RESUMEN
En este artículo mostraremos como las nuevas autopistas oceánicas que abrieron los católicos Reinos ibéricos, cambiaron la historia de una forma totalmente global; la plata americana sirvió a los europeos occidentales para pagar sus deudas y comerciar con China. Pero dicha internacionalización llevó a franceses y británicos a la piratería, al mercado negro y a su propio proceso colonizador en el Nuevo Mundo, para mantener sus guerras contra España; hasta que, desde el siglo XVIII los Imperios francés y británico comenzaron la Guerra por el dominio mundial, que terminó en la batalla de Waterloo de 1815. Y finalmente, también indicaremos como en esta misma época Occidente tuvo tal desarrollo social que comenzó una transformación tan increíble que cambió totalmente el mundo, en el siglo siguiente.
PALABRAS CLAVE:
Imperio español, Nuevo Mundo, internacionalización de la economía, economía triangular, revolución financiera holandesa, Revolución Industrial, Ilustración escocesa y Primera globalización.
ABSTRACT
In this article we will show as the new oceanic highways that the Catholics Iberian Kingdom opened, they changed the history of a totally global form; the American silver served the western Europeans to pay his debts and to trade with China. But the above mentioned internationalization took Frenchmen and Britishers to the piracy, to the black market and to his own colonizing process in the New World, to support his wars against Spain; until, from the 18th century the Empires French and British began the War for the world domain, which ended in Waterloo's battle of 1815. And finally, also we will indicate since in the same epoch West had such a social development that began a transformation so incredible that changed totally the world, in the following century.
KEY WORDS:
Spanish Empire, New World, internationalization of the economy, triangular economy, financial Dutch revolution, Industrial Revolution, Scotch Illustration and The First globalization.
I.- EL ORIGEN DEL IMPERIO BRITÁNICO
En Rusia los aventureros recorrían Siberia para hacerse de oro con las pieles de las martas cibelinas, visones y armiños que ya se habían extinguido en Europa. Crearon una delgada hilera de campamentos atravesando todos los bosques siberianos. En este contexto, tanto los Zares como los Emperadores chinos comenzaron a temer que la otra parte negociara con los mongoles y desatara el quinto jinete del apocalipsis –las migraciones de las estepas- por lo que en la década de 1680 firmaron un acuerdo en Nerchinsk que produjo uno de los grandes cambios de la historia. La llegada de las armas de fuego cambiaron las normas históricas por lo que la nueva infantería pudo destrozar las cargas de caballería nómada. Así en el periodo de un siglo, rusos y chinos fueron cerrando las estepas de Ucrania al instalar en ellas guarniciones militares y comenzar a parcelar las tierras. Eso sí, los manchúes tomaron Pekín gracias a los mosquetes y cañones copiados de los portugueses y proclamaron la nueva dinastía Qing cuyos Ejércitos destruirían a los nómadas de Mongolia en 1697. De esta manera los Imperios agrícolas de los Romanov y los Qing, en los siglos XVII y XVIII, erradicaron a uno de los jinetes del Apocalipsis y evitaron así que la presión del desarrollo social al llegar al techo duro pudiese volver a desencadenar las grandes migraciones de las estepas como ocurrió en el siglo II y XII; provocando de nuevo el colapso de los núcleos junto con los otros cuatro jinetes del Apocalipsis –fracaso de los Estados, hambre, enfermedades y el cambio climático-. “La autopista de las estepas se había cerrado, y con ella se cerraba también un capítulo entero de la historia del Viejo Mundo”.1
Justo en esos momentos, los europeos occidentales comenzaron a abrir una nueva autopista oceánica que cambiaría la historia de una forma totalmente global; pues sólo un siglo después de que los Reinos católicos de la Península ibérica cruzaran por primera vez el atlántico y entraran en el Índico, la economía mundial rompió todos los moldes conocidos. Las nuevas técnicas de extracción que se aplicaron a las riquísimas minas del Nuevo Mundo, hicieron que Europa recibiese anualmente entre 1540 y 1700 unas cincuenta mil toneladas de plata americana; de las cuales dos tercios procedían del Potosí –Bolivia-. Hacia 1580 los envíos habían doblado la cantidad de plata que tenía Europa. Los Habsburgo la utilizaron para pagar sus deudas con los banqueros italianos que a su vez reenviaron a China que estaba realmente necesitada de ella. Pero la internacionalización de la economía levantó la envidia de Francia que provocó el primer ataque pirata del que tenemos noticias en 1536, y también fueron los primeros en volcarse en el mercado negro -décadas de 1520 y 1530- para intentar mantener sus guerras contra los Habsburgo; mientras que en la década de 1560 comenzó la venta de esclavos y el robo de carros de plata por parte de los contrabandistas ingleses. En este sentido, España y China reaccionaron tarde y mal porque sabían que una Guerra global contra la piratería duraría décadas –y enfrentarse a la Armada turca- aunque las flotas de ambos Imperios colaboraron en 1575 para acabar con los piratas de Filipinas. China comenzaría a imponerse pero España tuvo que enfrentase a los corsarios –piratas patrocinados por los Estados- como el francés.
Los ingleses saltaron del tabaco de Virginia al azúcar en el Caribe. Así los europeos se comportaron como los <<antiguos griegos>> que enviaban el trigo de las colonias a sus metrópolis, igual que hacían los colonos chinos y los rusos. Pero fueron los avances tecnológicos de la ingeniería marítima los que permitieron crear una economía intercontinental nueva. El comercio triangular: los productos manufacturados se llevaban a África por esclavos y se los intercambiaba por el azúcar del Caribe que luego vendían en Europa.
Inglaterra construyó su Imperio imitando el ejemplo del español que en el siglo XV tenía un Imperio desde Madrid a Manila pasando por México y Perú y al de nuestros hermanos portugueses en Brasil, Madeira, Santo Tomé, África Occidental, India, Indonesia y China. En este contexto debemos recordar que en 1493 el Papa mediante la bula Inter caetera asignó el comercio asiático a Portugal y el americano a España –dividiendo así el mundo- por lo que los portugueses obtenían especias, azúcar y esclavos; mientras que los españoles descubrieron oro y plata en el Nuevo Mundo.
Ante este panorama a Inglaterra, desde la época de Enrique VII, sólo le quedaba la vía de la expoliación, mediante la piratería, de los barcos y plazas españolas. Es más, Enrique VII llegó a conceder cartas de patente de navegación al veneciano Juan Caboto -1496- para que imitase el ejemplo de Cristóbal Colón2. Pero todo fue infructuoso. La envidia británica por los Imperios hispánicos aumentaría notablemente tras la Reforma cuando Inglaterra comenzó a pensar que tenía el deber religioso de crear un Imperio protestante para anteponerlo al de las católicas España y Portugal. El Imperio británico, por tanto, se creo como una reacción británica contra el poder imperial español, representante de la fe católica y la Monarquía absoluta, que con la plata americana y su preeminencia continental con el Sacro Imperio Germánico podía haber aspirado a la dominación global si la hubiera deseado.
