Martha Isabel Monsalve Gómez
Universidad pedagógica experimental libertador
mimonsalveg@hotmail.comResumen
Este articulo analiza el Concepto de la Globalización que refleja con certeza la inevitable percepción de los nuevos y viejos problemas locales y regionales entre zonas de frontera en este caso Colombo Venezolana y sus efectos singularizados de este impacto global, el cual surge como consecuencias de estos, y que, a su vez, implican un camino contradictorio, polémico, que retroalimenta los macro-procesos que en forma contundente,orienta,lideran y promueven los cambios y transformaciones desde las esferas internacionales a través de los actores sociales.
Palabras Claves: Globalización, Zona de Frontera, Actores Sociales, Tecnología
Summary
This I articulate analyzes Concept of Globalization that reflects with certainty the inevitable perception of the new and old local and regional problems between zones of border in this case Colombo Venezolana and his distinguished effects of this global impact which arises like consequences of these, and that, as well, implies a contradictory way, controversial, that retroalimenta the macro-processes that in forceful form, orients, lead and promote the changes and transformations from the international spheres through the social actors.
Key words: Globalization, Social Zone of Border, Actors, Technology.
Para citar este artículo puede uitlizar el siguiente formato:
Martha Isabel Monsalve Gómez (2015): “Desde una perspectiva fronteriza. Acerca de la necesidad de globalizar la frontera Colombo-Venezolana”, Revista Contribuciones a las Ciencias Sociales, n. 30 (octubre-diciembre 2015). En línea: http://www.eumed.net/rev/cccss/2015/04/frontera.html
Introducción.
Mucho se dice respecto a la globalización y no existe un concepto unificador debido a las diferentes perspectivas o miradas que desde las diferentes disciplinas o áreas de conocimiento lo enfocan. Para García Canclini, (1998) “el hecho de que la globalización no cuente con una teoría unitaria no se debe a deficiencias del conocimiento en ese campo, sino también a que lo fragmentario, lo diverso, es un rasgo estructural de los procesos de globalización”.
Lo que sí parece claro es el lugar que ocupan las nuevas tecnologías como mediadoras fundamentales en el proceso de transnacionalización de la información. Respecto a lo anterior, French-Davis, (1997) argumenta que “coexiste una dimensión de carácter científico-tecnológico que ha comenzado a trastocar el pensamiento científico (, gracias a las revolucionarias innovaciones tecnológicas, bastantes evidentes en los últimos 15 años, en el campo de las biotecnologías (medicina, biología, agroalimentación), de los nuevos materiales (aeronáutica, automovilismo y comunicaciones), en el energético (fusión nuclear, radiación solar y explotación geotérmica de yacimientos), y especialmente, en las tecnologías de la información (informática, electrónica, telecomunicaciones)”( Pág. 27).
Para García Canclini (1998), “La expansión vertiginosa de la globalización, desde mediados de los ochenta en adelante, responde a un reordenamiento de la relaciones no sólo económicas sino políticas, sociales y culturales” (Pág. 9). Este aspecto hace posible que la globalización sea "una tendencia histórica hacia la interconexión vertiginosa y compleja entre distintas sociedades y/o actores sociales del mundo, lo cual hace que los acontecimientos que tienen lugar en una parte del planeta ejerzan cada vez más significativa influencia entre los sujetos (actores, comunidades, estados y/o bloques regionales) en otras partes del mundo mismo" (Agudo y Mato, 2000. Pág.16).
Así, la globalización en sus implicaciones históricas actuales, se manifiesta como una realidad emergente, “… multiplicando y anulando espacios, haciendo igualmente que ciertos ámbitos funcionen como unidad en tiempo real a escala planetaria” (Castells, 1999); En este orden de ideas dice Ianni (1996): “es una realidad heterogénea, contradictoria, viva, en movimiento, que no progresa armónicamente, sino de forma desigual, manifestando tensiones y aumentando en las sociedades y los individuos la sensación de vulnerabilidad, al sentir que en el mundo global las decisiones se toman muy rápido y por fuerzas exógenas a los estados-nación”, entrando a formar parte de una sociedad de "riesgo mundial", de acuerdo con la definición planteada por Ulrich Beek (1998), citado por Brunner (2000).
