Yiliana Mompeller Vázquez
yimova@gmail.comEntre los ritos practicados por la sociedad japonesa destaca la festividad matsuri,
originalmente de naturaleza religiosa sintoísta, y que ha servido eminentemente como mecanismo de definición y legitimación social constante de numerosos grupos al interior de la sociedad japonesa. Este artículo aborda la práctica de dicho ritual como una manifestación de fortalecimiento de la estructura social comunal de los japoneses, así como su expansión hacia otras áreas de la vida social dada la necesidad que tienen los individuos de quitarse las máscaras, frecuentemente símbolos de estatus social y de simular un cambio en el orden social preestablecido.
Palabras claves: matsuri, ritos, religión sintoísta, sociedad japonesa, orden social, ritual, tradición, festividad religiosa.
Para citar este artículo puede uitlizar el siguiente formato:
Yiliana Mompeller Vázquez (2017): “Matsuri: práctica ritual tradicional japonesa”, Revista Observatorio Iberoamericano de la Economía y la Sociedad del Japón (marzo 2017). En línea:
http://eumed.net/rev/japon/28/matsuri.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/japon28matsuri
La experiencia de prácticas rituales es un fenómeno común a todas las culturas: antiguas o modernas, orientales u occidentales. El rito, aunque tradicionalmente ligado al ámbito de la religión, ha sido visto también como una suerte de “representación teatral” de los mitos e ideas que definen y legitiman la identidad de los sujetos precisamente a partir de esas escenificaciones. Vistos así, se puede decir que los ritos se convierten en mecanismos que reproducen el orden establecido, pero a la vez, proponen modificaciones a las mismas. Este carácter dual de los ritos propicia una especie de elasticidad que los hace perdurar socialmente como instrumento de preservación de las tradiciones, pero al mismo tiempo, como modificación constante tendiente a la renovación.
En la introducción al libro Ritos de paso. Arqueología y antropología de las religiones, vol. III 1, se lee que durante la mayor parte del siglo veinte, la definición del ritual lo concebía como el “aspecto social” de la religión, en vista de que implica procesos a través de los que colectivamente se expresan ideas sobre la vida y la muerte, lo sagrado y lo sobrenatural. Esta manera de aproximación al ritual en aras de comprenderlo, sentó las bases para que otros estudios posteriores enriquecieran el concepto a partir de otros enfoques. Tal es el caso de Víctor Turner, entre otros, cuyos planteamientos en torno a las prácticas rituales propusieron no ceñirlas única o fundamentalmente al campo de la religión, sino ampliar el espectro de su praxis a otros terrenos.
De esta forma, otros investigadores comenzaron a explorar manifestaciones de práctica ritual en otras circunstancias y áreas de la vida social. Esto acentuó la idea de su carácter multivalente y multipropósito. Los escritos de Víctor Turner, y en particular su teoría communitas 2[Turner, 1969], ha enriquecido el estudio del ritual ya que ha aportado ejes comunes de discusión entre los investigadores. Entre los elementos característicos del ritual, Turner destaca su carácter teatral, performativo y multivocal, así como su función integrativa y de reproducción social.3 A decir de Turner, communitas, es parte de la vida social en tanto todos los individuos tienen la necesidad de quitarse las máscaras, frecuentemente símbolos de estatus social y por otro lado, posee un carácter utópico en términos culturales en tanto asemeja la ficción del cambio de algunas estructuras sociales de forma momentánea o poco duradera. Hay una estructura que regula el fenómeno de communitas, que se opone a ciertas estructuras ya establecidas, por tanto, deviene antiestructura pero también, con relaciones normadas a su interior. De manera general, este concepto turneriano denota sentimientos intensos de unidad y pertenencia a un grupo social, a través de la práctica de rituales que fortalecen al grupo que los ejecuta.
Estudios posteriores han demostrado la relación del rito con el ámbito político, en donde, a través del uso de símbolos rituales, determinados grupos representan su poder, fortalecen su legitimidad y hasta establecen solidaridades [Segalen, 2005]4 . Otros más recientes lo asocian también con cuestiones lúdicas, deportivas y con variados tipos de expresiones culturales, denominados rituales contemporáneos y seculares [Augé 1995; Segalen, 2005]5 . En esta evolución del estudio de las prácticas rituales ha quedado clara su aplicación en diversos campos y refuerzan la idea turneriana de la aparición de communitas con cierta frecuencia en todos los niveles y campos de la actividad social.
