Contribuciones a las Ciencias Sociales
Octubre 2013

ALGUNAS PUNTUALIZACIONES MATERIALISTAS AL DISCURSO DE LA CIENCIA DE LA HISTORIA



Edgardo Adrián López (CV)
albertonascimiento616@gmail.com

Modestamente pensamos, que en los nexos entre Historia y Sentido están condensados la mayoría de los problemas epistemológicos/éticos–políticos e ideológicos, que atañen a la historiografía como un discurso y una práctica significante constructoras de verosímiles conflictivos sobre lo acontecido. El estatuto del “sentido” y del “sinsentido” nos asoma más medular en las cuestiones historiográficas que las polémicas relativas a la verdad, la objetividad y la metodología de la investigación.

Palabras claves: Análisis del discurso, Materialismo Histórico, Semiótica, Deconstructivismo



Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
López, E.: "Algunas puntualizaciones materialistas al discurso de la ciencia de la historia", en Contribuciones a las Ciencias Sociales, Octubre 2013, www.eumed.net/rev/cccss/26/deconstructivismo.html

Aunque no confiemos en los actos “inaugurales” que principian por “definiciones” cuasi escolásticas, adelantaremos que asiremos por “discurso” no a las alocuciones y textos orales que gestan efectos ilocutivos, alocutorios y perlocutivos, sino a pautas abstractas que normalizan y regimientan la producción de sentido, las prácticas asociadas y los hojaldres involucrados. Entonces, la noción de “discurso” acotada se halla próxima a las concepciones de Verón y Foucault.
Planteado el “mojón” desde el cual nos situaremos, es dable expresar que modestamente pensamos, que en los nexos1 entre Historia y Sentido están condensados la mayoría de los problemas epistemológicos2 /éticos3 –políticos e ideológicos, que atañen a la historiografía (Gardiner 1961, Heller s f/e, Rickert 1965, Schuster 1982) como un discurso4 y una práctica significante constructoras de verosímiles conflictivos sobre lo acontecido. El estatuto del “sentido” y del “sinsentido” nos asoma más medular en las cuestiones historiográficas que las polémicas relativas a la verdad, la objetividad y la metodología de la investigación, en especial si consideramos que la “tarea” significante del discurso histórico induce sentido a partir de sucesos 5 “ausentes”. El trabajo de investigación y exposición inviste de sentido a “algo” que, al estar en “retirada” 6, no puede poseerlo. La paradoja crucial es otorgar y dotar de sentido al acontecimiento, que en tanto “oculto” por el volumen espeso y granuloso del pasado, no puede comunicarlo.

