Pablo Manuel Chauca Malásquez
pchauca77@gmail.com
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
RESUMEN
La importancia de la micro, pequeña y mediana empresa para la generación de empleo y para el desarrollo nacional, regional y local, es reconocida en los ámbitos académico, gubernamental e internacional. La gestión del desarrollo exige considerar que existen en cualquier país diversos tipos de empresarios, diferentes formas de organización y distintos contextos. Empresas, empresarios, contextos y las interrelaciones entre estos tres elementos, condicionan los procesos de desarrollo no sólo a nivel nacional sino sobre todo subnacional (región, estado, municipio). En esta óptica, en el trabajo se sistematizan referentes conceptuales y se proponen elementos para entender a la pequeña empresa, a sus directivos y sus vínculos con otros actores sociales (contextos) como protagonistas del proceso de desarrollo de su entorno inmediato. Se analizan los atributos esenciales de los empresarios, de las empresas como organizaciones y de los diversos contextos que favorecen la gestión del desarrollo y deriva en el mejoramiento contínuo del nivel y calidad de vida de la población local.
PALABRAS CLAVE
Pequeña empresa – Empresarios - Gestión del desarrollo -Contextos locales – Sistemas productivos locales.
ABSTRACT
The importance of micro, small and medium enterprises for job creation and the national, regional and local development, is recognized in academia, government and international levels. Development management requires consideration in any country there different types of businesses, different forms of organization and different contexts. Enterprises, entrepreneurs, contexts and interrelationships between these three elements, determine the development process not only nationally but especially subnational (region, state, county) . In this vein, the work systematized conceptual references and elements are proposed to understand small business, its managers and its links with other social actors (contexts) as actors in the development process of their immediate environment. The essential attributes of entrepreneurs, businesses and the various contexts that favor the development management results in the continuous improvement of standards and quality of life of the local population, are analyzed.
KEYWORDS
Small Business - Businessmen - Management of development - local Contexts - Local productive systems.
Para citar este artículo puede uitlizar el siguiente formato:
Pablo Manuel Chauca Malásquez (2014): “Pequeña empresa, empresarios y contextos en la gestión sustentable del desarrollo local”, Revista DELOS: Desarrollo Local Sostenible, n. 20 (junio 2014). En línea: http://www.eumed.net/rev/delos/20/empresario.html
INTRODUCCIÓN
En el mundo contemporáneo y en América Latina y el Caribe en particular, en los círculos académicos son frecuentes las propuestas que subrayan la importancia de las micros, pequeñas y medianas empresas para la generación de empleo y para el desarrollo económico nacional, regional y local. Pero, también los diferentes niveles de gobierno (nacional y sub-nacionales) indefectiblemente las consideran como uno de los motores del crecimiento económico, y todos ellos cuentan con algún tipo de instrumento para apoyarlas.
Frecuentemente se distingue a las empresas micros, pequeñas y medianas de las grandes empresas, considerándolas como un universo homogéneo. Sin embargo, es evidente que entre las empresas de menores dimensiones hay diferencias y especificidades que se deben considerar conceptual y metodológicamente así como en el diseño de las políticas públicas.
Por otro lado, la gestión del desarrollo exige considerar que existen en cualquier país diversos tipos de empresarios, diferentes formas de organización (por ejemplo, empresas según tamaño, de distintos sectores industriales, las redes empresariales) y diversos contextos. Empresarios, organizaciones (empresas), contextos y sus interrelaciones 1 condicionan los procesos de desarrollo no sólo a nivel nacional sino sobre todo subnacional (región, estado, municipio). Si la gestión del desarrollo se conceptualiza desde los nuevos enfoques del desarrollo local que ponen el centro de atención en los actores sociales y una serie de condiciones que impulsan dicho proceso a partir de las potencialidades endógenas del territorio (Arocena, 1995. Alburquerque, 1999. Boisier, 2003. Vázquez, 2000), se entiende como un proceso social que considera las características propias de cada territorio para llevar a cabo cambios estructurales que dependen de las sinergias y el aprovechamiento de las potencialidades endógenas, así como de la transferencia de recursos de las actividades tradicionales a las modernas, la utilización de economías externas y la introducción de innovaciones, que generen un aumento de bienestar en la población de una localidad y/o territorio (Silva, 2002. Vázquez, 2005).
En el marco de esas reflexiones, en este trabajo se sistematizan referentes conceptuales y se proponen elementos para entender a la pequeña empresa 2, a sus directivos y sus interrelaciones con otros actores sociales (contextos) como protagonistas del proceso de desarrollo de su entorno inmediato (espacio local). En tal sentido, se sostiene que al empresario (directivo de la pequeña empresa) debe ser visto como sujeto social que se construye a través de un proceso en cierta forma modelado por las estructuras; pero también con la capacidad de influir en ellas y cincelarlas transformando y reestructurando las distintas relaciones que constituyen la estructura (Hernández, 2006). La empresa es analizada como un actor institucional que no sólo busca el interés propio y afán de lucro, sino también se compromete con su territorio; plantea sus actos con limitaciones en su expresión de intencionalidad, deliberación y previsión del futuro; es sensible a los niveles de confianza en las relaciones de intercambio y en el entorno general; y fomenta procesos de aprendizaje individual y organizacional (Hodgson, 2007. Gandlgruber, 2010). Y se plantea que los contextos son diversos y comprenden diversas condiciones económicas, sociales, políticas, culturales e institucionales, que moldean a las empresas y empresarios (Julien y Molina, 2012), y se tratan de caracterizar en términos de si favorecen o no a los procesos de desarrollo a partir del concepto de sistema productivo local.
El trabajo se organiza en cuatro secciones además de esta introducción y las conclusiones. En la primera sección, se explica la especificidad de las pequeñas empresas y los motivos para distinguirla de la mediana y gran empresa. A continuación, se discuten los objetivos y las condiciones que posibilitan el papel de las pequeñas empresas como actores-agentes de los procesos de desarrollo local. En la tercera sección, se discuten los rasgos de las interacciones de las pequeñas empresas (como organizaciones), los empresarios con otros actores sociales en diversos contextos. Esto nos permite a continuación caracterizar al sistema productivo local como unidad de análisis para comprender esas interacciones y sus contribuciones a los procesos de desarrollo local. Finalmente, se presentan las ideas centrales del trabajo a modo de conclusiones.
