Revista: Observatorio Iberoamericano de la Economía y la Sociedad del Japón
ISSN: 1988-5229


JAPÓN Y CHINA (1993-2013): ESPACIOS DE CONFRONTACIÓN E INTERACCIÓN

Autores e infomación del artículo

Maitee Pérez Javier

Universidad de La Habana

mei@ffh.uh.cu

Resumen: China y Japón regiones altamente desarrolladas confluyen en un espacio geográfico, que cada vez se torna más pequeño a sus apetencias económicas, por lo que tratarán de validar su posición en la región a través de una reconstrucción nacionalista de la historia pasada, en función de legitimar su poderío al interior del área. Estas pugnas estarán mediando en un contexto donde su relación se hace cada vez más interdependiente y necesaria.
Palabras claves: Conflicto, cooperación, memoria histórica, regionalismo, seguridad nacional.



Para citar este artículo puede uitlizar el siguiente formato:

Maitee Pérez Javier (2015): “Japón y China (1993-2013): espacios de confrontación e interacción”, Revista Observatorio Iberoamericano de la Economía y la Sociedad del Japón (septiembre 2015). En línea: http://eumed.net/rev/japon/24/cooperacion.html


Introducción
El dinamismo de la región asiática que soslaya a cada una de sus economías emergentes impacta de forma significativa en el diseño de las tendencias de la economía internacional. La ampliación de las zonas en desarrollo ha propiciado una diversificación en los estudios del área; de las tesis altamente monopolizadas por el Japón “exitoso” durante los años ochenta, se ha transitado desde mediados de los noventa hacia temáticas que indican un conocimiento mucho más englobador de las estructuras económicas asiáticas y su potencial, resaltándose de forma elocuente el progreso chino, cuyo despegue contrasta con la llamada “década perdida” de la sociedad japonesa.
Para buena parte de los círculos académicos la conflictividad entre Japón y China, debido a las rencillas históricas no subsanadas, actúa como un elemento de contracción frente a la unidad de la región. En contraposición, otros científicos sociales han distinguido en su relación toda una serie de alusiones al perdón como vía necesaria para un diálogo conciliador. Esta dicotomía entre confrontación y conciliación se ha convertido en uno de los principales debates relacionados al estudio de esta área geográfica en particular, si bien estos altibajos son una norma propagada en los disímiles intercambios a nivel internacional, asumirla como una pauta no ha significado un total desinterés en interiorizar en cada una de las especificidades de la región donde confluyen importantes proyectos regionales en un ambiente marcadamente inclusivo.
A tono con lo anterior la intención de este trabajo  es plantear un acercamiento hacia el desarrollo de las relaciones sino-japonesas entre 1993-2013 a través de un bosquejo de los disímiles espacios donde confluyen sus intereses. Es necesario aclarar que se escoge este lapso temporal puesto que asiste a una reconstrucción y legitimación de la conflictividad paralela a un reconocimiento mutuo de la interdependencia como resultado de las nuevas coyunturas socio-económicas; no porque haya una coincidencia en cuanto al origen y fin del conflicto mismo.
A través del estudio de la historiografía se pueden dilucidar dos etapas importantes en las relaciones entre estos dos países: una primera entre 1993-2000 marcada por la caída del Campo Socialista y el retorno hacia el esquema unipolar, donde la recesión japonesa será apuntalada por la crisis asiática de 1997 y el resurgimiento económico de China como un indiscutible líder de área para inicios del XXI.
En ese sentido, una segunda etapa que va desde (2000-2013) asiste a un escenario donde las relaciones entre ambos espacios se hacen cada vez más interdependientes, China y Japón se lanzan hacia la búsqueda de nuevos mercados potenciando un regionalismo de tipo inclusivo, cuyo avance dependerá de la resolución pacífica de los conflictos que afloran como resultado de la exacerbación de los nacionalismos internos.
   China y Japón (1993-2000): acercamiento y diálogo introspectivo.
La caída del Campo Socialista seguido de un retorno hacia el esquema unipolar en las relaciones internacionales se convierte en un escenario propicio para una distensión entre las diferentes ideologías encontradas al interior del espacio asiático. El impacto del fin de la Guerra Fría y la explosión de la burbuja especulativa lanza  a Japón hacia aguas desconocidas teniendo como efecto el retorno de la idea de Japan in Asia contrapuesta a Japan as a Western Power, el desarrollo de los acontecimientos le mostró que para defender los intereses de la región no podía separarse de su rol en la construcción de las políticas internacionales de ahí que la complementación de estas estrategias se convertirá en la base de su política exterior durante este período.