La mirada del historiador7 resulta aquí decisiva: sondeando la superficie lisa y amplia de los sucesos, adivina su estructura densa y opaca (Foucault 1987). Mediante determinadas estrategias discursivas8 , como el uso de la tercera persona, el historiador gesta la sensación engañosa de que su “ojo” puede llegar al corazón oscuro y pantanoso de los acontecimientos. El sentido, desde el punto de vista del recorrido luminoso de los hechos, se funda en la ecuación entre percepción y descripción. No solamente la mirada de dicho sujeto supuesto saber percibe, sino que también describe; la sola “presencia” de su ojo indiscreto garantiza el estatuto cierto de lo descrito.
A esa forma de ver le corresponde un modo de decir por el cual “espacializa” en los términos que emplea (como por ejemplo, “estructura”), determinados esquemas de percepción. En este pasaje casi silencioso del ver al decir, la tarea historiográfica otorga consistencia al cuerpo nebuloso y tenue de los hechos.
Los “giros” con los que el discurso historiográfico hace hablar, como si fuese un ventrílocuo, al historiador, emplea tres amplios recursos: la metáfora, la metonimia y un juego de espejos que consiste en proyectar en el pasado las “verdades” ideologizadas del presente, devolviéndolas nuevamente al mismo como si se tratase de lo “realmente” sucedido (Greimas 1980). El sentido ya no está, al igual que antes, en relación con la “ausencia” pura de lo ocurrido, ni en el vínculo de la mirada estructurante del historiador con el retraso de lo sucedido, sino en enlace con estrategias que hacen observar lo que se dice. En ese nivel de los procedimientos discursivos y de las enunciaciones, el texto no nos impulsa a mirar sino que enfocamos lo que estructura en calidad de perceptible; no nos hace conocer sino que conocemos únicamente lo que dice para manipularnos9 . De una u otra forma, el sentido depende de los jirones retóricos estilizados por el historiador para romper el “silencio” sordo de los hechos, envueltos en su persistente mutismo.
Si bien la metáfora y la metonimia son procedimientos diferentes que fabulan lo real, existe un punto de indiscernibilidad en el cual ya no se sabe hasta dónde la metáfora devino metonimia. Para empezar, el concepto de “metáfora” es necesariamente metafórico de lo que sería propia y literalmente la metáfora (Derrida 1989 a). Pero también es metonímico, dado que la define generalizando uno de sus rasgos y tomándolo por el todo. En ese caso extremo de indiscernibilidad que compromete la noción misma de “metáfora”, ésta sería el “topoi” donde ocurre metonímicamente lo que se designa bajo el nombre en liza. ¿Acaso no parece cierto entonces, que metáfora y metonimia se encuentran en una relación tan estrecha que ambas se superpongan de modo plus ou moins, ajustado?
No deja de asombrar que la idea de “acontecimiento” sea a la vez metonímica y metafórica; dicho concepto no alcanza a penetrar la dureza áspera del suceso “real” y expresa su “esencia” a través de una metáfora que hace metonimia con uno de sus rasgos (acontecer en el tiempo). Es en el límite laberíntico e impreciso entre esos dos procedimientos discursivos, donde halla lugar la glosa continua e infinita del historiador confiado, al reproducir lo sedimentado por las capas discursivas. En efecto, el historiador distribuye estratos de palabras y “objetos” que dialogan según la distancia metonímica y metafórica que se abra entre ellas. Las palabras serán más o menos metonímicas o metafóricas de las “cosas”, y en ese estar cerca o lejos del calor de lo literal, el historiador glosará lo que ya ha sido anticipado. En paralelo, los objetos serán plus ou moins, metonímicos o metafóricos.
El sentido aflora en la grieta superficial que separa imprecisamente lo metonímico de lo metafórico, pues es en esa fractura donde el historiador procederá a comentar lo consabido, lo vuelto redundante por el discurso institucional, institucionalizado y que instituye. La estructura “vaga” del comentario hace del sentido una “réplica”, tanto más si el “núcleo” ácido y venenoso de los “entes” no puede ser desnudado por la débil metaforicidad de las palabras –tan de luto, tan sin sangre, sin nada.
La potencia metafórica de los signos lingüísticos, constreñida por la densidad extrema de las “cosas”, no ocasiona sino que se reitere el sentido que está legitimado por el discurso y las academias que lo respaldan. El sentido se nos muestra aquí, como una recreación y una repetición escénica de lo Mismo. Metaforizar es sin duda, volver a explicitar un sentido que estaba “presente” antes de la comparación metafórica y que no puede advenir sino por metáfora (es decir, su aparición es metafórica y ocurre por el “trabajo” de la metáfora). Nos encontramos de nuevo ante un sinsentido, el cual consiste en que el sentido precede a la metáfora pero no emerge sino a través de ella. Incluso esa aparición no deja de ser metafórica, con lo que el sentido no sale a la luz tísica de la lectura. Pero si existe un resto de sentido que no termina de ser adelgazado en su oscuridad, ese resto se comporta como si fuese “ausencia” de sentido.
En otro hojaldre de asuntos, el juego de espejos citado ut supra, abarcado someramente con el nombre de “ilusión referencial” y empleado por el discurso histórico, es asignable a la intertextualidad que entrama mediante la remisión a otros palimpsestos, desiguales referentes: clases sociales10 , modos de producción, dialécticas históricas, estructuras de poder, regímenes de acumulación/reproducción–disolución, ideologías, acciones con significado mentado, etc. El hojaldre y en consecuencia, el sentido, resultan así un vestido de arlequín, un calidoscopio de lexemas y “entes” que se mueven por claridades y oscuridades diversas.
No hay que olvidar que la ilusión referencial del discurso histórico hace de las palabras objeto de otras palabras, de lo ideológico “meta” de lo ideológico. Esa recursividad de la Historia, no puede evitar tener por referente el mismo lugar desde donde se habla. Circularidad problemática y desconcertante, si se piensa que el molde de todo referente es el sentido: si el discurso histórico no parlamenta sino de aquello que quiere hacer ver y oír, transforma el sentido en un referente más. Pero el sentido no puede estar en calidad de referente, no únicamente porque es el marco que encuadra cualquier referente, sino en virtud de que todavía no fue suscitado por el “trabajo” 11 discursivo y textual.
Comenzamos a vislumbrar entonces, que el historiador no es sino un “accidente” y que tiene como “misión”, además de colocar en escena el discurso, producir sentido a partir del universo semántico de la paradoja. El sentido es causa y efecto, y se mantiene en las sombras que caen entre ambas dimensiones encontrándose velado por la mirada impertinente del historiador/enunciador.

