Copérnico Fernando Pereyra Centella
Universidad Veracruzana, México
cfpc73@yahoo.com.mxResumen
En este artículo se concibe a la educación como un proceso complejo que impacta de manera sustantiva en todos los aspectos del quehacer social. Este proceso llamado educación debe entenderse e interpretarse en contextos sociales, históricos, políticos y culturales particulares. Así mismo, este artículo describe las aportaciones que algunos filósofos, pedagogos y teóricos han hecho a la educación en occidente y al concepto mismo de educación en diversos momentos de la historia. Aquí sólo se mencionan algunos personajes tales como los Sofistas, Sócrates, Martín Lutero, Comenio, Paulo Freire, entre otros. Finalmente, se pone de manifiesto que la educación es acción y que para entenderla hay que estudiarla a partir de su propia realidad.
Palabras Clave: educación, historia, proceso, pedagogía, desarrollo, igualdad, liberación.
SOME HISTORICAL CHARACTERS AND THEIR CONTRIBUTION TO EDUCATION
Abstract
In this article, education is conceived as a complex process that impacts substantively in all aspects of social life. This process called education must be understood and interpreted in social, historical, political and particular cultural contexts. This article also describes the contributions that some philosophers, educators and theorists have made to education in the West and to the very concept of education at various times in history. Here, only some characters such as the Sophists, Socrates, Martin Luther, Comenius, Paulo Freire are mentioned, among others. Finally, it is showed that education is action and must be studied from its own reality.
Keywords: education, history, process, pedagogy, development, equality, liberation.
Para citar este artículo puede uitlizar el siguiente formato:
Copérnico Fernando Pereyra Centella (2016): “Algunas figuras históricas y su aporte a la educación”, Revista Contribuciones a las Ciencias Sociales, (enero-marzo 2016). En línea: http://www.eumed.net/rev/cccss/2016/01/historia.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/CCCSS-2016-01-historia
Introducción
En la historia de la humanidad pocos procesos son tan complejos y de tanta importancia e impacto en el quehacer social como lo es la educación. No sólo por el conjunto de disciplinas a las que debe uno de recurrir, como la psicología educacional, pedagogía, didáctica, etc. (ciencias de la educación) o antropología, historia, derecho, etnografía, etc. (ciencias sociales) para tener un entendimiento claro de lo que es la educación y de su devenir en cada momento de la historia desde que la educación se originó como tal, sino también porque la educación debe entenderse e interpretarse en contextos sociales, históricos, políticos y culturales específicos. Como dice Viñao (2002: 248): “es obvio que el estudio de la educación es una parte importante del estudio de la historia de la sociedad, junto con el de su economía, su política, su demografía o sus modos de comunicación, por citar otros ámbitos sociales, asimismo relevantes, con los que guarda una estrecha relación.” Pero la educación no sólo debe entenderse dentro de todo este entramado, también debe responder a preguntas torales para el desarrollo del ser humano como ente social. Es así que desde hace siglos, los actores inmersos en el campo de la educación, como los maestros, los filósofos y los teóricos de la educación, se han preguntado qué deben aprender los estudiantes y cómo se les debe enseñar para que realmente aprendan. Las respuestas son diversas y llegar a una sola conclusión es prácticamente una utopía. Esto cobra sentido si comprendemos que la educación no es algo que se defina, no es sustantivo: la educación es acción. Y para entender la realidad de la educación debemos estudiarla fuera de toda teoría, partiendo de su propia realidad.
