Darío García Rodríguez (CV)
dario_grodriguez@hotmail.com
Universidad de La Laguna
Resumen
La presente investigación muestra la íntima relación que guarda identidad del género con la discriminación sistemática contra los homosexuales. Para poner a prueba dicha hipótesis se llevó a acabo un estudio en la población universitaria con muestra consta 63 personas, 30 hombres y 33 mujeres, con una media de edad de 22,79 años de edad y una desviación típica de 5,62. Así por medio de diversas encuestas que median la homofobia explícita e implícita y el constructo de identidad de Sandra Bem pudimos rastrear dicha relación.
Palabras clave: Género, Identidad de género, Homofobia.
Pilot Study of homophobia environment to the gender
Abstract:
This research shows the intimate relationship between gender identity with the systematic discrimination against homosexuals. To test that hypothesis was carried out a study in the university student population with sample comprises 63 people, 30 men and 33 women, with an average age of 22.79 years of age and a standard deviation of 5.62 . Through of various surveys that mediate homophobia explicit and implicit, as well as the construct of identity of Sandra Bem, we could trace this relationship.
Key Words: Gender. Gender identity. Homophobia.
Muchos autores usan sexo para referirse a los fenómenos biológicos asociados con ser macho o hembra (Hegelson, 2002: Unger, 1979; Winstead y Delerga 1993). Se trata de diferencias que, por definición, son relativamente invariantes transtemporal y transculturalmente, si bien la tecnología actual permite que las personas cambien su sexo biológico.
Por el contrario, el término género se refiere fundamentalmente a categorías sociales. Para Hegelson (2002), estas categorías se diferencias por una serie de características psicológicas y roles que la sociedad ha asignado a la categoría biológica de sexo. Pero, como señala Fernández (1998), existen dos complejas realidades: la del sexo y la del género, y no debe cometerse el grave error de identificar el sexo con lo biológico y el género con lo social. Según este autor, cada una daría origen a una disciplina autónoma: la sexología y la genorología, siendo ambas necesarias para la adquisión de conocimientos útiles para el desarrollo de las identidades de sexo y de género, aunque, como señala Lips (2001), no es posible una separación absoluta entre "sexo" y "género", ya que las expectativas culturales para las mujeres y hombres (el género) no se pueden separar de las observaciones del cuerpo físico de mujeres y hombres (el sexo), Así, las construcciones culturales del género incluyen el sexo en alguna medida.
Barnnet, Marshall, Raudenbush y Brennan (1993) consideran que el género es principalmente el producto de procesos culturales y sociales, y cada sociedad tiene sus propias normas acerca de cómo deben comportarse hombres y mujeres. Pero la confusión surge cuando las diferencias entre hombres y mujeres, que reflejan la cultura y tiempo concretos, son tratadas como diferencias de sexo, es decir, diferencias naturales y, por tanto, invariantes en el tiempo. Sólo cuando mujeres y hombres tengan experiencias similares y vivan vidas similares se podría esperar detectar diferencias de sexo. Debido a que, desde el nacimiento, las experiencias de socialización son diferentes para hombres y para niños y niñas, y los roles sociales de mujeres y hombres son muy diferentes en la mayoría de las culturas, es muy díficil separar las diferencias de género de las de sexo. Así, por ello, as demandas acerca de la esencia de la esencia de la "masculinidad" y la "feminidad" son inferidas (Barnett y cols., 1993). Esta línea de razonamiento sugiere que los repertorios conductuales de mujeres y hombres son básicamente los mismos, pero las diferencias en el contexto y en los períodos históricos influyen en la selección de conductas de mujeres y hombres. Los roles familiares y laborales, reflejan, por tanto, no diferencias innatas en los repertorios, sino diferencias en la elección. Las diferencias observadas pueden derivar de potenciales similares (Deaux, 1984).
Actualmente, varios autores (Deaux, 1984; Deaux y Lewis, 1984) consideran que el género es un concepto multifacético y un proceso fluido, a través del tiempo y las situaciones, que tiene sentidos descriptivos y percriptivos.
Una de las perspectivas actuales entiende el género como un sistema de creencias, enfatiza la construcción social del género y se centra en la representación de las relaciones de género dentro de una cultura y un período histórico concreto. Desde esta perspectiva, se postula que las verdaderas diferencias entre mujeres y hombres son indeterminadas y se considera el género como un sistema de clasificación social, usado para construir e interpretar la interacción social (Matud y cols. 2002).
