Palabras claves: romanización, historiografía, interpretatio romana y
romanización relativa.
La historiografía que ha debatido el aspecto de la romanización de la Península
Ibérica se ha movido en diferentes fases de interpretación sobre este fenómeno
de asimilación cultural, desde unos puntos de vista primando a la cultura romana
sobre las culturas peninsulares que estaban instauradas ya desde épocas
anteriores; y desde otro pensamiento valorando, de igual medida, que un proceso
de tal envergadura no puede estar enfrentado con un desarrollo intercultural
entre los dos segmentos opuestos, es decir, entre las culturas preexistentes, en
un amplio marco geográfico como es la Península Ibérica y la nueva cultura
romana.
Inmaculada C. Pérez Parra
(CV)
Juan Manuel García Barea
(CV)
jmgarciabarea@gmail.com
La historiografía “acomplejada”
Desde la historiografía tradicional se ha defendido la idea de una superposición de la cultura romana sobre la indígena, participando incluso ésta última en un “complejo de inferioridad”.
El mundo indígena quedaba a merced del poder de Roma sin ningún atisbo de posibilidad de interacción de estas culturas peninsulares sobre la romana. Podemos pensar que los historiadores que defienden estas posturas sienten las raíces de su pensamiento en el control político, administrativo y militar que tuvo Roma en este territorio en siglos posteriores, dejando a un lado uno de los sustratos más importante de una sociedad: el de la vida cotidiana alejada de estos márgenes de los poderes oficiales.
O bien podríamos inclinar esta balanza hacia un rechazo de las culturas indígenas por las directrices del régimen político franquista como hicieron otros regímenes totalitarios en la Europa del período de entreguerras, que sobrevaloraba las grandes hazañas conquistadoras y de aculturación de los imperios antiguos, como símbolo de poder autoritario.
Esta técnica de separación entre el mundo romano y el mundo indígena plantea que un estudio histórico queda abocado a la falta de información articulada, labor esencial cuando nos acercamos ante un tema donde entran en acción dos mundos que hasta la fecha aparecen separados, y que desde un período cronológico concreto irán unidos para fecundar en un nuevo sistema de culturas entremezcladas.
La superación de la tradición: las nuevas líneas de investigación. La necesidad de redefinir.
En esta nueva visión del proceso de romanización se barajan nuevas tesis que intentar explicar el proceso de una forma temporal con dos tiempo bien definidos: por un lado una proceso de equiparación entre las culturas indígenas y romanas y, por otro lado, un cierto avance en la supremacía de la cultura romana sobre la indígena, que termina cediendo en esta relación. Este guión parece más acorde con lo realmente sucedido en este proceso, pero de alguna manera simula este proceso a una lucha de poder, en la que el mundo indígena tampoco mantiene un sistema para oponer resistencia al avance cultural romano.
Las nuevas tendencias historiográficas basan sus investigaciones en la idea de que sólo hubo una influencia de la cultura romana a nivel de elites sociales indígenas, mientras que el resto de la población mantuvo rasgos culturales prerromanos.
El grupo social que en las etapas anteriores a la llegada de Roma mantenían un cierto poder y que ven que la nueva potencia mediterránea se interesa por sus territorios siente la necesidad de asociarse a este nuevo pueblo conquistador para seguir conservando su posición preponderante.
A partir de estas elites y de su contacto con los emigrantes romanos se irá difundiendo la cultura romana en el territorio, creándose una sociedad que une vertientes de las dos culturas que se entrelazan: las culturas de los pueblos prerromanos y la romana. Es lo que se ha venido a llamar la “interpretatio romana”.
Estas ideas, renovadoras durante la década de los noventa, nos indican que el poder romano no consigue realizar una labor de aculturación en los términos entendidos por la historiografía tradicional. La explotación económica de los recursos fue la razón por la cual Roma consigue establecer un dominio en la Península Ibérica y será el principal objetivo que conseguirá en este proceso de romanización.
Esta línea defiende la interpretación de la “romanización relativa” que consiste en relativizar los efectos que tradicionalmente se le habían otorgado a la romanización en el territorio del sur de la Península Ibérica.
Toma como punto de partida que el concepto de urbanismo está impregnado por un interés estratégico de Roma para sacar mayor provecho de las circunstancias económicas y geográficas del nuevo territorio adquirido, por lo que no todo el territorio “sufrirá” el mismo grado de romanización que otras zonas. Habría que hablar de “romanización concreta espacial”.
La aplicación de este proceso tampoco contó con un apoyo necesario desde el Estado romano, sino que irá condicionado por la zona que esté recibiendo el influjo cultural romano y el interés que despierte esta región a los poderes estatales. La sociedad que se creará mantendrá un sustrato prerromano a pesar de la presencia de los dominadores, plasmándose esta circunstancia en muchos aspectos de la vida cotidiana meridional.
Esta cita expresa bien cuál es el camino que tiene que seguir la investigación relativa a la romanización. No consiste en negar que hubo un proceso de romanización, sino reinterpretar para que nos acerquen a este concepto para comprenderlo de una manera más completa, superando las posiciones tradicionalistas y buscando nuevos enfoques investigadores.
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