Carlos Rogelio Virgen Aguilar (CV)
Verónica Citlalli Hernández Nogueda (CV)
rogeliov01@hotmail.com
Universidad de Guadalajara
Resumen.
Un análisis discursivo, semiótico y conductual de una selección de sitios antropológicos y “no lugares” en Puerto Vallarta, Jalisco, México, así como de sus usuarios; con base en las características planteadas por Marc Augé en su libro “Los No Lugares, Espacios del Anonimato. Una Antropología de la Sobremodernidad” y siguiendo la metodología propuesta por Flora Losada en su documento “Espacio Vivido una Aproximación Semiótica” son el objetivo de éste trabajo.
Palabras Clave: Sitios Antropológicos, No lugares, Puerto Vallarta, Análisis Discursivo, Semiótica, Conducta.
Abstract.
The focus of this work is a discursive and semiotic analysis of selected anthropological sites and "non-places" in Puerto Vallarta, Jalisco, México and the behavior of its users based on the characteristics raised by Marc Augé in his book "The Non-Places, Spaces of Anonymity. An Anthropology of Supermodernity "and following the methodology proposed by Flora Losada in her paper” The Experienced Environment. A Semiotic Approach.”
Keywords: Anthropological sites- "not places"- Puerto Vallarta- Discourse Analysis- Semiotics- Conduct.
INTRODUCCIÓN
El espacio público ha sido históricamente el corazón de las civilizaciones, el lugar en donde se ha desarrollado la vida social y el núcleo de la actividad que justifica la permanencia y existencia de las poblaciones.
Hoy en día, los analistas (Fresco: 2004; Foulkes: 2002; Giglia: 2001; Medina: 2001; Palacios: 2004) aseguran que las modificaciones urbanas, económicas y sociales generadas en todas las urbes, se han visto reflejadas en las transformaciones a estos espacios, ocasionando una crisis derivada del surgimiento y proliferación de nuevas áreas monofuncionales, destinadas al transporte, consumo y ocio, de carácter semiprivado o semipúblico y cuya finalidad es el consumo disfrazado. Estos lugares se presentan con un atractivo surrealista difícil de rehuir, son modernos teatros en donde se reproduce una embellecida versión del mundo real, combinando en sintonía, el escenario, las luces, los personajes y la fastuosidad.
En este escenario, se presenta la utopía de un mundo estético, ordenado, homogéneo, libre de pobreza, violencia y caos, poderoso imán, para una sociedad nostálgica de aquellos sitios públicos que permitían el convivio, el paseo y el descanso con seguridad para las familias, en donde los ciudadanos libres de la jornada laboral se permitían andar sin temor a actos delictivos e insolencias juveniles, status quo que se sostenía en los sentimientos de pertenencia, amor y arraigo al terruño, al barrio, sustentado en valores, normas y costumbres, fortalecidas por la tradición y el respeto mutuo.
Estos sitios “actuales”, son reflejo inequívoco del mundo globalizado, las innovaciones en la traza urbana, las ciudades fragmentadas y dispersas de la sobremodernidad. Marc Augé, nombro a éstos sitios sin arraigo, ni historia, como “no lugares”, y presentó en su análisis una serie de rasgos y signos propios, además del comportamiento característico que los usuarios adoptan ante las limitantes que estos lugares imponen.
Aunque su creación no es reciente, el tema de los “no lugares”, ha sido poco abordado y sin profundizar en un análisis teórico o práctico a pesar de los múltiples cuestionamientos que origina el texto de Augé.
La presente investigación, es resultado de esos cuestionamientos y un esfuerzo de acercarse al trabajo empírico, para ello se realizó la selección de 10 sitios públicos y semi-públicos o semi-privados que fueron clasificados como lugares antropológicos y “no lugares” en Puerto Vallarta, para la realización de un análisis discursivo y semiótico de las zonas, así como del comportamiento de sus respectivos usuarios, con el fin de contrastarlos.
Se plantea como hipótesis una disimilitud en el comportamiento, vestimenta, prácticas y perfil del usuario del “no lugar” y el lugar antropológico, influido por las características y condiciones propias de los sitios, ya que de acuerdo al texto de Marc Augé, el “no lugar” es restrictivo y excluyente, mientras que el lugar antropológico es identitario, transformable y susceptible de apropiación.
MARCO CONCEPTUAL.
Desde su origen, las civilizaciones han estado arraigadas al territorio, de tal forma que es imposible concebir y descifrar una cultura apartada de su entorno físico, por ello, el espacio en donde se desarrollan las diferentes sociedades se presenta como un ente vivo, dinámico y complejo, constructo de la humanidad, que considerado más allá de sus características físicas, es capaz de mostrar una interesante representación de la estructura social, posible de abordar en su diferentes manifestaciones.
El espacio es una construcción humana que de alguna manera nos permite entrever las relaciones de poder o las posiciones sociales que se dan en la estructura social y que se grafican y materializan en el medio físico. Por lo tanto podemos definir el espacio urbano a través de una lectura que da cuenta justamente de esas posiciones diferenciales al interior de la ciudad. El espacio urbano se llena de diferentes sentidos, significados a partir de los distintos agentes que están involucrados en su construcción. En tanto producción social podemos decir que el espacio urbano es semantizado por estos agentes. (Pérez: 2004).
Partiendo de la consideración fundamental del territorio en constante construcción, significación y resignificación, la organización del espacio ha obedecido al ejercicio y afirmación de las relaciones de poder como señalan Bourdieu y Foucault (Pérez: 2004), lo que es posible observar en escenarios tan dispares como las antiguas ciudades feudales y medievales conformadas alrededor de la casa feudal o el castillo, elementos manifiestos del poder, hasta las actuales ciudades globales dispuestas alrededor de uno o varios centros y subcentros polarizadores de edificaciones representativas del poder administrativo, núcleos de servicios, comercio, ocio y transporte, presentes en las ciudades duales contemporáneas.
La Ciudad Dual es un concepto desarrollado por Manuel Castells (1995), también abordado por Saskia Sassen que hace referencia a la manifestación contemporánea de una estructura urbana social y económicamente polarizada.
… son en sí sociedades duales puesto que en ellas conviven la cultura del consumo, el hedonismo y la cultura de la supervivencia o la necesidad básica; el primer y el tercer mundo dentro de un mismo Estado. En términos urbanísticos el resultado son megaciudades de crecimiento disperso y fragmentado que ha creado archipiélagos monofuncionales y güetos residenciales. En definitiva, una ciudad que causa una división espacial, temporal y social entre sus habitantes. (Trejos, 2004).
