Marco Antonio Alvarado Torres
Integrante de la Unidad de Innovación Tecnológica de la Dirección Provincial de Galápagos
marco.agro84@gmail.comResumen
La teoría neoclásica adolece de varias limitaciones en cuanto a su capacidad para comprender a las unidades económicas campesinas: el determinismo individualista-utilitarista, la indeterminación de la teoría de elección racional, la inaplicabilidad de la racionalidad instrumental, su sesgo ideológico, su mirada despectiva hacia las estrategias de vida del campesinado, y la negación de la estructura de la propiedad y de la explotación de los campesinos como causas de pobreza rural. Por está razón el presente trabajo se plantea investigar las siguientes inquietudes: ¿cómo funciona una unidad económica campesina?, ¿se puede explicar adecuadamente a la producción-reproducción campesina con los mismos criterios bajo los cuales explicamos una empresa capitalista?, ¿cómo explicar adecuadamente su comportamiento económico y racionalidad?.
Palabras clave: unidad económica campesina, racionalidad, racionalidad instrumental, paradigma sistémico, sistema de producción, estrategias de vida.
Abstract
Neoclassical theory suffers from several limitations in their ability to understand the peasant economic units: its individualist-utilitarian determinism, the indeterminacy of rational choice model, the inapplicability of instrumental rationality, due to its ideological bias, its contemptuous gaze of livelihood of the peasantry; it also denies that the structure of the ownership and the exploitation of the peasants cause rural poverty. Therefore, this paper proposes to consider the following questions: How does a peasant economic unit works? Can we understand and explain adequately rural production with the same criteria that help us to explain a capitalist business unit? How can we explain adequately its economic behavior?.
Key words: rural economic unity, rationality, instrumental rationality, systemic paradigm, production system, livelihood strategies.
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Marco Antonio Alvarado Torres (2016): “Limitaciones de la teoría neoclásica en el análisis de la unidad económica campesina y defensa del paradigma sistémico”, Revista Contribuciones a las Ciencias Sociales, (abril-junio 2016). En línea: http://www.eumed.net/rev/cccss/2016/02/campesino.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/CCCSS-2016-02-campesino
Con la predominancia del neoliberalismo en América Latina a partir de los años ochenta del silo pasado, siguiendo las recomendaciones de la Escuela de Chicago, de corte neoclásico, los organismos financieros internacionales impusieron en nuestros países reestructuraciones económicas profundas que, en síntesis, giraron alrededor del retiro del Estado, de las privatizaciones de los activos públicos y de la liberalización de los mercados.
El sector rural no se allanó a estos cambios: el desmantelamiento de las instituciones de apoyo al sector agropecuario y de las formas de propiedad comunitaria de la tierra, la liberalización de los mercados de tierras y trabajo, etc., estuvieron a la orden del día. Todo aquello bajo el justificativo de que las economías nacionales debían deshacerse de aquello que resultaba “ineficiente” y restaba competitividad.
Asistimos a un discurso que en el ámbito rural preconizaba la modernización capitalista y la competitividad como los objetivos de todos los actores económicos de este medio. En el medio rural, los beneficios de tal doctrina fueron para los complejos agroindustriales y para las propietarios de sectores medios y altos, que tuvieron escenarios favorables para el acceso al capital y que convirtieron sus unidades principalmente en empresas de producciones especializadas orientadas hacia la agroexportacion (CITAR). Esto mientras que amplias mayorías de campesinos e indígenas se empobrecieron, se proletarizaron para convertirse en la fuerza laboral requerida para los beneficiarios de la época, o simplemente fueron expulsados de sus tierras y enviados a engrosar los cinturones de pobreza de las ciudades (Martínez, 2008).
Los políticos y técnócratas neoliberales en más de una ocasión trataron de explicar los efectos perversos de sus políticas en el medio rural, acusando al campesinado de ineficiencia, ignorancia, falta de visión de emprendimiento y escasa competitividad. Evidentemente se evalúo al campesinado bajo la misma lente que a las empresas capitalistas, por lo que a estos adjetivos les subyacen nociones de comportamiento económico y racionalidad cuya pertinencia debe ser discutida.
Con estos antecedentes el presente trabajo se plantea investigar las siguientes inquietudes: ¿cómo funciona una unidad económica campesina?, ¿se puede explicar adecuadamente a la producción-reproducción campesina con los mismos criterios bajo los cuales explicamos una empresa capitalista?, ¿cómo explicar adecuadamente su comportamiento económico y racionalidad? Para hacerlo iniciemos primero con una puntualización acerca de qué entendemos por unidad económica campesina:
[...] una unidad socioeconómica que cultiva primordialmente los esfuerzos de los miembros de la familia. La actividad principal de las unidades familiares campesinas es el cultivo de sus propias tierras, franjas o dotaciones. Las unidades familiares pueden participar también en otras actividades, por ejemplo en las artesanías, el procesamiento o aún en el pequeño comercio. Algunos miembros de la familia pueden trabajar, quizá se vean obligados a trabajar, fuera de la casa de tiempo en tiempo. La unidad familiar puede incluir uno o más... servidores domésticos o trabajadores contratados. Pero la contribución de estas personas no miembros de la familia a la producción agrícola será menor que la de los miembros de la familia (Thorner, 1962:184).
A partir de lo anterior, cabe iniciar considerando en primera instancia, que no se puede observar bajo la misma lente a una unidad económica campesina y a una empresa capitalista, ya que cada una obedece a racionalidades y tiene comportamientos distintos; es más, ni siquiera hablamos de una única racionalidad y comportamiento campesino, sino de múltiples.
