Luís Vladimir Díaz González
Universidad Nacional Experimental de Guayana
diazuneg@yahoo.comLa agricultura y la industria han sido consideradas tradicionalmente como dos sectores separados tanto por sus características como por su función en el crecimiento económico. Se ha estimado que la agricultura es el elemento característico de la primera etapa del desarrollo, mientras que se ha utilizado el grado de industrialización como el indicador más pertinente del avance de una zona.
Asimismo, al iniciar un proyecto de agroindustria, es pertinente, realizar una definición sobre la misma, el cual se refiere a la sub-serie de actividades de manufacturación mediante las cuales se elaboran materias primas y productos intermedios derivados del sector agrícola. La agroindustria significa así la transformación de productos procedentes de la agricultura, la actividad forestal y la pesca.
Ante esta situación, es necesario realizar proyectos que permitan la explotación de estas actividades, para un crecimiento continuo, sostenible y factible; así, al recibir proyectos de este tipo, es necesario tener en cuenta criterios y procesos que permitan la selección de los mismos. Es por ello que esta investigación busca analizar el papel de las políticas y programas de los proyectos agroindustriales en el desarrollo del municipio. En su desarrollo se toma en cuenta los procesos de selección de proyectos para el progreso agroindustrial, identificando las particularidades de las economías subdesarrolladas y especificando los diseños y selección de proyectos como medio para el desarrollo territorial.
Palabras clave: Agroindustria, proyecto, selección, desarrollo, territorial, local.
Agriculture and industry have been considered traditionally as two sectors separated both by its characteristics and for its role in the economic growth. It has been estimated that agriculture is the characteristic element of the first stage of development, while the degree of industrialization as the most relevant indicator of the progress of an area has been used.
When you start a project of agro-industry, it is also appropriate, perform a definition on it, which refers to the sub-series of activities of manufacturing which produced raw materials and intermediate products of the agricultural sector. Agribusiness means thus the transformation of products from agriculture, forestry and fisheries.
This situation, it is necessary to carry out projects that allow the exploitation of these activities for a continuous, sustainable and feasible growth; upon receipt of such projects, so must take into account criteria and processes that allow the selection of them. Therefore, this research seeks to analyze the role of policies and programs of the agro-industrial projects in the development of the municipality. In its development is taken into account the processes of selection of projects for the agro-industrial progress, identifying the characteristics of underdeveloped economies and designs and selection of projects as a means for territorial development.
Key Word: Agro-industry, design, selection, development, territorial, local.
JEL CODES: O1, O2, Q57, R12, R58 / UNESCO: 530907, 531201.
Para citar este artículo puede uitlizar el siguiente formato:
Luís Vladimir Díaz González (2015): “Análisis de las políticas y programas de los proyectos en el sector agroindustrial para el desarrollo del municipio”, Revista DELOS: Desarrollo Local Sostenible, n. 23 (junio 2015). En línea: http://www.eumed.net/rev/delos/23/agroindustria.html
En la actualidad una guía no sólo debe servir para formular y hacer gestión de los proyectos sino que también deberá servir para aprender. El proyecto de desarrollo territorial deberá generar un proceso para aprender haciendo, es por ello que una guía deberá servir para la sistematización de las experiencias más o menos exitosas, su análisis y discusión.
Asimismo, los proyectos de desarrollo territorial deberían dar lugar a trabajar de forma conjunta y reflexionar sobre el desarrollo local permitiendo descubrir y analizar las diferentes variables que arrojan las experiencias de cada proyecto en el campo económico y social, las metodologías de intervención en el tema del desarrollo local; siendo importante descubrir los factores claves de las intervenciones y en los procesos de desarrollo a escala territorial.
De esta manera, el desarrollo local es sistémico, ya que para entenderlo es necesario acudir a las claves de éxito en cuatro niveles: meta, macro, meso y micro. Por ello, uno de los aspectos más importantes del éxito de un proyecto depende de su relación institucional con ese soporte que recibe del conjunto y es en el nivel local donde se concretan esas relaciones.
A partir de ese soporte sistémico se agregan otros factores, relacionados con este contexto institucional, que son tan importantes como las características del proyecto, con las condiciones que emanan de la institución que ejecuta el proyecto, de los recursos disponibles por dicha institución y con el entorno de las prácticas sociales del entorno local; el desarrollo territorial o local es multidimensional, en el que juegan los aspectos netamente económicos y sociales, inciden las condiciones ambientales, políticas y culturales, y la dinámica entre ellas.
En ese caso, cada experiencia tiene sus propias particularidades que a su vez generan estímulos que desarrollan o no el contexto local, cambian a los actores e impulsan procesos de desarrollo, a veces clave para el desempeño de otros proyectos: identificación de estrategias y metodologías que ayuden a consolidar los procesos de desarrollo local.
De igual forma, un proyecto puede aportar a la definición o diseño de políticas públicas de desarrollo territorial, donde existen efectos no buscados y que más allá de la forma coyuntural del proyecto pueden contribuir a consolidar procesos o más duraderos en contextos locales y regionales, más allá de los resultados esperados, del proyecto individual.
En este sentido, como destaca Winchester y Gallicchio (2003) las iniciativas de desarrollo territorial son parte de una política de desarrollo económico local, en la que se constituyen una especie de paquete de herramientas técnicas que incentivarían el desarrollo.
También, incluyen políticas y programas para la calificación de los recursos humanos, el fortalecimiento de redes e instituciones, el fomento a nuevas organizaciones, la construcción de entornos innovadores y la promoción de factores intangibles de desarrollo, el liderazgo, la participación, el diagnóstico, estrategias de cooperación, agentes de desarrollo integrales, conocimiento del mercado de trabajo, y reconocimiento de que el cambio y la incertidumbre son centrales a las dinámicas de desarrollo.
