Edixela Karitza Burgos Pino*
Universidad Central de Venezuela
edixela.burgos@gmail.comResumen
Las tecnologías de información y comunicación (TIC), en especial Internet y las redes sociales han inaugurado nuevas formas de activismo, constituyéndose el ciberactivismo como una expresión de movilización y acción política. En este artículo, pretendemos aproximarnos a las diversas conceptualizaciones sobre ciberactivismo, a través de una revisión bibliográfica que exponga los principales planteamientos sobre estos tipos de activismos y las implicaciones para la participación sociopolítica. Finalmente, nos interesa realizar un abordaje crítico sobre la influencia real de las tecnologías en la movilización social y en las prácticas políticas, ya que el ciberactivismo representa otros preceptos para la organización, comunicación y el ejercicio de la política.
Palabras clave: Ciberactivismo, movilización social, activismo digital, redes sociales.
THE CYBERACTIVISM: PROSPECT CONCEPTUAL AND DEBATES ABOUT THE MOBILIZATION SOCIAL AND POLITICAL
Abstract
The information and communication technologies (ICTs), especially Internet and social networks have opened new forms of activism, becoming cyberactivism as an expression of mobilization and political action. In this article, we want to come closer the different conceptualizations of cyberactivism, through a literature review that expose the main approaches to these types of activism and the implications for social and political participation. Finally, we want to make a critical approach on the real influence of technology on social mobilization and political practices, as cyberactivism represents other precepts for the organization, communication and exercise of politics.
Keywords: cyberactivism- social mobilization- digital activism- ICT- social networks.
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Edixela Karitza Burgos Pino (2017): “El Ciberactivismo: perspectivas conceptuales y debates sobre la movilización social y política”, Revista Contribuciones a las Ciencias Sociales, (abril-junio 2017). En línea:
http://www.eumed.net/rev/cccss/2017/02/ciberactivismo.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/cccss1702ciberactivismo
En los últimos años, hemos advertido como Internet y las redes sociales se han constituido en espacios idóneos para promover diversas formas de activismo y acción colectiva. Especialmente en lo que se refiere a conformación de la opinión pública y los procesos de construcción de legitimidad política, ya que las tecnologías han marcado una diferencia en la forma como se concibe la noción de democracia, gobernanza y participación ciudadana.
La eclosión de dichas transformaciones en la escena pública se ha materializado a través de movilizaciones sociales como: las revueltas en Seattle contra la Organización Mundial de Comercio en 1999, el 11 de marzo en España (11-M), las ocupaciones en Wall Street, el Movimiento de los Indignados 15M y la llamada Primavera Árabe, en este sentido dichas movilizaciones representan otras formas de relacionarnos e interactuar, pero sobre todo de comprender la democracia y los procesos políticos. De ahí que Manuel Castells (2003), considere que Internet es un espacio que provee herramientas para la movilización social, constituyéndose en el principal medio que utilizan los ciudadanos para actuar, informar, organizar o dominar.
En estos contextos, Internet con sus entornos virtuales propicia la emergencia de nuevos tipos de activismos, entre ellos destacamos el ciberactivismo, considerado como una forma no convencional de participación política, cuyo uso de las tecnologías amplía los campos de acción, brindándole a los ciudadanos, organizaciones o movimientos sociales las posibilidades de actuar y movilizarse en la esfera pública a través de distintas plataformas de comunicación.
La díada política-tecnologías abre un abanico importante de teorizaciones y reflexiones sobre la participación y la movilización social, de ahí que para los propósitos de este texto, en primer lugar, nos remitimos al llamado activismo digital 2.0 que implica la emergencia de la acción política en el contexto de las tecnologías de la información y comunicación, con nuevas estructuras y estrategias organizacionales y comunicacionales para las movilizaciones sociales. En segundo lugar, se realiza una aproximación conceptual al “ciberactivismo”, a partir de la revisión bibliográfica de autores que han presentado diversas perspectivas sobre esta temática. Por último, se exponen los debates en torno a la influencia del ciberactivismo en la movilización social y en las prácticas políticas.
