Maximiliano E. Korstanje (CV)
maxikorstanje@arnet.com.ar
Universidad de Palermo
Resumen
El presente ensayo explora no solo los efectos de los descensos deportivos en el futbol argentino, sino la relación que existe entre el discurso moderno de seguridad y la caída de los así llamados por el público, cinco grandes. Apelamos a la construcción de un arquetipo del heroísmo que puede aplicarse a las lógicas de los deportes modernos. En particular, defendemos la tesis que apunta la modernidad funciona gracias a dos movimientos antagónicos pero bien combinados. Centrados en el caso del último descenso del club Independiente, dos conclusiones pueden esbozarse, una y tal vez la más angustiante es el declive de todo lo conocido, la idea de que progresivamente todas nuestras certezas se transforman en incertidumbre pura. Como los grandes en este deporte, las instituciones en general se encuentran atravesando un gran cambio. Segundo, la caída evoca la necesaria recuperación para una posterior sacralización del cuerpo-deportivo. Lejos de significar la desintegración total de un Club, el descenso de los grandes reorganiza las solidaridades aumentando no solo los ingresos por entradas (ya que en los hinchas se despierta la necesidad de ayudar a su club) sino que además, el “amor” y la pasión por el club aumentan. El horror del descenso se sublima lentamente en el “amor por el club” que perdió todos los honores. Como la muerte misma en cualquier comunidad, la caída, en estos casos, evoca un aumento en las lealtades colectivas. Un efecto similar al que experimenta una comunidad luego de un desastre.
Palabras Claves. Descenso deportivo, Modernidad, Heroísmo, Masculinidad, Catástrofe.
Introducción
El fútbol es antes que nada un deporte inserto en cuestiones sociales y culturales más profundas. Su dinámica, rituales, roles y reglas se encuentran insertas en lo que Johann Huizinga llamó lucha agonal. Los hombres viviendo en sociedad desarrollan una extraña habilidad por la competencia. Con el fin de no dañarse entre si, establecen relaciones en tensión que se encuentran circunscriptas a determinados fines. El deporte en general, y el fútbol en particular ponen en cuestión toda una gama signos donde los grupos acriben a identidades específicas. Cada contendiente no solo emula las características de su grupo, o cultura, sino que pone al arbitrio del azar la resolución de la contienda (Huizinga, 1968). Korstanje, por su parte argumenta, que el fútbol toma una característica que es puramente bélica y estamental donde el conflicto y la masculinidad son sus piedras angulares. La violencia en los espectáculos deportivos se explicaría por medio de la negociación de identidades en pugna, que de alguna u otra forma, quedan al descubierto en una batalla (Korstanje, 2012). Por demás interesante, ha sido el abordaje de E. Dunning y N. Elias (1992) respecto al rol que juega el futbol dentro del proceso civilizatorio occidental. Existe un ego subjetivo que se construye por la configuración de habilidades y ritos internalizados. La regla deportiva no solo apela a un discurso específico, sino que además predispone a la persona en relación con otros. Este proceso de alteridad experimenta un declive en los grados de violencia ejercido pero ese declive es funcional a un aumento en la emotividad. Los expertos examinan profundamente el rol de la violencia en los deportes antiguos y medievales, estableciendo que, en la modernidad el refinamiento del contacto físico ha coadyuvado para que las personas utilicen estos espacios como lugares de catarsis y clímax emocional. No obstante, dadas ciertas condiciones, estas emociones se tornan disfuncionales al orden societal.
Discusión conceptual
Tenemos hasta aquí, dos líneas de análisis bien definidas. Primero, los deportes se encuentran sujetos a reglas y discursos que hablan de la forma la sociedad se organiza en forma interna. Segundo, existe un riesgo escondido en cada confrontación como si se tratase de vivir o morir, un límite simbólico en donde el peligro controlado, desprovisto de sus aspectos más virulentos y negativos se hace dócil. El fracaso deportivo es vivido por las sociedades como una falla de la propia masculinidad percibida frente a otros colectivos, otras naciones, equipos o grupos. Paradójicamente, existe en todo torneo un solo ganador y muchos perdedores. El fútbol es antes que nada un deporte, y en tanto a tal, crea sistemáticamente más ansiedad y violencia que luego es reabsorbida por el mismo sistema social. Cuando un equipo pierde su categoría o “desciende” lo que está en juego no solo se refiere a la reputación del club, sino además a procesos mito-poieticos más profundos inscriptos desde hace mucho tiempo en la sociedad. La frustración es liberada para ser absorbida por la esperanza de la consagración; el equipo que hoy desciende mañana regresa a la categoría que abandona.
