Revista TECSISTECATL ISSN: 1886-8452


JOSÉ REVUELTAS Y EL ÁRBOL DE ORO

Autores e infomación del artículo

Nicolás Gerardo Contreras Ruiz

riconsoto@hotmail.com

La contribución contigua tiene como propósito mostrar la relevancia de una obra y una subjetividad como la de José Revueltas, como  aspectos ineludibles para un estudio crítico de la cultura desde el ámbito discursivo de la filosofía. La vida y la obra del escritor duranguense son sustentos que abren perspectivas a un ejercicio de interpretación del sentido y de las manifestaciones del fenómeno en cuestión, sometidas en la contemporaneidad a procesos de reducción palmarios, estrechamientos categóricos de sus alcances, a degradaciones de su condición —fuerza de conservación y de renovación—, operadas desde esquemas y dispositivos cuyo eje primordial asiste en esa tendencia humana que Evodio Escalante califica como los fines espurios que le son propuestos al hombre a cada instante, por la cárcel social como la más alta actividad que le es dado ejercer: el dominio de los demás a través de los mecanismos políticos establecidos, la lucha por el ‘progreso’ económico, social; la obtención de prestigio y reconocimiento.  Mas la cultura, al igual que Revueltas y una planta vigorosa confrontados a variadas agresiones desde varios focos  perniciosos, preserva lo que ella es, para continuar aportando a lo humano los alcances más elevados de su sentido.

Palabras clave: Revueltas, vida, cultura, árbol de oro, arte, filosofía, don, critica, creatividad.  



Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Nicolás Gerardo Contreras Ruiz (2016): “José Revueltas y El Árbol de Oro”, Revista TECSISTECATL, n. 19 (abril 2016). En línea: http://www.eumed.net/rev/tecsistecatl/n19/revueltas.html


