Nhora Magdalena Benitez Bastidas*
Jose Luis Gurria Gascon**
Ana Maria Hernandez Carretero***
Universidad Tecnica del Norte, Ecuador
Universidad de Extremadura, Espana
Resumen
En este artículo se analiza la  estructura social agraria del territorio kichwa de Imbabura, desde la época  colonial hasta el presente. A la vez, se propone la salvaguarda de la  agrobiodiversidad como clave para el desarrollo sostenible de los pueblos  indígenas. Los mismos que de forma secular han sufrido la opresión y las  injusticias de un sistema basado en el latifundio y que ha ejercido el poder  sobre el mercado del trabajo y de la tierra. Actualmente, los kichwas (Otavalo,  Karanki y Natabuela) desarrollan una agricultura en su mayoría de subsistencia,  debido al minifundismo generalizado, mas no han logrado conservar la  biodiversidad como base de la agricultura y de los ecosistemas esenciales. No  obstante, los diferentes actores están conscientes que la producción agraria  depende de su mantenimiento. Por tanto, expresan su predisposición para  convertirse en custodios de la biodiversidad agrícola. Por su parte, los  técnicos argumentan que los cultivos andinos se constituyen en una importante  fuente genética, ideal para la investigación científica. El reto será  incrementar la producción agrícola, en el marco de la asociatividad y la  reciprocidad, satisfaciendo las crecientes expectativas de la sociedad con  mejoras económicas. A la vez, permitiendo el mejoramiento y el desarrollo de  emprendimientos de agroturismo y turismo comunitario.
  Palabras  clave: 
  Biodiversidad, agraria, kichwas, Imbabura,  asociatividad.. 
Abstract
This article analyzes the agrarian  social structure of the Kichwa territory of Imbabura, from colonial times to  the present. At the same time, it is proposed to safeguard agrobiodiversity as  a key to the sustainable development of indigenous peoples. Those who have been  secular have suffered the oppression and injustices of a system based on the  latifundium and that has exercised power over the labor market and the land. At  present, the Kichwas (Otavalo, Karanki and Natabuela) develop mostly  subsistence agriculture due to widespread minifundism but have failed to conserve  biodiversity as the basis of agriculture and essential ecosystems. However, the  different actors are aware that agricultural production depends on its  maintenance. Therefore, they express their predisposition to become custodians  of agricultural biodiversity. For their part, the technicians argue that Andean  crops constitute an important genetic source, ideal for scientific research.  The challenge will be to increase agricultural production, within the framework  of associativity and reciprocity, meeting the growing expectations of society  with economic improvements. At the same time, allowing the improvement and  development of agrotourism and community tourism ventures.
  Key words: 
Para citar este articulo puede utilizar el siguiente formato: 
Nhora Magdalena Benitez Bastidas, Jose Luis Gurria Gascon y Ana Maria Hernandez Carretero (2017): "Pasado y presente de la estructura social agraria en el territorio Kichwa de Imbabura: la agrobiodiversidad como clave del desarrollo sostenible", Revista DELOS: Desarrollo Local Sostenible, n. 28 (febrero 2017). En linea: 
http://www.eumed.net/rev/delos/28/agrobiodiversidad.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/delos28agrobiodiversidad
El Ecuador como país megadiverso, es  protagonista indiscutible de la agrobiodiversidad en la zona andina, cuya  característica es fundamental para garantizar la soberanía alimentaria de las  comunidades locales. Las comunidades indígenas de origen ancestral son  depositarias de una valiosa riqueza en agrobiodiversidad y de saberes, por lo  cual, se constituyen en un centro de diversidad agrícola y un patrimonio  cultural invalorable. No obstante, Imbabura, atraviesa un proceso de erosión  genética (pérdida de variedades tradicionales), con lo cual, también se ha  afectado a la nutrición de sus habitantes. Por tanto, el Instituto Nacional de  Investigaciones Agropecuarias, desde el 2010 viene desarrollando algunas  acciones con fines de conservación.
       El pueblo kichwa Otavalo se sustenta  fundamentalmente de la producción artesanal y la comercialización a nivel  nacional e internacional. A la vez, de la música y la danza tradicional, pero  también de las actividades agropecuarias, mismas que encuentran vinculadas a su  cotidianeidad. El cantón Cotacachi ha sido beneficiario de importantes estudios  de su biodiversidad, cuya recopilación fue realizada por el INIAP, a través del  Departamento Nacional de Recursos Fitogenéticos.  