I.- PEQUEÑA EMPRESA: ESPECIFICIDAD Y ATRIBUTOS PRINCIPALES
Si bien es cierto que el papel del tamaño en la estructura de las organizaciones continúa siendo polémico (Torrés, 2009), es indudable que clasificar a las empresas según su tamaño se justifica en tanto existe entre ellas diferencias de diversa índole en niveles de inversión, empleo, tecnología, organización, etcétera. Es frecuente que al referirse a las empresas que no forman parte de las grandes empresas, éstas se identifiquen en los estratos de micros, pequeñas y medianas. Esto resalta la homogeneidad en estas últimas con respecto a las primeras. Pero, hay que advertir que al interior de las empresas de menores dimensiones también hay características diferenciadas que ameritan tratamientos y estudios particulares. Por tanto, deben reconocerse las generalidades y las especificidades al interior de las micros, pequeñas y medianas empresas, y también que la expansión de una empresa no es independiente del tipo de sector al que pertenece ni a su cultura ni al territorio, por lo que la influencia del contexto es determinante.
En esta línea de argumentación no es suficiente definir y delimitar a las micros, pequeñas y medianas empresas en función sólo de elementos cuantitativos. Los indicadores que comúnmente se utilizan para tal propósito son: el número de trabajadores, el valor de ventas anuales, el nivel de inversiones realizado, etcétera.
También es necesario considerar elementos cualitativos que las distinguen tales como: (i) la dirección de la empresa es independiente y los directivos los propietarios; (ii) el capital y propiedad son suministrados por un individuo o un pequeño grupo; (iii) las áreas de operación son principalmente locales y los trabajadores y propietarios viven en la misma región; y (iv) el tamaño relativo de la empresa dentro de la industria es pequeño, comparado con la unidad más grande del sector (Suárez-Núñez, 2009).
La presencia y permanencia de las características antes indicadas en ese tipo de empresas, es lo que da lugar a los rasgos particulares de sus procesos de organización y gestión y que por lo mismo les dan especificidad (Julien, 1998, citado por: Suárez-Núñez, 2009:51-52): (i) centralización de la gestión; (ii) el bajo nivel de especialización del trabajo; (iii) la estrategia intuitiva e informal; (iv) un sistema de información interno simple, básicamente oral; y (v) un sistema de información externo simple, básicamente a cargo del empresario.
Debemos añadir, que la reducción del tamaño hace posible la gestión por proximidad (Torrés, 2003, citado por. Suárez-Núñez, 2009:52) esto es, el manejo personalizado de la empresa frente a proveedores, trabajadores, clientes y otros agentes, facilitada por la reducida escala de sus operaciones, que se conjuga con la flexibilidad de sus estructuras para adoptar ciertas estrategias que le proporcionan ventaja competitiva.
En esta óptica debemos advertir que en el caso de la pequeña empresa los rasgos particulares señalados previamente son más acentuados, más aún en ámbitos locales de un país como México.
El término pequeña empresa nos habla de empresas de las más reducidas dimensiones en relación a las demás y su desarrollo está asociado a factores que no necesariamente están referidos a su tamaño cuantitativo (González, 2005). Por ejemplo, este autor considera que el término micro deriva en la idea de que hay algo similar a la empresa; pero no es realmente una empresa, los que administran se acercan a lo que podría ser un empresario, sin llegar a serlo o sentirse como tal.
Este tipo de razonamiento conduce a que en muchos países se preste poca atención a las empresas de menor tamaño o se las considere como parte de las micros, pequeñas y medianas empresas sin ningún tipo de distinciones. Esto ha implicado que: (i) los gobiernos les otorguen poca importancia; (ii) las instituciones bancarias no tengan interés en ellas; y (iii) no se consideren sus capacidades para generar proyectos de inversión de adecuada magnitud (González, 2005).
No obstante en los últimos decenios, más aún en momentos de crisis económica, ha surgido un número significativo de pequeñas empresas, muchas de ellas de carácter familiar, que nacen como una opción para conseguir y mantener una independencia laboral que asegure los ingresos para cubrir las necesidades básicas de las familias (Ramirez et al, 2010).
Asimismo, resultados de investigaciones en la frontera norte de México (Aguilar et al, 2007) muestran comportamientos diferenciados de las microempresas de acuerdo a la edad, condición familiar, escolaridad y zona geográfica de procedencia del empresario, demostrando con ello que es necesario atender a las especificidades de las mismas.
La definición y caracterización de las pequeñas empresas debe ser más cercana a su razón de ser; más vinculada a la necesidad de subsistencia; y en muchos casos con la ausencia de cualquier tipo de espíritu emprendedor. En efecto, estas empresas suelen estar en un deterioro sistemático que se manifiesta en la progresiva desacumulación de capital y en una nula capacidad crediticia que genera un escenario de falta de liquidez y solvencia para hacer frente a sus compromisos (Ramírez et al, 2010).
Estas definiciones y características de las pequeñas empresas demuestran que no hay consenso acerca de cómo caracterizarla. Son diversas las maneras de definirla, podemos destacar sus aspectos cuantitativos o cualitativos; su mayor o menor contribución a la actividad económica de un país o región; la formalidad o informalidad de sus actividades; o su carácter familiar.
Lo que se desea resaltar en este trabajo es que si se busca vincular la dinámica de la pequeña empresa con el desarrollo local resulta conveniente utilizar una caracterización multidimensional y que abarque sus aspectos tanto cuantitativos (número de trabajadores, ventas anuales por ejemplo) como cualitativos (distribución, organización y retribución del trabajo; vínculos entre el ciclo de vida de las unidades familiares y las unidades económicas; organización y cooperación familiar, entre otros).