En Inglaterra el Monarca no tenía un poder absoluto por el contrapeso de la Aristocracia, primero, y del Parlamento después. Es más, en 1649 un Rey inglés fue ejecutado por oponerse a los deseos políticos del Parlamento. La Corona británica dependía del Parlamento, pero esa debilidad tenía la simiente del poderío británico que dirigía el mundo siglos después. Pero hasta entonces Inglaterra se preguntaba por donde empezar a construir la contrarréplica protestante al Imperio español y empezaron explotando las inmensas pesquerías de bacalao en las costas de Terranova sobre 1503 y siguieron por la colonización de Virginia sobre 1603. Pero en ninguna parte encontraron el oro y la plata que obtenían los españoles y que según los ingleses como Sir Walter Ralegh amenazaba a todas las naciones de Europa. Siguieron por Gambia desde 1618 a 1621, asimismo como por Canadá y Guayana sin ningún éxito. En este contexto, de envidia y decepción, Inglaterra resolvió el problema tomando el camino de la piratería para obtener el oro que necesitaba de los barcos españoles. Comenzaba así la leyenda de Drake por el Caribe y Panamá en la década de 1570 o los ataques como el de Hawkins en 1581 a las Azores. Los españoles reaccionaron avanzando más en la región hasta el punto que en 1617 la flota dirigida por Ralegh para tomar Santo Tomé, a quien Jacobo I había sacado de la cárcel para tal efecto, terminó siendo un desastre que tuvo tal repercusión política que Jacobo I se vio obligado a colgar a Ralegh, y a todos sus hombres, a su vuelta a Inglaterra. Como afirma el profesor Ferguson el Embajador español de la época pudo denunciar a los británicos, en la propia Inglaterra, de << ¡Piratas, piratas, y nada más que piratas!>>. El saqueo de los británicos fue el germen de la piratería que legalizó Isabel I tanto como la creación de la flota que se enfrentó a la Armada Invencible. Entre 100 y 200 naves inglesas, anualmente, desarrollaron una guerra generalizada para apresar los navíos españoles en el Caribe desde 1585 a 1604. Los ingleses hasta 1540 no tuvieron una tecnología naval comparable a los Imperios católicos. Pero lo que hizo grande a Inglaterra fue que Piratas como Morgan invirtiesen el oro saqueado a España en propiedades para el cultivo de azúcar en Jamaica. Cultivo que haría despegar al Imperio británico. De hecho, la vieja base de los bucaneros británicos, no tardó en convertirse en una fortaleza que debía proteger Port Royal. Por cierto, Sir Henry Morgan terminó siendo el Gobernador de la isla. El auge azucarero de Jamaica lo recogió Daniel Defoe en su novela Robinson Crusoe donde refleja el nacimiento en el siglo XVII de la primera sociedad de masas consumidoras en el mundo. Inglaterra ya consumía más productos extranjeros que cualquier otra nación del orbe. Esto cambió el estilo de vida británico – recordemos el té- y con la venta de una parte de las importaciones de las Indias orientales y occidentales Gran Bretaña comenzó a obtener el dinero que necesitaría para la revolución textil que requeriría la nueva sociedad consumista. La India se convertiría en la Joya de la Corona pero los indios sólo aceptaban pagos en metálico por su algodón y su seda. Por ello los británicos tuvieron que comerciar primero con otros países lo que dio pie a la Primera Globalización.
Entonces, comenzó la vía holandesa gracias a su comercio en Calcuta y Delhi. En 1602 se creó la Compañía de las Indias Orientales holandesas como resultado de la revolución financiera que convertirían a Ámsterdam en la ciudad europea más desarrollada y dinámica del nuevo capitalismo europeo. –Tras su independencia-. En el verano de 1688 la poderosa oligarquía de la aristocracia inglesa organizó con el apoyo de la City, por miedo a las ambiciones políticas del católico Jacobo II, un Golpe de estado contra su Rey para sustituirle por Guillermo de Orange. <<La Gloriosa Revolución>>, que se consiguió casi sin derramamiento de sangre, significó una fusión mercantil angloholandesa a la par que el desarrollo de la Monarquía parlamentaria.
Llegados a este punto, debemos recordar que desde finales del siglo XVI los teóricos del absolutismo abogaban por la concentración de poder como reacción a la disgregación del mundo feudal como pedía Hobbes en el Leviatan en 1651 –contrato por el que el hombre se sometía a un Absolutismo utilitario de base individualista- y que se asentó más en Europa continental gracias al crecimiento del funcionariado. En este contexto, se produjo la Guerra de los Treinta años para suceder al Emperador pues la elección de Fernando de Estira –católico y centralizador- no gustó a una parte de Europa. Todo concluyó con la Paz de Westfalia y la derrota de España. <<Cuius regio eius religio>>. Los Príncipes se liberaron del dominio Imperial comenzando un nuevo orden internacional. En Francia hubo tres levantamientos –FRONDA- donde la burguesía y la Alta Nobleza le entregaron unas demandas al Rey para avanzar en el Parlamentarismo -1648-1650-, que acabaron con el absolutismo.
Pero antes el Rey Jacobo I de Inglaterra por el aumento de su poder y de sus presiones a católicos y protestantes no anglicanos provocó la llegada de los peregrinos a América en el Mayflower. Su hijo Carlos I llevaría la tensión política hasta el estallido revolucionario tras casarse con una católica, denegar una petición de Derechos del Parlamento y aumentar sus maneras absolutistas. Los disidentes se levantaron y el Rey tuvo que reunir al Parlamento Corto -1640- pero el avance del Ejército escocés le llevó a convocarlo de nuevo –Parlamento Largo de 1640 a 1653-. La victoria de los disidentes provocó que el Parlamento aprobase la condena a muerte de los miembros del periodo de la tiranía, la expulsión de los obispos anglicanos de la Cámara de los Lores y el alejamiento de los católicos de la Corte. En este contexto, Carlos I se presentó en el Parlamento para intentar detener a los jefes de la oposición provocando el levantamiento de Londres y la huida del Rey y el inicio de la Guerra civil que estallaría en 1642 entre realistas o caballeros y los parlamentaristas o cabezas redondas –por el típico corte de pelo puritano-. Los Ejércitos de Cromwell dieron la victoria a los puritanos y procedieron a limpiar el Parlamento Largo para reforzar el poder de los protestantes y de los radicales dando lugar al Parlamento Rabadilla que juzgó y condenó a muerte al Rey en 1649. Tras ella el nuevo Régimen proclamó la República, suprimió la Cámara de los Lores y concedió el poder a Cromwell. Tras la muerte de este, y por las pocas luces de su hijo Ricardo, el General Monk organizó las elecciones de las que salió el Parlamento Convención que restauró la Monarquía en la persona de Carlos II. El hijo del ejecutado Carlos I. Así a finales del siglo XVII Inglaterra se involucró en la Gloriosa Revolución de 1688 que desplazó del Trono a los Estuardo y propició la declaración de Derechos: la supremacía de la ley sobre el Rey. En la Europa continental la Paz de Westfalia dividió el Imperio política y religiosamente. De las cenizas de la arrasada Alemania, tras la Guerra de los 30 años, surgiría la Prusia de Federico I. Austro-Hungría vivía bajo el temor turco; Suecia dominaba Escandinavia; las Provincias Unidas se independizaron de España y comenzaron a dominar la economía hasta que Francia e Inglaterra los detuvieron-; Francia vivía en el <<Reinado solar>> de Luis XIV que además de por su absolutismo también se conoció por las políticas mercantilistas –comprar poco en el extranjero y vender mucho- de su Ministro Colbert. Pero esta política económica no obtuvo el éxito deseado por la gran competencia anglo-holandesa y el apego de la burguesía por las inversiones en bienes raíces, rentas o cargos en detrimento de las manufacturas o el comercio marítimo. El absolutismo del Rey Sol propiciaría un choque con la Iglesia cuando para aumentar su poder, desarrolló un galicanismo político religioso para independizarse de la Santa Sede. En este contexto, se produjeron las Revoluciones inglesas, la primera contra Carlos I y la segunda contra Jacobo II (ambos atacaron a los jefes populares de la capital).