Particularmente, F. Bauza (2007) ha establecido guías conceptuales más que interesantes para comprender como funciona el mito del héroe, dentro del deporte moderno. Se da en todas las culturas una semántica vinculada al heroísmo; este discurso, se forma con los llamados héroes quienes son personajes o entidades cuyas características trascienden los límites de la normalidad. Este grupo de elegidos se distingue por sus hazañas, la mayoría de ellas los llevan a ganar una gran estima dentro de la comunidad. El arquetipo heroico, admite Bauza (2007), tiene características particulares como ser:
Siguiendo esta explicación, Bauza (2007) admite que existe un esfuerzo denodado por ciertos grupos de asociar lo heroico con el deporte. En parte, el deporte condensa muchas de las funciones propias del héroe como ser el sufrimiento, el sacrificio y la gloria. La necesidad de comprender como se dan las lógicas evolutivas de los deportes, es una manera convincente de comprender como funciona la sociedad. Los espectáculos deportivos ponen en funcionamiento verdaderos mecanismos simbólicos que se anclan en un mito precedente.
Por otro lado, la sociología moderna ha disipado ciertas dudas respecto a los problemas que trae consigo la modernidad, como ser incertidumbre, declive de los lazos sociales y ansiedad. A. Giddens (1991) sugiere que las instituciones están atravesando un cambio significativo en sus propias funciones debido a un proceso de “reflexivilidad” donde la información juega un rol importante.
La modernidad.
D. Harvey (2004) sugiere que si “Ilustración” propugnaba la idea que el mundo podía ser descrito y controlado sólo sí los hombres aceptaban que todo problema tenía una univoca causa, para la posmodernidad los problemas son multi-causales y su etiología totalmente subjetiva. Ciertamente, el cambio pudo haberse producido, admite Harvey, por el malestar que había provocado la Ilustración y una pérdida de fe “progresiva” en el avance del progreso. La desigualdad de las clases sociales, asimismo, producidas por el avance del capitalismo fue otro factor de quiebre epistémico que asumía la idea que las cuestiones del hombre requerían múltiples respuestas, nace así una especie de relativismo que reemplaza al argumento científico de la Escuela de Viena por una “hegemonía” de las cualidades sensibles del sujeto. Éste por medio de su percepción podría construir diversas realidades, cada una ajustada a sus propias expectativas. La novedad, es que según está lógica, no habría un “mundo real” sino varios mundos construidos y presentados como “reales”. Se da, en resumen, progresivamente una serie de quiebres y fragmentaciones de saberes que conllevan a una confusión metodológica subordinada a una lógica de consumo capitalista y a una vida social basada en el cálculo racional de los efectos (especulación). Esa incesante incertidumbre e inestabilidad sentaron las bases para el advenimiento de un miedo constante el cual puede observarse en todos los aspectos importantes de la vida en sociedad. Cabe aclarar que el primer modernismo, hasta 1945, fue “heroico” pero atravesado por el “desastre”. Posterior a ese proceso, sobrevino un “modernismo alto” en donde se enfatizaban los valores del progreso y la emancipación de la Ilustración; pero la racionalidad del alto-modernismo dio lugar a una nueva forma estética, el posmodernismo; movimiento por el cual la alineación del hombre-maquina promovida por ciertos sectores artísticos y culturales fue absorbida, elaborada y canalizada por los grupos políticos en una ideología liberal específica.
