Teresa de Jesús Andrade (CV)
Universidad de Mindelo
Alicia de la C. Martínez Tena
Universidad de Oriente
teresandrade87@gmail.com
RESUMEN
Los cambios que se suscitan en las maneras de consumir están modificando los comportamientos en individuos y grupos sociales, cada vez más visibles en nuestros entornos familiares, citadinos y rurales. Estos cambios revelan la capacidad que tienen los actores sociales para apropiarse de los bienes, así como los modos de emplearlos. Precisamente el artículo quiere sugerir algunas líneas teóricas que permitan ver los procesos de consumo como algo más complejo que la relación entre medios tecnológicos y comunicación y focalizar la atención en las prácticas culturales reproductoras de los nuevos escenarios en que hoy se producen las apropiaciones simbólicas.
Palabras claves: consumo cultural, mediaciones culturales, globalización, prácticas culturales.
Introducción.
El auge acelerado de las tecnologías de la información y las comunicaciones aunado a la universalización de los mercados y la ruptura de los límites espacio-temporales hacen ineludible la reflexión sobre los consumos culturales y las nuevas tecnologías, de cuya relación se colige que se está en presencia de nuevas prácticas de consumo contenedoras de modos de actuación en los niveles de individuo, grupos y familia.
Vivimos en una sociedad mediatizada, donde el flujo global de imágenes, noticias y opiniones, constituyen hoy día gran parte de los nuevos mapas culturales y en los que los individuos instauran dentro de los territorios espaciales, sus maneras particulares de explicar las realidades.
Las industrias culturales del entretenimiento nos ofrecen una visión homogeneizadora de la globalización y que a su vez, nos permiten advertir las tendencias hegemónicas y homogeneizantes que acompañan la globalización cultural y comunicativa.
La multiplicación de canales televisivos y las formas de comunicación como el correo electrónico y la TV satelital, han abierto la posibilidad para la instauración de nuevos procesos comunicativos de tipo transnacional y han conducido a la fragmentación de gustos y a la construcción de imaginarios colectivos; a su vez, incentivan una sutil batalla en la apropiación de bienes simbólicos generadoras de diferenciaciones sociales.
El consumo de productos mass-mediáticos ha creado dentro de la sociedad moderna nuevas formas de interacción y relaciones. Los medios de comunicación (en especial aquellos ligados a la comunicación telemática y electrónica) han formado territorios virtuales, los cuales son capaces de movilizar ideas, opiniones y nexos sociales; y en muchos de los casos, adicciones.
En un contexto de crecientes procesos de globalización y de reestructuración de los
referentes identitarios, las nuevas tecnologías de la información y el entretenimiento se han convertido en símbolos distintivos de las transformaciones urbanas hasta ubicarse en los espacios privados donde adquieren mayores connotaciones. Vertiginosamente se van fusionando el mercado y los procesos de interacción social y simbólica de los sujetos hasta llegar a ser un elemento constitutivo de las relaciones intersubjetivas que se dan en los espacios urbanos. (Bermúdez, 2002).
Un aspecto significativo que caracteriza a los actuales procesos urbanos, lo es la presencia de prácticas culturales que paulatinamente se van insertando en los tejidos asociativos y algunas de ellas, las referidas a los consumos de los aparatos tecnológicos, se entrelazan fuertemente en las relaciones sociales de segmentos de la población. Se reproducen de esta manera los nuevos andamiajes de la sociedad en el que se colocan estructuras e instituciones en franco diálogos con los mercados.
I.- El desarrollo tecnológico y mediaciones en las sociedades globalizadas.
La globalización es ya percibida como un fenómeno que abarca todos los procesos sociales e impacta a los diversos campos de la actividad social de las sociedades nacionales de maneras diferenciadas, con consecuencias muchas veces contradictorias y no necesariamente unívocas.
Con la irrupción y masificación de las nuevas tecnologías de información y comunicación, las formas de acceder a los bienes culturales no se define por la capacidad monetaria disponible de las personas, sino en la posibilidad de acceso a una pantalla o a un dispositivo digital, con mensajes ideológicos bien definidos y pensados para “atrapar” nuevos segmentos de la sociedad. Al respecto Appaduraia expone y argumenta:
“Estos media transforman el campo de la comunicación porque ofrecen nuevos recursos y nuevas disciplinas para la construcción de sujetos y mundos imaginarios… A través de efectos como su inmediata absorción dentro del discurso público y la tendencia a ser asociados con lo fascinante, cosmopolita y nuevo, los media electrónicos (ya sean ligados a la información, política, vida familiar o entretenimiento) tienden a intervenir y transformar otras formas contextuales de alfabetización”. (Appadurai 2001:16).