Empero Jacobo II no provocó otra Guerra civil porque puso en su contra hasta a los caballeros tories que había combatido a Cromwell en la primera Revolución. De este entendimiento general contra el Rey surgió el Ordenamiento de 1688 para los asuntos públicos, religiosos y políticos. Lo excepcional del levantamiento fue el desarrollo de una Revolución carente de un espíritu revolucionario, que se inició para defender las leyes del Rey y con carácter conservador y liberal que el Rey violaba: sin imponer un patrón político o religioso. Por el contrario unió a la Iglesia y al Estado para la defensa de las leyes y la nación. Así la Revolución más conservadora de la historia también fue la más liberal por la unión sincera de tories y whigs para asentar la libertad personal y detener las ilegalidades del Rey. La Ley de Tolerancia de 1689, fruto de esta unión política, aseguró la libertad individual y la religiosa; aunque en Escocia la Revolución solo fue whigs y provocó una Guerra civil hasta 1746. Con la Revolución el poder pasó al Parlamento y la Corona cayó en manos de Guillermo de Holanda con lo que además de la unión anglo-holandés se produjo el Gobierno a través de un Gabinete y una ley impartida por jueces independientes. El Ordenamiento jurídico que produjo permitió la unión de todas las clases inglesas bajo la dirección de los grandes terratenientes. Recordemos que Jacobo II para favorecer al catolicismo romano invadió las libertades de la Universidad, la Iglesia y la Cámara de los municipales3; provocando así <<la Revolución más conservadora de la historia>>. El Ejército pasó a depender del subsidio anual que se votaba en el Parlamento –igual que el del Rey- para tenerlo controlado. Los pilares de ese Ordenamiento todavía son la base de las leyes actuales en Inglaterra. Así whigs y tories conformaron la Monarquía Constitucional. Con el control político de los subsidios del Rey y del Ejército el Parlamento y la City obtuvieron tal seguridad que permitió que el sistema de emprésitos sobre los impuestos desarrollase el poderío de Inglaterra y aquí reside la victoria del Duque de Marlborough sobre el Rey Sol (Monarca absoluto y católico que apoyaban a Jacobo II y deseaba la toma de Holanda), es decir, la del Gobierno libre y de la tolerancia religiosa; así como el nacimiento de la Ilustración Escocesa –que mantuvo los Derechos naturales defendidos por la Iglesia al contrario que la posterior Ilustración francesa-.
El pueblo inglés hizo una Revolución sin sangre y de corte conservador, mientras que Escocia e Irlanda se abocaron a ella por seguir apoyando a Jacobo II incluso tras su caída del Trono. Amén de que el Ordenamiento de Whigs y Tories, también salvaría a Gran Bretaña del movimiento republicano y y del advenimiento de la democracia social o popular en los siglos XVIII, XIX y XX. Es decir, la unión de los partidos para defender las leyes evitó que la Revolución provocase la división y el Terror que desarrollaría la Revolución francesa. Así conformarían con el Ordenamiento jurídico el <<siglo más conservador de la historia de Inglaterra>>. Además el Ejército aunque quedó bajo las órdenes del Rey, sólo recibiría sus pagas si el Rey convocaba anualmente al Parlamento. Así cuando estalló la guerra contra Francia el Rey Guillermo pudo alcanzar la victoria por el apoyo decidido del Parlamento. La llegada de Guillermo al Trono también significó que el sistema de créditos y el Banco Central holandés llegasen a Inglaterra; con lo que su eficacia y potencia se duplicó sentando el que sería el pilar fundamental del poderío británico en los siglos XVIII y XIX. Recordemos que en 1664 Inglaterra comenzó conceder monopolios comerciales como la Compañía de las Indias Orientales o la del África Oriental. Por todo ello podemos concluir, que la Revolución introdujo en Inglaterra una libertad jurídicamente ordenada, que le concedió un poderío basado en una Constitución libre, en la libertad de empresas comerciales y marítimas, en la reconciliación de los whigs y de los tories e incluso entre los disidentes religiosos y la Iglesia de Inglaterra. Esa Moderación evitó que el Ordenamiento necesitase del Terror para imponerse así como evitaría la extensión de los problemas sociales cuando llegó la Revolución Industrial. Dicho de otro modo, la Revolución inglesa enseñó al pueblo el respeto a la ley, a los cauces parlamentarios y a la acción política, mediante la reclamación de sus derechos políticos y de la reforma parlamentaria; así los ingleses fueron adaptando durante siglos su Ordenamiento para dar cabida a las nuevas sensibilidades; y no por la violencia jacobina y obrera como en Europa continental.
Inglaterra, con el sistema financiero holandés comenzó a extenderse por el continente indio aprovechando sus guerras intestinas por el poder. La Compañía de las Indias Orientales creó sus propios Ejércitos con tropas nativas y oficiales británicos, y poco a poco, convirtieron sus asentamientos comerciales en pequeños Reinos. A mediados del siglo XVIII Francia e Inglaterra ya iban camino de <<la Guerra por el dominio mundial>> que terminó en un conflicto global –se luchó en los 5 continentes-, que terminaría ganando Gran Bretaña porque una guerra sin límites necesitaba créditos sin límites; y eso sólo lo pudo desarrollar Inglaterra gracias al modelo económico holandés. Esta guerra duró desde 1689, cuando Francia hizo su primer intento por invadir Inglaterra, hasta 1815, cuando Gran Bretaña venció definitivamente a Francia en Waterloo. Fue el primer conflicto mundial por el dominio del núcleo europeo. Francia cayó por no poder aguantar el esfuerzo financiero pero Gran Bretaña cometió el error de pedirle a los colonos norteamericanos que pagasen parte del coste de la guerra con lo que desencadenó una Revolución que Francia no dudó en apoyar –sin sus barcos y armas los colonos no hubieran ganado-. Pero Francia no ganó más poder porque el sistema financiero inglés les permitió pagar sus deudas; es más, fue la propia Francia la que se hundió en una Revolución porque su antiguo sistema financiero llevó a su Rey a convocar sus Estados Generales para pedirles dinero. La Revolución francesa produjo el Terror y la Guerra Total con la que Napoleón llegó a tomar Moscú. Pero Francia volvió a caer porque los créditos británicos permitieron al Ejército ruso avanzar hasta París. Empero este conflicto dejo bien patente que Europa occidental estaba muy por encima del resto del mundo. En este periodo, Adam Smith terminó de escribir La riqueza de las naciones.
A pesar de la victoria, Inglaterra cometió el error de permitirle a Francia que conservara algunos enclaves de ultramar que más tarde permitirían que el conflicto global se extendiera hasta 1815. Eso sí, tras la pérdida de las Trece colonias Gran Bretaña se orientó hacia la India donde obtuvo un inagotable mercado y una infinita reserva de personal militar que terminaría por inclinar la balanza a su favor por el dominio del mundo.
I.II.- La política del Imperio británico.
