Nhora Magdalena Benitez Bastidas*
Jose Luis Gurria Gascon**
Ana Maria Hernandez Carretero***
Universidad Tecnica del Norte, Ecuador
Universidad de Extremadura, Espana
Resumen
En este artículo se analiza la estructura social agraria del territorio kichwa de Imbabura, desde la época colonial hasta el presente. A la vez, se propone la salvaguarda de la agrobiodiversidad como clave para el desarrollo sostenible de los pueblos indígenas. Los mismos que de forma secular han sufrido la opresión y las injusticias de un sistema basado en el latifundio y que ha ejercido el poder sobre el mercado del trabajo y de la tierra. Actualmente, los kichwas (Otavalo, Karanki y Natabuela) desarrollan una agricultura en su mayoría de subsistencia, debido al minifundismo generalizado, mas no han logrado conservar la biodiversidad como base de la agricultura y de los ecosistemas esenciales. No obstante, los diferentes actores están conscientes que la producción agraria depende de su mantenimiento. Por tanto, expresan su predisposición para convertirse en custodios de la biodiversidad agrícola. Por su parte, los técnicos argumentan que los cultivos andinos se constituyen en una importante fuente genética, ideal para la investigación científica. El reto será incrementar la producción agrícola, en el marco de la asociatividad y la reciprocidad, satisfaciendo las crecientes expectativas de la sociedad con mejoras económicas. A la vez, permitiendo el mejoramiento y el desarrollo de emprendimientos de agroturismo y turismo comunitario.
Palabras clave:
Biodiversidad, agraria, kichwas, Imbabura, asociatividad..
Abstract
This article analyzes the agrarian social structure of the Kichwa territory of Imbabura, from colonial times to the present. At the same time, it is proposed to safeguard agrobiodiversity as a key to the sustainable development of indigenous peoples. Those who have been secular have suffered the oppression and injustices of a system based on the latifundium and that has exercised power over the labor market and the land. At present, the Kichwas (Otavalo, Karanki and Natabuela) develop mostly subsistence agriculture due to widespread minifundism but have failed to conserve biodiversity as the basis of agriculture and essential ecosystems. However, the different actors are aware that agricultural production depends on its maintenance. Therefore, they express their predisposition to become custodians of agricultural biodiversity. For their part, the technicians argue that Andean crops constitute an important genetic source, ideal for scientific research. The challenge will be to increase agricultural production, within the framework of associativity and reciprocity, meeting the growing expectations of society with economic improvements. At the same time, allowing the improvement and development of agrotourism and community tourism ventures.
Key words:
Para citar este articulo puede utilizar el siguiente formato:
Nhora Magdalena Benitez Bastidas, Jose Luis Gurria Gascon y Ana Maria Hernandez Carretero (2017): "Pasado y presente de la estructura social agraria en el territorio Kichwa de Imbabura: la agrobiodiversidad como clave del desarrollo sostenible", Revista DELOS: Desarrollo Local Sostenible, n. 28 (febrero 2017). En linea:
http://www.eumed.net/rev/delos/28/agrobiodiversidad.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/delos28agrobiodiversidad
El Ecuador como país megadiverso, es protagonista indiscutible de la agrobiodiversidad en la zona andina, cuya característica es fundamental para garantizar la soberanía alimentaria de las comunidades locales. Las comunidades indígenas de origen ancestral son depositarias de una valiosa riqueza en agrobiodiversidad y de saberes, por lo cual, se constituyen en un centro de diversidad agrícola y un patrimonio cultural invalorable. No obstante, Imbabura, atraviesa un proceso de erosión genética (pérdida de variedades tradicionales), con lo cual, también se ha afectado a la nutrición de sus habitantes. Por tanto, el Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias, desde el 2010 viene desarrollando algunas acciones con fines de conservación.
El pueblo kichwa Otavalo se sustenta fundamentalmente de la producción artesanal y la comercialización a nivel nacional e internacional. A la vez, de la música y la danza tradicional, pero también de las actividades agropecuarias, mismas que encuentran vinculadas a su cotidianeidad. El cantón Cotacachi ha sido beneficiario de importantes estudios de su biodiversidad, cuya recopilación fue realizada por el INIAP, a través del Departamento Nacional de Recursos Fitogenéticos.