Deaux y Major (1987) consideran el género como un grupo de estímulos sociales que enmarca las expectativas interpersonales y ayuda a los individuos a organizar la realidad. Plantean que el género se usa para valorarse a sí mismo y a los demás, determinar si la conducta relacionada con el género es variable, está generada por causas próximas y depende del contexto.
Un rol es una posición social acompañada por un grupo de normas o expectativas. Por tanto, el rol de género se refiere a las normas y expectativas derivadas de ser mujer u hombre. Se espera que los hombres sean fuertes, no lloren sean independientes y competitivos; y que las mujeres sean cariñosas, expresivas emocionalmente, corteses y que auxilien a los demás; es decir, se espera que las mujeres sean femeninas y los hombres masculinos (Hegelson, 2002). Y la masculinidad y feminidad se refieren a las diferencias en rasgos, conductas e intereses que la sociedad ha asignado a cada uno de los roles de género. La típificación sexual (o tipificación de género) alude al proceso por el que se adquieren preferencias, conductas, habilidades y autoconceptos considerados culturalmente adecuados por el hecho de ser hombre o mujer; y se dice que las personas que se adhieren al rol de género asignado por la sociedad están tipificados sexualmente (Matud y cols. 2002).
Pero puede suceder que las diferentes expectativas de un rol entren en conflicto entre sí; es el conflicto intra-rol; o bien que las expectativas de un rol sean incompatibles con las del otro, lo que conlleva conflicto entre roles. Estos conflictos son una de las causas que pueden llevar a que se violen las normas asociadas con los roles, siendo sus consecuencias pequeñas o grandes según la relevancia que para el rol tenga la norma y la medida en que la situación exija la adherencia al rol (Hegelson, 2002). Además, las consecuencias de violar las normas de género parecen ser más negativas para los hombres que para las mujeres, ya que cuando éstas asumen características masculinas se mueven hacia un mayor status, pero el hombre que adopta características femeninas cambia a un estatus inferior (Matud, 2002).
La identidad de género se refiere al fenómeno, que tiene lugar generalmente en la infancia, por el que los individuos se perciben a sí mismos como hombres o como mujeres. Un término cercano es el de identidad de rol de género, que consiste en la adjudicación individual de las características personales consideradas apropiadas, en una determinada cultura, para mujeres y hombres (Winstead y Derlega 1993).
El término estereotipo tiene su origen en la tipografía, y se refiere a un molde fijo de caracteres que reproducen mecánica y sucesivamente una página impresa. La métafora que lo vincula a las ciencias sociales se la debemos al periodista americano W. Lippmann (1922). Para éste, la opinión pública se genera por un curioso procedimiento de las personas, similar al proceso de estereotipia de las antiguas imprentas. Para Lippmann, el artífice de este mecanismo es la propia naturaleza del ser humano que, tal y como decía Platón, sólo es capaz de aprenhender sombras simplificadas y algo toscas de la verdadera realidad. Lo novedoso y estimulante de este planteamiento es la idea de que esas sombras distorcionadas de la realidad son semejantes en la mayor parte de las personas, y que ese consenso se conforma la opinión pública. Este supuesto teórico significó un reto para los científicos sociales de la época, quienes empezaron estudiando el consenso existente sobre la imagen de determinados grupos sociales(Quiles, Morera, Rodríguez, 1998).
Una vez nace un estereotipo, éste influye en cómo piensa la gente y en cómo interpreta los actos de los demás. Los estereotipos facilitan los juicios rápidos y con un mínimo de información. Algunos de ellos se aprenden tan bien, y se utilizan tan frecuentemente, que nos vienen a la mente de forma automática. Por ejemplo, la facilidad con con que acuden a nuestro pensamiento las categorías de etnia, sexo o edad es debida a la frecuencia con que las utilizamos. Si el observador está acostumbrado a utilizar la categoría raza, es probable que ante la presencia de un miembro del grupo, active el estereotipo racial. Debido a este proceso, el estereotipo se convierte, entonces, en fuente automática de prejuicio (Quiles, Morera, Rodríguez, 1998).
De este modo, para justificar la situación de desigualdad de diferentes grupos, en ocasiones, la sociedad da una imagen de ellos como merecedores de sus condiciones y posición social, debido a sus propias características intrínsecas. Desde este punto de vista, la mayoría de los estereotipos tienden a justificar los lugares y los roles de los grupos existentes en la sociedad como justos, naturales e inevitables. En este sentido, la sociedad mantiene desigualdades que favorecen a unos grupos y perjudican a otros. Tradicionalmente se ha considerado a las mujeres y a las personas de etnia negra como infantiles, dependientes y con poca inteligencia. Consecuentemente, su posición desfavorable en la sociedad está justificada en función de estas características naturales. Culpar a las víctimas de su posición es un modo de hacer controlable un mundo complejo y, sobre todo, una forma de protegernos al pensar que las cosas malas sólo le ocurren ala gente que posee una característica negativa (Quiles, Morera, Rodríguez, 1998).
