artículo. Para Veblen, las sociedades se dividen irreparablemente en clases. Si bien existen varias de ellas dentro de un grupo extenso, por lo general adquieren una tendencia bipolar a constituirse en dos principales: la productiva-técnica y la ociosa. Además, existe una vinculación directa de la producción económica con el paso de la historia; en los orígenes de la vida social nómada y sedentaria podemos observar una carencia de la emulación pecuniaria. Veblen lo explica de la siguiente forma, “durante aquella fase primitiva de desarrollo social en que la comunidad es aún habitualmente pacífica, acaso sedentaria, y no tiene un sistema desarrollado de propiedad individual, la eficiencia del individuo se demuestra de modo especial y más consistente en alguna tarea que impulse la vida de grupo. La emulación de tipo económico que se produzca en tal grupo será, sobre todo, emulación en el terreno de la utilidad industrial” (Veblen, 1974:24).

A la vez, que una sociedad pasa del “Estadio de Salvajismo” cambian las condiciones de vida aumentando los incentivos de emulación. La actividad de los hombres adquiere un “carácter de hazaña” y se reemplaza la productividad por el premio, los botines, el honor y los trofeos. Llevado esto mismo al trabajo, Veblen distingue el “trabajo productivo” de los “servicios”. Pero ¿cuál es la influencia del ocio más específicamente?. Una clase ociosa surge (resumidamente) de la concatenación de diversas variables. En primera instancia, existe una sustitución e incorporación del principio de propiedad; esto significa asignarle al acto consumista (ostentación de riqueza) un aspecto de transferencia simbólica. Veblen, lo escribe muy claramente “la posesión de la riqueza confiere honor; es una distinción valorativa (individuos dictintion)” (ibid: 32).

Por otro lado, la propiedad comienza como forma de botín en un sentido de “trofeo”. La organización comunal “primitiva” poco a poco fue dando lugar a organizaciones más complejas. Los individuos comenzaron a enfrentarse con otros grupos que les eran hostiles. La propiedad reposaba sobre el principio de guerra y en consecuencia se daba una comparación entre los poseedores y los despojados. A esta etapa, Veblen la denomina “propiedad comunal”; es decir, la propiedad como institución descansaba sobre una simbología distintiva del grupo. Pero, cuando los hombres adquieren la riqueza o la posesión individual gana mayor peso como forma de reconocimiento y estima. La riqueza en cierta manera, confiere honor a quien la posee y éste último, se legitima en ella. Sin embargo, ¿cuál es más específicamente el papel del ocio?

Veblen, comienza su capítulo III diciendo “el efecto inmediato de una lucha pecuniaria como la que se ha escrito esquemáticamente sería – de no estar modificada su influencia por otras fuerzas económicas u otras características del proceso emulativo- hacer a los hombres industriosos y frugales” (ibid: 43). La eficiencia es en las clases productivas (inferiores) una forma también de distinción social. Pero en los estratos superiores se da una especie de “suciedad ceremonial” en la que “todas las personas de gusto refinado sienten que ciertos oficios –que convencionalmente se consideran serviles- llevan unida con inseparabilidad una cierta contaminación espiritual. Se condena y evita sin titubear un instante las apariencias vulgares, las habitaciones mezquinas (es decir, baratas) y las ocupaciones vulgarmente productivas” (ibid: 45).

Esta necesidad de ostentar bienes los cuales toman un sentido simbólico, llevan indefectiblemente al “consumo conspicuo”. Precisamente, éste es uno de los valores más presentes y distintivos de la “clase ociosa”. Los individuos que forman parte de la clase ociosa se interesan por las cuestiones teóricas y abstractas, en cierta forman establecen ciertos códigos y normas de modales para adoctrinar a las clases productivas. Por otro lado, en su afán de ostentación prefieren practicar ocupaciones relacionadas a la educación, la guerra, los deportes, el gobierno y los quehaceres religiosos. Por tanto para Veblen, conforman en general a este grupo: gobernantes, deportistas, clérigos, militares e intelectuales. En este sentido, el ocio para el autor no significa otra cosa que “pasar el tiempo sin hacer nada productivo: 1) por un sentido de la indignidad del trabajo productivo, y 2) como demostración de una capacidad pecuniaria que permite una vida de ociosidad”. (ibid: 51)