Se afirma esto tomando a Chayanov, quien según Kerblay (s/f) dio un gran aporte con la elaboración de una teoría del comportamiento campesino a nivel de la granja familiar individual y la demostración de que al nivel nacional debería considerarse la economía campesina como un sistema económico por derecho propio y no como una forma de capitalismo incipiente, ya que las motivaciones campesinas eran distintas de aquellas de las empresas de corte capitalista, pues los campesinos tratan de satisfacer las necesidades de la familia más bien que de obtener ganacias.
Chayanov además señalaba que para analizar la economía campesina es importante partir de un prerrequisito que es “la comprensión de la unidad económica campesina como la de un trabajador en un sistema de pago a destajo, donde le está permitido determinar por sí mismo el tiempo y la intensidad de su trabajo, y no como la motivación de un empresario" (Dután y Poma, 1994:47).
En esta línea pienso que para caracterizar y explicar adecuadamente el comportamiento económico de las unidades campesinas no es pertinente el modelo de elección racional instrumental, ícono del paradigma neoclásico. Demostraremos en lo subsiguiente su obsolescencia, su determinismo individualista que ha dominado el pensamiento económico imponiendo una noción utilitarista y reduccionista de racionalidad, así como su carga ideológica atomista y egoísta; todo aquello que ha constreñido – entre otras cosas - nuestras apreciaciones sobre la eficiencia del campesinado y explica los adjetivos y subvaloraciones con las que se ha catalogado a la población rural.
Se hace necesario desaprender el dogma del homo económicus como único tipo ideal racional, y construir un marco teórico-metodológico que nos permita conocer los criterios fundamentales para una modelización, caracterización y explicación adecuada de las unidades económicas campesinas, teniendo en cuenta las limitantes ecosistémicas y las restricciones institucionales históricamente determinadas, dentro de las cuales los sujetos económicos se mueven y toman sus desiciones.
Este trabajo, además de la presente introducción y de las reflexiones finales está organizado en tres partes: una crítica a los postulados de la teoría neoclásica con los cuales se mira a las economías campesinas; una revisión de algunos elementos necesarios para una visión más integral de los comportamientos económicos campesinos; y una defensa de la teoría de sistemas como alternativa teórico-metodológica para su análisis.
Kervin (1989; citado por Morlon, 1996) señala, tomando como referencia a Schultz (1964) 1, que los neoclásicos miran a las unidades económicas campesinas partiendo de la consideración que el objetivo perseguido por los individuos es la maximización de la ganancia o el ingreso y, por lo tanto, en el caso del campesino éste “asume una posición neutra frente al riesgo”. También manifiesta que el campesino busca ser eficiente en la afectación de sus recursos, cuestión que por su uso mal definido ha acarreado consecuencias en la determinación de las políticas económicas y por tanto conviene analizar.
Según Kervin (1989; citado por Morlon, 1996), Schultz (1964) sostiene que el campesino es “pobre pero eficiente”, y tiende también a idealizar al minifundio, planteando que el problema de la pobreza rural no tiene su raíz en la estructura agraria ni en los mecanismos de explotación, sino principalmente en la falta de disponibilidad de técnicas que permitan mejorar la producción. Al no ser posible mejorar la eficiencia de los factores existentes, el autor manifiesta que es necesario proporcionar a los campesinos nuevos factores de producción.
Este autor y sus dscípulos han demostrado que en un mundo de recursos pobres escasos, los agricultores se ven obligados a una cierta eficiencia en la asignación de sus recursos, pues de esto depende su supervivencia. Se puede por lo tanto aplicar a la economía la hipótesis de la racionalidad económica. Señalan tambien que el desarrollo de la “agricultura tradicional” depende de la calidad y de la cantidad de los recursos puestos a disposición de los campesinos, y que uno de los recursos más importantes es el conocimiento, que debe ampliarse a través de la educación (Kervin, 1989; citado por Morlon, 1996: 426).
En síntesis, la teoría neoclásica apoya su análisis de la economía campesina en tres postulados que abordaremos por separado en lo subsiguiente: el modelo de racionalidad instrumental (maximizadora), la neutralidad frente al riesgo y la negación de la pobreza rural como un problema estructural y de explotación.
El modelo de racionalidad instrumental (maximizadora)
El modelo de racionalidad instrumental (maximizadora) va más allá del ámbito de lo campesino, y uno de los fundamentos elementales de la teoría neoclásica.Partamos primero conociendo qué es el modelo de elección racional y qué es racionalidad instrumental:
Álvarez (2009) señala que se trata de un modelo estrechamente relacionado con el desarrollo del utilitarismo y de la economía política, con ciertas tendencias que enfatizan el papel del individuo, habitualmente identifica al individuo con un conjunto de objetivos, y que califica de racionales aquellas acciones que mejor satisfacen esos objetivos.
La racionalidad instrumental está atenta exclusivamente a las relación entre medios y fines, preocupada solamente por seleccionar los medios más adecuados para el logro de ciertos fines (Álvarez 2009): “Toda conducta humana puede observarse como un conjunto de participantes que maximizan su utilidad a partir de un conjunto estable de preferencias” (Becker 1976, citado por Álvarez, 2009:178). El modelo de racionalidad instrumental supone como tipo ideal al homo económicus y lo describe así:
La economía política no trata la totalidad de la naturaleza del hombre, modificada por el estado social, ni de toda la conducta del hombre en sociedad. Se refiere a él sólo como un ser que desea poseer riqueza, y que es capaz de comparar la eficacia de los medios para la obtención de ese fin (J. S. Mill, 1836; citado por Narvaez 2012: 29).