El pueblo kichwa Karanki basa su desarrollo en la actividad agrícola, misma que es variada de acuerdo a sus pisos climáticos, en general sobre los 2.500 msnm. La producción está destinada al autoconsumo y a la comercialización en los mercados locales. Por otra parte, los ingresos económicos se complementan con la elaboración y comercialización de bordados, tejidos y cerámica. Cabe mencionar que, algunos de los emprendimientos se articulan al desarrollo del agroturismo y turismo comunitario.
En los últimos quince años, el pueblo kichwa Karanki ha realizado varias acciones en favor del fortalecimiento comunitario. Entre las cuales, se destaca la capacidad de asociatividad a través de microempresas agroproductoras de lácteos, miel, caracoles, trucha, artesanías, productos agrícolas, entre otros. Además, el turismo, también se ha convertido en una alternativa para el desarrollo sostenible de este pueblo. Al igual que los otavaleños, los karankis, también son beneficiarios del flujo de las remesas, por efectos de la migración, aunque con una importante reducción en los últimos cinco años.
Por otra parte, la economía del pueblo kichwa Natabuela, hace más de tres décadas estuvo basada en la actividad agropecuaria. En la actualidad, se desarrolla únicamente una agricultura de subsistencia, pues, la mayoría de parcelas han sido vendidas para proyectos habitacionales y es el único pueblo de la provincia, que no posee tierras comunitarias y aquellos que poseen tierras, registran superficies entre 500 y 3.000 metros.
Lo expuesto, ha obligado a los habitantes del pueblo kichwa Natabuela a su involucramiento como empleados en oficios de albañilería, textilería, artesanía, servicio doméstico, entre otras. No obstante, también se evidencian algunos emprendimientos artesanales (bordados, alfarería), viveros (plantas ornamentales y medicinadles) y gastronomía tradicional.
Es claro que, gran parte de la población indígena, aún basa su práctica agraria en la cosmovisión andina, cuyo calendario establece cuatro raymis o fiestas, de las cuales dos son masculinas y dos son femeninas. El “Pawkar Raymi” se constituye en el tiempo del florecimiento; el “Inti Raymi” o fiesta del sol, representa la época de cosechas; el “Killa Raymi o Kuya Raymi” es el tiempo de la fecundidad de la pachamama y, el “Kapac Raymi” es el tiempo de la germinación.
Las estadísticas agropecuarias del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos del Ecuador, desde el 2001 hasta el 2015, determinan que la mayor parte de la población indígena kichwa de Imbabura posee terrenos inferiores a las cinco hectáreas. Además, en la actualidad, al menos el 38% de mujeres indígenas se encontrarían a cargo de las unidades de producción. Mientras que, los hombres han elegido la migración por mejores oportunidades laborales.
Los emprendimientos sobre agrobiodiversidad traen consigo múltiples beneficios, entre ellos, la integración de la comunidad, disminución de la migración, la inclusión de la mujer, interés por la investigación, capacidad de emprendimiento y asociatividad, incremento de los ingresos económicos, entre otros. Pero también, los emprendimientos (redes, asociaciones, cooperativas) evidencian algunas debilidades, que han conducido a la desaparición de sus formas de organización. Mientras que, otros se mantienen, aunque no han logrado concretar sus objetivos, debido al deficiente liderazgo, escasos recursos económicos, desconocimiento del mercado, escasa cultura de la población por consumir productos alimenticios andinos y saludables, entre otros.
Por otra parte, el seguimiento y evaluación a los mismos desde los organismos responsables (estatales) son escasos y esporádicos. Por tanto, la información histórica relacionada con volúmenes de producción, comercialización, beneficios económicos o pérdidas, es inexistente.
El presente artículo revela logros y acontecimientos históricos y actuales relacionados con la estructura agraria de Imbabura, pero a la vez, propone el desarrollo de la agrobiodiversidad como clave para el desarrollo sostenible de los pueblos indígenas de origen e influencia centro americana, caribeña, chibcha, incaica y española.