       El pueblo kichwa Karanki basa su  desarrollo en la actividad agrícola, misma que es variada de acuerdo a sus  pisos climáticos, en general sobre los 2.500 msnm. La producción está destinada  al autoconsumo y a la comercialización en los mercados locales. Por otra parte,  los ingresos económicos se complementan con la elaboración y comercialización  de bordados, tejidos y cerámica. Cabe mencionar que, algunos de los  emprendimientos se articulan al desarrollo del agroturismo y turismo  comunitario.
       En los últimos quince años, el pueblo  kichwa Karanki ha realizado varias acciones en favor del fortalecimiento  comunitario. Entre las cuales, se destaca la capacidad de asociatividad a  través de microempresas agroproductoras de lácteos, miel, caracoles, trucha,  artesanías, productos agrícolas, entre otros. Además, el turismo, también se ha  convertido en una alternativa para el desarrollo sostenible de este pueblo. Al  igual que los otavaleños, los karankis, también son beneficiarios del flujo de  las remesas, por efectos de la migración, aunque con una importante reducción  en los últimos cinco años.  
       Por otra parte, la economía del pueblo  kichwa Natabuela, hace más de tres décadas estuvo basada en la actividad  agropecuaria. En la actualidad, se desarrolla únicamente una agricultura de  subsistencia, pues, la mayoría de parcelas han sido vendidas para proyectos  habitacionales y es el único pueblo de la provincia, que no posee tierras  comunitarias y aquellos que poseen tierras, registran superficies entre 500 y  3.000 metros. 
       Lo expuesto, ha obligado a los  habitantes del pueblo kichwa Natabuela a su involucramiento como empleados en  oficios de albañilería, textilería, artesanía, servicio doméstico, entre otras.  No obstante, también se evidencian algunos emprendimientos artesanales  (bordados, alfarería), viveros (plantas ornamentales y medicinadles) y  gastronomía tradicional.  
       Es claro que, gran parte de la población  indígena, aún basa su práctica agraria en la cosmovisión andina, cuyo  calendario establece cuatro raymis o  fiestas, de las cuales dos son masculinas y dos son femeninas.  El “Pawkar  Raymi” se constituye en el tiempo del florecimiento; el “Inti Raymi” o fiesta del sol,  representa la época de cosechas; el “Killa  Raymi o Kuya Raymi” es el tiempo de la fecundidad de la pachamama y, el “Kapac Raymi” es el tiempo de la germinación.
       Las estadísticas agropecuarias del  Instituto Nacional de Estadísticas y Censos del Ecuador, desde el 2001 hasta el  2015, determinan que la mayor parte de la población indígena kichwa de Imbabura  posee terrenos inferiores a las cinco hectáreas. Además, en la actualidad, al  menos el 38% de mujeres indígenas se encontrarían a cargo de las unidades de  producción. Mientras que, los hombres han elegido la migración por mejores  oportunidades laborales.
       Los emprendimientos sobre  agrobiodiversidad traen consigo múltiples beneficios, entre ellos, la  integración de la comunidad, disminución de la migración, la inclusión de la  mujer, interés por la investigación, capacidad de emprendimiento y  asociatividad, incremento de los ingresos económicos, entre otros. Pero  también, los emprendimientos (redes, asociaciones, cooperativas) evidencian  algunas debilidades, que han conducido a la desaparición de sus formas de  organización. Mientras que, otros se mantienen, aunque no han logrado concretar  sus objetivos, debido al deficiente liderazgo, escasos recursos económicos,  desconocimiento del mercado, escasa cultura de la población por consumir  productos alimenticios andinos y saludables, entre otros.
       Por otra parte, el seguimiento y  evaluación a los mismos desde los organismos responsables (estatales) son  escasos y esporádicos.  Por tanto, la  información histórica relacionada con volúmenes de producción,  comercialización, beneficios económicos o pérdidas, es inexistente. 
    El  presente artículo revela logros y acontecimientos históricos y actuales  relacionados con la estructura agraria de Imbabura, pero a la vez, propone el  desarrollo de la agrobiodiversidad como clave para el desarrollo sostenible de  los pueblos indígenas de origen e influencia centro americana, caribeña, chibcha,  incaica y española.