Las dimensiones sociales y económicas, son las más visibles y aunque diferentes, están mutuamente relacionadas, aunque a veces por visiones sectoriales sesgadas definen metas específicas en cada proyecto; donde la dimensión económica genera factores y precondiciones endógenas necesarias para un crecimiento económico acotado territorialmente; crea oportunidades económicas, inversiones, genera más y mayores dinámicas de innovación para vincularse mejor con el país y el mundo. Las áreas del empleo, el dinamismo empresarial y la asociación municipal han tenido particular importancia en esta dimensión.
En algunos contextos, es decisivo el protagonismo de los municipios en las tareas de desarrollo local o territorial y al fomento productivo, en otros sitios son claves las iniciativas que promueven la asociación municipal u organizaciones mixtas; también, las organizaciones no gubernamentales (ONG) en territorios de extrema pobreza en apoyo al fortalecimiento municipal.
Es por ello que, caso particular toma formas muy diferentes en ese tejido institucional que favorece los vínculos con lo social: el fortalecimiento de redes sociales, la participación, los procesos de aprendizaje, la negociación y las alianzas, en el que hay entidades que desempeñan papeles facilitadores y proactivos en el desarrollo de la competitividad territorial, siendo estratégicas en cuanto actores locales y decisiva en la formación de capital social; de allí, la dimensión social, profundamente compleja y diferente en cada caso local.
A su vez, las prácticas sociales que promueven la equidad y las articulaciones con el Estado y la política, conforman el ambiente local que es propicio para el capital social; en el polo contrario están las situaciones de extrema pobreza, la marginación y exclusión social, haciendo más complejo el desarrollo territorial.
La introducción de las consideraciones sobre espacio o territorio en la literatura económica ha recibido un nuevo impulso en la última década, en torno de la tarea de dilucidar los factores que explican o determinan tanto los procesos de concentración de actividades productivas y de servicios en determinados espacios o ciudades, como los que conducen a que determinadas localizaciones muestren un mayor dinamismo y capacidad competitiva que otras.
Los desarrollos teóricos sobre localización de las actividades económicas en el espacio han avanzado por dos canales paralelos, con sólo algunos intentos tardíos de integración: una primera corriente es la derivada de la tradición alemana de la primera mitad del siglo pasado e incluso antes en un modelo competitivo de equilibrio general, como lo explica Van Hemelryck (2002).
De igual forma, para el autor, esta corriente culmina con la escuela de la ciencia regional en los años sesenta y setenta, en el que Lombarda (1998) coincide. En América Latina esta escuela ha tenido más influencia en el ámbito de la geografía y en los primeros trabajos sobre planificación regional, que en la reciente literatura de desarrollo local.
Por su parte, la segunda corriente corresponde a la que se deriva de Marshall (1920), en particular de sus referencias a los factores que inciden en los procesos de aglomeración industrial, los que darían origen a la extensa literatura sobre gestación y desarrollo de clusters, industrialización flexible, nuevos distritos industriales (NDI), regiones de aprendizaje (learning regions) y entornos competitivos (milieu).
Es esa corriente y sus derivados, junto con las contribuciones de la nueva economía institucional, la que mayor influencia ha tenido en la reflexión latinoamericana sobre Desarrollo Económico Local (DEL), por lo que conviene explorar sus contenidos aunque sea de modo muy esquemático.
En sus principios de economía, Marshall (1920), contrastando el concepto de distritos industriales, destacaba que la aglomeración de empresas en un espacio determinado generaba ciertas economías externas localizadas, que contribuían a reducir los costos de producción como resultado de la presencia de un conjunto de trabajadores calificados así como del fácil acceso a insumos y servicios especializados y la diseminación de nuevo conocimiento, dada la existencia de una atmósfera industrial, verdadero entramado de costumbres y sensibilidades útiles, como lo asegura Lombarda (1998).
Por su parte, Van Hemelryck (2002) destaca como fuerzas centrípetas las economías de escala, los costos de transporte y las economías externas, que se expresan en la presencia de una reserva de habilidades, de servicios e institutos especializados que generan encadenamientos por la vía de mercados y de flujos de conocimiento e información. Como fuerzas centrífugas, menciona la inmovilidad de factores conocidos como mano de obra, rentas de la tierra y el surgimiento de des-economías de escala.
De igual forma, el desarrollo económico local (DEL), en sus diversas versiones, construye sus fundamentos y propuestas de política a partir de una integración de los elementos presentados más arriba y que apuntan al carácter localizado del desarrollo económico. Está, en primer lugar, la referencia a las externalidades que generan economías de escala externas a la organización, pero internas al territorio y que constituyen el eje de los trabajos sobre aglomeración industrial nuevos distritos industriales como lo asegura Chevallier (2004).
En la mayoría de las investigaciones sobre DEL elaboradas a lo largo de la última década, el eje sigue siendo fundamentalmente urbano-industrial, con una particular preocupación por la competitividad de empresas pequeñas y medianas como agentes, y con la descentralización (en algunos casos municipalización) como marco político-administrativo, lo que no obsta para que temas como el vínculo entre el DEL y la pobreza estuvieran presentes en más de algún estudio. Sin perjuicio de lo anterior, los trabajos realizados en y fuera del instituto latinoamericano de planificación económica y social (ILPES) por Boisier (2001) y Alburquerque (1997); hacen evidente la influencia de los relativos a nuevos distritos industriales y especialmente a la experiencia italiana.
De modo paralelo y convergente en sus motivaciones, pero privilegiando la mirada desde lo rural, se desarrollaron en la región una serie de trabajos orientados a enfocar la problemática de los vínculos urbano-rurales en términos de desarrollo rural articulado a ciudades intermedias. Se entiende que una de las primeras iniciativas para hacer de este enfoque un marco destinado al diseño de proyectos, fue formulado por Paniagua para Bolivia en 1991 y el tema dio lugar a sendos seminarios en México (1997) y Brasil (1998).