Los tres pueblos kichwas de Imbabura se encuentran dispersos en las 24 provincias del Ecuador. Según el Censo del INEC (2010), se registran 56.675 habitantes del pueblo Otavalo, 11.590 del pueblo Karanki, y 1.860 del pueblo Natabuela, con un total de 70.127 habitantes, lo que representa el 0,48% en relación a la “población total nacional” 1. Sin embargo, los tres pueblos tienen mayor concentración y representación en la provincia de Imbabura, con un total de 57.952, cuya población representa el 14% sobre la “población total de la provincia”2 , en la que predominan los mestizos.
La SENPLADES, 2014 (citada por Daza, s.f, p.5) publicó que “…en el país aún existe un modelo de desarrollo agropecuario excluyente para el campesinado y acaparador de la tierra cultivable…”. Daza explica que, a lo largo de medio siglo, las políticas para el acceso a la tierra no reflejan un acceso justo al suelo productivo por parte de los campesinos, a quienes les entregaron las tierras de altura y laderas, más bien contribuyó a la concentración de las mejores tierras en manos de las nacientes haciendas modernas.
En relación al acceso a la tierra, el coeficiente de Gini en el Ecuador revela las desigualdades provocadas por el sistema, para 1954 (0,86), en 1974 (0,85), en el 2000 (0,81), en el 2001(0,80), en el 2010 (0,80) y en el 2012 (0,78), pues, es evidente que no se ha logrado bajar dicho índice. Desde el 2010, se implementó el Plan de Tierras como propuesta para su democratización, a lo que la SENPLADES (2014) publica que de 22.241,59 has, se ha cumplido apenas una tercera parte de lo planificado en el 2013. Por lo que, persiste un modelo de desarrollo agropecuario excluyente para campesinos e indígenas, en donde la pequeña y mediana agricultura concentra el 84,5% de las unidades de producción y controlan el 20% de la superficie. En tanto que, la agricultura empresarial representa el 15% de las “UPAs”3 y, por tanto, concentra el 80% de suelos cultivables.
Por otra parte, los indígenas imbabureños también han sido afectados por los efectos de la globalización y la carencia de recursos económicos, disminución de la mano de obra, altos costos de los productos químicos, deficientes sistemas de riego y agricultura de secano, pero, sobre todo, la inseguridad en el mercado y la intermediación. Es común que, los pequeños agricultores que trabajan en parcelas inferiores a las cinco hectáreas, no siempre obtengan beneficios económicos.
Actualmente, los pueblos kichwas de Imbabura viven fundamentalmente de la actividad agropecuaria, artesanal, textil y comercial. El pueblo Otavalo se diferencia de los otros dos grupos, por su alto grado de desarrollo en la artesanía comercial, cuyo mercado es principalmente el extranjero.
En Imbabura se identifican al menos cuatro sistemas de producción agropecuaria, el primero llamado de transición capitalista o permanente, en donde predominan los cultivos de propiedad mestiza. El segundo, es el sistema de producción agropecuaria combinado, cuyo desarrollo se basa en la explotación ganadera, con la presencia de grandes extensiones de tierra de pastos cultivados y naturales, en su mayoría con sistema de riego, al igual que el primero corresponde a los mestizos, quienes, en la actualidad, han logrado tecnificar gran parte de las prácticas agropecuarias.
El tercer sistema se identifica con la producción agropecuaria mercantil familiar, el mismo se encuentra integrado por medianos y grandes productores, que incluye a mestizos e indígenas, en donde predominan los monocultivos. El cuarto sistema abarca la producción agropecuaria marginal que se sustenta en una estructura agraria de pequeños productores, que incluye principalmente a la población indígena kichwa de la provincia de Imbabura, con parcelas destinadas a cultivos de ciclo corto de subsistencia.
Hasta finales del siglo pasado, Martínez (1998, p.173) todavía constata que “la concentración de la tierra se mantiene en un nivel similar al de los años 70… y que, por otro lado, existe una alta correlación entre la pobreza rural y la falta de acceso a la tierra por parte de los campesinos pobres (Banco Mundial, 1995). Igualmente, las movilizaciones indígenas registradas en el Ecuador, tanto en 1990 como en 1994, son una clara manifestación del descontento de los pobres del campo con respecto a la degradación de sus niveles de vida e incremento de la pobreza”.