1.- Algunas aproximaciones sobre el activismo digital 2.0
Internet representa un complejo y versátil ecosistema de tecnologías caracterizados por su reticularidad, hipertextualidad e interactividad; ha propiciado la aparición de medios alternativos y comunitarios desde los cuales se redimensiona la acción colectiva. Estos grupos y colectivos han encontrado en el uso de las tecnologías, lugares para expresar los complejos procesos sociales y políticos que perciben en sus diversas realidades.
Dentro de la llamada red de redes, los blogs, redes sociales o wikis se constituyen en las principales herramientas de la “Web 2.0”. Estas aplicaciones se caracterizan por “permitir su uso libre y gratuito, ser sencillos y adaptables, además de tener un claro enfoque orientado a favorecer el trabajo colectivo y colaborativo” (Cobo, 2006: 3). La Web 2.0 ha posibilitado que las personas intervengan de forma más democrática en la red, sobre todo porque para muchos teóricos, los medios de comunicación tradicionales ofrecen escasas posibilidades de participación, especialmente con la aparición de un escenario virtual capaz de potenciar la capacidad de producción de contenidos y colaboración en la red, ejemplos de ello los encontramos en sus aplicaciones más representativas como: Wikipedia, Youtube, Facebook, Myspace, Twitter, y miles de plataformas y aplicaciones que se encuentran disponibles en la red
Las transformaciones tecnológicas han incidido en la forma como analizamos y abordamos el cambio social en los últimos 30 años, de ahí que estemos en presencia de un nuevo activismo sustentado en estructuras reticulares de organización. El desplazamiento del ámbito político al contexto mediático, así como la búsqueda incesante de rupturas con los monopolios impuestos por la televisión-radio-prensa, han propiciado que los grupos y organizaciones utilicen todo el caudal provisto por las TIC para crear nuevos nichos desde los cuales comunicar masivamente sus demandas de reivindicación social. (Sádaba, 2012).
Se debe tener en cuenta la interrelación que se gesta entre los ámbitos culturales-políticos y las tecnologías, de ahí que resulte perentorio comprender la forma cómo los sujetos están usando los circuitos comunicacionales para sus acciones activistas y políticas. No olvidemos que dichas acciones colectivas se están gestando dentro de la llamada “sociedad de la información”, especialmente cuando la revolución electrónica ha permitido concentrar grandes cantidades de circuitos de espacios y paralelamente se ha ampliado la capacidad de almacenamiento y procesamiento de la información. Esta planetarización de la información trae consigo que los problemas se mundialicen y su impacto simbólico transcienda las fronteras.
En los últimos años, la eclosión de dichas transformaciones en la escena pública se ha materializado a través de movilizaciones sociales como: las transformaciones políticas que tuvo lugar en Túnez e Islandia producto de las protestas, sirvió para diseminar ideas de cambio social a otros contextos; una nueva generación de activistas descubrió otras formas de comunicación y organización que distan de las estatuidas por el poder político y económico. (Castells, 2012). A las revueltas en el mundo árabe en el año 2010, le han seguido una serie de movilizaciones que han inaugurado un nuevo tipo de autoorganización política en la red. Para el año 2011, tuvo lugar la llamada rebelión española (movimiento de los indignados) del 15M y el movimiento Occupy Wall Street en Estados Unidos.
Mientras que para el año 2012, surge el movimiento #YoSoy132 en México por la libertad de expresión y en oposición al entonces candidato presidencial Enrique Peña Nieto. En el año 2013, las protestas en Brasil, contra el aumento de las tarifas del servicio de transporte público, generaron una gran conmoción a nivel nacional. El ciclo de protestas venezolanas entre febrero-abril de 2014 protagonizadas por los estudiantes y otros actores sociales exigiendo reivindicaciones sociales y políticas; también se puede resaltar las protestas en Hong Kong (revolución de los paraguas) para demandar la instauración de un sistema de naufragio universal. Estas movilizaciones, han configurado un comportamiento político colectivo que no sólo se ha expresado en los espacios digitales, sino también en las calles.