Continuando acerca de cuáles son las críticas a este modelo, podría afirmarse que se trata de dos vertientes de cuestionamientos siempre relacionadas: una metodológica y otra normativa. Álvarez (2009) nos ofrece un criterio que podría resumir muy bien la primera vertiente, sustentado en el cuestionamiento de Herbert Simon (s/f), que nos dice:
[...] buena parte de las concepciones de la racionalidad tenían un marcado caracter unidimensional y eran fiel reflejo de una forma de pensar que no disponía de herramientas para estudiar los fenómenos agregados [...] disponemos de gran cantidad de datos experimentales que muestran que la conducta humana se desvía de manera sistemática de la conducta ideal del hombre racional económico, a quien se le atribuia precisamente la capacidad de maximizar la utilidad esperada (Álvarez, 2009:181).
Otra de las críticas proviene de Jon Elster (s/f) quien se basa en lo que él llama racionalidad imperfecta. Este autor, de acuerdo con Curzio (1998), ha comprobado que el comportamiento de los seres humanos no siempre es, ni debe ser, de tipo racional:
La manera en que el hombre moldea sus preferencias y creencias depende de las restricciones impuestas por su contexto y por su propia condición. El consumo y las simpatías [...] no están sujetas a un modelo que estipule qué es lo racional y qué no lo es. Esto nos lleva a señalar el problema de la indeterminación de la propia teoría (Curzio, 1998:41).
Según Curzio (1998), para que el paradigma de la elección instrumental funcione, en la práctica se deben dar como condiciones: un acuerdo total sobre los objetivos (ausencia de intereses contrapuestos), tener toda la información disponible, tener recursos disponibles y que no existan contradicciones entre medios y fines. En resumen, para que este modelo funcione, debe suponerse la ausencia de visiones e intereses contrapuestos, cosa que sabemos jamás sucede. Entonces el modelo se cae frente a la teoría de la disonancia cognitiva y, además entra en contradicción con el principio de escasez tan fundamental en microeconomía.
Esto nos lleva a afirmar que la elección racional instrumental es en extremo ideal. De hecho Álvarez (2009) enfatiza en su mínimo contenido empírico, y Curzio (1998) critica que el modelo ignora la posibilidad de lo parcial (lo irracional y lo racional no utilitario) y relativo (dependiente):
La racionalidad de cada actor es muy relativa. Depende de la información de que disponga, de sus propias capacidades y de la valoración que haga [...] la racionalidad absoluta es una quimera. De hecho uno de los puntos más importantes aportados por Herbert Simón es que no todas las personas actúan siempre como maximizadoras. Pueden conformarse con un determinado umbral de satisfacción que quiza esté muy alejado del óptimo y sea solo satisfactorio. Es decir, un umbral en el que no se busque lo mejor sino aquello que reuna ciertas características básicas que puedan satisfacer los objetivos. Estaríamos por consiguiente hablando de mínimos satisfactorios en lugar de máximos totales (Curzio, 1998: 41).
En el plano de la crítica normativa se puede afirmar que se centra en el cuestionamiento al determinismo individualista, que reduce el significado de los racional unicamente a aquellas conductas de tipo maximizadora y utilitarista. Esta forma de observar el comportamiento humano ha sido dominante en el pensamiento económico y ha tenido nefastas consecuencias:
Es precisamente el afianzamiento que ha tenido esta concepción de la economía y del ser humano u "hombre económico", tanto entre los teóricos de la ciencia como en la conducta operacional y desarrollo del sistema, lo que ha provocado la tendencia de los últimos siglos a ver al hombre como un individuo aislado, anterior a la sociedad, libre, soberano, egocéntrico, consumista, e insaciable en sus caprichos o deseos; un individuo que sólo piensa en sí mismo y para el que "el fin justifica los medios" (Narvaez, 2012: 29).
Por ejemplo, antropólogos economistas como Marshall Sahlins (1972), Karl Polanyí (1944), Marcel Mauss (1924) o Maurice Godelier (1998), han demostrado que en muchas sociedades, principalmente las tradicionales, (o más bien, las que no se han amañado al modelo de ser -de conducta humana- que plantea la teoría neoclásica); las elecciones que la gente hace en materia de producción e intercambio de bienes siguen patrones de reciprocidad que difieren considerablemente de lo que el modelo del "homo economicus" postula. Tanto así, que estos sistemas se han denominado economía del regalo en vez de economía de mercado; de modo que queda en entredicho que los seres humanos son egoístas e insaciables; más bien, pareciera que el modelo que se aplica y se ratifica -se vende- en el sistema, está haciendo que se comporten de esa manera y crean que deben comportarse así, que la conducta del individualismo y el egoísmo es la conducta racional, la correcta (Narvaez, 2012: 29).
Estas afirmaciones se complementan con las de Amarthya Sen, quien hace un fuerte cuestionamiento al dominio irreflexivo del modelo de elección racional instrumental y crítica su relación utilitarista entre medios y fines de la siguiente manera:
“El hombre puramente económico es casi un retrasado mental desde el punto de vista social. La teoría económica se ha ocupado mucho de este imbécil racional aposentado en la comodidad de su ordenamiento único de preferencias para todos los propósitos” (Sen, 1977, citado por Álvarez, 2009:189).
En contraste a esta teoría, otras posturas, incluída la teoría de sistemas, señalan que el comportamiento económico de las unidades campesinas parte de una conducta de aversión al riesgo en lugar de neutralidad.
El punto de partida de la consideración del riesgo en el análisis de la economía campesina es la idea de que los campesinos tienden a minimizar los riesgos simplemente porque se hallan tan cerca del mínimo de subsistencia, que no pueden darse el lujo de incurrir en ellos [...] recordemos tres precuaciones en el empleo de este concepto.