Es recién, a partir del 2006 cuando se generan las nuevas condiciones que reconocen de manera decidida, los derechos de los pueblos y nacionalidades ancestrales, concretándose estas acciones en las Constituciones de 1998 y 2008, así como en los sucesivos Planes de Desarrollo y en la Ley Orgánica de Tierras Rurales y Territorios Ancestrales. Por lo tanto, Ribadeneira (2001, p. 8), considera que “el movimiento étnico pasa de un sueño reivindicativo, que luchaba por legitimarlos como cultura, como pueblo, como lengua, como seres humanos, para convertirse en una propuesta política, que tiene como objetivo final la toma del poder en el Ecuador”.
Entonces, a partir de la puesta en vigor de Constitución del 2008 se inicia una nueva matriz económica, socio-ambiental, cultural y política, que pretende conceptualmente la implantación de un Estado laico y aconfesional de derechos y justicia para la reivindicación de los pueblos y nacionalidades indígenas, mediante la construcción de nuevas formas de interrelaciones humanas y ciudadanas, respetando la diversidad y orientadas a la búsqueda del Sumak Kawsay (Buen Vivir). Los planes de desarrollo, en el marco de la interculturalidad, establecen una productividad sistémica y la regulación del trabajo rural, mediante el acceso equitativo a la tierra, políticas estatales de redistribución de la tierra y la prohibición del latifundio sobre la base de una necesaria equidad social, etc.
De la misma manera, la Ley Orgánica de Tierras Rurales y Territorios Ancestrales (2016, Art.7), ya en su primer Considerando, establece que “son deberes primordiales del Estado, entre otros, planificar el desarrollo nacional, erradicar la pobreza, promover el desarrollo sustentable y la distribución equitativa de los recursos y la riqueza, para acceder al buen vivir”.
Por su parte, la Ley Orgánica del Régimen de la Soberanía Alimentaria del Ecuador (2009, Art 1, p.1), “tiene por objeto establecer los mecanismos mediante los cuales, el Estado cumpla con su obligación y objetivo estratégico de garantizar a las personas, comunidades y pueblos la autosuficiencia de alimentos sanos, nutritivos y culturalmente apropiados de forma permanente”. Es así que, esta Ley garantiza la conservación de la agrobiodiversidad y el conocimiento asociado, cuyo propósito se establece en el Art. 7.
De la misma manera, La SENPLADES, PNBV (2013-2017) prioriza la producción agroecológica, con lo cual se pretende que el Ecuador alcance la autosuficiencia alimentaria a largo plazo. Además, para el sector rural y de acuerdo al mismo Plan se propone ampliar el acceso a tecnológicas alternativas, basadas en agro forestación y agroecología que defiendan la soberanía alimentaria.
La agrobiodiversidad se convierte en motivo de interés para el desarrollo de la investigación científica, ya que los cultivos andinos de los pueblos kichwas de Imbabura se constituyen en fuente genética que podrían utilizarse para el mejoramiento de las plantas. En julio del 2015 se firmó un Convenio tripartito entre la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO); el Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias (INIAP) y la Fundación Heifer Ecuador. El Convenio propiciará la incorporación del uso y conservación de la agrobiodiversidad en las políticas públicas, para cuatro provincias altos andinas, entre ellas Imbabura, con beneficio estimado para 3.800 familias campesinas.
Actualmente, la Fundación Heifer Ecuador, se encuentra realizando el inventario oficial sobre productores biodiversos y agroecológicos del país, del avance se estiman que el 92,34% se encuentran en la región andina, particularmente en Imbabura.
En general el tejido social kichwa de Imbabura todavía se encuentra amenazado por la inseguridad, conflictos sociales y división de las organizaciones. Actualmente, gran parte de ellos son trabajadores migratorios, quienes combinan la agricultura familiar con el trabajo asalariado o pequeño comercio fuera de sus comunidades. Lo cual, es una realidad común en toda la región interandina del Ecuador. En la Tabla 1 se demuestra el promedio de hectáreas por productor, en la provincia de Imbabura, aunque no exclusivamente de la población indígena, no obstante, es una importante referencia.
El INEC/ESPAC (2013) y el MAGAP (2013, 2014) establecen que, en la provincia predominan las pequeñas extensiones. En el 2013 se registran al menos 425.926 unidades de producción agropecuaria, cuyo promedio fue de 8 ha por productor (a). Aunque, las propiedades de la población indígena demuestran extensiones que van desde los 500 metros cuadrados, hasta las cinco hectáreas.
