Carlos Cesar Torres Paez (CV)
Profesor Departamento de Ciencias Sociales de Pinar del Río, Cuba
carlosc@csh.upr.edu.cu;
RESUMEN
Las concepciones sobre la unidad han constituido un aspecto rector del más genuino pensamiento revolucionario cubano. El ideario martiano constituye uno de los ricos tesoros políticos, una de las más valiosas fuentes de educación y de conocimientos políticos. En la actualidad se muy necesario que profundicemos en el significado que ha tenido, tiene y tendrá la unidad para nuestro pueblo dado a que enfrentamos el mayor desafío de nuestra historia: la política agresiva del imperialismo norteamericano para tratar de derrocar la Revolución cubana. En el trabajo se hace un análisis de los principales obstáculos que ha tenido que afrontar el pueblo cubano para el logro de su unidad, el papel desempeñado por la vanguardia política y la vigencia de las ideas martinas ante los desafíos que enfrenta la sociedad cubana en la actualidad.
Palabras claves: unidad, revolución, política, educación, ideas, imperialismo, historia.
INTRODUCCIÓN
Las concepciones sobre la unidad han constituido un aspecto rector del más genuino pensamiento revolucionario cubano. Estas ideas se concretaron con la organización y realización de la gesta nacional liberadora protagonizada por los patriotas cubanos en 1895, y que posteriormente condujo a la victoria del primero de enero de 1959.
Como ha expresado Fidel, el ideario martiano constituye uno de los ricos tesoros políticos, una de las más valiosas fuentes de educación y de conocimientos políticos. Resalta entre esas ideas del Héroe Nacional, su concepción sobre la unidad de todas las fuerzas dispuestas a liberar a la patria, como una decisiva condición para la victoria.
En la actualidad se muy necesario que profundicemos en el significado que ha tenido, tiene y tendrá la unidad para nuestro pueblo dado a que enfrentamos el mayor desafío de nuestra historia: la política agresiva del imperialismo norteamericano para tratar de derrocar la Revolución cubana.
DESARROLLO
1- Hacia el logro de la nueva unidad revolucionaria
Desde muy temprano José Martí comprendió la necesidad de la unidad de las fuerzas revolucionarias en la lucha por alcanzar la independencia de Cuba, una valoración profunda y multilateral acerca del papel en las revoluciones le corresponde el factor unidad, logró realizar durante los preparativos para la conducción de la guerra. En el sucesivo enriquecimiento de sus ideas concurrieron diversos factores, entre ellos:
Téngase en cuenta, que Gómez tenía profundas experiencias de las consecuencias que para la causa revolucionaria habían tenido el regionalismo, el caudillismo, las rencillas y las contradicciones entre la cámara de representantes, el gobierno del República de Armas y el Ejercito Libertador, y también sobre las consecuencias de no haberse logrado el mando único en todos los territorios en campaña.
El Titán de Bronce, con quien la Protesta de Baraguá había salvado la honra y la dignidad de los cubanos, tenía igualmente grandes experiencias y profundas convicciones al respecto. En carta dirigida a Martí, en 1888, le expresa que la unión de los cubanos era el ideal de su espíritu y el objetivo de sus esfuerzos por la independencia de la patria. Reconocía, además, que sin la unidad, todos los sacrificios serían estériles.
Los factores señalados le permitieron a Martí comprender que las formas de organización adoptadas por los cubanos en las luchas anteriores no garantizaron que prevaleciera una estrecha y sólida unidad político militar, por el contrario, se prestaban para el surgimiento frecuente de conflictos., incomprensiones e indisciplinas en las interrelaciones a distintos niveles jerárquicos e incluso, se creaban condiciones para que algunos jefes militares devinieran en caudillos.
El gran mérito martiano en ese sentido fue asimilar creadoramente todas aquellas influencias y experiencias de las luchas anteriores, interpretar correctamente la necesidad de la unidad de nuestro pueblo para la lucha, crear toda una concepción ideológica dirigida a la liberación nacional y fundar el Partido Revolucionario Cubano, el partido único de los cubanos dignos, patriotas y revolucionarios de su tiempo, cuya unidad podía conducir a la unidad del pueblo y a la victoria.