Podría inferirse de lo ya desplegado que el sentido, lo textual y lo discursivo poseen una estructura paradojal, o al menos, lo que detenta esa lógica es la actualización que suscita oraciones.
Cabe preguntarse qué es lo que otorga logicidad. En este caso, no resulta obvio el sinsentido de base que apuntala todos esos enunciados que hablan del discurso histórico. Menciono de paso dos de esas paradojas: la primera es que intento tematizar la Historia y el sentido, como si estuviese en un “afuera” de ambos. No hay metáfora que “saltee” al sentido ni a la historia, porque todo contiene sentido (aun lo absurdo) y todo se mueve dentro de ciertos ritmos temporales que dependen, entre otras cuestiones, de lo articulado en los disímiles modos de producción. De manera que no puede haber alguna metáfora que hable metonímicamente de la relación entre Historia y Sentido.
La segunda es que si el sentido es a la vez, “causa” y “efecto”, siempre estará como por detrás de cualquier reflexión sobre él (Greimas 1973). Por otra parte, el mismo permanece estricta y literalmente innombrable por cuanto su nombre posee ya sentido: si el horizonte de las palabras es que manifiesten el significado de lo que designan, “sentido” no cumple con su fin (Deleuze 1989). Paradójicamente y tal cual lo hemos adelantado, cualquier nombre que designe al sentido no lo posee dado que deviene indesignable, a raíz de que todo tiene sentido (Greimas 1990).
Con “sinsentido” ocurre igual; ningún término puede manifestar el sentido del sinsentido porque éste carece de aquél. “Sinsentido” es doblemente paradojal si se quiere, puesto que por un lado, es inútil para de–signar lo que pretende y por el otro, en virtud de que no puede atrapar el sentido del sinsentido, ya que éste es “ausencia” de sentido.
Uno de los factores que ayudan a que las diversas partes de los sistemas semióticos guarden nexos entre sí, y que eso sea interpretado en términos de consistencia, coherencia y cohesión, son las “transversales” (Guattari 1976). Según Pierre-Felix, que cuando todavía era un poco marxista no se había dejado capturar por el “arrepentido” y “reconvertido” Toni Negri (Guattari y Negri 1995), una transversal es factible de ser un conjunto de signos “redundantes” que hilvanan el sistema semiótico en cada “estrato”. E. g., un tipo escrito posee algunas “marcas” enunciativas que hacen alusión continua al Yo que enuncia. Dicho Yo y tales jirones de (la) enunciación, al ser iterativos, “enclavijan” el texto zurciendo sus distintos fragmentos y eliminando el efecto dispersador de la narración y del tiempo. Sin esas transversales, los signos de un palimpsesto no podrían organizarse en corpus consistentes. F. e., el principio y fin de un libro, señalados mediante ciertas astucias, corresponden a tiempos de redacción disímiles. Sin embargo, el libro aflora como un todo “presente” sin distancias temporales internas. Podemos en efecto, leer el fin del libro, id est, consultar lo que respecto de su “principio” es su futuro. Más allá de Guattari, creemos que eso es viable por las transversales que impiden el desajuste temporal de los diferentes segmentos 12. Son estos “remaches” los que limitan, constriñen o reducen la diseminación estelar de los signos, causada entre otros elementos, por el tiempo y por la borradura de una escritura que no reconoce autor (Derrida 1989 b).
Acodados en el argelino magrebí materialista y que no usa la deconstrucción contra la deconstrucción, es decir, contra Marx (Derrida 1995), asumimos que la “lógica” de cualquier sistema semiótico es la diseminación, más que la “dinámica” de la composición o el de una dialéctica no epicúrea entre composición y des/composición. La di–seminación es esa “instancia” que fractura comunistamente todo lo propio, lo significado, la coherencia, la cohesión, el lugar, el horizonte de sentido previo o posterior, incluidos estos “significados”. A pesar de las serias reservas del mismo Derrida hacia el Psicoanálisis, esa diseminación bella actúa con las estrategias del Inconsciente, de las pulsiones y del deseo (Freud 1984 a y 1984 b), puesto que la “condensación”, el “desplazamiento”, la “superposición” (Lacan 1999), los significados “máscaras”, etc., interrumpen a cada instante el proceso dialéctico rígido, formateado con los patrones hegelianos “ortodoxos”13 . Interrupción de lo dialéctico que acaece por cuanto las partes de los textos son “troceadas” y a su vez, esos “punteados” son desgarrados en una dinámica fractal.
No queda o permanece otro “sentido” que el estallar continuamente, que el segmentarse siempre; no continúa otro sentido que la descomposición y relativa clausura de sentido. En toda su maravillosa anarquía, la dialéctica/diseminación semiótica “instaura”, desde el corazón esponjoso y frágil del sentido, su antítesis “pura” y audaz. El sinsentido no es entonces, el “afuera” del sentido, ni anterior o posterior a él, sino el más interior de sus “adentros” y la extensión más paralela, aunque más no sea porque el ser Uno, perfectamente lógico, etc., no sólo se acerca a lo inhumano y a la “locura”, sino a lo ásperamente masculino, rígido, muerto, sólido, idéntico, sedentario, etc. Se aproximan al Título, a la Ley, al Orden, al Padre y al Capital, que son también, los discursos del Opresor (Lacan 1991).
Coextensivo, “copresente” y secretamente íntimo al sentido, el sinsentido que nos libra de estar enfermos de “normalidad”, despliega las potencias fragmentadoras y dichosas de la paradoja. Hay una imposibilidad fundamental de expresar de una forma coherente y transparente, la “tarea” de la paradoja alocada, la influencia del sinsentido en ella, y la gracia translúcida de lo absurdo y lo grotesco.

