Ricardo García Jiménez (CV)
rgarcia2000_mx_1@hotmail.com
Universidad Tecnológica de la Mixteca
Resumen
La Mixteca es una de las ocho regiones del Estado de Oaxaca que muestra las condiciones más desfavorables para la vida social, política, económica y familiar de las mujeres indígenas de esta parte de la entidad. Las circunstancias históricas que han marcado esta región colocan a las mujeres de esta zona en una posición de exclusión en relación con sus congéneres masculinos, ya que sus prácticas sociales están supeditadas a una clara dominación masculina impuesta bajo la construcción de una sociedad androcéntrica como normal. Ante esta situación, la presente reflexión tratar de ubicar aquellos factores socioculturales que inciden en las prácticas políticas y sociales masculinas para que estas condenen y releguen la participación de las mujeres mixtecas en asuntos de participación política y gobierno sus respectivos municipios. La guía teórica de la que se partió para articular el presente análisis retomó los términos Campo, Habitus y Capital, del sociólogo francés Pierre Bourdieu, para explicar que la dominación y exclusión de las mujeres indígenas mixtecas es producto de una construcción social mental, que se concretiza en una visión del mundo con lo que el hombre satisface su sed de dominio, visión que las propias mujeres han asumido, aceptando inconscientemente su inferioridad.
Palabras clave: Género, Empoderamiento, Capital Cultural, Dominio, Mujeres.
Abstracts:
The Mixteca is one of the eight regions of Oaxaca showing unfavorable conditions for social, political, economic and family of indigenous women in this part of the state. The historical circumstances that have shaped this region place women in this area in a position of exclusion in relation to their male counterparts, as their social practices are subject to a clear male dominance imposed on the construction of a male-centered society as normal. In this situation, the present reflection try to locate those sociocultural factors that influence social policies and practices so that they condemn male and relegate the Mixtec women participation in political affairs and government involvement their respective municipalities. The theoretical guidance is set out to combine this analysis retook the terms field, habitus and capital, the French sociologist Pierre Bourdieu, to explain that domination and exclusion of indigenous Mixtec women is a product of social construction of mind, which is concretized into a world view that man satisfies his thirst for power, a view that women themselves have assumed, unconsciously accepting their inferiority.
Keywords: Gender, Empowerment, Cultural Capital, Domain, Women.
Introducción.
En coincidencia con el Instituto de la Mujer Oaxaqueña (IMO) y el Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES), el Programa de Equidad de Género y Derechos Humanos (PEGyDDHH-UTM) y el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades (ICSyH-UTM), pertenecientes a la Universidad Tecnológica de la Mixteca (UTM), observan que en la región de la Mixteca existen las condiciones más adversas para el desarrollo social, político, laboral y familiar de las mujeres indígenas en esta parte de la entidad. La Mixteca es una de las ocho regiones del Estado que colinda con entidades como Puebla y Guerrero, al este con la región de la Cañada, al sureste con Valles Centrales y al sur con la Sierra Sur.
La región de la mixteca se integra por un total de 155 municipios, cuya población total es 465,991 habitantes, de estos 218,657 (el 46.9%) son hombres y 247,334 (el 53.1%) son mujeres, lo que implica que de cada 10 mujeres hay 8.9 hombres (Finanzas Oaxaca, 2011). La diferencia entre el número de hombres y mujeres suele asociarse principalmente a problemas de migración, pero también el relacionado con muertes violentas entre la población masculina de 20 a 40 años.
Hay que resaltar que cerca del 61.0% de la población de la región es indígena. Y el grupo nativo más importante es el Mixteco con el 89.0 %, seguido por los Triquis con el 5 % y el resto de grupos minoritarios como Amuzgos, Zapotecos, Tacuates, Nahuas y Chocholtecos. Esta zona concentra el mayor número de mixtecos del país, ya que de los 726,601 indígenas que pertenecen a este pueblo indígenas, el 43% se ubica en la mixteca oaxaqueña (Finanzas Oaxaca, 2011). Además, el mixteco es primera lengua en el 88 % de los municipios que integran la región.
Otro dato que ayudan a tener una idea acerca de la condición de la mujer mixteca es la siguiente: De la Población total de 15 años y más (314,252) se estima que la Población Analfabeta es de 59,365, de los cuales los Hombres en esta condición es de 18,311 y de Mujeres 41,054, lo que representa el 13% de ese estrato de la población (Finanzas Oaxaca, 2011). La información antes presentada nos ayuda contextualizar esta parte de la entidad oaxaqueña.
Pero generalizar la conducta excluyente por condición de género que es asumida por las mujeres mixtecas en cada una de las localidades de la región es arbitrario y riesgoso, ya que cada una de estas comunidades poseen factores de orden histórico, religioso, social y cultural que favorecen la desigualdad entre mujeres y hombres pero con características muy particulares para cada una de las poblaciones.
Partimos señalando que la desigualdad entre mujeres y hombres indígenas se manifiesta de diferentes formas como en las jornadas de trabajo, la propiedad de la tierra, la salud y muchos otros aspectos que tipifican al sector femenino como uno de los más vulnerable por la existencia de una dominación de género.
La problemática que presentamos aquí es la exclusión del sector de mujeres indígenas mixtecas en asuntos de participación política y gobierno. Esta segregación se presenta como una conducta natural y sistemática que es asumida sin cuestionamiento por la mayoría de las mujeres indígenas mixtecas.
Se asevera que el acceso de las mujeres indígenas a los espacios de poder es muy limitado, su presencia en asambleas, cabildos y tequios 1 se reduce sólo a actividades menores dentro de estas estructuras. Podemos advertir que en la mayoría de las formas de organización social existentes en las comunidades vinculadas a la ejecución y organización de fiestas patronales, obras comunitarias, elección de autoridades civiles, políticas y religiosas, la mujer es deliberadamente excluida en la toma de decisiones por su falta de liderazgo y por su estigmatización que las define como seres incapaces para estas actividades, y son confinadas a espacios y tareas de servicio u operativas.
Lo que aquí estamos planteando a manera de pregunta es si realmente existe una “Dominación Masculina”, misma que presupone una serie de actividades y actitudes, tanto de mujeres como de hombres, que están marcadamente diferenciadas por su condición de género. Conducta que se mimetiza en una cultura que los hombres de estas comunidades suelen revestirla de “Usos y Costumbres”.
Creemos que tal principio y disposición de diferenciación es adoptado y reproducido desde el seno de la familia, mediante prácticas sociales que se hacen pasar como “normales” al ser incorporadas y orientadas en un juego simbólico de normalización del cuerpo, el pensamiento, el lenguaje y el sentido de vida que asumen estas mujeres dentro del ámbito social, mismo que no es compatible con aquellos recursos y esquemas generalizadores que demanda la práctica política y los asuntos de gobierno. Estos campos poseen una estructura que establece un tipo de acción y reproducción social que excluye a las mujeres, ya que estos espacios son propios para hombres, según afirman la mayoría de las mujeres entrevistadas.
Bajo esta lógica el Estado, la Iglesia, la Escuela y otros organismo, son instituciones que se confabulan al interior del campo de la práctica política, y que según el sociólogo francés Pierre Bourdieu trazan las pautas a seguir por los agentes sociales involucrados, perpetuando ese principio de diferenciación y exclusión de género que se reproduce desde el seno de la familia, pasando por todas y cada una de estas instituciones que socializan la conducta de los individuos al insertarse en los espacios públicos.
La interpretación que hacemos de la obra de Bourdieu para poder explicar este fenómeno que se presenta en la mayoría de las localidades de esta región nos hace suponer que la división de géneros asigna roles sociales preestablecidos a mujeres y hombres de estos municipios. Asignación que predetermina y sintetiza su forma de vida y la concepción de mundo que poseen al interactuar en sus sociedades.