A partir del estudio que él realizara sobre le proceso de las luchas anteriores descubre las causas reales que antes habían conducido la Revolución al fracaso, y señaló lo inconveniente de una dirección diversa y de las discordias que aún podían entorpecer el curso nuevo de la causa independentista. Por ello expresaría la ardua tarea realizada para componer en un alma sola- sin más excepción que uno u otro pedrusco, o uno u otro veneno- los factores que dejó en hostilidad la dirección diversa y tibia de la guerra anterior.
Para Martí, componer en un alma sola significaba unir con un mismo objetivo, todos los factores necesarios para la guerra. Considero que el primer peldaño, el primer paso, era la unión sólida de los cubanos. Una unidad en que el amor a la patria, la entrega sin límites a una causa justa, las disposición a retomar las reamas y lograr la independencia, estuviesen por encima de toda diferencia.
En esa lucha contra toda fuente de divisiones, nuestro Héroe Nacional, puso su empeño e inteligencia par espantar del actuar de los principales jefes militares y de la propia dirección de la guerra, los prejuicios o malas intenciones de algunos que se alzaban con determinados obstáculos en la conducción de al lucha. Por ejemplo: el papel de los negros no solo como soldados sino también como jefes militares. En sus concepciones humanistas y revolucionarias, fue un radical enemigo de las discriminaciones. Además, comprendió que el negro era una fuerza esencial para la Revolución cubana y aseveraba que, cubano es un concepto superior a la condición única de blanco, mulato o negro, de la misma que hombres se más que cubanos, más que blanco, más que negro.
Esto es una muestra que desde muy temprano se percató de que no sería posible el éxito revolucionario, sin lograr de antemano poner de acuerdo a todos los sectores interesados en al lucha.
En el contexto de estas concepciones, se le asignaba al pueblo el papel conductor en las revoluciones – es el verdadero jefe de las revoluciones, había afirmado Martí en Esteck Hall -. En consecuencia con esas ideas, llevó acabo una tarea monumental de cohesionar a los elementos vivos y útiles de la guerra pasada, con los pinos nuevos; de fusionar a los revolucionarios de la isla, con los de la emigración; atraer a los dudosos, a los esperanzados y desilusionados de las soluciones españolas al conflicto; ganar y esclarecer a los confundidos; y por encima de las diferencias clasistas, lograr la incorporación a la lucha tanto de los ricos como de los pobres.
En buenas cuentas, Martí se propuso unir, cohesionar y organizar par la lucha y la Revolución, todo lo que el regionalismo y el caudillismo había desunido; se propuso cohesionar todo aquello que la inexperiencia política había separado, y en consecuencia alcanzar los niveles de unidad que antes no fueron posibles debido a un menor desarrollo de la nacionalidad, a las discordias y celos.
Se trataba ahora de volver a cerrar el puño patriótico, que antes se abrió por causas más individuales que generales, por engaños y celos más que por el cansancio o la flojedad de los cubanos.
La actividad de José Martí para alcanzar estos objetivos unitarios significó una compleja tarea. Ello implicó una enorme labor ideológica, propagandista, educativa y esclarecedora, que propició conciliar, por encima de las diferencias pasadas, a los partidarios del mando militar en la guerra, con los partidarios del mando civil; a los hombres de lucha armada, con los hombres ocupados en el extranjero de buscar armas y municiones y de preparar y enviar expediciones: En ese bregar, el dirigente, organizador e ideológico de la guerra del 95 tuvo que limar muchos escollos y unir muchas voluntades, en la lucha contra lo que denominó reservas, celos de capitanes y otros males enquistados en los viejos combatientes.