De ahí que consideremos que el activismo 2.0 es utilizado por amplios movimientos y organizaciones a nivel mundial. Primordialmente, el desarrollo de esta forma de activismo, se sustenta en la expansión de las redes comunicacionales, bajos costos de coordinación y movilización colectiva. Y en dichas movilizaciones nos podemos encontrar con organizaciones que van desde las estudiantiles, los colectivos sexodiversos, pasando por los grupos antiglobalización, hasta los defensores de la industria armamentista, quienes han asumido el activismo digital con sus herramientas de la web 2.0, para ampliar los alcances de la protesta y la movilización.
2. Perspectivas conceptuales sobre el ciberactivismo y su dimensión política
Partiendo como base de análisis la llamada sociedad de la información con sus consecuentes implicaciones sociológicas, políticas y económicas, nos encontramos con que en muy pocos años la relación política y tecnología se ha redimensionado de tal forma, que hoy en día nos resulta casi perentorio plantear el debate de la política y lo político en el contexto de las tecnologías. Desde las campañas políticas, pasando por el marketing político hasta derivar en las nuevas formas de participación y protesta, el espacio digital ofrece a los movimientos, colectivos o cualquier ciudadano -con deseos de expresar su indignación o rabia-, un medio deliberativo, flexible, con múltiples formas para comunicarse y organizarse.
Remitiéndonos a esta forma de cultura política, en la cual las tecnologías pareciesen desempeñar un papel fundamental, los sujetos se presentan en la esfera social y participan en ella, a través de otros mecanismos que distan de los espacios tradicionales como los partidos o grupos políticos. De hecho, en la Web 2.0 emergen unas prácticas, en las cuales los ciudadanos se sirven de las tecnologías para participar en la esfera política en sus múltiples dimensiones. Esta articulación entre ciudadanía, participación y tecnologías se expresa a través de lo que hoy se denomina como ciberactivismo.
De ahí que nos interese en este artículo abordar algunas conceptualizaciones sobre el ciberactivismo, especialmente para delimitar qué se está entendiendo por esta nueva forma de activismo y las implicaciones que supone para la participación sociopolítica. Si bien el ciberactivismo es un concepto con cierto recorrido, consideramos importante comenzar con las perspectivas conceptuales David De Ugarte (2007):
Podríamos definir “ciberactivismo” como toda estrategia que persigue el cambio de la agenda pública, la inclusión de un nuevo tema en el orden del día de la gran discusión social, mediante la difusión de un determinado mensaje y su propagación a través del “boca a boca” multiplicado por los medios de comunicación y publicación electrónica personal. (De Ugarte, 2007).
Desde esta perspectiva, el ciberactivismo se asume como una estrategia cuya finalidad es visibilizar diversas causas. Si bien, De Ugarte plantea que el ciberactivismo debe procurar un cambio en la agenda social, más adelante en su texto, específica que estas causas pueden ir desde el marketing de un libro, hasta las protestas de un individuo o grupo sobre un ámbito en específico. Si seguimos aproximándonos a su definición, se denota que el ciberactivismo se sustenta en una lógica de envío de mensajes, como también podrían ser los likes de facebook o los retweets en Twitter, es decir el sentido recae en propagar y compartir información, quedando el ejercicio político supeditado a estas prácticas que son asumidas por De Ugarte como estrategias de acción.
Al final de su texto, De Ugarte nos brinda una definición con mayores matices sobre el ciberactivismo:
El ciberactivismo es una estrategia para formar coaliciones temporales de personas que, utilizando herramientas de esa red, generen la masa crítica suficiente de información y debate para que este debate trascienda la blogsfera y salga a la calle o se modifique de forma perceptible el comportamiento de un número amplio de personas. Herramientas descentralizadas o incluso centralizadas como Facebook y otros servicios mal llamados “redes sociales”, pueden difundir una movilización que exprese adhesión, malestar o rechazo, pero no impulsar una deliberación capaz de impulsar nuevos consensos sociales. (De Ugarte, 2007).