Luego entonces, esta práctica de exclusión ejercida hacia las mujeres en asuntos de gobierno, política y toma de decisiones se presenta en la mayoría de los municipios de la región como una actitud normativa que sus pobladores responden a ella por la posesión de un habitus que otorga una serie de reglas y principios a los participantes en el campo de la práctica de los asuntos de gobierno, política y toma de decisiones, práctica social que es exclusiva para los varones por las condiciones históricas culturales que las tejieron bajo la forma de androcentrismo.
Es decir, que los usos y costumbres (capital simbólico, cultural y social) que conciben el valor de la práctica ejercida por los hombres, permite diferir los esquemas emanados de las mentes de estos (varones) en relación con sus congéneres (mujeres) que se sustenta en un pensamiento androcéntrico 2 ejercido desde varios siglos.
Luego entonces, el enfoque que retomamos de la teoría de la Practica Social, Campo, Habitus y Capital de Pierre Bourdieu, es interesante porque señala que la dominación masculina es una forma de violencia simbólica 3 que se caracteriza por hacer legítima la desigualdad entre géneros y se expresa como un hecho histórico naturalizado.
Es así que la dominación masculina se representa como una cosmovisión que trata de mantener y consolidar ese orden bajo el sometimiento y la subordinación femenina en la mayoría de las comunidades mixtecas. Por ello, es común observar, como lo señala Bourdieu, que las actividades del hombre están asociadas con el trabajo rudo, la política, la toma de decisiones y los asuntos de gobierno; pues estas prácticas les confieren una serie de virtudes y valores que les otorga un status social reconocido por todos los miembros de la comunidad, inclusive por las propias mujeres que son excluidas de este gran campo que es la política.
Es así que la dominación masculina impone ciertas actividades y roles a la mujer que están relacionadas con la crianza de los hijos y con la organización de la vida doméstica, es decir, con la sumisión ante las decisiones tomadas por el hombre bajo las virtudes de ser sincera, fiel, emotiva o sentimental.
Lo anterior implica que al construir los significados de su propia realidad social (significados vinculados con el principio de distinción entre géneros), las mujeres y los hombres de estos parajes juegan con las reglas del juego de la violencia simbólica, es decir, que son susceptibles de reproducir de manera consciente e inconsciente los principios de una dominación masculina en una relación entre géneros que se expresa en la vida cotidiana entre aquellas actividades de carácter público y aquellas otras del ámbito privado o de la vida íntima familiar.
Un ejemplo de lo anteriormente expresado lo observamos en los gobiernos municipales comprendidos en el periodo 2010-2013 en la entidad oaxaqueña, en donde de sus 570 municipios, sólo 15 mujeres son titulares en alguna alcaldía, lo que representa el 2.6% de ese total; asimismo, el porcentaje de regidoras en la entidad es del 21.4% y el de sindicas del 6.5%, según datos reportados por el Banco de Estadísticas de Participación Política de las Mujeres 2011, del Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJER). Otro dato que el organismo señala es que de los 155 municipios que existen en la región de la mixteca y que se rigen por los sistemas de partidos políticos y, por usos y costumbres, sólo existe un edil mujer en el municipio de Santiago Chazumba, reportado para el mismo periodo señalado, lo que resulta un sesgo para el avance de las mujeres en los espacios de la política y la toma de decisiones públicas.
Luego entonces, la región mixteca se presenta como un laboratorio para la observación y conocimiento de estos procesos y/o prácticas sociales que niegan a las mujeres arribar a espacios públicos y el participar en la toma de decisiones, que considero viene presidido por un fuerte componente cultural-histórico que ha moldeado esas prácticas.
Para llegar a las anteriores afirmaciones se rescató la experiencia de haber visitado distintas localidades de la región mixteca y se entrevistó a un total de 382 mujeres mixtecas de las localidades de Ahuehuetitlán de González (6), Asunción Cuyotepeji (17), Magdalena Tetaltepec (12), Santiago Miltepec (35), Santa María Camotlán (69), San Jorge Nuchita (58), San Simón Zahuatlán (17), Venta Uribe de Juárez (58) y Zapotitlán Palmas (110) entre los meses enero-marzo del año 2013. Cabe advertir que el criterio que se asumió para la selección de las localidades y el número de mujeres entrevistadas en cada una de ellas no responde a los cánones estipulados por el rigor de la teoría estadística, sino que este estudio es un primer trabajo exploratorio que trata de tomar el pulso a este tipo de fenómenos que se presentan en esta región.
Por lo cual, la selección de las localidades se hizo por la relativa cercanía que guardan con la ciudad de Huajuapan de León, que es la cabecera distrital y de la región. La selección de las entrevistadas se dio de forma aleatoria, mujeres que se encontraban en el recorrido de las localidades reunidas en espacios públicos que realizaban alguna actividad comercial o social, o en sus domicilios si se encontraban en ese momento.
Dichas entrevistas es tuvieron soportadas por un cuestionario y la formulación de cada una de las preguntas buscó indagar sobre las prácticas de exclusión que sufren las mujeres indígenas mixteca en asuntos de gobierno, política y toma de decisiones. Sus respuestas se trataron de vincular con las categorías y conceptos que la teoría de Bourdieu desarrolló para explicar este fenómeno.
Se comenta además que el presente trabajo y los resultados e información encontrada servirán a la postre para trabajos muchos más enfocados a problemáticas con los espacios de poder, la participación política de las mujeres en partidos u organizaciones y muchos otros tremas que son betas para ejercicios de investigación más profundos.
A continuación en los siguientes apartados se presentará, primero, un encuadre teórico conceptual que bajo la teoría de Pierre Bourdieu ayude a explicar que lo existente detrás de la exclusión de la participación de las mujeres indígenas mixteca en asuntos de la política y toma de decisiones publica está una virtual Dominación Masculina. En el segundo apartado, se presenta una síntesis de los resultados de las entrevistas aplicadas vinculándolas con los conceptos explicativos de la teoría antes citada. Tercero, comentar la importancia que tiene el capital cultural como un elemento que coadyuve a equilibrar esas asimetrías entre las relaciones de género entre hombres y mujeres en asuntos de carácter de participación publica. Y finalmente, una breve conclusión de este estudio.
El punto de partida para explicar el problema planteado en la parte introductoria de este trabajo lo posibilita la categoría: Práctica Social. El término se retomó de la teoría desarrollada por Pierre Bourdieu en sus obras “La distinción... (1988)” y “El sentido práctico...(1972)”.
Es importante señalar que la práctica social concebida por Bourdieu es la relación construida entre dos modos de existencia de lo social; por una parte, expresa que las estructuras objetivas (estructuras independientes de la conciencia y de la voluntad de los agentes individuales, grupales, clases o sectores), y por otra, las estructuras subjetivas (esquemas de percepción, de pensamiento, de acción que constituyen socialmente nuestra subjetividad) moldean la práctica social4 .
Las estructuras objetivas tienen la capacidad de orientar y coaccionar las prácticas sociales y las representaciones que los individuos o agentes sociales tienen, mismos que se dan a través de la norma, la regla o la ley (escrita o no escrita) vigente en un espacio de acción determinado (campo)5 ; asimismo, las estructuras subjetivas dejan abierto un quicio de posibilidad para que el agente pueda ejercer su capacidad de decisión y zanjear si acepta o no las normas que orienten su conducta social.
Lo anterior permite entonces apuntar, por una parte, que las estructuras sociales que existen en los municipios de la mixteca, por decirlo de una manera, son una cosificación de lo social, donde las estructuras constituidas históricamente bajo una visión masculina definen la posición de clase dentro de los “campos” en los que interactúan los agentes, espacios sobre los cuales la práctica social que se realiza establece una serie de posiciones jerárquicas y distancia entre los practicantes; además la estructura que regula esas prácticas se han construido a partir de dinámicas y experiencias que serán aceptadas por quienes actúan y hegemonizan ese campo de una actividad concreta.