Los antecedentes del desarrollo local no son recientes y se remontan al siglo pasado a partir de una reflexión sobre la concepción misma del desarrollo, sus efectos y los mecanismos para suscitarlo; así, los orígenes de la plataforma teórica del desarrollo local se encuentra también ligada al debate y esclarecimiento de los conceptos de espacio y territorio que se establecieron dentro de la teoría económica, con el objetivo de determinar cuáles son los factores que tienen incidencia en la localización en el espacio de las actividades productivas y de servicios.
El desarrollo teórico ha tenido diferentes matices y grados de evolución desde los trabajos, por ejemplo, de Weber en 1929 y que sentaron junto a otros pensadores las bases para las ramas de la ciencia de estudio de lo regional de gran relevancia en las décadas de los sesenta y setenta, además de amplio uso en el área geográfica. Asimismo, un referente más cercano a muchos de los enfoques de desarrollo local es el de la vertiente desarrollada a partir del trabajo de Marshall en 1920, cuyo enfoque aportó elementos de discusión respecto a los factores que inciden en la aglomeración industrial.
De esta corriente también se desprenden los avances posteriores en conceptos como entornos competitivos, industrialización flexible, nuevos distritos industriales o regiones de aprendizaje, como lo asegura Berdegué (2003). En todo caso, aspectos importantes fueron aportados desde la visión de Marshall y su teoría de la organización industrial centrada en la concepción de la interdependencia de las partes de un organismo como parte constitutiva de su existencia y de su evolución, como lo refleja Sforzi (1999).
Esta concepción aplicada a la realidad permitió considerar, al mismo tiempo, dentro del análisis económico las dimensiones sociales y territoriales en el que un sistema productivo se encuentra inmerso. De ahí que se desprenderán las nociones de organización no como un sinónimo exclusivo de capacidad empresarial, sino como interdependencia entre partes, donde las economías en la producción consideran a la empresa individual y también al sector del que forman parte y al ámbito territorial al cual pertenece.
Surge además el concepto de economías externas locales referidas a la interdependencia entre empresa y territorio en el que se concentran, es decir que la aglomeración de empresas/industrias en un determinado espacio reducen costos de producción y tienden a maximizar beneficios. Estas economías externas locales se relacionan con la presencia de determinados factores como mano de obra calificada, acceso a insumos y servicios de tipo especializado así como la diseminación de nuevo conocimiento.
Con relación a este último aspecto, la corriente marshalliana establece que los conocimientos representan la máquina más valiosa y potente de producción complementándose de manera importante con la organización; aquí, de manera frecuente se ha introducido el término de sistema local para dar muestra de la existencia de un entorno o unidad integrada de producción que posee un peso gravitante en el éxito de los emprendimientos empresariales, ya que una empresa para lograr éxito debe servirse del patrimonio de experiencia y relaciones del sistema local al que pertenece más que sólo detenerse en mirar variables de mercado o procesos de innovación competitiva.
El sistema local comprende una base o referente territorial a partir del cual se analizan o se comprenden los lados sociales y económicos de la realidad, donde existe una fuerte interacción entre economías internas y externas de las empresas. Sin embrago, un elemento clave que surge de este análisis que rescata el pensamiento marshalliano es el de las características de la estructura organizativa e institucional de los sistemas locales.
Considerando estos aspectos resulta importante observar cuáles son los rasgos de los componentes de un sistema local para favorecer a los cambios requeridos a partir de las dinámicas externas que se presenten o a los requerimientos internos locales. A partir de estos aspectos, la llamada Escuela Neoclásica Marshall identifica sistemas locales de tipo productivos y aquellos más ligados a procesos distributivos, siendo éstos últimos los que dependerán de las transferencias de rentas que se originan en otros sistemas locales productivos.
De igual forma, lo local, en esta perspectiva, representa una dimensión más de un aspecto mayor que viene a ser la concepción de desarrollo que se posea. Así, se recuerda que lo local comienza a ser abordado con mayor interés por diferentes ramas teóricas de manera casi paralela al desarrollo de los procesos de cambio estructural y globalización, como dos fenómenos y conceptos diferentes.
Es decir, que cambios estructurales como reestructuración tecnológica y organizativa con impactos a nivel de producción, distribución y consumo, además de los generados en la naturaleza del estado, como lo asegura Albuquerque (2002), son interdependientes con la globalización cuyas múltiples facetas diluyen las fronteras y las distinciones entre los mercados de diferente dimensión y alcance (locales, nacionales e internacionales).
Lo local y sus vinculaciones a posibilidades de desarrollo se despliegan frente a la crisis del modelo de acumulación fordista, tratando de buscarse en lo local experiencias de ajuste productivo flexibles en el territorio, en el que ya no se piensan en formas centralizadas y rígidas determinadas por grandes aparatos industriales, sino más bien por mecanismos flexibles de organización productiva, buscando un impulso de los recursos potenciales de carácter endógeno tratando de recrear un entorno institucional, político y cultural de fomento de las actividades productivas y de generación de empleo en los diferentes ámbitos territoriales, pensamiento asumido por Albuquerque (2002).
Lo local se desprende también con fuerza a partir de los debates originados respecto a la divergencia o convergencia de los procesos de desarrollo en diferentes espacios o regiones; las posiciones respecto a los resultados del crecimiento en diferentes espacios tuvieron importantes influencias respecto a los diferentes modelos de crecimiento que han marcado el desarrollo del siglo XX y los inicios del XXI.
De esta manera, existe una importante relación entre las teorías del desarrollo local con el surgimiento de las visiones del desarrollo endógeno en contraposición con los modelos keynesianos, neokeynesianos y neoclásicos; ya que los primeros, con influencia desde la década de los 30 hasta mediados de los 70, plantearon que el libre juego de las fuerzas del mercado genera desempleo y acentúa las desigualdades económicas, lo cual llevaba a diseñar políticas con una activa participación estatal de manera diferenciada a nivel sectorial y territorial.