La educación en sus primeros años: los Sofistas, Sócrates, Platón y Aristóteles
La educación como tal empezó a gestarse en la lejana Atenas democrática del siglo V antes de Cristo con un grupo de pensadores llamados sofistas, del griego sophía (σοφία), ‘sabiduría’ y sophós (σοφός), ‘sabio.’ Justamente esa era su labor, sembrar la semilla de la sabiduría, del conocimiento. Gracias a su estilo de vida nómada, adquirieron conocimientos de otras culturas más allá de la griega y eso les permitió tener un panorama mucho más amplio de lo que sucedía en otras partes del mundo hasta ese entonces conocido. Y tenían como objetivo transmitir ese conocimiento por diversas ciudades griegas. Un conocimiento basado mayormente en el entendimiento del hombre y la sociedad, procurando el desarrollo del hombre a través del raciocinio y, en consecuencia, el desarrollo social y político de la polis. En este sentido, Picardo Joao & Escobar Baños (2002: 65) dicen que “Los sofistas fueron auténticos profesores viajeros que iban de ciudad a ciudad, tratando de interpretar la realidad educativa y social. Los sofistas se aseguraron un porvenir en el destino de los pueblos (…) divulgando experiencias ajenas, cuya base es la especulación. Pero esta divulgación permitió definir claramente el raciocinio, la libertad mental que necesitan el hombre y la mujer para alcanzar el desarrollo político y social de las polis.”
Con los sofistas cobra relevancia el uso de la palabra como medio de persuasión y manera de incidir en los demás. Es pues esta transmisión del conocimiento a través de la palabra oral la que llega a hacer prácticamente un método para educar, haciendo particular énfasis en la tradición para enriquecer la cultura. Claro está que era una educación estrictamente encaminada al desarrollo político y social de la polis, con una estrecha relación entre el hombre 1 y el Estado. Es curioso, pero bien podríamos decir que con los sofistas también fue tomando forma un sistema privado de educación, pues el precio que los padres pagaban para que sus hijos obtuvieran una buena instrucción a manos de este grupo de sabios era elevado (Ibid.). Con toda esta elocuencia, sabiduría, raciocinio y oratoria como método educativo, los sofistas sembraron la semilla de la educación liberal y la concepción de que todos los hombres son por “naturaleza iguales: sólo por convención artificial se dividen en griegos y bárbaros, libres y esclavos, nobles y plebeyos” (Abbagnnano & Visalberghi, 1998: 62).
Sócrates, por su parte, criticó duramente a los sofistas por hacer creer a los individuos que todos somos iguales y que la democracia efectivamente tiene una aplicabilidad. Sócrates también estaba en contra de los sofistas porque ellos educaban para gobernar; ese era el alfa y el omega de la educación. Sócrates afirmaba que la educación de ese entonces carecía de valores tales como la “humildad y la libertad (…) [y] planteaba la necesidad de saber sobre todas las cosas: en qué residía el verdadero bien de la ciudad y por tanto cuál era el verdadero bien para las personas que la componían” (Picardo Joao & Escobar Baños, 2002: 66). Dicho en otras palabras, Sócrates promovía una educación para la búsqueda constante del bien. Para tal propósito, Sócrates utilizó la ironía y la mayéutica. En la primera, el hombre debe declararse ignorante 2 como primer paso para adquirir sabiduría; mientras que en la segunda, se llega al conocimiento a través del cuestionamiento. Es decir, la mayéutica se basa en interrogar a una persona para que llegue al conocimiento de las cosas a través de sus propias conclusiones. Not (2001: 68) dice que “No se trata la mayéutica de aprender algo nuevo sino de recordar lo que se sabe implícitamente y que las preguntas tienen como objetivo de hacer explícito.”
Sin duda alguna que este método Socrático buscaba que los hombres de aquel entonces despertaran, indagaran y descubrieran su mundo y se convirtieran en entes pensantes. Esto, cuenta la historia, no fue bien recibido por los gobernantes de Atenas, pues un ciudadano pensante es un peligro para los vicios de la clase gobernante. Desafortunadamente este temor sigue hasta nuestros días y un gran número de gobiernos continúan implementado mecanismos de control para impedir que el ciudadano despierte y trate de cambiar su realidad.