Por ejemplo, en los campos escolar, económico, artístico y político (gobierno y toma de decisiones), entre otros, establecen una serie de reglas escritas y no escritas que definen los patrones que norman la conducta social promedio; por otro lado, las estructuras sociales internalizadas, unidas al agente en forma de esquemas de percepción, pensamiento y acción que son definidas por Bourdieu como habitus, son las que regulan esa conducta. En la figura 01 se puede visualizar de manera didáctica cómo el campo es un espacio de acción, distinción y exclusión entre los agentes que participan en él.
Aquí el habitus definido por Bourdieu es un conjunto de esquemas generativos que ayudan al agente a percibir y entender el mundo (campo) permitiéndole actuar sobre él (Ver figura 02). Estos esquemas están socialmente estructurados ya que han sido conformados a lo largo de la historia de cada una de las sociedades donde los sujetos suponen e interiorizan la estructura social vigente. Al mismo tiempo, estas estructuras estructurantes inducen al agente a ajustar sus actitudes a lo que el campo establece como lo permitido y común a todos. Son los habitus las estructuras sobre las cuales se producen los pensamientos, percepciones y acciones del agente individual o colectivo.
Bourdieu señala al respecto que:
“El habitus se define como un sistema de disposiciones durables y transferibles -estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes- que integran todas las experiencias pasadas y funciona en cada momento como matriz estructurante de las percepciones, las apreciaciones y las acciones de los agentes cara a una coyuntura o acontecimiento y que él contribuye a producir” (Bourdieu, 1972: 178).
Por lo tanto, las ideas de Bourdieu presentadas en la cita anterior posibilitan observar a la práctica social dentro de las esferas de la toma de decisiones, la participación en actividades públicas (gobierno) o práctica política como una conducta de exclusión que se ha interiorizado en los agentes, que tienden a apartar a las mujeres en este tipo de campos.
Entonces para P. Bourdieu, la lógica de la práctica social se halla en la relación dialéctica entre la estructura y el actor, pero advertimos que esta lógica no puede comprenderse si se reduce el análisis sólo a las estructuras objetivas como determinantes de la conducta autómata de los individuos o, por otro lado, la libertad absoluta del sujeto como criterio de interpretación de dichas prácticas, ambos polos no son razón suficiente cuando se busca explicar la conducta colectiva promedio a partir de los actos objetivos y volitivos de los actores en las localidades de la mixteca.
Para explicar esta dialéctica genética de la práctica social, Bourdieu resume en la siguiente fórmula que la relación entre aquellos factores que definen la matriz de las prácticas excluyentes que deja fuera a las mujeres en los asuntos de gobierno y la toma de decisiones esta en los compones o variables que se incluyen en esa ecuación explicativa.
Así pues, esa relación entre esos dos modos de existencia de lo social es la unión del habitus y del campo, de la historia hecha cuerpo y la historia hecha cosa, con lo que aparece como mecanismo de producción del mundo social.
En otras palabras, es la forma en que las estructuras sociales existentes en cada una de las comunidades indígenas moldean y graban en la mente y cuerpo la interiorización de la exterioridad. Por su parte, los campos constituyen el momento y el espacio en cual se exterioriza la interioridad.
Es así que las prácticas y discursos sociales que se ejercen en estas comunidades se dan bajo el principio de una sociedad androcéntrica que legítima esta relación de dominación “inscribiéndola en una naturaleza biológica que es en sí misma una construcción social naturalizada” (Bourdieu, 2000b: 37). El hecho de que una sociedad funcione bajo dicha lógica es sin duda una de las causas que tienen como resultado una funcionalidad binaria y excluyente.
Aquí la arbitrariedad 6 a la hora de dividir sexual y mediante la noción de género en todos los planos sociales, supone una simplificación aparente de la realidad que se impone de manera eludida a un sinnúmero de restricciones impuestas desde los márgenes de ciertos campos sociales se puede traducir en formas de violencia simbólica que se traduce en una condición de género que excluye.
En palabras de Bourdieu:
“La fuerza simbólica es una forma de poder que se ejerce directamente sobre los cuerpos al margen de cualquier coacción física; pero esta esencia sólo opera apoyándose en unas disposiciones registradas, a la manera de unos resortes, en lo más profundo de los cuerpos de los actores sociales”. (Bourdieu, 2000b: 54).
El concepto de arbitrariedad de la cultura dominante y de los modos de transmisión cultural sirve para romper o relativizar cierta visión de los contenidos de la cultura como dados desde siempre, como naturales, como sustancia o esencia inmutable. Por el contrario, el carácter arbitrario y relativo de todo el contenido cultural salta a la vista cuando se emplea el método comparativo entre sociedades o entre diversos momentos históricos del desarrollo de una misma sociedad contigua.
Lo que sucede a menudo es que, una vez que ciertas formas culturales se instituyen (determinados modos de pensar, de hacer, de organizar la economía, la política, etc.) tienden a naturalizarse, es decir, a reivindicar un carácter de inevitabilidad que se ve facilitada por una especie de efecto de olvido del origen histórico.
Por lo tanto, la dominación masculina (aludiendo al texto de Bourdieu), conlleva a una violencia ejecutada en un mundo simbólicamente estructurado para y por los hombres; donde las mujeres de estas comunidades indígenas mixtecas, la diferenciación basada en el entrenamiento del cuerpo y los rituales cotidianos precedidos y concretizados en el habitus, es lo que establece en una primera instancia esa posición de dominación que las subordina, mismo que la valoración que asumen algunos varones de estos lugares confiriéndoles un sentido de menosprecio y desvalorización a sus prácticas sociales es lo que puede explicar porque las mujeres son confinadas a los espacios privado o interior de sus hogares.
Aunado a lo anterior, la existencia de un Sistema de Cargos Tradicionales 7 en varios de los municipios mixtecos, constituye una institucionalización8 donde se producen y reproducen las prácticas de la dominación masculina. A través de este sistema cobran fuerza el establecimiento de jerarquías de autoridad y mando, así como el desenlace de una serie de conflictos y relaciones de poder que atraviesan a las estructuras sociales de las comunidades de la región.
En este sentido, y reconociendo la existencia de relaciones de poder entre hombres y mujeres, permite apuntar que la particularidad de los conflictos que pudieran desarrollarse dentro de estas instituciones sociales (sistema de cargos, tequios, cabildos, consejo de ancianos, etc.) se presentan de manera latente, no visible, pero que consiste en una disputa, no por recursos económicos, sino más bien por la adquisición y apropiación de los elementos simbólicos propios entre los hombres de estas localidades, ya que el status les confiere una identidad por la posesión del poder, de ahí que pueda explicarse que estos varones no dejan que las mujeres asuman estos cargos porque se encuentran ante la incertidumbre de perder la posesión de valoración como hombres, donde el poder que confiere el estatus dentro de sus localidades los hace “hombres”.
Aquí el “poder” no es un acto coercitivo sobre las personas para hacer cumplir una determinación o mandato; más bien es la posibilidad de influir por distintos medios en las personas para que se comporten de una manera determinada ante un liderazgo reconocido socialmente. Es así que en algunas comunidades de la mixteca se pudo identificar invariantes como la doxa; factor de una fuerte influencia que ayuda a sustentar el poder de los agente que hegemonizan el campo de la práctica en los asuntos de gobierno y la toma de decisiones. Es como afirma Bourdieu:
“La doxa es un punto de vista particular, el punto de vista de los dominantes, que se presenta y se impone como punto de vista universal; el punto de vista de aquellos que dominan dominando el Estado [campo]” (Bourdieu, 1994: 129).
Por esta razón, se considera que al incrementar el capital cultural y social que escasamente poseen las mujeres de estas localidades puede tener una doble importancia funcional dentro de los campos, ya que por una parte éste posibilitaría equilibrar la participación de las mujeres en el campo de la política otorgándoles más elementos que le permite jugar bajo las reglas de la esfera que lo conforma, y por otra parte, mitigar la reproducción de las condiciones de desigualdad social existes emancipándose de las formas únicas de sentido que imponen los que hegemonizan el campo.
