Contribuciones a las Ciencias Sociales
Noviembre 2011

LA TEORÍA DE GÉNERO Y SUS HETEROGÉNEAS PERSPECTIVAS, UN RECLAMO PERTINENTE



Lisbet López Saavedra (CV)
Universidad de Cienfuegos, Cuba
llopezs@ucf.edu.cu


Resumen
La categoría género es hoy una de las cuestiones más debatidas en los ámbitos académicos, es por esto que resulta imprescindible comprender el que es esta una cuestión de amplia trascendencia para los estudios de las ciencias sociales tanto desde la perspectiva práctica como teórica. Realizar un recorrido por las principales ideas teóricas de este campo, es el objetivo esencial de este trabajo que enfatiza en algunas de las concepciones que resultan hitos para la historia de las luchas del feminismo como pioneras en los estudios de este campo.



Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
López Saavedra, L.: "La teoría de género y sus heterogéneas perspectivas, un reclamo pertinente", en Contribuciones a las Ciencias Sociales, noviembre 2011, www.eumed.net/rev/cccss/15/

Introducción. 
El género es esencialmente una categoría de análisis, muy llamativa en los estudios sociales, por esta razón, este epígrafe resulta un tanto diferente a los precedentes, incluyendo algo de su historia, las formulaciones propias de algunos de sus más renombrados representantes y otras categorías y ramificaciones de un tema tan polémico como éste; haciéndolo una cuestión atractivamente abordada los medios cubanos, de allí nuestro interés. Este trabajo recoge la historia de la evolución de la categoría y el concepto de género desde mucho antes de que se le fuera dado este nombre, realiza hincapié en los autores que de manera relevante aportaron teóricamente a este campo de interés científico.
Desarrollo
En el siglo XVII, encontramos las primeras ideas de este tópico en el pensamiento de François Poulain de la Barre, quien desde época tan temprana polemizaba con aquellos que proclamaban la inferioridad de las féminas en su relación con los hombres. Poulain de la Barre defiende la idea de que la desigualdad social entre unos y otros, no es resultado de las diferencias naturales, sino que reside en formulaciones que esgrimen la inferioridad social de la naturaleza femenina. Es en el s XVIII cuando se consolida la idea de que las diferencias entre hombres y mujeres es una construcción social; en pleno desarrollo de la Ilustración, uno de sus principales representantes Juan Jacobo Rousseau reafirma esta idea en su “Discurso sobre el origen y fundamento de la desigualdad entre los hombres” expresa que:…”constituyen una impugnación radical de la desigualdad social política y económica. Pero esta impugnación no es asumida solamente por lo varones; también las mujeres toman conciencia de su propia situación de opresión”
Rousseau avizora una de las cuestiones centrales de género, y es la propia conciencia de inferioridad creada en las mujeres por el medio social hostil hacia ellas. Junto a este autor, otras figuras de la época como D´Alembert, Condorcet, Madame de Lambert, abogaron por la igualdad entre los sexos, enfrentándose a las retrógradas opiniones que sustentaban la inferioridad de las mujeres y la primacía inamovible de los hombres. En este período, la escritora feminista Mary Wollstonecraft, denuncia la presencia del pensamiento patriarcal en la obra de Rousseau, al describir la situación de las mujeres, pero sin denunciar las raíces del problema como resultado de la implantación del sistema patriarcal.
El siglo XIX, centuria de importantes luchas para las mujeres, tanto por el logro del sufragio universal como del reconocimiento social de su labor se acrecientan sentimientos de rechazo hacia la causa femenina por parte de autores relevantes como Hegel, Schopenhauer y Nietzsche arremeten contra el derecho femenino a la participación activa en los espacios públicos concibiendo a   la mujer como objeto decorativo recluido a los ambientes privados por considerarlas incapaces para el enfrentamiento de otras tareas. Contrario a esto y apoyando el sufragio femenino, John Stuart Mill, con su libro  “La sujeción de la mujer”, se adentra en el estudio de los mecanismos ideológicos que operan como prejuicios y contribuyen a la  consolidación de la idea de inferioridad femenina, en el marco de una sociedad netamente marcada por el patriarcado. Después de la consecución del logro de voto universal se apaciguan los ánimos feministas por la lucha  por la igualdad entre hombres y mujeres, no es hasta 1949, que Simone de Beauvoir presenta su libro “El segundo sexo”, lectura obligada para los interesados por los estudios de género. En el texto Beauvoir se aproxima a la conceptualización de dicho término cuando dice: …” No se nace mujer, se llega a serlo. Ningún destino biológico, psíquico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; es el conjunto de la civilización el que labora ese producto al que califica de femenino” .