En primer lugar, el comportamiento de aversión al riesgo de los campesinos, debe ser comprendido como búsqueda de sistemas de seguro. Cuanto más costoso es el riesgo, más importantes y complejos son estos sistemas, ¿cómo explicar, si no, que campesinos pobres gasten en una fiesta todos los excedentes acumulados durante un año?. Pueda ser que lo hagan porque ofrecer una fiesta es una manera de comprar un seguro en el medio rural tradicional (obtener una garantíade ser ayudado en caso de necesidad), o una inversión social (obtener prestigio) y porque en el campo, la relaciones sociales son menos perecederas que el excedente producido (puede ser más racional “invertir en compadres y ahijados” que en granos y animales). Suscribir un seguro no elimina el riesgo pero puede permitir soportar sus consecuencias.
En segundo lugar, con mucha frecuencia, los campesinos asumen voluntariamente riesgos enormes. Tal es el caso cuando se sobrepasan ciertos umbrales, por ejemplo una vez asegurado un ingreso mínimo, o cuando el costo de oportunidad de un factor de producción es muy bajo. Así se úeden explicar ciertas decisiones relativas a la mano de obra (como las migraciones) o la siembra.
En tercer lugar, la aversión al riesgo no afecta la difusión de las innovaciones que no acrecientan los riesgos. Solo se ve afectada la velocidad de difusión de los cambios que afectan la irregularidad del ingreso (Kervin (1989 citado por Morlon, 1996: 427).
Contrariamente a lo señalado por los neoclásicos, varios autores señalan la importancia de lo estructural como una condición insoslayable para comprender la evolución procesual de lo campesino y su articulación en condiciones de despojo y subordinación a los procesos locales y globales de acumulación capitalista.
Torres (1989) señala que las relaciones agrarias en general abarcan cuestiones naturales, económicas y jurídicas, que involucran una serie de relaciones de producción que se someten al monopolio del capital, y que debemos considerar al monopolio de la tierra como uno de los fundamentos del desarrollo del capital a expensas del hombre y la naturaleza. Enriquece esta afirmación Barranclough al manifestar que:
[...] el control de la tierra determina en gran medida el ingreso, la riqueza y el poder. Sin embargo, no se puede obtener ingreso de la tierra sin mano de obra. En consecuencia, la distribución de los derechos de propiedad de la tierra se ve acompañada inevitablemente de un sistema de relaciones interpersonales e intergrupales. En resumen, la propiedad de la tierra va unida al poder de hacer que otros hagan lo que unos desean (Barranclough, 1969 citado por Guerrero, 2008: 91).
Desde la Nueva Economía Política Institucional, que se ha ocupado de analizar los mecanismos de gestión y acumulación de los recursos como causas de los problemas de distribución y sostenibilidad ambiental en los niveles territorial y global, se plantea la necesidad de repensar en gran parte las instituciones de derechos de propiedad en general y, en particular, revalorizar los sistemas de propiedad común como requisito para lograr coherencias ecosistémico-sociales (Folke et al., 2007).
Una vez vistas las limitaciones de la teoría neoclásica en al análisis de las economías campesinas y desaprendido el dogma de la omnipotencia y universalidad del homo económicus como tipo ideal, por su limitado alcance metodológico y sus cuestionables orientaciones ideológicas basadas en su corte excesivamente idealista y su escaso contenido empírico queda preguntarnos: ¿cómo explicar entonces el comportamiento de las unidades económicas campesinas?, ¿cómo comprender sus racionalidades? Este apartado se ocupa de presentar entradas teóricas para una comprensión dinámica de las unidades campesinas.
Según Kervin (1988; citado por Morlon, 1996), Chayanov señalaba que no se puede comprender adecuadamente el funcionamiento de las economías capitalistas empleando los conceptos elaborados para empresas industriales y capitalistas como salario, interés, renta, ganacia, ya que las familias campesinas no buscan maximizar ni el beneficio ni los ingresos, sino más bien su objetivo es la satisfacción de ciertas necesidades esenciales que están en relación con la composición de la familia y sus miembros dejan de trabajar cuando tales necesidades están satisfechas. Esto significa que, por ejemplo, los campesinos modularán sus ventas en función de sus necesidades monetarias; es decir, "producirán y venderán tanto menos cuanto más tiendan los precios a elevarse" (Kervin, 1988 citado por Morlon, 1996: 426).
Aunque hablar de economías campesinas no significa hablar exclusivamente de actividad agrícola - pues lo más común es que se trate de unidades pluriactivas -, podemos extraer de la economía agraria algunas entradas que nos permiten puntualizar mejor sobre cómo es que lo estructural, es decir cómo las diferencias en el acceso a la propiedad de la tierra y al capital, es el punto que de partida debemos considerar para comprender los funcioamientos diferentes de las unidades económicas empresariales y campesinas. Citando a Guerrero (2008), desde esta disciplina distinguimos a las agriculturas campesinas de la agricultura capital-intensivo (empresas capitalistas) de la siguiente manera:
La producción capital-intensiva se suistenta en la asignación continua de inversiones sucesivas por unidad de superficie y por animal alimentado y tiene como intención básica aumentar los rendimientos, elevar la productividad del trabajo, reducir los costes por unidad de producto, en fin, elevar la eficiencia económica"...El sistema de producción agrícola capital intensivo se encuadra dentro de un modelo de desarrollo caracterizado por el empleo creciente de tecnología moderna a través de inversiones sucesivas en forma de paquetes tecnológicos a fin de "mejorar los índices de productividad y rentabilidad agropecuarios (Guerrero 2008:237).
En términos genéricos, la agricultura campesina abarca aquellas unidades de producción agropecuaria que cuentan con poca tierra, a menudo de mala calidad, utilizan en el proceso productivo fuerza de trabajo familiar y a veces asalariada, producen en gran medida para el autoconsumo, pero se vinculan con el mercado a través de la venta de parte de su producción o la adquisición de bienes que les son indispensables; tienen además poco capital y limitada capacidad de acumulación, sirviendo como reserva de mano de obra para otras actividades urbanas o rurales. Desde el punto de vista de la tenencia, engloba a lo propietarios, arrendatarios, partidarios, aparceros, posesionarios sin título, etc (Guerrero 2008:257).