Por su parte, los modelos de crecimiento neoclásicos concentraron sus hipótesis en las virtudes de equilibrio del mercado, donde el libre juego de sus fuerzas propicia las convergencias entre diferentes espacios, el progreso técnico es exógeno y se distribuye homogéneamente entre las diferentes regiones primando una acción regulatoria del estado por medio de políticas que aseguren la liberalización de la economía y donde no se considera necesario aplicar políticas sectoriales y territoriales diferenciadas.
Los modelos de crecimiento endógeno se posicionaron a partir de 1990 reconsiderando las hipótesis y premisas que plantean que el libre juego de las fuerzas del mercado genera convergencia. Estos modelos se estructuran a partir de funciones de producción donde la tasa de crecimiento depende del stock de capital físico, humano y progreso técnico o conocimientos, los cuáles pueden ser producto de acumulación y generar externalidades, como lo asevera Mattos (1998).
A partir de estos aspectos, los modelos de crecimiento endógeno caracterizan que la tasa de acumulación de factores productivos y la tasa de crecimiento dependen fundamentalmente de decisiones que se adoptan en un determinado y concreto entorno económico y que en el largo plazo, el crecimiento es resultado de un proceso económico endógeno, considerando la existencia de competencia imperfecta.
De esta manera, los modelos de crecimiento endógeno permiten una mejor aproximación para entender procesos de crecimiento a nivel diferenciado de territorios, a partir de la comprensión de que estos procesos dependen de la percepción que tienen los actores territoriales, que adoptan decisiones de inversión sobre las condiciones que en esos entornos territoriales existen para valorizar sus capitales.
Sin embargo, lo local no está determinado a priori, sino que por el contrario es una categoría conceptual que se construye por parte de los actores y los técnicos involucrados. En ese sentido Gallicchio (2002) establece que no es ni una escala, ni una división político-administrativa, ni un sistema de interacciones, sino un concepto relativo, construido, siempre, en relación a un global, que va cambiando según el territorio que se defina. Así, lo local puede ser un barrio, una zona, una ciudad, una microrregión o una región, nacional o transfronteriza.
Las diferentes visiones para abordar y construir un concepto de desarrollo local han tenido que diferenciar dos términos que han sido de amplio debate en las ramas de la economía y de la geografía; así, el concepto espacio ha sido utilizado con referencia a un conjunto de variables como distancias para especificar costos de transporte, concentración o aglomeración de actividades o la convergencia y polarización del crecimiento.
De esta manera, lo espacial implica una tendencia más o menos homogeneizadora como soporte geográfico en que se desenvuelven las distintas actividades socioeconómicas, entonces, cabe considerar de manera más clara el concepto de espacio geográfico como espacio accesible a la sociedad o referencia de la superficie terrestre que se ve afectada o afecta de alguna manera a la sociedad.
Por su parte, territorio se refiere a un concepto que engloba al espacio geográfico, comprendiendo las múltiples facetas de la realidad y asumiendo el papel de factor que tiene un peso relevante en la explicación de las condiciones del desarrollo. Así, el territorio puede ser enfocado desde varios puntos de vista, como actor del desarrollo y por tanto la manera de comprenderlo o también como espacio construido por los diversos grupos sociales a través del tiempo.
El territorio y lo territorial representarían un espacio de dominación o propiedad, es decir un espacio surcado por específicas relaciones de poder, en el cual se advierte la presencia de factores que actualmente cobran relevancia para explicar las condiciones de vida; por ejemplo, las instituciones, la cultura, la política, todas estas afirmaciones son dadas según Lombarda (1998).
Sin embargo, la concepción del territorio dependerá también del referente cultural del cual se proviene, ya que por ejemplo para una referencia occidental el territorio representa dominio de individuos o colectivos sobre un espacio determinado, mientras que en posiciones culturales indígenas, los individuos o colectivos pertenecen al territorio, son parte constitutiva del mismo.
En este sentido, Albuquerque (2002) establece que el territorio es un espacio construido a través del tiempo y representa mucho más que lo evidente, plasmado en el espacio geográfico, es un espacio que cobija la memoria y experiencia social, donde se implica heterogeneidad, diversidad de situaciones llevadas adelante por actores territoriales socialmente organizados.
Comprender la dimensión del territorio implica analizar los espacios económicos en términos de relaciones de proximidad entre actores y la manera en que los mismos construyen la realidad. La consideración de lo territorial involucra nociones de desarrollo que comprenden el uso de valores instrumentales centrados en la descentralización, el control social de los recursos, la diversificación productiva, el establecimiento claro de mecanismos de participación y representación desde abajo, así como el derecho a la diferencia y el policentrismo.
Por su parte, Boisier (1996) indica que territorio es el escenario donde transcurren los procesos de desarrollo local, así el territorio es una variable independiente que incide en varios resultados macroeconómicos y participa, por consiguiente en procesos interactivos que modifican sucesivamente tanto la organización misma del territorio como los resultados obtenibles con respecto a determinados objetivos nacionales.
Pero el territorio es también una variable dependiente, es decir, que se construye cada día ya que está determinada por factores y sujetos diversos, políticas y proyectos. Por ello se establecen estrategias para su desarrollo o adecuación y se constituye en base o soporte del desarrollo integral. Además, éste es capaz de expresar voluntad política a través de los diferentes actores que lo definen. Por todo ello el territorio, puede retroceder y desarticularse, desmembrarse, puede, en definitiva, desaparecer como proyecto endógeno y ser tomado por otro territorio.
Tratar de rescatar una definición universalmente utilizada sobre desarrollo local representa una tarea difícil, en la medida en que cualquier concepción que se posea sobre desarrollo tiene un alto contenido ideológico que implica vinculación a ciertas posiciones de intereses y cosmovisiones que inciden de manera diferenciada en términos de diseño e implementación de políticas públicas, así como en el carácter de las acciones y proyectos independientes del sector público y privado que puedan implementarse.
