Paulo García Álvarez
philia_1@hotmail.com
Leticia Sesento García (CV)
leticiasesentogarcía@yahoo.com.mx
Universidad Michoacana de Sán Nicolás de Hidalgo
En el presente trabajo se reflexiona sobre la idea de Hume que le niega a animales no humanos la capacidad de sentir y pensar, argumentando que ambos seres (la especie humana y las no humanas) tienen dichas cualidades, esto lo percibimos gracias a la semejanza que hay entre el comportamiento humano y el de otros animales. El ser humano y los otros animales comparten los mismos principios naturales: instinto, sentimiento, pensamiento y, la relación y asociación de ideas; sin embargo, lo que hace diferente al ser humano de otros animales es mínimo, según el autor se trata de grados, dado por el desarrollo de capacidades. El derecho natural, el trato y conservación, que tanto el ser humano como otros animales tienen en la naturaleza, de su existencia en ella (como parte de los seres en el orden natural) implica necesariamente a las pasiones y pensamiento en cada especie, ellos juegan un papel importante en el conocimiento de las circunstancias en que se vive y sobre todo de la relación de necesidad y justicia, fundada en el respeto a la vida, quedando implícito el pensar y sentir de los animales no humanos (como instinto de conservación) que de alguna manera se ve reflejado en los humanos.
El instinto animal (humano o no) es un término empleado por los sujetos de ciencia para
Este instinto surge de la observación pasada y experiencia presente, ella produce tal efecto porque la naturaleza sólo la produce, todo lo que surge del hábito y éste no es más que uno de los principios de la naturaleza y deriva toda su fuerza de su origen. Ya lo consideraba Carlos Darwin en su obra. Aun entre los seres humanos hay diferencias y en el intento de explicarse las acciones del espíritu suponen y se adjudica un refinamiento del pensamiento, cosa que no solo excede a la capacidad de los otros animales, sino también la de los niños y gentes sencillas, que son susceptibles de las mismas afecciones que las personas de mayor talento. El lenguaje, como instrumento de comunicación, será pues, el que juegue el papel más importante en la constitución de la herencia social humana y que a su vez le permite tener una cultura, la falta de habla en otros animales impone estrechos límites, pero el hecho de que los animales no humanos no puedan a través del lenguaje transmitir toda su experiencia, no significa que entre ellos no exista la posibilidad de que puedan aprender y actuar de su propia experiencia o la de otros miembros de la misma especie, siempre habrá, ya lo señalaba Carlos Darwin, una pequeña dosis de juicio o razón.
Se ha manejado de manera tradicional (común y radical) la distinción, en materia de razón y pasiones, entre la especie humana [animal “superior” que ha tenido mayor capacidad de adaptación sobre el orden natural.] y otros animales; se apela, generalmente, a la ausencia de pensamiento y razón en animales que siguen, sin ir más allá, leyes naturales que le garantizan sobrevivir y permanecer en el mundo. Esta es una situación que lleva al animal humano a suponer su superioridad bajo el nombre de “Ser civilizado” respecto al animal no humano llamado “Ser salvaje”, un estado natural que le da las mismas posibilidades a toda especie de existir y compartir lo que por naturaleza nos pertenece a todos (instinto, sentimiento y pensamiento). Hume se opone a la idea que le niega a animales no humanos la capacidad de sentir y pensar, argumentando que ambos seres (la especie humana y las no humanas) tienen dichas cualidades, esto lo percibimos gracias a la semejanza que hay entre el comportamiento humano y el de otros animales.
Tanto la pasión como el pensamiento, en ambos casos, operan de igual forma en cuanto a su producción ya que “la materia prima del conocimiento son impresiones procedentes de la sensibilidad” (Larroyo, 1998, p. XXXIX. )
El ser humano y los otros animales comparten los mismos principios naturales: instinto, sentimiento, pensamiento y, la relación y asociación de ideas; sin embargo, lo que hace diferente al ser humano de otros animales es mínimo, según el autor se trata de grados, dado por el desarrollo de capacidades.