II.- PEQUEÑA EMPRESA COMO ACTOR DE LOS PROCESOS DE DESARROLLO LOCAL
Desde la década de los ochenta del siglo XX, se realizaron estudios sobre el desarrollo según los cuales las transformaciones mundiales han hecho resurgir lo local. Con la evidencia de que la globalización incrementa las desigualdades regionales, se fue construyendo un enfoque analítico a partir de análisis empíricos que en este trabajo se denomina enfoques de desarrollo local 3. Estos enfoques ubican en el centro del proceso de desarrollo a los actores sociales y a una serie de condiciones que impulsan el desempeño económico, social, político y medioambiental de una determinada localidad.
En esta lógica, el desarrollo local es un proceso multidimensional, integral, sistémico y dinámico (Arocena, 1995. ILPES, 1998. Vázquez, 2000. Elizalde, 2003). Es multidimensional en tanto abarca las esferas económicas, políticas, sociales, culturales y ambientales de la localidad o región4 .
De aquí se desprende la perspectiva integral del desarrollo local, que pretende articular en una dinámica coherente todos los elementos, las acciones y las actuaciones en políticas y programas plasmados en la localidad. Como proceso sistémico permite comprender a la localidad como un sistema y supone la cooperación de los distintos actores y la conciliación de sus diversos intereses. Y, su carácter dinámico se debe a que está en constante cambio, esto es, el proceso implica regresiones y avances en la forma de operar.
También debe aclararse que el proceso de desarrollo local, antes y después de su puesta en marcha, es inviable sin la participación ciudadana y el capital social5 , ya que constituyen uno de los motores esenciales para mejorar la calidad de vida de la población (Kliksberg, 2000. Atria, 2003. Durston, 2002). Las demandas, necesidades y propuestas entre los grupos sociales se reflejan mediante la participación en los espacios locales (escuelas, iglesias, plaza principal, centros deportivos, etcétera). En éstos ocurren encuentros entre personas y grupos, los que se organizan para trabajar por el desarrollo de su localidad. Pero, en estos espacios también se producen desencuentros debido a los divergentes intereses de cada grupo. De esta forma, en los espacios locales se expresan los colectivos más débiles, no sólo las mayorías sino también las minorías, mediante los consensos sociales.
Los procesos locales establecen reglas de juego, normatividad, políticas, organizaciones y patrones de conducta, es decir, conforman una institucionalidad local (Appendini y Nuijten, 2002. Borja, 2003). Ésta difiere de una localidad a otra; pero hay patrones generalizados como la familia, el matrimonio, los derechos de propiedad, la comunidad, las leyes constitucionales, los derechos del agua, los mercados de trabajo, el grupo de crédito, etcétera, que pueden coexistir más o menos dependiendo de las condiciones específicas del lugar.
Para generar procesos reales y consistentes de desarrollo local es necesario tomar en cuenta la identidad, vista como la imagen de una localidad, fundada en una cualidad o conjunto de cualidades que han llegado a ser comunes y aceptadas socialmente (Larraín, 2001 y 2003).
Estos procesos locales consideran en el desarrollo sustentable los aspectos ambientales, culturales, políticos, económicos y sociales de una determinada localidad (Barkin, 1998. Guimaraes, 2000). Esos elementos se concatenan mutuamente, por ejemplo, una de las causas del deterioro del medio ambiente es la falta de alimentación, vivienda y trabajo, es decir, se requiere de bienestar social para el cuidado del medio ambiente. De igual manera, lo ambiental está relacionado con la actividad humana, las relaciones sociales, las instituciones, la identidad local y la diversidad cultural. No puede generarse conciencia en la población sobre la importancia del cuidado del ambiente para las generaciones futuras, si existe analfabetismo, rezago y pobreza en las localidades. Se trata en la lógica del desarrollo local sustentable de sostener o mantener aquellos aspectos que generan sinergias positivas para el bienestar de la localidad.
Asimismo, la experiencia indica que los procesos de desarrollo local deben insertarse a su vez en procesos de descentralización (Arocena, 1995. Alburquerque, 1999. Vázquez, 2000. Finot, 2001). La finalidad de estos últimos es promover el desarrollo local a través de un marco institucional que genere normas para la negociación en la toma de decisiones. El resultado de la descentralización es generar una nueva forma de hacer política y sociedad e implica un cambio en las relaciones de poder predominantes del gobierno central hacia la democratización.
Para que los procesos de desarrollo local se sostengan a largo plazo es necesario que se conforme un núcleo de desarrollo endógeno (Boisier, 2003. Solari, 2003). Éste, es el eje de donde surgen iniciativas productivas, ya sea desde el interior de un territorio, sector económico o empresa, con el objeto de aprovechar las capacidades, potencialidades y habilidades propias y se concreten proyectos económicos, sociales, ambientales, territoriales y tecnológicos, que permitan ir construyendo una economía más humana, para una nueva vida económica del país.
En definitiva, todos estos componentes del desarrollo local (núcleo endógeno, recursos, instituciones, participación social, identidad, democracia, capital social, descentralización) deben generar una serie de sinergias locales que lleven al mejoramiento de la calidad y nivel de vida de la población. Esto es lo que se denomina la gestión sustentable del desarrollo local.
En este orden de ideas, en este trabajo se pone atención principal en el papel de las pequeñas empresas como actores-agentes de ese tipo de desarrollo local que hemos reseñado. En esa perspectiva se sostiene que es más significativo el papel de las organizaciones privadas, en especial los propios empresarios, que la actuación pública en sus distintos niveles. Esto se debe a que su función económica es condición necesaria para alcanzar los objetivos propuestos en la esfera pública, además que los instrumentos para el desarrollo local serán eficaces si son asumidos por ellos mismos.
Ha de tenerse en cuenta que es en el sector privado empresarial donde se encuentra la mayor parte de los capitales disponibles, de suerte que la comunidad local, a través de las autoridades municipales, debe intentar influir sobre la utilización de esos capitales para fortalecer la capacidad de crecimiento económico y de creación de empresas a nivel local (Vázquez, 1988, citado por ILPES, 1998: 108).