De Ugarte habla del ciberactivismo como estrategia para formar “coaliciones temporales”, este carácter temporal y efímero de las movilizaciones pareciera ser uno de los elementos constituyentes de estos nuevos activismos. Lo interesante de esta perspectiva, es que precisamente establece y delimita el carácter temporal, y a su vez pareciese advertir sobre cómo se requieren de otras estrategias y acciones que posibiliten los cambios.
De ahí que las redes sociales son concebidas como herramientas para difundir desde información hasta indignación, pero por sí mismas o por el mero hecho de existir no son capaces de “impulsar nuevos consensos sociales”, lo cual nos invita a pensar en perspectiva los alcances de las redes sociales en general y las tecnologías en particular. Nuevamente, más allá de la tecno-euforia y de las muchas posibilidades que pueden ofrecer las tecnologías para la movilización, también se requiere de la política y de otras estrategias para organizarse y protestar ante las estructuras sociopolíticas tradicionales.
David Caldevilla (2009), se aproxima al ciberactivismo con ideas similares a las planteadas por De Ugarte:
El ciberactivismo no es, como comúnmente se piensa, una técnica, sino una estrategia. El ciberactivismo se produce cuando existen publicaciones en la red (en un blog o en un foro) cuya finalidad es que las personas que lo leen avisen a otras por medio de hipervínculos en sus propios blogs, recomendándoles la lectura por otros medios y también cuando enviamos un e-mail o un mensaje de texto a otras personas con la esperanza de que se difunda a través de su lista de contactos. Por eso el ciberactivismo se da en numerosas circunstancias, muchas de ellas sin intención, y es una herramienta que se prevé que será útil y frecuente en las futuras campañas electorales de la mayoría de los partidos políticos. (Caldevilla, 2009, p. 43).
Nuevamente la concepción de ciberactivismo se remite a la difusión de información como nudo central de acción. Lo sui generis de esta definición es que contempla la posibilidad que el ciberactivismo (en muchas circunstancias) pueda darse sin intención, situando este tipo de activismo en dinámicas de espontaneidad, sin ningún plan de acción en específico. Aunque paradójicamente, nuestro autor plantea más adelante que “… el modelo de ciberactivismo más habitual es el que busca la adhesión a una campaña cuyos objetivos y medios han sido diseñados estratégicamente con anterioridad por un nodo organizador”. (Caldevilla, 2009, p. 44).
Para Caldevilla la importancia del ciberactivismo, se haya expresado en las campañas electorales a partir del uso que se les puede dar desde los partidos políticos. Se constituye en un elemento que viene a revolucionar la forma tradicional de hacer y acceder a la política, y en ese sentido, las tecnologías amplían los canales de acción en una campaña electoral. Se contempla como una estrategia de uso electoral, más que de cambio social.
En el trabajo de Mercedes Del Hoyo, Cristóbal Fernández y María García (2014) se aproximan al ciberactivismo desde la búsqueda por comprender si los jóvenes activistas españoles expresan su activismo tanto en línea como fuera de ella. De ahí, que consideren basándose en McCaughey & Ayers 2003, que el ciberactivismo o los movimientos cibersociales deben implicar no sólo una participación activa en las redes sociales, sino también supone una movilización social e individual en la vida real de las personas. “El ciberactivista es «activo» on-line y off-line; en esta concepción, no cabe una definición reduccionista de ciberactivismo entendido como «clickactivismo»”. (Del Hoyo, Fernández y García, 2014, p. 37). Como se denota, el ciberactivismo implica una participación activa tanto dentro de las redes como en las calles, es decir el compromiso de movilización y acción no se limita al mero envío de información, ni mucho menos a que la participación se circunscriba al clicktivismo. El ciberactivismo implica acción y organización tanto online como offline. No basta con ser un “activista de sofá”, implica que el compromiso debe vincular la organización sociopolítica en los diversos ámbitos sociales.
Si bien, las autoras manifiestan las complejidades que suponen acotar el concepto de ciberactivismo, también establecen que con las tecnologías digitales se amplía la interacción de los individuos, posibilitando que los sujetos puedan relacionarse de otra forma con los movimientos sociales o colectivos, debido a que pueden ser emisores y creadores de contenidos para la movilización y las acciones cívicas y políticas.
