Ana Margarita Gómez Aguilera*
Gerardo Rojas Ramírez **
Vladimir León Martínez ***
Universidad de Las Tunas, Cuba
ana@ult.edu.cuRESUMEN
La investigación aborda ideas esenciales sobre las categorías cultura e identidad desde un enfoque filosófico, examinando la interrelación dialéctica que existe entre ambas y su pertinencia en el complejo contexto actual, aun cuando algunos consideran que en las ciencias sociales marxistas, y en particular, en la filosofía marxista no existe una doctrina al respecto consolidada. La indagación teórica posibilitó constatar que en las múltiples investigaciones realizadas se ha propiciado importantes aportes en el plano teórico, tales como su propio concepto. Como regularidad de estas fuentes se consideró como ideas esenciales de la concepción de cultura aquellos elementos que la refieren como talidad compleja, resultado de la actividad humana y expresión de la calidad del sistema social, y de la identidad como uno de los conceptos de máxima generalización, que incluye determinaciones históricas y geográficas, individuales y colectivas, materiales y espirituales, científicas y técnicas, teóricas y prácticas. Partiendo de estos criterios se pretende compilar ideas de diferentes investigadores que desde la filosofía han abordado la temática de la cultura e identidad a fin de perfeccionar la enseñanza de los contenidos de la asignatura Seguridad Nacional en todas las carreras de la Universidad de Las Tunas. Con la investigación se contribuye a actualizar los contenidos de la temática tratada para perfeccionar la enseñanza universitaria, de modo que se logre satisfacer de manera más adecuada las demandas que la sociedad requiere de la Universidad contemporánea.
PALABRAS CLAVES: Cultura, Identidad, Identidad cultural, Filosofía.
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Ana Margarita Gómez Aguilera, Gerardo Rojas Ramírez y Vladimir León Martínez (2018): “Cultura e identidad. Debates actuales”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (enero 2018). En línea:
http://www.eumed.net/rev/caribe/2018/01/cultura-identidad.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/caribe1801cultura-identidad
INTRODUCCIÓN
La temática Cultura e identidad es abordada como tema central para el debate por diferentes investigadores de las humanidades, entre ellas se pueden citar a filósofos, psicólogos, sociólogos, antropólogos, etnólogos, representantes de Estados y organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), entre otros.
Resulta interesante el tratamiento dado desde estas ciencias, que analizadas desde su perfil las limita al no dar una visión generalizadora al respecto, y en su conjunto las enriquece y amplía.
En la investigación se aborda la temática desde un enfoque filosófico, considerando que permite su análisis como un todo, examinando la interrelación dialéctica que existe entre cultura e identidad y su pertinencia en el contexto actual, aun cuando algunos consideran que en las ciencias sociales marxistas, y en particular, en la filosofía marxista no existe una doctrina al respecto consolidada.
Se considera el criterio de varios investigadores que se han dedicado a su estudio, sabiendo que es esta una de las tareas filosóficas más importantes y complejas de la actualidad, en tanto la cultura posee la capacidad de penetrar todo lo que rodea al hombre en la cotidianidad a lo largo de la vida y que a su vez constituye un atributo de él.
Se constató que en las múltiples investigaciones realizadas se ha propiciado importantes aportes en el plano teórico, tales como su propio concepto. Los mismos tienen, en su evolución un peso considerable en el orden de la conceptualización, ya que son elaborados por grupos de especialistas de diversas tendencias de pensamiento, lo cual permite propiciar la inserción de la cultura e identidad de manera más profunda en las complejidades del mundo actual.
Ambos términos han atravesado por un enorme trabajo teórico de reflexión, reformulando concepciones anteriores, teniendo como consecuencia nuevas nociones que ayudan a interpretar la realidad social de manera más convincente. Se consideró el criterio de Pablo Guadarrama, Alisa Delgado Tornes, Rafaela Macías Reyes, Isabel Monal, Nereyda Moya Padilla, y Miguel Rojas Gómez, quienes han realizado interesantes investigaciones en torno a la temática.
Como regularidad de estas fuentes se consideró como ideas esenciales de la concepción de cultura, aquellos elementos que la refieren como talidad compleja, resultado de la actividad humana y expresión de la calidad del sistema social, y de la identidad como uno de los conceptos de máxima generalización, que incluye determinaciones históricas y geográficas, individuales y colectivas, materiales y espirituales, científicas y técnicas, teóricas y prácticas.