Más tarde, Platón, quien fue discípulo de Sócrates, criticó duramente la política de su tiempo y también la educación que impartían los sofistas. Platón se encargó de difundir ampliamente la doctrina de su maestro Sócrates y lo demostró claramente en su obra Apología de Sócrates. En ella sintetiza la doctrina de su maestro de la siguiente manera: 1) la virtud es una y se identifica con la ciencia; 2) sólo como ciencia se puede enseñar la virtud; 3) en la virtud como ciencia radica la única felicidad de la persona (Picardo Joao & Escobar Baños, 2002: 66). Es decir, la virtud es el fin primero y último del hombre. La virtud es una y el hombre debe ser la realización misma de la virtud. Amén de esto, Platón fue el primero que buscó una integración entre la pedagogía y la política, y manifestó que éstas se mantienen inseparables. Gmurman & Korolev (1967: 13) dicen que “La principal idea de este sistema, atractiva a primera vista, es que cada persona independiente debe dedicar sus fuerzas al logro del ‘bienestar particular’ en la vida.” En relación con esa unión entre pedagogía y política, Pereyra Centella (2016: para. 5) expresa que “Es indiscutible que la política, entendida también como una filosofía de servicio a los demás y una forma de actuar, es inherente al hombre y reguladora de la conducta humana. Pero se requiere de un mentor que nos guie para llevar la política a la práctica social de toda discusión ética y democrática. Este mentor es la educación.” Sin embargo, y al margen de esta gran aportación a la educación, no debemos olvidar que Platón ha sido duramente criticado por considerar que la existencia de las ideas es independiente a la materia, donde la idea suprema es el Bien, y de ahí le sigan otras como la Justicia, la Belleza, el Ser, etc. Y ante esta separación de lo sensible y lo inteligible, ¿Qué pasa con la experiencia? ¿En dónde están las fuentes de conocimiento? ¿Qué pasa con la realidad? ¿A partir de qué interpreto la realidad?
El hecho de que el Bien sea la idea que guía a las demás ideas es de vital importancia para la teoría platónica, pues alude a la vida virtuosa del hombre. Y la educación es la que permite que el hombre llegue a ser virtuoso, siempre en beneficio de y para la polis. Esto suponía contribuir, de acuerdo al pensamiento de Platón, al bien de la sociedad para tener una sociedad justa. De ahí el papel de la clase gobernante como rectora de la educación. En este sentido, Vázquez, 1995: 58 dice que
La educación consiste, entonces, en el cultivo de la armonía interior de cada sujeto con la armonía exterior de la polis a través del conocimiento y del deseo de alcanzar lo que es el supremo bien por encima de los bienes o de las formas de vida inferiores. (…) Una sociedad pacífica y próspera sólo será posible en la medida en que los niños como futuros ciudadanos sepan asociar su propio bien con el de la sociedad, y son los gobernantes los que deben cumplir con este propósito porque son ellos, los hombres virtuosos, los que mejor conocen qué es lo bueno para la polis y qué formas de vida son superiores a otras.
Algo bastante fuerte y cuestionable para nuestros días, pero no olvidemos que la educación se da en un contexto social, histórico, político y cultural determinado y que es precisamente ese quehacer social lo que le da forma a la educación como tal. Sin embargo, por un lado, una de las críticas mayores a esta forma de pensar platónica (modelo perfeccionista) es saber cuál es la interpretación correcta de lo bueno para cada persona; y, por otro, que es bastante cuestionable que los políticos sean virtuosos.
Aristóteles, discípulo de Platón, también hizo una contribución significativa a la educación. Tuvo una visión muy clara de lo que debía ser la educación y de cómo debía realizarse tal proceso. Para tal efecto, redactó las siguientes tesis:
(Gmurman & Korolev, 1967: 15).
Lo anteriormente expresado es importante porque aquí se establece la diferencia entre Platón y Aristóteles respecto a la concepción del mundo, ya que Platón, como se mencionó antes, sostenía una separación entre el mundo sensible y el mundo inteligible. Pero Aristóteles sí reconocía a la materia como fuente de conocimiento y experiencia. Es decir, hay un mundo tangible que le permite al hombre conocer e interpretar su realidad, su contexto, su mundo de una manera racional. Dicho en otras palabras, estamos frente a un pensamiento naturalista y realista. Esta es una de las grandes contribuciones de Aristóteles a la educación. Además de ser considerado el padre fundador de la lógica y de la biología, pues fue él quien realizó las primeras investigaciones sistemáticas en estos campos. Esta educación de la que habla Aristóteles, al igual que la de Platón, también buscaba la libertad del hombre, la autonomía, el pensar para generar acciones. Sin embargo, se cuestiona el hecho de que esa libertad es una libertad clasista y no equitativa. Esto debido a la manera como concebían el trabajo físico, labor que estaba destinada para los esclavos y no para la clase privilegiada y a la manera como concebía la educación, pues era un privilegio educarse, dependiendo de la clase social del individuo.