Generalmente se dice que los animales no humanos actúan por instinto, de lo que no escapa la especie humana, Hume se sostiene en la firme creencia; que en los animales no hay conocimiento de causa y en los humanos, además de conocerla, a desarrollado una mayor capacidad de relación y asociación de ideas; lo cual no descarta la presencia de emociones y pensamiento en otros animales. Todo principio natural no le es ajeno a ninguna especie, aspecto que Hume retoma constantemente para afirmar la existencia de una semejanza entre el ser humano y otros animales. Dicha semejanza (comportamiento entre las especies) y distinción (en grados) entre el ser humano y otros animales es de suma importancia dentro de un contexto psicológico, ya que nos orienta hacia un proceso cognoscitivo (comparativamente) de nuestro proceder y sentir, con los que compartimos el planeta, nos da la posibilidad de comprender y reducir los efectos de determinados actos y emociones.
El derecho natural, el trato y conservación, que tanto el ser humano como otros animales tienen en la naturaleza, de su existencia en ella (como parte de los seres en el orden natural) implica necesariamente a las pasiones y pensamiento en cada especie, ellos juegan un papel importante en el conocimiento de las circunstancias en que se vive y sobre todo de la relación de necesidad y justicia, fundada en el respeto a la vida, quedando implícito el pensar y sentir de los animales no humanos (como instinto de conservación) que de alguna manera se ve reflejado en los humanos.
Considero importante señalar que tal semejanza y distinción ha sido por mucho tiempo muy radical, sin embargo, gracias a nuevos estudios antropológicos y avances científicos, se empieza a aceptar, con mayor frecuencia, el parentesco y semejanza que tenemos con especies no humanas. En ello radica la importancia de este análisis, aunque en apariencia sea absurdo. Esta revisión tiene por objetivo abordar el tema en la obra de Hume y recuperar su aportación en el ámbito del empirismo sin perder de vista el contexto histórico y filosófico en que se enmarcan estas ideas. Para crear conciencia, en la medida de lo posible, en el respeto hacia especies no humanas y humanas (dada la discriminación que también se da entre ellas) y atenuar, si no de forma radical, el Especismo imperante ( Horta,2004 )
1. De la razón.
Según Hume “Somos conscientes de que al adaptar los medios a un fin nos guiamos por razón y designio, y, que no realizamos de un modo irreflexivo y casual las acciones que tienden a nuestra conservación a obtener el placer y a evitar el dolor” (Hume,1998, p. 119),percibimos a toda luz y no podemos ignorar este fenómeno, todo ser animal tiende por instinto mantenerse en la naturaleza, cada especie con sus cualidades propias, en unas más desarrolladas que en otras. Sin embargo, pese a las diferencias, todos parten en una escala evolutiva de los mismos principios naturales, así observamos en todos los seres y en repetidas ocasiones acciones y fines análogos, es por estos principios que Hume cree en la existencia de una causa análoga entre los animales no humanos y el ser humano
El instinto animal (humano o no) es un término empleado por los sujetos de ciencia para referirse a costumbres no aprendidas que tienen las especies por naturaleza, por ejemplo; al comparar las filas de hormigas guerreras con los ejércitos humanos, las hormigas se guían por hábito, un instinto sumamente desarrollado en comparación a otros animales y menos desarrollado comparado con el ser humano. De todos los animales únicamente el humano es capaz de razonar los más complicados problemas y llegar a encontrarles solución, por otra parte los animales no humanos se conducen según normas limitadas. Prácticamente cada animal hace exactamente lo mismo que haría cualquier miembro de su especie en las mismas circunstancias (por imitación) a lo que tampoco escapa el ser humano. Sin embargo, lo antes dicho no descarta totalmente que el pensamiento y la razón estén presentes en los otros animales.