En lo particular, cabe resaltar, que al hablar de desarrollo no se menciona un proceso inmutable, sino una dinámica constante que apunta a mejorar las condiciones de vida de las personas, lo cual implica que en el marco de los procesos actuales de acumulación de capital y progreso científico tecnológico, el desarrollo local no significa necesariamente crear condiciones para competir territorialmente en la atracción de inversiones; muchas de las cuales pueden estar guiadas por lógicas extremadamente cortoplacistas centradas en la existencia de mano de obra barata y legislaciones demasiado suaves que permiten la degradación del medio ambiente o la evasión fiscal.
En este marco, muchas corrientes han asociado lo local con la naturaleza de un desarrollo humano, sin embargo, como menciona Coraggio (2000), se habla de un desarrollo humano ampliado que va más allá del logro de metas evaluadas por indicadores de necesidades básicas. En este sentido, sería un desarrollo humano como reproducción ampliada de calidades de vida.
Definiciones más elaboradas, como la de CEPAL (2006) hace referencia al desarrollo local como un proceso de crecimiento y cambio estructural que mediante la utilización del potencial de desarrollo existente en el territorio conduce a la mejora del bienestar de la población de una localidad o una región. Cuando la comunidad local es capaz de liderar el proceso de cambio estructural, la forma de desarrollo se puede convenir en denominarla desarrollo local endógeno.
Asimismo, Gallicchio (2002) define al desarrollo local como un proceso de crecimiento desde un punto de vista endógeno y la capacidad de control del excedente que se genera desde lo local. En este sentido, el desarrollo local no es una manera de hacer frente a la globalización y sus efectos excluyentes, sino una manera de mirar desde el territorio esta etapa histórica global, buscando insertarse competitivamente en este marco.
De esta manera, el desarrollo local requiere de una visión estratégica del territorio, construcciones multiculturales como impulso al desarrollo y procesos de alianzas así como concertaciones entre actores públicos y privados; es importante considerar que muchos de los trabajos específicos sobre desarrollo local, han tenido un fuerte énfasis urbano-industrial, centrando sus enfoques en el apoyo al tejido empresarial de pequeña y mediana escala.
Frente a esta especie de parcialidad espacial urbana, han surgido trabajos con propuesta integradoras de lo rural, como por ejemplo las desarrolladas por Schejtman y Berdegué (2003) con su enfoque de desarrollo territorial rural, donde estos aportes han concebido al desarrollo territorial rural como procesos de transformación productiva e institucional en un espacio rural determinado con el objetivo de reducir la pobreza. Aquí, este enfoque toma como un elemento central la heterogeneidad de los territorios y la búsqueda de tipologías de los mismos a partir de diferentes criterios.
Un análisis y planteamiento de estrategias en el desarrollo local es importante para identificar aquellas que son necesarias para alcanzar un objetivo específico, además de establecer aquella estrategia que sirva para hacer efectiva la intervención. En cuanto al desarrollo local y su lado económico debemos recordar que este es un proceso orientado como multidimensional e integrador que requiere como aspecto muy importante dinámicas de cooperación entre actores territoriales y que se plantee, en el contexto histórico actual, a una articulación de lo local con lo global, como lo establece Gallicchio (2003).
Es importante considerar la relación estrechamente complementaria entre el lado social y el económico del desarrollo en un espacio local. No puede existir crecimiento económico real para una sociedad local si no se encuentran procesos reales de atención, mejoramiento y acceso universal a servicios, por ejemplo, de educación, salud, cultura o mecanismos claros de distribución de los excedentes económicos logrados.
Asimismo, la relación contraria es válida, por ejemplo, en la medida en que no sirve de mucho contar con infraestructuras y servicios sociales buenos si no se tienen oportunidades de generar riqueza, si no se logra que la gente tenga una base real de oportunidades laborales.
Acciones que consideren el lado social y el económico, un aspecto central para lograr un desarrollo local es el de la participación y el fortalecimiento de la misma, considerando los aspectos de capital social existente en el territorio. Esto implica considerar un profundo proceso de recapitulación del papel de la cooperación, es decir, que el proceso de desarrollo local no empieza por la intervención externa de la cooperación, sino fundamentalmente por los actores de un territorio y su participación efectiva.
La intervención de la cooperación externa puede resultar muy importante en un territorio específico, sin embargo, su papel debe ser de ayuda y complemento a las acciones desarrolladas por los actores, lo cual conduce a lo mencionado en otras secciones de esta guía que tienen que ver con el aspecto de corresponsabilidad que implica brindar apoyo y ayuda en un encuentro de igual a igual.
Considerando los objetivos del desarrollo local el autor se identifica con algunas estrategias de intervención que pueden servir de guía para el contenido de los distintos niveles de objetivos, resultados y actividades que un proyecto de desarrollo local pueda establecer. El incremento eficiente y eficaz del sistema productivo local que implica la diversificación de actividades e incorporación de mayor valor agregado en la producción e involucra apoyo para la búsqueda y creación de nuevas líneas de producción, Vázquez (2007) las señala como:
Los tiempos actuales se caracterizan por turbulencia y cambios en el sector agrícola, acentuados por la alta volatilidad en los precios de los alimentos y agudizados por la crisis financiera global, que amenaza no solo a los mercados, sino también a la propia estabilidad social del planeta. Si bien esta crisis plantea retos inéditos, a la vez se vislumbran oportunidades que, de ser aprovechadas correctamente, generarán el desarrollo de una sociedad más justa y equitativa, donde la agricultura será nuevamente valorada por su importante contribución a la estabilidad social, al crecimiento económico y a la sostenibilidad de los recursos naturales.
A continuación se describe de manera resumida, una descripción de las principales tendencias que se observan a nivel mundial en materia de Agro-negocios. Ha sido elaborado con la participación de un equipo amplio de especialistas del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura.
Con la finalidad de comprender mejor estos temas, los agro-negocios se refieren a un sistema de negocios integrados que incluye todas las actividades dentro y fuera de la unidad de producción, requeridas para lograr abastecer sostenible y competitivamente a la población con alimentos, fibras y combustibles de origen agrícola.