De ahí que los diferentes capitales que los agentes poseen y que Bourdieu distingue entre el económico, cultural y social, agregando un cuarto como el simbólico (Bourdieu, 1980a), permiten jugar con más ventajas en el campo de los político no como subordinado a…, sino como protagonista de….
El capital son pues los recursos que los agentes poseen y que les posibilita en mayor o menor medida poder interactuar en un determinado campo. Ciertamente que el capital es la riqueza del campo, y su apropiación y control el objeto de lucha que establece un proceso de dominación que coloca a los individuos o colectivos menos aptos en los estratos más debajo de esa estructura, distinguiéndolos y estigmatizándolos de otros agentes que se ubican en el mismo campo. Pero el capital no siempre es un elemento que posibilita el poder jugar en un campo, ya que el agente con todo el habitus que posee, tendrá que verse obligado a cambiar sus estructuras (habitus) que el campo exige e impuso, si es que el agente o los agentes tienen el interés de participar en ese campo.
Los elementos antes señalados, nos inducen a pensar en una conformación y contrastación entre los tipos de capitales y el volumen de estos que los agentes poseen, como de sus formas de trasmisión, tanto en hombres como en mujeres, mismos que pueden ser uno de los ingredientes, no el único, que explique el por qué los actores de estas localidades marginan y niegan toda posibilidad de acceso a las mujeres a las esferas de los publico y político. De ahí la importancia que posee el capital y sus formas en como éste se exprese, sea adquirido y comprendido, ya que el capital como magnitud y cualidad define las posibilidades de que un agente pueda jugar en un determinado campo.
Es así que las prácticas tienden a reproducir las regularidades inherentes a las condiciones objetivas de la segregación y exclusión de los actores dentro de ciertos campos, pero bajo la lógica de ajustarse a las exigencias inscritas en forma de potencialidades objetivas en la situación directamente afrontada dentro del campo.
Para comprender la dinámica social fue necesario entender los elementos que integran y forman el campo identificando en las localidades las instituciones, los distintos agentes y las prácticas efectuadas que conforman la subjetividad y objetividad con que se conducen los agentes, es decir, identificar aquellos elementos que han posibilitado la constitución de ese habitus que reproduce las condiciones de existencia de exclusión de las mujeres.
Lo expuesto anteriormente trató de rescatar la importancia que posee el capital en su génesis y las formas en cómo este se manifiesta para entender, cómo el conjunto de recursos (conocimientos y destrezas acumuladas) posibilitan o limitan que un agente pueda movilizarse y colocarse arriba o por de abajo de la estructura de un campo, o ser excluido de dicho campo. Esta exclusión puede tomar forma bajo el ejercicio de una dominación que margina el quehacer de las mujeres en ciertos campos sociales creados ex profeso para y por los hombres, donde la matriz de practica social, muestra como el campo, el habitus y el capital son los que definen como esta exclusión es lo que se presenta como una Dominación Masculina que segrega a las mujeres de estas localidades en esos campos de la política y lo público.
El argumento se refuerzas con una serie de entrevistas realizadas a un nutrido grupo de mujeres de distintas comunidades mixtecas que ayudo a recopilar el sentir de las mismas en sus prácticas sociales, información que da un panorama general de las condiciones en que viven en sus comunidades. Mismo que será presentado en el siguiente apartado.
En el presente apartado se muestran los resultados obtenidos de la aplicación de una entrevista semi estructurada realizada a un grupo de mujeres mixtecas de distintas comunidades de la región (Ver cuadro 01). Dichos instrumentos recogieron la opinión de estas mujeres en relación a su condición de mujer. El resultado de las entrevistas arrojó una numeraría muy general que contempló la edad, escolaridad, su conocimiento sobre asuntos de gobierno y otros datos de interés que reflejaron la posición de desventaja y exclusión que guardan las mujeres indígenas con respecto a los hombres. Las preguntas y respuestas buscaron vincular los factores y conceptos que explican la normalización de la conducta de dominación creada a partir de una explicación de la construcción del habitus y capital que define esta práctica social.
El trabajo partió de una indagación de tipo descriptiva, no experimental. Se tomó como base metodología el análisis revisión de las obras de Pierre Bourdieu y otros autores que han abordo el tema en cuestión para formar nuestro marco teórico presentado en el primer apartado de este trabajo, mismo que ayudó a formular las preguntas de la guía de entrevista aplicada.
Además se realizó una serie de encuentros con actores clave (presidentes de los comisariados ejidales, representantes de grupos de productores organizados, campesinos de la localidad, sacerdotes indígena y católicos, y algunas otras mujeres) para conocer las maneras en cómo se ha ejercido la práctica y la relación entre hombres y mujeres en asuntos de gobierno y toma de decisiones.
Del total de mujeres entrevistadas se obtuvo la siguiente información: De las 382 mujeres el 100% pertenecen a comunidades indígenas. Donde el 18.18% de estas procedían de la comunidad de Santa María Camotlán y, en contraste, el 1.52 % eran nativas de Ahuehuetitlán de González.
Cuadro 01. TOTAL DE MUJERES PARTICIPANTES EN TALLERES
POR COMUNIDAD DE ORIGEN
COMUNIDADES |
N° de entrevistas |
Porcentaje |
Ahuehuetitlán de González |
6 |
1.52 |
Asunción Cuyotepeji |
17 |
4.55 |
Magdalena Tetaltepec |
12 |
3.03 |
Santiago Miltepec |
35 |
9.09 |
Santa María Camotlán |
69 |
18.18 |
San Jorge Nuchita |
58 |
15.15 |
San Simón Zahuatlan |
17 |
4.55 |
Venta Uribe de Juárez |
58 |
15.15 |
Zapotitlán Palmas |
110 |
28.79 |
TOTAL |
382 |
100.00 |
Fuente: Elaboración propia con datos recabados de las entrevistas.
La edad promedio de las mujeres entrevistadas era de 33 años, la mínima de 18 años y la máxima de 55. Otros datos que resultaron reveladores es la escolaridad, el promedio es de 5 años de educación primaria. El nivel educativo máximo de las entrevistadas es de tercer año de secundaria (20) y el mínimo no sabían leer y escribir. De las 382 mujeres entrevistadas, 35 no sabían leer y escribir, lo que representaba cerca del 10% de ese grupo. Otro dato revelador indicó que el 85% de las entrevistadas son casadas, un 10% solteras y el restante no contestó.
La principal actividad económica de las mujeres es el hogar con un 80 %, otra segunda actividad en importancia es el comercio con un 10 %, y el resto no supo explicar. Hay que señalarse que en el desarrollo de las entrevistas, las mujeres nunca afirmaron ser campesinas, pero si contribuyen con esta actividad en un 75 % del total examinadas. Es decir, que las mujeres tienen una doble y hasta triple actividad, el ser amas de casa, comerciante u otra actividad y campesinas.
Los datos antes presentados dibujan un perfil de las entrevistadas que muestra que en una proporción significativa son mujeres de más de 33 años con una escolaridad del quinto año de primaria, que realizan una doble actividad productiva dedicada al hogar y colaboran en actividades agropecuarias, lo cual perfila a una mujer mixteca con escaso capital cultural que le permita desenvolverse en distintos campos sociales existentes en su comunidad de origen.
En la Gráfica 01 se puede observar la proporción del grupo de mujeres entrevistadas que respondieron si conocer sus derechos y aquellas que no saben de la existencia de sus derechos humanos, civiles, políticos y laborales que les permita desempeñarse en cualquier esfera o campo de la sociedad.
En el gráfico se observa que el 78.79 % de las mujeres entrevistadas (300) indicaron sí conocen sus derechos más esenciales. Sin embargo, al profundizar en la pregunta se detectó que de las 300 mujeres que afirmaron conocer sus derechos hicieron hincapié que tienen los mismos derechos que los hombres (15.63%), además de que merecen respeto (15.73%), derecho a no ser maltratadas (10.94%), el tener derecho a votar (14.06%), a una educación (12.50%), el derecho a opinar (7.81%) y a servicios médicos (10.81%), y la diferencia no supo especificar algún tipo de derecho.