Los tres pueblos kichwas de Imbabura se  encuentran dispersos en las 24 provincias del Ecuador. Según el Censo del INEC  (2010), se registran 56.675 habitantes del pueblo Otavalo, 11.590 del pueblo  Karanki,  y 1.860 del pueblo Natabuela,  con un total de 70.127 habitantes, lo que representa el 0,48% en relación a la  “población total nacional” 1. Sin embargo,  los tres pueblos tienen mayor concentración y representación en la provincia de  Imbabura, con un total de 57.952, cuya población representa el 14% sobre la  “población total de la provincia”2 , en la que  predominan los mestizos.
       La SENPLADES, 2014 (citada por Daza,  s.f, p.5) publicó que “…en el país aún existe un modelo de desarrollo  agropecuario excluyente para el campesinado y acaparador de la tierra  cultivable…”. Daza explica que, a lo largo de medio siglo, las políticas para  el acceso a la tierra no reflejan un acceso justo al suelo productivo por parte  de los campesinos, a quienes les entregaron las tierras de altura y laderas,  más bien contribuyó a la concentración de las mejores tierras en manos de las  nacientes haciendas modernas. 
       En relación al acceso a la tierra, el  coeficiente de Gini en el Ecuador revela las desigualdades provocadas por el  sistema, para 1954 (0,86), en 1974 (0,85), en el 2000 (0,81), en el 2001(0,80),  en el 2010 (0,80) y en el 2012 (0,78), pues, es evidente que no se ha logrado  bajar dicho índice. Desde el 2010, se implementó el Plan de Tierras como  propuesta para su democratización, a lo que la SENPLADES (2014) publica que de  22.241,59 has, se ha cumplido apenas una tercera parte de lo planificado en el  2013. Por lo que, persiste un modelo de desarrollo agropecuario excluyente para  campesinos e indígenas, en donde la pequeña y mediana agricultura concentra el  84,5% de las unidades de producción y controlan el 20% de la superficie. En  tanto que, la agricultura empresarial representa el 15% de las “UPAs”3 y, por tanto, concentra el 80% de suelos cultivables.
       Por otra parte, los indígenas  imbabureños también han sido afectados por los efectos de la globalización y la  carencia de recursos económicos, disminución de la mano de obra, altos costos  de los productos químicos, deficientes sistemas de riego y agricultura de  secano, pero, sobre todo, la inseguridad en el mercado y la intermediación. Es  común que, los pequeños agricultores que trabajan en parcelas inferiores a las  cinco hectáreas, no siempre obtengan beneficios económicos. 
       Actualmente, los pueblos kichwas de  Imbabura viven fundamentalmente de la actividad agropecuaria, artesanal, textil  y comercial. El pueblo Otavalo se diferencia de los otros dos grupos, por su  alto grado de desarrollo en la artesanía comercial, cuyo mercado es  principalmente el extranjero.
       En Imbabura se identifican al menos  cuatro sistemas de producción agropecuaria, el primero llamado de transición  capitalista o permanente, en donde predominan los cultivos de propiedad  mestiza. El segundo, es el sistema de producción agropecuaria combinado, cuyo  desarrollo se basa en la explotación ganadera, con la presencia de grandes  extensiones de tierra de pastos cultivados y naturales, en su mayoría con  sistema de riego, al igual que el primero corresponde a los mestizos, quienes,  en la actualidad, han logrado tecnificar gran parte de las prácticas  agropecuarias.
    El tercer sistema se identifica con la  producción agropecuaria mercantil familiar, el mismo se encuentra integrado por  medianos y grandes productores, que incluye a mestizos e indígenas, en donde  predominan los monocultivos. El cuarto sistema abarca la producción  agropecuaria marginal que se sustenta en una estructura agraria de pequeños  productores, que incluye principalmente a la población indígena kichwa de la  provincia de Imbabura, con parcelas destinadas a cultivos de ciclo corto de  subsistencia.
Hasta finales del siglo pasado, Martínez  (1998, p.173) todavía constata que “la concentración de la tierra se mantiene  en un nivel similar al de los años 70… y que, por otro lado, existe una alta  correlación entre la pobreza rural y la falta de acceso a la tierra por parte  de los campesinos pobres (Banco Mundial, 1995). Igualmente, las movilizaciones  indígenas registradas en el Ecuador, tanto en 1990 como en 1994, son una clara  manifestación del descontento de los pobres del campo con respecto a la  degradación de sus niveles de vida e incremento de la pobreza”.