Ese concepto de agro-negocios es incluyente y no se representa exclusivamente a la gran agricultura empresarial. Por el contrario, comprende a todas las unidades de producción e intenta reconocer la importante contribución que los agricultores de pequeña y mediana escala tienen en la provisión de alimentos.
También es conveniente considerar que en el desarrollo agrícola del hemisferio americano existe gran disparidad entre los países y dentro de ellos. Mientras algunos se sitúan entre los más avanzados en términos de su desarrollo agropecuario y son importantes actores en el mercado mundial de alimentos, otros son importadores netos de estos y algunos muestran los más bajos niveles de desarrollo del mundo. Por lo tanto, las tendencias que se discuten los afectarán de forma diferenciada, más aun si se considera que no existe solo un tipo de agro-negocios, sino que, por el contrario, son múltiples con una amplia trama de relaciones entre actores.
Con base en estas complejidades, se espera que las ideas plasmadas en este documento sean de apoyo para guiar, de manera prospectiva, la creación de nuevas alternativas para un desarrollo más incluyente, sostenible y competitivo en toda la extensión de estos conceptos.
En esta sección se hace una revisión de las tendencias más importantes que se observarán en el consumo de los alimentos durante los próximos años. Ciertamente, estas se expresan más claramente en los países avanzados, pero hoy se encuentran extendidas a casi todas las regiones del mundo, gracias al crecimiento de los supermercados y la internacionalización de las empresas agroalimentarias. Estas tendencias son: a) la conveniencia; y b) un aumento en el consumo de productos especializados o diferenciados.
a) Conveniencia
Lo que se inició como una tendencia para satisfacer el acelerado estilo de vida, principalmente de las poblaciones urbanas, en la actualidad se ha convertido en un elemento básico de éxito para la mayoría de productos alimenticios procesados. Debido a la consolidación de los procesos de urbanización, el aumento en el número de hogares donde ambos cónyuges trabajan, el crecimiento de viviendas con solo una cabeza de familia y la necesidad de contar con mayor tiempo libre, la demanda por ese tipo de productos se ha consolidado y seguirá constituyendo una de las tendencias más importantes en el futuro.
La disminución en el tiempo de preparación de una comida continuará siendo el impulsor principal de este tipo de innovaciones y los detallistas mejorarán su oferta de comidas frescas preparadas en los puntos de venta, que además de ayudar en aspectos de conveniencia, servirá como opción para aquellos consumidores que no pueden asistir a restaurantes, debido a los cambios en las condiciones financieras y económicas de los hogares. El reto continuará, siendo no solo ofrecer alimentos que se preparen rápidamente en el hogar, sino que al mismo tiempo tenga un sabor casero y fresco, sean saludables y cumplan con los más altos requisitos de calidad e inocuidad.
b) Productos especializados o diferenciados
A pesar de que los volúmenes de ventas de los productos considerados dentro de estas categorías no son muy altos, se incluyen en este informe de tesis porque ofrecen una alternativa importante para pequeños y medianos productores y agro-empresarios de los países del hemisferio. En este rubro se consideran los productos orgánicos, los solidarios y los étnicos, según se detallan:
Existen versiones encontradas con respecto a la situación actual de los productos orgánicos en los mercados. Por un lado, los consumidores leales, que ven a la agricultura orgánica como un estilo de vida, están dispuestos a comprarlos incluso en condiciones económicas desfavorables; sin embargo, los consumidores esporádicos, quienes tradicionalmente han generado el crecimiento en la demanda, se cuestionan si los beneficios derivados de su consumo justifican gastar más dinero en tiempos de inestabilidad económica.
El New York Times (2008) reportó un estudio realizado por la empresa Nielsen Company, donde se señala una disminución de un 4% al comparar el crecimiento en el consumo de los productos orgánicos en los Estados Unidos de Norteamérica, durante un período de cuatro semanas que culminó el 4 de octubre del 2008, con el mismo período del 2007. Esto contrasta con el crecimiento sostenido que se había registrado en los últimos años para ese tipo de productos y que incluso había alcanzado tasas de crecimiento de aproximadamente el 20% anual en los Estados Unidos.
Esta situación obliga a reflexionar sobre el futuro de estos bienes. Posiblemente seguirán consolidándose en los mercados, pero deberá adjudicarse mayor énfasis a la búsqueda de formas para mejorar su productividad y los precios finales para el consumidor.
Además, el consumo de estos productos seguirá aumentando, debido a las campañas publicitarias que se han intensificado para promoverlo, como la designación de áreas específicas claramente identificables en los pisos de los supermercados y por el surgimiento de alimentos con estas características dirigidos a nichos especiales de la población, como niños y adultos mayores. Estas tendencias ofrecen pistas a los Estados Miembros del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), especialmente a América Latina y el Caribe (ALC), para diversificar sus producciones y dejar de concentrar esfuerzos en la producción de alimentos orgánicos tradicionales como el banano, el café o el cacao. Es en la ampliación de la oferta donde habrá mayores oportunidades de éxito.
Según datos de la Fairtrade Labelling Organizations International (2009), los consumidores gastaron más de 2,3 miles de millones de euros en productos de comercio justo certificados en el 2007, lo que representa un incremento del 47% con respecto al año anterior. Esta organización indica también que los mercados del Reino Unido y los Estados Unidos siguen siendo los de mayor importancia, mientras que Suecia y Noruega fueron los que presentaron el mayor crecimiento con un 166% y 110% respectivamente.
Ante la situación económica actual, existe una gran incógnita sobre el futuro de este tipo de productos, ya que los impactos que el consumidor espera ver en la pobreza o en la sostenibilidad ambiental no son claros y todos los indicadores sugieren que no existe una tendencia única. Se prevé que los consumidores de alto ingreso continuarán demandando y consumiendo estos productos, dado que el gasto no afectará su ingreso total; mientras, los compradores de ingreso medio los adquirirán solo de manera esporádica.