La adopción de muchos de los pilares del modelo de desarrollo japonés por parte de un grupo de países del área, será apuntalada en los noventa donde se creará el contexto propicio para que el ciclo de crecimiento japonés se extienda sin trabas hacia las economías asiáticas dinámicas (DAE) superando las fronteras políticas existente entre países comunistas y capitalistas. El dinamismo económico chino y la apertura de la economía vietnamita, en el contexto de fin del orden bipolar, pesarán más que las tradicionales rivalidades políticas asentando las bases de proyectos regionales como fue la creación de la APEC que facilitó el crecimiento a través de la cooperación, el comercio y la inversión, cuya importancia sin lugar a dudas  aumentó en 1991 con la entrada de «las tres chinas» —China, Taiwan y Hong Kong.
Pese al descenso que experimenta la economía japonesa, su inversión en la nuevas economías industriales asiáticas superará las tradicionales inversiones por parte de los países de la Unión Europea en el área, y en la ASEAN-9 (ASEAN menos Singapur) llegará a sustituir la preeminencia de los Estados Unidos. Ahora bien, es necesario destacar que la inversión directa extranjera (IDE) japonesa como una estrategia a largo plazo en China es notable a partir de los noventa implicando para este país, la  importación capital, tecnología a través de un estimable acceso al mercado global. Si bien para el año 1992 existían 42 factorías japonesas de electrónica en China, ya en 1999 esta cifra había aumentado a 264.
Por otra parte, la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) se convertirá en la piedra angular de la política de compromiso de Japón con China durante los primeros años de la posguerra fría, entendida como una compensación hacia los daños causados por su gobierno durante la segunda guerra mundial, sin lugar a dudas se da un reforzamiento de la imagen de Japón como un agente facilitador del desarrollo regional a través de la (AOD). En la Cumbre de Houston de 1990 hay un aumento sustancial de los créditos a China en plena crisis por los sucesos de Tianamen, en 1993 este país se convierte en el primer receptor de la ayuda bilateral recibiendo un 16% de los desembolsos totales desbancando a Indonesia en este aspecto. La cooperación medioambiental, el control de la polución, las transferencias para la apertura de centros de investigación y educación ambiental, serán apuntaladas por la visita del emperador Akihito y su esposa a China en 1992.
A nivel regional la implicación entre ambos en los proyectos del área fue  afianzada a través de la principal iniciativa del momento que fue la formación del grupo ASEAN+3 (China, Japón y Corea del Sur) espacio que ofrecía una visión de grupo y estaba centrado en las cuestiones surgidas de la necesidad de estabilizar la región tras la crisis de 1997.
Si bien se experimenta un clima favorable a la concertación por otra parte se reactivan un conjunto de problemáticas territoriales, silenciadas durante la Guerra Fría se convierten ahora en factores de contracción entre ambos espacios: las reclamaciones de las Islas Sengaku(Japón) por China (Daiyou) y Taiwán (Diaoyutai) en respuesta a la declaración de Japón como Zona Económica Exclusiva (ZEE) se exacerba cuando los japoneses deciden construir un faro lo que da una mayor afianzamiento a sus objetivos de mantener bajo su égida las Islas que había administrado desde 1895 hasta 1945, desde ese entonces las incursiones cerca de las costas han sido disímiles, solo en 1999 la guardia costera llegó a detectar 1500 acciones ilegales por los chinos y 200 por los taiwaneses.
De igual manera, la crisis en el Estrecho de Taiwán entre 1995-1996 por el lanzamiento de misiles chinos implicó el despliegue de tropas norteamericanas hacia el lugar debido a las intromisiones en el espacio japonés y taiwanés. Esta tentativa de lo que pudo ser un conflicto armado, se tradujo en un fortalecimiento de los vínculos militares entre Japón y EE.UU y en un afianzamiento de este poder en la zona a través de la reformulación del Tratado de Seguridad.
Las demandas norteamericanas con respecto a la revisión del Artículo 9 de la Constitución japonesa se vincularon rápidamente a las críticas sostenidas por los círculos de poder japoneses sobre su carácter pacifista ya que su mantención implicaba seguir lastrando con la idea de Japón como gigante económico y enano político en un momento de franca introspección hacia aquellos elementos que se habían argüido como pilares del éxito japonés.
Asimismo, el progresivo debilitamiento de la postura pacifista a través del aseguramiento de las Fuerzas de Autodefensa así como los despliegues navales en el Océano Índico aumentaron de manera significativa la desconfianza de los líderes chinos, quienes temiendo un resurgimiento del militarismo japonés avivaron las rencillas históricas al interior del país exacerbando la antipatía hacia el Japón quien se había convertido en un vigilante eficaz del expansionismo chino como un contrapeso al interior de la región. Sin lugar a dudas, las problemáticas históricas se convertirán  en uno de los asuntos de seguridad no tradicionales más sensibles de las relaciones entre China y Japón explicando muchas de sus políticas nacionales durante los próximos años.