Este párrafo ilustra magníficamente el sentido que Veblen dio a su teoría; la que luego fue precisamente tergiversada por los intelectuales y aplicada a los turistas. En principio, Veblen no se refirió en ninguno de sus textos a los turistas como exponentes ejemplares de la “clase ociosa”. En primer instancia, esto se debe a que podríamos decir que los turistas son “momentáneamente ociosos” en el sentido por el cual deben reinsertarse en la producción cotidiana. Segundo, la posibilidad de practicar turismo es precisamente un código que revela una pertenencia a un grupo productivo. Al margen de cualquier especulación personal, es posible que ciertos grupos al no estar ocupados cotidianamente se dediquen a viajar por el mundo en forma de “eternos viajeros”; pero obviamente esto sugiere una idea de minoría. El turismo popular o masivo como hoy se conoce parece estar lejos del sentido de clase ociosa del propio Veblen. Por otro lado, se omite la descarnada y elocuente explicación del autor sobre los intelectuales; estos sí como verdaderos exponentes de lo que se comprende por una “clase ociosa”.

En su apartado XIV titulado el saber como expresión de la cultura pecuniaria, el economista estadounidense afirma “los hábitos mentales formados de este modo bajo la guía de profesores y tradiciones académicas tienen un valor económico –un valor por lo que afecta a la utilidad del individuo- no menos real que el valor económico similar de los hábitos mentales formados sin esa guía bajo la disciplina de la vida cotidiana” (ibid: 369). Los intelectuales al igual que los políticos buscan constantemente la distinción pecuniaria a través de cánones específicos como la disciplina y el saber. El esquema educativo se convierte, entonces, en una forma reproductiva de la “clase ociosa”. Continua el autor, “es en el saber, y de modo más particular en el saber superior, donde más patente resulta la influencia de los ideales de la clase ociosa; y como el propósito que aquí nos guía no es el presentar una exhaustiva recolección de datos que muestre el efecto producido por la educación por la cultura pecuniaria, sino el de poner de manifiesto el método y tendencia de la influencia ejercida por esta clase ociosa sobre la educación”. (ibid: 369-370)

En los inicios, el saber “primitivo” era monopolizado por los sacerdotes bajo pautas de transmisión ritualista-ceremonial. El interés particular, estaba vinculado a una especie de intersección transaccional entre las divinidades y los hombres. Uno daba una ofrenda para recibir a cambio protección y/o benevolencia por parte de los dioses. Este conocimiento le dio a esta clase un poder tanto sobre el vulgo como sobre los señores feudales. “el elemento del saber es aún, y ha sido en todo tiempo, un elemento muy atractivo y eficaz para la finalidad de impresionar y aun de engañar a los ignorantes; y a los ojos del analfabeto total la posición del sabio se valora, en gran parte en términos de su familiaridad con las fuerzas ocultas” (ibid: 371-372).

Para Veblen, el saber es un producto de un estrato vicario el cual deviene de los sacerdotes. Esta posición privilegiada de intermediarios entre lo divino y lo profano, les dio ciertos atributos ostensibles y plausibles de valoración económica por los cuales se alejaron del trabajo productivo. En su búsqueda del “significado”, los intelectuales (y también los sacerdotes) se constituyeron en una verdadera clase ociosa. La liturgia universitaria, recurre a diferentes objetos fetiche para legitimar su régimen como ser las togas, las tesis, la colación de grado, la ortografía, el birrete entre otras. Estos elementos rituales distinguen el saber superior del técnico. Mientras el primero se relaciona con una forma de consumo ostentoso, la primera se aboca a la producción tecnificada. Por otra parte, la complejidad del ritual en los claustros universitarios es otro hecho que marca la presencia de un grupo ocioso. No se educa para producir, sino que se educar por el sólo fin de hacerlo.