La razón, considera Hume; “no es más que un instinto maravilloso e ininteligible de nuestras almas que nos lleva a lo largo de cierta serie de ideas y las dota de ciertas cualidades particulares según sus situaciones y relaciones especiales”( Hume,1998, p 122). Este instinto surge de la observación pasada y experiencia presente, ella produce tal efecto porque la naturaleza sólo la produce, todo lo que surge del hábito y éste no es más que uno de los principios de la naturaleza y deriva toda su fuerza de su origen. Ya lo consideraba Carlos Darwin en su obra El origen de las especies en donde define al acto instintivo como; “aquel que es realizado sin experiencia alguna por un animal o muchos de ellos sin que supieran para que, sin embargo, hay en ello una pequeña dosis de juicio o razón que entra en juego aun en animales (no humanos) en (el orden de) la naturaleza” (. Ligado a todo ello están dos principios fundamentales que Hume establece en su Tratado de la naturaleza humana:
a). El principio de la probabilidad, como un reconocimiento del orden que impera en la naturaleza, en tanto que los fenómenos son regidos por leyes y dependen de la inherencia y la causalidad, se funda en que la uniformidad de la naturaleza proviene de una probable expectativa o creencia y no de una evidencia racional. De este fundamento parte Hume para establecer una doctrina del probabilismo lógico en lugar de una certeza ontológica, afirmando un orden de la naturaleza, de la cual son parte tanto el ser humano como los otros animales. Un fenómeno ordenado como la naturaleza, es decir, la causalidad como una especie de enlace de las representaciones, que tienen vigencia en los hechos representados. Es pues, la sucesión de nuestras percepciones lo que constituye nuestro espíritu, la existencia es fenómeno, y cuanto existe se reduce a un ser de experiencia y un ser de experiencia es objeto de todas las especies.
b). El principio de asociación (semejanza, contigüidad y causalidad), es una ley general que rige la relación de impresiones, ideas y sensaciones para dar fuerza a la combinación de ideas simples y complejas, en ello tiene mayor capacidad la especie humana, sin embargo, la semejanza entre las acciones externas de los otros animales es tan completa que dicha semejanza sugiere que las acciones internas son también semejantes a las nuestras. Los mismos principios de razonamiento nos llevan a creer que “dado que nuestras acciones internas se asemejan entre sí, las causas de las que se derivan deben ser también semejantes”(Hume,1998 p. 119). Es en la semejanza de las acciones entre las especies en donde se identifica que todas ellas comparten los mismos principios
Aun entre los seres humanos hay diferencias y en el intento de explicarse las acciones del espíritu suponen y se adjudica un refinamiento del pensamiento, cosa que no solo excede a la capacidad de los otros animales, sino también la de los niños y gentes sencillas, que son susceptibles de las mismas afecciones que las personas de mayor talento. Ortega y Gasset menciona en su obra El hombre y la gente, que “se halla el hombre, no menos que el animal consignado al mundo, a las cosas entorno, a la circunstancia. Sin embargo, el hombre logra (a duras penas) meterse dentro de sí, mantiene su atención fija en las ideas que brotan de él. Así, el hombre ha tardado miles y miles de años en educar un poco su capacidad de concentración, así como el pez, puede desde luego, nadar, pudo el hombre pensar”( Ortega, 1994, p. 118-119 ) Es el ser humano al igual que los otros animales objetos en el mundo, en el que tendrán que compartir el orden de la naturaleza. El mismo autor a manera de reproche, ve una injusticia, cuando el animal humano se atribuye como cualidad ingénita el único ser pensante, que de pronto aparece como una adulación a su especie. No hay tal don, no es más que una penosa fabricación y una conquista, como toda conquista, el ser humano es primaria y fundamentalmente acción.
Ortega y Gasset pone al ser humano en igualdad con los otros animales, frente a una naturaleza que nos es propia a ambos, sin rechazar la forma como cada especie subsiste en ella y logra desarrollar capacidades. Sin embargo, “a pesar de que al ser humano se le caracteriza como racional, creador, organizador y no simplemente como pasivo, existe una diferencia con respecto a los (otros) animales sólo de grado y no de naturaleza, ambos están determinados y manipulados por agentes internos y externos”(. Rodríguez, 1976, pp. 82, 89).