La autora no considera que las causas básicas de la diferencias entre los sexos resida en la naturaleza, sino que la coloca fuera de ésta, como parte de la sociedad que en su dinámica ha reservado a las mujeres condiciones desventajosas antes los hombres. Este texto deja una profunda huella en los movimientos feministas los que ya en la década del ´70 radicalizan sus concepciones definitivamente. Se fortalece entonces la idea de que la jerarquización de los sexos, que coloca a los hombres como seres superiores ante la mujeres, tiene que ver con la división sexual del trabajo, punto de debate obligado para las feministas, que abogan por la igualdad entre los sexos y la liberación femenina, aportando una nueva manera de interpelar la realidad social, dotando a los teóricos del género de categorías que facilitan la comprensión de aspectos esenciales de esta realidad, que tienen una influencia notable en el aspecto social de la concepción de género que en este  punto incluye hasta matices culturales que permiten en el campo social la construcción de lo que significa ser hombre o mujer.
El concepto de género fue propuesto en 1955 por el investigador John Money bajo el término de “papel de género” utilizado por él para describir el conjunto de conductas atribuidas tanto a hombres como a mujeres. No fue hasta 1968 que Robert Stoller estableció más claramente la diferencia conceptual entre sexo y género, al utilizar el concepto de identidad de género. El concepto de género ha sido utilizado, de varias maneras por algunos autores, al momento de realizar estudios demográficos o referidos al mercado laboral, sustituyen el término sexo por el de género, otros lo utilizan como sinónimo de mujeres, pero esta sustitución se emplea para sugerir que el estudio de las mujeres implica el de los otros, siendo finalmente utilizado para designar las interrelaciones socialmente establecidas entre los sexos, pasando así a ser “… una forma de denotar las construcciones socioculturales de ideas sobre los estereotipos, roles e identidades asignadas a mujeres y hombres. El género es según esta acepción, una categoría social impuesta sobre un cuerpo sexuado.”  
Dicho concepto es una herramienta eficaz para la comprensión, el análisis y la transformación de la fisonomía de las relaciones de poder entre hembras y varones.
El género como: ..” conjunto de prácticas, símbolos, representaciones, normas y valores sociales que las sociedades elaboran a partir de la diferencia  sexual anátomo - fisiológicas y que dan sentido a las relaciones entre personas sexuadas” que no resulta privativo a los hombres, sino que tiene en sí la incorporación de las temáticas femeninas; el género supone realizar un análisis de las relaciones entre lo masculino y lo femenino, como sujetos históricamente condicionados.
Tomar al género como rol sexual, significa lo que es ser hombre y lo que es ser mujer, definiendo sus funciones social y culturalmente a modo de roles, responsabilidades y las interacciones entabladas entre los individuos.
La perspectiva de género proporciona los recursos para la comprensión de la complejidad que atraviesa las relaciones sociales, económicas, políticas y culturales establecidas entre hombres y mujeres, participando activamente en la construcción de una nueva forma social, donde las últimas ocupen el lugar que te corresponde verdaderamente.
Un aspecto fundamental de la perspectiva de género es que busca superar el androcentrismo, no sólo en las Ciencias Sociales, las manifestaciones artísticas que produjo la invisibilidad de la mujer en la historia. Permite descubrir el sexismo sustentado en nuestra sociedad occidental, sexismo que se manifiesta no tanto en la diferente distribución de actividades, sino en el menosprecio social y el poco prestigio otorgado a todo “lo femenino”, frente a una sobrevaloración de la figura y el quehacer del hombre, es decir de “lo masculino”
Esta perspectiva nos hace mirar la sociedad y su ordenamiento a partir de los intereses de los géneros oprimidos, formalizando un modelo teórico nuevo que recoge en sí la división del mundo y el trabajo permitiendo replantear las maneras de entender  y visualizar cuestiones fundamentales de la organización social, política y económica.
