Carmen Grimaldi Herrera
jmariohv@yahoo.es
Si tuviéramos que definir la época que nos ha tocado vivir, quizás tendríamos
que usar necesariamente la palabra audiovisual. Todo el mundo que nos rodea está
lleno de imágenes que identificamos por su color, forma, perfil, etc… Los medios
de comunicación audiovisual nos representan la realidad a través de imágenes,
que nos evocan los signos verbales. La imagen es, pues, algo que representa, y
las palabras valen para interpretar dicha imagen, tanto su contenido
representante como su sentido significado.
Como la vista y el oído son los dos sentidos más importantes para que las
personas tengamos una más completa concepción del mundo, los códigos icónicos y
los códigos verbales, se complementan. Peirce define los iconos como aquellos
signos que originariamente tienen cierta semejanza con el objeto al que se
refieren. Esta semejanza puede tener grados diversos, desde la iconicidad máxima
que supone la imagen cinematográfica o la de una fotografía, la de menor grado
como una caricatura, o el grado mínimo como puede ser el trazo infantil
representado a un objeto.
Peirce propone una distinción triádica del signo al que corresponde un acto de comunicación visual diferente, y lo analiza en relación con el referente, con el receptor y con relación al mismo signo, de la siguiente manera:
• En relación al objeto: como por ejemplo, el retrato de Monna Lisa, un diagrama, una flecha indicadora, una mancha de aceite, una señal de dirección prohibida o la cruz del cristianismo.
• En relación al intérprete: cualquier signo visual como término de un posible enunciado, dos signos visuales unidos de manera que se pueda deducir una relación, una secuencia visual completa que relaciona signos de tipos distinto o el conjunto de señales de tráfico.
• Considerado en sí mismo: una mancha de color en un cuadro abstracto, el color de un vestido, la filmación en directo de la TV o un rótulo en una carretera.
Cristian Metz, principal semiótico de la imagen, tras señalar que las fronteras de lo audiovisual son imprecisas, coloca dentro de su campo los siguientes elementos: fotografía, pintura, cómic, cine o publicidad. Todas estas formas diversas de manifestarse el mundo de la imagen tienen un soporte común, intérprete supremo y como medio para traducir su sentido último.
De todos estos medios, los que ofrecen mayores posibilidades didácticas son el cine y el cómic. Creemos que a estos dos medios debemos presentarles una mayor atención como elementos didácticos y de interrelación entre lenguaje verbal e icónico.
La historieta gráfica o cómic ha pasado de ser uno de los medios de comunicación audiovisuales más importantes.
Su rendimiento en la transmisión de mensajes es similar al cine, la radio, o la televisión.
Al principio se definió como TEBEO, vocablo que fue reconocido por la Academia en 1967, que lo incorporó en su 19ª Edición de su Diccionario en 1970 con esta redacción: “Revista infantil cuyo asunto se desarrolla en series de dibujos”. Destaca que dicho vocablo, TEBEO, se debe a la revista fundada por una editorial valenciana en 1917.
En primer lugar, un cómic es una narración básica y que se soporta en viñetas, tanto de los personajes como de las acotaciones del narrador.
En segundo lugar, la viñeta o pictograma, que es una unidad icónica perteneciente o equivalente a un fotograma en el cine. Por sí misma, no tiene autonomía ni significación propia. Está enmarcada en un cuadro o rectángulo, dentro del cual aparecen los dibujos y los textos en forma de “globos” o “bocadillos”.
La tira es el conjunto de viñetas secuenciadas linealmente. Unidad de construcción al servicio de la historieta.
El texto se clasifica en texto de apoyo ( dentro o fuera de la viñeta ) y texto coloquial formado por globos y bocadillos.
Importantes son las onomatopeyas, integradas en las viñetas y equivalen al ruido en un film. Dispersa al lado de la imagen gráfica sirve de puente de unión entre la iconografía y los textos gráficos coloquiales.
Tanto los bocadillos como las onomatopeyas adquieren diversas formas que tienen un verdadero valor simbólico con respecto al contenido de la parte verbal.
Comparte con la literatura mucho de sus rasgos. En ambos artes, el autor es un individuo que se dirige a una comunidad o grupo masivo. En la televisión es la voz de la comunidad la que se dirige al individuo. El film es obra de autor, la televisión es de creación colectiva.
La imagen del cine ofrece una fuerte sugestión psicológica intrínseca. La televisión nos da una imagen con menos carga psicológica y más acorde con la realidad extrínseca.
La imagen del cine es mediata, la de la televisión es inmediata. La imagen del cine es expresiva y significativa, la de la televisión es real y evidente.
Para Cristian Metz existen dos aspectos semiológicos como referentes para diferenciar el cine y la televisión: el de la codicidad y el de la especificidad.
Dentro del segundo aspecto distingue cuatro diferencias:
1. Diferencias tecnológicas: el cine se basa en fotogramas, la televisión en imágenes electrónicas, por lo que la recomposición técnica del movimiento es diferente y cabe establecer unos códigos deferenciales en la emisión, no en la recepción.
2. Diferencias socio-políticas y económicas: son diferencias que dependen del sitema político y económico que promueve el medio.
3. Diferencias psicológicas y afectivo-perceptivas: resalta entre ellas, la diferencia entre tamaño de pantallas, del lugar donde se recibe: sala iluminada, oscura…
4. Diferencias en la programación y en los géneros: donde más se aprecia esta diferencia es en los géneros no-narrativos: telediarios, mesas redondas, emisiones en directo…
Pese a anotar estas diferencias, Metz apunta que son más las similitudes que unen a estos medios que los que las separan.
El cine y la televisión, en suma, pueden tratarse como si fuesen un lenguaje único, un subcódigo común del lenguaje audiovisual.
Bibliografía:
• BASTARDAS BOADA, Albert (1995). Comunicación humana y paradigmas holísticos. CLAVES de razón práctica, 51, pp. 78-80.
• CIBANAL, Luís (2006). Teoría de la comunicación humana.
• ISLAS, Octavio (2006). "La era McLuhan", parteaguas teórico en las ciencias de la comunicación. Tecnológico de Monterrey, México. En Revista Mexicana de Comunicación.
• GARGUREVICH REGAL, Juan (2006). ¿Para qué estudiar Periodismo?. Pontificia Universidad Católica del Perú. En Revista Palestra de la Comunicación.
• OLIVAR ZÚÑIGA, Antonio (2006). Fundamentos teóricos de la comunicación. Monografías.com.
• Universidad Autónoma de Santo Domingo (6 de abril de 2003). Comunicación social en América Latina. Facultad de Humanidades.
• MIRALLES, Ana María (julio de 2001). El debate latinoamericano sobre la comunicación. Revista Documentos, volumen 3, No. 1, UPB, Medellín.
• BARRANQUERO CARRETERO, Alejandro (1990). Progresos y regresiones. Libertad de expresión y vigencia de la teoría crítica de la comunicación en España. Universidad de Málaga.
|