Según el INEC/MAG/III Censo Nacional Agropecuario (2000) en Imbabura, los indígenas representarían el 45% de productores registrados, lo que equivale al 16,92% de la superficie total de la provincia. En tanto que, los afroecuatorianos constituyen apenas el 1,5% de los productores registrados, en consecuencia, poseen el 2,27% de la superficie total de la provincia. Por su parte, los mestizos representan el 49,8% de los productores y tienen el 68,85% de la superficie total, en el caso de los blancos se registraron el 3,1% de los productores y, por tanto, poseen el 11,9% de la superficie total.
En los últimos siete años se han establecido al menos seis cadenas productivas en el sector agrícola en torno a los productos estratégicos, los cuales generan economías rurales mucho más competitivas. Aunque, no todas van en beneficio de la población indígena ya que habitan en las zonas altas de la geografía imbabureña.
La cadena productiva de fréjol incide en un área de 12.108 hectáreas con beneficio para al menos 5.000 productores campesinos, indígenas, afrodescendientes y mestizos de toda la provincia. La cadena productiva del café y cacao está destinada para impulsar la economía de las zonas bajas y con influencia en 42.259,66 km2. La cadena productiva del aguacate integra a todos los cantones. La cadena de cereales y granos andinos incorpora específicamente a familias campesinas, con cultivos de trigo, cebada, quinua, amaranto, chocho. También existe la cadena productiva de artesanías y del turismo, las mismas impulsan emprendimientos vinculados con la naturaleza y la cultura.
Las cadenas productivas han permitido que pequeños y medianos productores tengan fácil acceso a los activos (recursos, factores de la producción), infraestructura, fortalecimiento de capacidades), para lo cual, ha sido necesario la organización y la asociatividad de los agricultores imbabureños.
El presente artículo es parte de una investigación más profunda sobre los pueblos kichwas de Imbabura (Otavalo, Karanki y Natabuela), con la finalidad de contribuir al rescate, visibilidad y consecuente revalorización de su historia, su territorio, sus formas y modos de vida. El método de investigación de este estudio ha sido principalmente cualitativo, a través del cual, se describe y explica la estructura agraria de las zonas rurales de Imbabura desde la época colonial. A la vez, se propone el fortalecimiento de la Agrobiodiversidad como clave para el desarrollo sostenible del territorio kichwa. La investigación ha permitido ordenar el resultado de las observaciones de las conductas, las opiniones de sus actores en relación a los aprovechamientos actuales y tendencias futuras de la agrobiodiversidad en Imbabura. En el componente agrario participaron representantes del Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuacultura y Pesca (MAGAP) de Imbabura, miembros de las asociaciones y redes agrarias, organizadores de ferias (productos orgánicos), agricultores(as) indígenas y una muestra de consumidores de los productos cultivados en las zonas rurales de Imbabura.
Los procesos de despojo y apoderamiento de las tierras en el actual Ecuador inician desde la colonización ibérica. Para Machado (s.f), la conquista y colonización cercenó todo desarrollo de las sociedades autóctonas, con el dominio del sistema parcelario-familiar. Realidad que incidió en “….el abandono de tierras, concentración poblacional entorno al sistema de reducciones, rapiña latifundista de los nuevos señores, control sobre los conquistados, recaudación de imposiciones, catequización y esclavitud, así como reducción brutal de población…” (p.1).
Es evidente que, la tenencia de la tierra estaba asumida como la perpetuación de formas de producción basada en el latifundio, en el cual se ejercía el poder sobre el mercado del trabajo y de la tierra (Jordán, 2003). Este sistema generaba absoluta desigualdad en la distribución del ingreso, por constituirse en formas anacrónicas y opuestas a las actuales declaraciones que van en favor del desarrollo humano.
Las grandes extensiones de tierra de Imbabura, durante la época colonial pertenecían a los Jesuitas, en donde trabajaban mayoritariamente afrodescendientes, pero también indígenas. Según Obando (1988) los latifundios imbabureños, durante la vida republicana han tenido como propietarios a las familias: Jijón Caamaño; Flores; Gangotena; Gómez de la Torre y Barba. Más tarde habrían pasado a las familias: Plaza, Freile Barba; Montúfar; Larrea Barba; Román; López; Solis y Puga.