Rindiendo loas a una dialéctica “menor”, “débil”, femenina, que pudiera albergar “torsiones” dialécticas que fuesen allende el Nombre del Padre terrible que es Hegel, al que Marx tuvo que matar y en esos funerales autogestarse como su propio progenitor sin ser, en simultáneo, Padre de nadie, paternidad caída en su renuncia expresa a ser marxista o a inaugurar dogmatismos, podríamos decir en este cuarto momento de esa dialéctica no tripartita, que una de las transversales actuantes en el discurso histórico es la de la llamada funciónautor.
En la práctica científica en general y en la de la ciencia de la Historia en especial, es sustancial conocer quién habla, con qué autoridad, apoyado en qué instituciones, reconocido por quiénes, habilitado por cuáles proyectos, para qué y para quién. La exigencia de “responsabilidad” que inaugura una situación compleja de poder, jerarquía, desigualdad, exclusión, censura a través de “referatos”, terrorismo institucional, ataque de las ideas “no ortodoxas”, democratismo burgués, pobreza, crítica destructiva, miseria, explotación, conformismo consumista, “blindaje” de posiciones institucionales, clasismo, acoso laboral, progresismo autocomplacido, discriminación en los procedimientos administrativos, integrismo religioso, negación sistemática de imparcialidad, llamados de “atención”, instrucciones sumariales, racismo, conservadorismo disimulado, violencia simbólica, arbitrariedad, “consejos” de “ética”, formación de grupos “endogámicos”, Imaginarios absolutos, violencia administrativa, exhibicionismo intelectual, misoginia, sanciones, “mafias” intelectuales, homofobia, denostación, violencia “moral”, acomodos, nepotismo académico, tráfico de influencias14 , etc., hacen del individuo un sujeto sujetado que para hablar legitimado, debe aceptarse como autor de lo que dice (Foucault 1985) 15. Todo sucede como si “alguien” de “persona” se volviera “agente”, de “agente” pasara a entidad jurídica y/o a sujeto–estructura y de ésta a una pura función discursiva/textual. Lo que se dice y quién lo enuncia quedan resguardados, no tanto para evitar el plagio, como para tornar castigable y vigilable lo que haya de ser evaluado por las fuerzas en lid, “peligroso” para la reproducción–estabilidad del sistema social y económico y/o para las desiguales “camarillas” de actitudes cuasi “gangsteriles”, que integren los establishment de que se trate en cada caso.
Lejos de ser necesario como persona jurídica, el autor y el palimpsesto garantizan el entrecruce de la mirada colectiva que amplía un sistema de vigilancia omnipresente (Deleuze 1987). Cada agente, en tanto posible autor y actor, es potencialmente controlable a través de lo que pueda llegar a expresar, incluso y en particular, en las universidades y por eso que se llama “cuerpo docente”. Texto y autor deben estar capacitados para comparecer ante la Ley y por ello, el sistema de vigilancia social, en el nivel de la producción científica, exige que el sentido sea unívoco.
Contribuyen a esa prepotencia, determinadas “líneas” de la Epistemología y la Filosofía de la Historia, entre otros saberes. Los “zócalos” autoritarios que responden a la Epistemología, distribuyen en el plano suave y sedoso de lo abstracto, los problemas “centrales” de una disciplina a fin de regular y castrar el pensamiento mismo. Las “líneas” dogmáticas que se asocian con cierta Filosofía de la Historia, abren las perspectivas para elucidar el estatuto de la Historia mediante un deber ser presupuesto. Ambas vertientes acaban por ser Tribunales Supremos para decidir qué es y qué no es la Historia, y quiénes son o no historiadores. El sentido se revela en este marco de vigilancia cognitiva (Deleuze 2008), a manera de un pivote en redor del cual “sonambularán” las prácticas sociales, a fin de que los individuos se alineen y alienen con lo sopesado verdadero saber y sean subjetivados por él.
Desembocamos así, luego de mucho andar en cuestiones de meras palabras, en una pregunta crucial para la práctica de la Historia y del resto de las denominadas Ciencias del “Hombre”: ¿qué praxis significante tenemos que intentar construir y por cuál práctica política “debemos” optar: v. g., contribuir al disciplinamiento general de la sociedad y en particular, de los grupos subalternos y de las clases dominadas, o ser “puentes” (Marx y Engels 1984) por los que circulen flujos de emancipación revolucionaria? Porque si las palabras se estrellan contra el filo escarpado de las cosas, y si su manto descolorido se rasga al cubrirlas, entonces tal vez la ciencia reconozca que metaforiza, fabula16 , edifica y alucina la “realidad” y que por ende, la apuesta libertaria nos demanda continuar en la “tranquilidad” misma de atardecer que envuelve al “altar” de la ciencia, la desacreditada lucha de clases (Marx 1984), desestimada por los cómodamente acogidos en el regazo de los Amos.
Por añadidura y a pesar que asome una contradicción, pincelar que las ciencias en tanto discursos alucinan lo que “objetualizan” como objetos de estudio, no implica que nada sea “realidad” y que no haya más que fabulaciones: el Psicoanálisis concluyó que lo que fuere que sea la “realidad”, es concreción significada subjetivamente y a partir de fantasmatizaciones. Las ciencias y los científicos no son una excepción..., y de lo que acaso se trataría sería de decidirse por las ficciones que resulten revulsivas a los poderes de turno.
En otro hojaldre de intelecciones, lo que nos surge al calibrar las críticas que hemos escuchado en más de una circunstancia respecto a lo que hemos delineado, es que se posee una visión positivista o cuasi positivista de la lógica de los análisis científicos y de las ciencias, que es lo que “gubia” inaceptable asertos de la factura de que los acontecimientos son construidos, que la Historia es ciencia, sí, pero cienciadiscurso, que el historiador no “descubre” sencillamente lo que se imagina que “está ya allí”, etc.
Por una conversación que el pasado sábado 22 de Noviembre de 2008, tuvimos con la Especialista Marta Pérez y con el Licenciado Rubén Correa, quienes no comparten nuestra toma de posición, nos emerge que en parte y con precauciones que no podría desplegar en las riberas de las glosas, lo que realizamos en ese tipo de especulaciones es una especie de “Historia conceptual” algo sui generis, en tanto nos ocupamos de cuando en cuando, de los signos emitidos por otros, para reconstruir los procesos con colores diversos (López 2008 b). En esta empresa, que es más y menos que un enfoque de los discursos, de las estrategias de enunciación–manipulación, de las ideologías, son pertinentes el utillaje de la Semiótica, del Psicoanálisis, de la “Sociología” de las formas de lectura (Chartier), lo que pueda servir de lo acercado por los posestructuralistas, etc.

BIBLIOGRAFÍA

Deleuze, Gilles y Claire Parnet (2008) Abecedario Gilles Deleuze (1988–1989). Traducción de Raúl Sánchez Cedillo.  Corrección de estilo, mejora de la traducción y depuración de reiteraciones: Dr. Adrián López, Salta capital, provincia de Salta, Argentina; Abril.

Deleuze, Gilles (1987) Foucault. Buenos Aires: Paidós.
Deleuze, Gilles (1989) Lógica del sentido. Madrid: Paidós.

Demetrio, Duccio (1999) Escribirse. La autobiografía como curación de uno mismo. Barcelona: Paidós.

Derrida, Jackie Eliahou (1989 a) La retirada de la metáfora. Barcelona: Paidós.
Derrida, Jackie Elyah (1989 b) La escritura y la diferencia. Barcelona: Anthropos.
Derrida, Jackie Eliahou (1995) Espectros de Marx. El estado de la deuda, el trabajo de duelo y la Nueva Internacional. Madrid: Trotta.

Epicuro (1995) Obras. Madrid: Altaya.

Foucault, Paul-Michel (1985) ¿Qué es un autor? México: Editorial Solidaridad, Universidad de Tlaxcala.
Foucault, Paul-Michel (1987) El nacimiento de la clínica. Una arqueología de la mirada médica. México: Siglo XXI.

Freud, Sigmund (1984 a) El chiste y su relación con lo Inconsciente. Vol. VIII de la colección Sigmund Freud. Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, Sigmund (1984 b) Lo Inconsciente. Vol. XIX de la colección Sigmund Freud. Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu.

Gardiner, P. (1961) La naturaleza de la explicación histórica. México: Universidad Autónoma de México (UNAM).

Greimas, Algirdas Julien (1973) En torno al sentido. Ensayos semióticos. Madrid: Fragua.
Greimas, Algirdas Julien (1980) Semiótica y Ciencias Sociales. Madrid: Fragua.
Greimas, Algirdas Julien (1990) De la imperfección. México: FCE.