No es errado entonces señalar, que los diferentes modelos económicos adoptados tienen una fuerte repercusión en la manera en que se organiza el territorio. Es así, que a raíz de la industrialización y con el nacimiento de las grandes metrópolis, se inicia la concentración en la oferta de servicios y fuentes laborales que generaron a su vez grandes masas de migrantes, punto de partida para el surgimiento de una nueva sociedad y un nuevo orden territorial con una estructura fragmentada, dispersa, polarizada, excluyente y segmentada, con un centro pródigo de servicios y una periferia desprovista muchas veces, de lo elemental, en donde convive día a día la comunidad trabajadora.
Es lógico suponer, que esta estructura territorial influye en los flujos de personas hacia los distintos puntos donde se llevan a cabo las labores cotidianas, teniendo una repercusión en los estilos de vida, los hábitos, costumbres, modos y tiempos de convivencia, consumo, y en general del comportamiento individual y social.
Para entender mejor lo planteado, hay que remitirse al espacio que admite la congregación de personas y permite la generación de relaciones sociales en una colectividad más amplia que la ofrecida por el núcleo familiar y fuera del contexto laboral 1, es decir, a los espacios públicos, ya que otorgan una significación particular que deriva en la generación, reproducción y permanencia o degeneración de la identidad social.
A este punto, cabe hacer una aclaración en cuanto al concepto de espacio, debido a que posee diferentes acepciones que pueden tornarlo ambiguo, de acuerdo al campo de análisis con que se aborde. Para ello, se considera lo señalado por Marc Augé autor de “Los No Lugares, Espacios del Anonimato. Una Antropología de la Sobremodernidad”.
Para Augé, “espacio” puede ser “una extensión, una distancia entre dos cosas o dos puntos (se deja un espacio de dos metros), o una dimensión temporal (en el espacio de una semana)”, por ello, al hacer referencia a este término habrá de entenderse como un contexto de la dualidad territorio y tiempo.
Por otra parte la noción de “público”, de acuerdo al diccionario de la lengua de la Real Academia Española (2008), es “aquello perteneciente o relativo al pueblo”. De esta manera, la connotación de espacio público, es indicativo de propiedad, y corresponde al ámbito jurídico su determinación.
Debido a que no es materia fundamental de ésta investigación el tema normativo, se denominan a los espacios públicos como espacios de uso colectivo, conceptualizados como todos aquellos susceptibles de ser utilizados por un grupo de personas, con algún objetivo, actividad o interés común, más allá de su propiedad y acceso.
La acepción planteada, por tanto, puede resultar muy amplia, pero se procura con ello incluir toda la gama de espacios que emergen día con día de manera repentina y que por sus características rebasan los intentos de clasificación. ya sea, por retomar viejos elementos culturales (de manera específica: arquitectónicos), innovando en sus giros (comerciales, lúdicos, recreativos, etc.), de acuerdo a su propiedad (públicos, o privados), su acceso (públicos, privados, semi-públicos o semi-privados); tematizados o virtuales, etc.
Por tanto, los espacios de uso colectivo incluyen los sitios antropológicos o sociales y los “no lugares”. Esto obliga a puntualizar, que para efectos del presente estudio, el espacio de uso colectivo será:
…el conjunto de inmuebles públicos y los elementos arquitectónicos y naturales de los edificios privados destinados por su naturaleza, por su uso o afectación, a la satisfacción de necesidades urbanas colectivas que trascienden, por tanto, los límites de los intereses privados de los habitantes. Son bienes de uso público aquellos inmuebles que dan servicio a todos los habitantes de un territorio, como las calles, plazas, fuentes y caminos, y en general todos los inmuebles públicos destinados al uso o disfrute colectivo. (Mijares: 2004).
Por tanto, aquí se incluyen todos aquellos edificios o espacios enfocados a la educación e instrucción como escuelas, academias y universidades; edificios dedicados o relacionados con el ocio, transporte y turismo como hoteles y aeropuertos; parques recreativos y temáticos: museos, teatros, cines, etc.; comercio: centros comerciales, mercados, tianguis, etc. y todos aquellos elementos que conformen la ciudad, destinados al uso o disfrute colectivo.
Tabla 1. Características de los Espacios Privados, Semi-públicos, Semi-privados y Públicos.
Fuente: González (2008).
CLASIFICACIÓN Y CARACTERÍSTICAS DE LOS ESPACIOS DE ACUERDO A SU ACCESO: PRIVADOS, SEMI-PRIVADOS, SEMI-PÚBLICOS Y PÚBLICOS. |
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PRIVADOS |
SEMI-PRIVADOS |
SEMI-PÚBLICOS |
PÚBLICOS |
PROPIEDAD |
Privada |
Privada (generalmente para un grupo de personas) |
Pública o privada. |
Pública |
ACCESIBILIDAD |
Restringida. Sólo los |
Restringida a los |
Puede estar limitada al pago de una entrada, aunque no siempre |
Total, basada en la |
PLURIFUNCIONALIDAD |
Depende del espacio en |
Escasa, aunque no nula |
Escasa, suelen ser espacios dedicados a una actividad concreta. |
Alta |
UTILIDAD |
Dotar al individuo de un espacio propio e íntimo |
Dotar de espacio a un colectivo para que pueda llevar a cabo sus actividades |
Dotar al ciudadano de una serie de servicios. |
Manifestación de la ciudadanía, visibilidad de los grupos desfavorecidos, entre otras. |
TIPO DE RELACIONES |
Horizontales |
Horizontales |
Priman las anónimas y de servicio. |
A priori no suelen conocerse entre sí, priman las anónimas. Pero el uso continuado puede llevar a generar relaciones más cercanas. |
EJEMPLOS |
Hogar |
Asociaciones, clubs, oficinas, centros religiosos. |
Bares, locutorios, |
Parques, plazas, calles. |
EL LUGAR ANTROPOLÓGICO Y LOS “NO LUGARES”.
En la literatura, existe un uso indiscriminado del concepto de sitio público, (espacios de uso colectivo para ésta investigación) como sinónimo del lugar antropológico. Es posible afirmar, que la no diferenciación en la utilización de ambos términos (espacio público y antropológico) resulta del hecho de que antaño todos o casi todos los sitios públicos, permitían las relaciones colectivas y podían calificarse de identitarios, ya que la propia configuración urbana y social así lo permitían.
Sin embargo, hoy en día, resulta arriesgado continuar atribuyéndoles esta facultad a todos los sitios designados como públicos.
Lo que sí se puede aseverar es que el espacio público, (espacio de uso colectivo), sigue siendo un reflejo de la idiosincrasia y la cultura, además de ser un extraordinario núcleo de análisis para descifrar la estructura social contemporánea.
El lugar antropológico posee particularidades que lo determinan. Según el texto de Augé (1996), éstos sitios cuentan con los siguientes rasgos comunes: Son identitarios, racionales e históricos.