Como es de esperar, la teoría turneriana de communitas y su taxonomía (existencial o espontánea, normativa e ideológica) en el análisis del ritual ha sido criticada por otros estudiosos, sin embargo, me ha resultado muy útil en el estudio de uno de los rituales japoneses, el matsuri. Me apegaré a su idea por un motivo principal: su aplicación viable al análisis de otros rituales fuera del campo religioso. Además, la obra de muchos investigadores japoneses sobre esta festividad no ha sido traducido todavía a un idioma que pueda entender para realizar este trabajo.
La práctica ritual en Japón
Entre los ritos practicados por la sociedad japonesa destaca la festividad matsuri, originalmente de naturaleza religiosa sintoísta, y que ha servido eminentemente como mecanismo de definición y legitimación social constante de numerosos grupos al interior de la sociedad japonesa. A través de su historia, algunas religiones provenientes del exterior se mezclaron con las prácticas religiosas autóctonas, enriqueciéndolas y tornándolas más heterogéneas. El carácter sincrético de la religión de este país es un elemento que ofrece también algunas pistas sobre la actitud de sus habitantes en cuanto a absorber y adecuar a sus necesidades las prácticas foráneas.
Entender las leyes de este funcionamiento es un elemento muy útil para comprender esta cultura, máxime si extendemos el fenómeno matsuri a otras situaciones de su vida social en que prime un sentimiento de cohesión grupal tan fuerte que ofrezca a sus participantes la seguridad, al menos simbólica, de cambio de las normas sociales que afectan al grupo, léase actividades políticas, movimientos sociales, entre mucho otros. Cuando hablo de un grupo social, lo enmarco en la noción de identidad frente al OTRO con independencia del número de sus adeptos o sus relaciones consanguíneas. Por lo tanto, a tales efectos, un grupo puede ser, tanto una comunidad rural de reducidas ie constituyentes como una organización de mujeres aunadas por la necesidad de defensa de sus derechos civiles.
Tradicionalmente, las festividades matsuri han estado relacionadas con el ámbito religioso e incluyen ritos de alto grado de solemnidad dirigidos a agradecer, enaltecer o apaciguar entidades divinas. Por un lado, abundan las prácticas de reclusión y purificación, así como otras encaminadas a alcanzar cierto estado mental a través de la repetición de actos corporales. Al mismo tiempo, existe una expectativa generalizada de liberación mental y corporal que conduzca a la ruptura del orden establecido. En los días de festividades, existe una especie de consenso público en torno a los procederes que normalmente serían juzgados por su vulgaridad. Creo que esta dualidad tiene alguna de sus raíces en la noción religiosa popular de convivencia de dos elementos contradictorios entre sí: ara (agreste, tosco, salvaje, malévolo) y niki (pulido, pacífico, calmado, benevolente); así como el presupuesto cosmogónico primitivo de la dualidad entre el caos y el cosmos, lo mundano y lo sagrado.
Una evidencia de la actitud permisiva de esta suerte de proceder licencioso en los días de matsuri se halla en el libro Man´yōshū 6:
On Mount Tsukuba where eagles dwell
By the founts of Mohakitsu,
Maidens and men, in troops assembling,
Hold a kagai, vying in poetry;
I will seek company with others´ wives,
Let others woo my own;
The gods that dominate this mountain
Have allowed such freedom since of old;
This day regard us not
With reproachful eyes,
Nor say a word of blame 7.
Man´yōshū es la más antigua compilación de poesía japonesa reunida entre finales del período Nara (710-794) y principios del período Heian (794-1185) por diversos autores. Aunque incluye poemas del año 347 D.C., se considera que la mayoría de su poesía recrea la vida japonesa posterior al año 600 D.C. Es importante señalar que existen varios períodos históricos japoneses indocumentados, cuyas prácticas se conocen a través de la interpretación de los hallazgos arqueológicos. A partir de la introducción de la escritura desde China comenzó la producción de documentos escritos, que en la actualidad son analizados una y otra vez a partir de numerosos enfoques en aras de reconstruir fragmentos de los habitantes de esas épocas. También, entre los primeros documentos escritos de la cultura japonesa que documentan sus mitos, leyendas y poemas tenemos el Kojiki (Registro de asuntos antiguos), del año 712; el Fudoki (Estudio geográfico de las provincias), del 713 y el Nihon Shoki (Anales japoneses), del 720.