Aristóteles, al igual que Platón, consideraba que la educación efectivamente debía estar a cargo de la autoridad. Sin embargo, a diferencia de este último, Aristóteles no estaba totalmente convencido de que la autoridad fuese la única fuente rectora de la educación, y consideraba que la autoridad paterna era una parte complementaria en la educación de los niños. Y es justamente esa parte complementaria la que se critica y cuestiona por diversos autores, ya que no se ve reflejada una autonomía del niño. Pero esta es una discusión que trasciende hasta nuestros días porque ¿acaso en la actualidad somos autónomos en materia educativa respecto del gobierno o de instituciones mundiales que dirigen los hilos de la economía y tienen injerencia en el currículum? La respuesta es no, pues no podemos hablar de laissez faire en un sistema de mercado como lo tenemos actualmente.
La educación a partir del siglo XVI: Martín Lutero, Juan Amós Comenio y Friedrich Herbart
El siglo XVI fue un parte aguas para la educación, ya que el contacto con otras civilizaciones y los cambios en materia social, política, cultural y económica resultado de algunos acontecimientos históricos e intelectuales, tales como la Edad Media (entre el siglo V y el XV) y el humanismo (entre el siglo XIV y XV), llevó a enmarcar la acción docente en un perfil básico que diera respuesta a las necesidades de las sociedades de aquel entonces. Por ejemplo, el humanismo significó un cambio radical en la forma de ver la vida, en la forma de relacionarse con los demás y de interpretar la realidad. Se privilegiaron el pensamiento crítico, el racionalismo y el empirismo sobre la fe. Esto empezó a impulsar los primeros cambios en materia religiosa y se dieron los primeros pasos para reformar la iglesia, impactando directamente en la educación.
Todo esto fue llevando poco a poco a la secularización de ciertas prácticas religiosas encaminadas a la promoción de la instrucción. Es así que Picardo Joao & Escobar Baños (2002: 70) mencionan que las personas aprendieron a leer e interpretar la Biblia sin la intervención de alguna autoridad clerical. Por su parte, John Wycliffe ayudó para que cada hombre y mujer que así lo deseara pudiera convertirse en teólogo o teóloga. Jan Hus hizo lo propio al crear el primer silabario en el que las frases de su contenido eran religiosas según el orden alfabético. Pero quizá uno de los cambios más significativos fue la enseñanza del latín como lengua materna.
Por su parte, en Alemania Martín Lutero se enfrentaba abiertamente a la Iglesia e invitaba a los regidores de todas las ciudades de Alemania a ejercer una buena mayordomía3 empleando sabiamente el tiempo, el dinero y las enseñanzas para brindarles a los jóvenes las herramientas necesarias para tener acceso a una educación, lo cual causó muchísimo revuelo. Esto sirvió como base para que Lutero (Ibíd.) desarrollara un programa educativo cuyo objetivo principal era formar hombres capaces de gobernar el Estado y mujeres que fueran capaces de gobernar la casa. Este modelo puede parecer machista o excluyente, pero no debemos olvidar que Lutero finalmente era un hombre de Dios y que este programa educativo justo surgió en ese contexto. Otra crítica a Lutero en materia educativa es que él estaba a favor de la educación suministrada y dirigida por el Estado. Una educación con una alta influencia cristiana donde se enseñaran las Sagradas Escrituras y se dejara de lado la Teología de la Filosofía, para disminuir la influencia aristotélica (Epistemología de la pedagogía). Sin embargo, más allá de toda crítica, no debemos olvidar las razones de Lutero para llevar a cabo su reforma en materia educativa. Por ejemplo, Suárez (2005) dice:
Todo esto es de importancia trascendental para su época porque Lutero propone un cambio curricular en la educación básica y universitaria. Él dice que no tiene caso que los jóvenes pierdan el tiempo con material y materias que en nada contribuyen a su desarrollo. Lutero propone que se estudien las lenguas para llegar a un verdadero conocimiento de la Biblia. Y recomienda los siguientes materiales para tal efecto: La Biblia en latín, griego, hebreo, arameo y cualquier otra lengua a la que se haya traducido. Así mismo, propone una serie de autores cuyas obras cultivan el aprendizaje de las lenguas, por ejemplo, Homero, Ovidio, Virgilio. Y complementa su listado con libros relacionados con gramática, retórica, lógica, aritmética, geometría, astronomía, música y buenos libros sobre derecho y medicina (Ibíd.: 16).