En esta óptica, las empresas, y especialmente las pequeñas empresas, son decisivas para el desarrollo local. Ellas estimulan una localidad o región, le dan una densidad, una estructura, una dinámica con base a su capacidad para crear empleo, innovar, diversificar y modernizar la economía local y adaptarse de forma flexible y creativa a los cambios (ILPES, 1998: 108).
Sin la iniciativa y la inversión privada, el sector público local, estatal o federal difícilmente puede convertirse en motor de nuevos proyectos porque la puesta en marcha de los programas de desarrollo para un sector o área concretos sólo en parte puede ser realizada por la administración pública. De ahí que frecuentemente se piense en proyectos conjuntos a través de empresas mixtas o esquemas de coinversiones. Entonces esquemas de colaboración entre el sector público y la comunidad empresarial deben ser la pauta para el logro del desarrollo local (Silva, 2002).
En esta lógica, la mayoría de los empresarios no debe pensar sólo en su propio beneficio sino en su capacidad de crear empleos y en asumir una responsabilidad social en la comunidad local. Este mayor interés por el ámbito local debe basarse en el hecho de que las decisiones tomadas a nivel municipal tienen un apreciable y más cercano impacto en la propia actividad empresarial, y por tanto, deben sentir una mayor necesidad de participar en el proceso.
Al nivel local, también resulta sumamente importante contar con un sector empresarial que se distinga por su capacidad de dar respuesta ante las nuevas oportunidades, que favorezca la introducción de nuevas tecnologías y su aplicación en las empresas existentes.
De ahí que el entorno empresarial de la zona es uno de los factores que influye notablemente en el desarrollo de procesos innovadores y en la creación de nuevas empresas. Por ello la existencia de este tipo de empresario responde en parte a la tradición empresarial que haya existido anteriormente; pero aún en el caso de que no se contara con los antecedentes previos, una de las posibilidades para obtenerlo es procurar la proximidad de un entorno de formación relacionado con la empresa y la disponibilidad de una mano de obra calificada.
III.- INTERACCIONES DE LA PEQUEÑA EMPRESA CON OTROS ACTORES SOCIALES
Desde el enfoque de desarrollo local adoptado en este trabajo, es importante entender a las pequeñas empresas en interacción con su entorno, y no como organizaciones aisladas dependientes tan sólo de las destrezas y creatividades de sus directivos y/o de los recursos y capacidades organizacionales internas.
Es decir, la creación y desarrollo de las pequeñas empresas (del empresario y su organización) ocurre conforme interactúan con otras empresas, con las organizaciones gubernamentales y las organizaciones de la sociedad civil. Estas interacciones les permiten el acceso a, y el intercambio, de recursos y servicios diversos, infraestructuras, información, conocimientos, y todo tipo de activos tangibles e intangibles.
Esto exige contemplar la competitividad de las pequeñas empresas no sólo en su nivel microeconómico sino con un enfoque sistémico. En tal sentido las empresas, que son las que finalmente enfrentan la competencia, deben desarrollar una ventaja competitiva sostenible a largo plazo que les permita, ya no solamente competir en los mercados internacionales, sino sobre todo enfrentar una competencia de origen global en su mercado local. Para ello se requiere, además de competitividad a nivel de empresas (nivel microeconómico), un entorno de competitividad mesoeconómica, macroeconómica y metaeconómica (Meyer-Stamer, 2002). El enfoque sistémico de la competitividad supone no sólo empresas competitivas sino también organizaciones industriales (por ejemplo, los llamados clusters), gobiernos y país competitivos.
La tesis inicial del enfoque sistémico de la competitividad señala que el desarrollo industrial exitoso y desde luego la competitividad empresarial, no se genera solamente por el desempeño de la llamada mano invisible del mercado, sino a través de esfuerzos específicos de los diferentes actores sociales. No sólo la permanente lucha individual de empresarios dinámicos es la que determina el desarrollo industrial y empresarial, sino también, y especialmente, la actuación colectiva con objetivos determinados. Por consiguiente, resulta insuficiente considerar únicamente el nivel micro en las empresas, los consumidores y las transacciones del mercado, y el nivel macro en las tasas de interés y de cambio, la política presupuestaria y de comercio exterior. Naturalmente, esto no significa que esos niveles sean menos significativos. Al contrario, el descuido de los aspectos macroeconómicos ha sido un rasgo importante de los conceptos de desarrollo tradicionales, en especial de la industrialización sustitutiva de importaciones, que finalmente desembocó en obstáculos para el desarrollo (Meyer-Stamer, 2002).
Aparte del nivel micro y macroeconómico, resulta esencial interrogarse ¿por qué y cómo el Estado crea condiciones marco más o menos favorables para el desarrollo industrial, empresarial y económico en general?, ¿qué papel juegan en ello los diferentes actores sociales?, ¿cómo interactúan los actores gubernamentales, privados y sociales? y ¿qué puntos angulares del desarrollo social y económico se definen en esa interacción y se consensan?. Éste sería el nivel meta de la competitividad sistémica.
El nivel meso es el de las políticas e instituciones específicas, y se ubica entre el nivel macro (es decir las condiciones marco generales e iguales para todos) y el nivel micro de las empresas e industrias. En el nivel meso es donde es importante la actuación colectiva –concretamente a través del Estado, de asociaciones empresariales, así como la asociación gubernamental – social –privada, todo ello con el propósito de mejorar las capacidades competitivas de las empresas y de los territorios (Silva, 2005).