El interés por el estudio de la cultura es tan antiguo como la existencia de la especie humana, en las primeras ideas sobre su función y carácter ha sido tratado de diferentes maneras, coincidiendo con su universalidad en que todos los pueblos poseen una cultura, que el hombre no puede vivir sin ella, que existen culturas diferentes, con formas y maneras de concebir el mundo de maneras diferentes, entre otras.
Evidenciando que todo lo que ha sido adquirido por el hombre como ser social pertenece a la cultura, que toda práctica humana comporta siempre un aspecto cultural impuesto al individuo por la sociedad y que la cultura es posible adquirirla mediante un largo y continuo proceso de aprendizaje. De ahí que es un hecho específicamente humano.
Actualmente su estudio ha rebasado los límites disciplinarios y ha adquirido gran importancia filosófica, dado que apoya el desarrollo de la vida en apego a las leyes de la naturaleza, de la sociedad y del pensamiento, y contribuye a buscar maneras de hacerles la vida mejor a los humanos, elevando su herencia natural y cultural.
El sistema de hechos, acontecimientos y factores de toda índole de la cultura como totalidad compleja, ha provocado repensar y redefinir en diferentes épocas y contextos de la historia otra categoría no menos importante, se trata de la identidad cultural. En torno a ella se presentan desde diferentes ciencias clasificaciones y distinciones.
Desde sus orígenes hasta hoy, se encuentran ideas, conceptos, categorías que la conceptualizan. Sobre la reflexión de carácter filosófico se ha discutido en Cuba con diferentes criterios. Por lo que su estudio se considera complejo. Atendiendo a esta situación nos planeamos como problema científico el siguiente: ¿Cómo compilar ideas de diferentes investigadores que desde la filosofía, han abordado la temática de la cultura e identidad, a fin de perfeccionar la enseñanza de los contenidos de la asignatura Seguridad Nacional en todas las carreras de la Universidad de Las Tunas?
Partiendo de estas opiniones se plantea como objetivo de la investigación: compilar ideas de diferentes investigadores que desde la filosofía, han abordado la temática de la cultura e identidad, a fin de perfeccionar la enseñanza de los contenidos de la asignatura Seguridad Nacional en todas las carreras de la Universidad de Las Tunas.
Con la investigación se contribuye a actualizar los contenidos de la temática tratada para perfeccionar la enseñanza universitaria, de modo que se logre satisfacer de manera más adecuada las demandas que la sociedad requiere de la Universidad contemporánea.
DESARROLLO
Breve historia de la Cultura
El desarrollo histórico de la cultura discurre conjuntamente con el proceso de surgimiento y desarrollo del hombre como ser social, aun cuando no se refleje de forma adecuada en su conciencia.
Durante muchos siglos ha sido interpretado de diversas maneras, modificando su semántica en dependencia de la utilización y la necesidad que el ser humano le ha encontrado. Como valor universal, le permite al hombre conservar, reproducir, crear nuevos conocimientos y valores para la transformación de su medio social y cultural.
Por lo que tiene una larga historia, y se ha trabajado por varias ciencias sociales como la Antropología, Sociología, la Filosofía y otras, con la intensión de reconocer el valor de las formas de organización social y de las costumbres de los pueblos.
En las múltiples investigaciones realizadas se ha propiciado importantes aportes en el plano teórico - metodológico, con un peso considerable en el orden de la conceptualización, al ser elaborados por grupos de especialistas de diversas tendencias del pensamiento, que permite propiciar la inserción de la cultura de manera más profunda en las complejidades del mundo contemporáneo.
La larga travesía de trabajo teórico de reflexión, ha permitido reformular concepciones anteriores, y resultado nuevas nociones, que ayudan a interpretar la realidad social de manera más convincente, aunque “en las ciencias sociales marxistas, y en particular, en la filosofía marxista no existe una doctrina de la cultura consolidada”. (Macías. 2011: 1)
En el siglo XVIII, en la filosofía del pensador italiano Vico Giambapttista (1668- 1744) se encuentra por primera vez este concepto. En ese siglo el pensador alemán Herder concebía como cultura todo lo que rodeaba al hombre, siendo al propio tiempo creado por él, todo el mundo de las cosas, de las instituciones humanas, de la moral, del lenguaje, que diferencia al hombre de los animales, de las artes, es decir, todo aquello que recibirá el nombre de la segunda naturaleza.