De las referencias vivas a José Revueltas, sin duda dos de las mejores son formuladas una en el texto de prologo de Las evocaciones requeridas 1, de la autoría de José Emilio Pacheco, y la otra, en el título de la obra de Philippe Cheron publicada en 2003 por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez2 . Ambas alusiones sintetizan la dimensión de esa particularidad de la condición humana que logra conjuntar el ser, el querer y el deber, ese libre y milagroso encuentro que proponía Schiller a propósito del alma bella 3, asociándola con el célebre enunciado de Goethe, caro al propio Revueltas: “gris es toda teoría, verde es el árbol de oro de la vida”. Pacheco, lleva esa relación en aproximación con la consistencia de un eucalipto solitario que resiste y sobrevive a la arremetida constante del  torpe y estrecho hombre de la ciudad que toma a su tronco y raíces como el espacio idóneo para verter todo tipo de residuos corrosivos, desechos propios de su labor. Resistencia noble que al preservarse  preserva la ya escasa amenidad que resta al paisaje de la ciudad de México, evitando su disposición en el margen de la aridez y de la desolación impuestas por las formas de la vida capitalina. Cheron comparte los apuntes de esa semblanza, en el recorrido por las páginas de la obra referida, un texto que envía ante un modo de ser desplegado en la integridad y la dignidad, en una suerte de sabiduría para la vida que encuentra su decencia y rectitud en el campo irreductible de la praxis y la terrenalidad del mundo, toda una apuesta por la vida similar a la resistencia callada del eucalipto que testimonia del sentido pertinente de la cultura.
          Revueltas es un personaje cuya vida se mueve en la contradicción y en el sometimiento a tensiones irresolubles. Si bien, los sustentos medulares de su pensamiento y de su actitud aparecen siempre en la crítica y la autocrítica, ciertos pasajes de su existencia exhiben una puesta en suspenso de lo mejor de sí, que impone la coyuntura de un tiempo intricado caracterizado por la confrontación de dogmas situados en las razones de estado del siglo XX. Mas, a pesar de esto, en la de Revueltas se asiste a una ipseidad  —concepto operado ampliamente por Paul Ricoeur4 — que encarna un modo de ser, una aptitud cercana a la energía de aquel árbol firme, tenaz, inquebrantable, que hace frente a los embates y agresiones morales y físicas procedentes de las manifestaciones de la verdad única: la del estado mexicano y la de los guardianes del templo de la oficialidad socialista.
          El paralelismo planteado por Pacheco y Cheron, invita a repensar los alcances de la obra revueltiana en lo que ahí se contiene de aporte invaluable a la comprensión del fenómeno de la cultura, en cuanto a su sentido más propio que también puede sintetizarse en la expresión metafórica de árbol de oro de la vida. La prolífica escritura de nuestro autor, al conducirnos al ámbito aciago de su tiempo y, con ello, al nuestro propio resonancia intensa de los ecos funestos de aquél, colmado de grandes catástrofes planetarias, regionales y particulares, nos lleva a advertir que, a pesar de ello, el margen de nuestras posibilidades no se agota ahí. La creación literaria, filosófica y crítica del militante heterodoxo y teórico comunista, como refiere Pacheco, tiene que ver con la potencia de un pensamiento que se deja ir más allá de su situación, como en un acto de salida de sí para alcanzar un tiempo por él ignorado, situarse en una escenario que no es el suyo, una especie de abandono de sí para que otros le recuperen permitiéndoles hacerle parte de su propia experiencia, posibilitándoles visualizar lo que no han visto, conocer lo que no conocían y pensar en lo que nunca habían pensando. Toda una actividad de profundas reflexiones que tiene por dirección principal a la pregunta por la cultura y que al visualizarla como plano subsidiario de la barbarie en el tiempo contemporáneo, la ubica en amplio impedimento para el despliegue de sus alcances más propios, pero a la vez aporta, a todo aquel que se digne a leerla y a repensarla, elementos para plantear condiciones de posibilidad de trabajo en favor de la preservación de su condición más propia y de su enriquecimiento. El acercamiento de los dos tiempos abona a la comprensión del movimiento de la cultura, cuya nota principal es esa especie de impulso vivo, activo escamoteado por ambos planos temporales que han puesto en lo diferido los temas insoslayables para toda forma de vida en común pertinente, y donde se ha otorgado un privilegio desmedido a los abusos del olvido, al abandono de la escucha y a la estrechez de la mirada; negación palmaria a la posibilidad, a la renovación, a la reinvención y a la creación de lo nuevo.
          La escritura de Revueltas habilita la figura del eucalipto como un referente plausible para una interpretación idónea de la cultura. La cultura admite ser caracterizada como el árbol de oro de la vida por excelencia, una planta vigorosa que, a pesar del asedio y de las acometidas de una condición humana empobrecida en sus modos de pensar y actuar que amenazan con banalizarle y anular sus alcances, toda esa socialidad satisfecha y regodeada en la trivialidad, persiste en la posibilidad, en el apunte por tenue que éste sea, hacia el ser más, gracias a la tenacidad manifiesta en el cuestionamiento, en la crítica y la autocrítica, en la imaginación creadora y recreadora, en el impulso innovador, que aporta al momento mismo de la conservación su plano vivo y activo orientándolo al desborde de la mera repetición, de lo rutinario, de lo ordinario. Un autor, una obra que invitan de manera implícita a ver en ese fenómeno al horizonte que tiene sus mejores expresiones y posibilidades en aquellas zonas de la vida en común que nuestra racionalidad privilegiada ha dispuesto al otro lado de lo relevante, en lo indiferente, en el plano de la omisión, pero que en ellas llega a adquirir su dimensión más propia y pertinente, profundizando y dando actualidad a la vez a la utopía, a la esperanza.
          Frente a la sustracción de lo humano y con ello, de lo cultural, operada por la tensión de la ordinariez que cubre  al paisaje planetario, y al mexicano en particular, la escritura revueltiana nos interpela a mirar los escenarios de disrupción que irrumpen desde una condición marginal, todas esas formas expresivas de la condición humana a manera de vertientes del árbol de oro de la vida, haciendo frente, resistiendo a la vulgaridad que domina el marco de nuestros deseos y aspiraciones. Modos de ser que pueden condensarse en lo que proponemos llamar la actividad festiva de una praxis poética. Actitudes y miradas extraordinarias, sensibilidades ricas en giros, expresiones joviales que adicionan a la vida un refinamiento especial embelleciéndola, haciendo de ella —ya a partir del despliegue de la actividad de un ejercicio crítico elevado y de prácticas acordes con él, ya desde gestos de desprendimiento, sinceros y llanos que abren espacios al encuentro y al intercambio hospitalarios; ya desde la efusividad repentina tornada risa compartida, intercambio de la broma y de la chanza al margen de cualquier desenlace agraviante, algunas de ellas ya casi extintas en los escenarios conformantes del mapa de nuestra diversidad sociocultural, otras manteniendo su intensidad y cobrando nuevas expresiones en la aptitud creativa y re-creativa de subjetividades públicas o anónimas—  un sitio generoso, acogedor, propicio al enriquecimiento de individualidades y colectividades. Formas de proceder, cultivo y ejercitación de un ser más elaborado, lo mismo en gente de estilos depurados, que en personas sencillas quizá un poco agrestes pero portadoras de una condición iluminada en el margen de su sencillez, como bien refiere Rosaura Revueltas a propósito de sus señores padres Romanita Sánchez Arias y José Revueltas Gutiérrez, seres profundamente refractarios a cualquier forma de existencia humana que suponga el rebajamiento del ser, su trivialización al nivel de lo ignominioso, a toda tentativa al desmembramiento del existir  efectuado por la sinrazón del beneficio personal, por la ruina del pensar y del actuar.