No obstante, a decir de Agudo y Mato (2000), “esa interconexión no es proceso simple sino complejo, dinámico con tendencias contradictorias y desiguales que van desde la universalización, particularización, interconexión, interdependencia, homogeneización, diferenciación, centralización, descentralización, todo lo cual refleja la emergencia de un tiempo lleno de incertidumbres, de cambios , donde se comienza a percibir que estamos en una era global y el mundo es como un todo dentro de la economía capitalista” (Pág,17).
Resumiendo, “la globalización, término de origen anglosajón, entronizado en los años 80, a partir de las Ciencias Gerenciales, ha convertido el mundo en un mercado global (Mattelart, 199 Pág,12), donde las empresas multinacionales han unido sus fuerzas mediante fusiones y alianzas estratégicas: “dando como resultado la conformación de grandes emporios privados cuyas cifras de negocios, en 1998, sobrepasan el PIB de naciones de mediano crecimiento: General Motors mueve más dinero que toda Dinamarca, Exxon más que Noruega, Toyota más que Portugal y cualquiera entre una docena de firmas más que Venezuela" (Márquez,2000).
Todo ello ha favorecido el surgimiento de un neoliberalismo a ultranza que busca imponer un pensamiento único, lo cual ha llevado a autores como el japonés Fukuyama (Schwartz, 1997) a señalar que “estos cambios significan el fin de la historia y la instauración de un modelo económico social determinado por la sociedad de mercado, acompañado de valores idénticos y homogéneos, que sustentan las nuevas relaciones mundiales” (P.30).
Así, con el uso de las tecnologías de la información y la comunicación, los medios para difundir un estilo de vida homogéneo y sustentado en los símbolos de la cultura norteamericana en expansión por todos los países del mundo conformando una idea de "vida cotidiana mundial", en la que hombres y mujeres comparten símbolos, acontecimientos, hechos y rituales únicos bajo la presencia de marcas que ya no tienen patria ni fronteras.
A decir de Ferrás (1997), Este tipo de impactos obliga a detenernos en la idea de “la globalización como expresión de contradicciones planteadas por la heterogeneidad y las diferencias que definen las relaciones económicas, políticas, sociales y culturales del hombre contemporáneo (Pág. 108).
Por ese motivo, para algunos investigadores latinoamericanos el concepto de globalización basado sólo en los cambios económicos y financieros ya no resulta suficiente.
Este fenómeno se expresa también en términos de “ una dimensión política que pone en cuestión las relaciones entre el Estado, el sector privado y la sociedad civil, con sus correspondientes grupos y organizaciones, para interrogar sobre la pertinencia del concepto de estado-nación, el cual territorialmente está siendo desconfigurado para entretejer unas relaciones planetarias entre grupos sociales y culturales más allá de las fronteras geográficas de los países dando lugar a nuevas relaciones de participación democrática” (Valenzuela, 1996, citado en Serbin, 1997. Pág. 47)
A nivel cultural, dice García Canclini (1996): “La globalización se presenta como un proceso no homogéneo sino diverso, descentralizado, multicultural, como un espacio donde tenderán a ubicarse gran parte de los conflictos y contradicciones de la sociedad global del próximo siglo”. Pág. 13-40.
Según Yúdice (2000) “La globalización, al evidenciar contradicciones no sólo entre países o naciones, sino fundamentalmente entre sus individuos y grupos sociales y culturales (grupos étnicos, de obreros, campesinos, grupos organizados de la sociedad civil, minorías sociales, homosexuales, las mujeres), está poniendo de relieve el valor de la cultura, no sólo para consolidar la identidad nacional o para resguardar la posición social sino como un recurso principal para el logro del desarrollo económico y social ”. (Pág.95).
Desde un plano cultural la globalización ha facilitado que los ciudadanos del mundo pretendan nuevas formas de vivir la democracia, exigiendo para sí derechos de participación, de reconocimiento social, de no exclusión así como del reconocimiento de las diferencias y la toma de consciencia de formas discretas de discriminación.