Pero además tuvo Martí que enfrentar no solo la actividad diversionista de anexionistas y autonomistas, sino también la de los órganos secretos españoles, dirigida a sabotear todo lo que en cuanto a la unidad, sobre todo después de la fundación del Partido Revolucionario Cubano, se fuese logrando. No por casualidad al referirse a esta quinta columna, el Maestro escribiría en las páginas del periódico Patria , el 28 de mayo de 1892, que sangraba la memoria de recordar la clase de hombres a quienes pudo el gobierno de España emplear para mantener los reparos, cuando no el odio, entre los elementos de la Revolución, espías, provocadores y traidores dedicados a llevar y traer entre los hombres buenos, frases falsas, ahondando así entre los patriotas las divisiones que dejó la guerra pasada.
Aquella actividad enemiga fomentó serios problemas y confusiones que fue necesario resolver. Martí supo identificar la fuente generadora principal. Por ejemplo, en su trabajo”Honra Suprema”, `publicado en Patria el 14 de marzo de 1893, denunciaba que a nadie más que al enemigo español convenía la desconfianza o la tibieza entre los cubanos, y que por tanto, ellos la promovían de cien modos diferentes. Consciente de esa labor (de enemigos o de de confundidos) y del daño que provocaba, Martí había llamado oportunamente a desarmar o desenmascarar a los que tenían por oficio secreto el de mantener divididas las fuerzas posibles de la Revolución.
Se comprende así por que Martí afirmó que aquella no era solo la Revolución de la cólera, sino también, la Revolución de la reflexión; pues solo la reflexión era capaz de identificar y neutralizar obstáculos superfluos, hacía emerger la comprensión de lo necesario e impostergable que resultaba la unidad. Precisamente, a la idea de la unidad revolucionaria se asoció, en la proyección estratégica martiana, la necesidad de organizar un partido y lograr una unidad orgánica en la Revolución.
2- El partido y la unidad.
El Partido Revolucionario Cubano con sus bases programáticas, sus estatutos secretos y una definida posición anticolonialista, independentista y antiimperialista desempeñó un rol importante en esta contienda liberadora. Su labor se concentró necesariamente en unir a todos los elementos dispersos en la isla, reorganizar los de afuera y abrirle paso a la guerra de mañana.
En esa lucha fundacional del partido tuvo Martí que enfrentar y vencer diversos obstáculos de sectarismo, veteranista intentos divisionistas y se irguió como enemigo de todos los intentos por renovar aquellas perniciosas camarillas de grupo, surgidas en las guerras pasadas. Aspiró a formar con el partido un cuerpo visible y apretado, en el que aparecieron unidos por un mismo deseo grave y juicioso de dar libertad verdadera y durable, todos aquellos hombres abnegados y fuertes, capaces de reprimir su impaciencia en tanto que no tuvieran modo de remediar en Cuba con una victoria probable los males de una guerra rápida, unánime y grandiosa, y de cambiar en la hora precisa la palabra por la espada.
En la concepción martiana, según sus propios términos, el Partido no podía ser bando ni secta, ni parapeto para divisiones entre criollos. Era la fórmula para garantizar la unidad y el éxito, la fórmula para la unión sentida e invencible de todos los elementos revolucionarios del pueblo cubano. Tal como expresaba los estatutos secretos, el Partido funcionaba por medio de las asociaciones. Estas tenían entre sus deberes el de unir y disponer para la acción.
En las bases del Partido Revolucionario Cubano aprobadas el de enero de 1892 dejó expuesta la idea de que la guerra no podía ser ni mal dispuesta ni discorde; que la misma, hecha sobre la base de la unidad, sería a su vez base y condición de la futura nación libre. La guerra que se haría para el decoro y el bien, no de una parte, sino de todos los cubanos en la patria unida, no dividida sino cordial. Con esa misma lógica sociopolítica e ideológica subrayaba Martí en Tampa el 26 de noviembre de 1891, que se crearía una república levantada con todos y para el bien de todos.
Atraer fuerzas, evitarse enemigos innecesarios, evitar recelos, desconfianza, neutralizar contradicciones, tal fue lo que hizo el Partido. Como precisó su delegado, la política real fue la de unir, y previó que contra política actuarían los espías, los renegados y los ambiciosos.