Por otra parte, del 21.21% de las mujeres entrevistadas mencionaron que no conocen sus derechos (82) justificaron las siguientes razones: el 18.18% refirió no haber estudiado; el 16.36% mencionó que “es el hombre quien siempre manda” y “son ellos los que saben de estos temas”; el 14.55% afirmo que no conocen porque nunca fueron a la escuela; el 12.73% señaló que solo estudiaron hasta el segundo grado de primaria; el 1.82% mencionó que no saben que son los derechos; el 10.91% manifestó que no les interesa conocerlos; el 9.09% consideró que tienen los mismos derechos que los hombres, el 9.09% asegura que su marido no les permite conocerlos, y la diferencia no respondió.
En el sentido de las respuestas a esta pregunta se pudo encontrar que existe de manera diluida una invisibilización de una práctica de exclusión y dominación de un género hacia otro que limita el conocimiento de sus derechos de forma parcial o total. Actitud que menoscaba la equidad que las mujeres tienen y que les permite conocer que existen reglas o normas que les posibilita interactuar con sus congéneres en distintos campos sociales.
En la Gráfica 02 se presentan los resultados a la pregunta formulada a las entrevistadas si existe y se respetan los derechos de las mujeres en sus comunidades, a lo cual, la percepción que tienen las mujeres manifiestan que el 72.73% de las entrevistadas aseguró que las mujeres de su comunidad tienen los mismos derechos que los hombres, mientras que el 27.27% tiene una opinión contrataría diciendo que no.
Lo curioso del dato es que a pesar del conocimiento de sus derechos, en los hechos, ellas mismas se marginan ante los hombres que les limitan a través de su práctica social, en todo tipo de campos de la actividad social al tratar de ejercer sus derechos plenamente.
Para finalizar este apartado, en la gráfica 03, se pueden observar algunas de las razones que las entrevistadas manifestaron no tener los mismos derechos que los hombres, cabe destacar que esta pregunta se formuló a las 382 mujeres a pesar de que más del 70 por cierto manifestó decir que si se respetan los derechos de las mujeres. La proporción de las respuesta indicaron que: Los hombres son machistas (38.98%), por los usos y costumbres (11.11%), los maridos consideran que sólo deben estar en su casa para realizar labores del hogar (11.11%), no me interesa (9.41%) por a los hombres y sus esposos no le prestan atención. En el grafico se detalla con más precisión esta información.
En términos generales las mujeres entrevistadas coinciden en señalar que conocen o saben poco de sus derechos básicos, pero son los “usos y la costumbres” los que impiden el que ejerzan sus derechos plenos.
En la Gráfica 04 se muestra de manera desagregada los ámbitos en los que participan con mayor frecuencia las mujeres entrevistadas. Se puede observar que el 54.55% de las consultadas señalan dedicar mayor parte de su tiempo actividades propias del hogar, mientras el 24.24% señaló participan en el ámbito religioso, 13.64% en tequios. Sin embargo, manifiestan que en el ámbito político y cultural tienen una participación muy limitada (4.55% y 1.52%, respectivamente) y en el ámbito social 1.52%.
Resulta interesante destacar que cuando a las entrevistadas se les preguntó de manera directa el tiempo que dedican a cierto tipo de actividades, estas tienden a esquivar la pregunta y sólo se concretan a dar respuesta muy generales y vagas, pero cuando se pregunta de manera indirecta o en otro sentido la misma pregunta muchas de ellas dicen que su tiempo lo destinan al hogar y al trabajo en el campo.
Como venimos sosteniendo en nuestra argumentación, las actividades relacionadas a la política, la administración de gobierno y la toma de decisiones son actividades exclusivas para la los hombres, debido a ello el porcentaje indicado en el grafico 04 reportan tan sólo que el 4.55 % de las entrevistadas desempeña una actividad en este campo. Pero el tipo de tarea que desarrollan está vinculada a trabajos secretariales, telefonistas, responsable de reguardar los edificios donde residen los poderes (mayor de llaves) o los albergas a los ayuntamientos entre otras actividades de tipo asistencial.
En el ámbito propiamente político, las mujeres cumplen con el papel de convencer a los vecinos en tiempos electorales, de asistir a los mítines de los distintos candidatos de las diversas fuerzas políticas con presencia en la región. Su papel también se concretiza a hacer tortas, tacos, quesadillas, embolsarlos junto con bebidas y entregarlos a los asistentes a estos eventos.
Por lo tanto, el desempeño de alguna de estas actividades en el ámbito de los asuntos de participación política y gobierno responde a un habitus que las mujeres han portado desde generaciones que las excluyen de esos espacios, a pesar de conocer y saber cuáles son sus derechos, bajo un principio de equidad.
En relación a este punto y al preguntarles a las entrevistadas si asistían a las asambleas comunitarias de forma voluntaria, libre y sin restricciones de algún tipo, manifestaron un 60.61% que sí. Del restante de las entrevistadas, el 39.39%, señalaron que no asisten a asambleas por las siguientes razones: De ese total, el 48.17% indicó que las mujeres no deben intervenir en las decisiones de la comunidad, el 27.06% manifestó que es mal vista su participación, el 15.38% señaló que no es importante su participación y el 9.39% dijo no asistir por realizar labores del hogar que no les deja tiempo.
Ahora bien, de ese porcentaje que asiste a las asambleas sólo el 37.93% emite su voto, el 31.03% sólo emite su opinión, el 13.79% de las mujeres que asisten sólo escuchan, el 10.34% sólo actúa como espectador desinteresado y el 6.90% de las mujeres toma decisiones.
Es importante destacar entonces que la participación de las mujeres en asambleas comunitarias en la mixteca también se ve limitada por otras razones. Muchas de las mujeres ceden su estatus ciudadano con derecho a voz y voto al hombre mediante la relación matrimonial. Ya que con ello los hombres pueden asumir cargos altos en la jerarquía dentro de las asambleas y acceder a otros beneficios como la posesión de tierra, simbólicos, y potenciales, como poder participar en la toma de decisiones en asuntos de gobierno coincidiendo con las afirmaciones de Rasgado (2004: 231)
Otro elemento que imposibilita que la mujeres puedan participar en asambleas o el que puedan tener voz y voto, esta atribuido por no tener un acceso equitativo a la propiedad de la tierra que es uno de los requisitos esenciales en varias de las asambleas que se realizan en algunas localidades de esta región, luego entonces, como señala Altamirano (2004) las mujeres ejercen una ciudadanía incompleta.
Hay que volver a indicar que las normas que vienen implícitas con el matrimonio, son una herencia histórica Mesoamérica y traen una vía patrilineales. Regla que al contraer matrimonio las mujeres viven en casa de sus suegros perdiendo privilegios en la conformación de su propio hogar subordinándose a la jerarquía interna en su familia de adopción y ello es otro factor que las despoja de poder ejercer sus derechos.
En otras palabras, la identidad comunitaria está dada por imposiciones arbitrarias que se traduce en una dominación masculina que afilia a las mujeres a su comunidad y a su sistema de “usos y costumbres” que está mediada por los campos y habitus que los hombres construyen y usan para reforzar de facto su estatus como jefes de familia y representantes de los intereses familiares ante la comunidad misma.
En la Gráfica 06 se puede observar que el 95.45% de las entrevistadas aseguraron el poder participar en asuntos políticos, refiriendo que para ellas la participación política se reduce sólo a su derecho de sufragar de la siguiente manera: El 83.33% pueden hacerlo en elecciones ediles municipales, diputados locales y gobernador. Mientras el 13.64% sólo participa en elecciones federales (diputados y senadores) y Presidente de la República. Cabe destacar que el 3.03% de las entrevistadas es la primera vez que van a votar en elecciones.