Para De Janvry y Glikman (1991), en 1954 se constituyó la Misión Andina (OIT-FAO-UNESCO-OMS), con la finalidad de integrar al campesino indígena al desarrollo, a través de la modernización de la sociedad rural, en base a la transferencia tecnológica para incidir en la mejora de la calidad de vida de sus actores. No obstante, los resultados no fueron los esperados, ya que no se tomaron en cuenta los patrones culturales y, tampoco, las estructuras en relación a la tenencia de la tierra, por lo que el proceso revistió de paternalismo.
A pesar de múltiples esfuerzos por lograr una distribución adecuada de las tierras, únicamente, las reformas agrarias (1964, 1973, 1979) se convirtieron en los acontecimientos más importantes en la historia del desarrollo rural ecuatoriano y, aunque, no se lograron los objetivos para los cuales fueron creadas, no obstante, han permitido el acceso a la tierra por parte de campesinos e indígenas en todo el Ecuador.
Es importante referir que, la Reforma de 1964, tuvo como postulado básico la eliminación de las formas precarias de producción, pero que a decir de Barsky (citado por De Janvry y Glikman ,1991) dicha ley, únicamente benefició a los terratenientes con la fijación de límites muy amplios. No obstante, también permitió la parcelación de las tierras comunales, aunque fue mucho antes que la misma Reforma (Martínez, 2002).
En tanto que, para Viteri (2007) la Reforma se inspiró en base a cuatro hechos fundamentales, tales como: la presión del hombre sobre la tierra, el advenimiento del proceso revolucionario de Cuba y con efectos sobre toda América Latina, la conformación de la alianza para el progreso y la toma del poder político por una dictadura militar en 1963. Los acontecimientos mencionados influyeron para la aprobación de la primera Ley de Reforma Agraria en el Ecuador.
Luego, la reforma de 1973 surge como un mecanismo para remediar problemas surgidos de la reforma anterior, principalmente en relación al proceso de modernización de las haciendas, entre sus logros se destaca el impulso al desarrollo de la agricultura, ganadería lanar y producción artesanal.
Más tarde, la Ley de fomento y desarrollo agrario de 1979, permitió el establecimiento de políticas y proyectos que han contribuido escasamente al desarrollo rural de Imbabura y el país en general. En general, no se lograron cambios significativos en la población indígena, ya que no se encontraban organizados a nivel nacional y regional, lo que implicó la continuidad del trabajo precario.
Entonces, a decir del SIPAE (2011, p.8) “desde fines de los años 80, se presenta un proceso de “contrarreforma” que implicó un sinnúmero de cambios en las políticas agrarias, fomentados por organismos multilaterales como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, proceso que legalmente culminó con la Ley de Desarrollo Agrario de 1994”.
De acuerdo al mismo organismo, a mediados de la década del 2000, las luchas sociales en contra del Tratado de Libre Comercio reposicionaron los debates sobre problemas estructurales en el agro ecuatoriano, generando la apertura al tema de redistribución de la tierra. No obstante, en los sectores rurales de Imbabura subyacen altos niveles de pobreza, que, además, han contribuido a la creciente migración interna y externa en las últimas décadas, así como a la inevitablemente pérdida de los patrones culturales con raigambre ancestral.
Históricamente el pueblo Otavalo asentado en el cantón Cotacachi inició la parcelación de tierras comunales en 1947, también mucho antes que la Reforma Agraria, aunque, en medio de la incomodidad de casi la totalidad de indígenas cotacacheños, que no tuvieron dicha oportunidad. En aquel entonces, se habría parcelado un terreno ubicada al pie del volcán Cotacachi, del cual se habrían se beneficiaron al menos 50 familias.