Enmanuel Kant, fundador de la filosofía alemana, lo asoció con las ciencias, el arte y la vida social, insistiendo en la creciente libertad y el carácter activo del quehacer humano, dirigido a la superación y el perfeccionamiento de la naturaleza, partiendo del desarrollo histórico del hombre. Para él la habilidad y el saber ser, son las condiciones de una actividad libre y racional.
En la época del Renacimiento surgieron nuevas posibilidades para indagar sobre la idea de las potencialidades transformadoras del hombre, que permitiera un estudio más profundo de las diferentes formas de la actividad humana. En ello jugó un importante papel la visión ateísta y materialista, opuesta a la visión teológica del mundo. Surgió ante los filósofos la interrogante en relación a la diferencia entre el hombre y los animales y en que residían esas diferencias.
Es bueno considerar que los grandes descubrimientos geográficos, el avance en la ciencia y en la técnica que aceleraron el ritmo del desarrollo, ofrecieron al hombre una dimensión más amplia de su poderío, de lo que había creado hasta el momento y de lo que era capaz de crear.
Las ideas del hombre como creador de la cultura y las posibilidades de su actividad encontraron mayor fuerza en la reflexión de los principales pensadores de la época. En Europa, en la etapa de la Ilustración, la filosofía maduró lo suficiente como para dar una verdadera respuesta a esta cuestión.
Varios filósofos, entre ellos Bacon, Descartes, Spinosa, Kant y Herder se percataron de la contradicción de lo que había sido creado por el hombre y lo que había sido creado en el propio hombre. “Ya en la antigua Roma se utilizaba la palabra cultura contrapuesta a la palabra natura para designar aquellos cereales, aquellas plantas que el hombre no encontraba listas en la naturaleza, sino que él mismo cultivaba”. (Macías. 2011:10).
El pensamiento filosófico-culturológico actual ha elaborado ambas concepciones de la cultura, cada una se presenta como la única correcta. Unos enarbolan como argumento la afirmación de que la cultura sólo puede ser una cualidad de la espiritualidad del hombre y que la cultura en esencia no es otra cosa que el hombre mismo tomado en sus cualidades humanas. Otros afirman, que la cultura es una segunda naturaleza y que el hombre vive en la cultura, que la cultura es ese medio que permite formar en el propio hombre sus cualidades culturales, o sea, identifican la cultura con la historia.
Los nuevos modos de conocimiento de la realidad desconocidos para la ciencia hasta entonces, enriquecieron el siglo XX. La idea de concebir a la cultura en su totalidad desde un punto de vista semiótico abrió nuevas posibilidades para el conocimiento del hombre y de la sociedad humana. Comenzó a comprenderse la cultura como un sistema de signos o como la memoria no hereditaria de la humanidad, haciendo accesibles a la ciencia una serie de funciones de la cultura.
Otra rama del saber apareció paralela a la semiótica, inicialmente con el nombre de teoría de la información, y luego informología. La unidad y diferencia entre la semiótica y la informología consiste en que “mientras que la semiótica estudia los lenguajes que utiliza la humanidad, la teoría de la información se ocupa del estudio de aquellos sentidos y significados que se expresan en esos lenguajes; porque todo signo solo es signo cuando tiene un significado”. (Macías. 2011:12)
En este siglo cobró fuerza dentro del sistema de valores de la cultura, lo novedoso, con concepciones que lo analizan como sinónimo de la cultura, justificado en la capacidad del hombre de crear lo nuevo como expresión del principio creedor que vive en él. Siguiendo el criterio de la autora antes referida, se asume que para encontrar el camino más óptimo y efectivo para la comprensión de la cultura se debe relacionar con dos posiciones de principio:
En la primera sólo el punto de vista filosófico de la cultura es capaz de crear una idea de ella que puede superar todos los puntos de vista unilaterales al respecto. Apoyado en que cada ciencia concreta tiene un objeto de estudio limitado, por lo que su comprensión es unilateral y limitada a sus intereses. Así, en el punto de vista filosófico, lo esencial es estudiar a la cultura correlacionándola con el mundo, incluyéndola en el contexto del ser integral.