Los medios de comunicación a través de la masificación de la información, lecturas, placeres y formas de entretenimiento, han contribuido notablemente a que grupos de personas comiencen a imaginar y sentir cosas colectivamente. De manera fundamental, el uso de los medios de comunicación transforma la organización espacial y temporal de la vida social, creando nuevas formas de acción e interacción, y nuevos medios de ejercer el poder, disociados del hecho de compartir un lugar común.
Appadurai (2001), afirma que las mutaciones tecnológicas ocurridas en el último siglo han conducido a afianzar la acción de la imaginación como hecho colectivo y en base a ello, formas de capitalismo electrónico pueden producir efectos más fuertes que los planteados por Anderson. El autor argumenta que en la modernidad, la acción del imaginario colectivo es alimentada por los mass media electrónicos y los movimientos migratorios. En este sentido se genera una nueva política cultural del moderno global, donde la imaginación colectiva actúa no sólo en el ámbito del estado-nación, sino que crea “comunidades imaginarias” transnacionales y desterritorializadas.
Las nuevas tecnologías se unen al diseño para instalar en grandes espacios de las ciudades, verdaderos y gigantescos centros comerciales, y que la literatura ha conceptualizado con el nombre de los Shopping Center (Sarlo: 2001). Los Shopping Center devienen en estructuras comerciales que a su vez, estructuran prácticas de consumo cultural las que reproducen las actividades cotidianas: comer, beber, descansar. Plácidamente, los que acceden a este tipo de establecimiento, pueden estar aproximadamente entre 2 y 8 horas donde el tiempo es distribuido en una diversidad de ofertas que van desde los juegos electrónicos, hasta el cinema.
El encuentro en las plazas, las calles, las comunidades ha sido desplazado por estas “localidades fortificadas” (Medina, 1997). Los malls1 se constituyen en estos nuevos espacios de cohesión social; familias, y grupos sociales acuden para satisfacer determinada necesidad estimulada por la propaganda y comercialización de sus ofertas. Podemos afirmar que con los Shopping Center se ha iniciado una nueva era del consumo simbólico de bienes y servicios de la cultura, estructural y funcionalmente. Se ha comenzado a pensar en las prácticas sociales como prácticas culturales. Es un dar cuentas de las pautas diferenciadoras del consumo cultural.
¿Qué significa lo apuntado? Empezar a considerar a las prácticas sociales como prácticas cotidianas a partir del significado simbólico y que nos remite inobjetablemente a la cultura. Las prácticas sociales nos hablan de las historia de las mentalidades, de la moda, de las violencias simbólicas, de las distribuciones del poder simbólico. (Martínez y Expósito: 2007)
Ese contexto nos conduce a reflexionar acerca de las realidades en las que hoy vivimos, y nos permite vislumbrar importantes transformaciones que son generadas por la globalización cultural. Como ya se ha afirmado, la aparición de sofisticados aparatos tecnológicos impacta en las prácticas culturales, en los comportamientos de individuos y grupos, en los estilos de vida de los ciudadanos y por consiguiente, en nuestros consumos. En tal sentido Bueno y Márquez (2003) llaman la atención en que la globalización, a través de los consumos mass mediáticos, acentúa la construcción de flujos locales y globales los que permiten el acceso a prácticas universales y transterritoriales a partir de los escenarios comunicacionales. Las industrias de la comunicación y la cultura se han convertido hoy en un campo estratégico para el desarrollo socioeconómico y cultural del país.
La compra de un producto nuevo, como un ordenador, cámara, móvil, simbólicamente produce un inmenso placer y plenitud, y por lo general proporciona estatus y reconocimiento al comprador, dígase, distinción; sin embargo, a medida que esa sensación de haberse apropiado de un bien altamente valorado por las industrias del consumo va perdiendo significado, surge la necesidad de centrar su ilusión en la próxima y prometedora compra. Es un ciclo que reproduce un status y una posición social dentro de la pirámide socioclasista, pero también, problemas sociales asociados a las posibilidades reales que tienen los individuos para apropiarse del bien cultural, entre el querer, poder y tener.