Así, los grupos sociales, además de asociarse a una determinada imagen, suscitan emociones más o menos intensas. Tradicionalmente, al efecto negativo generado por algunos grupos sociales se le ha llamado prejuicio. Para Allport (1954), el prejuicio es una antipatía, sentida o expresada, hacia el grupo como un todo o hacia un miembro de un grupo, precisamente por su pertenencia a dicho grupo. En la actualidad, entre los teóricos de la psicología social hay una cierta coincidencia en considerar el prejuicio como una actitud hacia un exogrupo (Dovidio y Gaertner, 1986). Ashmore (1970) lo define como una actitud negativa hacia un grupo socialmente definido y hacia cualquier persona considerada miembro de dicho grupo (p.235); para Stephan (1985), el prejuicio es una predisposición favorable hacia cualquier miembro de una categoría (pág. 600).
Actualmente algunos investigadores han incluido valores y las normas como elementos cognitivos que sustentan la respuesta prejuiciosa, bajo términos como el racismo moderno, sutil o ambivalente. En todos los casos, el prejuicio es el mismo: las personas de otras etnias amenazan con su conducta y sus actitudes, determinados valores abstractos o principios que el individuo considera fundamentales. En este sentido, a partir de los años setenta, se produce un declive de la utilización del estereotipo cultural negativo, y las personas expresan sus puntos de vista acerca de las otras etnias a partir de los principios o valores que sustentan. Éste es el motivo por el que muchos investigadores incorporan los valores al estudio del prejuicio y la discriminación (Quiles, Morera, Rodríguez, 1998). Pettigrew y Meertens (1995) distinguen entre prejuicio manifiesto que es el caliente el cercano y directo y el prejuicio sutil que es frío, distante e indirecto. Para estos autores, el prejuicio manifiesto se caracteriza como un rechazo hacia el otro grupo, con quien se evita el contacto íntimo, y por la creencia en su inferioridad genética. En cambio, el racismo sutil se expresa de forma más encubierta mediante la defensa de los valores tradicionales, la exageración de las diferencias culturales y la negación de sentimientos positivos hacia otras etnias al mismo tiempo que se rechaza, igualmente, cualquier sentimiento negativo.
Antes de entrar de lleno en el concepto de homofobia, debemos hacer algunas puntualizaciones sobre algunos conceptos claves.
Entendemos la orientación sexual como una tendencia interna y estable que provoca tener reacciones psicológicas de tipo sexual, así como el deseo de mantener conductas sexuales con personas de diferente sexo o del mismo sexo. Clásicamente la orientación sexual se ha dividido en tres tipos: Heterosexual, homosexual y bisexual (Baile, 2008)..
Por otro lado homosexual se refiere a la relación erótica y/o sexual entre personas del mismo sexo. Dos hombres que se besan eróticamente están teniendo un contacto homosexual. No debemos considerar automáticamente que alguien que tiene un contacto homosexual es una persona homosexual. Cualquiera puede tener contactos homosexuales independientemente de su orientación sexual (Baile, 2008)..
Cuando hablamos de homosexualidad nos referimos con este termino a una de las posibles formas que puede adoptar la orientación sexual de una persona (Baile, 2008)..
Sin embargo, una persona homosexual se referiría a aquella persona que tiene una orientación sexual predominantemente o exclusivamente de tendencia homosexual. Esta persona tiene reacciones psicológicas y conductas (o las desea) principalmente con personas de su mismo sexo. Puede ocurrir que una persona homosexual nunca llegue a tener un contacto homosexual, o que tenga contactos heterosexuales, pero la consideraríamos homosexual porque su orientación sexual interna es de este tipo, se manifieste de forma evidente o no (Baile, 2008).
Finalmente, gay es un término anglosajón que originariamente se utilizaba para clasificar de "alegres y festivos" a ciertas personas. Hoy en día, en muchos contextos sociales y textos científicos sirve de sinónimo de persona homosexual. En algunas ocasiones se da por su supuesto una diferencia de matiz entre el término gay y el término persona homosexual, y que conviene conocer. Para algunos, persona homosexual sería un término fundamentalmente técnico y clasificatorio, y el término gay sería una concepción más social, y se referiría a aquellas personas homosexuales que viven su orientación sexual de una forma abierta, incluso con manifestaciones de orgullo (Baile, 2008).