Es por eso que creo que es muy probable que la celebración de matsuri se remonte a tiempo atrás producto del apego a la tierra de las comunidades y su interés por asegurar su fecundidad, y, por tanto, el sustento vital, en este caso a través de celebraciones regulares para contentar a las divinidades tutelares locales. Asimismo, es evidente que los rituales empleados en estas festividades, los símbolos, vestuarios, entre otros componentes, han variado con el transcurso del tiempo y la influencia foránea de otras religiones, adecuándolos a las nuevas necesidades de sus comunidades practicantes. Un ejemplo es el caso de la inclusión del mikoshi, especie de palanquín divino que sirve como vehículo para transportar a la divinidad durante la festividad, de forma que no toque la tierra, elemento foráneo a su entorno celestial. El uso del mikoshi proviene de China, y se cree que se usó por vez primera en el traslado de Hachiman, deidad tutelar de los guerreros, hacia el templo Todaiji en el año 749. El uso del mikoshi ha devenido elemento simbólico dentro del ritual de matsuri.
Distintos grupos japoneses han vinculado la sensación matsuri8 con sus actividades transgresoras del orden establecido a través de la historia. Un ejemplo de ellos lo ofrece Michiko Tanaka en su ensayo Yonaoshi-ikki. Movimientos campesinos en la “crisis” del shogunato moderno9 , en donde analiza estos grupos y su accionar a partir de tres premisas: socioeconómica, política e ideológica. Dentro del tercer enfoque, la autora explora elementos como la tradición popular de protesta y la religión popular. En la página 26, la autora nos ofrece una comparación explícita de estos movimientos con el período de festividad religiosa propiciatoria de fertilidad de la tierra, abundantes cosechas y agradecimiento a las deidades:
“El levantamiento se comparaba a veces con el matsuri, (…). Lo común en ambos era la interrupción de la vida rutinaria en el campo. La actividad cotidiana, frugal y austera, contrastaba con la abundancia y la libertad del día de fiesta; el levantamiento, por su extraordinaria vivacidad se asemejaba al festival. En la costumbre popular existía la distinción entre ke, lo normal, lo cotidiano, lo rutinario, y hare, lo anormal, lo extraordinario, lo excepcional que se identifica con lo sagrado. Existieron distintas normas para las ocasiones de hare y ke. Esto favoreció el rápido desarrollo del levantamiento, pero no su continuidad y duración.”
En este fragmento, la autora menciona un elemento fundamental a tener en cuenta cuando se pretende analizar la extensión de la dinámica de matsuri hacia otras áreas del comportamiento social: la noción de lo rutinario frente a lo extraordinario. La interrupción de la rutina cotidiana en aras de experimentar un período excepcional de cambio, muchas veces asociado con lo sagrado, es la base de legitimación de las acciones de estos movimientos de acuerdo con la tradición religiosa popular, muy apegada al culto primitivo a la tierra.
Otros elementos que caracterizan esta festividad, y retomo las ideas turnerianas, es su carácter performativo, sensorial, de extrema solidaridad grupal, cargado de elementos simbólicos y alto grado de seriedad de la ficción que se experimenta.
Comienzo por la naturaleza performativa de este ritual. En el caso japonés, muchos investigadores, y entre ellos Herbert E. Plutschow 10, ubican las bases del origen de algunas manifestaciones artísticas como la danza, el teatro, la música y la recitación (katarimono) en la práctica ritual de los matsuri. Considera además que en sus inicios, al igual que la festividad sintoísta, estas manifestaciones tenían una función ritual religiosa. Al igual que el teatro, las festividades necesitan un escenario, un público, unos actores y un mensaje o trama cuya expresividad se apoye en el uso de objetos simbólicos y otros recursos como la música, el vestuario y otros efectos. Pero, sobre todo, que el mensaje sea público y consensuado entre todos los participantes a partir de sus necesidades de definición y legitimación como grupo.
Por otra parte, la representación del matsuri también se asocia con la exageración, ya que los gestos corporales de quienes participan, sonidos, vestuarios, colores, entre otros elementos, tienen que expresar en el reducido período del festival un mensaje lo más contundente e inequívocamente que se pueda. Además de que todos los componentes mencionados no pertenecen a la dinámica del día a día, por lo que se asocian a la noción de lo sagrado, capaz de operar las transformaciones que espera el grupo, aunque de manera simbólica porque es consciente de que tras el paso del festival, las cosas recuperarán su rumbo acostumbrado.
En cuanto a la sensorialidad de matsuri, es notable mencionar que, cualquiera que haya participado de este tipo de festividad la recuerda particularmente por lo que vio, escuchó, olió, degustó, sintió o una mezcla de toda esta información que, a partir de sus órganos sensoriales, obtuvo de esta experiencia. Durante la celebración, una característica distintiva que perciben los participantes es la profusión de colores, olores, comidas, personas, sonidos y sensaciones que se mezclan. Es un período de abundancia en todos los sentidos, que contrasta muchas veces con la frugalidad de tiempos normales. En mi opinión, este abigarramiento de información sensorial propicia una especie de sensación de encontrarnos en una dimensión intemporal, en un intersticio de la realidad en donde cualquier cosa es posible. Hasta cierto punto es una experiencia caótica en cuanto a mantener consiente la observación de ciertas normas que nos atan y someten. Se experimenta la euforia de ser sólo el organismo que rigen los sentidos por sobre la conciencia de un mundo organizado por normas sociales. Más que reflexionar, se siente.