Eso sí, Gran Bretaña obtuvo el dominio mundial porque desde inicios del siglo XVII hasta la década de 1950 salieron de las Islas veinte millones de personas de las que muy pocas regresaron aunque la mayoría de los destinos fueron inhóspitos e insalubres. Fue la mayor migración de la historia y llenó de blancos continentes enteros. Muchos buscaban la libertad religiosa pero otros tras fracasar en su búsqueda de oro y plata comenzaron a exportar maíz, patatas, tomates, piña, boniatos, tabaco y cacao, o a importar trigo, caña de azúcar, bananas, café y arroz. En Estados Unidos John Smith a pesar de llegar como prisionero por insubordinación terminó dirigiendo la colonia de Virginia donde la Compañía de Virginia llegó a ofrecer lotes de tierras para atraer colonos pero esto solo comenzó a ser tentador cuando en 1612 se comprobó lo bien que se cultivaba allí el tabaco. Pero este cultivo terminaría agotando el suelo por lo que provocó la expansión hacia el oeste del asentamiento. Por tanto, el ingrediente que hizo florecer a unas colonias con una economía tan precaria fue el fundamentalismo religioso de aquellos puritanos ingleses que no recibieron bien que Jacobo I fortaleciese el modelo anglicano del orden isabelino. Comenzaba la pesca del bacalao. Así la combinación de <<capitalismo más congregacionismo>> cuadriplicó a la población de Nueva Inglaterra entre 1650 y 1700. En una sociedad donde nueve de cada diez personas estaban casadas. Eso sí hubo pocos casos de mestizaje como el de Pocahontas y John Rolfe –algo totalmente opuesto al ejemplo que dio el Imperio español-. Además el filósofo Jonh Locke como secretario de los Lores propietarios de Carolina concretó que un hombre podía tomar las tierras que no estuvieran cercadas y cultivadas así como que los indios debían ser destruidos como las bestias salvajes porque el hombre no podía convivir seguro con ellos. En este sentido, más que las matanzas fueron la viruela, la difteria, la influenza –gripe-… la causa de la altísima mortalidad indígena. Es más, la desolación que produjo la viruela hizo creer a los colonos que Dios estaba de su parte por ello cuando los colonos llegaron a Plymouth dieron gracias a Dios porque en su primera década en el Nuevo Mundo ya habían muerto el 90 % de los indios.
La población de las colonias se reforzó con la emigración que produjo la Guerra civil británica (1640-1650) amén de un millón de alemanes y suizos atraídos por la concesión de tierras. Eso sí, muchos terminaron llegando prácticamente como esclavos durante 4 ó 5 años para pagar sus viajes. Es más, el 69 % de esos emigrantes fueron al Caribe. Recordemos que <<sólo Jamaica exportaba cinco veces más mercancías que todas las colonias americanas>>. El azúcar y el tabaco fueron el verdadero negocio del Imperio británico en el siglo XVIII. Pero las tasas de mortalidad en el Caribe eran estremecedoras por las condiciones de vida y ello terminó llevando a los colonos al continente y comenzó la trata de esclavos para cultivar el <<oro blanco>> en Jamaica. El tráfico de esclavos británico llevó a tres millones y medio de esclavos al Nuevo Mundo con lo que dio comienzo el famoso <<comercio triangular>>. 1740 fue el año en que se cantó por primera vez el RULE BRITANNIA <<los británicos nunca, nunca serán esclavos>>. Pero la paradoja sería que los colonos más ricos fueron los que provocaron la Revolución contra el Imperio. Es indudable que los colonos americanos pagaban muy pocos impuestos y que su movilización impidió que se cobrasen las subidas. Es decir, quienes provocaron el motín fueron los contrabandistas que según el profesor Niall Ferguson se negaron a sufrir pérdidas por una orden del Parlamento británico a la que ellos no habían dado su consentimiento.
Los británicos, a diferencia de los españoles, llevaron al Nuevo Mundo las instituciones representativas, aunque fracasaron en la implantación del modelo de aristocracia hereditaria. Hasta 1675 las colonias no comenzaron a centralizarse bajo la Corona pero el proceso se interrumpió con la <<Gloriosa Revolución>> de 1688 que depuso a los Estuardos y animaría a las colonias americanas a desarrollar sus propias Asambleas, a modo de Parlamentos, de las cuales emergieron las leyes de la Carta Magna, los derechos de sus representados y el sentimiento de independencia casi real de las colonias; pues apenas daban cuenta de sus leyes o acciones a la Corona. Pero con la Guerra de los Siete Años Londres comenzaría una nueva ola centralizadora que chocó de frente con los legisladores indisciplinados de Massachussets, que ya se habían soliviantado en el motín del té para rechazar la ley del timbre en 1766 (Stamp Act). En este contexto los americanos se levantaron al lema de <<No a los impuestos sin representación>> por su deseo de igualdad no de rechazo a las leyes y costumbres británicas que tanto apreciaban y respetaban. Adam Smith había pedido una delegación imperial para dar más libertad a los norteamericanos como solución; más tarde Tucker propuso la Commonwealth en la que sólo la soberanía del Monarca uniría todo el Imperio aunque Londres descartó estas propuestas. Pero la Revolución produjo una gran división dentro de las congregaciones religiosas, las familias y asentamientos porque realmente era una Guerra civil que sólo apoyaba un tercio de la población; el resto era contrario o neutral ante el asunto. Ejemplo paradigmático fue la Iglesia de Cristo de Filadelfia que se significó como el semillero de la Revolución –aunque la mayoría de sus miembros eran contrarios a la independencia- porque algunos de sus fieles fueron signatarios de la Declaración de Independencia. Debemos recordar, también, que los clérigos sufrieron grandes presiones ya que se les exigía fidelidad al Rey por ser este el jefe de la Iglesia de Inglaterra; y que la mayoría de los anglicanos permanecieron leales al Rey. A pesar del respaldo popular y las <casacas rojas>> Gran Bretaña no podía ganar esa guerra, porque pronto se había convertido en un conflicto global entre Francia e Inglaterra cuando Luis XVI, aliado con España, vio la oportunidad de vengarse por la Guerra de los Siete Años. Londres no se atrevía a imponer su dominio a una <<colonia blanca>> dispuesta a resistir. Como decía Edmund Burke. Además, en aquella época, las colonias americanas eran mucho menos productivas que el Caribe y eran solamente dependientes del comercio británico; es decir, no se consideraban una gran pérdida precisamente. Por tanto, la indecisión británica contra los patriotas rebeldes y el apoyo francés culminaron en la rendición de Yorktown. La Revolución había triunfado a pesar de que la población de las colonias, no estaba desengañada del dominio británico. El mejor ejemplo fue la cantidad de colonos que emigraron a Canadá, Inglaterra o a las Indias occidentales para seguir siendo fieles a la Corona. Unos cien mil realistas. No debemos olvidar, que Gran Bretaña había arrebatado Canadá a Francia y su unión al Imperio, según el profesor Niall Ferguson, provocó la pérdida de las trece colonias porque estas ya no temían la amenaza francesa.
Lo más sorprendente fue como los revolucionarios americanos que clamaban por la igualdad y la libertad no sólo se la negaron a los cuatrocientos mil esclavos negros que tenían, casi la mitad de la población de Virginia, sino que continuaron con el comercio de esclavos incluso después de que los británicos abolieran su trata. Así, lo único positivo de la pérdida de las trece colonias, fue que sirvió de acicate para una nueva fase de expansión mucho más amplia en el Imperio británico al otro lado del mundo. Allí llegó el Capitán Cook en 1770 y afirmó que era <<un lugar ideal donde arrojar delincuentes>>. Australia. De esta forma, Gran Bretaña transportó a las antípodas mediante los <<barcos del infierno>> a más de veinticinco mil mujeres y veintitrés mil hombres junto a un número indeterminado de niños. Entre aquellos presidiarios había amotinados por las hambrunas, luditas, destructores de máquinas o swing rioters, cartistas, tejedores radicales, patriotas de Québec… A pesar de ello, Australia acabó siendo la gran paradoja del Imperio porque terminó demostrando ser totalmente leal a la Corona; mientras que las colonias que se crearon fusionando la economía y la libertad religiosa fueron las primeras en rebelarse. Según el profesor Niall Ferguson <<los colonos más honestos no resultaron ser los <<peregrinos>> sino los presidiarios>>. Una posible explicación fue que ese traslado forzoso terminó siendo percibido como una política liberadora del Imperio para muchos de aquellos presidiarios; cuando poco después de su llegada, la propiedad privada se consideró lo más sagrado. Y al terminar sus condenas podían disfrutar de ella y comenzar una nueva vida. Este éxito se le tiene que atribuir al buen hacer de un militar británico llamado Lachlan Macquarie, que fue Gobernador de la colonia entre 1809 y 1821, pues creía firmemente que Nueva Gales del Sur era una tierra para la redención, y no sólo para el castigo. Macquarie buscó esa redención haciéndoles ver a los condenados que podían llegar a ser ciudadanos: “la perspectiva de obtener la libertad es el mayor incentivo que puede imaginarse para la reforma de las costumbres de los habitantes […] cuando se unen con la rectitud y una probada buena conducta, debería llevar a un hombre nuevo a ese sitio que ha perdido en la sociedad y eliminar, tanto como el caso permita, todo lo relacionado con la antigua mala conducta” 4; convirtió Sidney en un modelo perfecto de ciudad colonial con líneas simétricas; y creó <<pueblos Macquarie>> a lo largo de las fértiles orillas del río Hawkesbury hasta las Blue Mountains, para reducir la dependencia de los alimentos importados. Con estas condiciones hacia 1828 ya había más personas libres que presidiarios en Nueva Gales del Sur. Algunos de ellos no tardaron en convertirse en nuevos ricos. Lo que fue el tabaco para Virginia lo fue el ganado para Australia.