Guattari, Pierre-Felix y Toni Negri (1995) Cartografías del deseo. Buenos Aires: La Marca.

Guattari, Pierre-Felix (1976) Psicoanálisis y transversalidad. Crítica psicoanalítica de las instituciones. México: Siglo XXI.

Heller, Agnes (s f/e) Teoría de la Historia. Madrid: Fontamara.

Lacan, Jacques-Marie Émile (1991) El Seminario. Libro 17. El reverso del Psicoanálisis. 19691970. Buenos Aires: Paidós.
Lacan, Jacques-Marie Émile (1999) El Seminario. Libro 5. Las formaciones del Inconsciente. 19571958. Buenos Aires: Paidós.

López, Edgardo Adrián (1998) La dialéctica base/superestructura en Karl Heinrich Marx, indagación de Licenciatura dirigida por la Profesora Teresa Leonardi, co–dirigida por la Profesora Amalia Carrique y aprobada con Summa Cum Laude en 10 de Noviembre, en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Salta (UNSa.), Salta capital. A pesar de haber sido recomendada para su difusión, por una resistencia institucional permanece inédita.
López, Edgardo Adrián (2002) Las sombras de Marx, tesina modificada para una eventual publicación, la que se concretó en 18 de Setiembre de 2008. Fue diseminada en la Biblioteca virtual de Derecho, Economía y Ciencias Sociales, dependiente del grupo EUMED.NET, Universidad de Málaga, Málaga, España, colectivo Dirigido por el Dr. Juan Carlos Martínez Coll. Sin las correcciones de Marzo de 2009, el texto puede consultarse en  http://www.eumed.net/libros/2008c/428/indice.htm. ISBN–13: 978–84-691–6568–3, con depósito legal en la Biblioteca Nacional de España Nº 08/88735.
López, Edgardo Adrián (2005) “Semiótica y Materialismo Histórico: una confluencia oportuna para la teoría de los grupos sociales” en VVAA Revista 4. Escuela de Historia. Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta. Año 4, vol. 1, N° 4, 2005, Salta: Talleres Gráficos de M. G. Pp. 267–286. En      http://www.unsa.edu.ar/histocat/revista/revista0413.htm (http://www.unsa.edu.ar/histocat/revista/index.html -home).
López, Edgardo Adrián (2006 a) Historia, Semiótica y Materialismo crítico. Segmentaciones sociales y procesos semióticos: la dialéctica basesuperestructura. Tesis Doctoral dirigida por el Licenciado Juan Ángel Ignacio Magariños Velilla de Morentin y aprobada, luego de dos estresantes horas de un “furioso” examen a cargo de un Jurado “obtuso”, en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Salta (UNSa.), Salta, Argentina, en 23 de Marzo. (Salta: Universidad Nacional de Salta, 2007), ISBN 978–987–9381–86–1, 1. Educación Superior, I. Título, CDD 378, la cual iba a ser editada en la página web de la institución, academia a la que se le cedieron los derechos de autor (expte. de Secretaría de Extensión Universitaria 17512/07; Res. Rectoral 1188–06; fecha de catalogación: 05/VI/07), desde junio de 2007 a junio de 2009.

* Fuera de obra: la presente versión es lo que debiera haberse esparcido en una “coletánea” de 2013, que tendría que haberse diseminado en 2007…, pero a causa de un genuino acto de censura y atropello, al trabajo se lo re articuló, suprimiéndole inclusive, la Bibliografía, sin comunicárseme lo que se concretó y sin darme ocasión de protestar por las mutilaciones que sufrió el estrato.
En ese enjambre, cuyo ISBN es 978–987–698–021–0, el trabajo se ubicó entre las pp. 78/90.

López, Edgardo Adrián (2006 b) “Perspectivas historiográficas”, artículo interpelado en las Jornadas de la Escuela de Filosofía, concretadas del 09 al 10 de Noviembre en la Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta, 2006, Salta capital, provincia de Salta, Argentina, a ser impreso en las respectivas Actas en 2009.
López, Edgardo Adrián (2007 a) “Descripción tentativa de grupos subalternos pertenecientes a dos zonas rurales de la Alemania de 1890: una discusión con cierta interpretación weberiana”, en Revista 6. Escuela de Historia. Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Salta (UNSa.). Salta: Talleres Gráficos M. G., Año 6, Vol. 1, N° 6, año 2007. Pp. 377–406. También se puede abrir la ponencia en http://www.unsa.edu.ar/histocat/revista/revista0617.htm.
López, Edgardo Adrián (2007 b) “Teóricos de Sociología”, ficha de cátedra, que fue diseminada con el título Remolinos y circunvalaciones. Elementos de materialismo crítico, en 27 de Enero de 2009, en la Biblioteca virtual de Derecho, Economía y Ciencias Sociales, dependiente del grupo EUMED.NET, Universidad de Málaga, Málaga, España, colectivo Dirigido por el Dr. Juan Carlos Martínez Coll. Se hace la salvedad que el título fue abreviado por razones editoriales y de presentación. No obstante, el texto puede consultarse, sin las modificaciones realizadas en Marzo de 2009, en
http://www.eumed.net/libros/2009a/480/index.htm. ISBN–13: 978–84–692–0137–4, con depósito legal en la Biblioteca Nacional de España Nº 09/21487.
López, Edgardo Adrián (2008 a) Aguafuertes II. Resumen y crítica de Gentes, ciudades y riqueza. La transformación de la sociedad tradicional, del neomalthusiano Edward Arthur Wrigley, obra esparcida en 17 de Noviembre de 2008 en la Biblioteca virtual de Derecho, Economía y Ciencias Sociales, dependiente del grupo EUMED.NET, Universidad de Málaga, Málaga, España, colectivo Dirigido por el Dr. Juan Carlos Martínez Coll. Se hace la salvedad que el título del hojaldre fue abreviado por motivos editoriales y de presentación. Sin embargo, ver http://www.eumed.net/libros/2008c/455/indice.htm (que no tiene las correcciones efectuadas en Marzo de 2009).
López, Edgardo Adrián (2008 b) Contratiempos y aforismos IV. Formas de resistencia y grupos subalternos británicos, libro diseminado en 12 de Junio de 2009 en la Biblioteca virtual de Derecho, Economía y Ciencias Sociales, dependiente del grupo EUMED.NET, Universidad de Málaga, Málaga, España, colectivo Dirigido por el Dr. Juan Carlos Martínez Coll. Efectuamos la advertencia que el título fue abreviado por razones editoriales y de presentación. Empero, cf. http://www.eumed.net/libros/2009b/539/indice.htm.