Existe un estrecho vínculo del grupo social con el espacio, desde que existe una apropiación del territorio y a lo que en él se encuentra, tangible o intangible, confiriéndole un código con significaciones que sólo el grupo es capaz de descifrar; cargado de emociones, imágenes y vivencias comunes, que guarda la memoria social y que da origen a la tradición, permitiendo la construcción de normas que aseguren su reproducción y equilibrio, otorga fronteras y limitaciones que corresponden a un “conjunto de posibilidades, prescripciones y prohibiciones cuyo contenido es espacial y social”, (Augé: 1996) que lo marcan, identifican y lo separan de otros grupos.
Esta identidad, se da con la dicotomía endógeno/exógeno que se establece a partir de las limitaciones generadas, es decir, para que exista un “nosotros” debe existir un “otros”, por la concordancia de criterios de índole simbólico y normativo establecido por el grupo.
Esto genera una división intergrupal, que se establece a raíz de criterios inmateriales, como rasgos, conductas, manifestaciones, imágenes y significados comunes en el grupo pero diferentes a otros, por componentes o referentes físicos poseedores también de un significado particular para la comunidad, y que en conjunto, representan el mundo inmaterial propio del grupo social que lo define como único y diferente, al conferirle una identidad articulada con el entorno.
Para el habitante de la ciudad, la construcción de estas imágenes es imprescindible porque gracias a ellos reconoce los lugares por los que transita y se orienta. Estas especies de mapas mentales que son los que inconscientemente utiliza la mayoría de la gente creando un código común. (Boullón: 2006)
La identidad entonces se origina al compartir, con la posesión de “algo común”, lo que da sentido a la “comunidad”. No obstante, al igual que Heráclito señalaba que nadie se baña en el mismo río dos veces, la sociedad es dinámica y también cambia, surgen nuevas generaciones y se da el ocaso de otras, no así de la identidad comunal, que se mantiene gracias a la reproducción social y que permite el ciclo de los procesos de significación y resignificación de los entornos en la cotidianidad.
La incorporación de estos significantes, por las generaciones subsecuentes o por los nuevos miembros sólo se logra con el accionar del tiempo, vivencialmente y a través de la experiencia continua, en la “cotidianidad”.
Esta significación se elabora/reelabora día a día en virtud de una experiencia individual y social con el espacio en que se desarrolla el comportamiento (Losada: 2001). Gianini considera que la cotidianidad está en todos los resquicios de nuestra vida en sociedad, de tal manera que se cubre de un manto invisible para la conciencia y develarla requiere de un esfuerzo intelectual y reflexivo. (Zamora: 2005).
Gianini (Zamora, 2005) concuerda con Marc Augé quien indica, que los lugares antropológicos son principio de sentido para aquellos que lo viven, lo habitan y lo generan, pero principio de inteligibilidad para el observante: “el otro”.
La identidad colectiva, se sustenta en una experiencia histórica común (generada en la cotidianidad), una base territorial compartida, condiciones de vida similares y una pertenencia a las redes sociales, generando rasgos distintivos y definitorios reconocidos por la comunidad.
Por su parte, Marc Augé hace hincapié en la relevancia que tiene la cotidianidad en la construcción de la identidad social, al señalar que el lugar antropológico lo es necesariamente a partir del momento en que, conjugando identidad y relación, se define una estabilidad mínima. Por ello los que viven en él pueden reconocer allí señales que no serán objetos de conocimiento, “el lugar antropológico es histórico para ellos, en la exacta medida en que escapa a la historia”. (Augé: 1996).
Hasta ahora, los elementos analizados pertenecen a un ámbito más subjetivo, por lo que, aunque muchos detalles sean notorios en una observación analítica, otros rasgos valiosos, resultan fáciles de omitir.
Augé también proporciona mecanismos de análisis de carácter más palpable y por tanto fáciles de captar para el espectador común, apreciables por pertenecer a un ámbito físico y terreno, sin restarle sus propiedades simbólicas.
Para Augé, los sitios antropológicos son racionales, es decir son tangencialmente “algo geométrico”, lo que puede determinarse a partir de tres formas espaciales simples que pueden aplicarse a dispositivos institucionales diferentes y que constituyen de alguna manera las formas elementales del espacio social.
Estos tres elementos son los centros, itinerarios y encrucijadas (puntos de intersección) que no son nociones absolutamente independientes, sino que se superponen parcialmente.
Aunque Augé, designa a los elementos “racionales” como características distintivas de los sitios antropológicos, es de notar, que éstos rasgos pueden encontrarse también en los “no lugares”, por lo que a reservas de lo señalado por el autor y la interpretación que cada lector efectúe, se sugiere ser cauteloso en las consideraciones realizadas y orientar los mencionados elementos sólo como rasgos indicativos de los llamados puntos de centralidad.
Se manifiesta, con esta aseveración, la complejidad en el estudio de los sitios antropológicos y no lugares, que exige, la necesidad de un análisis completo, considerando en conjunto sus elementos subjetivos y físicos.
Aquellos atraídos por la historia de una civilización, al realizar un recorrido turístico, o en el paseo cotidiano, dan cuenta de las huellas de los antecesores y constructores de la ciudad que se encuentran por doquier: manifestaciones culturales, el folklor popular, bienes muebles y edificaciones, la ciudad entera está plagada de recordatorios a sus raíces.
Una característica que llama la atención en una observación superficial, es la conjunción y centralización de una buena parte de estos elementos en una cierta área (nodo) que recibe un gran número de visitantes y paseantes.
Estos sitios están asociados a la “génesis de la ciudad que se asocia sistemáticamente a la noción de centralidad, la huella más perdurable, hasta ahora, del proceso continuo de desarrollo urbano” (Bracalenti: 2002). A decir de de este autor, hoy en día como en antaño, se mantiene este patrón centralista, aunque con modificaciones.
El concepto tradicionalmente utilizado de centralidad es de origen europeo y puede interpretarse como un espacio en el que ha tenido lugar un proceso histórico de apropiación social en el que existe un patrimonio reconocido, con gran diversidad de funciones y gran accesibilidad.
…además cuenta con otras características como la no segregación, la presencia significativa de espacios públicos, escenarios de la comunicación social, y por lo tanto de la generación de información referida a la comunidad y a la ciudad. (Bracalenti: 2002)
En términos generales, en la gran mayoría de las ciudades intermedias subsiste aún el centro como espacio distintivo, con las siguientes características significativas señaladas por Bracalenti (2002):
La clasificación de centralidades puede entonces realizarse de acuerdo a múltiples factores como su rol jerárquico, reconocimiento social, límites o función.
Este rasgo de centralidad no es por tanto exclusivo de los espacios públicos tradicionales; los nuevos espacios semi-públicos y semi-privados son también centros por ser sitios de encuentro, concentrar bienes y servicios, movilizar los flujos ciudadanos (itinerarios), ejercer una influencia geográfica, y además contar con una carga simbólica y una significación otorgada por la sociedad. Todas estas características las sitúan como un elemento clave para la planificación.