A diferencia del modernismo, el posmodernismo parte de varias narrativas todas ellas consumidas dependiendo del contexto del sujeto, sin un lugar de poder fijo sino simplemente transmutable. Si una de las características fundamentales de la modernidad es hablar por los otros pero bajo un único argumento, la posmodernidad enfatizará en que todas las minorías tienen su propio derecho a expresarse y a ser aceptados (concepción pluralista). Los textos narrativos de los actores serían complejos textos y voces que anteceden y destruyen la posibilidad de instaurar cualquier meta-narrativa. Básicamente, el posmodernismo quiere perfilarse como una forma de experimentar y estar en el mundo pero su fragmentación conlleva a un problema psicológico el cual no ha sido observado en otras épocas, el riesgo, la ambigüedad y la incertidumbre (Harvey, 2004). En este sentido, Jameson hace referencia a lo posmoderno como un collage en donde predomina la superficialidad, el impacto “instantáneo” que reverencialmente se sustituyen animismo en el tiempo. El posmodernismo, no sería otra cosa, siguiendo este desarrollo, que una lógica subyacente del capitalismo tardío (Jameson, 1984).
Entre tanto el concepto de cultura juega un rol primordial en la configuración de escenarios estéticos, cuyo valor agregado, conllevan a una estimulación en el consumo. Si para Jameson, el quiebre de la modernidad es cultural en D. Harvey es económico. La ruptura entre la posmodernidad con la modernidad nace de la crisis Árabe-Israelí en 1973 que puso en vilo a todo el mundo Occidental por el embargo a las exportaciones de petróleo. Como resultado de un aumento en las fuentes energéticas, el capital existente tuvo que diversificarse hacia el préstamo y una posterior acumulación flexible. De esta forma, las nuevas económicas de mercado hicieron un fuerte énfasis en el signo como criterio de consumo principal. Si la lógica fordista de montaje exigía a los fabricantes tiradas de productos seriadas, la nueva forma económica se centró en el consumo a medida cuya reacción fue la creación de un capital global y móvil. Los constantes cambios que exige el capital móvil obligan a los consumidores no solo a vivir el día a día sino además a verse envueltos en un clima de constante incertidumbre donde la antigua compresión del espacio-tiempo se ha desdibujado por completo. La ilustración y la crisis de valores que ella despertó obligaron a mirar el mundo por medio de un nuevo prisma, los mapas. De esta manera las crisis subsiguientes del modernismo y posmodernismo empujaron a una nueva concepción de espacio y tiempo. La paradoja central de la posmodernidad, sin lugar a dudas, es cuanto menores son las barreras espaciales para la movilidad individual, mayor es la sensibilidad del capital a los cambios. En consecuencia, el incentivo para reciclar y diferenciar los lugares para atraer flujos de capital es un fenómeno más que interesante para investigar (Harvey, 2004). La modernidad ha hecho creer que incluso los gigantes políticos como la U.R.S.S pueden caer.
Por su parte, U. Beck admite que la sociedad moderna se encuentra apegada a un riesgo incesante que ya ha invadido y desdibujado a todas las clases industriales. Ese cambio de paradigma económico ha sobrevenido luego del Accidente de Chernobyl, donde el riesgo calculado se ha transformado en un global. La modernidad reflexiva ha vaciado el sentido de las instituciones, las cuales contenían los peligros del ambiente. Familia, Religión, Iglesia actúan hoy bajo la lógica del “como si” pero su influencia sobre los lazos humanos se ha debilitado sustancialmente. En un sentido de comunidad disgregada, el único elemento que mantiene a las personas en interacción es el riesgo (Beck, 2006).