Tratándose de un contexto en el que nos encontramos con prácticas y productos heterogéneos éstas nos convoca a cambiar las preguntas que nos permitan comprender el mundo de las significaciones: ¿qué hacen las personas con lo que consumen? Y nos ofrecerá una pluralidad de usos en las apropiaciones simbólicas, con lo cual, la mediación de las industrias culturales en los procesos de consumo cultural pueden ser ubicados en los entramados de la intersubjetividad. Se produce así la dialéctica de lo objetivo (significante) y lo subjetivo (significados).
Las nuevas tecnologías como mediaciones, están incidiendo en las maneras en cómo se están conformando las formas culturales, lo cual nos lleva hacia la interpretación y explicación del consumo como un hecho social, diverso y plural. La cultura cotidiana de la mayoría de los segmentos de la población se parece cada vez más a las ofertas y modelos culturales de los medios de comunicación. Las industrias del entretenimiento como la televisión, y la música (video clip) favorecen con mayor rapidez las entradas a la modernidad que las lecturas de libros. He aquí otra de las paradojas que nos regala la globalización cultural.
II.- Globalización, industrias culturales y la universalización de la cultura
La globalización hoy día resulta ser para muchos una novedad si se toma en cuenta la incidencia que tienen los medios de comunicación para divulgarla; sin embargo, desde la perspectiva histórica, la humanidad ha sido testigo directo de uno de los procesos de mayor alcance mundial que se hayan conocido, pues la globalización no es más que el resultado natural de entrelazamientos y entrecruzamientos de políticas económicas, sociales y culturales en las que interactúan simultáneamente actividades diversas, generadas por un sistema de múltiples centros hegemónicos ubicados en escenarios geográficos distintos y desde donde se elaboran y divulgan los conceptos de civilización, cultura, democracia y desarrollo. (Martínez y Expósito: 2003)
Para Néstor García Canclini, la globalización supone una interacción funcional de actividades económicas2 y culturales dispersas, bienes y servicios generados por un sistema con muchos centros, en el que importa más la velocidad para recorrer el mundo que las posiciones geográficas desde las cuales se actúa y sugiere que estos procesos de globalización han creado una hibridación de culturas que sólo podremos entender si repensamos nuestra condición global, las políticas culturales, la creatividad y hasta el arte.
Más allá del eslogan, García Canclini elabora un marco conceptual con una clara intención de acción, sugerido en el cierre de La globalización imaginada (1999), pues anota que se debe avanzar el movimiento de intercambios fluidos entre intelectuales y artistas de los países latinoamericanos, europeos y Estados Unidos requiere planes orgánicos de investigación científica y cultural transnacional, acciones que representen las búsquedas multiculturales en los medios masivos donde se informan las mayorías para que no sean sólo los intereses mercantiles los que diseñen y comuniquen las imágenes en las que nos reconocemos o rechazamos.
Las sociedades nos brinda la posibilidad de advertir cómo la cultura se organiza en un sistema de máquinas productoras de realidades simbólicas que son transmitidas a los públicos consumidores de bienes simbólicos. (Brünner, 1992:25). Hablar de consumo cultural, mediaciones y prácticas culturales, se alude una trilogía gnoseológica, y nos permite necesariamente, incursionar en los andamiajes de la globalización que, a la vez, es sinónimo de desarrollo, cambios, transformaciones. Según Raúl E. B. Martiatu, la globalización entraña la construcción de nuevas características humanas, las que incluye los valores, los hábitos, actitudes, concepciones, patrones de conducta y que son resultantes de su desarrollo cultural (2007).
La globalización está presente en la realidad y en el pensamiento. Manuel Castells, afirma que nuestros sistemas de creencias y códigos producidos a lo largo de la historia, han sido profundamente transformadas, y con el tiempo y por el nuevo sistema tecnológico, más lo serán. Para este autor, vivimos en la ciudad de la información, un mundo interconectado donde las sociedades y los espacios se relacionan entre sí a través de nuevas redes de comunicación.