          En un mundo sometido al imperio de la precariedad, donde el cálculo económico ha tejido una vasta  red, atrapando y provocando la contracción de lo humano, confinando voluntades a la prisión de la  riqueza fútil, la vida —y con ella la cultura— dispone todavía de una fuente que le vigoriza, el manantial de la praxis poética que fluye desde los campos del arte y de la filosofía —reivindicados ampliamente en el pensamiento de nuestro autor—, actividades situadas por encima de lo común donde es desgastada de manera más aguda la fuerza enajenante de esa visión instrumental asociada al culto del mercado y de su unidad promotoras dilectas de la muerte en nuestro tiempo.
          La del arte, expresión del poder creativo por excelencia y por añadidura portadora de una nota crítica significativa, aporta a la cultura y a la propia vida su dimensión más elevada y acabada, su título de libertad. Fuerza privilegiada por la escritura revueltiana, materialización de la potencia de imaginar que añade nuevos elementos al mundo, que permite renovar el espacio social y adiciona a lo dado otros bienes, reafirmando el carácter plausible del ser de mujeres y hombres: su condición de inacabamiento, seres siempre abiertos a la posibilidad, al poder ser, hacer y hacerse. La libertad es lo propio de lo artístico por cuanto su sustracción al condicionamiento absoluto, su carácter de aventura que tiende siempre al desborde de lo establecido instalándose por encima de la vana reiteración, tanto en la re-creación de lo dado como en la creación de lo nuevo. Es como señala Revueltas, cuando el arte efectúa la crítica de su objeto se genera y manifiesta una especie de inconformidad permanente en el hombre concreto respecto de su inmediatez específica, es decir, de su condición inmediata, sensorial, independientemente del espacio y el tiempo en que aparezca situado. Al configurarse como poder creativo intenso, su “esencia” es la negación —un  recusamiento dialéctico a decir de nuestro autor— de toda forma social e histórica enajenada 5.
          En una vida en común adherida y anclada en amplia escala a procesos alienantes, sometida al movimiento de un pragmatismo insustancial y al criterio de una utilidad inane, vulgar,                                   que empobrece sensibilidades y los espacios de los intercambios humanos, fragmentando y desarticulando vínculos y planos comunitarios, el arte trabaja a favor de su rearticulación, devolviéndoles a la dignidad, dando posibilidad al enriquecimiento de sus contenidos. En el arte la existencia humana cuenta con uno de sus poderes más pertinentes para trabajar en el debilitamiento de las líneas del poder enajenante, de su intensidad, actualizando espacios avenentes, rehabilitando la sensibilidad para abrir al mundo nuevas expresiones, otros modos de percepción sobrepasando la mismidad y la monotonía. Generación de paisajes, estampas, iconos a partir del juego libre de luces y sombras, de líneas y formas; expansión de las formas metafóricas del lenguaje desbordando las insípidas fórmulas de una literalidad inexpresiva; excesos de armonía integrando en la composición bella tonos y sonidos dispersos; toda una desproporción de vitalidad que tiende al ennoblecimiento de la vida.
          La sensibilidad expresada en el arte concede  a lo material todo un margen amplio de sentido, restituye a la unidad cuerpo-espíritu su consistencia hurtada desde el operar del poder desbordado y  del tener desproporcionado, donde son negadas las formas expresivas de lo humano su valor, disponiéndoles en el campo de lo inútil, agotando los alcances del acto creador en la estrechez del valor de cambio, de la forma escueta mercancía negando con ello a lo humano la posibilidad de pertenecerse a sí mismo.
          En la filosofía tiene lugar una actividad paralela a la del arte debido a su carácter de disciplina que al cuestionar conduce a lo humano a una toma distancia de esa obsesión por la verdad única, por la razón plena, y cuya línea crítica primordial encauzada a la elucidación de conceptos y a la ampliación de sus significaciones, permite también la creación de lo nuevo, nuevos conceptos que modifican formas de percepción, esquemas de pensamiento, familiaridades y prácticas. Discurso que pregunta, que pone en cuestión supuestos y fundamentos, ideas, creencias y actitudes aceptadas de manera general. Ejercicio de problematización que pone en marcha la búsqueda de respuestas a las dudas, a los nudos emergentes en el curso de la vida. Hay en la filosofía una especie de gestión que  trabaja a favor de la ampliación de los márgenes de lo dado, de su re-creación, por sortear las variadas formas de petrificación de lo real y las miradas que le perciben en el marco de lo definitivo, del acabamiento; en ese discurso dispone lo humano de una de las mejores vías para la demarcación pertinente respecto de los vértigos de la fatalidad. Es por un ejercicio comprometido con la filosofía que nuestro autor puede denunciar y actuar vigorosamente en contra de toda línea reductora de la vida, procedente tanto de los cauces de la enajenación capitalista, como del manto ideológico no menos enajenante del realismo socialista, toda esa labor deformante de la cultura y de la vida en nombre de los esquemas vacíos del “hombre libre” de la sociedad liberal, y del “hombre nuevo” del sistema socialista.
          Rama fuerte del árbol de oro de la vida, la filosofía demuestra su vigencia ante la proliferación de modos de pensar y actuar conformados al estado de cosas que funcionan a partir del quebranto y de la destrucción de la vida misma, al abrir el mundo más allá de sus expresiones actuales, manteniendo la consideración de que en él tiene lugar una realidad siempre por hacerse y que en el futuro puede asumir un rostro distinto. Discurso cuestionante siempre necesario acerca del movimiento de la realidad humana, de las relaciones que le articulan, de los escenarios conformados desde esas relaciones, de las fuerzas e intensidades que la habitan y trabajan sobre sus estabilidades y giros, sus invariancias y alteraciones, sus avances y retrocesos, sus despliegues y repliegues.
          Frente a la labor de un falso poder —a la manera en que es postulado ese concepto por Eugenio Trías6 — que ha propiciado el rebajamiento de lo político a los niveles de lo sórdido (verdadero vertedero de elementos corrosivos sobre la cultura contrayéndola a técnicas de control) manifiesto en la corrupción y en la impunidad, que ha distorsionado su plano originario, la comunidad como referente primario y último de la cosa pública 7, la experiencia del 68 se levanta como aspecto ejemplar del árbol de oro de la vida, momento restitutivo de la dignidad de esa vertiente particular de la cultura. Variante de la praxis poética y sustento de la vida misma, el 68 es reacción vigorosa de la dignidad a la degeneración del ordenamiento estatal, es reivindicación de la decencia del espacio público, respuesta decisiva a la trivialización que ha sitiado a lo político y a toda esa tradición malsana que parece formar ya parte de la idiosincrasia mexicana. El velo de la gesticulación, de la parafernalia, de la práctica del engaño, de la simulación, del golpe bajo que encubre el rostro real de ese hacer  política a la mexicana como nombrara Revueltas al conjunto de prácticas perniciosas con que se exhibe el ejercicio del poder en México 8, es removido desde la potencia de un movimiento inédito que devuelve el concepto de “democracia” a su significación más amplia, la de una forma de vida que se sostiene en el ejercicio de la palabra dialógica, comunicativa y en la escucha, toda una voluntad colectiva perfilada a la creación de condiciones para la experiencia de una vida en común omitida históricamente de la particularidad geográfica mexicana.