Pero el Imperio británico tuvo que afrontar el maltrato a los pueblos indígenas, pues no se podía justificar que un Imperio que afirmaba basarse en la libertad permitiese la esclavitud y el exterminio en sus colonias. En la década de 1770 esta oposición significó la secesión americana, pero cuando comenzó la tensión en la década de 1830 en la colonia más fiable de Gran Bretaña –gracias a los realistas huidos de Estados Unidos- el levantamiento colonial de franceses y norteamericanos en Canadá, así como el Ejército enviado en 1812 por Estados Unidos, fue aplastado. El mérito fue de un anciano déspota y extravagante llamado John Lambton, Conde de Dirham, que escribió un informe sobre los problemas específicos del Gobierno de Canadá. Este libro, que reconocía que los colonos norteamericanos habían tenido razón, terminó siendo la salvación del Imperio, que concedió a Canadá lo que una generación antes había negado a las trece colonias; como había pedido Edmund Burke. Es decir, “un sistema de gobierno con responsabilidad ante el pueblo [de modo] que le diera a este un control real sobre su destino […] El gobierno de la colonia debería por tanto ser implementado en conformidad con la opinión de la mayoría en asamblea 5”. El libro de Dirham, también recomendaba la utilización del sistema federal para los Estados tal y como se impuso en Canadá y Australia, siguiendo el modelo norteamericano. Aunque poco a poco. También llegarían estas recomendaciones a Nueva Zelanda y Sudráfica. <<Si los británicos hubieran estado a la altura de su propia teórica de la libertad, no habría habido la Guerra de la independencia>>.
II.- La redención victoriana.
Pero los victorianos comenzaron a soñar con un Imperio que redimiese al mundo –y no lo dominase- llevándoles la luz a los nativos. Principalmente en el continente negro. Desde este punto de vista se comprende que las Organizaciones No Gubernamentales de los misioneros victorianos que se instalaron en África intentaron introducir allí un modo de vida cristiano. El hombre que encarnaría mejor este nuevo ethos imperial fue David Livingstone, para quien el comercio y la colonización sólo podrían convertirse en los pilares del Imperio si descansaban sobre un reconocimiento religioso. Esta era la clave de la misión civilizadora del voluntariado victoriano en África. Su presión hizo que se comenzase a llevar de regreso a África a los esclavos y así Sierra Leona rebautizó su capital como Freetown.
La razón de este giro radical debe buscarse en el ferviente renacimiento religioso en hombres como Zachary Macaulay, que siendo administrador de una plantación azucarera en Jamaica, vio la esclavitud como algo irreconciliable con su fe. Por ello, cuando volvió a Londres y encontró al parlamentario y banquero Henry Thornton, que tenía una pequeña empresa para repatriar a los pocos esclavos que había en Londres, este le ayudó a instalarse en Sierra Leona. Macaulay, Thornton y el brillante parlamentario William Wilberforce combinaron el recto sentido común con el fervor evangélico, en la Holy Trinity Church al norte de los presidios municipales que había en Clapham, para llegar a movilizar a toda una generación de activistas de base, para la abolición de la esclavitud, sobre la base del informe referente al tráfico de esclavos que había realizado el propio Macaulay. Este profundo cambio de ética en el pueblo británico, se operó por unos principios religiosos que los cuáqueros de Pensilvania, acogieron ya en la década de 1680: <<Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos>>. –Mateo 7:12-. Aunque se tuvo que esperar al surgimiento del metodismo en Gran Bretaña –en las décadas de 1740 y 1750-, para que se implantase la objeción a la esclavitud en los grandes círculos protestantes. A esta corriente, no tardarían en unirse famosos ilustrados escoceses como Adam Smith o Adam Ferguson. Cierto es que la lucha fue lenta, que la Cámara de los Lores rechazó la ley de los Comunes para abolir progresivamente la esclavitud en 1792 o que se tuvieran que realizar las primeras campañas de agitación extraparlamentaria de la historia, para llegar al objetivo de la abolición. Además se fundó la Sociedad para la abolición de la trata de esclavos, donde ingresarían personajes como el joven Pitt, el ex-clavista John Newton, Edmund Burke, el poeta Samuel Taylor Coleridge o un joven llamado David Livingstone. La campaña abolicionista iniciada en Clapham, terminó provocando una amplísima movilización; y se fabricaron miles de insignias de fondo blanco donde se veía una silueta negra que ponía: << ¿No soy un hombre y un hermano?>>. Con una política ética, grupos de presión y activistas evangélicos, los esclavistas cambiaron la trata por la importación de aceite de palma, para la fabricación de jabón, desde África occidental. En 1833, finalmente, la esclavitud se declaró ilegal en territorio británico y los esclavos del Caribe fueron emancipados y compensados por sus propietarios gracias a un préstamo especial del Gobierno.
Pero la trata de esclavos transatlántica continuó en Estados Unidos y, sobre todo, en Brasil mientras los evangelistas, deseaba <<civilizar>> a los africanos a través de las misiones, como la Sociedad por la Promoción del Evangelio Cristiano de 1698, la Sociedad por la Propagación del Evangelio de 1701, la Sociedad baptista para la propagación del Evangelio entre los paganos -poco después la Sociedad Misionera de Londres de 1795- y la Sociedad Misionera de la Iglesia Anglicana de 1799. Los misioneros británicos comenzaron por Freetown, pero también llegaron a Nueva Zelanda. La conciencia moral de la época victoriana sería simbolizada por David Livingstone, de procedencia humilde, donde se conciliaron las grandes corrientes de la Ilustración escocesa y un calvinismo renovado y orientado a la evangelización. Así licenciado en medicina y ordenado ministro de su iglesia puso rumbo a Sudáfrica donde “no había habido conversiones, ni interés en Dios, ni objeciones a que ejercitemos nuestros talentos en la apología. Indiferencia y estupidez… la más grosera ignorancia-, están en el fondo de todos los corazones… Predicamos… pero sin el menor éxito apreciable… rehusad sus exigencias infinitas, [y] la alabanza se convirtió en ridículo e insulto”6 .