Por tanto, el enfoque sistémico de la competitividad siempre significa, finalmente, la competitividad de las empresas. Pero, ésta depende de la interacción entre elementos del nivel micro con aquellos del nivel meso, macro y meta. Las interacciones entre estos distintos niveles de la competitividad se pueden resumir así (Meyer-Stamer, 2002. Silva, 2005. Kliksberg, 2006):
En definitiva, el enfoque sistémico de la competitividad considera a la pequeña empresa (empresarios y empresas como organizaciones), a su entorno y la interacción entre todos ellos. En esa interrelación hay que distinguir niveles que interactúan para favorecer o desfavorecer la competitividad empresarial. La existencia de pequeñas empresas competitivas exige la interacción de una visión estratégica del desarrollo consensada y que favorezca los factores culturales que benefician al empresariado (nivel meta) con condiciones marco estables y previsibles en el plano nacional y local/regional (nivel macro). Pero, a la vez una institucionalidad y asociaciones de diversa índole y tipo que se ajusten al perfil de especialización de la economía y favorezcan el desarrollo de esas empresas competitivas (nivel meso). Y, asimismo, se requiere que las pequeñas empresas alcancen un alto nivel en materia de productividad, calidad, flexibilidad y agilidad, que les permita sostener una ventaja competitiva estratégica, y generar redes empresariales para acelerar los procesos de aprendizaje colectivo (nivel micro).
Estas reflexiones nos llevan a sostener que es importante que la pequeña empresa y sus directivos entiendan que el logro de la productividad y la competitividad empresarial es una función sistémica de todo un conjunto de actividades que soporta la sociedad: las educativas y de capacitación de los recursos humanos; las de salud, higiene y vivienda; las de una adecuada resolución de conflictos en el sistema judicial; y sobre todo, las destinadas a garantizar la existencia de los recursos y servicios estratégicos avanzados de la producción en las tres áreas claves de información, capacitación y acceso al financiamiento (Altenburg y Messner, 2002).
IV.- PEQUEÑA EMPRESA Y CONTEXTOS DE ORGANIZACIÓN DE LA PRODUCCIÓN
La concepción de desarrollo local adoptada resalta un componente endógeno que define a un territorio, donde confluyen aspectos económicos, sociales, culturales e institucionales que permiten lograr el bienestar de una comunidad local en su conjunto. Desde esta perspectiva se da paso a una noción que contempla las especificidades de cada territorio y de cada individuo, que comparten una identidad local que se expresa en valores, normas en su interior, lo cual desde el punto de vista institucional permite crear condiciones favorables para generar o reforzar entornos que propicien una mejora en la calidad de vida de la población local.
El desarrollo local es un proceso social que considera las características propias de cada territorio para llevar a cambo cambios estructurales que dependen de las sinergias y el aprovechamiento de las potencialidades endógenas, así como la transferencia de recursos de las actividades tradicionales a las modernas, la utilización de economías externas y la introducción de innovaciones, que generen un aumento de bienestar de la población de una localidad y/o territorio (Silva, 2002. Vázquez, 2005). En tal sentido, los procesos de desarrollo tienen que construirse a partir de las especificidades de cada territorio el cual es concebido como un agente de transformación social del que forman parte y toman decisiones los actores locales, considerando los aspectos económicos, sociales, culturales, institucionales y ambientales, y cómo se combinan de forma única en cada localidad.
Una de las líneas de investigación que han llevado a reflexionar sobre el desarrollo local son las estrategias realizadas por los países de desarrollo tardío en el sur de Europa, y en particular la dinámica de las formas de organización más flexibles donde destacan los sistemas productivos locales(SPL). Esta reflexión también se ha extendido a los países de América Latina y el Caribe, en donde las prácticas realizadas por las empresas, la sociedad, las instituciones y los gobiernos considerando sus potencialidades endógenas, han puesto en evidencia formas de organización de la producción más flexibles en el territorio (Vázquez, 1995, 2007).
El desarrollo local concede un papel central a las formas de organización de las empresas y a la organización espacial de la producción. De acuerdo con Vázquez (2006:76) la organización espacial de la producción se ha producido de forma “espontánea”, a medida que los mercados y las relaciones entre las ciudades y regiones se desarrollaban, el sistema de transportes y comunicaciones se consolidaba, las empresas mejoraban sus formas de organización, se introducía innovación y conocimiento en las empresas y en el sistema de transportes y comunicaciones y el “sistema económico se integraba como consecuencia de la globalización”.
Desde los años ochenta del siglo XX surgió el interés en varios estudiosos por analizar las formas de organización de la producción, en las que se incorporan variables sociales y territoriales que van de la mano con las variables económicas centrando su atención en la interacción entre economía-sociedad-territorio. Según Garofoli (2009:4) estas variables están basadas en “tres esferas de análisis: las relaciones entre las empresas o económica; la social que está conectada por la cohesión social; y la organización del territorio y la gobernanza institucional”.
Estas formas de organización han dado lugar a múltiples interpretaciones, como la de los distritos industriales (Becattini, 1979), la especialización flexible (Piore y Sabel, 1984), los nuevos espacios industriales (Scott, 1988), los clusters industriales (Porter, 1990), la economía del conocimiento (Cooke, 2002), la teoría de los entornos innovadores (Aydalot, 1986, Maillat, 1995), la sociología económica (Granovetter, 1985) y los sistemas productivos locales (Garofoli, 1995)6 .
Por lo tanto no existe una interpretación única acerca de cómo se organiza la producción en el territorio. Estas distintas denominaciones de las formas de organización de la producción tienen en común que las estructuras sociales, institucionales, organizativas, económicas y el propio territorio generan sinergias, tanto para las unidades de producción como para el “milieu” (entorno)en su conjunto (Paunero et al, 2007).
A partir de que varios economistas reconocen que sí es posible la combinación de pequeña empresa y eficiencia, Garofoli (2009:9) considera importante la introducción del concepto de SPL, ya que toma en cuenta las “condiciones territoriales del desarrollo” e identifica los factores fundamentales para llevar a cabo los procesos de desarrollo que “estén arraigados al territorio”, y constituye el entorno que interactúa con las pequeñas empresas (empresarios y sus organizaciones, las empresas) para propiciar el desarrollo local.