       Es recién, a partir del 2006 cuando se  generan las nuevas condiciones que reconocen de manera decidida, los derechos  de los pueblos y nacionalidades ancestrales, concretándose estas acciones en  las Constituciones de 1998 y 2008, así como en los sucesivos Planes de Desarrollo  y en la Ley Orgánica de Tierras Rurales y Territorios Ancestrales. Por lo  tanto, Ribadeneira (2001, p. 8), considera que “el movimiento étnico pasa de un  sueño reivindicativo, que luchaba por legitimarlos como cultura, como pueblo,  como lengua, como seres humanos, para convertirse en una propuesta política,  que tiene como objetivo final la toma del poder en el Ecuador”.
       Entonces, a partir de la puesta en vigor  de Constitución del 2008 se inicia una nueva matriz económica, socio-ambiental,  cultural y política, que pretende conceptualmente la implantación de un Estado  laico y aconfesional de derechos y justicia para la reivindicación de los  pueblos y nacionalidades indígenas, mediante la construcción de nuevas formas  de interrelaciones humanas y ciudadanas, respetando la diversidad y orientadas  a la búsqueda del Sumak Kawsay (Buen  Vivir). Los planes de desarrollo, en el marco de la interculturalidad,  establecen una productividad sistémica y la regulación del trabajo rural,  mediante el acceso equitativo a la tierra, políticas estatales de  redistribución de la tierra y la prohibición del latifundio sobre la base de  una necesaria equidad social, etc.
   De la misma manera, la Ley Orgánica de Tierras  Rurales y Territorios Ancestrales (2016, Art.7), ya en su primer Considerando,  establece que “son deberes primordiales del Estado, entre otros, planificar el  desarrollo nacional, erradicar la pobreza, promover el desarrollo sustentable y  la distribución equitativa de los recursos y la riqueza, para acceder al buen  vivir”.
       Por su parte, la Ley Orgánica del  Régimen de la Soberanía Alimentaria del Ecuador (2009, Art 1, p.1), “tiene por  objeto establecer los mecanismos mediante los cuales, el Estado cumpla con su  obligación y objetivo estratégico de garantizar a las personas, comunidades y  pueblos la autosuficiencia de alimentos sanos, nutritivos y culturalmente  apropiados de forma permanente”. Es así que, esta Ley garantiza la conservación  de la agrobiodiversidad y el conocimiento asociado, cuyo propósito se establece  en el Art. 7.
       De la misma manera, La SENPLADES, PNBV  (2013-2017) prioriza la producción agroecológica, con lo cual se pretende que  el Ecuador alcance la autosuficiencia alimentaria a largo plazo. Además, para  el sector rural y de acuerdo al mismo Plan se propone ampliar el acceso a  tecnológicas alternativas, basadas en agro forestación y agroecología que  defiendan la soberanía alimentaria.
       La agrobiodiversidad se convierte en  motivo de interés para el desarrollo de la investigación científica, ya que los  cultivos andinos de los pueblos kichwas de Imbabura se constituyen en fuente  genética que podrían utilizarse para el mejoramiento de las plantas. En julio  del 2015 se firmó un Convenio tripartito entre la Organización de las Naciones  Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO); el Instituto Nacional de  Investigaciones Agropecuarias (INIAP) y la Fundación Heifer Ecuador. El  Convenio propiciará la incorporación del uso y conservación de la  agrobiodiversidad en las políticas públicas, para cuatro provincias altos  andinas, entre ellas Imbabura, con beneficio estimado para 3.800 familias  campesinas.
       Actualmente, la Fundación Heifer  Ecuador, se encuentra realizando el inventario oficial sobre productores  biodiversos y agroecológicos del país, del avance se estiman que el 92,34% se  encuentran en la región andina, particularmente en Imbabura.
    En general el tejido social kichwa de  Imbabura todavía se encuentra amenazado por la inseguridad, conflictos sociales  y división de las organizaciones. Actualmente, gran parte de ellos son  trabajadores migratorios, quienes combinan la agricultura familiar con el  trabajo asalariado o pequeño comercio fuera de sus comunidades. Lo cual, es una  realidad común en toda la región interandina del Ecuador. En la Tabla 1 se demuestra el promedio de  hectáreas por productor, en la provincia de Imbabura, aunque no exclusivamente  de la población indígena, no obstante, es una importante referencia. 