Livingstone comprobó, que sólo utilizando sus conocimientos médicos conseguían atraer a los africanos. Por ello dejó la misión y comenzó la exploración convirtiéndose en el primer europeo en atravesar el continente africano. Durante la exploración se convenció aún más de la necesidad de ello cuando comprobó que la esclavitud seguía en vigor en África Central y Oriental; principalmente por árabes y portugueses –donde seguían exportando esclavos a la India, Persia y Arabia-. Es más, durante esta expedición, convivió con gran cantidad de tribus y así llegó a la conclusión de que los africanos no tenían ninguna incapacidad mental y que tratándoles con prudencia y tacto, él había sido tratado con respeto. Livingstone sabía que si provocaba un mercado libre en África los beneficios que producirían el oro, el hierro, el café, el algodón, el aceite o el azúcar harán olvidar las del tráfico de esclavos, <<comercio y evangelización>>. Livingstone tenía una visión mesiánica y audaz donde vinculaba el comercio, la civilización y el cristianismo con el libre comercio y el trabajo libre. Con ella en mente volvió a Inglaterra en mayo de 1856, para divulgarlas a través de su libro Missionary Travels and Researches in South Africa. El éxito fue tal, entre la población británica, que pronto tuvo una audiencia privada con la Reina.
Pero en la India, el movimiento misionero afrontó un desafío aún mayor que en África. Allí los británicos llevaban casi dos siglos conviviendo, sin haber intentado la evangelización en absoluto; es más eran ellos los orientalizados. Además la Compañía de las Indias Orientales –que llegó a ser prácticamente un Estado- prefería seguir con una tolerancia mutua que le proporcionaba unos beneficios muy rentables. Incluido la venta de opio. Con esto bien presente, comprenderemos mejor por qué la Compañía prohibió explícitamente a sus capellanes, la predicación a los indios o la entrada de misioneros en la India.
III.- La Ilustración escocesa.
Durante el siglo XVIII en Escocia se desarrolló una época intelectual de oro que supuso uno de los mayores acontecimientos culturales del mundo contemporáneo: la Ilustración escocesa. Esta cultivó el humanismo, el amor por el conocimiento, la confianza en la ciencia, la seriedad en el ejercicio del juicio, la confianza en un enérgico espíritu crítico, el rechazo del trato inhumano, el respeto por el trabajo y un gran deseo de transformar la sociedad que le había sido legada; con teóricos de la talla de Adam Smith, Adam Ferguson, David Hume, Francis Hutcheson y Thomas Reid. Todos ellos fueron ministros o familiares cercanos de ministros de la Iglesia escocesa por lo que se explica que fueran los responsables de la crisis de conciencia que sacudió a Europa y que propiciaría que se sustituyese la idea del deber para con Dios y el Príncipe, por la de derechos de la conciencia individual. Eso sí, los Ilustrados escoceses apoyaron el desarrollo de las ideas a través de la experiencia sensible –Empirismo-; por lo que negaron el racionalismo cartesiano sobre las ideas innatas y el origen del pensamiento –así como su idea de que la conducta humana sólo se mueve por interés político-.
David Hume atacó la validez del racionalismo naturalista subrayando que la razón, sólo tiene una función auxiliar en unas acciones humanas cuyos fines últimos se producen desde el afecto y los<<sentimientos>>. Es decir, que la razón siempre está supeditada a la pasión. Y Thomas Reid reseñó la defensa del sentido común por lo que los ilustrados escoceses crearon una de sus ideas claves: la tesis de la natural sociabilidad humana y la crítica a la Teoría del contrato social por su visión del Estado de la naturaleza, tanto como su convicción en la existencia de un sabio Legislador. La sociabilidad natural del hombre tiene un fundamento instintivo; y ese apego instintivo se convierte en un hábito, y no en un criterio racional que unirá y fortalecerá los lazos sociales. El hombre está inevitablemente sujeto a la fuerza de la costumbre, como decía Ferguson.
Y para conocer la percepción de la naturaleza humana Adam Smith, uno de los más importantes miembros de la Ilustración escocesa, desarrolló su Teoría de los sentimientos morales para presentar la simpatía, al igual que también hizo Hume como la inclinación que todos los hombres llegan a tener por los sentimientos de otros. Es más, a través de ella comunicamos inconscientemente las emociones, sensaciones e impresiones; y con ello llegamos hasta el ámbito moral porque al encontrarse esta dentro de la naturaleza de los sentimientos nos indicará el origen de la aprobación o desaprobación moral y, por ende, es muy importante en el proceso de sociabilización humana. Recordemos que Smith en su obra, Teoría de los sentimientos morales, nos indica que el hombre debe juzgar su propia conducta utilizando a la sociedad como espejo donde observar el reflejo de su conducta, para hacernos reflexionar sobre nuestros actos, tanto como para medir la conveniencia de nuestra conducta, determinando así, si es censurable o no. Por otro lado, fueron los ilustrados escoceses, los que aplicaron el método científico de Newton a la investigación científica para narrar los hechos como realmente habían ocurrido. Ese rigor fue para buscar los principios generales de los comportamientos, instituciones y culturas de las diferentes sociedades humanas; y de este esfuerzo salió la Teoría de los estadios: con la que intentaron demostrar que durante el desarrollo histórico de la humanidad esta ha evolucionado por diversas etapas hasta construir la sociedad civil –comercial y civilizada- en la que vivían gracias al quehacer humano, que ignoraban los frutos que iban a producir; así los órdenes sociales complejos –lenguaje, propiedad, comercio, leyes, rasgos, Gobierno- son el resultado de consecuencias no previstas de acciones individuales. Es decir, los ilustrados escoceses trabajaron científicamente para demostrar que la sociabilidad natural del hombre se expresa en sí misma instintivamente. Y así, rompieron con la creencia de la época por el cual el hombre era capaz de crear, mediante el cálculo deliberado, un sistema complejo de normas morales y jurídicas para regir el mundo y afirmaron que el sistema se configuraba a través de la consecuencias no intencionadas de innumerables acciones aisladas e individuales, originadas por alcanzar fines privados inmediatos; en los cuales son esenciales los temperamentos, los instintos y los hábitos. –Lo contrario a la filosofía de la Ilustración francesa-.
Para los ilustrados escoceses el más claro ejemplo de una institución social compleja, no diseñada y no dirigida, que reunían los ilustrados escoceses, fue la economía de mercado que Adam Smith, abordó con su tesis sobre <<libertad natural>> donde señaló que los objetivos sociales son fruto de un resultado espontáneo del juego de sus elementos –no de su previo establecimiento-. He aquí el pilar fundamental de la <<Mano Invisible>> por la que conocemos a Adam Smith. Por cierto, el fanatismo doctrinario del individualismo económico, tan de moda hoy, nunca llegó a los economistas clásicos. En este punto, como el resto de los ilustrados escoceses, reconoció que la complejidad, las imperfecciones y la diversidad de la sociedad civil, requieren de la vigilancia de un Estado de Derecho para garantizar su propia condición. Es decir, los ilustrados escoceses estuvieron lejos de creer que los resultados producidos por el sistema de libertad natural, fueran siempre benignos. Así la suma de las experiencias humanas con sus usos, ensayos, errores y aciertos han configurado la sociedad; y no las decisiones de unos legisladores, hipotéticamente, todopoderosos. –El sabio legislador, el Führer, el Polítburó…-.
Por tanto los ilustrados escoceses fueron contrarios a la Teoría política más importante de su época: el contrato social. Es decir, invirtieron la tesis de los contractualistas: el Gobierno no surge gracias a una promesa, sino que él mismo proporciona las condiciones para la realización de los deberes que derivan de los pactos voluntarios. Esta fue la base para elaborar su Teoría heurística de la evolución por estadios.