A lo largo de la de toda la historia, en muchas culturas existió una aversión/odio hacia las personas homosexuales, pero no existía un término preciso para denominar esa actitud negativa. Ha sido en el siglo XX cuando, en línea con otras reclamaciones sociales, se ha prestado atención a actitudes negativas contra ciertas personas que tienen una condición personas determinada, e incluso se le ha dado nombre (Baile, 2008).
El término homofobia se empezó a utilizar por el psicoterapeuta George Weimberg en 1972, de modo que es un término que tiene poco más de treinta años, y que desde el punto de vista psicológico podría definirse como la repulsa irracional, incluso el odio, hacia gays y lesbianas, pero va más allá. Tal como la xenofobia, el racismo o el antisemitismo, la homofobia es una manifestación arbitraria que consiste en señalar al otro como contrario, inferior o anormal (Borrillo, 2001).
La homofobia puede ser explícita, incluso con leyes que persiguen los actos homosexuales, o puede ser implícita y de carácter sutil. Es necesario recordar que en más de 80 países del mundo se siguen prohíbiendo las prácticas homosexuales (Calvo, 1997).
Para entender la realidad social es preciso comprender los significados y el modo en que cada sociedad gestiona el orden simbólico. La masculinidad incluye lo que nuestra sociedad define como normativo, bueno, ordenado y recomendable para los varones; pero también engloba lo que en ellos se considera inadecuado, desordenado, abominable. Esta es una definición normativa: las sociedades definen cómo deben ser los varones. El ideal de masculinidad, en cada sociedad concreta, se convierte en un referente que condiciona el discurso y que genera las desviaciones respecto al modelo establecido (Guasch, 2007).
De este modo, la homofobia se extiende como un dispositivo de control social que marca los límites de género prescritos a los hombres y que estigmatiza a quienes no los alcanzan y también a quienes los quiebran. La homofobia se activa por exceso y por defecto. Sobre todo (pero no solo) entre varones jóvenes y adolescentes, el grupo de pares sanciona las actitudes y conductas que considera poco viriles, usando calificativos que degradan y cuestionan la masculinidad (Guasch, 2007).
Tan importante como estudiar las normas es estudiar sus desviaciones, porque el análisis de estas últimas permite conocer las condiciones de posibilidades que permiten (o no) el cumplimiento de aquellas (Guasch, 2007).
Objetivos
Método
Muestra
Hemos realizado una encuesta a 63 personas, 30 hombres y 33 mujeres, con una media de edad de 22,79 y una desviación típica de 5,62.
Realizamos una prueba de chi-cuadrado para ver cómo se distribuye la muestra y si las posibles diferencias que encontremos en un futuro prodrían ser explicadas por estas mismas diferencias. Observando, tanto por Chi-cuadrado (X²(65)= 48,090, p=0,942) como por ANOVA (F(5,57)=114,915, p=0,606) observamos que no encontramos diferencias en el conjunto en función de la edad. En el resto de variables medidas (Año de carrera y forma de entrega) tampoco encontramos diferencias significas, lo que nos indica que las diferencias que encontremos no serán explicadas ni por la edad, año de carrera y forma de entrega. No obstante, sí encontramos diferencias en la muestra en función de la carrera realizada (X²(20)= 33,898; p=0,027). Sin embargo está variable no será utilizada en un futuro debido a que hay un mayor número de sujetos de psicología y no aportaría información relevante en el objeto de estudio que nos atañe.
La encuesta consta de dos partes, una primera parte donde se preguntan datos generales como el sexo, edad, carrera, año y orientación sexual, seguido de preguntas que miden las actitudes hacia la homosexualidad. La encuesta sobre homofobia consta de un total de 38 preguntas, ésta a su vez se subdivide en dos instrumentos. El primero, elaborado por nosotros va desde el item 1 al 21 y que llamaremos “CH”, el segundo intrumento, elaborado por Quiles y cols. y publicado en el 2003, va desde el item 22 al 38, donde los diez primeros items miden homofobia explícita y los 7 siguientes homofobia implícita. Ambos instrumentos están compuesto por una escala de respuesta tipo Likert que va desde 1 (Casi nunca) a 4 (Casi siempre). Las preguntas 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 12, 13, 15, 16, 17, 18,19, 20, 22, 24, 26, 27, 32, 33, 34 y 36 son negativas por lo que a la hora de su corrección hay que invertir la respuesta.