La identidad no es vista como un concepto privativo de la subjetividad individual, la que sin dudas juega un rol importante, también la colectividad contribuye a la formación de identidades a esta escala, construyendo sujetos reflexivos. Sobre la base de las identidades, no siempre elaboradas acertadamente, suelen ser construidos los roles de géneros, que encierran en sí un grupo de modos de comportamiento, previstos para uno u otro sexo desde concepciones  culturales de una sociedad dada. “A través del rol de género se prescribe como deben comportarse un hombre y una mujer en la familia, la sociedad, con respecto a su propio sexo, al sexo contrario, ante los hijos, incluidas en ella determinadas particularidades personológicas atribuidas y aceptadas para cada uno de los sexos, así como los límites en cuanto al modo de desarrollar, comprender y ejercer la sexualidad.” .
Los patrones socioculturales son determinantes para poner en práctica los roles genéricos que actúan bajo formas normativas y estructuradoras de la cotidianeidad, llegando al punto de ser tomadas como comportamientos naturales, que no dan margen a la innovación individual. De manera que el proceso de transmisión de roles reviste una especial importancia para la construcción de las identidades de género que acrecientan el sentido de pertenencia a grupos sociales que tienen que ver con las orientaciones de género y sexuales  al tener en cuenta a grupos de gays, lesbianas, transexuales, que complejiza el  entendimiento de género. Las representaciones ideológicas y sociales de los géneros imponen límites al crecimiento personal de hombres y mujeres, al diseñarles subjetividades contrapuestas en esencia y excluyente entre sí. Es necesario entonces promover nuevos  roles e identidades genéricas. En definitiva, la identidad de género puede resumirse en : “la conciencia y el sentimiento íntimo de ser hombre, mujer, masculino, femenino a ambivalente, que constituye el proceso jerárquicamente esencial activadora de los resultantes, en tanto la persona estructura, su sexualidad a partir de la manera en que vivencia, como parte de su identidad total el hecho de pertenecer a un sexo determinado, y esto lo motiva a identificarse de manera peculiar y personalizada con los modelos genéricos que dicta la sociedad en la cual se inserta”
 El rol de género debemos comprenderlo como “la expresión pública de la identidad asumida mediante el desempeño de diversos papeles en la vida sexual (padre, madre, amiga, amigo, etc.,) por lo que se manifiesta de una manera peculiar donde el individuo interpreta, construye y expresa en su conducta cotidiana los modelos genéricos que para su sexo establece la sociedad en que vive.”
Los estudios de género suponen entonces una redefinición en los modos de hacer ciencias, sobre todo la Sociología, que ha de preocuparse por desentrañar los mecanismos del poder patriarcal, para cambiar los vetustos discursos que pretendían legitimar el dominio ejercido por los hombres sobre las mujeres.
La Sociología, como rama especial del saber ha tratado desde sus inicios de manera ambivalente la cuestión de género. Esta ciencia, al igual que otras, ha presentado un discurso eminentemente androcéntrico, que se manifiesta claramente en las obras de los renombrados autores clásicos y algunos contemporáneos, marginan de plano los aportes de las féminas y su inserción como entes activos en la realidad social y aún cuando han sido incluidas en los estudios, lo han hecho de manera conservadora. En el momento del surgimiento de la Sociología, a mediados del siglo XIX, resultó ser un período de pleno desarrollo de protestas feministas en Europa y Norteamérica principalmente y a pesar de esta coyuntura, en los procesos de construcción e institucionalización de la disciplina, a finales del siglo XIX, y comienzos del XX, en medio de las olas feministas, no logro captar la atención de los primeros sociólogos para que llevaran a cabo estudios en esta arista, que por su magnitud no podía pasar desapercibida, pero que, no era interés de la naciente  mirada sociológica, para la que la temática femenina en su interacción con el ámbito social, además con los hombres, intercambio siempre desventajoso, fue pasado por alto en las producciones teóricas de las primeras escuelas sociológicas. Algunas de las tendencias de esta disciplina y las posiciones que asume frente al fenómeno feminista, la primera de ellas, promueve un fuerte discurso androcéntrico, que no considera al género como una construcción social y en no pocas ocasiones al abordar la situación de las mujeres en la sociedad lo hace desde una posición acrítica y tradicional, sin cuestionar la subordinación femenina ante el poder masculino, así como la exclusión   de la mujeres de los espacios públicos, atribuyéndoles como su lugar naturalmente asignado el ámbito familiar, sin notar la capacidad de éstas para realizar numerosas tareas como entes activos y no desde la pasividad por la que son caracterizadas en este primer acercamiento desde la teoría sociológica. En esta línea de pensamiento podemos encontrar figuras como: Comte, Spencer, Durkheim, entre otros.