Respecto a las mujeres que no pueden ejercer su derecho al voto, el 4.55%, se debe principalmente a los usos y costumbres que rigen en su comunidad y la costumbre marca que sólo los hombres pueden votar.
En referencia a lo anteriormente presentado, cabe destacar las palabras de Maurilio Santiago Reyes, presidente del Centro de Derechos Humanos y Asesoría de Pueblos Indígenas (CEDHAPI) en la región de la mixteca alta, quien mencionó que: “el sistema de usos y costumbres implementados en las comunidades mixtecas en su mayoría violan los derechos de las mujeres al no permitirles votar y ser votadas en las asambleas”. Se observa luego entonces que esta práctica institucionalizada tiene un peso importante en las comunidades, misma que impone la línea seguir en asuntos y participación de orden político de sus miembros. Por lo que las asambleas comunitarias, las mujeres tienen poca participación en la toma de decisiones de sus comunidades, así también son mínimos los cargos que obtienen para representar a sus ciudadanos en sus agencias, municipios o representantes agrarios.
Santiago Reyes señaló además que: “En la mayoría de las comunidades los varones no aceptan la participación de las mujeres y mucho menos que estas representen a sus poblaciones, por lo cual, es importante que el derecho al voto de la mujer cada vez se fortalezca más”, explicó.
Por otra parte, y siguiendo con la misma lógica podemos observar en la gráfica 07 un importante porcentaje de mujeres que no desempeñar cargo público (51.52%) dentro del sistema de la administración del ejercicio público y/o en partidos políticos, destacando las mujeres mixtecas las siguientes razones: De ese total, el 51.52%, las entrevistadas mencionan que sólo los hombres pueden desempeñar esos cargos (44.12%); el 17.65% de las mujeres afirman que en las asambleas de la comunidad no eligen a las mujeres para desempeñar un cargo político. El 5.88% señalan que su esposos les indican que sólo deben dedicarse al cuidado de los hijos, el 2.94% señala que sus esposos no les permiten que participe y el 4.65% manifiestan que existe una discriminación en su comunidad hacia ella, y el resto (24.76%) no quiso responder.
Las entrevistadas que afirmaron que la mujer “si puede desempeñar un cargo público” (48.48%) indicaron que este cargo puede ser como: Presidenta Municipal (31.25%), Tesorera en la Comunidad (18.75%), Regidoras (12.5%) y Presidenta de un partido político (3.13%). También el 21.88% de las mujeres mixtecas señalaron que las mujeres pueden ejercer cualquier cargo político pero que son limitadas por sus usos y costumbres, y el 12.49% no respondió.
Un dato que merece ser mencionado es que el 100% de las entrevistadas (382) manifestó que no han desempeñado algún cargo público en los ayuntamientos o partidos políticos. Es decir, que no han sido presidentas, sindica, regidoras o agente municipal, ni tampoco haber presidido alguna cartera al interior de algún partido político.
Aunado a lo anterior podemos ver en la gráfica 08 las razones por las cuales las mujeres entrevistadas no han desempeñado un cargo público o político. El 22.73% afirma que no les gusta la política, el 19.70% refiere que no le han propuesto algún cargo en la comunidad, mientras que el 9.09% señala que las mujeres no pueden desempeñar ningún cargo político, el 3.03% menciona que no saben leer ni escribir, el 19.70% menciona que en su comunidad jamás han votado por una mujer para desempeñar un cargo político.
Otras de las razones son: que no viven de forma permanente en la comunidad, que no eligen a las mujeres para estos cargos o que estudian, 4.55% respectivamente. Además el 3.03% señala que los cargos políticos son cosa de hombres, el 3.03% señala que tienes que ser originario del lugar para desempeñarte en este ámbito y un 4.55% menciona que para desempeñar un cargo político se necesita experiencia.
Finalmente en la gráfica 09 se muestra que el 96.97% de las personas entrevistadas consideran que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres, mientras que el 3.03% restante piensa que no. Del 96.97% de las mujeres que opinan que deben tener los mismos derechos que los hombres, el 41.43% considera que ambos tienen los mismos derechos, el 40.00% opina que es por la equidad de género, mientras que el 7.14% consideran que deben tener los mismos derechos, dado que ambos trabajan para obtener ingresos para el sostenimiento del hogar y el 1.43% restante considera que deben tener el mismo derecho sólo para votar.
Del 3.03% de las mujeres que consideran que no deben tener los mismos derechos; el 1.5% opina que las mujeres sólo deben realizar labores del hogar y atender hijos, mientras que el otro 1.5% opina que las mujeres no deben tener los mismos derechos que los hombres ya que ellos son superiores.
Podemos concluir este apartado señalando que los datos obtenidos de las entrevistas dan cuenta que el ejercicio y la práctica de la mujer indígena mixteca en asuntos de participación política, el ejercicio público y la toma de decisiones, está altamente supeditada a la dominación masculina que les niega tal ejerció debido a la construcción histórica de los espacios públicos que han sido destinados para realzar la posición de los masculino.
Por otra parte, uno de los argumentos más utilizados por los varones, para excluir a la mujer de este campo es la incapacidad, la falta de conocimiento y el menosprecio de los liderazgos de las mujeres porque refieren que esos espacios: “son sólo pa hombres”.
A lo largo del presente apartado abordaremos la importancia que tiene la categoría clase social en el seno del campo de la práctica política para explicar el porqué de la actitud excluyente que presentan los hombres mixtecos hacia el grupo de las mujeres en asuntos de gobierno y toma de decisiones.
Además se resalta el papel que posee el capital cultural, siguiendo la lógica de Bourdieu, para indicar que la ausencia de este tipo de capital es lo que imposibilita (en parte) la participar de las mujeres en la esfera de lo político, donde se debe considerar prioritario equilibrar esta desigualdad de capitales entre ambos géneros sugiriendo la insaculación del mismo mediante la formación de liderazgos sustentados en el conocimiento de temas como la Planeación Participativa con Perspectiva de Género como un elemento cardinal que coadyuve a la formación de saberes que les posibiliten a las mujeres participar en el campo de la política y la administración pública.
Comencemos señalando que la categoría de clase social puede dar cuenta que la aparición de ciertos actores en ciertos niveles de jerarquía social, explican la exclusión de unos y otros. Para diferenciar las clases sociales Bourdieu parte de la existencia de un espacio social formado por distintos campos (económico, cultural, político, social, simbólico, como ya indicamos) a los que corresponden también distintos habitus y capitales.
Las clases sociales son el resultado de la posición ocupada en el espacio social según el volumen de capital (Social, cultural, simbólico, político y económico) que cada actor posee. Dicha posición en el espacio social constituye las condiciones sociales de existencia, que dan lugar a distintos habitus, que definen gustos, prácticas y acciones que distinguen a unos de otros.
Por lo tanto, referir aquí una confrontación entre capitales es lo que permea una parte de la explicación de la exclusión de las mujeres de este campo, donde el volumen del capital que cada actor (hombres y mujeres) poseen y carecen para jugar en el campo de lo político es lo que le posibilita la inclusión. Es decir, el tipo y volumen de capital es un mecanismo que regula a un grupo de agentes (las mujeres) por parte de otro grupo (hombres) mismos que ocupan y hegemonizan una posición dentro de la estructura del campo, ello supone entonces que atrás de toda práctica social existe un conflicto que tiene sus orígenes en la posición de conocimientos (capital cultural) para interactuar en el campo de lo político.
Ello representa una segregación impulsada e impuesta por la diferenciación que se da por la igualdad y homogeneización de las reglas y normas que el campo exige a sus agentes, para que estos a través de sus habitus y capitales puedan acomodarse en la estructura y ejercer una práctica que el campo demanda, pero cuando el campo de los político es construido históricamente por la lógica androcéntrica, es difícil que el sector de las mujeres pueda participar en él.