Los retos centrales para los oferentes de este tipo de productos son equilibrar los costos, la productividad y la sostenibilidad del ambiente y obtener los requisitos de certificación para alcanzar a las grandes masas de consumidores, particularmente aquellos de clase media.
Al igual que en los dos tipos de productos mencionados, es difícil predecir cuál será el futuro de los productos étnicos en los mercados internacionales. Por un lado, se espera que continúe en ascenso el poder adquisitivo de los pobladores hispanos que aún viven en los Estados Unidos de América. Sin embargo, debido a la crisis financiera, es posible que durante los próximos dos años se observe una reducción en su consumo, particularmente asociada con la disminución de la migración y el regreso de una cantidad considerable de pobladores a sus países de origen por no encontrar trabajo en ese país.
Sin duda, la crisis financiera ha venido ejerciendo una gran presión en el consumo de estos bienes, no solo por la caída en la demanda, sino también por el aumento en los costos de producción y distribución, causados en buena parte por incrementos en el costo de los combustibles y, por ende, de su transporte.
Desde el punto de vista de los países latinoamericanos, esta situación es compleja y poco alentadora, debido a que muchas industrias habían logrado penetrar y establecerse en las cadenas de distribución y abasto más importantes de la Unión Americana y habían dedicado tiempo y recursos para abastecer este mercado. Por ello tendrán que redefinir sus estrategias y adecuar sus líneas de producción y recursos a la nueva realidad, lo que posiblemente provocará la ocupación de menos mano de obra y menor demanda de productos primarios en los países de origen de estos alimentos.
Ya desde antes de la explosión de la crisis alimentaria y de la manifestación de la crisis financiera, en amplios sectores de la población y en muchos países, se había empezado a expresar una gran desilusión por los resultados obtenidos con los modelos económicos y de la apertura comercial impulsados durante las últimas dos décadas.
La incapacidad de estos modelos de crear una mejora sustantiva en el nivel de vida de la mayoría de los pobladores y el evidente aumento en la brecha entre las distintas clases sociales, aunado con el reconocimiento de los riesgos que el cambio climático representa para la humanidad, ha alentado la búsqueda de modelos de negocios que, de forma innovadora, progresista e incluyente, ayuden a la creación de una nueva sociedad.
Como respuesta a estos retos, se ha propiciado el surgimiento de cuatro modelos prioritarios de negocio que se irán consolidando en los próximos años. Estos son: los principios de responsabilidad social empresarial, los negocios ecológicos o verdes, los agro-negocios incluyentes y los negocios sociales.
La responsabilidad social empresarial es un concepto que se ha transformado en un movimiento ya generalizado que irá ganando un mayor número de adeptos en los próximos años, debido a la concientización de las empresas acerca de la importancia de centrar parte de sus esfuerzos en mejorar las condiciones sociales y laborales de sus trabajadores, conservar los recursos ambientales y contribuir al desarrollo de las comunidades donde operan.
Este movimiento ha provocado que las empresas empiecen a pensar no solamente en la rentabilidad financiera, que sin duda sigue siendo la responsabilidad principal y más importante, sino también en función de su rentabilidad y competitividad social y ambiental. En cierto sentido, la implementación de estas políticas también obedece a la presión de la sociedad, que cada día cuestiona más a aquellas empresas cuya meta es solo la obtención de utilidades financieras y exige una rendición de cuentas transparente e integral.
Sin embargo, estas políticas surgen de un acto de voluntad de las propias empresas sin la presión de ninguna legislación, por lo que aún son hechos relativamente pobres en la mayoría de ellas, particularmente en aquellas de pequeña o de mediana escala, que todavía no consideran esto como un factor de competitividad; por lo tanto, es necesario continuar apoyando a las empresas, a sus operadores y socios para que expresen sus convencimientos y principios, mediante el establecimiento voluntario de estas prácticas.
Los llamados negocios verdes o ecológicos constituyen el segundo modelo de negocios que se ha consolidado en los últimos años y que continuará apareciendo en el futuro. Este nace como respuesta al reconocimiento de los peligros que se asocian con el tema del cambio en el ambiente, por la destrucción de los recursos naturales, el uso excesivo de combustibles fósiles y la incontenible producción de contaminantes de todo tipo.
Esta conciencia toma lugar de manera prioritaria en la industria de la transformación y en las grandes cadenas de distribución, las cuales han iniciado agresivos programas de reconversión de sus procesos hacia un uso más razonable de energía, la producción de menos contaminantes y la reutilización de los recursos.
Este modelo de negocios afectará a la agricultura en todos los ángulos, desde la forma de producción, hasta el tipo de empaque y etiquetado que se utilice. En este sentido, se pueden identificar cuatro grandes cambios que la agricultura, como negocio, tendrá que hacer para convertirse en una agricultura verde:
Todas estas innovaciones no podrán ser materializadas sin un marco institucional y legal preciso, sin incentivos adecuados y sin la participación del sector privado, quien deberá actuar de manera conjunta con los gobiernos para promover la inversión y la generación de economías de escala en estos procesos.
El modelo agro-negocios incluyentes ha emergido en los últimos años y en cierto sentido es el resultado de la expansión de los esfuerzos de responsabilidad social de muchas empresas y de actores públicos y organizaciones de la sociedad civil interesados en ofrecer una oportunidad a las clases y sectores más marginados de la sociedad. El modelo se focaliza en las oportunidades que los estratos bajos de la población ofrecen como consumidores y empresarios. Sin duda este tipo de iniciativas incluyentes será una de las tendencias del futuro.