Cabe añadir lo que Ralph Linton en Estudio del hombre señala respecto a la semejanza entre la especie humana y las no humanas; El sistema nervioso es la base material de la conducta y no hay nada extraordinario en el del humano, su estructura física es semejante a la de todos los de más mamíferos; el propio Encéfalo humano es casi idéntico al del antropoide, “por todo ello debemos admitir que los elementos estructurales y los mecanismos fisiológicos de la conducta son fundamentalmente análogos en el hombre (animal humano) y en los (otros) animales” (Linton,1956, pp. 75-76) la superioridad del ser humano en la solución de problemas se debe a que posee razón e imaginación y ante la postura de quienes sostienen que de estas cualidades carecen los otros animales, existe la que mantiene que semejante suposición es poco probable porque “la imaginación consiste en la disposición para figurarnos situaciones que no están presentes y la razón es la capacidad para resolver problemas sin necesidad de recurrir a tanteos” (Linton, 1956, pp. 75-76), no puede existir la razón sin la imaginación, porque al razonar, la situación entorno tiene que ser comprendida, previendo resultados de ciertas acciones; los tanteos se hacen y los errores se eliminan en la mente. Estudiando con la misma objetividad, manifiesta Ralph, en torno al comportamiento de las especies, que parece lógico concluir que si admitimos que los humanos poseen las cualidades señaladas, también debemos concedérselas a los otros animales.
Nadie puede negar que existan profundas diferencias cuantitativas entre el pensamiento humano y el de los antropoides, pero con todo y eso no debemos sobreestimar tales diferencias. La complejidad de las actividades humanas “normales”, en comparación con la de los otros animales, no permite una base exacta para su medida; en uno y en otros casi todo el comportamiento es cuestión de hábitos. Si el animal civilizado puede hacer más cosas que el animal salvaje, se debe a las mayores oportunidades (agentes internos y externos) que ha tenido de aprender a hacerlas, si el hijo de un hombre civilizado creciera en la más completa soledad, en cuanto a conducta, estaría más cerca de un antropoide que de su propio padre. Aquí entra en juego el lenguaje, un aspecto importantísimo que pone límites y mayor distancia en la relación del ser humano con los demás animales, obviamente lo pone en ventaja respecto de los otros.
El lenguaje, como instrumento de comunicación, será pues, el que juegue el papel más importante en la constitución de la herencia social humana y que a su vez le permite tener una cultura, la falta de habla en otros animales impone estrechos límites, pero el hecho de que los animales no humanos no puedan a través del lenguaje transmitir toda su experiencia, no significa que entre ellos no exista la posibilidad de que puedan aprender y actuar de su propia experiencia o la de otros miembros de la misma especie, siempre habrá, ya lo señalaba Carlos Darwin, una pequeña dosis de juicio o razón.
2. De las pasiones.
Hume considera que “En casi todas las especies de animales, particularmente en las de género noble, hay evidentes signos de orgullo y humildad, la causa de estas pasiones son también las mismas en los animales (no humanos) y en los hombres (animales humanos)” (Hume,1998, p. 213). Siendo la causa y objeto de orgullo y humildad las mismas en las especies, la explicación dada en la naturaleza humana vale también para los otros animales. Estas pasiones tienen el mismo objeto (el individuo mismo), la serie de ideas e impresiones relacionadas de las cuales se tiene memoria, en ella se concentra la vista cuando somos dominados por una de estas pasiones, según sea la idea más o menos ventajosa experimentamos una de estas afecciones opuestas y somos exaltados por el orgullo o deprimidos por la humildad. El requisito para que surjan estas pasiones, algo que es peculiar a cada una de ellas y no produce a ambas en un grado exactamente igual, es la causa o principio productivo, que es la primera idea que se presenta en el espíritu. Esta idea excita la pasión enlazada con ella, y la pasión cuando ha surgido, dirige nuestra atención a otra idea, que es la idea de nosotros mismos. Aquí se halla una pasión situada entre dos ideas, de las cuales una la produce y la otra es producida por ella, por consiguiente, la primera idea representa la causa, la segunda el objeto de la pasión. Así, el orgullo y la humildad, habiendo sido despertados, dirigen inmediatamente nuestra atención hacia nosotros mismos y lo considera como su objeto final y último.
La variedad de causas que producen orgullo y humildad dependen de principios naturales, entendidos como propiedades de la naturaleza:
La primera de estas es la asociación de ideas, la ley según la cual procede, es pasar de un objeto a lo que le es semejante, continuo o producido por él.
La segunda es una asociación del mismo género de impresiones, todas las impresiones semejantes se enlazan entre sí y tan pronto una de ellas surge es seguido por la otra (las ideas se asocian por semejanza, contigüidad y causalidad, mientras que las impresiones sólo se asocian por semejanza), estos dos géneros de asociación se apoyan y favorecen entre sí, y la transición es realizada más fácilmente cuando ambas concurren en el mismo objeto.