Los límites y monumentos, son también elementos interesantes de análisis. Aunque existen límites de carácter administrativo determinados para la correcta gestión del territorio, existen otros que responden a características más generales; como las señaladas por Boullón (2006) en su libro Planificación del Espacio Turístico referidas a los límites simbólicos o intangibles, y los bordes que son físicos y lineales, los cuales, “separan barrios diferentes, rompen la continuidad de un espacio homogéneo o definen los extremos u orillas de partes de la ciudad”.
Las “fronteras” percibidas o reales, pueden ser naturales o creadas: ríos, lagunas, montañas, objetos o edificaciones, cargadas generalmente de simbolismo, aunque no necesariamente y que la colectividad identifique y señale como lindante, por lo que no siempre podrá ser perceptible o identificable por el observante foráneo o extranjero.
Por otra parte, “monumento” de acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), es toda obra arquitectónica de escultura, pintura, monumental, elemento o estructura de carácter arqueológico, inscripciones, cavernas y grupos de elementos que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o la ciencia (Patrimonio Relevamiento Patrimonial de la Provincia de Santa Fé, 2007)
Etimológicamente y de manera más amplia “monumento se considera a la expresión tangible de la permanencia o, por lo menos, de la duración, que permiten pensar en la continuidad de las generaciones”. (Augé: 1996)
Los itinerarios son los recorridos u opciones (propuestas) de recorridos que se plantean a los distintos usuarios, es decir, se trata de un espacio textual, formado por diferentes elementos que comparten un componente común que da sentido al mismo itinerario. (Bracalenti: 2002). Ejemplo de ello, son los diferentes recorridos turísticos con temas específicos como la ruta de los vinos, la de los patios, la de los museos, o aquellas cotidianas que se vuelven rutinarias como las comerciales, laborales e incluso las que siguen día a día los escolares.
En las áreas de centralidad, la organización de los itinerarios se determina por el sistema vial que liga a los centros entre sí mediante una red. Un itinerario puede pasar por diferentes puntos fijos que ellos señalen porque se localizan de manera que diversos sectores de la población puedan acceder a cada uno de ellos con el menor esfuerzo posible (relación de cercanía). Este radio de influencia coincidirá o favorecerá la definición de los límites (sectoriales, urbanos), configurando con el tiempo el territorio de cada grupo. (Bracalenti: 2002)
Teóricamente, la jerarquía de la vía de acceso, coincide con la de la centralidad. Esta jerarquización también se relaciona con el rol de las vías en tanto canalicen un tráfico de paso o de acceso.
Puede decirse, entonces, que a nivel intraurbano existen lugares centrales de distinto orden que conforman una jerarquía de centros, y que cada uno de ellos provee a distintas áreas de mercado un conjunto de bienes y servicios específicos. En un sentido amplio, se puede afirmar que se trata de una herramienta para la gestión de los flujos. En el caso de sitios turísticos, por ejemplo, pueden actuar como medida de control de visitantes en zonas sobrefrecuentadas y por el contrario, pueden ayudar a reforzar el sentimiento de pertenencia y de colectividad de las comunidades que lo albergan. (Bracalenti: 2002).
Las encrucijadas son los puntos de encuentro, reunión o cruce. De acuerdo al nivel de abstracción realizado, la determinación de encrucijadas se puede realizar en distintas escalas.
En una visión general, sin llegar a lo macro, los mencionados centros urbanos son en sí mismos puntos de intersección y encrucijadas de acuerdo al sistema.
Por ello, algunas de estas encrucijadas fueron diseñadas a veces, con enormes proporciones para satisfacer, especialmente en algunos casos como el de los mercados, las necesidades de intercambio económico. (Augé: 1996)
De forma micro, insertos en los centros, se encuentran asimismo elementos que realizan la función de puntos de encuentro o reunión que generalmente, aunque no de manera exclusiva, está ligado a los mojones 2, pudiendo ser monumentos, fuentes, carteles de propaganda, una iglesia, un quiosco de información al público, o cualquier otro objeto, artefacto urbano o inmueble que destaque del resto y actúe como punto de referencia al observador.
b. “No Lugares”.
Antes de iniciar en el análisis y descripción de los “no lugares”, habrá que precisar que para Marc Augé estos sitios son una muestra fehaciente de la contemporaneidad, lo que él denomina la sobremodernidad, por lo que habrá que entenderse inicialmente a que se refiere.
Marc Augé hace diferencia entre la modernidad, en donde todo se mezcla y unifica. Lo que contempla el espectador de la modernidad es la imbricación de lo antiguo y de lo nuevo, mientras que en la sobremodernidad (época en que vivimos) se convierte lo antiguo (la historia), los exotismos y los particularismos locales en un espectáculo específico.
Medina (1998), retrata de manera precisa lo afirmado por Augé en su análisis sobre los centros comerciales al señalar:
Su esencia no es la materialidad, su condición es el simulacro, es “un mundo de apariencias”, “un universo travestido”, atravesada por la ilusión y el engaño. En sus pasillos y corredores, dedicados exclusivamente a los peatones, abren sus puertas al público, tiendas con vitrinas que exponen los objetos más exquisitos, lujosos y extravagantes… mezcla de estilos, diseños, estereotipos, de países desarrollados.
…no son replicas que buscan la fidelidad: su propósito es reproducir con sus símbolos cierta imagen de rusticidad, de antigüedad. Son fetiches descontextualizados, imágenes sin espesor, que se presentan alejadas de su contexto y del momento histórico y cultural en el que surgieron.
…están puestas allí para crear una nueva naturaleza: falsa, artificial, ilusionista. Son espacios que le permiten al visitante deleitarse visualmente, remontarse a espacios distantes de su insulso mundo cotidiano. (Medina: 1998).
Estos sitios retoman y parecen reproducir aquellos elementos históricos en una amalgama del pasado con el presente, tornándose entonces modernos y dinámicos, utilizando la nostalgia como marco para atraer, para inducir, generalmente, al consumo. Se muestran como espejismos, visiones de los deseados símbolos identitarios con las raíces que nos fortalecen, entremezclados con lo más amable y agradable de la época contemporánea: lo moderno y lo antiguo se unen, pero ya no como en la modernidad en donde se conjuntaban de manera natural, en donde lo viejo, estaba presente como el recordatorio natural de la historia común.
En los “no lugares” de la sobremodernidad, la superposición de lo viejo y lo nuevo está dado, pero como en un escenario, un espectáculo sin significación para el espectador, más que el hecho de ser llamativo y “diferente”, la representación de un mundo globalizado en un escaparate que toma elementos antiguos en apariencia, pero creados para aparentarlo.
Pero la pregunta permanece, ¿qué son los “no lugares”?. Marc Augé, autor del concepto, señala que los “no lugares” son la contraparte de los sitios antropológicos; una negación de los espacios sociales por ser la antítesis de los paradigmas que coexisten en estas áreas. Los “no lugares” no son identitarios, no promueven las relaciones sociales, ni el arraigo a la tierra.