El espacio de los flujos de capitales y de los medios empresariales transnacionales coexiste con el espacio de lo cotidiano de la mayoría de la población. Este segundo espacio es siempre más local, más territorial, más ligado a una identidad, un barrio, una etnia o una nación. El espacio de la identidad es siempre más local, mientras que el espacio de la función es siempre más universal. Este proceso implica la existencia de una "ciudad dual", con estructuras sociales y económicas contrapuestas. El dualismo estructural se encuentra en una serie de sectores: el desarrollo de la información, el declive de la industria, la degradación y la recalificación de la mano de obra, la distinción entre trabajo formal y trabajo informal: todos esto elementos conducen a una diferenciación de los modelos familiares, de los usos del espacio urbano. Sin que produzcan dos mundos sociales diferentes, desembocan en una multiplicidad de universos sociales fragmentados, sin fronteras precisas y sin una verdadera comunicación recíproca. (Castells: 1995)
Indagar la globalización 3 nos remite a la cuestión de la comunicación que a su vez está vinculada a la mediatización y difusión de la cultura. Las industrias culturales producen y distribuyen informaciones como mercancías que se organizan en torno a redes, contenedoras de la nueva morfología social de nuestras sociedades.
Para Octavio Ianni (1996) en su libro “Teorías de la Globalización”, introduce el concepto “fabrica global” el cual alude a las industrias culturales, más allá de cualquier frontera, en el que se articulan el capital, la tecnología, la fuerza de trabajo, la división del trabajo social y otras fuerzas productivas4 , por su parte García Canclini explica que la globalización nos conduce a representarnos el mundo cómo mercado global o “cultura-mundo” (Canclini: 1989, 1996, 2002). A. Giddens (2000) denomina “la sociedad cosmopolita mundial” con el que significa la estandarización de procesos culturales desde los accesos a los productos de la cultura llevados de la mano por las industrias culturales.
En efecto, las industrias culturales destinadas al mercado de grandes consumos y soportados en periódicos, revistas, libros, programas de radio, emisiones de televisión, video clips, fax, redes de computación y otros medios de comunicación, información y fabulación, disuelven fronteras, agilizan mercados y masifican los consumos. En las industrias culturales impera la lógica de la diversificación y renovación permanentes: de la producción al consumo.
Las industrias culturales nos vislumbra el nuevo contexto: un contexto de transformaciones sociales, de escenarios internacionales y nacionales, de las atmósferas culturales generadas (Barbero: 2003); las sociedades pasan a incorporar bienes materiales y simbólicos debido a la apertura de las fronteras geográficas y la consecuente internacionalización. Ha nacido una especie de “hipercultura universal”, que trasciende, pues las fronteras han comenzado a ser desdibujadas para dar entrada a los productos en el mercado cibernético (Lipovetsky y Serroy: 2010). Se registra una cierta “excrecencia” de los productos, de las imágenes y de la información.
En esta trama resultan, indudablemente, importantes imbricaciones entre la cultura y la comunicación (Barbero, 2003) para mostrarnos una “hibridación intercultural” a través de la circulación cada vez más libre y frecuente de personas, capitales y mensajes que cotidianamente interconectan muchas culturas (G. Canclini, 1996), resultando una mezcla de capitales humano, cultural y económico.
Con la apertura económica a los mercados globales y los procesos de integración regional, fue reduciendo el papel de las culturas nacionales, de la que emerge una cierta tecnificación de las relaciones sociales, documentada en todas las acciones y en la propia relación social. En este contexto, Giddens (2008) señala que el tejido social se va fragilizando ante una cierta omnipotencia de los medios masivos y Jean Baudrillard (2009) enfatiza que “(…) los medios electrónicos como la televisión, transformó la propia naturaleza de nuestras vidas (…)” y por lo tanto, nuestras prácticas (2009:56).
Los tejidos sociales han comenzado a fraccionarse y los referentes de identidad propugnan conflictos y contradicciones ante la modernidad desbordada. Las culturas se globalizan y se han ubicado progresivamente en un ensamblado multinacional, una especie de articulación flexible de partes, un montaje de rasgos que cualquier ciudadano de cualquier país, región o ideología puede leer y usar. Lo apuntado el “sentido subjetivo” en la comprensión del concepto de acción social de Max Weber, ya que los ciudadanos no son recipientes pasivos de los mensajes de los medios de comunicación social Giddens (2008:42-43).