El INEC/ESPAC (2013) y el MAGAP (2013,  2014) establecen que, en la provincia predominan las pequeñas extensiones. En  el 2013 se registran al menos 425.926 unidades de producción agropecuaria, cuyo  promedio fue de 8 ha por productor (a). Aunque, las propiedades de la población  indígena demuestran extensiones que van desde los 500 metros cuadrados, hasta  las cinco hectáreas. 
       Según el INEC/MAG/III Censo Nacional  Agropecuario (2000) en Imbabura, los indígenas representarían el 45% de  productores registrados, lo que equivale al 16,92% de la superficie total de la  provincia. En tanto que, los afroecuatorianos constituyen apenas el 1,5% de los  productores registrados, en consecuencia, poseen el 2,27% de la superficie  total de la provincia. Por su parte, los mestizos representan el 49,8% de los productores  y tienen el 68,85% de la superficie total, en el caso de los blancos se  registraron el 3,1% de los productores y, por tanto, poseen el 11,9% de la  superficie total.
       En los últimos siete años se han  establecido al menos seis cadenas productivas en  el sector agrícola en torno a los productos estratégicos, los cuales generan  economías rurales mucho más competitivas. Aunque, no todas van en beneficio de  la población indígena ya que habitan en las zonas altas de la geografía  imbabureña. 
       La cadena productiva de fréjol incide en  un área de 12.108 hectáreas con beneficio para al menos 5.000 productores  campesinos, indígenas, afrodescendientes y mestizos de toda la provincia. La  cadena productiva del café y cacao está destinada para impulsar la economía de  las zonas bajas y con influencia en 42.259,66 km2. La cadena productiva del  aguacate integra a todos los cantones. La cadena de cereales y granos andinos  incorpora específicamente a familias campesinas, con cultivos de trigo, cebada,  quinua, amaranto, chocho. También existe la cadena productiva de artesanías y  del turismo, las mismas impulsan emprendimientos vinculados con la naturaleza y  la cultura. 
       Las cadenas productivas han permitido  que pequeños y medianos productores tengan fácil acceso a los activos  (recursos, factores de la producción), infraestructura, fortalecimiento de  capacidades), para lo cual, ha sido necesario la organización y la  asociatividad de los agricultores imbabureños.
El presente artículo es parte de una investigación más profunda sobre los pueblos kichwas de Imbabura (Otavalo, Karanki y Natabuela), con la finalidad de contribuir al rescate, visibilidad y consecuente revalorización de su historia, su territorio, sus formas y modos de vida. El método de investigación de este estudio ha sido principalmente cualitativo, a través del cual, se describe y explica la estructura agraria de las zonas rurales de Imbabura desde la época colonial. A la vez, se propone el fortalecimiento de la Agrobiodiversidad como clave para el desarrollo sostenible del territorio kichwa. La investigación ha permitido ordenar el resultado de las observaciones de las conductas, las opiniones de sus actores en relación a los aprovechamientos actuales y tendencias futuras de la agrobiodiversidad en Imbabura. En el componente agrario participaron representantes del Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuacultura y Pesca (MAGAP) de Imbabura, miembros de las asociaciones y redes agrarias, organizadores de ferias (productos orgánicos), agricultores(as) indígenas y una muestra de consumidores de los productos cultivados en las zonas rurales de Imbabura.
Los procesos de despojo y apoderamiento  de las tierras en el actual Ecuador inician desde la colonización ibérica. Para  Machado (s.f), la conquista y colonización cercenó todo desarrollo de las  sociedades autóctonas, con el dominio del sistema parcelario-familiar. Realidad  que incidió en “….el abandono de tierras, concentración poblacional entorno al  sistema de reducciones, rapiña latifundista de los nuevos señores, control  sobre los conquistados, recaudación de imposiciones, catequización y  esclavitud, así como reducción brutal de población…” (p.1). 
       Es evidente que, la tenencia de la  tierra estaba asumida como la perpetuación de formas de producción basada en el  latifundio, en el cual se ejercía el poder sobre el mercado del trabajo y de la  tierra (Jordán, 2003). Este sistema generaba absoluta desigualdad en la distribución  del ingreso, por constituirse en formas anacrónicas y opuestas a las actuales  declaraciones que van en favor del desarrollo humano.