Para la segunda parte de la encuesta hemos utilizado el inventario de roles sexuales de Bem (BSRI) orientado a medir la instrumentalidad-masculinidad y la expresividad-feminidad. El BSRI está compuesto por un formato de respuesta tipo Likert que va desde 1 (casi nunca) a 7 (casi siempre). Se compone por 60 atributos que forman en BSRI, 20 adjetivos representa la esfera instrumentalidad-masculinidad (M), 20 la de expresividad-feminidad y otros 20 como escala de deseabilidad social. Tiene una fiabilidad masculinidad (0,82) y para feminidad (0,78) y ambos alrededor de un coeficiente de alfa de 0,80. Para corregir el cuestionario si la puntuación de masculinidad es mayor que la mediana (82,5) entonces puntúa en masculinidad, si la puntuación de feminidad es mayor que la mediana (99.0) entonces puntúa en feminidad, si la puntuación en masculinidad es superior a su mediana (82,5) y la puntuación de feminidad es superior a su mediana (99.0) entonces puntúa en androginia y finalmemte, si la puntuación en masculinidad es inferior a su mediana (82,5) y la puntuación de feminidad es inferior su mediana (99.0) entonces puntúa como indiferenciado.
Para comprobar de que forma se relacionan los diferentes cuestionarios hemos calculado la correlación entre ellos. De este modo encontramos correlaciones significativas entre el cuestionario elaborado por nosotros y el elaborado por Quiles y cols., obteniendo una correlación de 0,619 entre homofobia1 y homofobia explícita y una correlación de 0,523 entre homofobia1 y homofobia implícita. También existen correlaciones significativas entre homofobia implícita y explícita siendo esta de 0,413.
Para medir la fiabilidad en el cuestionario administrado sobre homofobia, hemos utilizado el estadístico Alfa de Cronbach. Así encontramos una fiabilidad de 0,816 para el total del cuestionario (38 items). Queriendo comprobar la fiabilidad de cada cuestionario por separado, los dividimos dos diferentes, el elaborado por Quiles y cols., encontrando así una fiabilidad de 0,638 con un total de 17 items y el elaborado por nosotros con un total de 21 items encontrando así una fiabilidad de 0,735. El cuestionario de Quiles y cols. mide dos constructor diferentes, homofobia explícita y homofobia implícita, para el primero hemos encontrado una fiabilidad 0,375 con un total de 10 items y para el segundo una fiabilidad de 0,618 con un total de 7 elementos. De este modo relacionando el cuestionario elaborado por nosotros con el de homofobia explícita o implícita, encontramos que para el primero con 31 items obtenemos una fiabilidad de 0,771 y para el segundo con 28 items obtenemos una fiabilidad de 0,796. Finalmente añadiendo al cuestionario total la variable sexo vemos como su fiabilidad disminuye levemente pasando de 0,816 a 0,815, en cambio si sustituimos la variable orientación sexual observamos como aumenta la fiabilidad, pasando de 0,816 a 0,823.
Se llevó a cabo un análisis de componentes principales con rotación varimax de la escala elaborada por nosotros. La matriz rotada dio lugar a cuatro componentes explicaban conjuntamente 53,419% de la varianza. El primer componente lo llamamos interacciones psicosociales, el segundo interacciones psicosexuales, el tercero experiencias homosexuales y el cuarto tipificación sexual. De este modo primer factor que recogía los items relacionados con las interacciones psicosociales explicaba un 17,411% de la varianza, el segundo factor que recogió los items de interacciones psicosexuales explicaba un 13,311%, el tercer factor que recogió las experiencias homosexuales explicaba un 11,778% y finalmente el cuarto factor que recogió los ítems de tipificación sexual explicaba un 10,918%. Posteriormente se calculó la consistencia interna con el estadístico Alfa de Cronbach para cada componente, hayando así que el primer componente tiene una fiabilidad de 0,685, el segundo componente de 0,663, el tercero 0,794 y el cuarto de 0,263.
Hemos llevado a cabo un análisis discriminante por el método por pasos, utilizando el estadístico Lambda de Wilks. Lo primero ha sido establecer como variable de clasificación el sexo y luego introdujimos los 38 items del cuestionario que mide homofobia, obteniendo como resultado un total de 6 items. Así observamos que los tres primeros items (34, 3 y 16) son los más importantes.
Obtenemos un correlación canónica de 0,692 y una Lambda de Wilks de 0,521 significativa (X²(6)=37,858; p=0,000). Aunque no siendo suficientemente altas son adecuadas.