El SPL tiene las siguientes características: (i) presencia de economías externas; (ii) existen recursos específicos; (iii) existencia de conocimientos tácitos y; (iv) la introducción de formas de regulación social7 .
El surgimiento de esas nuevas formas de organización de la producción, como es el caso de los SPL, se debe a la respuesta de las localidades para asumir nuevos desafíos; a la identidad local de los individuos; la colaboración con las instituciones para vincularse a las políticas territoriales; y a las relaciones sociales de los actores locales que permitan mejorar las capacidades competitivas de las empresas. En los SPL se realizan todo tipo de actividades y se localizan en una gran diversidad de países tanto desarrollados como subdesarrollados.
El utilizar a los SPL como unidad de análisis principal para entender la creación y desarrollo de las empresas y los empresarios en interacción con otros actores sociales8 , implica reconocer que son las redes inter-empresariales las que lo distinguen de otras formas de organización de producción, donde su desarrollo y transformación es a través del aprendizaje y la innovación como elementos que dinamizan al sistema, y a su vez por el aprovechamiento de las potencialidades endógenas y exógenas así como la construcción de un entramado institucional, que coadyuva a la formación de relaciones de cooperación y competencia, aunado al mejoramiento de la actuación en conjunto del sistema productivo local en el mercado.
En los SPL existen fuertes interrelaciones entre las empresas que conforman el sistema productivo y el sistema socio-institucional local, el cual combina las características de un modelo productivo, un modelo espacial y un modelo social, en donde lo local se organiza a sí mismo para interactuar con lo global.
Para Sáez et al (1999:13) “los sistemas productivos locales constituyen un modelo de desarrollo de ámbito territorial. La utilización de recursos endógenos y la producción basada en la tecnología de frontera son dos características que lo diferencian de otros modelos de desarrollo espacial”.
Según Vázquez (1999:14), los SPL son formas de organización de la producción, basadas en la división del trabajo entre las empresas y la creación de un sistema de intercambios locales que produce el aumento de la productividad y el crecimiento de la economía. Esto crea un “milieu” (entorno) que integra y domina un conocimiento, unas reglas, unas normas y valores, y un sistema de relaciones. Así las empresas, las organizaciones y las instituciones locales forman parte de los “milieux”, que tienen una capacidad de aprender, de conocer y de actuar, lo que los convierte en una especie de cerebro de la dinámica de una economía local (Vázquez, 2005:38).
Se considera que el concepto de SPL amplia la noción de los distritos industriales (teorizada por Marshall, 1890 y Becattini, 1979, citados por Vázquez, 2005:57) en tanto el SPL añade un sistema de relaciones que existen entre los actores de un territorio; enfatiza en las relaciones inter-empresariales para lograr todo tipo de reducción de costos; y destaca la dinámica de aprendizaje y la introducción de innovaciones (de procesos, productos, organizacionales, sociales e institucionales), que requieren de una estrategia territorial propia (Alburquerque, 2007). También es más que una red industrial ya que se dan relaciones de cooperación y competitividad entre las empresas (en su mayoría pequeñas empresas), entre éstas y otros actores locales con el propósito de construir consensos y contribuir al desarrollo local.
Las formas de organización espacial de la producción suelen realizarse de forma distinta en las localidades, ya que cada territorio cuenta con características propias que le confieren una diferencia a la actividad productiva. En ese sentido, hay diversas tipologías de SPL.
Garofoli (1995:59) distingue cuatro tipos de SPL: (i) taller aislado (sirve a mercados limitados); (ii) la industria en proceso; (iii) red de producción desintegrada (extensa división social del trabajo e intensas relaciones de transacción); (iv) sistemas de cadena de montaje a gran escala (altos niveles de integración vertical y abundantes proveedores directos e indirectos).
Vázquez (2005:9-10) desarrolla una tipología de SPL con base a la función de la organización del sistema e identifica los siguientes:
Por su parte, Paunero et al (2007:229-230) identifican en México la siguiente tipología:
Independientemente de la tipología de SPL que se adopte en las investigaciones acerca de la evolución de las pequeñas empresas en interacción con su entorno, es necesario recalcar que la aglomeración en un territorio de ese tipo de empresas especializadas en la producción de un producto y formando un sistema de empresas, favorece los intercambios en mercados múltiples, lo que permite el surgimiento de economías de escala externas a las empresas; pero internas al SPL, y la reducción de los costos de transacción12 . Las externalidades a que da lugar el sistema de empresas generan rendimientos crecientes y, por lo tanto, el crecimiento de la economía local. De este modo, afirma Vázquez (2000:37) “la configuración del modelo de producción, mediante una red de empresas industriales, es, en último análisis, la columna vertebral de los sistemas productivos locales”.
Una condición para el desarrollo de un SPL es la existencia de mecanismos de difusión de las innovaciones en productos, procesos y las de tipo organizacional dentro del tejido productivo, de suerte que el nivel de difusión puede ser un claro indicador del grado de madurez y de las potencialidades de desarrollo de un SPL. Los mecanismos de difusión del SPL incluyen a los mercados, a las interrelaciones entre los diversos actores locales y a las instituciones especializadas en esas actividades y orientadas por el perfil de especialización de la economía local (Vázquez, 1999).
La experiencia en diversas localidades contemporáneas que han logrado desarrollarse demuestra que el factor más destacado para estimular al SPL, es la existencia y funcionamiento de redes empresariales y sociales junto con un sistema educativo orgánicamente integrado al tejido productivo local (Solari, 2004:19). Las redes comparten, estimulan, articulan y difunden de manera más eficiente e intensa los cambios en productos, procesos y de carácter organizacional que se dan en el SPL, permitiendo encarar de mejor manera los flujos de competencia derivados de la globalización y estimulando el aprendizaje colectivo.
En ese sentido, la preocupación por los SPL debe consecuentemente derivar en un enfoque que ponga el acento en la forma en que se incentivan los lazos e intercambios en el sector productivo, entre las empresas, considerando los aspectos institucionales locales como centro de las transformaciones necesarias. Lo que, a su vez, pone de relieve la perspectiva territorial, en tanto espacios de heterogeneidad creativa y de articulación de las variables productivas, sociales y políticas.