          Disposición de mujeres y hombres —juventud universitaria y sectores que asumen como propias las líneas de su fuerza convocante a trabajar en favor de la integridad de un orden social que ha terminado por asimilarse en gran medida a esos esquemas que hacen de la corrupción, la estafa y la burla tendencias naturales del existir en común— a la colaboración, al apoyo recíproco, a la práctica de la solidaridad en un contexto que demanda el concurso de todos, impulsando la autonomía, un despertar de la conciencia respecto del indispensable asalto al reducto de las decisiones, desbordando los límites del exclusivismo de especialistas en el manejo del marco institucional. Encarnación de la libertad que marcha a contracorriente del cauce de una sociedad acomodada a un estado de cosas vergonzoso y vergonzante, ajena al compromiso y a la responsabilidad; sesgo dirigido a la generación de otras posibilidades del espacio público, de un convivir escindido de la prescripción y del mandato autoritarios y arbitrarios.
          Tal vez la mejor caracterización del 68 mexicano provenga de la voz de uno de sus protagonistas, José Revueltas 9. Para nuestro autor se trata de una vitalidad propia de mujeres y hombres jóvenes a quienes convienen plausiblemente los títulos de dignidad de la conciencia de México y conciencia de la cultura10 , despliegue de una aptitud comprometida con la profundización del conocimiento del espacio social para orientarse de manera más oportuna en la tarea imprescindible de restitución del sentido propio de lo político y de la existencia asociada misma. Conciencia colectiva dispuesta a tensar las fuerzas propias para trabajar por la cultura y por la vida, renunciando a la banal repetición conveniente al sistema de un presidencialismo funesto e inicuo, a un orden sustentado en la gesticulación, la mentira y la infamia; aquélla, una rectitud que alza la voz frente la putrefacción de un régimen que vive del abuso, del crimen y de la intolerancia a toda manifestación disidente, de la promoción de la miseria material y espiritual; ella también, asunción convencida de la autogestión.
          Ambiente inédito donde cada cual puede escuchar y ser escuchado, intervenir y colaborar en los escenarios emergentes en la realidad que se vive; fluir de la intersubjetividad, del ensayo de otros modos de ver, entender y participar en el espacio social que es de todos. Conciencia de la cultura que asume los desafíos impuestos por su contexto, que desborda los planos fronterizos de una democracia oficial nutrida de la pasividad y domesticación de la base social, de la discrecionalidad en el ejercicio del poder, de la exigüidad del espacio permitido a ese compuesto humano general condensada en el derecho de elegir periódicamente al elenco corporativo del teatro gobernante que ha de mantener sobre él las mismas cadenas y grilletes. Atmósfera donde la palabra <<democracia>> es instalada en su sentido originario y vivo: lo humano dispuesto en la horizontalidad, en el diálogo, en el habla y la escucha, en esa querella amorosa cara a Jaspers donde la convicción opuesta no se anula, donde el argumento pertinente muestra la vía apropiada, donde se entiende que la diversidad lejos de constituir un obstáculo al desarrollo de la vida en común constituye su verdadera riqueza. Escenario excepcional abierto a la crítica y la autocrítica como formas imprescindibles para enfrentar a la retórica, las suturas, los verticalismos, las reglas precisas, fijas y generales, las frases haraganas de la barbarie de la democracia oficial.    
          Más allá de las formas de una asociación humana viciada promovida desde la intersección de los desbordes del poder con las desproporciones del tener, dominantes en el panorama de la socialidad mexicana, la obra de Revueltas torna visible uno más de los aspectos del árbol de oro de la vida, donde es preservada su consistencia, ese ámbito propicio al despliegue de un estilo de vida donde la actividad poética milenaria, sustento de voces míticas, es condición de existencia y forma cotidiana de ser: el mundo indígena. Las manifestaciones de la alienación corrosiva que han asediado históricamente su ser a partir de usurpar la titularidad del discurso, han terminado por silenciar ampliamente la riqueza de sentido contenida en los relatos míticos de ese universo, para imponer los suyos plagados de una futilidad necesaria a la legitimación de la fuerza banal del dominio, de la exclusión y del control, todas esas voces de elogio a la insustancialidad de una experiencia orientada a la imposición de creencias, valores, conductas. Pese a ello, a su ubicación forzada al otro lado de la vida, en la omisión, en el olvido, en la tragedia cotidiana de la negación, su ingenio creador y re-creador de historias extraordinarias y excepcionales, su ejercicio de la dimensión profunda y fructífera de la palabra, aspecto indisociable de su ser, le mantiene vigente.
          La sensibilidad de las almas indígenas vivida a flor de piel, como señala nuestro autor11 , portento creativo permitido por el poder de su imaginación, garantiza la conservación de su firmeza espiritual y de su sabiduría ancestrales nutridas a partir de su memoria colectiva, energía rememorante tejida en narraciones maravillosas y expresiones poéticas espléndidas a partir de las cuales opera su sustracción al vaciamiento radical de la existencia. La enajenación de la cultura mantenida desde los resabios de la barbarie colonialista negada a abandonar el panorama de nuestra vida en común —actitudes racistas y clasistas, interacciones sustentadas en un lenguaje de nadie 12— y que preserva la amenaza de la destrucción de sus fines y valores, es repelida por el muro sólido de la comunidad edificado a partir de la argamasa conformada por la intersubjetividad, la reciprocidad en el ejercicio de la palabra, el diálogo y la escucha, la colaboración que les comunica con el cosmos, con la divinidad sustento de su existencia, con sus semejantes, con las existencias y existentes que comparten con ellos el mundo. Palabra colmada de un sobreabundante uso de formas diminutivas, puesta en escena de una semántica que abre vías al encuentro hospitalario, a la suspensión de la imagen del hombre como margen nuclear del mundo de la vida, a la apropiación del sentido pertinente de lo colectivo que sólo puede vivirse bajo la condición del despliegue de un amplio sentimiento de ternura que se expresa precisamente en sus mitos donde lo sagrado continúa hablando a los  hombres y habitando en ellos, donde todo habla y donde las jerarquías pierden toda consideración.
          Universos purhépecha y yaqui traductores de una cotidianidad mantenida en el alto valor del vínculo comunitario, de la relación afectiva con la realidad natural; praxis poética que percibe y escucha la voz de las plantas y de los arroyos, de los animales y de la tierra, que mantiene su sentido de existencia fuera de las pautas trazadas por los falsos fines dictados por una sociedad que gravita en la miseria y la estrechez, actualizando su discurso maravilloso para acrecentar la riqueza interior que les integra al todo de la vida. Actitud firme de ese ser testimoniada por su capacidad de resistencia y sobrevivencia a los ya más de quinientos años de destrucción colonial padecidos por el total del componente humano de la realidad mexicana. Condición humana particular portadora de una energía vital permanente que parece en ocasiones reposar o interrumpirse, pero que se actualiza en cualquier margen del tiempo.
          Firmeza y sabiduría ancestrales, potencia oculta a la mirada vulgar y vulgarizante del hombre ordinario, impedido de suyo para encauzarse a la riqueza de pensamiento y de actitud, expresiones de una aptitud para preservarse en un ambiente hostil, adaptándose a sus variaciones, aprovechando los resquicios ahí permitidos y los elementos que permiten fortalecer su consistencia. Amplia capacidad de saberse y sentirse parte del todo cósmico, existentes al lado de otros existentes y existencias compañeros todos compartiendo el mismo mundo, todos portadores de un sentido divino innombrable para los discursos absortos en la linealidad y literalidad, en los fines del poder y del tener, impotentes para entrar en los recintos de la imaginación, todo ese decir estéril, escueto incapaz de ampliar los márgenes de la incorporación, de abrir nuevos horizontes a la percepción y al sentido. Sabiduría y sensibilidad lejanas sólo apropiables para aquellos espíritus dispuestos a la complementariedad, al intercambio comunicativo, a la intersubjetividad, a esa cualidad nombrada por Revueltas como la rica expresión múltiple y confusa del símbolo… [amor por] el lenguaje oblicuo 13.