Lucrecio Caro, Tito (1984) De la naturaleza de las cosas. Buenos Aires: Hyspamerica.

Marx, Karl Heinrich y Friedrich Engels (1984) La ideología alemana. Barcelona: Grijalbo.

Marx Levy, Karl Heinrich Mordejái (1984) Miseria de la Filosofía. Madrid: SARPE.
Marx Levy, Karl Heinrich Mordejái (1988) Escritos sobre Epicuro. Madrid: Cátedra.

Rickert, H. (1965) Ciencia cultural y ciencia natural. Madrid: Espasa Calpe.

Serres, Michel (1984) El nacimiento de la física en el texto de Lucrecio. Caudales y turbulencias. Valencia: Pre–Textos.

Schuster, Félix (1982) Explicación y predicción. Buenos Aires: CLACSO.

Trotski, Leo Davidovich (1975 b) Stalin. Vol. II, Buenos Aires: El Yunque editora.

Zecchetto, Victorino (coord.) (2005) Seis semiólogos en busca del lector. Saussure, Peirce, Barthes, Greimas, Eco, Verón. Buenos Aires: La Crujía.

1 La siguiente ponencia es un “remake” de un trabajo osado de Setiembre de 1992.

2 Salvo en cuestiones de extrema delicadeza, no aceptamos el lexema “epistemología” puesto que en general, opinamos que es un “buen” motivo para instaurar en el registro científico una policía acostumbrada a las “razzias” de ideas (tal como lo sostuvo en 1992, en la cátedra Filosofía Contemporánea, el Licenciado Jorge Lovisolo, Carrera de Filosofía, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta –UNSa.–, Salta capital, provincia de Salta, Argentina).

3 Por nuestra práctica militante en el campo popular, sopesamos que una de las “éticas” que habría que defender es la de los bellos gestos y la de la “elegancia” en el trato; no creemos en imperativos de gran alcance que sean un papado de la conciencia.

4 Antes de proseguir y para atajar cualquier mal entendido, la toma de partido, el punto de vista que se defiende y la posición (al decir de determinado Pierre-Felix Bourdieu) adoptada en el seno de las múltiples fuerzas que atraviesan las Ciencias Sociales y a la Historia en especial, no significa caer en las inflexiones postmodernas que sostienen que la realidad es una especie de “hipertexto”, desventuras en las que incurrió el posestructuralista Derrida en contadas ocasiones. Tampoco implica comprometerse con algún supuesto “giro lingüístico” por el que todo no sería nada más que lenguaje y juegos de lenguaje, ni remitirnos a tradiciones más o menos incompatibles con el llamado “materialismo histórico”, tales como la hermenéutica, Wittgenstein, etc.
Lo que sí sostenemos es una “razón ‘blanda’” o “débil”, “femenina” y feminista, sin enredarnos con Vattimo, que esquivaría prescribir lo que hay que efectuar para llevar adelante una práctica científica o lo que habría que concretar en una investigación, dado que semejante asunción significaría un casi “terrorismo epistemológico” que no únicamente sería soberbio y narcisista (en la proporción en que postulase la propia concepción como LA forma de hacer Ciencia...), sino que tornaría UN estilo de ejercer la indagación, en cuanto EL único camino legítimo y legitimado. Pero cabe preguntarse, ¿quién y en nombre de qué detentaría tamaña prerrogativa, tal que pudiera traficar sus prejuicios acerca de lo que es científico y lo que no lo es, en torno a lo que es Historia y lo que no, en calidad de argumentos “demostrados”?
Aunque sea difícil, lo anterior no es correlativo de un “anarquismo metodológico” en el que cualquier postura es idéntica a cualquier otra y por la cual un método es indiferente a la “naturaleza” del objeto a sopesar, ya que las tomas de partido, las posiciones asumidas, los puntos de vista y los “protocolos” de investigación elegidos, no son inocentes ni políticamente neutrales. Por ello es que indagamos situados y condicionados por innumerables factores, elementos que son extracientíficos in stricto sensu y que son ineliminables del transcurso de lo que se encadena en enunciado, en las formas de economía y sociedad que existieron al presente: axiologías, ideologías, situación social frente al plusproducto inducido, etc. Lo que se trataría de sortear sería una práctica científica que ignorase sus estrategias de enunciación y mecanismos discursivos, y que tuviese la pretensión riesgosa y tremendamente autoritaria de creer que en la “seguridad” de lo investigado, sólo hay verdad y nada más que “verdad”.