Pero Lutero también propone una cobertura educativa para todos los niños y niñas sin importar su condición social. Algo notable para le época. En esta cobertura tienen cabida todos los niños y niñas, no solamente aquellos más talentosos que terminarán siendo doctores en teología y derecho, pues también se requiere de hombres y mujeres con otro tipo de preparación que realicen actividades diversas. Con relación a este punto, Lutero (1530, p. 231. En Suárez, 2005: 16. Traducción del autor) dice que
Los niños de gran habilidad deben ser mantenidos en sus estudios, especialmente los hijos de los pobres.... Pero también los demás niños deben estudiar, aún los de menores habilidades. Ellos deben, cuando menos, leer, escribir y entender el latín, pues no sólo necesitamos doctores altamente instruidos y maestros de las Sagradas Escrituras, sino también pastores ordinarios que enseñen el Evangelio y el catecismo al joven y al ignorante, bauticen y administren el sacramento.
Otro gran promotor de cambios curriculares y formación de perfiles fue Juan Amós Comenio, pionero de la pedagogía. Comenio fue un firme creyente de que la educación jugaba un papel determinante en el desarrollo de las personas y, partiendo de ello, promovía una educación para todos y todas, ricos y pobres. Él “proclama claramente que todos los hombres tienen una aptitud innata hacia el conocimiento y no lo restringe solamente a una elite o para algunos iluminados, así crea la concepción de una escuela popular de gran cubrimiento y a la que todos tengan acceso” (Comenius. http://www.uhu.es/). Y aún más reformista para su época era la idea que el hombre y la mujer son iguales y que tienen las mismas capacidades intelectuales para aprender y realizar una serie de misiones a la par que el hombre, y por lo tanto ambos sexos eran merecedores de una educación. Comenio puntualizaba “que se debe reunir en las escuelas a toda la juventud de uno u otro sexo, plantea una igualdad de géneros y considera a la mujer igualmente dotada de entendimiento, ágil y capaz de la ciencia y lo mismo destinadas a elevadas misiones; y no entendía por qué razón se les apartaba del conocimiento y entendimiento de las ciencias” (Ibíd.). También enfatiza que la educación es un proceso que debe llevarse a cabo de conformidad con la naturaleza; es decir, siguiendo los procesos naturales del aprendizaje: la inducción, la observación, los sentidos y la razón. Así mismo, Comenio postula que la educación debe ser un proceso libre de violencia, donde lo que impere sea la armonía, la comprensión y los valores cristianos. Comenio hizo mucho énfasis en el papel determinante que el hogar juega en la educación de los hijos. Es en el hogar donde se dan los primeros aprendizajes, pues los padres son la primera escuela del niño. De ahí el imperativo de contar con padres educados, principalmente la madre4 . Recordemos que en esos años prácticamente la actividad principal de las madres era la de llevar a cabo las labores propias del hogar y la crianza de los hijos.
Amén de esto, Comenio conminó a los maestros a planificar la asignatura de acuerdo al método natural. De aquí surge el primer plan de estudios para una educación formal. La cual quedó organizada de la siguiente manera (Picardo Joao & Escobar Baños, 2002: 71, 72): primer grado, la escuela materna (de 0 a 6 años). Aquí se incluye la participación de los padres; segundo grado, escuela popular (de 6 a 12 años). Se utilizará la lengua materna y se estudiará la Biblia, el catecismo, la cosmografía, la escritura, el cálculo usual, la historia, etc.; tercer grado, la enseñanza secundaria (de 12 a 18 años). Se refiere a la escuela latina; y, el cuarto grado, la Academia o la Universidad. Aquí se imparte la universalidad de los conocimientos humanos.