          Flujo divergente respecto de la ordinariez que colma el existir contemporáneo, momento vivo, activo, el existir yoreme tiene en el ejercicio poético de sus relatos míticos, la fuente nutriente de su resistencia a lo implacable de su realidad natural y social —el desierto abrasador y la acción corrosiva del racismo discriminante del yori—, de su aptitud creadora de realidades alternas en las que alcanza a reconocerse en proximidad con las plantas que alojan a alguno de sus padres o hermanos, con las piedras que guardan las palabras de algún caminante, con las riberas de los arroyos que testimonian del diálogo entre los arbustos y los animales. Lo yoreme es un ser inscrito y creador de ambientes desde donde puede acceder a los secretos de los árboles, de los animales pequeños, al trato con Dios al margen de toda mediación; donde se llega a saber en diálogo constante con lo divino y sus misterios situados en la totalidad del mundo. Simpatía profunda por su contexto natural que le fortalece fortaleciendo su resistencia al desprecio, a la intriga, a la calumnia y argucia del mundo enajenado de mestizos y blancos adheridos a la mediocridad de una existencia gastada en la obsesión por el poder y por el tener. Ser orientado al desprendimiento, a la consideración de que lo más importante es la vida, es vivir de acuerdo con uno mismo, con su comunidad y con su medio; ser de mirada abierta al verdadero aspecto del mundo, a los misterios inextricables para el hombre de fuera: la vasta gama de sonidos y voces de los diversos componentes que impregnan al ámbito humano fundiéndose con él y colmándolo con sus maravillosos diálogos, manteniendo su rechazo a las interpelaciones del mundo extrañado.
          En un paisaje desolado como el que padecemos, atrapado en el elogio de la trivialidad donde el valor de lo humano es medido por la posesión y donde los alcances de la acción se agotan en la monotonía de una verticalidad de las relaciones y vínculos, cuyo sustento se ubica en ese imperativo desafortunado que apuesta por que las gallinas de arriba siempre cagan a las de abajo 14, aun se percibe la energía vital de una libertad andante y desinteresada propia de artistas al aire libre, libres ellos mismos de la prisión mental de la fama o de la posteridad convocando a la generación de espacios espléndidos propicios a la adhesión simpática, al olvido de las posiciones jerárquicas llanas que administran arrogancias y autosuficiencias, a compartir la risa en el intercambio de la broma, de la chanza, a jugarse en la alegría vital, en la burla del estado de cosas y de esa vocación a la estratificación social que tiene en el anatema “¿sabe usted con quién está hablando”? su enunciación predilecta, de la muerte y de la fatalidad, de la desdicha, de la miseria material y espiritual. Ejercicio de la palabra como poder creador de realidades y escenarios fantásticos, de experiencias que si bien efímeras, alcanzan la proyección de un mundo posible, pero como ha señalado Ricoeur  mundo a pesar de todo 15, sitio ameno al que los partícipes pueden atenerse y donde pueden habitar para mantenerse abiertos a sus posibilidades y a la espera de algo mejor. El teatro creado por la inventiva de gente común espontáneamente transfigurada en equilibristas portentosos, de magos y prestidigitadores insólitos, de volantineros y juglares instauradores de un lenguaje de todos, ámbito detonante de la risa ajena a la humillación y al agravio, que suspende la relación actor-espectador en favor de una asociación donde todos son actores, constituye un ambiente continuo en las plazas públicas y en otros espacios de la ciudad en el México de los años 20’s, 30’s, 40’s y 50’s16 . Experiencia aun viva en la re-creación de sus expresiones fundamentales por nuevos artistas libres.
          Actuando con y para la marginalidad citadina y del medio rural e indígena, omisiones históricas y planos indiferentes para una socialidad  ligada a los fetiches de una existencia sin más, vertientes de Colectivos creadores de espectáculos milagrosos —como el de Payasos en rebeldía—, contribuyen a la puesta en suspenso del temor y de la incertidumbre cotidiana, vividos por el operar de la maquinaria de una razón de estado que ha privilegiado la práctica de la represión para el conjunto de los que viven en desacuerdo. Los Altos de Chiapas, territorio de la vida indígena que resiste a las variadas irrupciones de la tentativa de petrificación de la vida misma, preservando la disposición al intercambio de la palabra y a la escucha como formas indispensables al movimiento vital de la condición humana, escenario de la experiencia de buen gobierno —el mando determinado por el obedecer—, es sitio en que ocurre el despliegue de una ambientación prodigiosa que tiene en la risa a su más elevada derivación. Risa que sortea los escollos de la seriedad grotesca e infame de la cara dominante en los variados espacios de la asociación humana, que preserva la dignidad de la cultura separando al componente humano del verticalismo soez en que se despliegan habitualmente los modos de convivencia, toda esa fuerza nociva encauzada a la degradación y aniquilamiento del hogar de todos. Praxis poética vinculante, metaforización de la existencia que intensifica la sensibilidad, la simpatía, la alegría, para impulso de la resistencia a las prácticas más gastadas de una sociedad absorta en sus fines espurios: el dominio sobre los demás, el prestigio económico y social. También, rebelión poética de la vida, de la cultura, a las condiciones de una existencia atroz cuyo trabajo se muestra abiertamente en la facticidad de la democracia bárbara de los últimos tiempos: actos genocidas (Aguas Blancas y Acteal, y ahora también Ayotzinapa); acoso, vejaciones, ultrajes y confinamientos carcelarios (Atenco), fraudes políticos (procesos electorales viciados: 1988, 2006, 2012) exclusiones y marginación social y económica (continuidad del fenómeno de expulsión humana del campo y de la ciudad hacia Norteamérica).
          El árbol de oro de la vida todavía posee otra vertiente que en el margen cultural que le permite perseverar en su consistencia, desgastar el trabajo ignominioso de las formas de convivencia dominantes, la faceta de la praxis poética situada en el don. Aspecto de una tradición que ha surcado tiempos y espacios burlando las dispersiones, indiferencias y fragmentaciones manifiestas de la temporalidad mexicana. Tendencia al desprendimiento manteniendo la capacidad de dar, una vocación que ha visto en ello la verdadera riqueza del ser y del pensar, un sesgo humano hacia esa estética de la existencia postulada por Foucault17 que estriba en saberse, sentirse y realizarse sólo con el semejante, con los demás. Todo un talento y una sabiduría históricos que han sobrevolado las formas de ser privilegiadas por una socialidad alienada. Una potencia traducida en la disposición al compartir recreando los sentidos originarios de la experiencia religiosa y de lo político, el religar y el trabajo en favor del bien común. Actitud generosa que excede las líneas de la codificación rígida que dispone el movimiento de la vida en común en la lucha por la conquista de todo y de todos, en la idea de exclusividad en la posesión de los bienes culturales y materiales. Estética de la existencia donde vale sobre todo el darse a la alteridad requerida de afecto y de muestras solidarias, el sentir el dolor y el sufrimiento del otro como algo propio. Talento bello de un espíritu fraterno que no por venir a menos en el tiempo contemporáneo, haya que entenderlo en los planos de la cancelación definitiva18 .