Toda causa de orgullo, en virtud de sus cualidades peculiares, produce un placer separado y toda causa de humildad, un malestar separado. El objeto peculiar del orgullo y humildad esta determinado por un instinto original y natural.
Todo lo expuesto hasta aquí por Hume, parece ser aplicable sólo a la naturaleza humana y aunque parezca absurdo, se considera que también es aplicable a los animales no humanos, a pesar de que ellos no estén conscientes de todo este mecanismo de producción de las pasiones, el hecho es que existe en ambos y la posibilidad es la misma.
Todos los animales que viven próximos al ser humano y que pueden familiarizarse con él, muestran orgullo al obtener la aprobación de éste y se sienten alagados con sus alabanzas y caricias, no son las caricias de cualquiera, sin distinción las que le producen vanidad, sino las de personas que conocen y quieren, del mismo modo que la pasión es excitada en los humanos, por lo que orgullo y humildad no son pasiones meramente humanas sino que se extienden a todo el género animal. Estas pasiones en los animales dependen en gran medida de la belleza, fortaleza y excelencia propia de cada animal, por ejemplo; el porte y marcha del cisne, la vanidad y emulación de los ruiseñores en su canto, los caballos en la velocidad de la carrera, la finura del olfato en los perros, del toro y el gallo en la fortaleza, y de igual forma en el hombre habrá orgullo y humildad en base a la belleza, fortaleza y excelencia propia de cada individuo.
Antes de continuar, cabe señalar que la tesis de la causalidad que Hume plantea, tiene su base en la creencia de la semejanza existente entre las especies respecto al comportamiento similar en todas ellas. Así, la causalidad en las pasiones son también las mismas en los animales no humanos que en los seres humanos, aunque exista una concesión de superioridad en el conocimiento e inteligencia en el animal humano. Por tanto, el vicio y la virtud, como causas de orgullo y humildad, también lo poseen los otros animales, en escaso sentido porque olvidan rápidamente las relaciones de sangre y son incapaces de las de derecho y propiedad. Por esta razón, las causas de orgullo y humildad están solo en el cuerpo y no en el espíritu, ni en objetos externos, pero en lo que se refiere al cuerpo, las mismas cualidades causan orgullo en ambos casos, y es en la belleza, rapidez o alguna otra cualidad útil o agradable en lo que se halla fundada. La verdadera esencia de la virtud es producir placer y la del vicio producir dolor, así, vicio y virtud forman parte de nuestro carácter para excitar orgullo o humildad.
Es la misma relación de ideas, que se deriva de las mismas causas en el espíritu de los humanos que en el de los otros animales, es pues, por asociación que establecen sus relaciones, por ejemplo, un perro que oculta un hueso, frecuentemente olvida el sitio en donde está, pero cuando llega a él, su pensamiento pasa fácilmente a lo que ocultó, por medio de la contigüidad que produce una relación entre sus ideas, los efectos de la semejanza constituyen un elemento considerable de la causalidad, del cual todos los animales muestran un juicio.
La relación de impresiones entre las especies, garantiza la unión de ciertas afecciones con otras, en donde sus espíritus son llevados frecuentemente a través de una serie de emociones enlazadas, por ejemplo, un perro cuando se halla exaltado por alegría, es llevado naturalmente a sentir amor y ternura ya sea por su amo o por un individuo del mismo u otro sexo, del mismo modo, cuando se halla lleno de dolor o tristeza, se hace pendenciero y de mal natural. Así, los principios naturales (internos) que son necesarios en nosotros para producir estas pasiones son comunes a todos los seres.
Respecto a los sentimientos como otro principio natural que comparten todas las especies, Hume afirma que “El amor en los animales no tiene solo como objeto propio a animales de la misma especie, sino que se extiende más lejos y comprende casi todo ser sensible y pensante”. (Hume,1998, p. 254).