El florecimiento de la sociedad comercial en el siglo XVII trajo una prosperidad nunca antes conocida, el disfrute de la libertad y la estabilidad social que produjo la limitación al poder que supuso el Gobierno de las leyes. Y de la limitación del poder nace una nueva relación entre el comercio, el imperio de la ley y la libertad que condiciona tanto las relaciones dentro de un país como las relaciones de una nación con otra. Pues el comercio predispone a la paz, porque establece en cada Estado una clase de ciudadanos interesados en vigilar la tranquilidad pública, el cumplimiento de las leyes y el nacimiento del sistema de crédito. Pero los ilustrados escoceses también fueron los primeros en señalar que los avances del comercio moderno se basaba en la división del trabajo; y que esta, tenía sus peligros: podía ser una fuente de destrucción progresiva de los vínculos sociales. Crítica que sería recogida gustosamente por Karl Marx en el Capital. Los ilustrados escoceses también criticaron el lujo por ser un medio de corrupción para el hombre; eso sí, sólo contra los malos medios de obtenerlo o de disfrutarlos. Pues eran conscientes de que el lujo era el motor del comercio y de la riqueza, sin olvidar que Hume matizó que la corrupción y los desórdenes no devienen del lujo a las cosas agradables, sino de una mala organización del Gobierno. Ahora bien los ilustrados escoceses veían a la sociedad civil comercial, a pesar de sus fallos, como el resultado de un desarrollo extraordinario de la propiedad privada, de un avance inédito de las herramientas agrícolas, de un comercio a escala internacional en paralelo a una expansión territorial, de un avance en el sistema legal, de un aumento de las garantías para la seguridad y la libertad, de una mayor estabilidad del Gobierno y de un cambio en la mentalidad, los valores y las costumbres.
Por ende, no debemos extrañarnos de que David Hume afirmase que si las matemáticas, la religión natural y la filosofía natural dependen de la <<Ciencia del hombre>>; debemos convertir a esta <<ciencia>> en el elemento clave para resolver cualquier problema humano, sosteniéndola en la observación y la experiencia.
Y para finalizar, debemos señalar que la obra completa de Adam Smith, La riqueza de las naciones y la Teoría de los sentimientos morales, conjuga la filosofía moral con el análisis económico y reconcilia la libertad individual con las virtudes cristianas. Pero los padres fundadores del capitalismo, Adam Smith y John Locke, no subrayaron con más ahínco la necesidad de ciertos valores morales básicos, porque dieron por sentado que la herencia espiritual judeo-cristiana era imperecedera.
IV.-CONCLUSIONES
En este artículo habrán podido comprobar como los europeos occidentales comenzaron a abrir una nueva autopista oceánica que cambiaría la historia de una forma totalmente global; pues sólo un siglo después de que los Reinos católicos de la Península ibérica cruzaran por primera vez el atlántico y entraran en el Índico, la economía mundial rompió todos los moldes conocidos. Las nuevas técnicas de extracción que aplicaron los españoles a las riquísimas minas del Nuevo Mundo, hicieron que Europa recibiese anualmente entre 1540 y 1700 unas cincuenta mil toneladas de plata americana; de las cuales dos tercios procedían del Potosí –Bolivia-. Hacia 1580 los envíos habían doblado la cantidad de plata que tenía Europa. Los Habsburgo la utilizaron para pagar sus deudas con los banqueros italianos que a su vez la reenviaron a China que estaba realmente necesitada de ella. Pero la internacionalización de la economía levantó la envidia de Francia que provocó el primer ataque pirata del que tenemos noticias en 1536, y también fueron los primeros en volcarse en el mercado negro décadas 1520 y 1530 para intentar mantener sus guerras contra los Habsburgo; mientras que en la década de 1560 comenzó la venta de esclavos y el robo de carros de plata por parte de los contrabandistas ingleses. En este sentido, a Inglaterra, desde la época de Enrique VII, sólo le quedaba la vía de la expoliación, mediante la piratería, de los barcos y plazas españolas. Es más, Enrique VII llegó a conceder cartas de patente de navegación al veneciano Juan Caboto -1496- para que imitase el ejemplo de Cristóbal Colón. Pero todo fue infructuoso. La envidia británica por los Imperios ibéricos aumentaría notablemente tras la Reforma cuando Inglaterra comenzó a pensar que tenía el deber religioso de crear un Imperio protestante para anteponerlo al de las católicas España y Portugal. El Imperio británico, por tanto, se creó como una reacción británica contra el poder imperial español, representante de la fe católica y la Monarquía absoluta, que con la plata americana y su preeminencia continental con el Sacro Imperio Germánico podía haber aspirado a la dominación global si la hubiera deseado. En Inglaterra el Monarca no tenía un poder absoluto por el contrapeso de la Aristocracia, primero, y del Parlamento después. Es más, en 1649 un Rey inglés fue ejecutado por oponerse a los deseos políticos del Parlamento. La Corona británica dependía del Parlamento, pero esa debilidad tenía la simiente del poderío británico que dirigía el mundo siglos después. Pero hasta entonces Inglaterra se preguntaba por dónde empezar a construir la contrarréplica protestante al Imperio español y empezaron explotando las inmensas pesquerías de bacalao en las costas de Terranova sobre 1503 y siguieron por la colonización de Virginia sobre 1603. Pero en ninguna parte encontraron el oro y la plata que obtenían los españoles y que según los ingleses como Sir Walter Ralegh amenazaba a todas las naciones de Europa. Siguieron por Gambia desde 1618 a 1621, asimismo como por Canadá y Guayana sin ningún éxito. En este contexto, de envidia y decepción, Inglaterra resolvió el problema tomando el camino de la piratería para obtener el oro que necesitaba de los barcos españoles. Comenzaba así la leyenda de Drake por el Caribe y Panamá en la década de 1570 o los ataques como el de Hawkins en 1581 a las Azores. Los españoles reaccionaron avanzando más en la región hasta el punto que en 1617 la flota dirigida por Ralegh para tomar Santo Tomé, a quien Jacobo I había sacado de la cárcel para tal efecto, terminó siendo un desastre que tuvo tal repercusión política que Jacobo I se vio obligado a colgar a Ralegh, y a todos sus hombres, a su vuelta a Inglaterra. Como afirma el profesor Ferguson el Embajador español de la época pudo denunciar a los británicos, en la propia Inglaterra, de << ¡Piratas, piratas, y nada más que piratas!>>. Eso sí, no debemos obviar que el saqueo de los británicos fue el germen de la piratería que legalizó Isabel I tanto como la creación de la flota que se enfrentó a la Armada Invencible. Entre 100 y 200 naves inglesas, anualmente, desarrollaron una guerra generalizada para apresar los navíos españoles en el Caribe desde 1585 a 1604.