Con algunas similitudes se encuentra el trabajo de documentación realizado por Mario Tascón y Yolanda Quintana (2012) sobre el ciberactivismo. Si bien, en dicha investigación no definen sistemáticamente qué se entiende por ciberactivismo, si tienen como tesis central considerar que frente a las nuevas formas de movilización y protesta social ahora “todos somos potencialmente activistas”. Dicha afirmación es tomada De Ugarte, y con ello nos aproximamos a una perspectiva en la cual cualquiera puede ser y convertirse en activista en la era de Internet y las redes sociales digitales.
Para estos autores, la estructura y dinámica de las formas de ciberactivismo se centra en lo que De Ugarte considera como: “una multiplicidad de actores que actúan en diferentes frentes simultáneamente y que se organizan sin plan previo y sin líder, de forma «natural»”. (De Ugarte, 2011, citado por Tascón y Quintana, 2012, p. 28). Y dado que Internet se presenta y funciona como un modelo de red distribuida, se potencia la posibilidad en la que todos podemos ser activistas, dado que se puede apoyar con facilidad un movimiento o la difusión de una idea o protesta. La perspectiva de Tascón y Quintana también discurre en una segunda tesis central, en la cual plantean que más allá de las amplias ventajas que suponen para estas formas de activismo, la amplificación de los mensajes o la reducción de los costes de coordinación o movilización, lo fundamental está en la transformación del escenario, es decir el espacio público, ya que dicho escenario se haya atravesado por la cultura hacker y los valores de la red, que permitirían un intercambio horizontal y relativamente autónomo.
El ciberactivismo se articula entonces a una estructura caracterizada por el empoderamiento, la cultura colaborativa, la libre distribución y el acceso a la información, la autoconvocatoria como premisa fundamental de movilización y la capacidad de los activistas para usar otras estrategias y formas de acción. Como se puede denotar, existe una marcada concepción que ve con extremo optimismo el uso de las tecnologías, sin ponderar las implicaciones que suponen estas formas de participación y su sentido de compromiso y vinculación para la vida sociopolítica.
Hasta ahora hemos realizado una sucinta aproximación conceptual al ciberactivismo y lo que implica ser ciberactivistas, en ellas podemos encontrar perspectivas que van desde visiones tecno-optimistas, pasando por concepciones más críticas, hasta aquellas que consideran que el ciberactivismo debe articularse a las formas institucionales-tradicionales de movilizarse y hacer política. Más allá de estas posturas, consideramos que es perentorio situar la noción conceptual de ciberactivismo al margen del debate dicotómico de movilización-pasividad y online y offline. Dado que el activismo digital supone en una primera instancia algún tipo de consecuencia, más allá que se firme una petición en línea o se convoque una movilización, hay diferentes formas de participación con un impacto real que atraviesa no sólo al ciberespacio, sino que puede llegar a traducirse en acciones concretas en la vida cotidiana y hasta a nivel institucional.
Lejos de plantear el ciberactivismo como una diatriba entre ser activo-pasivo dentro y fuera de las redes sociales digitales, consideramos que es pertinente hablar de diversos tipos de participación, movilización y compromiso político. Situando y definiendo el tipo de activismo, así como las acciones colectivas dentro de las posibilidades que ofrece el entorno virtual y social.
Paradójicamente se puede ser muy activo en las redes sociales, pero sin movilizarse en las calles, pero a su vez se requieren de estos activistas de las redes, para motivar a otros sujetos que si están dispuestos a protestar en los espacios públicos. Por supuesto, idealmente o con cierta añoranza se suele pensar que si estas formas de activismo no conllevan una idea fuerte de política o se hayan articulado a una estructura sólida (partidos, asociaciones o colectivos) difícilmente se podrán gestar algún tipo de cambios, sin embargo, también es de una miopía imperdonable no prestar la debida atención a estas nuevos modos de acción colectiva, ya que hoy en día atraviesan y resignifican las formas cómo se percibe y se actúa en la esfera pública y política. De ahí que el debate sobre el ciberactivismo deba ponderar los diversos escenarios en los cuales emerge como marco de acción y sitúe los reales alcances en la promoción de la participación de los sujetos y su influencia en el ámbito de la política.