Prosiguiendo con el análisis discriminante encontramos que los items 3, 13 y 16, pertenecientes al cuestionario elaborado por nosotros son los que mejor discriminan entre hombres y mujeres. Esto se debe a que el item 3 se relaciona con las experiencias homosexuales, y concretamente tiene que ver con la pregunta "¿Has tenido relaciones homosexuales" lo que nos indica una mayor discrepancia en el gupo de hombres. Los dos siguientes items, el 13 y 16, están agrupados bajo el mismo factor, tipicación sexual, así se refieren a que los homosexuales son más femeninos que el resto de los hombres y que las homosexuales son más masculinas que el resto de las mujeres, esto nos indica un claro estereotipo de los homosexuales, más concretamente, que si eres homosexual debes comportarte como el género contrario, mezclando las variables biológicas con las sociales. Encontramos que en la función 1 los hombres correlacionan negativamente con los items 3, 13 y 27 mientras que las mujeres lo hacen positivamente con los item 16, 26 y 34.
Función |
|
1 |
|
IT3 |
-,633 |
IT13 |
-,515 |
IT16 |
,616 |
IT26 |
,508 |
IT27 |
-,482 |
IT34 |
,506 |
Funciones en los centroides de los grupos
Sexo |
Función |
1 |
|
Hombre |
-,990 |
Mujer |
,900 |
De los datos se desprende que las mujeres en 93,9% de las ocasiones contestan el cuestionario como mujeres frente a un 6,1% de mujeres que lo hacen como hombres. Sin embargo, los hombres en un 70% de las ocasiones contestan el cuestionario como hombres frente a un 30% que lo hace como mujeres. De ahí observamos que existe una mayor consistencia en las respuestas de las mujeres frente a la de los hombres que se observa una mayor variabilidad.
Resultados de la clasificación(a)
Sexo |
Grupo de pertenencia pronosticado |
Total |
|||
Hombre |
Mujer |
Hombre |
|||
Original |
Recuento |
Hombre |
21 |
9 |
30 |
Mujer |
2 |
31 |
33 |
||
% |
Hombre |
70,0 |
30,0 |
100,0 |
|
Mujer |
6,1 |
93,9 |
100,0 |
Una puntuación baja en la escala de homofobia nos indica un mayor rechazo hacia los homosexuales. Así, una puntuación alta nos indica un menor grado de homofobia.
De este modo encontramos que tanto en el cuestionario elaborado por nosotros como en el cuestionario total los sujetos que presentan mayor puntuación en la escala de homofobia son en primer lugar los hombres heterosexuales, seguidos de las mujeres heterosexuales, después por las mujeres bisexules, precedidos por los hombres homosexuales. Únicamente se produce una discrepancia entre ambos cuestionarios en el grupo hombres bisexuales y mujeres homosexuales, ya que en el cuestionario elaborado por nosotros ambos grupos puntúan igual y en la encuesta total las mujeres homosexuales tienen un menor rechazo hacía los homosexules.
Para poner a prueba la homogeneidad de las varianzas hemos llevamos a cabo la prueba de Levene, concluyendo, que para nuestros datos medidos tanto en el cuestionario elaborado por nosotros como en el cuestionario total existe homogeneidad de varianzas (p>0,05). Sin embargo, para los datos que medían la identidad de género podemos decir que no existe homogeneidad de varianzas (p<0,05), debido a esto utilizaremos el estadístico T3 de Dunett para las comparaciones múltiplesi en la variable identidad de género, mientras que utilizaremos Tukey para las variables que miden homofobia.
Prueba de homogeneidad de varianzas
Estadístico de Levene |
gl1 |
gl2 |
Sig. |
|
Homofobia1 |
,402 |
5 |
57 |
,846 |
HomofobiaTotal |
,482 |
5 |
57 |
,788 |
Identidad_genero |
5,192 |
5 |
57 |
,001 |
Así hemos realizado un ANOVA de una vía para comprar si existen diferencias entre el conjunto (sexo y orientación sexual) de la muestra en la homofobia medida en nuestro cuestionario, en la homofobia medida en el cuestionario total y la identidad de género. Asi encontramos diferencias significativas en las medias de los grupos en homofobia1 (F(5,62)=6,512; p=0,000), también encontramos diferencias significativas en homofobia total (F(5,62)=4,995; p=0,001) y también encontramos diferencias significativas en identidad de género (F(5,62)= 4,379; p=0,002).