La agricultura campesina presenta algunas especificidades técnico-organizativas y culturales en función de las cuales orienta sus esfuerzos. En primer lugar se sitúa la supervivencia de la familia campesina y de la explotación por cuya razón es una unidad de producción y consumo; por otro lado, en términos organizativos y de manejo de los recursos humanos y materiales...se manifiesta plena unidad (indivisible), entre la fuerza de trabajo familiar y los medios de producción (especialmente con la tierra), lo que su vez determina un control de los resultados del proceso productivo pero sin establecer una delimitación entre el trabajo necesarioy el capital y, entre este y los beneficiario como hace un empresario capitalista (Guerrero 2008:257).
Apollín y Eberhart (1999) manifiestan que las unidades campesinas y las empresas difieren en cuanto no responden a las mismas racionalidades por el hecho de que “para una familia campesina, el trabajo familiar no representa un costo de producción”. En cambio, para una empresa el salario de los trabajadores asalariados representa un costo fijo:
La mano de obra familiar, en la economía campesina, no es un costo de producción fijo. Cuando ocurren malas cosechas, o bajan los precios en los mercados, puede bajar la remuneración familiar. Esta flexibilidad de la economía campesina familiar, le da una cierta "capacidad de resistencia", una cierta agilidad. Se habla de "auto-explotación de la fuerza de trabajo" (Apollín y Eberhart, 1999:147).
A partir de la comprensión de este planteamiento, podremos entender luego que el objetivo de un productor campesino es el de “maximizar la remuneración de su trabajo” y la de los miembros de su familia. En contraste, para el empresario, la fuerza de trabajo asalariada sí es un costo. Así pues, la diferencia fundamental entre una unidad campesina y una empresa capitalista es que “el productor campesino busca maximizar la remuneración del trabajo familiar, el empresario tiene el interés de minimizar la remuneración del trabajo” (Apollín y Eberthart, 1999:147).
Como hemos visto se le venía llamando despectivamente a las prácticas productivas del campesinado y otros sectores sociales, cuyos aportes no lograban cubrir las elementales condiciones de vida: “Así se les llamó cordones de miseria, marginados, lumpemproletarios y más sofisticadamente culturas de hambre (Dután y Poma, 1994: 57). La capacidad de los sectores oprimidos para enfrentar creativamente las condiciones difíciles de su reproducción ha obligado a cambiar este lenguaje. Así pues, se han elaborado nuevas propuestas como la de “estrategias de supervivencia” qué se pueden entender como:
[...] El sistema de comportamientos y prácticas productivas y sociales, tendientes a asegurar aquellas condiciones de existencia, que permiten no sólo la reproducción simple de un grupo como tal, sino también las de sus características particulares, que al mismo tiempo que lo especifican, constituyen un elemento de su integridad y cohesión social, lo que constribuye a reforzar la dinámica de sus estrategias (Sánchez et al, 1984: 10).
Habiendo explorado brevemente la compleja dinámica de la producción-reproducción material e inmaterial de las unidades campesinas, y sus diferencias con las empresas capitalistas, en este segmento defendemos al enfoque de sistema cómo el acervo teórico metodológico con el cual podemos llegar a una comprensión del comportamiento campesino que supere las limitaciones del enfoque neoclásico dominante.
Según Kervin (1988 citado por Morlon, 1996), la teoría de sistemas permite responder a los problemas del análisis de la economía campesina ya que toma en consideración la interdependencia general entre las diferentes actividades de la familia campesina. Es en el nivel del conjunto del sistema que se propone estudiar los comportamientos, la racionalidad y aplicar la noción de eficiencia, y no solamente a las actividades agrícolas. El paradigma sistémico se funda en las exigencias de pertinencia, globalidad, de tomar en cuenta lo cualitativo, así cómo lo cuantificable, de la finalidad del sistema, de la articulación entre los diferentes subsistemas, de sus mecanismos de regulación interna y de sus relaciones con el entorno.
Demostradas las limitaciones de la racionalidad instrumental surge la inquietud acerca de cuál es el modelo que utiliza el enfoque de sistema para analizar las unidades campesinas. En la teoría de sistemas no existe un modelo rígido, sino que la categoría de sistema de producción es la herramienta para la modelización de las unidades campesinas.
Un sistema de producción es el conjunto estructurado de actividades agrícolas, pecuarias y no agropecuarias establecido por un productor y su familia para para garantizar la reproducción de su explotación, resultado de la combinación de los medios de producción (tierra y capital) y de la fuerza de trabajo en un entorno socioeconómico y ecológico determinado (Apollín y Eberhart, 1999:32).
Es necesario puntualizar en que el análisis de una realidad a partir de la teoría de sistemas es básicamente una representación de ésta realidad, una modelización (Apollín y Eberhart, 1999). Según Kervin (1988, citado por Morlon 1996) en el análisis sistémico ya no hay realidad preexistente, sino construcción del objeto por estudiar; es decir no existe un modelo rígido preconcebido, sino que es tarea del investigador .
Siendo un sistema un conjunto de elementos en interacción dinámica, organizados en función de un objetivo, la aplicación del enfoque sistémico no se reduce o limita a una descripción de sus elementos, sino que busca dar respuestas a lo siguiente: ¿Cuáles son los elementos que lo constituyen?, ¿Cuáles son las interdependencias existentes entre éstos?, ¿Cómo están organizados para cumplir el objetivo?, ¿Cuál es el objetivo?, ¿Cuál es la dinámica de evolución del conjunto?
En consecuencia, el análisis de los sistemas de producción trata de entender las prácticas campesinas y no de imponer normas preconcebidas (Apollín y Eberhart, 1999).