La segunda de estas tendencias se presenta con un discurso cercano a las concepciones del feminismo. En esta tendencia encontramos a John Stuart Mill, que como se ha visto antes, es uno de los primeros pensadores que se opone a la exclusión de las mujeres de la esfera pública, rechazando la idea de que la desigualdad entre los sexos  no está determinada por factores biológicos hallando como consecuencias de esta situación las diferencias en el modo de educar a ambos sexos donde solo se capacitan a los hombres para intervenir en la vida pública. Autores como Parsons, Engels y Marx aportaron miradas novedosas  respecto a éste tópico. En el caso del primer considera que:…”la diferenciación de funciones entre los sexos es condición para el equilibrio del sistema social, las diversas estructuras sociales realizan una gran variedad de funciones positivas recíprocas”
Por su parte Marx y Engels se ubican en las coordenadas de aquellos teóricos que cuestionan la opresión de género como un tipo particular, burdo, pero sumamente eficaz de explotación, que está intrínsecamente mezclada con la milenaria división sexual del trabajo, como forma de las desigualdades sociales, reconocen la importancia de la mujer como sujeto social transformador.
La vertiente más radical al tratar los problemas de las mujeres y del género en general, es la de las teorías feministas, representada por un sinnúmero figuras, dentro de las que se destacan Astelarra, Amorós, Beauvoir, Buttler, Lagarde, las que se esmeran por brindar un conjunto de ideas sobre la vida humana; que describen y toman a la mujer como objeto y sujeto, como ente activo y plenamente consciente de su situación social. Es la teoría feminista la parte de la investigación más reciente sobre las mujeres, donde el género se constituye en un sistema de ideas generales y su alcance para el análisis de las características básicas de la vida social y de  la experiencia humana, comprendidas desde una perspectiva centrada en las mujeres y en su interacción  con los hombres y la dinámica social.
En específico, la Sociología del género, nacida en el marco de la segunda ola feminista, sobre de la base de la cual, varios sociólogos y sociólogas asumen como variable central al género para explicar las interacciones y la conformación de estructuras sociales, refinando el carácter cualitativo e interdependiente de las relaciones entre mujeres y hombres en el todo social.
Las formulaciones teóricas referidas al género pueden agruparse en 3 modelos principales; allí se encuentran las teorías de las diferencias de género, las de desigualdad entre los géneros, y las que se ocupan del estudio de la opresión genérica, desarrolladas todas en el seno del feminismo.   
Las teorías que abordan las diferencias de género, representan la minoría en los estudios feministas en la actualidad, este puede resultar uno de de los enfoques más utilizados desde la Sociología, pues presentan a las variables sexo y género como puntos centrales. El aspecto esencial de esta propuesta se refiere a las diferencias psíquicas entre hombres y mujeres, que contribuye a que las concepciones de unos y otros sean sustancialmente diferentes. “Las mujeres tienen una visión distinta y dan una importancia diferente a la construcción social de la realidad porque difieren de los hombres fundamentalmente a lo tocante a sus valores e intereses básicos, a sus modos de hacer juicios de valor, (…) a su sentido de identidad y a sus procesos generales de conciencia e individualidad”    
Este enfoque analiza los modos de comportamiento social de las mujeres, para acentuar sus diferencias con los hombres, tomando todas las etapas del desarrollo humano de éstas, haciendo notar que desde niñas, los modelos de crianza, educación, diversión, patrones de relaciones con su entorno e incluso en su relación con sus hijos varía de uno a otro género.
Las explicaciones de las diferencias entre géneros, basada en los elementos biológicos, son características de posiciones conservadoras, al establecer que las diferencias anatómicas determinan las conductas de los individuos en el campo social. Las instituciones también marcan pautas diferenciales entre sexos, partiendo de la maternidad como principal desemejanza entre ellos, por lo que vinculan a la mujer a la vida privada, el hogar, la familia, asignándole el rol de madre, esposa, ama de casa, dejando para el hombre la condición de cabeza de familia, sustentador económico del hogar y protector del ámbito familiar. Con esto las femineidades y masculinidades se construyen bajo diferentes visiones del mundo, experiencias vitales y metas. Las raíces de las  diferencias intergenéricas residen en las funciones institucionales, los patrones culturales de cada sociedad y la utilización de manera distintiva de los códigos sociolingüísticos en las escuelas, familias y otros entornos sociales contribuyen a la acentuación de las desemejanzas entre los sexos.