Los fines y los valores son constituidos alrededor del mercado (Ianni, 1996), la cultura que ya no se separa de la industria mercantil y presume una vocación planetaria. Los códigos y mensajes se diseminan en todas las dimensiones de la actividad humana: cine, televisión, radio, discos, internet, adjetivando los nuevos escenarios. El mundo de ayer preconizó la cultura como sistema de signos distintivos, comandados por las luchas simbólicas entre grupos sociales, que se organizaba alrededor de puntos de referencias sagradas e institucionales; hoy asistimos al mundo de la economía política de la cultura y de la producción cultural incesantemente renovada y controlada por el mercado.
Marcelino Bisbal refuerza esta reflexión: “estamos en presencia de “otro territorio” en donde la globalización de nuestras vidas y la mundialización de la cultura están determinando muchas de las formas que estamos asumiendo por encima de la escuela, la familia, la iglesia y todos los “aparatos” institucionalizados para la transmisión y preservación/conservación de objetos de la alta cultura”. (2001:3)
III.- Consumo cultural y prácticas culturales.
La comunicación de masas se define como un bien de consumo, que refleja la apropiación desigual de bienes y símbolos. Barbero (1987, en N. Jacks: 1994) realza la importancia de las mediaciones en las prácticas, teniendo en cuenta que producen y reproducen los significados sociales, siendo el “espacio” el que posibilita comprender las interacciones entre la producción y la recepción. El espacio es el lugar de las prácticas sociales a través de la sociabilidad, de la ritualidad y de las costumbres arraigadas. Los medios de comunicación se expresan como nuevas instituciones políticas. De este dialogo entre la cultura y la comunicación que se configura, se pasó de los medios a las mediaciones, de las mediaciones a las hibridaciones, al consumo cultural (Vargas: 2005)
Sobre el concepto de consumos culturales se escriben notorios ensayos, artículos e investigaciones. Se está en presencia de una serie de visiones del consumo cultural5 . Así se puede considerar el consumo de cualquier tipo de mercancías como una práctica cultural en tanto las mercancías “sirven para pensar”, “sirven para construir un universo inteligible” (Sunkel: 2002), el consumo cultural es el conjunto de procesos socioculturales en el que se realiza la apropiación y los usos de los productos. (Sunkel: 2002).
Michel de Certeau (1996 en G. Sunkel: 2002) presenta al consumo asociada a la noción de usos sociales y en este sentido, según él, es una práctica de producción invisible, hecha de ardiles y astucias, a través de la cual los sectores populares se apropian y resignifican el orden dominante.
El consumo cultural se inserta a un sistema de prácticas, así como también, a un momento y a un lugar o sea, el consumo es siempre vinculado a un tiempo y un espacio determinados, en donde se puede leer prácticas culturales diversificadas, teniendo en cuenta los tipos y espacios de consumo. Son en los espacios en donde se desarrollan las prácticas cotidianas que estructuran los usos sociales de la comunicación, constituyen ‘lugares’ de mediaciones (Mantecón: 2002). Las prácticas tienen entonces un papel estructurador de los consumos culturales, de los usos sociales de los bienes materiales y simbólicos.
Para Ricardo C. Soto (2008)6 , por prácticas culturales las podremos definir en un primer momento, como las actividades específicas que realizan las personas dentro de un campo cultural determinado (artístico, académico, religioso, deportivas, escolares, científicas, etcétera), y que están orientadas a la formación y/o a la recreación, presuponiendo que son espacios sociales que se van abriendo y consolidando históricamente (procesos de secularización cultural), que al interno de cada campo hay lógicas específicas, así como en cada uno de ellos hay procesos de formación “disciplinaria” de artes, técnicas o saberes con diferente profundidad, en cuanto a la percepción, sensibilización, nivel de práctica para el dominio técnico, conocimientos de ciertos códigos de esas prácticas y las formas de participación y organización de cada campo.
En la construcción de un marco teórico para explicar los procesos del consumo cultural, se ubica con mayor fuerza el de asumir al consumo como apropiación. Ello hace distinguir que las prácticas y conductas sociales se orientan por pautas y normas sociales. Las autoras de este artículo coinciden con el sociólogo español Callejo (1995) el cual sugiere la recuperación del concepto de uso, pues permite observar el consumo desde dos caras: como formas y como estrategias de consumo. Preguntarnos por las formas de consumo de un objeto significa adentrarnos a las vivencias temporales y espaciales de tal consumo y a su vez, advertir el proceso de estructuración y la manera en que un determinado sector social vive su posición en la estructura social.