Algunas ideas de Comenio sobre las que se han basado diversas corrientes y modelos educativos son:
(Comenius. http://www.uhu.es/)
León Tolstoi y la Escuela Libertaria
Cuán importante es la libertad para el aprendizaje. Y aún más importante es la libertad para los niños y las niñas. La libertad de gritar, de brincar, de correr, de experimentar, de preguntar, de jugar, de ser niño. Esto lo comprendió en su totalidad Tolstoi. Para él la escuela es un laboratorio donde el papel protagónico no lo tiene el maestro, sino el niño y la niña. El principio pedagógico (Picardo Joao & Escobar Baños, 2002: 79) de Tolstoi era el de la no intromisión y esto se reflejaba en la decisión de los alumnos para asistir o no a clases, para obedecer o no al maestro. Aquí el maestro simplemente controlaba ciertas situaciones perturbadoras para el desarrollo del niño y creaba las condiciones necesarias para el aprendizaje.
Schukina (1963: 46) expresó que Tolstoi se manifiesta contra el “formalismo y el dogmatismo en la enseñanza, contra el sistema de la disciplina del palo reinante en las escuelas rusas y extranjeras de su época, que eran instituciones para el martirio de los niños, en los que les privan de la mayor satisfacción y necesidad de la edad infantil, moverse libremente.” Haciendo una conexión entre la disciplina de aquellos años y nuestra realidad y contexto particular, Pereyra Centella (2016: para. 11) dice que
Es necesario justificar las medidas disciplinares del aula y acabar con los dispositivos de control. Este punto cobra relevancia porque muchos docentes que se dicen modernos y estar actualizados en cuestiones pedagógicas, y que dicen ser democráticos y buena “onda” con los estudiantes, siguen utilizando esquemas de hace 40 ó 60 años, por ejemplo. Es así que la puntualidad, tareas, asistencia y buen comportamiento son fundamentales para controlar al grupo. No quiero decir con esto que no deba haber disciplina y que tengamos que dar paso al libertinaje, no. Lo importante es justificar todas las medidas disciplinares en el aula, procurando siempre que sean medidas sensatas y eficaces. (…) Por ejemplo, el pase de lista debe de llevarse a cabo sólo como un requisito administrativo, pero no para castigar o sancionar al estudiante que acumule cierto número de inasistencias a la clase. La puntualidad debe de entenderse como parte de la formación (…) que acompañará al estudiante durante su vida en el campo laboral, pero no como medida disciplinaria y de control para ponerle retardo al estudiante o negarle la entrada al aula.
Esta cuestión de la disciplina cobra aún más importancia en estos tiempos del postdeber, donde ya no actuamos bajo principios Kantianos. Ahora obedecemos porque conviene, ya no se tiene que obedecer porque se debe. Y no es que haya una carencia o pérdida de valores. Los valores ahí están, simplemente hay multiplicación de circunstancias para aplicar los valores. Retomando el principio de no intervención, Vázquez (1995: 75) dice que “el modelo libertario supone que la educación no debe estar basada en ninguna concepción particular del bien sino en proveer a los estudiantes aquellos elementos intelectuales y morales neutrales que les permitan elegir por ellos mismos cuando alcancen la edad de la razón.”
La Educación Popular
Labor más grande y compleja no pudo haber tenido Juan Bautista de la Salle al ocuparse de los pobres, de los desamparados, de los olvidados, de los rechazados. La Salle proclamaba y promovía una educación para todos y todas. Es así que la enseñanza popular tiene sus primeras raíces en el siglo XVII con Juan Bautista de la Salle. Él se abocó principalmente a la educación de las jovencitas francesas que no tenían los recursos necesarios para recibir una instrucción. Años más tarde, y con la llegada de la Revolución Francesa (1789-1799), hubo una serie de vicisitudes entre el Estado y la Iglesia que impactaron en la educación. Sin embargo, en 1875 surgen algunos destellos que parecen reavivar la llama de la enseñanza popular. Por ejemplo, se estableció que la educación debía de dirigirse a la formación de escuelas de niños y niñas y que las escuelas debían ser obligatorias, gratuitas y laicas (Picardo Joao & Escobar Baños, 2002: 90).