Desde otra perspectiva, Veblen nos ayuda a comprender la función de la erudición y la ortografía (como regla impuesta del lenguaje) en la reproducción de los intelectuales. En efecto, las reglas sintácticas y gramaticales dan sentido al lenguaje y a través de ella ubica a los eruditos en una posición de control y hegemonía sobre el resto. No basta con escribir y dar sentido a la escritura, sino hay que hacerlo de determinada forma. En otras palabras, es la propia gramática la que da sentido a la escritura. No es extraño ver a las “clases privilegiadas” de cualquier sociedad invertir verdaderas fortunas en la educación de sus hijos; como así tampoco ver la influencia de los sectores religiosos en la historia de la educación universitaria. De esta manera, la clase ociosa no sólo mantiene el control de los medios productivos, estéticos y de consumo; sino también de los educativos. “El caballero ocioso verdaderamente bien educado debe ver y ve el mundo desde el punto de vista de la relación personal; y es el interés cognoscitivo en la medida en que logra alcanzar expresión en él tiene que tratar de sistematizar los fenómenos sobre esa base. Así ocurre con el caballero de la vieja escuela, en quien los ideales de clase ociosa no han sufrido ninguna desintegración; y esa misma es la actitud de su descendiente actual, en la medida en que es heredero de todo el conjunto de las virtudes de la clase superior” (ibid: 390-391).

Si bien la Ciencia ha tomado contacto con el mundo industrial, su génesis para Veblen es parte inherente de la clase ociosa en el sentido impuesto del reconocimiento por mérito. Los científicos (al igual que los intelectuales) adquieren un valor y estatus específico dentro del grupo social. Pero lo que marca, quizás, con mayor elocuencia su pertenencia a este grupo, no es su accionar sino las formas de relación que en él imperan. En efecto, los científicos no tienen desarrollada la idea de comunidad en el sentido industrial; sus hallazgos son individuales como así sus formas de cooperación e integración. “así, pues, los hábitos mentales impuestos por la vida industrial moderna han encontrado expresión y elaboración coherentes como cuerpos de conocimiento científicos teóricos que se ocupa de la secuencia causal de los fenómenos, a través de esos grupos de hombres – investigadores, sabios, hombres de ciencia, inventores, especuladores – la mayor parte de los cuales ha realizado su obra más importante fuera del abrigo de las instituciones académicas” (ibid: 393). De esta manera, las humanidades modelan el sistema de consumo egocéntrico por medio de valores como la “belleza” y el “bien”; pero es en la excelencia (como forma honorífica) en donde los intelectuales tienen mayor influencia. La posibilidad de categorizar los saberes con términos como “bajo”, “medio”, “alto”, “superior” e “inferior” está fuera de toda lógica industrial. Al respecto, Veblen sostiene “todos estos epítetos son honoríficos o humillantes; es decir, son términos de comparación valorativa que, en último análisis, entran en la categoría de lo que contribuye a dar y mantener una buena reputación o a quitarla; es decir, corresponden al conjunto de ideas que caracteriza el esquema general de la vida del régimen de status” (ibid: 399=

Entonces, la hegemonía creada por estos centros de “excelencia” educativa es para Veblen una forma de crear sentido y transmitir códigos específicos de honor y estatus. El privilegio, es considerado por esta clase como el criterio principal de distinción y diferenciación entre los hombres. Una dicción “elegante” sea en lo oral como en la escritura es necesaria para distinguir al erudito de quien no lo es. En otras palabras, y concluyendo esta excelente obra “el lenguaje clásico tiene la virtud honorífica de la dignidad; provoca atención y respeto porque es el método de comunicación acreditado dentro del esquema general de la vida de la clase ociosa, ya que comporta una clara sugestión de que quien lo emplea ha estado exento de toda ocupación industrial. La ventaja de las locuciones acreditadas consiste en que favorecen una buena reputación, y la favorecen porque son complicadas y anticuadas y sugieren, por ende, un derroche de tiempo y la exención del uso y de la necesidad de emplear un lenguaje directo y vigoroso” (ibid: 406).