De la misma manera, otro acontecimiento histórico es la parcelación de la Hacienda Anafo en Atuntaqui, que a decir de Zumárraga (1978) era de propiedad de la curia ibarreña, luego habría pertenecido a Daniel F. Belalcázar y posteriormente al Ilustre Concejo Cantonal, quien compró por 450.000 sucres (moneda ecuatoriana en aquel entonces) y a plazos. Para luego parcelar mediante el pago de 250 “sucres”4 por cada cuadra de terreno y con la prohibición de vender más de tres cuadras. Para lo cual, desde 1940 hasta 1944, el Ing. Humberto Granda realizó el levantamiento de planos y el Concejo Municipal.
La parcelación de Anafo benefició en su mayoría a los indígenas Natabuelas que laboraron en dicha hacienda como peones, quienes ancestralmente formaban parte del gran país Karanki. En general, las haciendas de Imbabura se consolidaron y permanecieron intactas durante la coyuntura reformista de 1960, aunque la parcelación en beneficio de la clase indígena no ocurrió de inmediato, sino años más tarde.
Cabe mencionar que, en décadas anteriores, las familias indígenas del pueblo Natabuela eran numerosas, razón por la cual, las parcelas adquiridas desde 1940 se han reducido de forma importante, por el efecto de herencias. Por tanto, en la actualidad no son representativas para la actividad agropecuaria, y debido a su localización estratégica y gran planicie, han sido vendidos a los mestizos, para la construcción de complejos habitacionales.
En Imbabura, las 290 comunidades distribuidas en 36 parroquias rurales empezaron a organizarse políticamente a partir de la segunda reforma agraria. Es así que se formaron organizaciones y federaciones, entre ellas se destaca la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) fundada en 1986, que luego de una larga lucha iniciada en 1980 lograron algunos beneficios, entre los más relevantes, el derecho a la tierra y a la eliminación del trabajo forzoso. No obstante, aún persisten problemas de legalización de tierras, ocasionados por la inexistencia de escrituras, demarcación de linderos, herencias familiares, desorganización comunitaria, envidia, egoísmo, desalojos, expropiaciones y deficiente toma de decisiones por parte de los Cabildos, quienes tienen injerencia en la mediación de los conflictos comunitarios.
Algunos presidentes de los Cabildos mencionan que, uno de cada diez conflictos comunitarios se resuelve por mediación. En tanto que, la diferencia debe recurrir a las autoridades civiles de cada jurisdicción, lo que implica gastos y años de litigio y no siempre resultados favorables para los interesados.
Para la SENPLADES (2014), los conflictos están atribuidos a problemas de erosión, deforestación e incremento de la frontera agrícola, por efecto de la sobreutilización de los suelos. También el conflicto se ocasiona cuando el uso del suelo no corresponde al uso potencial del mismo ya que las exigencias de la cobertura vegetal definidas son diferentes a la capacidad natural de los suelos.
La misma Secretaría establece que, el 58,01% del territorio de Imbabura se encuentran en la categoría de uso adecuado. Mientras que, el 35,73% corresponde a la sobreutilización de los suelos, frente a la subutilización de las mismas, con un registro del 4,87%.
Sin duda, en las zonas rurales de Imbabura han existido varios problemas de tipo agropecuario, socio político y cultural, que han limitado de una u otra manera el desarrollo de las poblaciones indígenas. Así, en la parroquia Miguel Egas Cabezas del cantón Otavalo, la población manifiesta que subsiste la escasez del agua para riego, agua potable, mal estado de las vías, entre otros.
En el sistema comunal andino de la provincia de Imbabura, aún prevalecen diversas formas de tenencia de la tierra, entre las cuales, se resalta el usufructo colectivo, cuya característica corresponde a los pueblos kichwas Otavalo y Karanki, con excepción del pueblo kichwa Natabuela, que carecen de esta forma de tenencia.
La encuesta a los pueblos kichwas de Imbabura, EPKI (2014-2016) también revela la figura de partidarios, principalmente en las comunidades del cantón Pimampiro y Otavalo, que permite, a una o más familias trabajar en extensiones de tierra solicitada, en donde comparten responsabilidades, beneficios y pérdidas, con los propietarios de las tierras que comúnmente son mestizos campesinos.
En las tres últimas décadas, las comunidades indígenas de Imbabura, han vendido al menos el 87% de las tierras comunales debido a la presión económica y social. Actualmente, la mayoría de tierras comunales se encuentran a nivel del ecosistema páramo. Sin embargo, la tierra comunal en territorio indígena, aunque reducida se constituyen en espacios, en donde se cohesiona la lengua, la cultura y la familia.