El modelo de negocio social recientemente se ha venido impulsando gracias a los esfuerzos de empresarios y grupos destinados al desarrollo sostenido. El objetivo de este tipo de emprendimientos es la generación de utilidades, a diferencia de los tradicionales. En este sentido Yunus (2009), establece que las utilidades no serán repartidas entre los accionistas o socios, sino reinvertidas en el crecimiento de la empresa para expandir sus metas y lograr mayor impacto. De esta forma, el postulado de negocios sociales implica que aquellos negocios creados con este esquema deberán de ser operados con la misma intensidad, principios y astucia que los tradicionales, y tendrán que cubrir todos sus gastos y generar utilidades. Este modelo de negocios, aún novedoso, resultará atractivo para los jóvenes que inician sus carreras y para aquellos inversionistas que tienen otra forma de concebir su función en la sociedad.
Como consecuencia de los cambios que se iniciaron en la década de los ochenta, específicamente por el proceso de globalización y liberalización de la economía, los países adjudicaron prioridad al sector agrícola con el fin de estimular la producción para la exportación. La expectativa era generar el ingreso necesario para la adquisición de alimentos, mediante la producción y venta de aquellos productos que tuvieran una mayor ventaja competitiva. Como resultado de esta política, se descuidó la producción de alimentos considerados como básicos para el consumo interno y, en cierto sentido, se desmantelaron los sistemas de apoyo y de estímulos que los soportaban, lo que creó un equilibrio delicado entre países. Sin embargo, es justo reconocer que recientemente estas decisiones resultaron benéficas para la sociedad en general, al poder contar con alimentos básicos a precios muy bajos y atractivos.
El fuerte aumento en los precios de los alimentos experimentado durante el 2007 y parte del 2008 provocó un estado de incertidumbre en todo el mundo, que afectó primariamente a aquellos países que dependían fuertemente de la importación de productos básicos para alimentar a su población. También se cuestionó el éxito de las políticas implementadas, debido a los impactos que representaban en sus economías.
Ante esto, los gobiernos han iniciado esfuerzos por revertir esa tendencia y poner más atención a la producción de alimentos básicos dentro de sus propias fronteras. Esto los ha conducido a desarrollar propuestas de fomento a la producción de alimentos tradicionales, especialmente cereales y granos. Por ejemplo, en la Región Andina, el tema fue abordado en junio del 2008 en la II Reunión del Grupo Ad Hoc de Seguridad Alimentaria, donde los gobiernos de los países andinos se comprometieron a adoptar una serie de acciones para contrarrestar los efectos del alza del precio de los alimentos, tanto a nivel de políticas macroeconómicas, como en la implementación de medidas específicas por productos y la puesta en marcha de estímulos para la producción.
En el caso del Perú, se han establecido programas de promoción de la producción y el consumo de cultivos agrícolas nacionales que sustituyan productos alimenticios importados. Para ello se estableció el Consejo Nacional de Seguridad de Abastecimiento Agroalimentario, cuyo objetivo es realizar el monitoreo y el seguimiento de la evolución de la oferta, demanda, precios y disponibilidad de los principales productos agropecuarios en los mercados.
En Bolivia, por su parte, se creó la Empresa de Apoyo a la Producción de Alimentos para apoyar a los productores en la producción agropecuaria y su comercialización, lo que ha contribuido a la estabilización del mercado de productos agropecuarios. Para ello se estableció el “Programa productivo para la seguridad y soberanía alimentaria” y se creó el “Fondo para la reconstrucción, seguridad alimentaria y apoyo productivo”.
En Ecuador, se establecieron créditos especiales para fertilizantes y semillas para pequeños agricultores. También se desarrolló un plan de emergencia para reactivar la producción y productividad de los pequeños y medianos productores del agro, con el fin de solucionar los problemas ocasionados por los fenómenos naturales de las inundaciones. Además, se otorgan subsidios a los insumos agroquímicos y se exoneran del impuesto al valor agregado (IVA) los bienes de capital y los insumos agrícolas.
En Centroamérica, en el marco del Consejo Agropecuario Centroamericano, se han establecido diversas acciones dirigidas al estímulo de la producción regional. En abril del 2007, se estableció un “Acuerdo especial sobre la estrategia regional para la producción y el comercio de granos básicos”, que contempla los siguientes objetivos:
Sin duda, los países pondrán más atención a sus sistemas de producción nacional; sin embargo, para hacerlo de manera competitiva y sostenible, deberán crear nuevos paradigmas que les ayuden a evitar los errores del pasado, el paternalismo y la corrupción. Particularmente, deberán diseñar mecanismos que ayuden a evitar los choques causados por las variaciones en precios internacionales y por los costos en los insumos, en especial aquellos asociados con los combustibles.
En relación con las políticas, programas y selección de proyectos para la toma de decisiones que permitan a la contribución del desarrollo territorial se ha tornado en crecimiento, debido a que al elaborar instrumentos para formular y gestionar los proyectos agroindustriales, no genera los procesos de aprendizaje necesarios para sistematizar las experiencias tanto exitosas como no, evitando su análisis y discusión. De igual forma, al tomar en cuenta los proyectos destinados al desarrollo territorial o local, deberían dar lugar a trabajar de forma conjunta y reflexionar sobre el desarrollo local permitiendo descubrir y analizar las diferentes variables que arrojan las experiencias de cada proyecto en el campo económico y social, las metodologías de intervención en el tema del desarrollo local; siendo importante descubrir los factores claves de las intervenciones y en los procesos de desarrollo a escala territorial.
De allí que, resulta necesario entender cuál es el desarrollo local sistémico de la región, por lo cual, ante el estudio del contexto que, en los niveles de macro, micro, meso y meta económicos, la evaluación y análisis de proyectos agroindustriales, las organizaciones se encuentran fuera del rango para poder efectuar estos procesos, por tal motivo, se presentan inconvenientes desde el tiempo de espera y respuesta, retrasando el desarrollo. Ante esta realidad, parte la importancia de desarrollar modelos de medición, selección y elaboración de proyectos de inversión, que permitan la eficacia y eficiencia de la organización ante estos planes o programas planteados por los emprendedores, brindándoles las herramientas necesarias para su inversión.
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