Hemos hasta aquí, trascripto y explicado el pensamiento de Veblen con respecto al papel de los intelectuales como estamento reproductivo de la clase ociosa. En este sentido, La Clase ociosa se conforma como una obra obligada para todos aquellos que incurran en temas de educación y trabajo. Pero además, explica y describe con lujo de detalles la influencia que los intelectuales han tenido a lo largo de los años en diferentes sociedades. Específicamente, para el caso del turismo sugerimos una re-interpretación de Veblen a la luz de aquellos que lo estudiamos (ociosamente). Es erróneo trasladar el concepto de “clase ociosa” a los turistas, y en ese acto quedar impunes de toda responsabilidad. Los turistas son un grupo tan productivo como un centro de participación gremial o industrial. De hecho, ¿como calificamos a los obreros quienes hacen uso de sus vacaciones en las costas de Mar del Plata?. Proyección perceptiva parece ser una palabra acorde y oportuna para la ocasión. Los intelectuales ven en los turistas el reflejo de su propia imagen.

Los intelectuales y el Olvido en Mary Douglas

En su libro Como piensan las instituciones, la antropóloga Mary Douglas cuestiona la capacidad de recordar y olvidar de ciertas instituciones académicas universitarias. “La memoria pública es el sistema de almacenamiento del orden social. Centrarnos en ella es el único modo de acercarnos a una reflexión sobre las condiciones de nuestro propio pensamiento.” (Douglas, 1996:104). Siguiendo al sociólogo Robert Merton, Douglas advierte que existe en el mundo académico una tendencia a olvidar los hallazgos y publicaciones de décadas y siglos anteriores. Según la autora, cada uno se esfuerza por demostrar que su idea es la más novedosa e ingeniosa, ocultando y omitiendo varios siglos de investigación o pensamiento. Existe en el “ethos” intelectual una necesidad por la primicia; por ser considerado el primero en …

El olvido sistemático, era considerado por Merton y a la vez por Douglas como parte estructural de la propia organización y los escenarios de constante competencia individual entre los investigadores. Al respecto, Douglas sostiene “el conocimiento que una sociedad tiene de su propio pasado está controlado por unos cuantos procedimientos aceptados para efectuar reclamaciones individuales” (ibid: 108). A grandes rasgos, y concordancia también con Veblen, Douglas continúa “el análisis muestra que los científicos de renombre, gente por lo general tolerante y generosa, niegan furiosamente cualquier descubrimiento coincidente o previo porque sus pasiones están dominadas por la forma en que se encuentra organizada la ciencia. Merton, vincula la emoción, la cognición y la estructura social en un único sistema. En el terreno de la ciencia, las grandes recompensas se otorgan a las innovaciones acreditadas.”(ibid: 111)

En efecto, existen diversos mecanismos de diferenciación los cuales persiguen dinámicas individualistas. Estas últimas, les confieren a los “sabios” un honor estamental de grupo basado en la hazaña como atributo extra-ordinario. Esta hazaña se vincula estrechamente a la capacidad, habilidad y oportunidad de haber sido el primero en descubrir una teoría, aplicar una hipótesis o presentar una tesis. La originalidad otorga al investigador estatus y poder dentro de su propio grupo. De esta forma, la clase ociosa forma mecanismos de sentido que obligan a los científicos a pensar a la duplicidad de esfuerzos como algo inútil y innecesario. El sabio o teórico (como integrante de la clase ociosa) trasciende su “fama” por medio de la hazaña y la fuerza de la genealogía (su nombre). Douglas, es consciente al respecto y lo describe en forma excelente: “el concepto de descubrimiento original permea todas las formas de la vida institucional, y se refleja en premios y en la imposición de los nombres de los científicos a plantas, animales, sistemas de medida e incluso enfermedades” (ibid: 111).

Por último, existe en “la inteligentsia” -como grupo- una tendencia a la personalización y al engaño por medio de prácticas que llevan la marca del triunfo. Claramente, la autora advierte “las relaciones interpersonales de los científicos se rigen por una competencia institucionalizada en la que todo el mundo sale perdiendo: académicos de talante normalmente magnánimo se ven empequeñecidos por su propia ira destructiva al enterarse de la existencia de los competidores a sus pretensiones de haber sido los primeros y se muestran desconcertados al descubrir hechos discordantes que no encajan en sus categorías”. (ibid: 111).