En uno de sus trabajos recientes, N. Klein llama la atención sobre un nuevo término, “la doctrina del shock”. Dadas las incongruencias y desigualdades del mercado laboral estadounidense, el riesgo actualiza la necesidad de cambio, generando la predisposición necesaria para aceptar medidas que de otra forma serían ampliamente rechazadas. El “capitalismo del desastre”, agrega Klein, utiliza el miedo como un efecto dominador sobre la población a quienes el sistema privatizador no les da otra solución más que una promesa de falsa seguridad. Todo estado de crisis permite que se venda “al mejor postor” la infraestructura estatal a manos privadas a la vez que las personas se encuentran entre el trauma y el pánico. En su estado de vulnerabilidad, los sujetos aceptan cuestiones y reformas que de otra forma rechazarían radicalmente. Luego de una minuciosa lectura del libro en cuestión, la tesis de la doctrina del shock es clara a grandes rasgos, toda crisis real o percibida, da lugar a cambios concretos. El capitalismo necesita de escenarios de devastación para construir nuevas estructuras urbanísticas, como el caso de Sri Lanka, donde tras el Tsunami que conmocionara al mundo se levantaron lujosos centros turísticos. Su trabajo provee elementos e indicadores que ayudan a comprender como funciona el capitalismo moderno y su necesidad de destrucción cíclica (principio esbozado por Harvey) para una nueva creación (Klein, 2008). Si bien una catástrofe real climática o nuclear puede no ser comparable con un fracaso deportivo, existen lógicas similares que ameritan ser examinadas en profundidad.
Korstanje y Fernández-Montt (2011) argumentan convincentemente que todo desastre puede estar co-determinado por un solapado sentimiento de superioridad que despiertan en las comunidades los estados de emergencia. Cuando sucede lo peor, la comunidad tiene un tiempo para velar por sus muertos, pero luego de ese proceso de duelo se da cuenta que a pesar de todo, la comunidad sigue en pie. Ello despierta una serie de mecanismos que exacerban el yo nacional hasta llevarlo a sus propios limites. La respuesta a porque no ha desaparecido toda la comunidad se asocia en dos ejes temáticos, la fortaleza de la comunidad como una entidad ejemplar que es superior a otras comunidades, y la voluntad divina que ha deparado en la protección de los sobrevivientes. La misma observación puede llevarse al terreno del futbol. Siguiendo esta línea argumentativa, la personalidad heroica que prefiere el sufrimiento como criterio de distinción, se ha extendido como nunca antes. Todo héroe, para valerse de tal, debe haber experimentado una tragedia personal, en este caso el descenso.
Análisis de Caso
El caso del descenso del Club Atlético Independiente, conocido en Argentina como el rey de copas, le sigue al descenso anterior de River Plate. Ambos equipos son parte del futbol grande de la Argentina, y tienen otra cuestión en común, nunca experimentaron un descenso o pérdida de categoría. Tanto River como Independiente, forman parte de los llamados cinco grandes equipos junto a Boca Juniors, San Lorenzo de Almagro, y Racing. La asociación del Futbol Argentino divide sus categorías en siete: primera divisional A, Nacional B, Primera B metropolitana, Primera C, y Primera D para equipos del conurbano y Rosario. A la vez se le suma, para equipos del interior del país las divisionales Argentino A y Argentino B. Para que el lector comprenda mejor como funciona un descenso, es necesario mencionar que cada equipo suma sus puntos obtenidos y los divide por una cantidad de partidos X que son resultado de su permanencia en la categoría. Con los puntos obtenidos y la cantidad de partidos en la categoría se obtiene el promedio. Según las últimas modificaciones de la AFA, el promedio de los últimos tres equipos automáticamente pierde la categoría. El descenso para cualquier equipo “grande y emblemático” representa una afrenta, una mancha a su dignidad y reputación. Por lo general, aun cuando no es excluyente, la ansiedad y frustración que la gente siente ante un descenso es canalizado a través de diversas emociones que van desde el dolor hasta la agresión y la violencia.