       Las grandes extensiones de tierra de  Imbabura, durante la época colonial pertenecían a los Jesuitas, en donde  trabajaban mayoritariamente afrodescendientes, pero también indígenas. Según  Obando (1988) los latifundios imbabureños, durante la vida republicana han  tenido como propietarios a las familias: Jijón Caamaño; Flores; Gangotena;  Gómez de la Torre y Barba. Más tarde habrían pasado a las familias: Plaza,  Freile Barba; Montúfar; Larrea Barba; Román; López; Solis y Puga. 
       Para De Janvry y Glikman (1991), en 1954  se constituyó la Misión Andina (OIT-FAO-UNESCO-OMS), con la finalidad de  integrar al campesino indígena al desarrollo, a través de la modernización de  la sociedad rural, en base a la transferencia tecnológica para incidir en la  mejora de la calidad de vida de sus actores. No obstante, los resultados no  fueron los esperados, ya que no se tomaron en cuenta los patrones culturales y,  tampoco, las estructuras en relación a la tenencia de la tierra, por lo que el  proceso revistió de paternalismo.
       A pesar de múltiples esfuerzos por  lograr una distribución adecuada de las tierras, únicamente, las reformas  agrarias (1964, 1973, 1979) se convirtieron en los acontecimientos más  importantes en la historia del desarrollo rural ecuatoriano y, aunque, no se  lograron los objetivos para los cuales fueron creadas, no obstante, han  permitido el acceso a la tierra por parte de campesinos e indígenas en todo el  Ecuador. 
       Es importante referir que, la Reforma de  1964, tuvo como postulado básico la eliminación de las formas precarias de  producción, pero que a decir de Barsky (citado por De Janvry y Glikman ,1991)  dicha ley, únicamente benefició a los terratenientes con la fijación de límites  muy amplios. No obstante, también permitió la parcelación de las tierras  comunales, aunque fue mucho antes que la misma Reforma (Martínez, 2002).
       En tanto que, para Viteri (2007) la  Reforma se inspiró en base a cuatro hechos fundamentales, tales como: la  presión del hombre sobre la tierra, el advenimiento del proceso revolucionario  de Cuba y con efectos sobre toda América Latina, la conformación de la alianza  para el progreso y la toma del poder político por una dictadura militar en  1963. Los acontecimientos mencionados influyeron para la aprobación de la  primera Ley de Reforma Agraria en el Ecuador.
       Luego, la reforma de 1973 surge como un  mecanismo para remediar problemas surgidos de la reforma anterior, principalmente  en relación al proceso de modernización de las haciendas, entre sus logros se  destaca el impulso al desarrollo de la agricultura, ganadería lanar y  producción artesanal.
       Más tarde, la Ley de fomento y  desarrollo agrario de 1979, permitió el establecimiento de políticas y  proyectos que han contribuido escasamente al desarrollo rural de Imbabura y el  país en general. En general, no se lograron cambios significativos en la  población indígena, ya que no se encontraban organizados a nivel nacional y  regional, lo que implicó la continuidad del trabajo precario.
       Entonces, a decir del SIPAE (2011, p.8)  “desde fines de los años 80, se presenta un proceso de “contrarreforma” que  implicó un sinnúmero de cambios en las políticas agrarias, fomentados por organismos  multilaterales como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo,  proceso que legalmente culminó con la Ley de Desarrollo Agrario de 1994”.
       De acuerdo al mismo organismo, a  mediados de la década del 2000, las luchas sociales en contra del Tratado de  Libre Comercio reposicionaron los debates sobre problemas estructurales en el  agro ecuatoriano, generando la apertura al tema de redistribución de la tierra.  No obstante, en los sectores rurales de Imbabura subyacen altos niveles de  pobreza, que, además, han contribuido a la creciente migración interna y  externa en las últimas décadas, así como a la inevitablemente pérdida de los  patrones culturales con raigambre ancestral. 
       Históricamente el pueblo Otavalo  asentado en el cantón Cotacachi inició la parcelación de tierras comunales en  1947, también mucho antes que la Reforma Agraria, aunque, en medio de la  incomodidad de casi la totalidad de indígenas cotacacheños, que no tuvieron  dicha oportunidad. En aquel entonces, se habría parcelado un terreno ubicada al  pie del volcán Cotacachi, del cual se habrían se beneficiaron al menos 50  familias. 
