Javier Figueroa Ledón (CV)
Javier@cmhw.icrt.cu
«El término cubano se refiere a las personas cubanas (no a los negros)»
Estados Unidos, Senado, Informes de la Comisión de Inmigración.
(Dictionary of Race or People)
«Los cubanos son conocidos por ser blancos nacidos en Cuba, descendientes principalmente de españoles»
(Rafael Montalvo)
“Discurso”, La Habana (1884)
«Todo lo que divide a los hombres, todo lo que especifica, aparta o acorrala es un pecado contra la humanidad»
Martí, “Mi raza”. Patria,
New York, 16 de abril de 1893
La raza constituye un tema de obligada referencia cuando se habla de formación nacional y el nacimiento de la República en 1902 significó la frustración del postulado Martiano en ese aspecto.
En el ensayo «Mi Raza», publicado el 16 de abril de 1893 en Patria, el Apóstol de la Independencia de Cuba escribió que hombre es «más que blanco, más que mulato, más que negro», y esbozó la idea de reconciliación entre las razas.
Las contradicciones étnicas se revivieron en el campo insurrecto durante la contienda del ’95, pero el deseo de liberación de la metrópoli se superpuso a las diferencias raciales.
Según Cecilia Bobes Velia, «aunque compartimos la idea de que la influencia de Estados Unidos se extendió incluso a la esfera de las relaciones interraciales, también es cierto que de no haber existido un racismo histórico anterior a su presencia, la internalización de sus prejuicios y valores hubiera encontrado mayores obstáculos y tomado más tiempo»
Para los negros y mulatos el advenimiento de un gobierno propio representaba la dignificación del hombre todo, sin importar el color de la piel o la procedencia social.
Ese grupo no blanco de origen africano o africano-asiático-europeo tenía una composición diversa, no solo en los rasgos físicos, sino en la proyección moral y en las aspiraciones socio-económica y política. De ahí que los afrocubanos, a inicios del siglo XX, no eran una masa compacta y sí una agrupación heterogénea y no institucionalizada de personas de un mismo color de piel.
La Constitución de 1901 en su artículo 11 planteó que «Todos los cubanos son iguales ante la Ley. La República no reconoce fueros, ni privilegios personales», una medida que, desde la perspectiva legal, «garantizaba» la protección de las clases desposeídas.
Pero, la abolición de los prejuicios raciales no se concretó en 1902, por el contrario, a partir de esa fecha la discriminación por motivos de origen se manifestó bajo nuevas formas.
Durante la administración de Tomás Estrada Palma, los afrocubanos quedaron relegados a los peores empleos. El caso más sonado fue el de Quintín Banderas, quién a pesar de sus galones de General del Ejército Libertador se le «premió» con un empleo de cartero.
Una evaluación de Generoso Campos Marquetti reveló que los negros y mulatos en las oficinas gubernamentales eran porteros y cocheros, y que en el presidio continuaba la división en galeras por raza, al igual que en determinadas estructuras de las fuerzas armadas.
La respuesta de los sectores negros más ilustrados a esas disposiciones anticonstitucionales se realizó de inmediato. En julio de 1902, Federico Rey presentó una propuesta de ley contra la discriminación racial que nunca fue discutida en el Senado y el documento terminó engavetado.
Ese mismo año, un Comité de Acción de Veteranos y Sociedades de la Raza de Color había ejercido presiones con algún éxito sobre el Presidente Estrada Palma y el gobernador provincial de La Habana para aumentar la representación negra en la policía, la guardia rural, y otros cargos públicos.
Bajo la dirección de Generoso Campos Marquetti y el apoyo de Juan Gualberto Gómez, el Comité logró que la administración de Estrada Palma concediese 80 plazas para los negros en la policía de La Habana y 12 en el servicio postal. De inmediato los miembros de esa agrupación fueron acusados de instigar una “guerra de razas”. A pesar de los ataques, el propio Campos Marquetti resultó elegido por los liberales al Congreso en 1904, y parte de la cúpula del Directorio de la Raza de Color, fundado en 1907, terminó en ese ente legislativo.
Durante la campaña de 1905, el Partido Liberal acusó a Estrada Palma y a su Partido Moderado de ser anti negros. En mítines electorales a lo largo de la isla, Juan Gualberto Gómez dijo que el entonces presidente de la República «despreciaba» a los negros, mientras otros liberales de la raza de color publicaron una carta donde manifestaron que Estrada Palma no quería a los afrocubanos «ni para limpiar sus zapatos».
En opinión del investigador Alejandro de la Fuente, la creciente presencia afrocubana en el Congreso de 1908 era reflejo de la participación prominente de ese sector en la revuelta Liberal de agosto de 1906.