   Japón y China (2000- 2013): conflictividad y creciente dependencia
El siglo XXI abre una nueva etapa en las relaciones, donde se conjugarán una estimable interdependencia comercial con innumerables choques por el control de su espacio geográfico, las apetencias territoriales estarán sujetas a un importante despliegue hacia la zona del Sudeste Asiático, punto de encuentro y desencuentro de ambos poderes que pugnan por el monopolio del mercado regional.
Ahora bien, la progresiva internacionalización de la economía china contrastará con el estancamiento de Japón, de ahí que la estabilidad de su alianza económica se hará cada vez más necesaria. Según datos del índice de intensidad comercial, China se convertirá en el principal socio comercial de Japón por delante incluso de la Unión Europea y Estados Unidos en el 2002, relación facilitada por las disímiles ventajas competitivas de los productos importados desde China y Japón, sostenida por un importante flujo de inversiones japonesas a través de un crecimiento de las IDE que se multiplicaron hasta llegar al billón de dólares anuales en el 2001. La interdependencia económica entre ambos países se hará más elevada, con más de 10.000 empresas japonesas con inversiones en China. Asimismo el comercio entre ellos creció un 14,3% en el 2011, llegando a la cifra récord de 344.900 millones de dólares. Del mismo modo,  las importaciones procedentes de China aumentaron un 20% hasta 183.400 millones de dólares, estadísticas que se complementan con el hecho de que el comercio bilateral de Japón con China supondrá el 20,6% de su comercio total.
Estas cifras que ilustran de manera palpable la progresiva dependencia entre ambas economías, observándose un desequilibrio en favor de China, quien asiste a su conversión en la segunda mayor economía de mundo, solo superada por Estados Unidos con quien sostiene similares lazos de interdependencia asociada a un alto grado de competitividad.
   Actores extrarregionales ¿incitadores o mediadores del conflicto?
En ese sentido, la efectiva relación entre estos tres poderes: China –Japón –Estados Unidos se erigirá como uno de los principales debates del siglo XXI, Japón será visualizado por la historiografía en dos sentidos: como un estado capaz de contener el auge de China y como un facilitador del diálogo entre China y Estados Unidos, debido a sus facultades históricas para interactuar con el Occidente. Por otra parte, China permanecerá con mucha precaución ante el progresivo rearme japonés de la mano de EE.UU, justificando su propia militarización, tratando de desequilibrar la balanza triangular en su favor busca la adhesión de un cuarto  poder como es el caso de Rusia. Estados Unidos, en respuesta a las apetencias del desarrollo chino no solo a escala regional sino mundial se pronuncia en favor de la creación del G2 donde hay un reconocimiento del status de China dentro del Orden Mundial evitando así un conflicto a gran escala.
En ese sentido, hablar de los puntos de encuentro y desencuentro entre China y Japón sin dejar establecidas sus relaciones particulares con terceros poderes extrarregionales sería obviar un contrapeso al interior de la región que cada vez se hace más evidente. La adhesión de Rusia a través de China en la Organización de Cooperación de Shanghái cuya estructura está articulada en función de contrarrestar la influencia norteamericana en la zona, será apuntalada por el desarrollo interactivo del grupo BRICS, espacio que no solo le facilitará a China un contrapeso importante sino que se convertirá en un importante vehículo para ampliar su influencia hacia otras zonas en desarrollo.
Ahora bien, encabezando la lista de señales de fricción Sino-japonesa son las propuestas competitivas para establecer los acuerdos de libre-comercio con los 10 miembros de la (ASEAN). La firma del TLC constituye un punto neurálgico en las relaciones entre ambos países puesto que a través de este podrán afianzar su hegemonía en la región. Las reducciones significantes de la ayuda japonesa a China desde la normalización de relaciones bilaterales y los esfuerzos japoneses por mejorar su seguridad a través de la cooperación y captación de países que colindan con China como puede ser la India y Corea del Sur han sido contrarrestadas por las iniciativas chinas por potenciar alianzas de tipo económico con ambos países con similares propósitos.
La existencia de diversos espacios de interacción a menudo potenciados  por la historiografía como pueden ser: la idea de la unión de China e India en el esquema CHINDIA del mismo modo en que se enfatiza el intercambio triangular Japón- China –Corea del Sur a través de sus múltiples nexos con la ASEAN son dificultados por las estrategias competitivas que se realizan sobre la base de un total aprovechamiento de las rencillas entre países por ejemplo: Corea del Sur comparte la tragedia histórica del militarismo japonés con sus vecinos, discurso clásico del nacionalismo chino de igual manera Japón ha potenciado las disputas territoriales entre China e India como un factor de contracción.