3. Debates sobre la movilización social en torno al ciberactivismo
Desde finales del siglo XX los cambios acaecidos por las tecnologías y la digitalización de las formas cómo nos comunicamos y relacionamos no sólo se circunscriben al ámbito individual, sino que ha provisto a los sujetos de otras herramientas para participar y crear novísimos marcos de acción colectiva. Más allá de estos profundos cambios, si bien Internet supuso una revolución para el activismo y la movilización social en cuanto a organización, comunicación y el ejercicio de la política, no podemos negar que se ha cuestionado la influencia real de las tecnologías en la movilización social y prácticas políticas.
Un estudio realizado por Evan Anduiza y Marta Cantillojc (2010) en España, exponen que los factores que inciden en que las personas participen políticamente a través de Internet, se relaciona directamente con las habilidades online, pero también con un interés previo por la política, es decir que las TIC se constituyen en un espacio de intervención para personas o colectivos que ya estaban implicados como activistas políticos y las usan para ampliar su militancia. Lo cual supone, que si bien se refuerza a las personas que ya están politizadas, la influencia en el resto de la población es menor.
Esto nos indica la debida prudencia que se debe tener, para no caer en la perspectiva de generalizar o afirmar que cualquier individuo independientemente de su condición social, edad o ideología se sirve de Internet y las demás tecnologías para participar en la esfera política, porque eso sería obviar las brechas digitales que se reflejan no solamente en la adquisición de dispositivos tecnológicos, sino también en los usos que se le otorgan en los distintos ámbitos del ciberespacio.
Generacionalmente hablando, nos encontramos que los jóvenes se han socializado políticamente en otros marcos de acción, a diferencia de las personas mayores, que si bien pueden usar Internet lo hacen desde otras significaciones. Todo esto complejiza el estudio de la influencia de estos nuevos tipos de activismo, pero a la vez también supone un llamado de no caer en la tentación de comprender el auge de las tecnologías y de las redes sociales como los únicos factores que impulsan la participación y la acción colectiva.
Si nos remitimos a la visión de Edwin Cruz (2014) nos ofrece una mirada más crítica sobre la influencia de las TIC e Internet en relación a las estructuras de acción y movilización:
En primer lugar, hay que pensar la relación de Internet y demás tecnologías desde una visión que discurra por la vertiente de los efectos limitados sobre las estructuras de movilización, más que abocarse por los senderos de los determinismos tecnológicos. Las tecnologías con sus innovaciones por sí mismas no producen los cambios sociales, ni mucho menos generan la acción social, se requieren de análisis que complejicen los contextos sociales en los cuales surgieron esas tecnologías y sus dinámicas de interacción con los sujetos.
Y en segundo lugar, si bien Internet ofrece a los activistas herramientas para ampliar los canales de comunicación, sustentado en el ideal democratizador que subyace en la posibilidad de hacer y pensar en comunicaciones más autónomas y libres, desprovistas de las lógicas e intereses económicos e ideológicos que se hallan en el triunvirato televisión, radio y prensa, no podemos obviar que existe brechas digitales, que se evidencian en las competencias educativas y tecnológicas, así como en las brechas generacionales, especialmente si se habla de los “nativos digitales”, versus los “inmigrantes digitales” (Prensky, 2001) con sus respectivos procesos de sociabilización política.
Este enfoque sobre la brecha digital considera que la mera conexión por sí misma no implica compromiso político, ni competencias comunicacionales y tecnológicas, se requieren de otros aspectos que incidan y posibilitan la movilización social, especialmente si se proyecta la acción colectiva apoyada en las redes sociales digitales como parte de una estrategia política. La acción y las deliberaciones políticas que se puedan gestar en el marco de las tecnologías y redes sociales digitales, requieren de mediaciones institucionales, no sólo de herramientas o dispositivos tecnológicos.