Sin embargo, uno de los principales obstáculos que, a nuestro entender, presenta la tesis vebleniana y mertoniana es la carencia de datos cuantitativos que ayuden a respaldar sus ensayos. En cierta forma, si bien es elocuente la relación entre los modos y excedentes de producción con la conformación cultural de los intelectuales como grupos de presión, no quedan exactamente claro los contextos en los cuales esta clase surge realmente. Una sociedad industrial moderna con cierto nivel de producción (expresada en su Producto Bruto Interno) parece ser una condición específica para el desarrollo de un grupo dirigente orientada a la “abstracción”. Por otro lado, si partimos de la base que a mayor producción mayor es la posibilidad de generar excedentes dentro de una sociedad, entonces debemos asumir existe más probabilidades que aparezca una clase ociosa en comparación con aquellas sociedades puramente técnicas y agrarias. Por lo tanto: a) a mayor producción económica (PBI) entonces mayor será la producción ociosa (científica); b) a mayor producción de excedentes (PBI) mayor son las incorporaciones de estudiantes a las “Ciencias Humanas” en comparación con las “Económicas”; y c) a mayor producción de excedentes (PBI) mayor es la incorporación de alumnos en Turismo y Hotelería.

Análisis de datos

El Producto Bruto Interno de un país toma la función de medir la sumatoria de valores en bienes y servicios producidos en un período de tiempo determinado. Si bien, cabe aclarar que no necesariamente implica la producción de un país (ya que también toma prestamos del extranjero), es uno de los índices más usados en la actualidad para tal fin.

En el cuadro número 1 se observa desde 2000 a 2004 una clara tendencia de alza en el PBI. Para ser más exactos, el primer trimestre de 2000 marca un valor (a precio constante) de 264.6, en el mismo trimestre de 2001 baja a 259.2, 2002 continúa en baja hasta 216.8, para 2003 sube a 228.6 y 2004 continúa en alza con 254.3. Por otro lado, el valor mínimo registrado en este lapso es de 2002 con 216.8 (primer trimestre).

Evidentemente, como ya hemos mencionado el período 2002-2003 representa para la economía argentina quiebre abrupto. Particularmente, la crisis económico-financiera (2001) provocó una contracción en la economía; hecho por el cual podríamos medir nuestras variables de forma experimental formando dos grupos históricos. Ahora bien, analizar la producción científica no ha de ser una tarea simple ya que entran múltiples variables en juego. Sin embargo, hemos tomado como criterio de medición los proyectos de investigación y desarrollo registrados por el Ministerio de educación, Ciencia y Tecnología. Según datos de la fuente mencionada, los índices de trabajo científico entre el mismo período de tiempo por disciplinas, se vio fuertemente contraídos durante el período 2001-2002.

El cuadro número 2, nos demuestra para 2000 un total de proyectos de 15.773, cifra que sube en 2001 a 16.407 para luego caer a 15.601 y subir nuevamente en 2003 a 16.769. Dentro del rango analizado, el mayor aumento lo registra de 2003 a 2004 donde pasa de 16.769 a 18.918 respectivamente. Esto demostraría en forma superficial, que la hipótesis A se cumple ya que la producción Interna se relaciona con los proyectos científicos.

Por otro lado, la mayoría de las disciplinas demuestra una baja en los períodos 2001-2002 productos de la crisis económica, con la excepción de humanidades. Esta última para 2000 registra un total de 1.473, 2001 con 1.516, 2002 con 1.569, 2003 con 1.629 para luego sí caer en 2004 a 1.423 proyectos. De cierta manera, en contextos de turbulencia económica mayor han sido los proyectos en humanidades en comparación con otras ramas. Nuevamente, a medida que aumenta la producción bruta interna mayores son -en forma generales- la cantidad de proyectos de investigación científica. Si se analizan los datos correspondientes a la cantidad de docentes por Universidades nacionales desde 2001 a 2004 obtenemos una tendencia en aumento, con excepción de 2001-2002.