El objeto del amor y odio no se encuentra en el individuo mismo sino en otro de cuyos pensamientos, acciones y sensaciones no somos conscientes, nuestro amor y odio esta siempre dirigido a otro ser sensible, externo a nosotros. Son pasiones que surgen de perfecciones corporales como la hermosura, fuerza, ligereza y destreza, todos estos objetos son los que por sus diferentes cualidades, pueden producir amor y estima u odio y desprecio.
Como los animales no humanos son poco susceptibles de los placeres o dolores de la imaginación, pueden juzgar de los objetos sólo por el bien o mal sensible que producen y por éste se regulan sus afecciones con respecto a ellos. De acuerdo con esto, se observa que por beneficios o injurias se obtiene amor u odio y por alimentos o cuidados adquiridos de un animal su afección, del mismo modo que molestándolo nos atraemos su enemistad.
El amor en los animales no humanos no se produce tanto por relaciones como en la especie humana y esto porque sus pensamientos no son tan activos que puedan seguir las relaciones, salvo casos muy manifiestos en que se nota cierta influencia sobre ellos. Así, el trato que tiene el mismo efecto que las relaciones, produce siempre amor en los animales, ya sea hacia el ser humano o a otros animales. Por la misma razón la semejanza entre ellos es fuente de afección, el afecto de los padres por la prole, procede de un instinto peculiar, similar en todas las especies. La comunicación de las pasiones no tiene menos lugar entre los animales no humanos que entre los animales humanos; miedo, cólera, valor y otras afecciones son comunicadas frecuentemente de un animal a otro, aunque sin conocimiento de la causa que produjo la pasión originaria. La pena también la sienten por simpatía y producen casi las mismas consecuencias y excita las mismas emociones que en el humano.
Aunque el deseo de felicidad o miseria de los otros, según el amor o el odio que les profesamos, sea un instinto originario implantado en nuestra naturaleza, encontramos que puede ser imitado en muchas ocasiones y surgir de principios secundarios. La piedad es una preocupación por el dolor del otro y la malicia un goce en el mismo, sin que halla una amistad o enemistad que ocasione esta preocupación o este goce. Esto se explica, partiendo de una idea vivaz de todo lo relacionado con nosotros, todas las criaturas humanas y en su género cada animal se relacionan con nosotros por semejanza, por lo que sus pasiones, sus dolores y penas deben impresionarnos de una manera fugaz y producir una emoción similar a la original, pues una idea se convierte fácilmente en una impresión que se deriva del principio general de la simpatía. Dado que todas se hallan presentes en el espíritu de un individuo y después aparece en el de otro y que la forma de su aparición, primero como idea, después como impresión es en cada caso la misma, la transición debe surgir en virtud de un idéntico principio. La envidia y la malicia son pasiones muy notables en los animales no humanos, son quizá más corrientes que la piedad, por requerir menos esfuerzo de pensamiento e imaginación. La pasión de la malicia imita el efecto del odio, así, como la piedad lo hace con los del amor. Hasta aquí, Hume fundamenta las bases de un conocimiento que parte de la experiencia y de principios naturales al ser humano y a los otros animales, cuya utilidad para la especie humana, es emplear su entendimiento para asimilar la situación de otros animales así como de la propia en el orden de las cosas de la naturaleza.
Al momento de ser consideradas las especies como morales, según Óscar Horta (Óscar, 2004, pp. 159-161.
), se les concede la posibilidad de tener intereses, esto es, la capacidad de sufrir y disfrutar [dolor y placer] lo que es predecible tanto del ser humano como de los otros animales. Riechmann ( Riechmann,1995, pp. 174 y 189),loresume introduciendo el concepto de persona y cuasi-persona; señala que en la capacidad de sentir y de poseer intereses es persona, en sentido estricto, el ser un agente moral que tiene derechos y deberes y, la cuasi-persona no es un agente moral pero puede tener derechos más no deberes. En este sentido, todas las especies consideradas o no agentes morales tienen derechos naturales que comparten sobre el planeta.