Uno de los aportes que le da fuerza a la teoría de sistemas es precisamente su flexibilidad, pues no plantea un único tipo ideal de campesino, sino que a partir de sus postulados nos permite crear diversas tipologías tomando en cuenta variables microeconómicas, estructurales, sociales, entendiendo el sistema como el resultado de un proceso histórico de capitalización (o descapitalización) y combinación de recursos en un contexto determinado:
La unidad de producción familiar actual, con sus tierras, sus infraestructuras, sus herramientas, sus maquinarias, etc, es el producto de la historia de la familia y de su finca. Resulta de un proceso de acumulación familiar. No todas las unidades de producción han logrado acumular la misma cantidad de recursos, y por esta razón, no todas practican el mismo sistema de producción. Ciertas familias obtienen ingresos suficientes para, además de satisfacer las necesidades básicas del consumo de la familia, invertir en el mejoramiento de su sistema de producción, en la compra de nuevas tierras, adquisición de equipamientos, aumento del rebaño ganadero, etc (Apollín y Eberhart, 1999: 43).
La evolución del sistema de producción corresponde a un proceso de capitalización. Otras unidades de producción, solo permiten ingresos para cubrir las necesidades básicas de la familia y una inversión mínima para mantener los instrumentos de producción. Se habla entonces de un proceso de estancamiento. Las unidades de producción que no logran ni siquiera mantener el capital existente, están en un proceso de descapitalización. Es el caso de las familias que, por ejemplo, se ven obligadas a vender sus animales, y no logran reemplazarlos (Apollín y Eberhart, 1999: 43).
De acuerdo con la FAO (2005), el enfoque de sistemas se basa en la idea central de que cada unidad campesina obedece a una lógica productiva determinada según las características de sus explotación y de su situación familia. Esta lógica depende en gran medida de la dotación de factores de producción y de las limitantes de la unidad productiva.
El funcionamiento del sistema obedece a la lógica productiva propia de la unidad familiar que persigue unos objetivos socio-económicos especiíficos. Se considera que las relaciones relativas a la gestión del sistema son racionales, es decir que la familia moviliza y utiliza los medios de manera coherente para obtener los fines socio-económicos y productivos deseados. Esta racionalidad varía de un sistema de producción a otro según los recursos disponibles y los condicionamientos externos.
Apollín y Eberhart (1999) plantean cuatro postulados como referencias para la determinación de la racionalidad de una determinada unidad economíca campesina:
Coherencia del sistema: No todos los productores se encuentran en las mismas condiciones, ni todos adoptan el mismo sistemas de producción, sino que buscan poner en práctica el sistema de producción más coherente con sus intereses y objetivos económicos (Apollín y Eberhart, 1999: 86).
Satisfacción de las necesidades familiares: Los agricultores tienen más interés en orientar sus actividades hacia el mercado (producir para la venta) cuando consideran que las interrelaciones de intercambio son "justas” y estables. Si no es ese el caso, su interés se orienta a la producción de bienes destinados al autoconsumo familiar (la unidad económica campesina es a la vez, unidad de producción y consumo). En vista de mejorar su nivel de vida, su interés también se orienta a valorizar al máximo aquel recurso (tierra o fuerza de trabajo) del cual disponen en cantidad, relativamente menor (Apollín y Eberhart, 1999: 86).
Aversión al riesgo: Los productores buscan maximizar la esperanza matemática del rendimiento de sus producciones únicamente si consideran que las condiciones de producción no son precarias, y son estables. Mas bien tratan de minimizar los riesgos cuando trabajan en situación de vulnerabilidad: endeudamiento, riesgos climáticos, riesgos de comercialización, etc. (Apollín y Eberhart, 1999: 86).
Costo de oportunidad del trabajo: La división del trabajo a lo interno del sistema, es decir, la gestión de la mano de obra familiar masculina y femenina, la distribución del tiempo de trabajo entre las diversas actividades agropecuarias y extraagrícolas, depende del costo de oportunidad del trabajo. Por ejemplo: El interés de trabajar una hora en la finca, va a ser evaluado en comparación con los ingresos que permite, una hora de trabajo, fuera de la explotación (Apollín y Eberhart, 1999: 86).
Sobre la base los postulados mencionados en el apartado anterior, los mismos autores señalan cuatro criterios principales para caracterizar las racionalidades de los sistemas de producción, condicionadas por las condiciones del entorno socioeconómico y los recursos de los cuales disponen:
La autosubsistencia: Si el productor se encuentra en condiciones desfavorables de intercambio (acceso al mercado inestable o injusto, desfavorable relación entre precios de insumos y precios de venta de productos, etc.), o en situación económica precaria (acceso y tenencia de la tierra precaria, obligación de vender la mayor parte de su fuerza de trabajo para sobrevivir, etc.), su interés prioritario será el de minimizar los riesgos de mala cosecha, para asegurar la alimentación familiar. [...] En estas condiciones, los campesinos buscan producir un abanico de alimentos que permitan la autosubsistencia del grupo familiar. Se integran poco al mercado y compran muy pocos insumos. [...] Esta racionalidad se encuentra principalmente en regiones aisladas (con dificultad de transporte), en condiciones en las cuales la comercialización es acaparada por pocos comerciantes, o cuando existe una fuerte inestabilidad de los precios, etc. [...] un productor en condiciones muy precarias para su subsistencia, no puede tomar el riesgo de producir para el mercado. Este concepto permite explicar por qué, en algunas zonas, existen campesinos pocos integrados al mercado. No se trata de falta de espíritu empresarial sino de condiciones que determinan el poco interés objetivo de los productores, para desarrollar producciones para el mercado (Apollín y Eberhart, 1999: 88).