Pero lo que hizo grande a Inglaterra fue que Piratas como Morgan invirtiesen el oro saqueado a España en propiedades para el cultivo de azúcar en Jamaica. Cultivo que haría despegar al Imperio británico. De hecho, la vieja base de los bucaneros británicos, no tardó en convertirse en una fortaleza que debía proteger Port Royal. Por cierto, Sir Henry Morgan terminó siendo el Gobernador de la isla. El auge azucarero de Jamaica lo recogió Daniel Defoe en su novela Robinson Crusoe donde refleja el nacimiento en el siglo XVII de la primera sociedad de masas consumidoras en el mundo. Inglaterra ya consumía más productos extranjeros que cualquier otra nación del mundo. Esto cambió el estilo de vida británico – recordemos el té- y con la venta de una parte de las importaciones de las Indias orientales y occidentales Gran Bretaña comenzó a obtener el dinero que necesitaría para la revolución textil que requeriría la nueva sociedad consumista. Rememoremos que los británicos desarrollaron una nueva economía triangular: los productos manufacturados se llevaban a África por esclavos y se intercambiaban por el azúcar del Caribe que luego vendían en Europa. Llegados a este punto, comenzó la vía holandesa gracias a su comercio en Calcuta y Delhi. En 1602 se creó la Compañía de las Indias Orientales holandesas como resultado de la revolución financiera que convertirían a Ámsterdam en la ciudad europea más desarrollada y dinámica del nuevo capitalismo europeo. –Tras su independencia-. En el verano de 1688 la poderosa oligarquía de la aristocracia inglesa organizó con el apoyo de la City, por miedo a las ambiciones políticas del católico Jacobo II, un Golpe de estado contra su Rey para sustituirle por Guillermo de Orange. <<La Gloriosa Revolución>>, que se consiguió casi sin derramamiento de sangre, significó una fusión mercantil angloholandesa a la par que el desarrollo de la Monarquía parlamentaria. Aunque la Europa continental, como reacción a la disgregación de la sociedad feudal, siguió a los teóricos del absolutismo como Hobbes y se enzarzó en la Guerra de los Treinta años que terminó con la Derrota del poder español en el Viejo Continente y tres levantamientos de la burguesía y la Alta Nobleza en Francia, porque el Rey no consentía en avanzar por la vía del Parlamentarismo. Pero es más, Inglaterra, con el sistema financiero holandés comenzó a extenderse por el continente indio aprovechando sus guerras intestinas por el poder. La Compañía de las Indias Orientales creó sus propios Ejércitos con tropas nativas y oficiales británicos, y poco a poco, convirtieron sus asentamientos comerciales en pequeños Reinos. Y en esta línea, cuando hicieron de la India la Joya de la Corona, los británicos tuvieron que comerciar primero con otros países, porque los indios sólo aceptaban pagos en metálico por su algodón y su seda; dando origen así a la Primera Globalización. En este contexto, a mediados del siglo XVIII Francia e Inglaterra ya iban camino de la Guerra por el dominio mundial, que terminó en un conflicto global –se luchó en los 5 continentes- que terminaría ganando Gran Bretaña porque una guerra sin límites necesitaba créditos sin límites; y eso sólo lo pudo desarrollar Inglaterra gracias al modelo económico holandés. Esta guerra duró desde 1689, cuando Francia hizo su primer intento por invadir Inglaterra, hasta 1815 cuando Inglaterra venció definitivamente a Francia en Waterloo. Fue el primer conflicto mundial por el dominio del núcleo europeo, y Francia cayó por no poder aguantar el esfuerzo financiero, pero Gran Bretaña cometió el error de pedirle a los colonos norteamericanos que pagasen parte del coste de la guerra con lo que desencadenó una Revolución que Francia no dudó en apoyar –sin sus barcos y armas los colonos no hubieran ganado-. Pero Francia no ganó más poder porque el sistema financiero inglés les permitió pagar sus deudas; es más, fue la propia Francia la que se hundió en una Revolución porque su antiguo sistema financiero llevó a su Rey a convocar sus Estados Generales para pedirles dinero. La Revolución francesa produjo el Terror y la Guerra Total con la que Napoleón llegó a tomar Moscú. Empero Francia volvió a caer porque los créditos británicos permitieron al ejército ruso avanzar hasta París. Pero este conflicto dejo bien patente que Europa occidental estaba muy por encima del resto del mundo.
En este periodo, Adam Smith terminó de escribir La riqueza de las naciones. De facto, en 1776, el desarrollo social de Occidente comenzó una transformación tan increíble que cambió totalmente el mundo, y durante el siglo siguiente, Occidente pulverizó todos los records conocidos. Eso sí, fue en Inglaterra donde se produjo la Revolución industrial porque la economía atlántica había impulsado, particularmente, los experimentos semicientíficos; y con ello se potenció la aparición de personas que a su experiencia práctica en campos como el metal, y algunos conocimientos físicos, le sumaron su olfato para los negocios. Así en la Inglaterra de 1698 se patentó la primera bomba occidental, la <<Amiga del minero>> que fue perfeccionada, poco a poco, avance tras avance. En este contexto, debemos recordar que en 1750 las sociedades de Oriente y Occidente tenían notables similitudes; pero sobre el 1830, Occidente comenzó su ascenso sobre una nueva clase de <<Barones del hierro>> que impulsándose mediante el vapor acabaron con los lazos medievales, que tanto añorarían los seguidores de Marx, Engels, Bakunin, Hitler, Mussolini y todos los demás profetas de la nueva fe socialista, que inundó el mundo de sangre en el siglo XX. Bien es cierto, que durante un corto periodo de tiempo alguno de los nuevos Barones de la industria se pudieron asemejar al señor Gradgrind, el personaje de los Tiempos difíciles de Dickens; pero en un pequeño espacio de tiempo esas duras situaciones sociales comenzaron a desaparecer, en el mismo periodo que Marx y Engels publicaron su Manifiesto Comunista -1848-; gracias a las presiones políticas de los grupos de presión de la nueva clase media victoriana que consiguieron campañas de vacunación, de limpieza de las ciudades, la prohibición del trabajo en las fábricas para los memores de ocho años y la limitación de las horas laborales para los menores de trece, el inicio de la escolarización universal, la abolición de la esclavitud… Y todo ello gracias a una regeneración espiritual de un calvinismo renovado que supo conciliarse con la Ilustración escocesa como ejemplificó a la perfección el pastor David Livingstone o Adam Smith, el padre de la economía moderna, que en su Teoría de los sentimientos morales, aunque ya no se enseñe, conjugó la filosofía moral con el análisis económico y reconcilió la libertad individual con las virtudes cristianas. Todo lo contrario a la vía que siguió el resto de Europa desde la Revolución francesa hasta la emergencia de los Totalitarismos socialistas del siglo XX.
V.-BIBLIOGRAFÍA
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1 Morris, Ian. ¿Por qué manda Occidente… por ahora?. p. 528.
2 Para más información le recomendamos la magnífica obra de Niall, Ferguson. Civilización. Debate, Barcelona, 2012.
3 El intento de Jacobo II de restaurar el catolicismo en Inglaterra mientras firmaba un acuerdo secreto con Francia para instaurarse como Monarca absoluto –a imagen del resto de Europa- hizo que se asimilase la causa del romanismo a la del despotismo. Lo más curioso fue que un Rey católico como Jacobo II fuese capaz de ponerse en contra a España, Alemania, Austria, Holanda y Roma. Es más tories y whigs hicieron una llamada conjunta para unir el pueblo inglés contra el Rey y sus consejeros jesuitas que propició la unión que defendió la Constitución y la religión protestante. Ese intento de cambiar la religión del pueblo inglés como fórmula política de equilibrio de poder provocó el incendio de 1688 donde hasta el Arzobispo Sancroft recomendó la desobediencia al Rey porque entendieron que la fuente de la ley era el Parlamento y no el Rey. Así se cimentó la alianza de tories y whigs que produjo el Ordenamiento de la Revolución. Con el conflicto en marcha Jacobo II comenzó a atraer en masa a los católicos irlandesa a las filas del Gran Ejército, cuya moral se vendría abajo por este hecho; es más, entre sus filas Lord Churchill –el Gran Malborough- comenzó a organizar una conspiración que provocó un goteo de deserciones que cuando llegó el Ejército de Liberación procedente de Holanda ya no hubo necesidad de entablar combate para salvar a Inglaterra del absolutismo y el romanismo.
4 Ferguson, Niall. El Imperio británico. p. 144.
5 Ferguson, Niall. O.c. p. 151.
6 Ferguson, Niall. O.c. p. 165 y ss.