Esta aseveración permite entender el estudio del consumo cultural no sólo como la indagación estadística del modo en que se compran las mercancías, sino también el conocimiento de las operaciones con que los actores sociales seleccionan y combinan los productos y los mensajes, conocer cómo los consumidores mezclan las estrategias de quienes fabrican y comercian los bienes con las tácticas necesarias para adaptarlos a la dinámica de la vida cotidiana. Las prácticas culturales reproducen la relación entre la acción y la estructura, pues ellas sólo existen en y mediante las actividades de los agentes humanos y que se hace posible debido a la existencia de normas y recursos, A. Giddens (2008).
Los consumos culturales estructuran la vida social actual y se imbrican profundamente en la trama de las prácticas sociales. El consumir un determinado bien cultural, de forma asidua, convierte a la práctica en rito, y ella es un mecanismo clave para los que, en particular, la vida cotidiana y en general el mundo social, se ordenen y adquieran consistencia social.
Conclusiones.
Con el incremento de los procesos de globalización se han registrado y documentado una gran proliferación de bienes materiales y simbólicos y una amplia oferta de servicios. Estos elementos contribuyen a dibujar nuevos rostros y mapas culturales desbordando fronteras de la mano de los medios de comunicación masivos. Las sociedades globalizadas han planteado desafíos cada vez más crecientes a las ciencias sociales, una vez que confiere nuevos significados a los individuos y a las sociedades, modos de vida y nuevas formas de cultura.
En las prácticas culturales, cobra importancia fundamental, las mediaciones, tales son los propios medios masivos de comunicación, la familia, la educación en general como instituciones mediadores de la cultura. Y por lo tanto, los consumos culturales constituyen prácticas culturales. En las prácticas regístrense acciones que traducen el sentido/motivos o lo que es pensado e interpretado subjetivamente por los agentes.
En el consumo cultural están involucrados no sólo el hecho de la apropiación, sino también las variables de los usos sociales, la percepción/recepción, el reconocimiento cultural, así como la construcción de nuevas identidades en sentido de pluralidad, diversidad, inclusión y exclusión
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1 Los “Malls” son centros comerciales que ofrecen una gran variedad de bienes y servicios y con espacios para el esparcimiento y de carácter colectivo. En la actualidad son esencialmente cerrados y e incluso con réplicas de los espacios de la ciudad. Un ejemplo de ello es el que se encuentra en el centro comercial de la ciudad de Veracruz, puerto; es una réplica de la plaza San Pedro, de Italia.
2 En donde se van emerger las llamadas sociedades de consumo, que aparecieran como consecuencia de la producción en masa de bienes (activada por el taylorismo y el fordismo), en el que era más fácil fabricar los productos que venderlos, por lo que el esfuerzo empresarial se desplazó hacia su comercialización (publicidad, marketing, venta a plazos, etc.), véase Ana Carrasco Rosas, La Sociedad de Consumo: Origen y Características, en “Contribuciones a la Economía” es una revista académica con el
Número Internacional Normalizado de Publicaciones Seriadas
ISSN 16968360, Universidad de Jaén, www.eumed.net
3 Que sin duda ha resultado del liberalismo, en donde la creencia en la libertad y en el bien estar de los individuos se opera; se acredita en la idea evolucionista del progreso social.
4 La nación y el individuo ya no son “hegemónicos”, han sido subsumidos formal o realmente por la sociedad global, por las configuraciones y por los movimientos de la globalización. Ianni (1996).
5 Uno de los temas que suscita una mayor interés es el consumo cultural. Precisamente la diversidad de enfoques y perspectivas ha contribuido a su compartimentación y desconexión entre las ciencias sociales. Existen teorías económicas, sociológicas, psicosociales y antropológicas sobre lo que ocurre cuando consumimos; se desarrollan teorías literarias sobre la recepción y teorías estéticas acerca de los modos en que se consumen los bienes artísticos. A pesar de la proliferación de estos estudios, es débil aún la perspectiva sociocultural pensada también en los procesos de comunicación y recepción de bienes simbólicos.
6 Realza, el autor, que mientras mayor es el nivel de estas prácticas a nivel social, las personas amplían durante estas prácticas y procesos su visión cultural. Estas prácticas culturales incluye otras formas de expresión y participación no solo las institucionalizadas por la cultura oficial, sino también otras prácticas de la “cultura popular”.