En un contexto regional marcado por la exacerbación de los nacionalismos internos: las disímiles visitas de los ministros japoneses al Yasukuni, las alusiones a China como una amenaza a la seguridad regional en la agenda de política exterior japonesa, unido a las exaltadas problemáticas territoriales empeoran aún más la situación política que ha llegado a ser catalogada como la peor en los más de 30 años del restablecimiento de las relaciones entre ambos países.
El enfrentamiento le ha permitido a Japón violar progresivamente los principios del pacifismo promulgados en su Constitución a través de un recurrente aumento del gasto militar a 51 millones de dólares, cifra que lo colocó en el 2009 entre los seis países que más gastan en este aspecto, estos gastos han ido en detrimento de las ayudas anuales a los países en vías de desarrollo. De igual manera se ha proyectado China cuya sociedad estratégica con Rusia le ha permitido el acceso hacia las nuevas tecnologías militares.
En ese sentido,  las disputas territoriales, desavenencia ampliamente difundida por los medios son solo elementos de una realidad conflictual mucho más compleja signada por siglos de enfrentamiento y de apetencias silenciadas en un escenario cada vez más adverso al diálogo y la conciliación de intereses en un área geográfica compartida por la segunda y tercera economía mundial en franca lucha por el liderazgo regional.
                                  Conclusiones
Alcanzado este punto se me ocurre plantearme las siguientes interrogantes: ¿Existe un balance entre la confrontación y la conciliación? ¿Se expresan en terrenos diferentes o confluyen en determinados espacios? ¿Qué rol juegan los actores que colindan el conflicto?
A través de lo analizado anteriormente puede distinguirse que independientemente de los cambios operados a inicios de siglo hay una recurrencia hacia el  equilibrio entre ambas fórmulas de interacción puesto que la seguridad económica regional ha sido capaz de redimensionar muchas de las políticas estatales y viceversa, los irónicos discursos son quizás la más loable expresión de las necesidades de manejar el tema con sensibilidad e inteligencia para evitar confrontaciones en un momento de plausible dinamismo regional.
Ahora bien, no es menos cierto que las relaciones sino-japonesas han sido históricamente caracterizadas por una atracción económica que confronta un enfriamiento en lo político; esta disimilitud no carece de sentido pero enclaustrarlas en este esquema no ha permitido analizar los matices que se ponen de manifiesto en los diferentes espacios donde ambas concurren: la hostilidad y la aproximación. Este trabajo pretende allanar el camino hacia el entendimiento de un conflicto que si bien no carece de gran parte de los estigmas conceptuales  es casi tan singular y complejo como la naturaleza de la región donde se presenta.
Su enriquecimiento está en función de buscar ese enemigo nacional  que inspire sentimientos de pertenencia y obligación hacia su sociedad, fácil retórica loablemente acrecentada con el paso de años para distraer a los sujetos sociales de sus verdaderas problemáticas nacionales que se agrandan en la misma medida en que el desarrollo se extiende y la necesidad de rodear la región se hace más evidente.
Los actores extrarregionales que colindan el conflicto actúan en diferentes roles según el contexto: pueden ser hostigadores inverosímiles o excelentes mediadores en un terreno del cual sacan provecho a gran escala, un agravamiento del conflicto no les conviene aunque eso no significa que no puedan valerse de algunas de las disputas para ganar espacio. Por otra parte, los actores de tipo regional son quizás los más afectados puesto que esta ambivalencia entre Japón y China en su lucha por el poder actúa como un elemento de contracción hacia la unidad y la estabilidad de sus inmediatos proyectos de inclusión.
La región asiática debe ser aprovechada como un espejo de lo que puede ser un área con iniciativas conjuntas capaz de revertir el ordenamiento mundial a su favor. En ese sentido hay dos encrucijadas que deben ser superadas con mucha pertinencia: las rencillas internas a través de un discurso que reconstruya la imagen de una región unida en su avance hacia el desarrollo unida a la creación de estrategias que imposibiliten su conversión en el nuevo tablero de los poderes tradicionales que también se encuentran en franca expansión.                                
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Recibido: Septiembre de 2015 Aceptado: Septiembre de 2015 Publicado: Septiembre de 2015

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