La segunda es el enfoque sistémico, que como estilo de pensamiento del hombre, le es necesario a la ciencia y a la práctica, pues a ambas hay que analizarlas y verlas con complejidades organizadas que no pueden ser estudiadas, ni se puede operar en forma práctica con ellas, mediante los métodos de épocas anteriores.
Entendiendo que cada país tiene su propia cultura, significa que a la par de las culturas nacionales, existe un nivel más complejo de cultura, concebida como un todo, que integra las culturas de los distintos países, correspondiendo este a la cultura de la humanidad.
Actualmente las culturas nacionales se ven como las manifestaciones vitales de una comunidad, su forma de ver el mundo, su escala de valores y como es la autopercepción de su participación en el mundo. Los marxistas afirman que el hombre es una unidad integra de lo natural y lo social, por lo tanto, lo físico-material y el pensamiento están estrechamente ligados, y está dirigida a un objetivo o propósito.
El panorama cultural del mundo actual ha cambiado significativamente, y obligado a valorar su influencia en la sociedad, como aspecto trascendental para comprender en profundidad el contexto. Su enfoque activo permite comprender que ella se ha enriquecido como consecuencia de la actividad humana, lo que acentúa la conciencia del impresionante poder que ejerce.
En ello la educación es esencial ya que el hombre aprende a pensar, a plantearse objetivos, a proponer métodos que le permitan cumplirlos. Con esta idea la cultura se deja ver por el análisis filosófico del ser como la cuarta forma dentro de la serie: naturaleza-sociedad-hombre-cultura, con la tarea de garantizar la existencia y el desarrollo de la humanidad. Al respecto, Isabel Monal asegura que la cultura debe ser también contemplada como el sitio en que se manifiestan o toman forma las relaciones entre el individuo, la sociedad y el mundo. (2001:545)
Ante la interrogante de ¿cómo es que ocurre la transformación de lo humano en lo cultural? la filosofía encuentra respuesta analizando la actividad humana como un sistema de relaciones sujeto-objeto, dado que desde el punto de vista filosófico la actividad humana, se traduce en la actividad del sujeto dirigida hacia el objeto y hacia otros sujetos.
Por ello la cultura entendida como actividad del hombre fuera de los límites de su naturaleza biológica, sobresale por la relación que se establece entre sujeto-objeto y sujeto-sujeto, solo posible en un medio humano. Donde el hombre, a diferencia del resto de los animales, como ser cultural, toma conciencia de su relación con la Naturaleza.
Todo lo que se crea en la sociedad, a través de la actividad humana, es concebido para satisfacer necesidades materiales o espirituales. La actividad humana en general y la producción social en particular pueden presentarse tanto en forma material como en forma espiritual, y “por eso los conceptos de cultura material y cultura espiritual, ampliamente difundidos en el argot científico, son completamente válidos y fijan la primera diferencia que se puede encontrar en la cultura”. (Macías. 2000:2)
Miguel Rojas asegura que lo que se denomina cultura material, con sus respectivos contextos - el medio geográfico, la economía, las artes culinarias, las herramientas, el transporte, y en parte la arquitectura, sin olvidar que ésta también es arte - se determina por la importancia constitutiva de los objetos, la duración, la utilidad y funcionalidad, por el valor de uso y de consumo. Más, la cultura material es asimismo espiritual, subjetiva, es el resultado de la cosificación u objetivación práctica del pensamiento, las ideas, la imaginación, la manera de sentir y comunicarse el hombre. (SA: 34)
En la búsqueda para enriquecer las investigaciones sobre cultura, son diversas las definiciones que se han dado, en esta ocasión se analizarán solo algunas:
El Diccionario de la Lengua española define la cultura como “…el conjunto de valores espirituales y materiales creados por la humanidad en el curso de la historia, nivel de desarrollo alcanzado por la sociedad en la instrucción, la ciencia, la literatura, el arte, la moral, la filosofía, etc. y las instituciones correspondientes...” (1996:181)
La definición expresa la unión de lo material y lo espiritual en la actividad humana, la cultura enmarca todo lo que rodea al hombre, aunque dependa más de algunos aspectos filosóficos que de los propios valores humanos que como persona posean los hombres.