En el territorio kichwa se cultivan una gran variedad de cereales, leguminosas, raíces y tubérculos, curcubitas, hortalizas y frutas nativas. Los indígenas del pueblo Otavalo y Karanki son propietarios de entre 2 y 5 hectáreas de tierra. Mientras que, el pueblo Natabuela maneja entre 500 metros y 2 hectáreas. Al menos, el 75,24% de estas tierras presentan título de propiedad, el 4,2% se encuentran ocupadas sin título, el 3,7% son arrendadas, el 1,2% bajo la forma de aparcería, el 1,2% corresponden a las Asociaciones de comuneros, el 5,6% tenencia mixta y el 9% evidencian otras formas de tenencia. Es así que, la Figura 1 presenta los productos agrícolas de mayor producción entre el 2014 y 2015, por parte de los habitantes kichwas, según la EPKI 2014-2016 realizada en la presente investigación.
La EPKI 2014-2016 revela que, los cinco productos de mayor producción en el territorio kichwa de Imbabura son el maíz, fréjol, trigo, cebada y quinua. No obstante, el 65% corresponde a una agricultura de subsistencia, con lo cual, es poco lo comercializado en mercados locales y regionales. La actividad agrícola es incipiente debido a las extensiones reducidas de tierra o minifundismo generalizado, a la incertidumbre de los mercados, escaso conocimiento técnico, bajo nivel socioeconómico, bajo nivel de asociatividad y no existe visión empresarial en gran parte de la población. Por lo tanto, es considerada una agricultura de subsistencia, que no siempre garantiza beneficios económicos a sus productores.
Por otra parte, el sistema de cultivo en el territorio kichwa se desarrolla a través del sistema de regadío (7,21%) y de secano (62,78%). Por tanto, en épocas de sequía, se constituye en uno de los problemas de la población indígena, ya que retrasa las siembras y por tanto afecta a la cantidad y calidad de los productos. Así también, el exceso de precipitaciones incide en la pérdida de los cultivos, sobre todo en los terrenos irregulares (grandes pendientes). En cualquiera de los dos casos, la pérdida es irremediable y no existen seguros que permitan recuperar al menos la inversión por parte de los productores indígenas y campesinos.
El sector pecuario de Imbabura se organiza en tres categorías de animales, ganado mayor, ganado menor y aves. La mayor parte de la población indígena habita las zonas rurales, por tanto, se dedican en menor o mayor grado al cuidado de animales, pero no siempre con fines de producción. En el caso de negocio, es común encontrar emprendimiento de crianza de ganado vacuno, cuyes, cerdos y aves.
En este sentido, en la Figura 2 se presentan los resultados de la EPKI 2014-2016, en relación al tipo de producción pecuaria de los pueblos kichwas de Imbabura.
El 38,18% de la población indígena de Imbabura posee ganado vacuno de raza criolla, de ordeño manual y en su mayoría de pastoreo, también aves (25,02%), ganado porcino (21, 79%), ganado bovino (10, 45%), ganado bovino (10,34%), entre trucha, cuyes, codornices y conejos (4,57%). La población participante en la investigación asegura que no consumen carne de forma frecuente.
* MSc. en Educacion y Desarrollo Social (UTE). Doctoranda del Programa en Geografia y Ordenacion del Territorio (UEx). Docente de la Universidad Tecnica del Norte (Ecuador).
** Doctor en Geografia (UEx). Catedratico de la Universidad de Extremadura. Departamento de Arte y Ciencias del Territorio.
*** Doctora en Historia (UEx). Profesora Titular de la Universidad de Extremadura. Facultad de Formacion del Profesorado.
1 Población total del Ecuador 2010: según el Censo del INEC (2010) el país registró 14.483.499 habitantes.
2 Población total de Imbabura 2010: según el Censo del INEC (2010) el país registró 398.244 habitantes.
3 UPAs: Unidades de Producción Agropecuaria.
4 Sucre: moneda del Ecuador, antes del 09 de enero de 2000, misma que fue reemplazada por el dólar, en la presidencia de Jamil Mahuad Witt, un dólar era el equivalente a 25.000 sucres.
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