Dentro de la perspectiva de quienes se muestran escépticos con las tecnologías y su relación con las movilizaciones sociales nos encontramos con Charles Tilly y Lesley Wood en su trabajo sobre: “Los movimientos sociales, 1768-2008. Desde sus orígenes a Facebook” (2009), centran parte de su discusión en pensar que la influencia de las tecnologías se haya articulada a lógicas culturales, prácticas y rutinas organizativas. Considerando que probablemente las transformaciones en los prácticas activistas sean más productos de las circunstancias políticas y económicas, que propiamente la adopción de las tecnologías digitales.
La oposición a la tecnificación de los movimientos sociales para Tilly y Wood (2009) se centra en la tesis que más allá de las euforias que puedan existir hacia las redes sociales digitales como Facebook, ellas en sí mismas no poseen la capacidad para llegar a todas las esferas sociales, ni hacer el trabajo político para consolidar acciones y estrategias que vayan más allá de lo pasajero o transitorio en las movilizaciones sociales.
Con ello no se pretende afirmar tajantemente que las TIC no ejerzan una influencia en los distintos grupos sociales, sino que se debe ser muy cauteloso para no generalizar el comportamiento de estos sectores al resto de la sociedad. Más allá de lo expuesto en las líneas anteriores, no podemos negar que se nos abre un campo de estudio de gran importancia para la sociología, sobre todo por la articulación que desde hace años se está dando alrededor de los movimientos sociales y la tecnología, ámbito que desde aquella disciplina se sigue analizando con las categorías heurísticas tradicionales.
Estamos asistiendo a diferentes formas de concebir y pensar en la política; una nueva concepción caracterizada por una intensa movilización y, paradójicamente, por una profunda aversión a la política tradicional. Además, la desafección por las formas tradicionales de hacer política ha permitido que la organización de los movimientos no se encuentre cimentada en un nodo de poder, pues a través de las redes la pluralidad de formas de concebir la identidad, la política y la relación con el Estado se discurre por una cartografía múltiple, por lo tanto, la autonomía y la descentralización son los rasgos fundamentales de estas movilizaciones.
4. Discusión y conclusiones
Las TIC en la esfera política han inaugurado nuevas formas de activismos, proporcionando otras estructuras desde las cuales organizarse, comunicarse y movilizarse. Por supuesto, el hecho de que las dinámicas políticas comiencen a ser pensadas desde Internet y su complejo sistema de tecnologías, trae consigo posturas antagonistas sobre los alcances reales de dichas tecnologías en las prácticas políticas.
El llamado activismo digital 2.0 abre un abanico significativo de posibilidades, en lo que concierne al redimensionamiento de la acción colectiva con respecto a las formas tradicionales de movilización. Por lo cual se hace perentorio matizar las implicaciones de este activismo 2.0 para la esfera social y política, dado que aún es una realidad emergente que requieren de otras perspectivas y sentidos que permitan tomar cierta distancia para evaluar las potencialidades democratizadoras de las TIC y de Internet.
Al abordar el ciberactivismo como formas de acción política no tradicional, nos aproximarnos a un nuevo repertorio de confrontación y por consiguiente de movilización social. Si bien, consideramos que el ciberactivismo debiese implicar y suponer una participación tanto en la esfera del ciberespacio como en los espacios de la calle, no por ello desestimamos los diferentes tipos de participación y sinergias que emergen producto de las interacciones que se gestan entre las acciones online y offline. Además, estas acciones que se supeditan al ámbito exclusivamente del ciberespacio merecen ser analizadas con otras perspectivas que no sean las tradicionales provenientes de las ciencias sociales y políticas.
Las reflexiones teóricas y empíricas sobre la influencia de Internet y demás tecnologías en la movilización social y política, no pueden quedarse solo en la dimensión tecnológica, especialmente si queremos analizar si las tecnologías están aumentando o potenciado las posibilidades de los sujetos para participar social y políticamente. La euforia y optimismo desmedidos con los cuales han sido abordadas la dimensión sociopolítica, requieren de más estudios empíricos que profundicen y den respuesta a las múltiples hipótesis que se han formulado alrededor de las TIC y la participación sociopolítica de los sujetos.
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