5 Comprender que a partir de un enorme esfuerzo, lo “dado” se convierte en “dato” es sinónimo de aprehender que los hechos se construyen y que en la proporción en que son constructos teóricos, pueden ser fantasmatizados según ideologías, presiones de “endogrupos”, miradas muy empobrecidas, etc. No existen datos “empíricos”, al ser éstos el resultado de una revisión profunda de lo “dado” y que tampoco es “empírico”, en la escala en que vamos a su (des)encuentro munidos de intereses.
Por si fuera poco, lo que sea que signifiquen los “individuos” Sobremonte, Castelli, Artigas, Güemes, Facundo, Rosas, Urquiza, Sarmiento, Roca, Irigoyen, Perón, Eva Duarte, etc., y los procesos enlazados con esos nombres en la malhadada Historia Argentina, no depende exclusivamente ni de los estudios de archivo, ni de las primeras fuentes consultadas, ni de las estadísticas disponibles, sino de las tradiciones a las cuales un historiador decida, consciente o inconscientemente, voluntaria o involuntariamente, adherirse. Por lo demás, acerca de Rosas ya se consultaron al parecer, todas las fuentes probables y de alguna trascendencia, por lo que un supuesto historiador que anhelase continuar hipotizando acerca de esa época, no necesariamente debiera quemarse las pestañas lidiando con el material del Archivo General de la Nación, sino que podría reinterpretar lo que está publicado, suscitando una perspectiva inédita, si cabe.

6 Empujados por los rigores del estilo a emplear términos engastados en las más persistentes versiones del idealismo, según lo que nos entrenó a atender Derrida, nos vemos en la situación de aceptarlos pero sin invaginar las metafísicas asociadas.

7 Si interiorizamos que la Historia es una cienciadiscurso, aun cuando sea notable que es mucho más que eso, estaremos en condiciones de asumir que cualquier “estudio de caso” (que no necesariamente, “debe” afincarse en el cotejo de primeras fuentes) principia o cuenta con un momento, en el que se discuten palabras a propósito de palabras, a pesar de los enojos de Pierre Bourdieu. Seguramente, concedemos que la pobreza retorna pero cuando nos abocamos a discutir cómo acotaremos la categoría, con el fin de que no sea una elaboración no meditada de sentido común, polemizaremos con y contra determinadas tradiciones teóricas y políticas, procurando ubicarnos en los campos que hilvanan lo colectivo, de tal y cual manera en vez de otra. Así y sin remitir a prescripciones, una indagación requiere de una vuelta sobre sus puntos de partida de un modo continuo y entonces, “tiene que” enfocar sus estrategias de enunciación y sus mecanismos discursivos, en la escala en que siendo conscientes de ellos, no nos encerramos en sus sutilezas.

8 No es factible escribir con otros perfiles la Historia ni tampoco esas limitaciones intrínsecas, acorde a lo que hemos sugerido, deben hacernos desesperar de su presunta falta de cientificidad. Lo que debiéramos comprender es que los objetos, temas y problemas en los cuales deseamos “navegar”, se balbucean por estrategias de enunciación y mecanismos discursivos, y que estar al corriente de las artimañas empleadas es una vía compleja que nos permite detectar y desmantelar las ideologías que actúan como “tram(p)as”.
Ni siquiera los “protagonistas” que respiraron los “hechos” pueden autoavalarse en calidad de testigos privilegiados, puesto que son de sobra conocidas las disensiones de Trotski (1975 b), Stalin y Lenin en derredor de lo que fue o haya sido la Revolución Rusa. Y con los historiadores, que con asiduidad son ajenos a la “etapa” que balancean, ocurre igual, a menos que seamos de una ingenuidad, de un materialismo burdo y/o de un papismo a toda prueba, que nos “autoricen” a proferir temerariamente que los historiadores y los científicos sociales en particular, y los científicos en general, apelan a no sé qué bolitas “pulidas” para arribar a las playas hollywoodenses de LO verdadero.

9 Ese tipo de análisis es la honda consecuencia de haber introyectado una exigencia de la tradición marxista: que las ideologías tienen que deconstruirse con el objetivo de librarnos de sus “anteojeras” o de colocarlas al menos parcialmente, en “suspenso”. Y definimos “ideología” como un proyecto político que se basa en axiologías no demostradas, en una visión de la estratificación social, en una perspectiva de funcionamiento de la comuna, en un enfoque sobre la Historia, en una idea acerca del tiempo y del futuro, y en patrones que, tras una actividad de autoaclaración, pueden volverse medianamente conscientes y voluntarios.

10 Esto no significa que las “clases sociales”, etc., sean sólo y únicamente “palabras”, mas la toma de partido anticipada supone que lo humano no es exclusivamente “clases sociales”, sino formas de poder, tipos de dominación, etc. Precisamente, lo más político de una postura que pareciera “coquetear” con el idealismo, el solipsismo lingüístico, la interpretación interminable, etc., es que deja abierta la posibilidad de que aun en la teoría ultrarradical (y para nosotros, marxistas revolucionarios, cierto marxismo no leninista lo es...), queden aspectos que sobrepasan las meras nociones, aunque en ellos insista lo más libertario.
Existen quienes acusan que oraciones como las anteriores son “sloganizaciones” en lugar de argumentos consumados (y “consumidos”, devaluados). Pero tampoco aquéllo implicaría matrimoniarnos con una “sloganización” que subrayaría los “baches” de una perspectiva que no termina de asomar “coherente”. Sin embargo, esa posible observación de “sloganización” y de falta de “unidad” indicarían en los que la enarbolan, una voluntad de identidad y una inteligencia “masculinizada” al extremo de rechazar las “inconsistencias”, los “flujos” diversos. A veces, hay que emanciparse de tanta razón tenebrosa, oscura.
Son estos mismos demoledores los que nos convidan a un “ruedo” en el cual traigamos a escena una ponencia de estudio de caso, con las sombras de lo que deshilachamos, sin que se hagan eco de que en ese registro estamos efectuando apuestas de carácter “epistémico” y “declaraciones” de principio, que son anteriores a una investigación concreta. Bástenos recordar que desde hace algunos años, hemos articulado una teoría de los grupos citando a Marx, que enriquecería la teoría de las clases en cuanto hipótesis de la estratificación social (López 2007 a), pero a través del derrotero de “perder el tiempo” con disquisiciones en torno a elucubraciones categoriales (López 2005) y que, tal como lo advierto en nota 74 de p. 286 de ese escrito que tardó en ser publicado, recorrí cierto trecho en indagaciones plus ou moins, “empíricas” y cercanas a problemas “pedestres” de Historia (López 2008 a).