Por otro lado, debe señalarse que los factores organizativos (“factores blandos”: tecnología administrativa y cultura organizacional) del SPL son más importantes en su dinamización, en tanto permiten la constitución de redes flexibles y un alto grado de fluidez de la información, que los propios factores tecnológicos “duros” (maquinaria, equipo, instalaciones, procesos técnicos) pre-existentes13 . Es decir, los factores intangibles tendrían un papel decisivo en la evolución del SPL antes que los productos, procesos y la propia acumulación de tecnología en términos físicos.
Desde esta óptica, se puede establecer una relación de efectos secuenciados en donde el peso de las redes y de las capacidades organizacionales sobre los SPL, y de éstos sobre el desarrollo local, es muy claro.
En el centro de estas relaciones se encuentra entonces el tema de la construcción del capital social y de la asociatividad para el desarrollo local (Putnam, 2004. Kliksberg, 1999), donde sobresalen, a su vez, los activos estratégicos claves como la fortaleza y flexibilidad institucionales, la calidad de la gobernabilidad, la capacidad de interconexión productiva y comercial, el nivel local de capacidades acumuladas, y el grado de participación ciudadana. Sin embargo, estas relaciones y capacidades locales deben visualizarse también desde los niveles estatal y nacional, de suerte que las políticas gubernamentales a esos niveles acompañan, apoyan e impulsan todos estos procesos en sus múltiples determinaciones sectoriales, regionales y globales.
CONCLUSIONES
Es importante que además de identificar las diferencias entre las empresas micros, pequeñas y medianas respecto de las grandes empresas, se debe también resaltar las especificidades y diferencias entre las empresas de menores dimensiones en especial de las pequeñas empresas.
La revisión de la literatura especializada nos indica que no hay consenso en las definiciones y caracterizaciones de ese tamaño empresarial, es decir, incluso al interior del universo de la pequeña empresa también hallamos diferencias y particularidades. Estos elementos son necesarios que los diseñadores y aplicadores de políticas públicas los tengan en cuenta para que los instrumentos y mecanismos que contemplen sean más eficaces para el fomento y apoyo de la pequeña empresa. Si un programa gubernamental sólo define a la pequeña empresa a partir de sus rasgos cuantitativos (número de trabajadores y valor de ventas), probablemente existirá un sesgo importante en el mecanismo o instrumento de apoyo, en virtud de lo cual se sugiere incluir además aspectos cualitativos de la pequeña empresa. Un programa de apoyo a la pequeña empresa debe también contemplar las relaciones entre empresa y familia y su impacto en sus niveles de competitividad; los trabajadores familiares y no familiares; las causas de formalidad e informalidad, entre otros aspectos que caracterizan a la pequeña empresa.
Los nuevos enfoques sobre el desarrollo local ubican en el centro del proceso de desarrollo a los actores sociales y a una serie de condiciones que impulsan el desempeño económico, social, político y medioambiental de una determinada localidad. En esta perspectiva de desarrollo se pone atención especial al papel de las pequeñas empresas como actores-agentes del proceso de desarrollo. Es más significativa la función de las organizaciones privadas, en especial los propios empresarios, que la actuación pública en sus distintos niveles. Esto se debe a que la función económica de las empresas es condición necesaria para alcanzar los objetivos propuestos en la esfera pública, además que los instrumentos para el desarrollo local son más eficaces si son asumidos por las propias empresas (como organizaciones) y los empresarios.
En esta perspectiva, es necesario adoptar el enfoque sistémico de la competitividad en tanto considera a la pequeña empresa, los empresarios, a su entorno y la interacción entre todos ellos. En esa interrelación hay que distinguir niveles que interactúan para favorecer o desfavorecer la competitividad empresarial. La existencia de pequeñas empresas competitivas exige la interacción de una visión estratégica del desarrollo consensada y que favorezca los factores culturales que benefician al empresariado (nivel meta) con condiciones marco estables y previsibles en el plano nacional y local/regional (nivel macro). Pero, a la vez una institucionalidad y asociaciones de diversa índole y tipo que se ajusten al perfil de especialización de la economía y favorezcan el desarrollo de esas empresas competitivas (nivel meso). Y, también se requiere que las pequeñas empresas alcancen un alto nivel en materia de productividad, calidad, flexibilidad y agilidad, que les permita sostener una ventaja competitiva estratégica, y generar redes empresariales para acelerar los procesos de aprendizaje colectivo (nivel micro).
Los procesos de desarrollo en los territorios donde las actividades productivas se organizan a partir de SPL, se centran en el fortalecimiento de su estructura productiva y la dinamización, para que forme una estructura sistémica que se refuerce con los vínculos existentes. Es necesaria la definición de estrategias innovadoras, considerando las capacidades locales de los territorios, que articulen el sistema productivo y que busquen enfrentar los procesos de globalización, para obtener ventajas competitivas en los mercados locales, nacionales e internacionales, lo cual posibilita el mejoramiento en la calidad de vida en las localidades.
La organización de la producción de los SPL debe basarse en características locales como el uso de las potencialidades endógenas y formar fuerzas centrales del desarrollo que puedan impulsar la regeneración del tejido productivo local, utilizando su capacidad para emprender, por medio de la introducción de innovaciones, que son necesarias para ser competitivos en el mercado. Las innovaciones suponen un desafío para las empresas de los SPL, así como las relaciones de competencia y cooperación que se forman al interior y al exterior del sistema les impulsan a responder estratégicamente, para continuar participando en el mercado.
Cuando las redes de empresas funcionan de manera eficiente dotan de un efecto positivo a los procesos de desarrollo de los territorios. Las redes de empresas fomentan la cooperación y competitividad de las empresas del SPL, ya que dinamizan el sistema en su conjunto. Cada territorio tiene un conjunto de potencialidades, considerándolo como el espacio en donde se articulan los factores culturales, institucionales, territoriales y económicos. Las empresas (particularmente las pequeñas empresas) dentro de un territorio tienen una identidad local en donde existen redes de cooperación y un apoyo colectivo, que les permiten crear relaciones de confianza para llevar a cabo procesos de desarrollo local que puedan ser traducidos en una mejora al bienestar y la calidad de vida de la población.