El Diccionario Filosófico recoge que la cultura es: “...El conjunto de valores materiales y espirituales, así como de los procedimientos para crearlos, aplicarlos y transmitirlos, obtenidos por el hombre en el proceso de la práctica histórico-social...” (Rosenthal M. y P. Ludin. 1981)
Armando Hart considera a la cultura como el conjunto de realizaciones humanas, que ha trascendido a nuestro tiempo y que le permite al hombre actual conservar, reproducir y crear nuevos valores y conocimientos para la transformación de sus medios natural y social (1988:4) con ello contribuye a la comprensión de la cultura como producto de la actividad del hombre, el que conscientemente transforma su realidad para satisfacer necesidades.
Asegura en la segunda Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales que la cultura al influir sobre el nivel de conocimiento, la calidad de la vida social, y los esquemas que se establecen, puede desempeñar un papel de enorme significado para hacer comprender que el hombre no encuentra necesariamente la felicidad por la sola adquisición de recursos materiales limitados para satisfacer apetitos inmoderados. (1986:148)
Por ello, en el presente siglo se debe tener una amplia visión de la cultura como fenómeno polifacético, dinámico, transformable, enriquecido y enriquecedor, del cual el hombre tiene mucho que aprender y a su vez aportar.
Orígenes de la Identidad cultural
La paternidad del origen del término identidad cultural se torna controvertida. Para algunos investigadores su nacimiento es de origen eminentemente europeo, otros lo sitúan en África o Asia a partir de la descolonización en los años posteriores a la segunda Guerra Mundial, considerando que se aplicó por extensión a América Latina. Otros lo sitúan en América Latina.
La cultura es el fundamento de la identidad de los pueblos, en tanto es, su modo específico de ser y estar en el mundo. Una identidad en permanente construcción, que se va modificando de acuerdo a las condiciones históricas prevalecientes en la actualidad. El sistema de hechos, acontecimientos y factores económicos, políticos, científico-técnicos, sociales de la cultura como totalidad compleja han llevado a repensar y redefinir en diferentes épocas y momentos de la historia la identidad cultural.
Varias disciplinas de las humanidades, entre ellas la historia, sociología, ética, arte y otras, han realizado serios estudios sobre Identidad, aceptando que es una de las tareas más difíciles que enfrentan por el nivel de desarrollo logrado. En ellas, se encuentran ideas, conceptos, categorías que la conceptualizan hasta hoy, donde ha recobrado singular vigencia y actualidad. Isabel Monal, advierte que esta no puede ser exclusivamente estudiada como un todo por ninguna de ellas en particular, las cuales aisladamente solo son capaces de cubrir ciertos aspectos o ángulos de su área total. (Guadarrama.2001:551)
Alisa Delgado considera que la reflexión de carácter filosófico al respecto en Cuba se ha descuidado y que el enfoque desde esta perspectiva es importante, lo que no debe ser analizado al margen del lenguaje, los sujetos y la formación de identidades. (Guadarrama.2001:533) Esta problemática conduce a hacerse más complicada, producto de las nuevas ópticas y visiones que la realidad impone. Afirma que la categoría identidad se ha acompañado de calificativos como cultural o nacional, con los cuales suele generalmente asociarse.
Criterio que comparte Isabel Monal, al considerar que un largo y penoso camino creador le queda por delante al marxismo y al leninismo para retomar con más posibilidades de éxito la problemática de la identidad, que lamentablemente tiende a desplegarse dentro de una tendencia más bien culturalista.(Guadarrama.2001:552) Sostiene que al hablar de la identidad cultural se entra en el terreno de una totalidad orgánica compleja, cuya dinámica y nudos articulatorios no son explicables solo por ella misma fuera de las innumerables coordenadas que la condicionan dentro de las formaciones económicas sociales a la que está insertada.
Para ella, la identidad es expresión de la interdisciplinaridad. Es una unidad, una parte de los conocimientos aportados a partir de disciplinas diversas, las cuales cuajan en un nuevo resultado cognoscitivo. No es por tanto, un concepto homogeneizador de objetos de estudio, ni introduce una homogeneización epistemológica. Es en sí, un concepto de tipo transdisciplinario, que expresa en perspectiva dialéctica, una unidad en su diversidad, y que debe verse como una fragua permanente, donde los hombres van forjando y transformando de manera creadora jalones de su espiritualidad, en condiciones que le son dadas históricamente.