En Martí se pudo apreciar sobre todo desde fines de la década de los años 80 una posición firme a favor de los sectores más explotados de la sociedad cubana colonial, (negros, campesinos y otros trabajadores). Incluso fundón el Partido sobre la base de las organizaciones obreras predominantes de la emigración cubana, por eso no lo condujo a desviarse de su amplio objetivo unitario.
Como puede apreciarse, fue amplia la concepción martiana acerca de a quienes atraer, sumar y unir, pero esto no fue obstáculo para que quedara bien definido a quienes considerar como enemigos. Se trataría como enemigos a los que como enemigos trataran a la Revolución. En una circular emitida se precisaba contra quien si actuaría inexorable la Revolución, Y sería contra el enemigo español o cubano que prestase servicio activo contra ella. Consiguientemente enemigo era, en primer lugar el gobierno colonialista español que abogaba y corrompía a las fuerzas del país; los que apoyaban la dominación española y se beneficiaban de ello y los interesados en una forma neocolonial de domino sobre Cuba por vía anexionista.
Si como dijera Martí- en el periódico Patria el 3 de abril de 1892 – en el Partido Revolucionario Cubano era el pueblo cubano, entonces ese Partido no podía representar a los enemigos de la independencia.
Martí no solo se ocupó de la unidad política- militar, sino que como sustento de esa unidad considero la importancia de la unidad ideológica de la Revolución, la unidad de ideas en cuanto a las cuestiones esenciales, pues las variantes y matices ideológicos eran muchos en una masa tan diversa de combatientes, como diversas eran sus procedencias y situaciones. Sin embargo, por encima de las diferencias era necesaria la unidad en cuanto a múltiples cuestiones esenciales tales como, las contenidas en la base del PRC, en sus estatutos secretos, en el Manifiesto de Montecristi y en otros documentos rectores.
Quitarle al pensamiento revolucionario su unidad, equivalía para Martí, que los revolucionarios perdiesen voluntariamente su poder y su fuerza. Al respecto es clara su idea de que la unidad de pensamiento es condición indispensable de todo programa político.
La condición martiana de la unidad revolucionaria lo llevó a oponerse a todo desorden en la preparación y realización de la guerra el abuso o maltrato a la población durante la guerra era algo enemigo de la propia Revolución, por cuanto le restaría fuerzas. Permitir el desorden, la falta de cohesión y de unidad, o anteponer rivalidades o intereses superflojos era crimen para poner desde antes los gérmenes de la disolución definitiva de la patria futura. La unidad era por tanto, y en todo sentido un factor decisivo para la victoria.
3- Trascendencia de las ideas martinas sobre la unidad.
El ideario martiano es un rico legado que tiene nuestro pueblo, están vigentes múltiples ideas, valores, principios que emanan de su contenido tales como, igualdad , dignidad y decoro del hombre, democracia, libertad, independencia, soberanía, defensa de la cultura, Internacionalismo, antiimperialismo, unidad, entre otros. Y que con todo derecho han trascendido hasta hoy y forman parte esencial de la cultura y la conciencia social predominante en nuestro país.
La unidad de las fuerzas revolucionarias, patrióticas y progresistas, fue un importante factor para que nuestro pueblo alcanzara el triunfo revolucionario el 1 de enero de 1959. Al analizar retrospectivamente comprendemos que el ideario martiano por sus proyecciones y objetivos sociales, debía ser y fue fuente inspiradora y guía de la Generación del Centenario, por eso Fidel identificó a Martí como el autor intelectual del asalto al cuartel Moncada.
Ejemplo sobresaliente de la trascendencia, vigencia e importancia de las concepciones martianas sobre la unidad lo constituye precisamente el pensamiento y acción revolucionaria de Fidel Castro. Como profundo conocedor de la historia patria y del ideario martiano, es lógico que una idea rectora en aquel pensamiento, como lo fue la concepción sobre la unidad, influyera en él y dialécticamente asimilara su importancia en las nuevas condiciones y objetivos históricos de la lucha revolucionaria.