La construcción de un entramado institucional en los SPL permite desarrollar y fortalecer las ventajas competitivas de las empresas. Con el apoyo de las instituciones y la existencia de redes que permitan la generación de sinergias dentro del sistema se pueden superar las fallas de coordinación y aquellas situaciones en las que una empresa de forma individual no pueda controlar.
Este trabajo pretende ser una propuesta para entender a las pequeñas empresas (como organizaciones), a los empresarios y a sus interacciones con otros actores sociales como procesos colectivos que contribuyen al desarrollo de su entorno inmediato. Por tal razón, se destacan las redes de colaboración y competencia inter-empresariales, la vinculación al territorio de la actividad productiva, y la identidad local. Estos son elementos esenciales para que los gobiernos construyan políticas públicas con criterios incluyentes para las empresas y que les permita vincularse a las políticas de desarrollo local que incida en una mejora en la calidad de vida de la población en el territorio.
Una mejor comprensión de las pequeñas empresas en contextos locales exige analizar las relaciones entre diversos actores locales, por un lado, aquellos vinculados a la unidad familiar, y por otro, las interrelaciones con niveles de gobierno, organizaciones empresariales y organizaciones civiles vinculadas con las actividades productivas locales, así como las diversas redes de colaboración entre ellos, basadas en la identidad territorial y en compromisos con el desarrollo local.
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2 Hay que reconocer que existen diversas formas y criterios para definir el tamaño empresarial dependiendo de la región, país o continente, que toman en cuenta aspectos cuantitativos y/o cualitativos (véase, Penrose, 1962. Liles, 1990. Pickle y Abrahamson, 1997. Anzola, 2002. Torrés, 2009). En México, por ejemplo, los criterios oficiales de estratificación de las empresas por tamaño consideran las variables: número de trabajadores, monto de ventas anuales y el sector económico, de tal manera que se define a la pequeña empresa de los sectores manufacturero y de servicios como aquélla que tiene hasta 50 trabajadores y sus ventas anuales no rebasan los 100 millones de pesos mexicanos (aproximadamente 7 millones 400 mil dólares estadounidenses) (ver Secretaría de Economía, 2009). Para simplificar en este trabajo tratamos a la pequeña empresa como aquélla que tiene un máximo de 50 trabajadores independientemente del sector económico, e incluye a la microempresa.
3 En nuestra opinión, se trata de un cuerpo analítico en construcción y muy heterogéneo. Pero, que está superando algunas debilidades y limitaciones de los paradigmas precedentes acerca de la dimensión territorial del desarrollo.
4 Otros autores también incluyen la dimensión espiritual, para destacar la subjetividad, la persona-sujeto y la escala humana del desarrollo. Véase, Max-Neef et al, 2000. D´Angelo, 2005.
5 En este trabajo, no se distingue entre participación ciudadana y participación social, en tanto se considera que el desarrollo local implica la participación de las personas como individuos y en forma colectiva. El capital social se refiere a las relaciones de confianza, credibilidad y conducta cívica que aglutina a las personas para realizar acciones comunes, en tal sentido sus componentes básicos son: la confianza, la reciprocidad y la cooperación, que permiten, por ejemplo, la conformación de las redes entre empresas y con otros actores sociales.
6 Autores citados por Vázquez, 2005: 52-55. Vázquez, 2006: 76 y 82.
7 Además, debe resaltarse la capacidad de producir -a nivel local- intervenciones de diversos actores que resuelven problemas específicos, así como la constitución de instituciones intermedias. Los problemas pueden ser de las empresas, del mercado de trabajo o de la comunidad local (Garofoli, 2009: 9).
8 En este trabajo se entiende como sistema productivo local (SPL), al conjunto de acciones, actividades, organizaciones (gubernamentales, privadas y sociales); relaciones entre ellas; el ambiente y las culturas innovativas imperantes; y todo tipo de instituciones que inciden en el desarrollo y crecimiento del tejido productivo local. En ese sentido, el SPL se conforma de modo natural o por el mercado; pero también se puede planear su conformación con una estructura de comando que lo orienta; o también pueden existir aspectos que se desarrollan espontáneamente, y otros que se planean como parte de una estrategia de desarrollo. En esta perspectiva es que distinguimos el tejido productivo local pre-existente a cualquier intervención interna y/o externa (sistemas espontáneos) del SPL propiamente dicho como aquél que funciona luego de la intervención de modo sistémico y sistemático, y en este último caso es que hablamos de conformación del SPL. Además, desde un enfoque de sistemas, el SPL es sólo uno de los subsistemas que interactúa con los subsistemas social, cultural y político al interior del sistema local. Al respecto véase, Vázquez, 2000 y 2006.
9 Tal es el caso de entornos innovadores como el Silicon Valley en California (Vázquez, 2005:9).
10 El caso de Montebelluna, en Italia, reconocido por su producción de calzado de montaña y botas de esquí de plástico, la descentralización de algunas fases de producción se ha extendido a los países del sureste de Asia (Vázquez, 2005:9).
11 Es el caso de Turín, sede de la Fiat; en Vigo la planta de Citroën bien integrada al SPL y Pescanova (Vázquez, 2005:9).
12 Según Williamson los costos de transacción son generados por los contratos económicos y distingue entre los costos transaccionales ex-ante y ex-post. Los primeros son los costos relacionados con el diseño, negociación y aseguramiento de un acuerdo, mientras que los costos de transacción ex-post surgen durante el período de vigencia del contrato debido a cambios y adaptaciones que no es posible conocer ni fijar de antemano. Véase, Koschatzky 2002:16.
13 Véase, Unger y Zagler, 2000. Citado en: Solari, 2004:20.
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