       De la misma manera, otro acontecimiento  histórico es la parcelación de la Hacienda Anafo en Atuntaqui, que a decir de  Zumárraga (1978) era de propiedad de la curia ibarreña, luego habría  pertenecido a Daniel F. Belalcázar y posteriormente al Ilustre Concejo  Cantonal, quien compró por 450.000 sucres (moneda ecuatoriana en aquel  entonces) y a plazos. Para luego parcelar mediante el pago de 250 “sucres”4  por cada cuadra de terreno y con la prohibición de vender más de  tres cuadras. Para lo cual, desde 1940 hasta 1944, el Ing. Humberto Granda  realizó el levantamiento de planos y el Concejo Municipal.
       La parcelación de Anafo benefició en su  mayoría a los indígenas Natabuelas que laboraron en dicha hacienda como peones,  quienes ancestralmente formaban parte del gran país Karanki. En general, las  haciendas de Imbabura se consolidaron y permanecieron intactas durante la  coyuntura reformista de 1960, aunque la parcelación en beneficio de la clase  indígena no ocurrió de inmediato, sino años más tarde.
       Cabe mencionar que, en décadas  anteriores, las familias indígenas del pueblo Natabuela eran numerosas, razón  por la cual, las parcelas adquiridas desde 1940 se han reducido de forma  importante, por el efecto de herencias. Por tanto, en la actualidad no son  representativas para la actividad agropecuaria, y debido a su localización  estratégica y gran planicie, han sido vendidos a los mestizos, para la  construcción de complejos habitacionales. 
       En Imbabura, las 290 comunidades  distribuidas en 36 parroquias rurales empezaron a organizarse políticamente a  partir de la segunda reforma agraria. Es así que se formaron organizaciones y  federaciones, entre ellas se destaca la Confederación de Nacionalidades  Indígenas del Ecuador (CONAIE) fundada en 1986, que luego de una larga lucha  iniciada en 1980 lograron algunos beneficios, entre los más relevantes, el  derecho a la tierra y a la eliminación del trabajo forzoso. No obstante, aún persisten  problemas de legalización de tierras, ocasionados por la inexistencia de  escrituras, demarcación de linderos, herencias familiares, desorganización  comunitaria, envidia, egoísmo, desalojos, expropiaciones y deficiente toma de  decisiones por parte de los Cabildos, quienes tienen injerencia en la mediación  de los conflictos comunitarios.
       Algunos presidentes de los Cabildos  mencionan que, uno de cada diez conflictos comunitarios se resuelve por  mediación. En tanto que, la diferencia debe recurrir a las autoridades civiles  de cada jurisdicción, lo que implica gastos y años de litigio y no siempre  resultados favorables para los interesados.
       Para la SENPLADES (2014), los conflictos  están atribuidos a problemas de erosión, deforestación e incremento de la frontera  agrícola, por efecto de la sobreutilización de los suelos. También el conflicto  se ocasiona cuando el uso del suelo no corresponde al uso potencial del mismo  ya que las exigencias de la cobertura vegetal definidas son diferentes a la  capacidad natural de los suelos.
       La misma Secretaría establece que, el  58,01% del territorio de Imbabura se encuentran en la categoría de uso  adecuado. Mientras que, el 35,73% corresponde a la sobreutilización de los  suelos, frente a la subutilización de las mismas, con un registro del 4,87%. 
       Sin duda, en las zonas rurales de  Imbabura han existido varios problemas de tipo agropecuario, socio político y  cultural, que han limitado de una u otra manera el desarrollo de las  poblaciones indígenas. Así, en la parroquia Miguel Egas Cabezas del cantón  Otavalo, la población manifiesta que subsiste la escasez del agua para riego,  agua potable, mal estado de las vías, entre otros. 
       En el sistema comunal andino de la  provincia de Imbabura, aún prevalecen diversas formas de tenencia de la tierra,  entre las cuales, se resalta el usufructo colectivo, cuya característica  corresponde a los pueblos kichwas Otavalo y Karanki, con excepción del pueblo  kichwa Natabuela, que carecen de esta forma de tenencia.
       La encuesta a los pueblos kichwas de  Imbabura, EPKI (2014-2016) también revela la figura de partidarios,  principalmente en las comunidades del cantón Pimampiro y Otavalo, que permite,  a una o más familias trabajar en extensiones de tierra solicitada, en donde  comparten responsabilidades, beneficios y pérdidas, con los propietarios de las  tierras que comúnmente son mestizos campesinos. 
       En las tres últimas décadas, las  comunidades indígenas de Imbabura, han vendido al menos el 87% de las tierras  comunales debido a la presión económica y social. Actualmente, la mayoría de  tierras comunales se encuentran a nivel del ecosistema páramo. Sin embargo, la  tierra comunal en territorio indígena, aunque reducida se constituyen en  espacios, en donde se cohesiona la lengua, la cultura y la familia.