Para el Comandante en Jefe la falta de unidad ha sido históricamente uno de los peores enemigos que tuvo siempre el proceso revolucionario cubano. La unidad de los revolucionarios es considerada por él como un factor decisivo para la lucha y la victoria frente a los peligros que, antes y ahora, han amenazado la Revolución. La unidad es también valorada por él como un factor disuasivo de los planes agresivos del enemigo; y se una condición indispensable para hacer frente a las presiones imperialistas y consolidar la independencia.
La presencia en Fidel de una concepción martiana acerca de la unidad se ha manifestado en múltiples hechos, a los largo de 40 años. Entre ellos el enfoque unitario que contiene La historia me absolverá; el combate contra la mala fe de los políticos de turno y las intrigas de los incapaces; el acuerdo entre FEU y Movimiento 26 de Julio, en agosto de 1956, con la firma junto a José A. Echeverría de la Carta de México, donde se plasma, entre otros aspectos importantes, la decisión de las dos organizaciones de unir a todas las fuerzas revolucionarias, morales y cívicas del país.
Igualmente la idea de la unidad estuvo presente en el proceso de unión de las tres fuerzas revolucionarias ( Movimiento 26 de Julio, Partido Socialista Popular y Directorio Revolucionario 13 de Marzo) a inicios de la Revolución , y más tarde en la creación de las organizaciones revolucionarias integradas (ORI), del Partido Unido, de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC) y del Partido Comunista de Cuba (PCC); también se hizo patente en el enfrentamiento de las diferentes manifestaciones de sectarismo, de discriminación en cuanta misión se ha cumplido. La correcta aplicación de la concepción de la unidad en las condiciones históricas y ante las distintas tareas nos ha conducido hasta el presente.
Fidel, consecuente con sus ideas acerca de la unidad ha afirmado que no permitiremos jamás que nada debilite la unidad de nuestro pueblo, esa unidad detrás de las ideas revolucionarias, detrás de la concepción social más justa que ha conocido jamás la humanidad, que es la idea del socialismo y le comunismo, debe ser mantenida y defendida a cualquier precio.
En los diferentes momentos que hemos atravesado en los últimos diez años, la unidad ha sido un factor clave en la consolidación del espíritu de resistencia y de victoria de nuestro pueblo. La acción del Partido, de su primer secretario, el compañero Fidel y de los principales dirigentes constituyen pilares insustituibles en la búsqueda del consenso y la acción mancomunada de nuestro pueblo, en interés de cohesionar a todas las fuerzas para enfrentar las manipulaciones de nuestros enemigos en torno al fracaso del socialismo como sistema, y para demostrar con hechos lo justo y humano del proyecto cubano. Muestra de lo alcanzado en la unidad del pueblo se ha escenificado a lo largo y ancho del país en la lucha por el reclamo del niño cubano Elían González Brotón, víctima de la injusta y reaccionaria ley de Ajuste Cubano. Reclamo que pasará a la historia patria como una hermosa página de cohesión y decisión de defensa de nuestras conquistas.
Los modestos, pero sostenidos avances que en el plano económico se vienen obteniendo a partir de 1994, han desempeñado un papel de gran importancia en la consolidación de los sentimientos de unidad en torno a la obra que llevamos adelante y son, sin dudas, un estímulo al espíritu de resistencia y sacrificio que la mayoría de nuestros ciudadanos han sabido mantener a lo largo de la última década.
4- CONCLUSIONES
El ideario martiano constituye uno de los ricos tesoros políticos, una de las más valiosas fuentes de educación y de conocimientos políticos.
Los retos que enfrenta la sociedad cubana en la actualidad, así como la situación económica, social, la inequidad y la falta de financiamiento al desarrollo que presentan los países en vías al desarrollo, plantean la necesidad de retomar la concepción martiana de la unidad que cobra cada vez mayor vigencia en proyectos integracionistas como el ALBA .
5- BIBLIOGRAFÍA
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