Aunque el sistema de luchas que se constituye dentro de cada campo a veces no es siempre evidente, la estructura de estos espacios impone reglas determinadas para la enunciación de los conflictos. Asimismo, la lucha responde a ciertas reglas establecidas que tienden a conservar y/o transformar los sistemas dominantes de relación social (dominación masculina, sustentado en el saber). Dado que estos espacios son estructuras jerárquicas, las disputas se verifican en su interior y están fijadas por la desigualdad de los capitales.
Se trata, pues, de un complejo juego que Bourdieu lo describe como:
“Aquellos que monopolizan el capital preciso, que es el sostén del poder o de la autoridad específica que caracteriza a un campo, se inclinan hacia estrategias de mantenimiento, mientras que los que poseen menos capital (que suelen ser también los recientemente llegados, es decir, por lo general, los más jóvenes) se inclinan a esgrimir estrategias de subversión […].” (Bourdieu, 1984:137).
Al configurarse históricamente, y heredar reglas de relación y métodos, los campos tienden a evitar su propia separación o exterminio, beneficiando así, pasiones, compromisos, ideales y deberes a las siguientes generaciones a través de instituciones como la familia, la escuela, la asamblea, religión y el tequio entre otros.
De ahí que la idea de que los saberes tradicionales (entendidos estos como un capital) dentro del campo, son valiosos sólo dentro ese campo donde se lleva acabo la práctica. Dentro de este campo de los político (de la toma de decisiones, los asuntos de gobierno y la actividad política) queda implícito que los procesos de transmisión de conocimientos válidos y pertinentes para su realidad se da a través de los ritos, las cosmovisiones, los saberes, entre otros, que son los posibilitan la cohesión social de la comunidad, apuntando además que el respeto y conservación de las prácticas se lleven también a otros campo.
Por eso, un conocimiento o el desarrollo de cierto tipo de destrezas (Capital Cultural) pueden contribuir a equilibrar la participación de las mujeres en las toma de decisiones, los asuntos de gobierno y la actividad política mediante el suministro de un capital basado en el desarrollo de un saber que podría ser el conocer y manejar los conceptos y etapas de la Planeación Participativa, pero esté puede tener sus riesgos.
Desde nuestro punto de vista, la planeación participativa es una herramienta básica que evita atentar contra las instituciones y prácticas comunitarias, ya que esta se centra su acción en la organización de los recursos naturales y actividades propias para ello; con el fin de alcanzar los objetivos y metas definidas bajo un intereses comportado de los miembros de la comunidad, la Planeación Participativa con Equidad de Género posibilitaría la incorporación de mujeres y hombres con el fin aprovechar sus conocimientos tradicionales combinándolos con las técnicas de la planeación moderna (USAID, 2002).
Así la planeación participativa es un instrumento a través del cual los miembros de las comunidades pueden conquistar grados de participación en el proceso de desarrollo de sus territorios, permitiéndoles aprender con y de la gente, facilitando la evaluación cuantitativa y cualitativa de la realidad, como de la verificación de los resultados (Castilleros, 2002).
Es importante destacar entonces que la planeación participativa requiere del diseño de una guía básica llamada Plan Maestro Comunitario, que debe surgir de la propia organización social, y que permite orientar sus fines y sus propósitos; es decir, después de conocer los problemas, mediante un diagnóstico previo, hay que determinar a qué se quiere llegar, qué cambios desean realizar en su entorno, y qué beneficios propios y colectivos se buscan. Todo esto considerando los recursos y el tiempo disponibles por parte de los actores involucrados.
Por eso la planificación desde ángulo es un proceso que permite decidir, con anterioridad, qué hacer para cambiar una situación problemática, modificar situaciones insatisfactorias o evitar que una situación dada empeore y esta perspectiva coadyuva porque en si encierra una filosofía incluyente entre géneros cuando de intereses y problemas comunes se comparten entre hombres y mujeres (UICN: 1999).
Ahora bien al planificar se define un boceto, una táctica de intervención (sea éste un plan, un programa o un proyecto) que supondría la realización de ciertas actividades. La planificación bajo este ángulo trata de realizar las tareas, de cómo llevarlas a cabo, cuándo hacerlas, con qué recursos materiales y financieros, con quiénes se cuentan y en qué período de tiempo realizarlo.
De ahí que la participación de mujeres y hombres dentro de la planificación de todo proyecto deba contemplar una amplia colaboración de todas las personas para que puedan expresar lo que piensan y sienten con respecto a su realidad, a sus necesidades, sus problemas y sus posibles soluciones basado en la experiencia que poseen.
Consideramos que bajo esta vertiente se pueden crear los espacios idóneos para que puedan expresarse, buscar soluciones adecuadas y hacerse cargo de su propia realidad incluyendo a las mujeres. El esfuerzo particular que debe realizarse es el de facilitar la incorporación de las mujeres con voz y poder de decisión en asambleas, donde la opinión de ellas, sustentada en un saber sin que ponga entredicho la posición de los hombres, coadyuvara a la mejora de la posición de todos los miembros de la comunidad.
Una de las consecuencias de la socialización de género es que los espacios de decisión política o de dirección en las organizaciones comunales, están casi siempre ocupados por hombres. Por eso es importante realizar esfuerzos para que las mujeres puedan hacer oír su voz y manifestar sus intereses soportados mediante saberes que posibiliten y garanticen la solución de problemas propios de la comunidad.
El proceso de planificación implica, entre otras cosas, un esfuerzo por priorizar, por escoger y llevar a cabo, aquellas actividades cuyos resultados sean más factibles de conseguir y que tengan un mayor impacto sobre el problema a resolver. La necesidad de priorizar se hace más o menos imperante dependiendo de la cantidad de recursos financieros disponibles para ejecutar lo planificado. A mayor cantidad de recursos, mayor cantidad de actividades podrán ser planificadas y ejecutadas.
Hay que señalar que una planificación que se formula sin perspectiva de género conduce a invisibilizar las relaciones desiguales de poder que existen entre hombres y mujeres sin cuestionar tal desigualdad. Quienes proceden de esta manera, evitan profundizar en la complejidad de las relaciones sociales y las consecuencias que éstas pudieran tener en el desarrollo de las personas y las comunidades.
En contraste, la planificación que se elabora tomando en consideración la perspectiva de género, como un eje transversal de todo el proceso, parte de considerar que la realidad es múltiple y diversa y trata de captar todas las variables posibles que puedan afectar al problema o la realidad que se pretende modificar.
Esta perspectiva considerar, en primer lugar, las diferencias que existen entre mujeres y hombres, particularmente aquéllas que se derivan de la división sexual del trabajo, de las desigualdades en el poder y la toma de decisiones y en el acceso a los recursos. Este tipo de planificación no sólo reconoce que entre hombres y mujeres se establecen relaciones desiguales de poder, sino también que hombres y mujeres ocupan posiciones distintas en la sociedad y pueden vivir de manera muy diferente los mismos problemas.
Reconoce, además, que las mujeres ocupan posiciones de subordinación en la sociedad, de lo que se derivan otros problemas de carácter social, cultural, económicos y políticos. La subordinación no sólo tiene implicaciones en la posición de las mujeres en la sociedad, también las tiene en las condiciones materiales de su existencia que, por lo general, son más precarias y de menor calidad. Las mujeres, en términos relativos, son más pobres que los hombres en cualquier sociedad.
A esto, como ya hemos señalado, contribuye la división sexual del trabajo, la jefatura de hogar, el trabajo no pagado o mal pagado de las mujeres y la violencia que se ejerce contra muchas de ellas.
Segundo, la planificación con perspectiva de género considera imprescindible la participación de mujeres y hombres en el diseño y ejecución de la estrategia de intervención seleccionada para resolver el o los problemas detectados; reconoce que el tiempo de las mujeres tiene un costo de oportunidad y planifica tomando en cuenta sus actividades y responsabilidades en el ámbito doméstico.