          El don tiene en la experiencia de la marcha de hambre sobre el desierto y la nieve, a una de sus muestras ejemplares 19. Forma de la resistencia de los trabajadores de las minas de Coahuila a los abusos infames del régimen viciado y podrido del alemanismo confabulado con la voracidad de la inversión foránea, toda una asociación siniestra orientada a la fractura de la autonomía sindical y de las conquistas históricas del trabajo asalariado, que encuentra en los pobladores de las zonas de paso del recorrido de la caravana una vasta disposición a la ayuda fraterna desinteresada, un despliegue intenso de la hospitalidad. Emerger de otra fuerza, del poder auténtico de la condición humana, concretado en el compartir, acción de dar pese a que aquello que se regala escasea para el propio donante, porque se entiende que lo prioritario no es reservar para sí lo poco de que se dispone sino distribuirlo a la alteridad requerida de ello, una otredad que es el sí mismo, ese sí mismo como otro caro a Ricoeur. Rizoma del árbol de oro que preserva la cultura en su sentido pertinente, aptitud de grupos situados del otro lado de la vida, el campo de la desposesión, de los condenados de la tierra20 , y que a pesar de ello no pierden la esperanza de un mundo y una vida mejores.
          A las variadas prácticas de agresión, marginación e indiferencia padecidas históricamente, la gente de los sitios del paso de la marcha, víctimas del desenfreno de uno de los modos de la barbarie oficial y civil detentadora del privilegio y el beneficio socioeconómicos, responde desde la práctica del buen vivir, desde la preservación del sentido de comunidad donde cada cual es portador de una elevada conciencia de sí que le confiere la capacidad de saberse y reconocerse en sus semejantes. Una existencia ignorada por la regularidad del curso del mundo de los hombres agotado en la mirada del otro como el enemigo necesario y de los espacios de los intercambios humanos como las arenas de confrontación inevitable; un ser que trabaja a contracorriente de toda lógica de la guerra.  Poética de la existencia que se expresa en la avenencia, en el encuentro amable, generosidad brindada a la alteridad, capacidad excesiva para compartir abandonando las líneas de la razón fragmentaria de la vida en común. Una acción cuyos sustentos tienen lugar en un pensamiento y un sentimiento dirigidos a darse a la otredad situada en cursos trágicos  y en todo escenario de la coexistencia, todo un jugarse en la facultad de respuesta cordial a la solicitación —las más de las veces silente— del próximo-prójimo, un asumir la pena y el sufrimiento ajenos como propios porque se entiende que se es siempre aspecto del todo de la vida que supone el compromiso con cada una de sus expresiones. Talento bello de un espíritu fraterno que no por venir a menos en los recorridos del tiempo contemporáneo, haya que entenderlo como cancelado definitivamente.
Los 5000 mineros de Nueva Rosita y de Cloete forzados por lavileza de un régimen extasiado en la bajeza, asumen el recurso del éxodo como medio de lucha, recorrer las distancias que separan el espacio de trabajo del centro neurálgico de la geografía mexicana en solicitación de una respuesta justa a sus problemas, en demanda del cumplimiento del contenido fundamental del contrato general plasmado en la carta constitucional: la preeminencia del interés común sobre cualquier suerte de interés particular. Recorrido asombroso que despierta conciencias, que abre espacios a la fraternización, a la tentativa de ampliación de los márgenes de avenencia interhumana. La ayuda de la gente situada en los puntos tocados por el recorrido de la caravana, emerge espontáneamente. El don brotando y fluyendo en el sentir de lo apremiante del apoyo que se debe brindar,  en la respuesta ineludible al llamado de la voz interior, al emplazamiento tácito a colaborar con quien lo requiere, la diafanidad en la consideración de que se es parte de los demás, el sentimiento de que el padecer ajeno es algo que concierne a lo propio, que lejos de mirarnos agotados en el territorio de la escisión, el sentido de la condición de lo humano y de la cultura tiene que ver con el encuentro.
          La pertenencia a la caravana deviene para sus componentes, en cada una de las poblaciones tocadas en su camino, el emplazamiento a la apertura, a la simpatía y al avenimiento. El paso silente y erguido de los mineros muestra una suerte de actitud convocante a la ayuda franca de los niños, mujeres y hombres de Saltillo, al apoyo desinteresado de los seres humanos poblantes de las pequeñas rancherías, de las ancianas que salen al encuentro de la marcha con  canastas de alimentos que entregan, con lágrimas en los ojos, a éste o aquél, al primero que encuentran, sin distinguir a quién, ni reparar en la persona, pues a fin de cuentas aquello es como un presente plural y sin nombre, ofrecido a la caminante multitud anónima. 21 Desprendimiento de lo propio, de los bienes que en esas zonas se ubican en lo imprescindible porque ahí jamás sobra nada. Triunfo del compartir, de ese ir a una recusando la priorización de lo individual, denegando la idea del yo antes que todo. Generosidad, desinterés, necesidad de instalarse en la simbolización de lo común, de la comunidad.  
          Detalles de la vida cotidiana desvalorizados por el movimiento regular de las subjetividades adheridas a un horizonte disperso del coexistir. El desarraigo actual, al igual que el de la caravana de hambre, nos descubre el lado opuesto de la condición miserable dominante en lo humano, esa dimensión que al no renunciar al sentido de horizontalidad en las relaciones de unos y otros seres humanos, mantiene abierta la disposición a entenderse siendo uno con todo y con todos, a mirar los espacios vitales de lo humano fuera del arraigo en la exclusividad. Aspecto de la condición humana que ve  en la preservación e impulso de la orientación fraterna, en el desprendimiento, la formas imprescindibles a todo sentido plausible de la convivencia.
          Los pertenecientes a la caravana de hambre vivieron la grata experiencia de ese exceso de sensibilidad de la gente sencilla y condescendiente del norte y de varios sitios más del país. El tiempo actual que ha abierto el escenario a otras expresiones de la marginalidad encarnadas en los asimilados a las formas contemporáneas de destierro, mujeres y hombres procedentes del centro del Continente  formando parte de las travesías en el límite, en busca de una nueva tierra prometida, de una calidad de existencia negada en los sitios de origen, viven el apoyo y solidaridad de otras generaciones negadas a la renuncia de esa percepción indispensable en lo humano como ámbito en disposición necesaria a la responsabilidad por todo y por todos, sentido pertinente del ser, de la vida y de la cultura.
          Walter Benjamin, en sus Tesis de Filosofía de la Historia, ponía en cuestión las líneas de una historia producida desde el trabajo del historiador historicista, personaje vinculado culturalmente con aquellos que han vencido o con sus herederos, un trabajo de verdaderos abusos de la memoria que instalan a éstos en el cortejo triunfal del curso de las asociaciones humanas bajo la imagen de los dominadores irrecusables cuya victoria debe exhibirse pasando sobre aquellos que hoy yacen en la tierra. Abusos de la memoria que tienen como correlato a los abusos del olvido de las historias de los sometidos por las fuerzas del progreso y de la dominación. Historia de vencedores que hace de las demás historias relatos irrelevantes. Sin embargo, éstas emergen a pesar de aquéllas demandando su sitio en la conciencia social y en el plano cultural, más allá de las distorsiones del discurso mítico promovidas por la exaltación de los actos fundantes donde el discurso histórico aparece ceñido al encomio de figuras heroicas. Contrahistorias generadas, compuestas a partir de ese pensamiento narrativo a que refiere Michael Carrithers 22 donde la apuesta se desplaza en favor de la integridad y dignidad humanas, narraciones y testimonios donde se deja de lado la tendencia a la banalización del mito bajo el elogio indiscriminado de la iconografía del vencedor, para dar su valor adecuado a esas formas de pensamiento y acciones situadas en lo irrelevante, en lo indiferente, por el itinerario de una vida en común absorta en el elogio de la futilidad.