Mientras que en los sitios antropológicos son significantes tanto sus espacios, calles, edificaciones y los objetos que forman el paisaje urbano, como las prácticas que realizan los sujetos que la habitan, los usos, la circulación, los itinerarios y el comportamiento de sus habitantes (Medina: 1998), en los no lugares se encuentra la oposición de todo esto.
En su interior no existe lugar para el poder o para el culto. No es el núcleo de la actividad administrativa o religiosa: no contiene, como el centro de la ciudad, a los edificios de gobierno, ni a los lugares de culto. Tampoco es el sustituto de la plaza pública: no congrega a los grupos políticos, las masas fervientes y deliberativas. En él, el único credo que se practica es el del consumo. (Medina: 1998).
En pocas palabras, no hay espacio para la tradición, porque no hay nada que heredar, no puede existir la memoria colectiva, porque la colectividad no ha construido nada. Es un espacio creado artificiosamente, restringido, en donde se han colocado ya las piezas del tablero, en donde ya no hay nada más que aportar, agregar o crear, porque las condiciones ya están dadas y las reglas establecidas, lo único que hay que hacer es “ser usuario”, lo que dificulta la apropiación e identificación con el espacio en su sentido habitual.
Si bien, el autor no puntualiza los rasgos que definen a estos sitios, si deja entrever en su análisis, ciertos elementos que les son característicos como:
LUGARES Y “NO LUGARES” EN PUERTO VALLARTA.
La noción de los “no lugares” ha sido objeto de críticas por parte de analistas de distintas disciplinas (Grimson y Seman: 2007; Korstanje: 2006) que señalan que el argumento escrito por Augé es débil porque no se han realizado trabajos 3 que comprueben de manera empírica su señalamiento, lo que resulta comprensible por tratarse de un tema sumamente complejo y subjetivo, pero no por ello, imposible de realizar.
Aunque éstos autores (Fresco: 2004; Foulkes: 2002; Giglia: 2002; Grimson, y Seman: 2007; Medina: 1998; Palacios: 2004; Pérez: 2004; Vásquez: 2007) han señalado la nulidad de trabajos generados con un enfoque práctico, existen algunos, que aunque no se han planteado como fin primordial la comprobación o contribución empírica al planteamiento de los “no lugares”, han tomado el texto de Augé como apoyo en el desarrollo de sus trabajos4 .
Bajo esta argumentación, uno de los objetivos con los que fue concebido éste documento fue el de realizar una aproximación práctica al estudio de los lugares antropológicos y no lugares a través de un análisis coyuntural de la ciudad de Puerto Vallarta, Jalisco, México.
Para ello, se realizaron observaciones, del comportamiento seguido por las personas que asistieron a una serie de lugares elegidos por sus características, importancia y área de influencia, de acuerdo a lo señalado en la descripción de la estructura urbana en la Propuesta Presentada para Consulta Pública del Plan de Desarrollo Municipal de Puerto Vallarta 2007-2009.
Estos sitios fueron evaluados y clasificados como lugares antropológicos y “no lugares” de acuerdo a lo descrito en este documento; posteriormente, se realizó un análisis siguiendo la metodología propuesta por Flora Losada en su artículo El Espacio Vivido. Una Aproximación Semiótica, con la finalidad de realizar un acercamiento al estudio empírico que derive en la demostración o rechazo del planteamiento de Marc Augé e hipótesis de éste investigación.
Losada (2001), expone la realización de un análisis del espacio urbano en el barrio de Charrúa en San Salvador de Jujuy, Argentina, esbozando una semiótica aplicada en cuanto la complejidad del signo espacio, relacionando la “semiótica teórica” con la “semiótica construida” socialmente por los habitantes barriales.
Para ello, la autora utiliza a su vez, como metodología ordenadora básica de la información, los criterios y conceptos clasificatorios del signo del filósofo norteamericano Charles Sanders Peirce para incluir al grupo para el que justamente adquiere tal condición de código.
Según Pierce, un signo o representamen es algo que para alguien representa o refiere algo, en algún aspecto o carácter, esto es, que crea en la mente de esa persona un signo equivalente o un signo aún más desarrollado.
La autora, toma como primicia el signo, por una reflexión que la lleva a asumir que la concreción en el uso del espacio, en los distintos ámbitos, responde a un específico código comunitario y por tanto virtual. Lo que implicaría que el aspecto formal de ese uso del espacio corresponde con la significación pertinente o sistema de significaciones. Concibe así, al mundo social organizado según diferentes estructuras perceptuales de signos o discursos, que en su análisis, son considerados discursivos: el ordenamiento de las calles, las actividades barriales y la concurrencia de la gente a los lugares públicos.
Peirce propone nueve dimensiones signicas, y la autora tras una revisión teórica de éste y otros autores, agrupa las características que encuentra similares y las reagrupa en sólo tres (signo tríadico).
El signo tríadico 5 está conformado por las cualidades formales del espacio, las maneras de existir en él según los comportamientos y sus significaciones.
Son de resaltar dos elementos que rigen y guían el estudio de Losada, y que resultaron igualmente fundamentales en el desarrollo de la presente investigación: la significación del espacio a través del discurso físico de los sitios analizados y el comportamiento que en ellos se desarrollan.
Ya que la organización conceptual del mundo social se da, según discursos o estructuras de signos mutuamente semantizados, esas múltiples semantizaciones pueden ser reconducidas a la organización de un sistema de significaciones que permite explicar los concretos usos del espacio. Significación que se elabora/reelabora día a día en virtud de una experiencia individual y social con el espacio. Es ese sistema de significaciones el que interesa analizar como una de las dimensiones que semantiza al espacio y al comportamiento (Losada, 2001).
Su enfoque es claramente sistémico al aseverar que el análisis de éstos discursos no es perceptible aisladamente, sino en una relación interactuante que les otorgue sentido porque difícilmente alcanzarán significación, o el logro de una autonomía explicativa por si mismos, por tanto deberán ser explicados unos en función de otros, viendo de quemanera confluyen y se entremezclan, lo que denomina “semantización de discursos”.
Losada deja fuera intencionalmente otro tipo de discursos que otorgan diferentes niveles de semantización y que en el presente análisis si son considerados: aquellos objetos simbolizables como limites, bordes, mojones (monumentos, edificaciones, señalizaciones, etc.).