En el total de los establecimientos universitarios que dependen de la Nación, en 2001 se registraron un total de 113.269 docentes, cifra que baja a 109.394 para 2002 y sube nuevamente en 2003 a 111.139, 2004 repunta significativamente a 117.387 y 2005 se mantiene con leve baja de 117.359. Una mayor cantidad de cargos docentes, implica una mayor actividad universitaria y en consecuencia un mayor registro de alumnos en las aulas. ¿Pueden confirmarse estas suposiciones?. Si tomamos un contexto de depresión económica en Argentina como lo fue el año 2001, y contabilizamos la cantidad de graduados universitarios por disciplina obtenemos resultados interesantes.

De esta manera, el cuadro número 4 muestra como existe un mayor porcentaje de participación de egresados en materias de naturaleza social o abstracta, como lo son la medicina, la abogacía o la contabilidad en detrimento de materias de origen más técnico como la administración, la agronomía y la farmacia. Sin embargo, no existe todavía evidencia de que esa participación se vincule al nivel de producción económico.

Por el contrario, para el año 2003 las ciencias sociales encabezaron el porcentaje de graduados con un 38.3%, seguidos de las Ciencias Aplicadas con 22.3%, de la Salud con 20.5%, Humanas con 16.1% y Básicas con sólo el 2.7%. Estos datos cuestionarían aún más las hipótesis planteadas anteriormente (sobre todo la B y C). Si desagregamos los datos de los 38.3% que representan las Ciencias Sociales obtenemos que Economía y Administración encabezan la cantidad máxima de graduados con 43.1%, seguido de Derecho con el 37.1%. Sociología y otros junto a Ciencias de la comunicación representan apenas el 8.7% y 5.9% respectivamente. Esto marca que las diferencias precedentes solo fueron una cuestión de organización metodológica de exposición.

Para el año 2004, el cual entre otras cosas presupone mayor estabilidad económica, se puede apreciar un mantenimiento de leve alza en la cantidad de egresados de Economía (46.3%) pero una baja evidente en los estudiantes de Derecho (30.4%). Estos números vuelven a contradecir las hipótesis de que a mayor producción y en consecuencia excedente, mayores son las actividades de las clases ociosas y las disciplinas vinculadas a las humanidades y/o Ciencias Sociales.

Ahora bien, ¿existe realmente una relación entre los niveles productivos de una sociedad y la cantidad de graduados y/o alumnos que deciden estudiar una carrera?, ¿es lo mismo un graduado que un alumno?. Para responder esta pregunta y verificar las hipótesis B y C -en forma contundente- hemos recurrido al Anuario de Estadísticas Universitarias de la Secretaria de Políticas Universitarias dependiente del Ministerio de Educación (SPU). Esta fuente permite comparar la cantidad de inscriptos del sistema total tanto en el área pública como en la privada. Además, permite comparar datos entre 2000 y 2004 acorde a nuestro rango histórico pre-establecido.

En el último cuadro (número 8) se observa -en primera instancia- dos ámbitos diferentes de educación universitaria: el público y el privado. Dentro del público, donde la educación es gratuita, las disciplinas que marcan la mayor cantidad de inscritos en 2000-04 son Abogacía, Contador, Psicología, Administración, Sistemas, Medicina y Comunicación Social. Si comparamos con el sector privado el orden se mantiene en forma similar a no ser por la introducción del Turismo y la Hotelería como la séptima rama de mayor inscriptos. Esto quiere decir que esta última tiene una mayor representación en la Educación paga que en la pública. El costo que requiere el pago de una universidad privada nos indica la posibilidad de estar en presencia de un sector privilegiado con cierto poder adquisitivo. Esto a su vez, da pie a sostener que el Turismo como rama o disciplina académica se configura como parte de una verdadera clase “ociosa”. ¿Puede comprobarse esa afirmación?