          La escritura y la personalidad misma de Revueltas nos devuelven de golpe a esa otra historia reivindicada por Benjamin, parte de la cual tiene una de sus principales manifestaciones presentes en los espacios atravesados por líneas ferroviarias, trayecto de locomotoras y vagones cuyo cargamento principal se constituye por una de las formas de la esperanza de vida, haciendo emerger la relación viva entre la gente que se juega al límite de la existencia y la que juega su diario acontecer en la disposición a colaborar a la realización de la dignidad de aquélla. Sentido de la cultura como fuerza de conservación,23 concerniente a una historia de los vencidos que desborda la historia de los vencedores, historia de La Patrona en Veracruz, de El buen Pastor del pobre y del migrante en Chiapas, de Hermanos en el camino en Oaxaca, y de otros lugares hogar de mujeres y hombres anónimos que se mueven en la vía solidaria a favor de la alteridad en su trágica transición. Praxis poética adherida a la creación de redes afectivas, actividad de mujeres y hombres extraordinarios portadores de ese talento magnífico propio de Romanita Sánchez y de Revueltas, que permite a quien lo posee recusar vigorosamente las formas de la impotencia humana rendidas a la trivialización del existir. Poética de la existencia creadora de un tejido social firme que articula las vidas de los jinetes de la bestia, tren de la muerte, con las de Las Patronas Doña Carmen y Doña Leonila, Guadalupe y Rosa, Francisca y Norma, Bernarda y Clementina, Toña y Victoria, Julia y Karla; con la de la misión religiosa de Alejandro Solalinde; con la de la tarea humanitaria de Olga Sánchez. Pensamiento y acción volcados a la consolidación y reforzamiento de las intersecciones de fraternidad, de simpatía, para preservar viva la espera de otro tiempo. Zona de una constante puesta en suspenso del egoísmo y del despliegue del don, del afecto y de la sensibilidad como formas propias de la vida.
          Historia que rompe con el aspecto enajenado de la condición humana y de la cultura. Una contrahistoria escrita a partir de la disposición amorosa de gente refractaria al abandono de la sensibilidad, de la generosidad. Mujeres y hombres de una original claridad de pensamiento respecto del mundo de la vida, en cuanto espacio al margen de exclusividades y de jerarquías, sitio de participación en la decisión, en el disfrute, en la alegría, pero también en el dolor, en el sufrimiento, en la pena. Gente que tiene claros los alcances del abandono forzado de lo propio, ese desquiciante extrañamiento del yo, desarraigo del ser;  porque ellas y ellos lo han vivido y lo viven en carne propia, esa necesidad de transferirse a sitios extraños en busca de un porvenir mejor. “Tengo mi hijo en Estados Unidos y una hermana… y de por sí se nos parte el alma y damos de comer”. “Mi hija siempre ha vivido por fuera, de migrante, y le dice a la gente: ‘mi madre está sembrando y yo estoy cosechando”. “Tiene uno hijos, cuñados que el día de mañana a la mejor se aventuren”. “Imagínese lo difícil que es para ellos. Mi esposo se fue a Sonora en camión, pero ellos cruzan en tren, en el sol”. Palabras de quienes en su sencillez despliegan una amplia capacidad de escucha y, con ello de comunicación. Historia de mujeres y hombres que viven el aspecto de conservación de la cultura, de el árbol de oro de la vida, de creación de condiciones de posibilidad a una mejor condición humana.
          Héctor Manjarrez alude a que la nuestra es una cultura fragmentada, clasista, racista, mediocre portadora de líneas diversas que convergen en el punto de la miseria espiritual, colmada de rasgos bárbaros en sus prácticas, orientada a la mutilación de la vida y de la experiencia humana en sus diversas manifestaciones,24 y tiene razón el escritor. Pero también no la tiene, en la medida en que si efectivamente esa es su condición dominante, ella no la agota. Si bien los alcances de la cultura en un panorama social como el mexicano aparecen ceñidos y supeditados al trabajo de una voluntad de poder exacerbada y de un deseo de tener desenfrenado —manifestaciones precisas de la fuerza alienante—, dados al socavamiento de la vida en común en su situación, sus prácticas y sus posibilidades, el árbol de oro de la cultura, de la vida misma, conserva su vitalidad en sus expresiones creativas,  activas y vivas donde se abre la brecha a lo otro, a lo nuevo o a la asunción de lo dado bajo formas diferentes.
          Filosofía y arte, formas elevadas del espíritu humano y energías convocantes al despliegue del pensar creativo y crítico y del actuar consecuente con él. Fuerza impulsora del actor libre generadora de ambientes de la risa, de la chanza, la broma y el humor negro, abandono de la personificación dictada desde una vida en común rígidamente estratificada para incorporarse al espacio del entre iguales. Re-creación de costumbres por el mundo indígena desde su potencia imaginativa plasmada en sus mitos, enriquecimiento de su propio ámbito y posibilidad de enriquecimiento del ámbito exterior. Engrandecimiento de los márgenes de la civilidad y de la esfera pública, dignificación de lo político en la reivindicación de la democracia como pensamiento y práctica irreductibles a la oficialización, apuesta por la horizontalidad en las asociaciones humanas y por la comunicación y el diálogo como sustentos de una convivencia buena o de un buen vivir; acción elevada de una juventud creativa generadora de una nueva conciencia de la cultura. Disposición y práctica del don, colaboración desinteresada y talento promotor del compartir con el semejante, visión del prójimo como sí mismo, actualización vigorosa del religar, del avenimiento y del encuentro hospitalario, puesta en suspenso de la dispersión y fragmentación de la vida humana. Consistencia del árbol de oro de la vida, de la cultura, que invita a pensar de una manera diferente el trabajo de la fuerza enajenante que pesa sobre él en sus variadas manifestaciones. No ya a la manera de un poder cuyos desplazamientos se dan de manera uniforme en el existir en común y ante el cual nada puede hacerse, porque las cosas del mundo de los hombres han sido siempre así y así continuarán siendo. Tampoco como un vértigo que pueda ser eliminado de una vez y para siempre del curso de la socialidad humana una vez llegada a determinadas fases de desarrollo, un porvenir inevitablemente luminoso, esa fascinación ejercida por la necesidad imperecedera de superar todas las contradicciones.
          Tal vez sea tiempo de mirar al carácter de esa fuerza disolvente a la manera de un campo de atracción inestable, irregular, discontinuo, fluctuante, cuyo movimiento se produce entre una especie de ascenso de su dimensión que implica la reducción de los alcances de la cultura, su empobrecimiento, su trivialización —traducción privilegiada en el panorama humano contemporáneo—, y el descenso de su intensidad, hasta ahora marginal, promovido por las formas de la condición humana antes señaladas que trabajan en su desgaste, provocando su deterioro y menoscabo, contribuyendo a la pérdida de la seducción que ejerce en mujeres y hombres. La tarea que queda delante constituye una actividad en favor de la cultura, en desaprender lo aprendido que nos ha supeditado a la consideración de que las únicas voces que pueden ser oídas son las que emplazan a asimilarse a la codificación de lo funcional, de la eficacia, de lo útil a los desbordes del poder y a las desproporciones del tener. Asimismo, a abrir el campo de nuestra percepción hacia aquellas cosas en apariencia irrelevantes, hacia aquellos aspectos del diario acontecer donde cada cual se pierde, unos para volver a perderse y otros, los menos todavía, para volver a encontrarse en los demás y con la vida, con el mundo y sus cosas, los integrados al cuerpo del árbol de oro de la cultura, de la vida misma. Una de las grandes líneas procedentes del legado de esa actividad textual profundamente actual del autor desesperado por la humana esperanza, como nombrara Jorge Lobillo a nuestro José Revueltas.
BIBLIOGRAFÍA
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Calvo M., Tomás y Ávila C., Remedios (edts.), Paul Ricoeur: Los caminos de la interpretación. Symposiun internacional sobre el pensamiento de Paul Ricoeur, Barcelona, Anthropos, 1991.
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Trías, Eugenio, Meditación sobre el poder, Barcelona, Anagrama, 1992.
Varios, Filosofía de la Cultura, Morelia, UMSNH, 1995.