En el contexto del empirismo, Hume trata de establecer como criterio válido de un conocimiento certero respecto de la semejanza en las acciones entre las especies y lo aterriza, como empirista que es, en la experiencia y los sentidos, estableciendo que; “Los animales jamás perciben ciertamente una relación real entre los objetos, por lo que infieren el uno del otro por experiencia, no pueden jamás hacer una conclusión general mediante argumentos para probar que los objetos de los que no tienen experiencia se asemejan a aquellos de los que la tienen, por tanto, sólo mediante la costumbre actúa y sobre ella la experiencia”14. La experiencia, es pues, común al ser humano y a los otros animales ya que ambos son seres vivos, sensibles y que comparten los mismos principios naturales; La razón como un desarrollo del instinto, un principio de probabilidad fundado en el orden de las cosas en la naturaleza y la asociación de ideas como ley clave en el conocimiento.
En suma, Hume argumenta en relación a la razón que “los animales se hallan dotados de pensamiento y razón al igual que los hombres, porque los principios de razón y probabilidad nos llevan a la existencia de una causa análoga, lo que se explica por la semejanza entre las acciones de los animales y la de los hombres”15.
Es claro que en Hume y otros autores, el elemento racional al igual que las pasiones hace una mínima distinción entre el ser humano y los otros animales, ambos se asemejan en las acciones y sentimientos, aunque halla diferencia en el modo operante de cada especie, comparten los mismos principios naturales. En efecto, si existe una semejanza también hay una diferencia (distinción en grados) fundamentada en las capacidades de los individuos, ello no implica la ausencia de razón y pasiones en los animales, sólo que en ellos es difícil medir dichas capacidades, ya que la mayoría de las pruebas se basan en actitudes que los humanos queremos que adopten, por ejemplo, como sentarse cuando se les ordena o pisar un pedal para obtener una recompensa en forma de alimento, sin tener en cuenta las propias necesidades y deseos del animal no humano, en el que la razón y las pasiones son iguales al ser humano, esta es una realidad, aquí lo complicado es que vivamos animales no humanos y humanos en armonía con la naturaleza, que a todos nos asiste el derecho (como seres en el mundo) de formar parte de ella.
Ouspensky al afirmar que “la razón es el aspecto interno de un ser…que existe en el mundo debe penetrar en todas las cosas aun cuando se manifieste de diferentes modos” (Ouspensky,2003, p. 210, 189.) Le da el mismo lugar a todas las especies, éstas son consciente gracias a sus sensaciones y emociones, el intelecto esta presente en él sólo en estado embrionario, como una emoción de curiosidad, como un placer por conocer, en este sentido, el intelecto es también una emoción y en el alma del animal humano no existen más que emociones, por tanto, “el alma del hombre es, o bien una lucha o un ajuste armonioso entre diferentes emociones (Ouspensky,2003,p. 209). Vamos juntos en el mismo barco ¿valdría la pena luchar para que éste no se hunda?
Finalmente, quiero hacer una consideración respecto a la experimentación en animales no humanos; bajo la sospecha de que existen semejanzas entre las especies con respecto a sus acciones, le resulta al ser humano ventajoso y justifica la experimentación en los otros animales bajo el argumento de que ello representa un auxiliar importante en la investigación, en materia de procesos de aprendizaje y conducta. De ello se obtienen resultados que nos sugieren ideas de lo que pudieran ser en el ser humano esos procesos. En este sentido, se han obtenido grandes aportaciones a la psicología (sobre todo en el área social y animal), así mismo, considero a Hume como uno de los pioneros en el desarrollo de esta ciencia, que de manera comparativa concluye efectos de conducta y sentimientos a favor de un mayor conocimiento de la naturaleza humana, sin dejar atrás la naturaleza animal, de la cual también el ser humano es parte.
Es curiosa la argumentación, respecto a la experimentación en animales no humanos, que se basa en la consideración moral para juzgar si un individuo es digno o no de ser valorado éticamente por si mismo, Riechman (Ouspensky, Pedro,2003 p.209 ) al cuestionar la idea de que el sufrimiento de los animales no humanos ‹cuenta menos› que el de los seres humanos, entra en la discusión del reconocimiento de la condición de agente moral a animales no humanos, existen muchas posturas al respecto: Las que afirman que sólo los seres humanos cuentan moralmente (antropocentrismo) y las que aceptan en la comunidad moral a algunos animales “grandes simios” (zoocentrismo).