Por otro lado, si analizamos los datos del sector público entre 2000 y 2004, no existe relación de las hipótesis B y C, las cuales sostenían que a mayor producción mayor son las incorporaciones de Ciencias Humanas en comparación a las Técnicas. Así, por ejemplo, Administración pasa de 15.998 (2000) a 13.706 (2004); Contador pasa de 27.304 (2000) a 23.190 (2004), Ciencias de la Educación pasa de 7.254 (2000) a 6.160 (2004) y Sistemas cae estrepitosamente de 17.147 (2000) a 12.670 (2004). Estas disciplinas humanas y técnicas observan una clara baja a medida que mayor producción se registra. Por otro lado, entran en alza las disciplinas técnicas como Agronomía la cual asciende de 4.053 (2000) a 5.313 (2004) y Kinesiología sube de 2.641 (2000) a 3.284 (2004). En el sector público no existe relación entre la producción y la especialización de las disciplinas.

Empero, en el sector privado los datos son bastante diferentes. En primer lugar, existe una tendencia general a la suba en la cantidad de alumnos registrados por materia; excepto en la carrera de Marketing donde se registraban 2.910 alumnos (2000) para caer a 1.635 (2004) y Sistemas con 4.906 (2000) a 3.566 (2004). El resto de las carreras sube estrepitosamente en contextos de mayor producción económica. Así, abogacía sube de 10.379 (2000) a 12.880 (2004), Contador va de 3.906 (2000) a 6.055 (2004), Hotelería y Turismo hace lo propio con 1.194 (2000) para subir a 1.769 (2004) y Nutrición con 437 (2000) pasa a 1.124 (2004) entre otras.

Por lo tanto, podemos afirmar que a mayor producción mayor es el aumento de los alumnos en materias tanto humanístico-sociales como Técnico-administrativas. En este contexto, debemos finalizar afirmando que las hipótesis de trabajo B y C no se cumplen como fueron planteadas. Es decir, ni en el sector público tampoco en el privado existe una clara relación entre el contenido de la disciplina y el nivel alcanzado de Producción de un país como hubiera querido el profesor T. Veblen. Por otra parte, es posible que el economista estadounidense hubiera considerado a todas las disciplinas universitarias como parte inherente a la hegemonía de la “clase ociosa” explicando los datos relevados. Sin embargo, esto continúa siendo sólo una especulación.

Conclusiones

La Clase ociosa se conforma como una obra obligada para todos aquellos que incurran en temas de educación y trabajo. Pero además, explica y describe con lujo de detalles la influencia que los intelectuales han tenido a lo largo de los años en diferentes sociedades. Específicamente, para el caso del turismo sugerimos una re-interpretación de Veblen a la luz de aquellos que lo estudiamos (ociosamente). Es erróneo trasladar el concepto de “clase ociosa” a los turistas, y en ese acto quedar impunes de toda responsabilidad. Sin embargo, cuando cruzamos los postulados de la tesis de la clase ociosa y el excedente con los datos empíricos dentro del período 2000-2004 en Argentina, encontramos algunas dificultades. Uno de los principales obstáculos que, a nuestro entender, presenta la tesis vebleniana y mertoniana es la carencia de datos cuantitativos que ayuden a respaldar sus ensayos. En cierta forma, si bien es elocuente la relación entre los modos y excedentes de producción con la conformación cultural de los intelectuales como “grupo de presión”, no quedan exactamente claros como y cuando surgen.

Para ser más exactos, si bien hemos descubierto que a mayor producción económica (PBI) mayor será la producción ociosa (científica); también sabemos que no existe en los ámbitos universitarios (público y privado) correlación entre las disciplinas humanísticas o técnicas con respecto a los niveles nacionales productivos; o por lo menos esa vinculante no parece en forma tan lineal. Sin embargo, es interesante el papel que la carrera de Turismo y Hotelería ejerce en el sector privado y su casi total ausencia del público como así también la tendencia en alza de la mayoría de las carreras en éste sector (el privado).

Ello nos obliga a cuestionarnos ciertos postulados con el fin de poder continuar nuestra investigación en futuros abordajes. Tal es así, que intentaremos resumir estas cuestiones en forma de preguntas para una mejor comprensión. ¿Por qué a mayor producción mayor es el aumento de alumnos en carreras que se dictan en institutos universitarios privados?; ¿Por qué no se da la misma tendencia en los claustros universitarios públicos?, ¿puede considerarse a la educación pública en retroceso o caída?, ¿Por qué el turismo no se ubica como una disciplina de estudio en el sector universitario público y sí lo hace en el privado?.

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