Francisco Figueroa, citado por Silvio Castro Fernández, dijo en aquellos años que “El movimiento insurreccional que acaba de derribar al presidente Estrada Palma y con él la república, es la primera chispa del conflicto de razas (...) el personal del alzamiento era negro en su mayor porción. Los pocos blancos o blanquillos que figuraron en ese momento bajo la apariencia de dirigirlo o capitanearlo no eran más que los instrumentos ciegos e inconscientes de una revancha que está diferida, pero no abandonada”.
El único general muerto durante la sublevación de 1906 fue Quintín Banderas, uno de los pocos generales sobrevivientes de las tres guerras.
Sin embargo, la competencia de los dos principales partidos, el Liberal y el Conservador, por el “voto de color” se intensificó en esos primeros años, y cualquier iniciativa independiente de los grupos afrocubanos fue vista como un atentado al ideal de República unitaria e incluyente.
La presencia en el Congreso de afrocubanos, miembros de ambas agrupaciones políticas, se incrementó ligeramente en esos primeros años de república, aunque en una proporción muy por debajo de su porcentaje en la población total.
En 1905, solo cuatro de los 63 representantes al parlamento eran negros o mulatos, pero al menos se eligieron 14 negros y mulatos al Congreso en 1908. Matanzas y Oriente eran las provincias más representadas en ese aspecto.
Pero algunos sectores afrocubanos se encontraban insatisfechos con la discriminación reinante en casi todos los aspectos de la vida nacional.
Unos aspiraban a tener mayor representatividad en el Cuerpo Legislativo, pero sin formar partido racial alguno. Otros, la mayoría miembros de las facciones liberales y conservadoras, se mostraban defensores de mantener la «fraternidad entre las razas» y veían cualquier iniciativa propia como un atentado a la nación cubana. Un tercer grupo apoyaba la tesis de crear una organización política de negros y mulatos para reivindicar sus derechos.
De esa manera, el 7 de agosto de 1908 surgió en La Habana la Agrupación Independiente de Color, bajo el mando de Evaristo Estenoz. El fracaso de numerosos candidatos negros y mulatos en las elecciones municipales y provinciales realizadas el primero de agosto de ese propio año, movilizó a los grupos afrocubanos inconformes con las políticas trazadas por los dos grandes partidos.
La Agrupación pronto cambia el nombre por el de Partido Independiente de Color (PIC) y en sus documentos programáticos quedaba claro que buscaban una mayor representación en el gobierno. Además exigían la jornada laboral de ocho horas, la distribución de tierras para los veteranos, y la libre inmigración.
La inscripción del PIC para las elecciones del 14 de noviembre de ese año, fue aprobada por Enoch Crowder, presidente de la Junta Electoral durante el gobierno interventor.
Inmediatamente después, el PIC publica un periódico con el nombre de Previsión y en su primer número el propio Estenoz planteaba:
«Vamos a demostrar; que practicando una candidatura en la que todos sean de color, fuera de los partidos políticos, nadie podrá negar que por muy poca que sea la minoría que dé, el resultado será siempre mayor que el alcanzado hasta ahora por todos los grupos en los distintos partidos.»
Según de la Fuente, «el PIC agrupó principalmente a antiguos miembros del Partido Liberal, particularmente de la facción liderada por José Miguel Gómez (los llamados Liberales Históricos). Los vínculos de Estenoz con este grupo fueron estrechos hasta unos meses antes de la creación del PIC. Tan tarde como agosto de 1907 Gómez y Estenoz asistían juntos a reuniones de los Liberales» . Los conservadores se refirieron a la creación del PIC como una simple discordia dentro de la familia Liberal.
El emblema de los Independientes era un caballo parado sobre los cuartos traseros y en los comicios de noviembre de 1908 no presentaron candidato alguno para la presidencia del país. Solo llevaron propuestas para la Cámara de Representantes y en dos provincias únicamente: La Habana y Santa Clara.
Los resultados de las elecciones fueron catastróficos para el PIC. No alcanzaron ni un escaño y solo obtuvieron dos mil votos. En La Habana el candidato Independiente que más votos atrajo fue Agapito Rodríguez con 116, y el líder del PIC, Evaristo Estenoz, llegó a los 95.
Sin embargo, este fiasco en las urnas no amilanó a la cúpula de la organización. Después de la derrota hacen un llamado a sus seguidores para consolidar la unidad y la fuerza con vistas a los próximos comicios.
En los sufragios de noviembre de 1908, un numeroso grupo de negros y mulatos accedieron al Congreso. Esto restó fuerza a las denuncias del PIC sobre la marginación política y constituyó un duro golpe a su propaganda.
A pesar del fracaso, entre 1908 y 1910 los afiliados al PIC se extendieron a múltiples poblados de las diferentes provincias. Ese crecimiento en la membresía estuvo acompañado de un ataque público contra los Liberales y Conservadores, y un ejemplo de ello es el artículo publicado en Previsión el 7 de diciembre de 1908.