La maximización del valor agregado por hectárea: Si el productor dispone de una superficie limitada de tierra, o sea cuando la tierra es bastante más escasa que los otros recursos productivos (la mano de obra en particular), la estrategia va a consistir en desarrollar actividades agropecuarias que generan un ingreso máximo por unidad de superficie. Esta racionalidad, supone que no existen oportunidades de trabajo fuera de la explotación familiar, lo que significa una disponibilidad importante de mano de obra familiar. [...] El resultado es un sistema de producción intensivo (alto valor agregado/ha), con una gran inversión en trabajo, (puesto que es el recurso relativamente más disponible de la explotación) a la que se puede sumar, una fuerte inversión en insumos (Apollín y Eberhart, 1999: 89).
La maximización de la remuneración del trabajo: Cuando un productor dispone de poca fuerza de trabajo familiar en relación con la tierra, tiene interés de orientar su sistema de producción hacia lograr maximizar el valor agregado por día de trabajo [...] Esta situación se encuentra en las fincas que tienen un acceso importante a la tierra (en relación con la mano de obra familiar), o en las fincas que tienen poca disponibilidad en mano de obra, debido a la composición de la familia y/o de existencia de oportunidades de trabajo fuera de la agricultura, que entran en competencia con el sistema de producción agropecuario familiar. [...] El resultado de esta racionalidad es un sistema de producción extensivo, que busca una valorización de la tierra con el mínimo de inversión en mano de obra (Apollín y Eberhart, 1999: 89).
La maximización de la tasa de ganancia: Se da cuando un empresario que tiene capital y utiliza mano de obra asalariada, busca maximizar su tasa de ganancia (la tasa de rentabilidad del capital invertido). Es la típica estrategia capitalista, en la cual el empresario compara la tasa de ganancia que obtiene en la agricultura, con la tasa de ganancia que podría obtener invirtiendo su capital en otros negocios (costo de oportunidad del capital). [...] Ciertos campesinos que disponen de capital también pueden responder a esta lógica de maximización de la tasa de ganancia. Buscarán desarrollar las actividades agropecuarias, o no agropecuarias (compra de un camión, comercio, etc.) que mayor tasa de rentabilidad tengan. Lo que los diferencia del productor capitalista ya definido, es su acceso,bastante limitado, a otras oportunidades de inversión (Apollín y Eberhart, 1999: 90).
Una unidad económica campesina puede concebirse como un sistema de producción familiar que desarrolla actividades agropecuarias y no agropecuarias, siendo generalmente una entidad pluriactiva. La tierra y los medios producción con los que operan el proceso de producción son escasos y de poca calidad: pueden ser propios, comunitarios o intermediados, siendo su capacidad de acceso y control una resultante de los procesos de acumulación y desacumulación a nivel interno, territorial y global históricamente determinados.
La fuerza laboral de unidad económica campesina está compuesta primordialmente por los integrantes de la familia y posee una reserva cognitiva compuesta de un acervo de conocimientos locales y tradicionales, que pueden o no combinarse con innovaciones tecnológicas con respecto a las restricciones ecosistémicas e institucionales en las que sus miembros deben tomar sus decisiones y establecer sus estrategias de vida.
El comportamiento de las unidades económicas campesinas es un comportamiento racional que prioriza los mínimos satisfactorios en lugar de los máximos totales, como en las empresas capitalistas. Para ello, su funcionamiento sigue dos premisas fundamentales: primeramente, las unidades campesinas tratan de garantizar la conservación de sus activos, la reproducción de la unidad, buscan la satisfacción de las necesidades familiares antes que a la búsqueda de utilidades. Esto les llevan a tratar de minimizar los riesgos de sus operaciones económicas, para lo que establecen un conjunto de relaciones sociales y prácticas culturales que les otorgan un carácter colaborativo en lugar de egoísta-competitivo, y tratan de evitar modificaciones técnico-tecnológicas antes de haber superado sus umbrales de reproducción o a menos que el recurso arriesgado sea abundante y el costo de oportunidad sea bajo.
En segundo lugar, la autoexplotación de la fuerza laboral les orienta a tratar de maximizar la remuneración del trabajo, ya que no representa un costo de producción fijo (a diferencia de las empresas capitalistas), a detener la actividad una vez alcanzado el umbral de satisfacción de las necesidades familiares, a considerar el costo de oportunidad del trabajo y los recursos cuando se trata de implmenetar nuevas tecnologías o realizar nuevas actividades productivas intra o extra finca. Esta autoexplotación también les otorga cierta capacidad de resistencia ante situciones económicas externas difíciles.
El mérito de la noción de estrategias de supervivencia está en que visibiliza un enorme abanico de prácticas económicas y socio-culturales, una gama de relaciones entre medios y fines completamente racionales que escapan a la vista de quienes miran al campesinado con los lentes del modelo de racionalidad instrumental, y revaloriza aquellos comportamientos que anteriormente calificados con adjetivos insultantes y poco científicos.
Con ello se repiensa así la capacidad del campesinado en particular, y de los oprimidos en general, para hacerle frente tanto a las limitaciones ecosistémicas, como a las restricciones del modo de producción imperante impuesto por los individuos y grupos sociales que tienen como estandarte al retrasado mental desde el punto de vista social en términos de Sen (1977 en Álvarez, 2009).
Con estos antecedentes y retomando la reflexi´n acerca de las limitaciones a la teoría neoclásica, a nivel general podemos decir que el modelo de elección racional instrumental, pese a su obsolescencia, ha sido una especie de especie de caballo de Troya técnico-cultural del capitalismo, con el cual se ha hecho penetrar en el imaginario global las ideas de voracidad, egoísmo, exclusividad y enriquecimiento ilimitado como ideales y correctas. Esto ha tenido consecuencias perversas en términos políticos, institucionales e ideológicos, no solo en el medio rural sino a nivel general.