11 Sobre la precaución con la noción “trabajo”, remitimos a López, Edgardo Adrián “Perspectivas historiográficas”, comunicación interpelada en las Jornadas de la Escuela de Filosofía, concretadas del 09 al 10 de Noviembre en la Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta, 2006, Salta capital, provincia de Salta, Argentina, nota 8, a ser impresa en las respectivas Actas.

12 Y como el tiempo, la escritura tiende a “desgranar” el palimpsesto: en una hoja cualquiera pueden figurar citas bibliográficas o notas. Si el potencial lector fuese recorriendo también los libros convocados, y a su vez leyese las “obras” que se citan en aquéllos, la “tarea” de lectura se dispersaría. Rudamente, eso evidencia que la escritura en sentido derrideano ocasiona que los textos en general (y no únicamente los libros), operen como si fuesen un sistema interestelar donde los enunciados viajan a “velocidades” diferentes en figuras de “asteroides” y se agrupan por la tenue influencia de la “gravedad” (transversales en nuestro caso).

13 Si algún tímido aporte creemos haber legado a la tradición marxista (López 2006 a, López 2007 b), es la de la posibilidad de una dialéctica/diseminación que transcurriría con más de tres momentos, que sería una dialéctica del desequilibrio o del clinamen, y que provendría del jovencísimo Marx y de sus luminosos escritos preparatorios para su Tesis Doctoral (Marx 1988).
Conviene aclarar que en nuestra tesina de Licenciatura (López 1998), habíamos visualizado una dialéctica del Desvío (López 2002). En ese año, habíamos leído el estrato aludido y los fragmentos de Epicuro (1995), pero sin haber podido consultar el maravilloso texto de Lucrecio (1984) y sin leer las investigaciones de Michel Serres (1994), lo que no nos salvó de ser acusados de cometer plagio...
Enunciamos lo antedicho para completar nuestra toma de partido con un insuficiente autosociopsicoanálisis, que siempre recomienda Bourdieu, con el objetivo de aclarar los “puntos” significativos en una trayectoria intelectual determinada. Y si bien el autosociopsicoanálisis no es una autobiografía o una serie de confesiones, la autobiografía puede ser una cura de sí mismo (Demetrio 1999) contra sí mismo y por ende, una manera de fugar del egocentrismo y de romper el “espejo narcisista”.

A ese parergon se añade que los conflictos al interior del campo académico, a veces devienen asedio contra una serie de investigaciones de larga data que se conservan inéditas por la furia que se moviliza para silenciar la palabra de quienes resultan un “borde” de las prácticas comunes, en espacios institucionales conservadores.
Ahora bien; puede que apostillas de tal naturaleza afloren desajustadas para un artículo de corte académico, pero hay múltiples “excusas” para conservarlas. La primera, es que la situación de hostigamiento es lamentablemente, un fenómeno casi inherente a la lógica académica, dinámica que puede alterarse, siempre que se hable de ella y se la denuncie. Incluso, podríamos sentenciar que los conflictos aludidos, los modos de asedio citados y el acoso laboral que implican, pueden significar que los discursos científicos requieran de estas clases de violencia para auto sostenerse y auto reproducirse en cuanto tales discursos.
La segunda, consiste en que en los intrincados campos intelectual, académico, cultural y simbólico, persisten variados mecanismos de control, vigilancia y censura de las ideas. En las instituciones argentinas, cada vez son mayores las “exigencias” para que alguien pueda ser investigador rentado y director de proyectos, con lo que lo que se implanta no son “elevados” estándares para la creación científica o crítica, sino formas “disimuladas” de exclusión, de “elitización” y de perpetuación de la marginación de los potenciales nuevos investigadores. En simultáneo, ello implica que los antiguos supuestos investigadores se vuelven expertos en cumplir formalmente con demandas burocráticas, mas no en efectuar realmente, pesquisas de hondura.
La tercera razón, es dejar constancia que se obliga a los disidentes y/o solitarios y con diferentes recursos, a que permanezca mucho de lo que elucubran en “estado de archivo”. Con eso, aflora la situación de que el individuo se auto “reprime” o auto “censura” para intentar publicar o trabajos “envejecidos”, o los que van saliendo “frescos” de la pluma. Es generada entonces, determinada complicidad con el marco de “control” universalizado de la palabra.

15 Empero, la reflexión en torno al autor había surgido con muchísima anticipación en el mismo Roland Barthes, según lo que se nos informa en el estrato coordinado por un semiólogo italiano radicado en el país (Zecchetto 2005).

16 Volvemos a remachar que esto no conlleva sostener que f. i., las “relaciones sociales de producción” sean fabulaciones o simples ficciones, pero al igual que en el caso ya mentado de lo que habrá de definirse por “pobreza”, lo que haya de catalogarse en tanto “relaciones sociales de producción” dependerá del tipo de marxismo por el que militemos o no: si nos adscribimos a los “zócalos discursivos” leninistas, obtendremos una determinada conceptuación; si ponemos en cuestión el leninismo en cuanto “matriz”, destilaremos otra idea acerca de tales contactos. Y las diferencias entre una y otra alternativa no son menores, sino gigantescas, en especial, en el ámbito de la práctica política... De cualquier manera, opinamos que el compañero del genial Engels no era tan elemental como para que creyese que la categoría discutida o cualquiera de las que elaboró con paciencia, contuviera todo lo que pudiera explicitarse respecto del capitalismo y de la Historia; allí está su riqueza y su actualidad. Por eso es que con él, además de otros factores, es factible “regresar” una y otra vez, indefinidamente, a sus escritos y no muchos tienen el privilegio de ser un muerto bastante vivo.