Dentro de la educación popular, encontramos a Paulo Freire y su pedagogía del oprimido, plantando las primeras semillas para una pedagogía de la libertad o teoría crítica de la enseñanza. Fue la oportunidad para darle voz a los que no la tenían, a los pobres, a los desamparados, a los oprimidos por gobiernos corruptos y autoritarios. Así mismo, Freire introdujo el método de la investigación temática y de la palabra generadora como forma básica en la alfabetización de los adultos (Ibíd. 94). Freire proclama una educación para todos y todas. Una educación que le bride a los seres humanos las herramientas necesarias para despertar de la ignorancia y la opresión en la que han estado inmersos y poder ser libres. Una libertad que se empiece a gestar en lo individual y que se manifieste en lo colectivo, pues si se queda en el plano de lo individual de nada sirven los saberes adquiridos, ya que no se genera cambio alguno en la sociedad. Obviamente que esta apertura a la educación para todas y todas contribuiría también a la movilidad social de las personas, proveyéndoles de un estilo de vida mejor. Aunque debo señalar que esta concepción es bastante cuestionable en la actualidad y pareciera más una falsa creencia que una realidad. En este sentido, Viñao (2002: 233) dice que hay una “creencia generalizada (…) en el poder de la educación como factor de movilidad social, progreso económico y desarrollo democrático.”
La Pedagogía del Oprimido tiene dos etapas: 1), el oprimido desvela el mundo de opresión y a través de la praxis se compromete con su transformación; y, 2) cuando la realidad de la opresión ha sido transformada, la pedagogía cesa de pertenecer al opresor y se vuelve una pedagogía de todo el pueblo en el proceso de liberación permanente (movimientosderenovacion). Este es el principio y el fin de la pedagogía de Freire: la transformación social. Claro está, se requiere compromiso, disposición, voluntad, responsabilidad, porque el solo hecho de percibirnos oprimidos y querer dejar de serlo, no es suficiente.
El Constructivismo
El constructivismo, cuyos orígenes –en un principio artísticos– tienen lugar después de la primera guerra mundial y después cobra auge nuevamente con las ideas estructuralistas de Piaget, es una teoría que ha influido en gran manera, sobre todo a partir de la década de 1990, en la forma de percibir los procesos de enseñanza y aprendizaje. Esta teoría destaca el papel determinante que el estudiante juega en su propio aprendizaje, ya que debe ser capaz de construir conocimiento nuevo a partir del que ya tiene, como resultado de su experiencia previa con su entorno. Este proceso de relacionar de manera sustantiva lo que se está aprendiendo con lo que ya se conoce permite que haya un aprendizaje significativo 5. Aquí los estilos de aprendizaje son importantes porque dependiendo de ellos, en entre otras cosas, cada estudiante aprende de diferente manera y en tiempos distintos, y además se relaciona con su contexto o realidad de formas diversas. En este sentido, Picardo Joao & Escobar Baños (2002: 98) dicen que “la atención a la diversidad es el principio didáctico por excelencia del constructivismo, pues hace alusión que el alumno o alumna construye sus aprendizajes de acuerdo a su propio ritmo.” Esto conlleva en automático a cambios substanciales en el currículum 6, lo cual impacta educativa y administrativamente en la escuela y los actores que la conforman. Sin embargo, le hacía falta algo al constructivismo: un enfoque que relacionara la educación con la cultura y la sociedad, pues como dice Guichot Reina (2006: 22): “en toda educación subyace y se aprecia el sedimento de una cultura, entendida como una manera peculiar de afrontar la vida, cualquier cultura para permanecer reclama una educación, sin la cual le es imposible subsistir y cuando un sistema educativo atrasado está en disonancia y entra en contradicción con la cultura que le sirve de soporte se produce una crisis.”