Las teorías de las desigualdades entre los géneros, demuestran que la posición social de las mujeres es menos privilegiada que la de los hombres, están basadas en 4 aspectos que pueden resumirse en: …” que la sociedad donde se encuentran hombres y mujeres son situados de manera no sólo diferente, sino también desigual. En concreto, las mujeres tiene menos recursos materiales, status social, poder y oportunidades para la autorrealización que los hombres de idéntica posición social, ya se base esa posición en la clase, la raza, la ocupación, la etnicidad, la religión, la educación, la nacionalidad o cualquier otro factor socialmente relevante. Segundo esta desigualdad procede de la misma organización de la sociedad, no de ninguna diferencia biológica o de personalidad entre los hombres y las mujeres. El tercer tema de cualquier teoría de la desigualdad es que aunque los seres humanos pueden variar en lo tocante a su perfil de capacidades y rasgos, ningún modelo de variación natural relevante distingue a los sexos: (…) todas las teorías de la desigualdad suponen que tanto los hombres como las mujeres responderán mejor ante estructuras y situaciones sociales más igualitarias.”    
Esta vertiente teórica considera que es posible subvertir la situación de los géneros, distinguiendo de  a sus propuestas de otras, al considerar que sea cual sea la raíz causante de esas diferencias, se encuentran sustentadas en el imaginario colectivo, por lo que para que cambie, es necesario transformar las representaciones genéricas. Las ideas que abordan las desigualdades, aunque encuentran puntos de contacto con otras formulaciones, varían entre algunas corrientes del pensamiento feminista, en sus versiones marxistas, liberal, entre otras.
Entretanto, las teorías de opresión de género, presentan la situación de las mujeres en el conjunto social, como resultado directo de una particular forma de organización social, que da origen y reproduce la subordinación, opresión y explotación, ejercida sobre éstas por los hombres. Esta premisa da cuerpo a la teoría del patriarcado, elaborada por las feministas que: …”no sólo expresa las nuevas propuestas del movimiento feminista de los años ´60, sino que incorpora la experiencia histórica acumulada por la lucha de las mujeres (…) la teoría sobra el patriarcado, se convirtió, de este modo, también una propuesta para las Ciencias Sociales que no habían sido ajenas a los rasgos culturales patriarcales característicos de nuestras sociedades. Hasta ese momento, las investigaciones sociológicas, económicas, históricas, políticas y psicológicas sobre las mujeres se habían realizado a partir de enfoques teóricos que presentaban ciertos sesgos.”
Las teorías reunidas en esta vertiente, conciben al patriarcado como un sistema en el que las mujeres son sometidas por los hombres universalmente, en el que las primeras aprehenden y los segundos utilizan la subordinación genérica.
Las feministas radicales insisten en que el patriarcado puede destruirse, si se comienza por la reconstrucción básica de la conciencia de hombres y mujeres, de manera que cada uno de los individuos reconozca su propio valor y fuerza, rechazando efectivamente las presiones ejercidas por los patrones patriarcales socialmente establecidos, que han logrado a lo largo del devenir histórico que las féminas se consideren a sí mismas como seres débiles y extremadamente dependientes de las figuras masculinas, ocupando posiciones secundarias, es necesario entonces establecer lazos cooperativos entre los sexos en aras de su fortalecimiento, sin reparar en sus diferencias, promoviendo la defensa mutua.
La investigación sociológica referida al género deberá promover la búsqueda de enfoques teóricos cada vez más depurados que logren combinar de manera eficaz las propuestas clásicas, con los nuevos aportes, a fin de darle mayor solidez a ésta área del quehacer científico, que reclama la urgencia la necesidad de elaborar alternativas metodológicas que permitan acceder a las fuentes de información de modo más fiable y que permita incluso realizar comparaciones sobre la base de los avances obtenidos en materia de género entre  regiones y realidades distintas.
Conclusiones
Los estudios de género han abierto un nuevo campo de análisis para los científicos sociales, más que nada por su recurrencia en los fenómenos sociales, para su correcta comprensión. El estudio del género no será obsoleto desde el punto de vista teórico y práctico mientras persisten en la realidad las muestras de discriminación que todavía hoy hombres y mujeres resistimos aún cuando se avanza en estos términos en nuestra sociedad. Solo el conocimiento a fondo de esta materia permitirá que seamos hombres y mujeres más libres en ese sentido.