Cabe precisar, aunque parezca evidente, y para ello parafraseamos las muy precisas y oportunas palabras de la autora, haciéndolas extensivas y propias por la complicidad que otorga el compartir una experiencia similar, obtenida en la realización de esta investigación que:
El barrio puede, a nuestra visión de visitantes/investigadores, presentarse como una única perceptualidad, pero, para quienes viven allí, pueden ofrecer muchas otras visiones que pueden responder a diferentes grupos de edad, antigüedad en el barrio, experiencia de vida, sexo y lugar de origen. Si esta variabilidad opera con respecto a la vivienda, pasillos o peatonales y al barrio en su totalidad. Tratamos entonces de recuperar las diferentes posibilidades existentes en la comunidad de semantizar el espacio y los comportamientos que en él tienen lugar organizándolas en un sistema conceptual…
Flora Losada, enlista una serie de enunciados que comprenden cada una de las dimensiones relevantes para un correcto y completo análisis de las interrelaciones entre las variables. En el presente análisis, se hace hincapié en la dimensión indicial, tomando como apoyo y soporte, las dimensiones simbólica e icónica, siendo imperante un mayor detenimiento y profundidad en la recopilación y reflexión de los datos necesarios para examinar ambas dimensiones, siendo necesario un trabajo multidisciplinar posterior.
Para el caso particular de Puerto Vallarta y la elección de los lugares antropológicos considerados finalmente para su análisis, se tomaron de acuerdo a la Propuesta Presentada para Consulta Pública del Plan de Desarrollo Municipal de Puerto Vallarta 2007-2009, los siguientes niveles:
Para estos lugares, se establecieron tres áreas urbanas de uso público a analizar: La calle, las plazas y los parques públicos o áreas verdes. Se observaron, buscando discordancias y similitudes a través de las características descritas por algunos autores. (Augé, M (1996); Medina, F (1998) y el Grupo Consultor para la Gestión del Espacio Público (2008).
Finalmente, los sitios elegidos como lugares antropológicos, fueron:
Mientras que como “no lugares” fueron elegidos aquellos establecidos en la sección XIII sobre Equipamiento Regional (ER) y que se describen como Áreas Urbanizadas incorporadas (AU) en la Propuesta Presentada para Consulta Pública del Plan de Desarrollo Municipal de Puerto Vallarta 2007-2009, en los términos señalados en el Reglamento de Zonificación siguientes:
El-1: Corresponde a la Zona Portuaria.
AU-19 Zona Portuaria, que incluye las instalaciones del puerto marítimo, con una superficie aproximada de 10.4 hectáreas, y teniendo como límites: al nororiente y oriente, la avenida de ingreso Lic. Francisco Medina Ascencio (área de reserva urbana RU-CP2 y los condominios La Marina); al sur, la zona turística de Playas de Vallarta; al poniente, la dársena del puerto marítimo y al norponiente la Escuela Naval y zona de servicios regionales del puerto marítimo.
El-3: Corresponde a la zona que contiene el Aeropuerto Internacional.
AU-3 Aeropuerto Internacional Lic. Gustavo Díaz Ordaz, con una superficie aproximada de 325 hectáreas, y teniendo como límites: al nororiente, la avenida de ingreso Lic. Francisco Medina Ascencio (carretera Puerto Vallarta-Tepic y las área de reserva urbana RU-LP8 y RU-LP12, al Suroriente la colonia Guadalupe Victoria, área de la reserva urbana RU- LP-15, RU-LP-16, Central Camionera, y colonia Villa de las Flores; al sur, la zona turístico-comercial Marina Vallarta; al surponiente, la bahía de Banderas (playa Boca de Tomates); y, al norponiente, el área de transición AT-2 y la carretera Puerto Vallarta-Tepic, área de reserva urbana RU-LP10.
El-4: Corresponde a la zona donde se localiza la Central Camionera.
AU-4 Zona de servicios regionales Central Camionera, con una superficie aproximada de 25.6 hectáreas, y teniendo como límites: al nororiente, el área de reserva urbana RU-LP12 y Av. De Las Palmas; al suroriente, la calle Palma Areka, (conjunto habitacional Parque Las Palmas); al surponiente, el área de reserva urbana RU-LP15 y al norponiente, la Av. de ingreso Lic. Francisco Medina Ascencio (carretera Puerto Vallarta-Tepic y Aeropuerto Internacional).
La Zona Turístico Comercial Marina Vallarta.
AU-7 Zona turístico-comercial Marina Vallarta, con una superficie aproximada de 217.4 hectáreas, y teniendo como límites: al nororiente la avenida de ingreso Lic. Francisco Medina Ascencio (zona de servicios regionales Las Flores y el estero del Salado); al suroriente dárcena del Puerto Marítimo; y al surponiente, la bahía de Banderas, y al norponiente, el Aeropuerto Internacional.
La Zona Turístico Comercial Plaza Caracol.
AU-23 Zona turístico-comercial Plaza Caracol, con una superficie aproximada de 12.2 hectáreas, y teniendo como límites: al nororiente, el área de reserva urbana RU-CP8; al suroriente, la calle Havre (colonia Díaz Ordaz); y, al surponiente avenida de ingreso Lic. Francisco Medina Ascencio y la calle Viena, (zona turística Los Tules) y al nororiente, la zona turístico-comercial Marbella.
Sitios elegidos como “No Lugares”:
Es de resaltar que la zona de la Marina ha sido señalado dentro de los lugares antropológicos y “no lugares”, porque conjunta un centro comercial, además de ser catalogado como turístico comercial por la Propuesta Presentada para Consulta Pública del Plan de Desarrollo Municipal de Puerto Vallarta 2007-2009, sin embargo la zona en general, cuenta con elementos físicos e intangibles que lo convierten en un lugar antropológico, además de ser un sitio que los pobladores identifican como propio y símbolo de Puerto Vallarta.
ANÁLISIS EMPÍRICO.
A manera de consideraciones finales y como comprobación de la hipótesis, se presenta el análisis empírico de la ciudad de Puerto Vallarta, Jalisco, desde las dimensiones: final o icónica, indicial o existencial y la simbólica o valorativa.
Existen varias escalas para el análisis de la dimensión formal o icónica, que van desde una habitación, una vivienda, un barrio o una ciudad.
Para el caso de Puerto Vallarta, como se describo previamente, se eligieron los niveles de centro y subcentro urbano, así como la escala barrial y los sitios públicos que en ella se encuentran (centro, plaza, calle o áreas verdes). En la elección de los “no lugares”, el estudio se centró en los inmuebles (centros comerciales) y sus inmediaciones.
La elección del barrio, como unidad de análisis, se debe al consenso encontrado en la literatura sobre la importancia y conveniencia de estudiarlo, por ser el sitio en donde es posible encontrar una mayor comunicación y encuentro, promoviendo por su escala peatonal, las relaciones interpersonales, además de ser el núcleo forjador de identidad por su tamaño intermedio entre otras escalas de análisis geográfico de magnitudes macro y micro como: zonas, regiones, ciudad, vivienda, etc.