Dentro de la teoría constructivista encontramos a Vygotsky, cuyas aportaciones en la forma de concebir el aprendizaje significativo del niño en relación directa con la cultura y la sociedad complementaron e impulsaron aún más el constructivismo. Esta relación que hace Vygotsky entre el aprendizaje y la cultura es de suma importancia, pues “la educación se contempla como un bien de cultura, como síntesis de cultura, como individualizadora de cultura, como conservadora de cultura y como transformadora de cultura” (Guichot Reina, 2006: 16). Esto es substancial, pues la formación o educación del niño no surge de manera espontánea, es producto del entorno cultural y social en el que se desarrolla y así mismo de las relaciones que establece con las personas que le rodean. Así pues, Vygotsky “asumía que el niño tiene la necesidad de actuar de manera eficaz y con independencia y de tener la capacidad para desarrollar un estado mental de funcionamiento superior cuando interacciona con la cultura. El niño tiene un papel activo en el proceso de aprendizaje pero no actúa solo” (earlytechnicaleducation.org). Para Vygotsky, la interacción entre los adultos y el niño son fundamentales para su aprendizaje y para que pueda realizar una serie de tareas, pues la experiencia del adulto le servirá de guía, de ejemplo, de proveedor de estrategias para que el niño sea capaz de hacer lo que por sí solo no podría. Esto es a lo que Vygotsky le llama Zona de Desarrollo Próximo. Vygotsky también destacó la importancia del lenguaje en el desarrollo cognitivo de los niños. Él llegó a demostrar que cuando los niños disponen de palabras y símbolos, ellos son capaces de construir conceptos mucho más rápidamente. También observó que el lenguaje jugaba un papel fundamental en la transmisión de la cultura (Ibíd.).
Conclusión
Hemos hecho un breve recorrido por el devenir histórico de la educación en occidente, en el cual abordamos sólo algunos personajes que a mi juicio personal han hecho aportaciones significativas a la educación y al concepto mismo de educación. Aunque el manejo del término concepto es solamente un constructo mental para intentar entender lo que es la educación. Como hemos visto a lo largo de este artículo, la educación es acción, es descripción del quehacer social. La educación es compleja porque siempre emana de un contexto social, histórico, político y cultural específicos.
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2 Sin duda alguna, este es uno de los principios para la búsqueda del bien, para el desarrollo del individuo como persona y como miembro de la sociedad. Esto implica entender que entre más aprendemos, menos sabemos. Es decir, nunca dejamos de aprender. Y en la búsqueda constante de ese conocimiento, debemos entender la enorme responsabilidad que trae consigo el aprender y saber más. La responsabilidad de procurar el bienestar y el desarrollo de las personas que nos rodean.
3 La mayordomía es la correcta y adecuada administración de todos los bienes que Dios, como dueño y Señor de todo, ha depositado en cada uno de nosotros durante su ausencia. Es decir, debemos de ejercer un manejo responsable de nuestros talentos, del tiempo, del dinero, y también de nuestro cuerpo como templo del Espíritu Santo que es y del alma. Es importante comprender que la mayordomía también implica compartir con las personas que nos rodean todo aquello que poseemos y estamos administrando.
4 Al contar con madres educadas, se tendrían hijos educados en conocimiento y valores que serían ciudadanos que contribuirían con el desarrollo de la sociedad.
5 Tipo de aprendizaje que incorpora, a la estructura mental del alumno, los nuevos contenidos curriculares, y que pasan a formar parte de su memoria comprensiva. El aprendizaje significativo opera mediante el establecimiento de relaciones no arbitrarias entre los conocimientos previos del alumno y el nuevo conocimiento. Este proceso exige que el contenido sea potencialmente significativo, tanto desde el punto de vista lógico como psicológico, y que el alumno esté motivado. Asegurar que los aprendizajes escolares respondan efectivamente a estas características, se considera en la actualidad principio de intervención educativa con un enfoque hacia el logro del aprendizaje significativo (Nuevo glosario de términos para Docentes, 2012)
6 Es una praxis antes que un objeto estático emanado de un modelo coherente de pensar la educación o los aprendizajes necesarios de los niños y de los jóvenes, que tampoco se agota en la parte explícita del proyecto de socialización cultural en las escuelas. Es una práctica, expresión, eso sí, de la función socializadora y cultural que tiene dicha institución, que reagrupa en torno a él una serie de subsistemas o prácticas diversas, entre las que se encuentra la práctica pedagógica desarrollada en instituciones escolares que comúnmente llamamos enseñanza (Gimeno Sacristán, 1988: 16).
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