«Los liberales negros no han alcanzado nada, algún mendrugo arrojado de mala gana quizás ha sido la recompensa lograda. Los negros conservadores arrojados de todas partes, es el premio de tantos esfuerzos realizados».
El avance cuantitativo en la membresía del PIC resultaba peligroso para los intereses de las dos agrupaciones políticas de mayor influencia en esa etapa. Ni lo conservadores ni los liberales, fueran blancos o negros, admitirían la irrupción de un tercer partido en la lucha por el poder, y menos si éste se constituía sobre bases raciales.
El voto negro favorecía en números al Partido Liberal, y el PIC amenazaba con «robarse» a los electores de color. Sin embargo, de la Fuente indica que «el PIC en sí mismo no representaba un desafío serio a los Liberales, pero en alianza con el Partido Conservador podía amenazar seriamente el control Liberal sobre el electorado negro» .
Ante la proximidad de las elecciones parciales, prominentes figuras afrocubanas del Partido Liberal, encabezadas por Martín Morúa Delgado, introdujeron un proyecto de ley en el Senado que establecía que cualquier grupo compuesto de individuos de una sola raza o color no sería considerado un partido político. Morúa explicó que con esto se evitaba también la formación de agrupaciones políticas exclusivas de blancos.
A esa Enmienda se opusieron elementos liberales de la facción «zayista» y otros reconocidos patriotas como Salvador Cisneros Betancourt, quien se mostró a favor de la retirada de ese documento, pues lo consideraba perjudicial para el país.
El 2 de mayo de 1910, tras intensos debates, la Cámara de Representantes aprobó la Enmienda Morúa y el PIC quedó en la ilegalidad. Surge entonces una disyuntiva entre los dirigentes Independientes: o se incorporan personas blancas al partido, o lo disuelven, o realizan una protesta armada. Prevaleció la última opción.
Entretanto, José Miguel Gómez se reunía con miembros de asociaciones negras de todo el país y pregonaba la unidad racial como divisa de la cubanidad.
En la segunda quincena de mayo de 1912, crecen los rumores acerca de un alzamiento de negros en la isla, los cuales se confirman el día 20 cuando se producen levantamientos armados en varias regiones del territorio nacional.
Los combates de mayor intensidad se efectuaron en Las Villas y Oriente, y muchos Independientes pensaron que ante una supuesta intervención estadounidense por el conflicto, el gobierno derogaría la Enmienda Morúa.
Un representante norteamericano informó entonces que no veía las razones por las cuales el gobierno cubano todavía no había sofocado la revuelta, mientras el cacique azucarero Manuel Rionda describió el evento como «una rumba cubana ordinaria». Pero la «rumba» adquirió otros matices y muchos comenzaron a cuestionar la capacidad de la administración de José Miguel Gómez.
El propio Mario García Menocal, cabeza del Partido Conservador y adversario de Gómez, dijo que con tres mil voluntarios, él aplastaba la revuelta. A ello se sumó la amenaza de Estados Unidos a intervenir si no se garantizaba la seguridad de las personas y propiedades estadounidenses. El ejecutivo tomó entonces medidas urgentes para sofocar la insurrección.
Gómez envió a Oriente al General José de Jesús «Chucho» Monteagudo y suspendió las garantías constitucionales en esa provincia.
La prensa desató una verdadera campaña donde se desacreditaba a las máximas figuras de la sublevación, Evaristo Estenoz y el General Pedro Ivonnet, y mostraba a los alzados como hordas sedientas de sangre.
De inmediato aparecieron por todo el país milicias civiles de hombres blancos, y el gobierno informó a Washington que se habían repartido alrededor de 9000 rifles a la población para la defensa de las propiedades rurales y pequeños núcleos urbanos.
Las tropas de Monteagudo desataron una carnicería en Oriente y lincharon a cuanto individuo negro se cruzara en el camino, fuera inocente o no. Según el propio Monteagudo, el ejército que reprimió a los Independientes contaba con numerosos soldados negros.
Evaristo Estenoz murió el 27 de junio de 1912 y Pedro Ivonnet el 16 de julio. Con la pérdida de sus principales líderes, la revuelta del PIC llegaba a su fin y con ello se escribía otro capítulo oscuro en la historia de Cuba.
BIBLIOGRAFÍA
Bobes Velia, Cecilia: Cuba y la cuestión racial. Perfiles Latinoamericanos, número 008. Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. México D.F., 1996.
Castro Fernández, Silvio: La masacre de los independientes de color en 1912. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 2008.
De la Fuente, Alejandro: Una nación para todos. Raza, desigualdad y política en Cuba. 1900-2000. Editorial Colibrí. Madrid. España, 2000.
Le Riverend, Julio: La República. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1973.
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