Las estructuras urbanas analizadas como sitios antropológicos, mostraron rasgos morfológicos y equipamiento acordes a los planteados por los autores revisados (Medina: 1998; Augé: 2006; Grupo Consultor para la Gestión del Espacio Público: 2008).
b) El espacio tiene características básicas de amplitud y organización (diseño), así como determinadas marcas perceptuales según la cultura/subcultura que lo elabore/diseñe/ocupe). (Flora Losada, 2001)
En primera instancia se corroboró la escala peatonal de los barrios así como su comunicación a través de las distintas vialidades que los conectan y que de acuerdo a su importancia, influyen en la jerarquía del sitio público y los flujos de tránsito tanto humano como vehicular.
Se observaron las calles que dotaban de circulación al centro, subcentro y demás plazas, parques, centros comerciales y sitios analizados. Su estructura puede describirse como lineal y como rasgos principales, que son abiertas y libres para el paseo o tránsito de personas. En ellas se determinaron tres franjas organizativas a observar (Grupo Consultor para la Gestión del Espacio Público (2008).
Se ubicó el centro barrial o el parque principal, particularmente la plaza pública. En ellos se observó su estructura que puede describirse como cuadrangular o rectangular.
Otro rasgo observado es, que a diferencia de la calle, la plaza posee límites físicos definidos que determinan y condicionan el uso y el comportamiento, no obstante, es un espacio que se mantiene articulado con el “exterior”. En ella se encuentran organizados, agrupados alrededor, los edificios administrativos y de culto, concentrando también otros objetos como fuentes, quioscos y esculturas que provocan el interés de las personas y que como señala Augé, resultan identitarios.
Por otra parte, los edificios presentan en sus construcciones un cierto rasgo común, que las hace parte de un conjunto armónico, representativo de Puerto Vallarta y le otorgan esa imagen de “pueblo mexicano”, con predominio de los colores neutros: blanco, café, beige, gris o natural, enfatizando el material de construcción.
En cuanto al equipamiento es importante mencionar que es relevante su análisis por ser el soporte de las actividades que se realizan y determinantes en la permanencia de los visitantes, por ello, se consideraron tres instancias para su observación 6 (Grupo Consultor para la Gestión del Espacio Público (2008).
Los centros antropológicos de Puerto Vallarta pueden describirse como versátiles, con una mezcla de áreas verdes y solados, equipados y organizados para albergar actividades colectivas, y en algunos casos con una zona o espacio para la recreación infantil o familiar.
Es de resaltar que la asistencia a los parques y plazas públicas observadas, es visiblemente menor a otros sitios de ocio y recreación semi-privados o semi-públicos (centros comerciales) o de índole turístico (hoteles), explicado de acuerdo a la hora, por las inclemencias climáticas.
El equipamiento y actividades que en ellas se encuentran, puede estar también contribuyendo a la poca asistencia hacia estos lugares, ya que fue posible comprobar la falta de comodidad de muchos de los muebles que en ellos se encuentran, además de una programación de actividades colectivas menor o nulas y mal difundidas, en comparación con las encontradas en los “no lugares”.
En contraste, en los “no lugares”, existen carteles y/o listado de eventos en sitios estratégicos para su visibilidad, se promueve la asistencia y participación hacia un sinnúmero de actividades, lo anterior sin contar, con la comodidad del sitio, pensado y planeado para el visitante, con clima regulado, sitios de descanso y muebles adecuados.
El equipamiento encontrado en los “sitios antropológicos” consta de: teléfonos públicos, cestos de basura, cajeros automáticos, tiendas, farmacias y otros centros de abastecimiento de bienes y servicios, además de sanitarios y estacionamientos de cuota, privados o de la administración pública, en la parte inferior de la plaza.
En los llamados “no lugares” se apreció que son recintos cerrados, territorios “aislados” (física, visual o simbólicamente): se presentan como “islas en un mar de autos”7 , son majestuosos e imponentes. Formados por un conjunto de edificios o bloques de edificaciones. Algunas se presentan como localidades fortificadas, rodeadas de murallas y barreras físicas, mientras otras cuentan con plazas exteriores “abiertas”.
Se encuentran bien comunicados, generalmente por una vía principal o con acceso a ella.
En su interior se encontraron algunos elementos similares a los de los sitios antropológicos: Concentración en la oferta de bienes y servicios, elementos simbólicos como las fuentes y esculturas, áreas verdes, zonas asistenciarias (sanitarios), lugares de descanso y permanencia, sectores de servicio público y puntos de encuentro (cafeterías, restaurantes, cines, etc.), lugares para albergar actividades colectivas o exposiciones, área de “fast food” o “court food” (especialidades culinarias).
En sus pasillos, se encontró que a diferencia de las calles no sólo proponen un recorrido uni o bidireccionales con un desplazamiento lineal, también son laberinticos, con una mezcla de orden y anarquía, confirmando lo señalado por Medina (1998).
Existe así mismo un uso de objetos y elementos decorativos y estéticos, “gadgets” mecánicos y electrónicos: televisores, pantallas, luces, cajeros automáticos, aparatos de prepago, tableros de llegada y salida, etc., además de mapas, señales u otros signos que indican la circulación y que facilitan el desplazamiento.
Tal y como señala Augé, hay un recordatorio constante del horario y una invitación al consumo visual y auditivo (pantallas, televisores, relojes, carteles, aparatos de sonido, etc.).
Aunque no son edificaciones exclusivas de uso gubernamental, se encontraron en estos sitios diferentes oficinas de dependencias de gobierno.
El uso en los barrios analizados como espacios antropológicos, es mixto, es decir habitacional y comercial, aunque la zona del centro es preponderantemente comercial. Por su escala peatonal, se presenció la facilitación de encuentros, relaciones y comunicaciones.
La calle es un espacio utilizado para el desplazamiento vehicular (primera franja), el paseo o recorrido (segunda franja) y organizar al comercio formal e informal (tercera franja), actividades que llevadas en conjunto y simultáneamente le dan vida y multifuncionalidad al espacio: encuentros, filas de gente esperando el transporte público, entradas y salidas de los edificios, comercio ambulante, mesas de restaurantes y bares (malecón), etc. (Grupo Consultor para la Gestión del Espacio Público, 2008).
El comercio en el “barrio”, a diferencia de los centros comerciales en donde la mercancía se expone como una pieza especial y única, ambientado con luces, música, vitrinas, marquesinas, color y otros elementos; en las “tienditas de barrio” se exhibe toda la mercancía, son objetos cotidianos, necesarios para resolver una necesidad, se puede regatear, fiar, dar “el pilón”.
En cuanto a la duración de la permanencia en los sitios antropológicos, el mobiliario se presenta como una limitante o apoyo, ya que su inadecuación puede traducirse en incomodidad y cansancio, atentar contra la estancia, el número de visitas y actividades ejecutadas (Grupo Consultor para la Gestión del Espacio Público, 2008).
El tiempo promedio de permanencia de los usuarios observados en las plazas públicas observadas fue menor a los 15 minutos, mientras que en los “no lugares” fue mayor a 45 minutos.