1 José Revueltas, Las evocaciones requeridas I,  Obras completas, t. 25, México, Era, 1987.

2 El árbol de oro. José Revueltas y el pesimismo ardiente.

3 Federico Schiller, De la gracia y la dignidad, Bs. As., Nova, 1962, p. 61.

4 Sobre todo en la trilogía Tiempo y narración y en el Sí mismo como otro, México, Siglo XXI.

5 Ver, Cuestionamiento e intenciones, Obras completas, t. 18, México, Era, 1978.

6 Ver, Meditación sobre el poder, Barcelona, Anagrama, 1992.

7 Recuperamos el postulado de Enrique Dussel respecto del movimiento instalado en el ordenamiento de nuestra socialidad. Véase, 20 Tesis de política, México, Siglo XXI, 2008.

8 J. Revueltas, México: una democracia bárbara, Obras completas, t. 16, México, Era, 1983.

9 J. Revueltas, México 68: Juventud y revolución, Obras completas, t. 15, México, Era, 1989.

10 Ver, Andrea Revueltas y Philippe Cheron (comp.), Conversaciones con José Revueltas, México, Era, 2001.

11 Enfoque ontológico formulado por nuestro autor a propósito de la vida yaqui, contenido en el trabajo de crónica y reseña periodística  Visión del Paricutín, O. C., t. 24, México, Era, 1986.

12 Título de uno de los relatos cortos contenidos en Dormir en tierra, O.C., t. 9, México, Era, 1987.

13 J. Revueltas, Cuestionamientos e intenciones, Op.cit.

14 J. Revueltas, Dormir en tierra, Op.cit.

15 Paul Ricoeur, “Autocomprensión e historia”, en, Tomás Calvo M. y Remedios Ávila C. (Eds.), Paul Ricoeur: los caminos de la interpretación. Symposium internacional sobre el pensamiento filosófico de Paul Ricoeur, Barcelona, Anthropos, 1991.

15 J. Revueltas, “Fantasía y realidad del pueblo mexicano”, en, Visión del Paricutín, op.cit.

17 Ver, Hermenéutica del sujeto, Madrid, La Piqueta, 1994.

18 Modo ejemplar de ese talento extraordinario es el ser de nuestro propio autor, sin duda heredado de sus Señores padres. A esa aptitud refiere Álvaro Ruiz Abreu: “El dinero siempre estuvo reñido con él … No cabe duda de que si Revueltas hubiera tenido bienes los hubiera regalado; su vocación mística no era broma… En ese edificio conoció al portero y a su mujer, vivían en la azotea con un niño. Una noche, el portero le dijo a Revueltas que su hijo estaba enfermo. Pero cómo, hay que auxiliarlo de inmediato, compañero. Le entregó unos billetes, los únicos que seguramente tenía en los bolsillos y le regaló la única cobija que tenía en su cama para arropar al enfermo” (José Revueltas: Los muros de la utopía, México, Cal y Arena, 1992). De Doña Romanita Sánchez, madre de nuestro escritor, refiere éste a Mercedes Pradés: “… era una mujer admirable; yo estaba orgulloso de ella, y creo que ella de mí. Eso nunca lo he contado. Cada vez que encontraba en su camino una julia, la paraba y repartía su dinero entre los presos. ‘Es como si se lo diera a mi hijo’, decía”. (Andrea Revueltas y Philippe Cheron (comps.), Conversaciones con José Revueltas, op.cit., p. 56).

19 J. Revueltas, Visión del Paricutín,op.cit.

20 Título de la célebre obra de Franz Fanon.

21 Véase, J. Revueltas, “La marcha de hambre sobre el desierto y la nieve”, en, Visión del Paricutín”, op.cit.

22 Michael Carrithers, ¿Por qué los humanos tenemos culturas, Madrid, Alianza, 1995.

23 La idea de la cultura como fuerza de conservación y de renovación es de Víctor Manuel Pineda, planteamiento en el trabajo “Cultura, sentido y multiplicidad”, en, Varios, Filosofía de la cultura, Morelia, UMSNH, 1995.

24 En, Edith Negrín (Selección y prólogo), Nocturno en que todo se oye. José Revueltas ante la crítica, México, Era-UNAM, 1999.


Recibido: Enero 2016 Aceptado: Abril 2016 Publicado: Abril 2016

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