ANOVA
Suma de cuadrados |
gl |
Media cuadrática |
F |
Sig. |
||
Homofobia1 |
Inter-grupos |
644,538 |
5 |
128,908 |
6,512 |
,000 |
Intra-grupos |
1128,319 |
57 |
19,795 |
|||
Total |
1772,857 |
62 |
||||
HomofobiaTotal |
Inter-grupos |
1688,242 |
5 |
337,648 |
4,995 |
,001 |
Intra-grupos |
3853,028 |
57 |
67,597 |
|||
Total |
5541,270 |
62 |
||||
Identidad_genero |
Inter-grupos |
17,126 |
5 |
3,425 |
4,379 |
,002 |
Intra-grupos |
44,588 |
57 |
,782 |
|||
Total |
61,714 |
62 |
Para conocer profundamente donde se encuentran las diferencias realizamos un análisis de comparaciones múltiples. Para obteniendo diferencias significativas en homofobia1 entre hombres heterosexuales y hombres homosexuales (p=0,000), entre hombres heterosexuales y mujeres homosexuales (p=0,048) y entre hombres heterosexuales y hombres bisexuales (p=0,018). También encontramos diferencias significativas en homofobia1 entre mujeres hererosexuales y hombres homosexuales (p=0,007). Prosiguiendo con las comparaciones múltiples también encontramos diferencias significas en homofobia total entre hombres heterosexuales y hombres homosexuales (p=0,002) y entre hombres heterosexuales y mujeres homosexuales (p=0,037). Y finalmente encontramos diferencias significativas en identidad de género entre hombres heterosexuales y mujeres heterosexuales (p=0,008) y entre mujeres heterosexuales y hombres homosexuales (p=0,000).
Gráficamente se puede observar que se encuentran mayores diferencias en el cuestionario elaborado por nosotros que en el cuestionario total. Así vemos que las diferencias más llamativas en ambos cuestionario se encuentran entre hombres heterosexuales y hombres homosexuales y entre hombres heterosexuales y mujeres homosexuales.
Finalmente para terminar de describir gráficamente las diferencia en la muestra, podemos decir que nada más encontramos diferencias en identidad de género entre hombres heterosexuales y mujeres heterosexuales y entre hombres homosexuales y mujeres heterosexuales, sin ser significativo el resto del conjunto de sujetos.
Prosiguiendo con el análisis de varianza e interesados en conocer si pudiesen existir diferencias entre la identidad de género y la homofobia, hemos llevado a cabo dicho análisis donde no se pudo encontrar diferencias alguna. A continuación llevamos a cabo un análisis multivariado para rastrear la posible existencia de un efecto entre el conjunto (sexo y orientación sexual) e identidad de género en homofobia. Una vez llevado el análisis no encontramos efecto alguno entre el conjunto e identidad de género en homofobia.
Discusión
Esta investigación tenía dos objetivos principales, por un lado elaborar un instrumento para medir el grado de homofobia y por otro lado estudiar el paralelismo entre homofobia e identidad de género.
Para el primer objetivo hemos encontrado correlaciones significativas entre el instrumento elaborado por nosotros y elaborado por Quiles y cols. Esto nos indica que ambos instrumentos están midiendo lo mismo, es decir, homofobia, y van en la misma dirección. Siguiendo con dicho objetivo, analizamos la fiabilidad de nuestro cuestionario por un lado, el elaborado por Quiles y cols. por otro y finalmente el cuestionario total. Así encontramos que la fiabilidad más alta la tenía nuestro cuestionario con 22 preguntas, sin embargo, al fusionarlo con elaborado por Quiles y cols., encontramos que la fiabilidad aumenta considerablemente, lo que nos indica que los cuestionarios son complementarios, pues por separado no tienen la misma fuerza explicativa. Probablemente la baja fiabilidad encontrada en el cuestionario elaborado por Quiles y cols. se deba a la dificultad que entraña medir el prejuicio y la discriminación. En este sentido lo que ha ocurrido es que se ha activado la deseabilidad social, al ser un cuestionario de 38 items, donde el primero mide homofobia de una forma bastante directa, y el segundo cuestionario que medía homofobia explicita, activó la deseabilidad social. Por eso encontramos una fiabilidad mucho mejor en el primer cuestionario al segundo.