Las plazas y parques públicos analizados, son fundamentalmente lugares de reunión y esparcimiento no planificado (tomar el sol, leer, pasear animales, hacer ejercicio, andar en bicicleta, patinar, etc), no se observaron prácticas deportivas planificadas (torneos, competencias, etc.).
A excepción del resto de los lugares antropológicos analizados, el centro y malecón si cuentan con actividades culturales y populares periódicas o programadas a las que acude un gran número de visitantes locales y foráneos.
En los “no lugares” aunque sitios de tránsito o destinados principalmente al consumo, la dinámica no es muy diferente; son también espacios de intercambio y convivencia, sitios de reunión y concentración, propicios para el paseo y encuentro (ir al cine, encontrarse con amigos, escuchar música, caminar, probarse algún vestido, etc.)
Los recorridos son recreativos, fragmentarios, multidireccionales o discontinuos con movimientos circulares, pequeños recorridos y paradas. El visitante no sólo lo recorre sin descanso, al caminar se puede detener, repetir varias veces un mismo itinerario, dedicarse a leer en uno de los lugares de espera, disfrutar de la soledad, tomar café en compañía de sus amigos en un punto de venta, o simplemente “gastar el tiempo”. (Medina: 1998)
Por su estructura física y visual abierta de los espacios antropológicos, permiten el encuentro y la confrontación directa de los asistentes mientras que la amplitud, morfología y carácter de sitios de tránsito de los “no lugares” lo dificultan, en algunos casos, permitiendo el recorrido y evitando en lo posible el contacto con las multitudes o individuos si así se desea.
En los no lugares, no es necesaria la compra, ésta se da en ocasiones “por casualidad”, en el centro comercial el comportamiento difiere al de las plazas públicas: no se solicitan rebajas, ni se discute el precio, se aceptan las condiciones de compra y se emplea la tarjeta de crédito como forma de pago. (Medina, F: 1998) En ocasiones el lenguaje cambia, la manera de expresarse, la manera de caminar se vuelve acorde al lugar.
El perfil de los usuarios de los “no lugares” es indistinto, a él llegan jóvenes, adultos, niños, familias, parejas e individuos, aunque sí fue posible observar la pertenencia (real o aparente) a un mismo sector socioeconómico, a diferencia de los centros antropológicos en que no hubo una homogeneidad tan evidente. A ellos acudieron, personas de distinto sector socioeconómico, quizá originado, por las características de la ciudad que es eminentemente turística y a la que recurren turistas y visitantes que tienen en sus itinerarios la visita a éstos lugares.
En los “no lugares” de Puerto Vallarta, se constató el control a priori o posteriori de la identidad y el contrato señalado por Augé, con el “acceso en completo estado de inocencia”, ya que hay vigilancia constante y permanente además de todo tipo de señalizaciones y signos que delimitan y condicionan el comportamiento del usuario, los flujos y el horario.
Aunque en apariencia esto podría reducir la afluencia de visitantes por sentir coartada la libertad y espontaneidad, parece tener un efecto contrario y producir una mayor afluencia, ya que es innegable la búsqueda de seguridad por parte del usuario.
A pesar de que se esperaba encontrar un uso abusivo del inglés, sobre todo en los denominados “no lugares”, por ser el turismo la principal actividad económica de Puerto Vallarta, su utilización no es del todo generalizada.
El barrio congrega y es un referente simbólico de la ciudad para sus habitantes. En él está presente la apropiación a través de las transformaciones y adecuaciones realizadas en la ejecución de sus actividades, la espontaneidad, la participación comunitaria, la creatividad. Contiene canales sutiles, gestos, signos y señales que orientan al individuo.
Los “No lugares” son sitios relativamente nuevos, apartados del contexto histórico y con elementos contemporáneos reflejo de la globalización, por ello “inventan” un presente ahistórico, acultural y amnésico. (Medina:1998)
Ofrecen seguridad, orden y comodidad por su carácter privado o semi-público en contraste con el “mundo externo”. Existe un aire festivo permanente, un carácter moderno y refinado, una atmosfera controlada (temperatura, música ambiental, luz).
Toma elementos de los centros antropológicos como la calle tradicional con sus senderos, la plaza y sus áreas verdes, áreas de descanso, servicios y productos, permitiendo la convivencia y el encuentro. Dando la idea de un recorrido libre por sus formas y espacios.
Emite señales claras de bienvenida o rechazo, invitación o exclusión con límites y barreras físicas o simbólicas: El control de la “identidad y el contrato” (presentar identificación, boleto o pase de abordar, tarjetas de crédito), del comportamiento y conducta (cámaras y agentes de seguridad, letreros, signos, etc.), horario (de apertura, cierre, itinerario), hasta de la propia vestimenta (se requiere vestirse acorde al sitio), a través de mecanismos de control que como señala Medina (1998) pueden ser desde el tamaño, la monumentalidad, la elevación y el distanciamiento que le dan un cierto aire de esplendor y superioridad, una sensación de altura y distancia frente a lo terreno y mundano proponiendo un nuevo ideal estético y utópico del mundo.
Permite el “espectáculo de las diferencias”, en donde el consumo es una nueva forma de convivir y relacionarse con el “igual”, clasificando y diferenciando a las clases sociales y confirmando jerarquías y dominios (Medina: 1998).
Al igual que en los sitios antropológicos, los objetos son rodeados de valores simbólicos, connotaciones existenciales, sólo que únicamente con sentido estético, enfatizando la imagen, la exclusividad (con la marca como personaje), la vanguardia, el extranjerismo y el diseño. (Medina: 1998).
Fuentes citadas.
1 Ya que el objetivo del presente trabajo es el análisis de los espacios públicos, se deja fuera a la vivienda como edificación y el sitio laboral, por ser escenarios del todo privados y no ser centrales en la investigación, sin embargo, como se presenta en líneas subsecuentes, ambos elementos pertenecen y se encuentran irremediablemente insertos en el ámbito cotidiano y por ende, no son descartables en el estudio de las relaciones del espacio, el individuo y la colectividad.
2 Concepto que menciona Boullón en su libro Planificación del Espacio Turístico (2006) y que significa un(os) objeto(s), artefacto(s), o edificio(s) que destaque del resto y actúe como punto de referencia al observador.
3 Al menos no de los textos revisados por los autores de este documento, que no puede considerarse exhaustivo.
4 Los temas sobre los que versan son innumerables, como los de identidad barrial o comunitaria, el estudio y análisis de los espacios públicos y residenciales, el comportamiento social en sitios de ocio y recreación, entre muchos otros.
5 Las aquí señaladas son únicamente las aplicables a este análisis, para un estudio completo, revisar el documento de Losada. (2001).
6 La estimación realizada, fue únicamente como usuario y no de carácter técnico.
7 Término con que describe Medina, F (1998) a los centros comerciales en su análisis.