El sistema de descenso por promedios fue instalado desde 1983. Aun cuando algunos señalaban que este sistema favorecía a los equipos grandes en detrimento de los pequeños, el hecho de haber visto como River Plate (uno de los equipos más representativos de los 5 grandes) descendía en 2011 no solo generó un pánico sin precedentes en otros equipos, que pensaban que el sistema de promedios resguardaba su seguridad y permanencia en la categoría, sino que además instauro una lógica hasta antes desconocida, no importa la historia de un equipo ni que tan grande es, cualquiera puede caer. Indudablemente, el descenso de Independiente y River (a los ya de San Lorenzo y Racing) demuestra que hoy es más importante para los equipos importantes estar pendientes de los puntos obtenidos que de lograr campeonatos y coronaciones intercontinentales. La lógica posmoderna de reflexivilidad parece ser por demás elocuente en este tipo de espectáculos y competencias. Empero, el héroe también cae para poder resucitar y regresar del más allá. El nacional B ocuparía el rol del hades, del infierno al cual los héroes deben descender para luego retornar como Cristo, Gilgamesh y otros. Como vemos el deporte también emula los arquetipos culturales. Dos conclusiones pueden esbozarse de la presente lectura, una y tal vez la más angustiante es el declive de todo lo conocido, la idea de que progresivamente todas nuestras certezas se transforman en incertidumbre pura. Como los grandes en este deporte, las instituciones en general se encuentran atravesando un gran cambio. Segundo, la caída evoca la necesaria recuperación para una posterior sacralización del cuerpo-deportivo. Lejos de significar la desintegración total de un Club, el descenso de los grandes reorganiza las solidaridades aumentando no solo los ingresos por entradas (ya que en los hinchas se despierta la necesidad de ayudar a su club) sino que además, el “amor” y la pasión por el club aumentan. La figura de los cinco grandes adquiere todas las funciones del héroe-antiguo, combinando la extraordinariedad por sus méritos pasados que se topan de lleno con la tragedia del descenso. Como sólo sobreviven los más fuertes, se da una especie de sacralización del sufrimiento, donde el equipo descendido retoma su clímax máximo luego que regresa triunfante del Nacional B (apoteosis del héroe). Desde entonces, y pese a todo, el vínculo del ciudadano para con el deporte (fútbol) y su club serán inquebrantables. Como bien lo infiere Bauza en su libro, El mito del héroe.. existe un gran peligro cuando las clases políticas intentan manipular los deportes modernos en vistas de sus créditos personales, o a favor de establecer determinados mensajes hegemónicos.
El horror del descenso se sublima lentamente en el “amor por el club” que perdió todos los honores. Como la muerte misma en cualquier comunidad, la caída, en estos casos, evoca un aumento en las lealtades colectivas. Esta observación micro-social, que puede en primera instancia hacerse sobre clubes de futbol de un país latinoamericano puede darnos pistas firmas sobre como funciona la misma modernidad. Ella opera sobre dos canales bien definidos, destruye las instituciones clásicas con el fin de crear incertidumbre, temor y de esa forma poder ligar mejor las solidaridades humanas hacia formas nuevas preestablecidas (como ser el sistema de seguros financieros). Pero a la vez, requiere que las personas no se desintegren en el solipsismo. Para eso, organiza toda una serie de narrativas que se anclan en un futuro. Ante el peligro que impone la disolución de la sociedad, el futuro reorganiza las solidaridades humanas. Será deber de los futuros abordajes investigar en las raíces y efectos que tiene en la modernidad, la personalidad heroica.
Referencias
Bauza, F. (2007). El Mito del Héroe: morfología y semántica de la figura heroica. Buenos Aires, FCE
Dunning E & N. Elias. (1992) El Deporte y ocio en el proceso de civilización. México, FCE
Giddens, A. (1991). Modernity and Self-Identity: Self and Society in the Late Modern Age. California, Stanford University Press.
Harvey, P. (2004). La Condición de la Posmodernidad: investigación sobre los orígenes del cambio cultural. Buenos Aires, Amorrortu Editores
Huizinga, J. (1968) Homo Ludens. Bogotá, Emece.
Jameson, F. (1984). “Postmodernism, or the cultural logic of late Capitalism”. New Left Review, 146: 53-92.
Klein, N. (2008). La Doctrina del Shock. El Auge del Capitalismo del Desastre. Buenos Aires: Paidos.
Korstanje, M. (2012) “Bajo Trinchera, el rol de la hospitalidad en los espectáculos futbolísticos en Argentina”. OBETS. Revista de Ciencias Sociales. Vol. 7, N. 2 pp. 215-239
Korstanje, M. & Fernández-Montt, R. (2011) “Desastres y Nacionalismo: un análisis del show mediático Chile ayuda a Chile”. International Journal of Zizek Studies. Volume 5, Issue 4 (pp. 1-32).