Una vez que habíamos puesto a prueba los anteriores supuestos decidimos analizar la validez de nuestro cuestionario, para ello llevamos a cabo un análisis factorial donde encontramos cuatro factores. El primer factor llamado interacciones psicosociales, se relaciona con la tolerancia a mantener contacto con personas homosexuales en la vida cotidiana. Un ejemplo es el item 17 que pregunta el grado El segundo factor llamado interacciones psicosexuales, está relacionado con el grado aceptación de las relaciones sexuales entre personas homosexuales, abarcando tanto el plano sexual como el de intimidad. Así se pregunta, por ejemplo, si creen que una relación homosexual puede ser tan satisfactoria como una heterosexual. El tercer factor encontrado se llama experiencias homosexuales y está relacionado con el grado de visibilidad y aceptación que se tiene sobre la homosexualidad, de este modo se pregunta por fantasías sexuales, prácticas sexuales y conocimiento de personas homosexuales. Finalmente el cuarto factor se llama tipificación sexual y se relaciona con los estereotipos sobre la homosexualidad en relación la identidad de género, por ejemplo una de las preguntas tiene que ver si los hombres homosexuales son más femeninos que el resto de los demás hombres o si las mujeres homosexuales son más masculinas. Al poner a prueba la fiabilidad de los cuatro factores, encontramos que los tres primeros tienen una buena fiabilidad, sin embargo el cuarto factor adolece de ella, pero en cambio es el factor que mejor discrimina entre hombres y mujeres, por tanto, aunque su fiabilidad sea baja es el que mejor validez tiene a la hora de medir homofobia. Otro de los items que también discrimina muy bien entre hombres y mujeres es el número 3, que mide experiencias homosexuales.
Interesados en conocer si existían diferencias entre hombres y mujeres en homofobia, llevamos a cabo un análisis discriminante para observar la posible existencia de dichas diferencias. Encontrando una mayor variabilidad en la respuesta de los hombres frente a la de las mujeres, estas últimas son mucho más consistentes en sus respuestas. Este resultado parece indicar que las medidas derivadas de la escala de homofobia permiten diferenciar a los hombres de las mujeres. Esto nos indica una posible interacción entre ser hombre y un mayor grado de homofobia. En otras palabras, romper la norma de heteronormatividad implica un mayor coste para los hombres que para las mujeres.
Indagando en la cuestión anterior, encontramos que los hombres heterosexuales es el grupo que mayores tasas de homofobia presenta seguido de las mujeres heterosexuales. De este modo queda confirmada hipótesis anterior sobre los costes de romper la heteronormatividad.
El segundo objetivo principal que planteamos pretendía encontrar un paralelismo entre el constructo de homofobia e identidad de género. Aunque no hemos encontramos diferencias significativas entre la identidad de género en homofobia, si encontramos un patrón de respuesta que se repetía en todos los cuestionarios que medían homofobia. Siendo el grupo de los indiferenciados los que mayores niveles de homofobia presentaba, seguido de los masculinos, el tercer lugar lo ocuparían los androginos y finalmente los femeninos. No obstante hay que puntualizar que el grupo de los indiferenciados era muy escaso.
Otro dato de interés entorno a la identidad de género, es que hombres y mujeres heterosexuales no son iguales y que mujeres heterosexuales y hombres homosexuales tampoco son iguales. Esto nos indica que las respuestas que dan los sujetos a los cuestionarios sobre homofobia, posiblemente no están siendo explicadas por el hecho de ser hombre o ser mujer, sino más bien por otro tipo de variables como identidad de género o sexual.
Una pregunta que nos hacíamos era ver en que medida existían diferencias entre la identidad de género y el conjunto (sexo y orientación sexual) en homofobia. Aunque no se encontró un efecto significativo, se desprenden datos de gran interés. Uno de ellos es que los hombres heterosexuales con identidad masculina obtienen las mayores puntuaciones en homofobia que el resto de los sujetos, también se observa que las mujeres heterosexuales femeninas también es otro de los grupos que más puntúa en homofobia. Lo que nos indica que romper las normas heteronormativas son más costosas para los sujetos tipificados sexualmente. Y este patrón es contrario para los sujetos no tipificados sexualmente, por ejemplo los hombres homosexuales con identidad de género femenina son los que menores puntuaciones obtienen en homofobia, y lo mismo ocurre para los sujetos que tienen una identidad de género androgina.
De todo lo anterior se desprende que tanto la orientación sexual como la identidad de género influyen en la medida de la homofobia.
Aunque los resultados no son del todo concluyentes, confirman la idea de que la homofobia o el prejuicio hacia los homosexuales está intimamente ligada a la identidad de género y a la orientación sexual. Probablemente, esto se debe al coste que supone romper las normas heteronormativas y las consecuencias que se derivan de ello.
Una de las recomendaciones más importantes para futuras investigaciones, es ampliar la muestra y buscando una mayor heterogeneidad. Una segunda recomendación sería incluir variables que puedan controlar el posible efecto de deseabilidad social en las escalas de homofobia. Finalmente sería interesante añadir una escala que mida la homofobia internalizada además de tener en cuenta no sólo la identidad de género sino también la identidad sexual.
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