De allí que “la preocupación central de las sociedades contemporáneas sea cómo reducir las brechas, las distancias y cómo lograr la equidad dentro de las diferencias que seguirán separando las culturas, individuos y ciudadanos de diferentes partes del mundo” (Pineda, 1996. Pág. 106).
La aproximación al estudio del esfuerzo binacional para la definición de un proyecto de acción fronteriza exige una previa revisión del contexto del tema fronterizo. La frontera, por contraste con el concepto de “límite”, posee un componente definitorio esencial en su condición de medio geográfico y humano (Morales Paúl, 1989, 281).
Una primera aproximación a la frontera debe procurar una descripción de las comunidades humanas en ella asentadas. Además, es prudente considerar lo que hace particular a la región de frontera con el resto del país, esto tiene que ver con las políticas públicas que hacen única a la región del resto de la comunidad nacional y por consiguiente, plantear una política exterior que haga valer la acción nacional sobre su frontera.
Las relaciones entre las comunidades de Táchira y Norte de Santander han sido objeto de especial atención desde perspectivas históricas, económicas, políticas y más recientemente a través de revisiones sociológicas, se puede dar cuenta de una percepción generalizada sobre la existencia de una vinculación especial entre ambos grupos humanos.
Por ejemplo, la relativamente tardía incorporación del actual estado Táchira al territorio de lo que ahora es Venezuela, mediante Real Cédula de erección de la Capitanía General de Venezuela de 1777 (Briceño, 1982, 22-25); los fuertes lazos económicos del Táchira con mercados extranjeros a finales del siglo xix (Muñoz, 1985, 158); las dificultades de integración física orgánica del Táchira y el Norte de Santander con el resto del territorio de sus respectivos países hasta bien entrado el siglo xx (Martens, 1992, 85-88); la existencia de circuitos comerciales entre Táchira y Norte de Santander y de ambos con el extranjero (Gutiérrez, 1988, 133); las influencias de las luchas partidistas de un país en el vecino (Velásquez, 1990, 31-33), entre otros aspectos, hacen que los intercambios entre las comunidades fronterizas sean considerados una “constante geohistórica” (Cunill Grau, 1992, 21). Tal caracterización pudiera ser base para calificarla como una región nodal (Richardson, 1973, 243) dada la estrecha interconexión funcional que pareciera estar presente en el área Táchira-Norte de Santander
Pese al relativo aislamiento regional con respecto al territorio venezolano y a la fuerte vinculación con el extranjero (el inmediato colombiano y el lejano europeo o estadounidense), los pobladores fronterizos al igual que el resto de las regiones venezolanas no desarrollan tendencias separatistas (González, 1998, 287). En general, diversos autores coinciden en la existencia de una definición del “fronterizo” en tanto actor de la vida fronteriza, asociada a sentimientos que los unen a sus propias comunidades nacionales. Una apreciación en ese sentido, referida al siglo xix, sostiene que “las mismas dificultades que confrontaba el Táchira para comunicarse con el resto del país avivaba el sentimiento de integridad nacional. Ellos trataban de contrarrestar la influencia económica, cultural y política de Colombia exaltando a toda hora los valores venezolanos y fomentando el nacionalismo”, adjudicando a los tachirenses una “síntesis peculiar de regionalismo y cosmopolitismo” (Muñoz, 1985, 165-181).
El modo de vida fronterizo estaría referido a las facilidades con que se transita y comparte el territorio permitiendo los flujos físicos y humanos entre ambos lados del límite político. Dentro de esos flujos, que darían cuerpo a una “identidad cultural de frontera”, estarían los vínculos de parentesco, la homogeneidad de cosmovisiones, de prácticas religiosas y alimentarias, de hábitos de vestir, la cercanía de los pueblos y el intercambio económico (Zamora Cardozo, 2001, 179).
A lo anterior se debe agregar el pobre aprendizaje de legislaciones así como las diversas reglamentaciones propias de cada una de las partes, que no suelen coincidir, políticamente hablando, y que en contraste suelen figurar por contradictorias.