Este autor considera que aunque los animales no sean ni puedan ser agentes morales no justifica el hecho de que sean reducidos a la categoría de meros objetos sin significación moral, base sin lugar a dudas de la gran excusa para permitir muchos experimentos en animales no humanos para conocer formas de padecimiento y muerte para los humanos. Para tal efecto, no basta el sufrimiento animal aunque se obtengan sólo algunos beneficios. En este contexto Riechman afirma que “los animales no humanos tienen un indiscutible derecho a no ser sometidos a sufrimiento para provecho humano…que el ser humano tiene la obligación moral de respetar a todos los demás animales…y limitar la utilización de animales no humanos con fines experimentales…”( Ouspensky, 2003, p. 209). Esto es posible de ser sustituido por métodos de experimentación In Vitro o en su defecto, refinar los procesos de modo que causen menos sufrimiento en los animales involucrados, porque lo que esta en juego es nuestro trato con los demás animales con quienes compartimos el mundo.
En suma, ¿es ético tomar a los animales no humanos como modelos de experimentación para que el ser humano se conozca así mismo? ¿Qué derechos le asiste al animal humano para quebrantar los derechos de los otros animales o acaso estos últimos no los tienen? Son muchas las interrogantes y que obviamente merecen ser contestadas.
Notas.
* Deleuze, Gilles, Empirismo y subjetividad, Granica editor, Barcelona, 1977, p. 22.
El concepto animal no humano sugerido por Oscar Horta, sustituye en este artículo a la noción de
animal inferior, por considerarse ésta como inadecuada para tratar el tema en cuestión.
1. Francisco Larroyo, “Introducción al estudio de la filosofía de Hume”, en David Hume, Tratado
de la naturaleza humana, Porrúa, México, 1998, p. XXXIX.
2. Por especismo se debe entender la discriminación moral efectuada en función de la especie,
cuando los intereses de un individuo no reciben la consideración que merecerían debido a que tal
individuo pertenece a una determinada especie.
Cfr. Óscar Horta “una tipología del especismo “ en Jorge Riechmann (coord.), Ética ecológica,
Edit.Nordon, Montevideo, 2004, p. 146.
3. Hume, David, Tratado de la naturaleza humana, Porrúa, México, 1998, p. 119.
4. Ibid., p. 121.
5. Cfr., capítulo VIII “Sobre el instinto” en Carlos Darwin, El origen de las especies, Porrúa,
México, 1994, p. 173.
6. Op. cit., Hume, p. 119.
7. Ortega y Gasset, José, El hombre y la gente, Porrúa, México, 1994, pp. 118-119.
8. Rodríguez, Aroldo, Psicología social, México, T rillas, 1976, pp. 82, 89.
9. El encéfalo en los invertebrados inferiores tiene a su cargo, principalmente, la recepción directa
de los estímulos procedentes de los órganos sensoriales, así como la producción de ajustes
automáticos frente a estos estímulos. En los anfibios aparece una nueva división del encéfalo, el
cerebro, que se especializa en reacciones más complejas y selectivas. A medida en que se
asciende en la escala evolutiva de los vertebrados, se aprecia que el cerebro aumenta
proporcionalmente de tamaño en relación a las restantes partes del encéfalo.
10. Linton, Ralph, Estudio del hombre, FCE, México, 1956, pp. 75-76.
11. Ibid., p.78.
12. Op. cit., Hume, p. 213.
13. Ibid., p.254.
(*). Óscar, Horta “una tipología del especismo “ en Jorge Riechmann (coord.), Ética ecológica Edit. Nordon, Montevideo, 2004, pp. 159-161.
(**) Jorge, Riechmann, “la complejidad del concepto de persona” en Jesús, Mosterín y Jorge,
Riechmann, Animales y ciudadanos, Talasa, Madrid, 1995, pp. 174 y 189.
14. Op. cit., Hume., p.120.
15. Ibidem.
16. Ouspensky, Pedro, Tertium organum, Berbera editores, México, 2003, p. 210 y 189.
17. Ibid., p. 209.
18. Riechmann, Jorge, “la experimentación con animales” en Marta, Tafalla (ed.), Los derechos de
los animales, Edit. Idea Books, Barcelona, 2004, pp. 209-230.
19. Ibid., Riechmann, pp. 223-224.