Por ejemplo, se ha creado un imaginario que califica como irracionales a aquellas prácticas económicas y socio-culturales no utilitarias, lo que ha dado paso a la descalificación y adjetivación peyorativa de las estrategias de vida de los sectores oprimidos, lo que contribuye a desvalorizar el ser campesino y a reducirlo a un significado ligado a la ignorancia y a la pobreza.
Sobra decir que esto ha contribuido a la promulgación de políticas asistencialistas de reducción de la pobreza, a la preconización del agronegocio, la desestructuración de las relaciones colaborativas y otros sistemas de seguro de los campesinos, contribuyendo a profundizar las desigualdades sociales en el campo y a la promoción de tecnologías e instituciones extractivistas muy desajustadas a los ecosistemas. Mucho ejemplos de ello podemos encontrar si estudiamos la historia del desarrollo rural de los países latinoamericanos especialmente a partir de los años Ochenta cuando se nos impuso el neoliberalismo y la contrarreforma agraria.
Así pues, si desde una mirada rápida se podría reconocer de la teoría neoclásica en general la aplicación de la noción de racionalidad al análisis de las economías campesinas, y a Schultz y sus discípulos el plantear la necesidad de la educación rural y la dotación de recursos a las familias campesinas (modernización), estos aportes tienen limitaciones y sesgos al moverse dentro de la lógica instrumental. Y, si bien es imposible negar la importancia de estas condiciones para superar la pobreza rural, desde el utilitarismo, la educación y tecnificación obtienen el papel de mecanismos de adoctrinamiento e incorporación a los procesos de acumulación capitalista y de penetración del ideario egoísta en la población rural.
Negar que la pobreza rural tenga raíces en la estructura de la propiedad y en los mecanismos de explotación a los campesinos, como hace la teoría neoclásica aún a pretexto de abstracción, significa básicamente irse en contra del principio de escasez, fundamental en Economía. Concebir al campesinado como un sujeto sin restricciones institucionales (y ecosistémicas), sin considerar los mecanismos de subordinación y explotación a los que el capitalismos los somete, a más de reflejar las limitaciones del determinismo individualista, refleja su obsolescencia. Este filtro valorativo solo se puede explicar como un sesgo de clase que se mantiene por una relación de poder, debido su enorme tributo para justificar los motivos del capitalismo y el imperialismo.
De otra forma, ¿cómo es posible ignorar los efectos subordinantes y excluyentes que suelen conllevar fenómenos como la intermediación, el acaparamiento de tierras y aguas, la agricultura de escala y otros sobre los territorios en general y las economías campesinas en particular?, ¿es posible analizar honestamente las economías campesinas sin omitir la vigencia de categorías como plusvalía y renta como pre-requisitos para analizar los flujos de recursos hacia afuera de un sistema de producción que generan descapitalización y pobreza rural?
A diferencia del enfoque neoclásico, el enfoque de sistemas parte de la noción de racionalidad acotada, es decir considera que los límites de lo racional están dados por las restricciones ecosistémicas e institucionales.
La aplicación del paradigma sistémico nos permite obtener una comprensión más pertinente y global de las unidades económicas campesinas. El análisis de sistemas de producción nos proporciona una visión dinámica y nos exige caracterizar la interacciónes del sistema con su entorno ecológico e institucional, además de las interacciones de sus elementos a lo interno. Aquello nos otorga la posibilidad de entender explicar las estrategias y decisiones que adoptan los campesinos para reproducir su vida familiar y social, librándonos de adjetivos clasistas y poco científicos.
Entonces, una de las fortalezas del análisis de sistemas radica en la posibilidad de observar a la unidad económica campesina en movimiento, debido a que nos permite agregar contenido empírico y construir varias modelizaciones, constituyéndose en un herramienta para explicar múltiples racionalidades que difieren de un sistema a otro, así como dentro de un mismo sistema (a nivel de subsistemas), considerando los escenarios ecológico-sociales históricamente determinados en los que operan las familias.
Con todas estas consideraciones se evita el reduccionismo en el que cae la teoría neoclásica con el homo economicus, pues el enfoque sistémico considera que no existe un solo tipo campesinado, sino que nos habla de la existencia de múltiples campesinados, de sistemas de producción con diferentes funcionamientos y dinámicas que transitan dialécticamente de un estado a otro.
"Debemos cuidarnos de no caer en la trampa de imaginar un tipo "puro" de unidad familiar campesina que consuma prácticamente todo lo que produzca y virtualmente nada más, para distinguirla de un tipo "impuro" que produzca para el mercado y para sus propias necesidades inmediatas [...] Seguramente nos equivocaremos si tratamos de concebir las economías campesinas como orientadas a la "subsistencia" y de sospechar de capitalismo donde quiera que los campesinos den muestra de orientarse hacia el "mercado". Es mucho más sensato dar por sentado como punto de partida, que durante siglos las economías campesinas han tenido una orientación doble hacia ambos. En esta forma podremos evitar muchas discusiones estériles acerca de la naturaleza de las llamadas economías de subsistencia" Thorner (1962: 186).
En síntesis, en el enfoque sistémico no existe un solo tipo ideal y rígido de campesino, sino que a partir de la contrastación de los datos empíricos con los postulados teóricos podemos formular diversas tipologías de unidades económicas campesinas con múltiples racionalidades en función de los escenarios concretos que afronta el investigador. Es decir, el paradigma sistémico opera desde la observación de lo concreto a la abstracción y no al revés, como sucede en el enfoque neoclásico que parte de un tipo ideal (el hombre económico racional), de un modelo sin mayor contenido empírico en el que luego trata de hacer caber la realidad de acuerdo a los intereses de los dominantes.
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