Una visión actual señala que “los colombianos y venezolanos de la frontera no se identifican con las acepciones que se les adjudican desde fuera. Se definen como ciudadanos iguales a cualquier otro del país. No son ni “centinelas de la patria”, ni corren el riesgo de perder su “identidad nacional”. Se saben colombianos y venezolanos dentro de un “modo de vida de frontera” implícito a una dinámica cultural particularizada” (Zamora, 2001, P. 166). Lo cual pareciera coincidir con observaciones de otras zonas fronterizas, de las cuales se puede desprender que la interacción derivada del ámbito cotidiano no implica de manera automática la aculturación, pues también involucra diferencias, resistencias y conflictos, asociados a diferencias culturales, de lenguaje, prejuicios, estereotipos, racismo, adscripciones imaginarias y diferencias de poder entre otros (Valenzuela, 1996, 236). De hecho, entre las percepciones que venezolanos y colombianos poseen en relación con el otro, una de las cualidades resaltantes es el nacionalismo. Mediciones de autopercepción indican que el porcentaje de quienes se perciben como nacionalistas se incrementa en las ciudades fronterizas de ambos países (Salazar y Rey, 1999, 39-43).
Un elemento que pareciera tener efecto cohesivo cultural entre los fronterizos es el juego de percepciones entre el centro y las provincias, entre la unidad y la diversidad (Kennedy, 1993, 131), entre los “metropolitanos” y los “fronterizos”. Tal como lo comenta Zamora, el habitante de la frontera se siente compelido desde el exterior fronterizo, es decir desde las capitales nacionales, a tomar la decisión dicotómica de ser guardián de la nacionalidad o mostrarse como un ente mixto cuya identidad cultural estaría en peligro.
La percepción de los fronterizos, en cuanto a su diferenciación del resto de los habitantes de sus comunidades nacionales, no sólo se sustenta en un imaginario local. Las comunidades fronterizas son sujeto de legislaciones particulares que definen ámbitos espaciales de aplicación y crean reglas de funcionamiento diferentes a las aplicables en el restante territorio del Estado respectivo. Esas legislaciones suelen responder a visiones teóricas y políticas sobre el papel de la frontera en los esquemas de protección de la integridad territorial nacional.
El tratamiento de lo fronterizo como parte del temario de política exterior dirigida al país vecino hace que, de alguna forma, la política fronteriza interna comience a formar parte de la lógica propia de las relaciones generales entre los dos Estados colindantes, adquiriendo características resultantes de la diversidad de instancias institucionales (o no-institucionales) y áreas temáticas que dan cuerpo a las relaciones binacionales. La dinámica de la agenda bilateral, la intensidad en su ejecución, los conflictos y el impacto de los mismos, los mecanismos bilaterales y las coyunturas en las relaciones entre los dos países serán condicionantes de la política fronteriza, y probablemente en algún grado condicionados por ella.
En cuanto a las instancias institucionales (o no institucionales) en las cuales se genera la política exterior venezolana, se trataría de un sistema complicado, difícil de movilizar y coordinar (Cardozo de Da Silva, 1992, 107), con una fragmentación organizacional caracterizada por la proliferación de actores estatales como respuestas ad hoc a la necesidad de adaptarse espontáneamente a cambios profundos en la agenda global (Romero, 1992, 209). En el caso específico de las definiciones de la política fronteriza, el esquema institucional mostraba una dispersión y segmentación en la asignación de competencias, que hacía fallar diversos intentos para coordinar la acción pública de fronteras (Gabaldón, 1992, 416).
La compleja red de vínculos globales, nacionales y locales, así como las múltiples dimensiones donde circulan las relaciones entre las comunidades fronterizas exige colocar sobre la mesa de diálogo la necesidad de una visión que coloque el estudio y las formulaciones políticas fronterizas dentro de una perspectiva lo suficientemente lúcida y hábil para digerir los conceptos y las valoraciones de lo local y lo global, sin dejar de atender las fuerzas nacionales preexistentes de cada una de las partes.
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