Este tipo de planificación adopta un enfoque multisectorial, considerando el impacto y las implicaciones que cada sector tiene (o podría tener) sobre la vida de las mujeres y tratando de que en todos los sectores, también queden reflejadas las necesidades prácticas y los intereses estratégicos de las mujeres.
Es así que la planeación participativa con perspectiva de género es una capital cultural (institucionalizado) que se instrumentaliza en técnicas y estrategias muy concretas, y además provee el sentido filosófico-sociológico que orienta su acción dentro de un contexto mucho más amplio como es la teoría del campo, habitus y el capital para explicar y remontar la dominación masculina ejercida en estos contextos. Su fin es uno, proveer las herramientas teóricas y el desarrollo de estrategias en las mujeres con el propósito de que estas puedan incursionar en el campo de la toma de decisiones, asuntos de gobierno y política que les había sido vedado históricamente.
El desarrollo de esta estrategia que pueda posibilitar un cambio en las relaciones entre hombres y mujeres está recopilado en los cientos de minutos de grabaciones que se realizaron a las 382 mujeres que pudieron ser entrevistadas. La experiencia fue aleccionadora y los resultados de los impactos que puedan ser valorados estarán en la aplicación de talleres en esas comunidades aportando los conocimientos (capital cultural) que posibilite el empoderamiento de las mujeres. Las limitantes han sido por factores de tiempo y recursos financieros para poder llevar acabo esta estrategia.
CONCLUSIÓN
La perspectiva de género emerge como una categoría de análisis de la realidad, para analizar y transformar la situación de las personas. Creando construcciones de sentido que permitan visualizar tanto a los hombres como las mujeres, su masculinidad y femineidad, a través de vínculos no jerarquizados ni discriminatorios.
Por lo anterior, podemos señalar que planeación participativa con perspectiva de género es una estrategia esencial para alcanzar el desarrollo social de una comunidad. Esta herramienta por sí sola ya es importante; sin embargo, consideramos que debe ir acompañada de una perspectiva de género a fin de lograr una verdadera democracia y la confianza necesaria para tomar acuerdos que involucren a cada miembro de la sociedad.
Cabe destacar que para las comunidades representa un avance significativo aplicar las estrategias planteadas, dado que muchos autores de las sociedades modernas que ven en ella la única forma de conocer a nivel interno las necesidades y posibles soluciones. Finalmente, debemos afirmar que los derechos ganados por la mujer no deben restar los derechos de los hombres, sino se considera necesario buscar un equilibrio.
REFERENCIAS
1 Forma organizada de trabajo en beneficio colectivo, consiste en que los integrantes de una comunidad deben aportar materiales o su fuerza de trabajo para realizar o construir una obra comunitaria, además de realizar apoyos para la limpieza, arado, sembrado y cosecha de los terrenos destinados a la producción agrícola.
2 El androcentrismo generaliza el pensamiento masculino como medida de estudio y análisis de la realidad, ha impregnado profundamente las relaciones de poder, la producción cultural y el pensamiento científico. Las mujeres son tomadas dentro de esta visión como objetos más que como sujetos y entiende que el varón es la referencia, siendo la mujer “el otro”.
3 La violencia simbólica es un término instituido por el sociólogo francés Pierre Bourdieu en la década de los años 70. Es utilizado para describir una acción racional en donde el "dominador" ejerce un modo de violencia indirecta y no físicamente abierta en contra de los "dominados", los cuales son inconscientes de dichas prácticas en su contra. Dichas prácticas, son parte de estrategias construidas socialmente en el contexto de esquemas asimétricos de poder, caracterizados por la reproducción de los roles sociales, estatus, género, posición social, categorías cognitivas, representación evidente de poder y/o estructuras mentales, puestas en juego cada una o bien todas simultáneamente en su conjunto, como parte de una reproducción encubierta y sistemática. Constituye, por lo tanto, una violencia invisible, soterrada, implícita o subterránea, la cual esconde la matriz basal de las relaciones de fuerza que están bajo la relación en la cual se configura.
4 Las prácticas sociales son el resultado de la interacción entre agentes sociales que están condicionados por las estructuras existentes, pero tienen capacidad de acción, de reflexión y de elección sobre lo que hacen y por qué lo hacen. Existen dos tipos de condicionamiento : a) aquéllos que están fuera del agente y son conocidas como condiciones sociales externas o estructuras objetivas externas, y refieren a todo tipo de condicionamiento que se sitúa ‘fuera del individuo’, como son los mercados laborales, escolares, de la vivienda; la estructura de las organizaciones, las políticas, entre otros aspectos. b) El segundo tiene que ver con las estructuras sociales incorporadas (habitus) que se refieren a disposiciones para actuar de cierta manera ante situaciones determinadas. Los agentes van incorporando a lo largo de su vida e historia ciertas condiciones objetivas. Son esquemas de percepción y de acción que proporcionan los límites de ‘lo que es posible’ o ‘no posible’. Cada agente contempla al mundo, tiene una visión de las cosas, las percibe y evalúa según el lugar que ocupa en ese mundo: cada uno de los agentes sociales comprometidos en una situación determinada, actúa y percibe su acción y las de otros, a partir de su lugar y, más precisamente, de su posición en el espacio social, que siempre es definida por relación al conjunto global de posiciones (Gutiérrez: 2001).
5 Un campo es una abstracción, es un espacio social de acción y de influencia en el que confluyen relaciones sociales específicas. Las relaciones quedan delimitadas por la posesión o producción de una forma determinada de capital, propia del campo en cuestión. Cada campo es autónomo; la posición dominante o dominada de los participantes en el interior del campo depende en algún grado de las reglas específicas del mismo (García, 2012).
6 El concepto de arbitrariedad supone introducir una distinción entre los saberes disponibles: unos son los saberes legítimos y dominantes, y otros son saberes subordinados. Esta dominación en las sociedades modernas, socialmente diversificadas (según criterios de nivel socioeconómico, etnia, cultura, regiones, religiones, etc.) no tiene una manifestación simple, sino que adquiere una existencia extremadamente compleja.
7 El sistema de cargos tradicionales consiste en un número de tareas que están claramente definidas y que se rotan entre los miembros de una comunidad, quienes asumen el cargo por un periodo corto de tiempo después de lo cual se retiran a su vida normal por un largo periodo de tiempo. Los trabajos a ejecutar están ordenados jerárquicamente y el sistema de cargo comprende a todos los miembros de la comunidad exceptuando a las mujeres. Los cargueros no reciben pago alguno durante su periodo de servicio, por el contrario, muy a menudo el pago significa un costo considerable en tiempo de trabajo perdido y en gastos en dinero en efectivo, pero como compensación el cargo confiere al responsable un gran prestigio en la comunidad. El sistema de cargos comprende dos jerarquías separadas, una civil-política y una religiosa, pero las dos jerarquías están íntimamente relacionadas, y después de haber asumido los cargos más importantes del sistema un miembro de la comunidad es considerado como "principal" (Korsbaek, 1996: 82). También el sistema de cargos desempeña un importante papel en "el eslabón entre la jerarquía secular y religiosa enlazado la composición ecológica, las costumbres locales, el ciclo ritual anual del sistema agro-económico de las localidades." (Torres, 2003: 43)
8 Retomando la teoría del campo de P. Bourdieu para señalar que este espacio social estructurado y estructurante que se encuentra compuesto por instituciones, agentes y prácticas son las que permiten una socialización que suministran a los agentes, las normas y reglas vigentes a seguir. Es así que las instituciones (sistema de cargos, tequios, cabildos, consejo de ancianos, etc.) son las que coadyuvan a comprender que el campo es el espacio depositario de las condiciones sociales, marcan y hacen posible la normalización de la conducta individual o grupal que presentan los pobladores de estas localidades, y que paradójicamente propicia la exclusión de las mujeres en asuntos de gobierno y la toma de decisiones, ya que estos espacios es construidos por la lógica masculina.