    En el territorio kichwa se cultivan una  gran variedad de cereales, leguminosas, raíces y tubérculos, curcubitas,  hortalizas y frutas nativas. Los indígenas del pueblo Otavalo y Karanki son  propietarios de entre 2 y 5 hectáreas de tierra. Mientras que, el pueblo Natabuela  maneja entre 500 metros y 2 hectáreas. Al menos, el 75,24% de estas tierras  presentan título de propiedad, el 4,2% se encuentran ocupadas sin título, el  3,7% son arrendadas, el 1,2% bajo la forma de aparcería, el 1,2% corresponden a  las Asociaciones de comuneros, el 5,6% tenencia mixta y el 9% evidencian otras  formas de tenencia. Es así que, la Figura  1 presenta los productos agrícolas de mayor producción entre el 2014 y  2015, por parte de los habitantes kichwas, según la EPKI 2014-2016 realizada en  la presente investigación.
La EPKI 2014-2016 revela que, los cinco  productos de mayor producción en el territorio kichwa de Imbabura son el maíz,  fréjol, trigo, cebada y quinua. No obstante, el 65% corresponde a una  agricultura de subsistencia, con lo cual, es poco lo comercializado en mercados  locales y regionales. La actividad agrícola es incipiente debido a las  extensiones reducidas de tierra o minifundismo generalizado, a la incertidumbre  de los mercados, escaso conocimiento técnico, bajo nivel socioeconómico, bajo  nivel de asociatividad y no existe visión empresarial en gran parte de la  población. Por lo tanto, es considerada una agricultura de subsistencia, que no  siempre garantiza beneficios económicos a sus productores.
       Por otra parte, el sistema de cultivo en  el territorio kichwa se desarrolla a través del sistema de regadío (7,21%) y de  secano (62,78%). Por tanto, en épocas de sequía, se constituye en uno de los  problemas de la población indígena, ya que retrasa las siembras y por tanto  afecta a la cantidad y calidad de los productos. Así también, el exceso de  precipitaciones incide en la pérdida de los cultivos, sobre todo en los  terrenos irregulares (grandes pendientes). En cualquiera de los dos casos, la  pérdida es irremediable y no existen seguros que permitan recuperar al menos la  inversión por parte de los productores indígenas y campesinos.
       El sector pecuario de Imbabura se  organiza en tres categorías de animales, ganado mayor, ganado menor y aves. La  mayor parte de la población indígena habita las zonas rurales, por tanto, se dedican  en menor o mayor grado al cuidado de animales, pero no siempre con fines de  producción. En el caso de negocio, es común encontrar emprendimiento de crianza  de ganado vacuno, cuyes, cerdos y aves.
       En este sentido, en la Figura 2 se presentan los resultados de  la EPKI 2014-2016, en relación al tipo de producción pecuaria de los pueblos  kichwas de Imbabura.  
El 38,18% de la población indígena de Imbabura posee ganado vacuno de raza criolla, de ordeño manual y en su mayoría de pastoreo, también aves (25,02%), ganado porcino (21, 79%), ganado bovino (10, 45%), ganado bovino (10,34%), entre trucha, cuyes, codornices y conejos (4,57%). La población participante en la investigación asegura que no consumen carne de forma frecuente.
* MSc. en Educacion y Desarrollo Social (UTE). Doctoranda del Programa en Geografia y Ordenacion del Territorio (UEx). Docente de la Universidad Tecnica del Norte (Ecuador).
** Doctor en Geografia (UEx). Catedratico de la Universidad de Extremadura. Departamento de Arte y Ciencias del Territorio.
*** Doctora en Historia (UEx). Profesora Titular de la Universidad de Extremadura. Facultad de Formacion del Profesorado.
1 Población total del Ecuador 2010: según el Censo del INEC (2010) el país registró 14.483.499 habitantes.
2 Población total de Imbabura 2010: según el Censo del INEC (2010) el país registró 398.244 habitantes.
3 UPAs: Unidades de Producción Agropecuaria.
4 Sucre: moneda del Ecuador, antes del 09 de enero de 2000, misma que fue reemplazada por el dólar, en la presidencia de Jamil Mahuad Witt, un dólar era el equivalente a 25.000 sucres.
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