Otro elemento característico que se destaca es la extrema solidaridad grupal que se establece. En el caso particular de Japón, el reforzamiento de la cohesión grupal se ha establecido desde la antigüedad, entre otros factores condicionantes, por la necesidad de trabajar la tierra comunalmente para repartir sus rigores y beneficios. Tradicionalmente, la unidad básica de producción, ie, se ha constituido más sobre la base de lo que aportan sus miembros que por sus vínculos consanguíneos. Creo que la misma lógica explica un tanto la práctica reiterada de adopción de hijos en la cultura japonesa: satisfacer determinadas necesidades, como es la sucesión, más que compartan la sangre familiar. En este punto, considero muy útil este tipo de pragmatismo en aras de solucionar un problema, que se extiende a otra dimensión más comunal de agradecer y propiciar las buenas cosechas a través de la solidaridad en el momento de preparar el festejo y llevarlo a cabo, con todo el andamiaje simbólico de rigor.
Lo que Víctor Turner señala como “sentido extremo de solidaridad y unidad” de este tipo de ritos se evidencia en el festejo matsuri japonés ya que cada uno de sus miembros asume una función dentro del mismo con responsabilidad y entrega. Es notorio que también se experimente una sensación de igualdad social y alto grado de seriedad en torno a la ficción de cumplir ciertos objetivos, aunque con carácter no duradero. Esto me conduce a considerar que detrás de la certeza de que las cosas volverán a su rumbo normal hay cierta desesperanza de que cambien algunas normas establecidas. Sin embargo, el carácter lúdico de matsuri alivia, y sus prácticas reiteradas con cierta frecuencia hacen un alto en el camino, para proseguirlo después.
Concluyo diciendo que este tipo de práctica ritual japonesa se ha legitimado en el tiempo como un mecanismo eficaz de cohesión y definición grupal, al tiempo que, de consecución de objetivos, al menos de corta duración. Teniendo en cuenta sus usos, componentes estructurales y objetivos para la vida japonesa es lógico pensar que, aunque su naturaleza se ha modificado un tanto producto de la necesidad de aplicarlo en otras muchas áreas de la vida social, se sigue practicando.
Sin embargo, las sociedades están en constante cambio, así como sus prácticas sociales. Es por eso que me pregunto si la práctica de distintos matsuri en la actualidad, que es un hecho comprobable, responde a necesidades espontáneas de distintos grupos de experimentar la intensa sensación de communitas para preservar la cohesión y sentido de pertenencia al mismo frente al creciente individualismo del presente o más bien responde al interés de otros grupos de mostrar al turista una práctica antiquísima, por tanto, tradicional, de la cultura japonesa. Quizás la respuesta tenga algo de cierto de ambas partes.
Bibliografía
1 Coordinado por Patricia Fournier, Carlos Mondragón Walburga Wiesheu, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2009, p. 8.
2 Esta palabra, préstamo lingüístico del latín, se refiere a una comunidad sin estructura rígida en la que todos los miembros son iguales o también al espíritu de comunidad. Para los estudios antropológicos, significa un intenso espíritu comunitario y de gran igualdad social, solidaridad y unidad. A este último significado estaré apelando en este trabajo.
3 Ídem, p. 9.
4 Ídem, p. 10
5 Ídem
6 Referenciado por Minoru Sonoda, en el ensayo Festival and Sacred Transgression de la compilación de escritos Matsuri. Festival and Rites in Japanese Life, de la serie Contemporary Papers on Japanese Religion, Institute for Japanese Culture and Classics, Kokugakuin University, 1988, p. 37.
7 Me hago eco de esta terminología empleada por Keiichi Yanagawa en su ensayo The Sensation of Matsuri, en la compilación de escritos Matsuri. Festival and Rites in Japanese Life, de la serie Contemporary Papers on Japanese Religion, Institute for Japanese Culture and Classics, Kokugakuin University, 1988, pp. 3-19.
8 Véase su ensayo The Shinto Festival (matsuri) and the Birth of Japanese Performarming and Competitive Arts, Tokyo: Institute for the Study of Christianity and Culture of the International Christian University, 1939.
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