Para Miguel Rojas la identidad cultural es una categoría compleja, que como identidad en la diferencia contiene, en correlación, la mismidad y la alteridad, el yo y el otro; representando una identidad colectiva como horizonte de sentido con capacidad de auto-reconocimiento y distinción, la cual caracteriza la manera común de vivir en el tiempo y el espacio del ser humano; expresando el quehacer del hombre en el proceso de creación y re-creación comunicativa, objetivación y subjetivación, producción y re-producción de la cultura y la sociedad mismas; la cual, como síntesis de múltiples determinaciones, comporta un universal concreto situado, es decir, un aquí y ahora. Respondiendo a las preguntas qué he sido, qué soy y qué papel habré de desempeñar en el presente y futuro. (SA: 27)
Para él, no se han determinado debidamente dos tendencias intrínsecas en su desarrollo, la identidad de la mismidad y la identidad de la diferencia.
Graciela Pogolotti afirma que “identidad, en primera instancia es la identidad del hombre que se reconoce en su comunidad más inmediata, pero, en tercer lugar, es la identidad del hombre que se conoce en una comunidad más amplia” y añade “la identidad cultural es un proceso abierto al cual el propio devenir histórico en el que estamos inmersos va añadiendo progresivamente nuevos y enriquecedores elementos”. (Guadarrama.2001:532) Para ella, la identidad la constituye básicamente un conjunto de valores históricos, valores propiamente cultural en el sentido total y amplio del término y valores estrictamente artísticos.
Armando Hart Dávalos asume el concepto que ofrece la UNESCO, por medio del cual la identidad cultural “es el sentimiento que experimentan los miembros de una colectividad que se reconocen en esa cultura y de no poder expresarse con fidelidad y desarrollarse plena y libremente si no es a partir de ella”.(Guadarrama.2001:531)
Afirma además en la segunda Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales que la cultura de cada país es la expresión de su propia naturaleza, vale decir de su identidad como pueblo diferenciado e independiente de los demás. Por esa razón afirmar la identidad de cada pueblo es un acto de liberación y soberanía. (1986:146)
Alisa Delgado en su análisis sobre el discurso filosófico y la identidad, considera importante el enfoque filosófico de esta, lo que no debe ser analizado al margen del lenguaje, los sujetos y la formación de identidades. (Guadarrama.2001:533). A su juicio el lenguaje filosófico debe ser considerado no solo como medio de expresión y reflejo de la realidad sino que se debe ver como una acción capaz de producir y transmitir otra realidad diferente a la que se vive.
A su vez perciben cuatro enfoques generales sobre la identidad:
1. Especializados en el tratamiento de la identidad, como discurso, signo, mensaje, que se producen en: la lingüística, la semiótica, la semántica, el análisis de textos, y la hermenéutica.
2. Enfoques de las ciencias sociales y de la comunicación, que en sus incursiones han logrado establecer un dialogo con las anteriores y otras disciplinas.
3. Enfoques filosóficos que provienen de corrientes occidentales, como la filosofía postmoderna, y de corrientes latinoamericanas como la filosofía de la liberación y la teología de la liberación.
4. Enfoques pedagógicos que se abordan en proyectos y disciplinas educativas, como la pedagogía dialógica de P. Freire, pedagogía crítica y otras. (Guadarrama.2001:534).
Si bien las ideas filosóficas tienen por objeto al hombre, se sabe que detrás de ellas están los intereses de estos. Dentro de esta perspectiva filosófica, se sitúan dos principios básicos, con un punto de partida común: la identidad es una construcción social a partir de las relaciones sociales, es expresión de estas y de la percepción de esas relaciones sociales.
El primer principio se refiere a que la identidad es un resultado necesario del desarrollo de las relaciones sociales – institucionalizadas- que resultan del carácter socialmente condicionado de las relaciones clasistas.
El segundo se refiere al problema de la identidad con valores dominantes en la sociedad como una identidad integradora. Se trata de identidades que se constituyen en un marco de contradicciones sociales como determinaciones históricas. La formación de la identidad del sujeto depende de las potencialidades vivas que construye identidades contingentes y donde la subjetividad es un componente sustancial.
En Cuba se confiere gran importancia a los proyectos de transformación social y a los procesos educativos, en tanto desde ellos se promueve la formación y el despliegue de la identidad, ya que los participantes desarrollan capacidades, competencias para mejorar como seres humanos, internalizar los valores de nuestra sociedad, mejorar la calidad de vida, contribuir al cambio social deseado, a su vez estos niveles de participación promueven la educación del sujeto como actor social.
Isabel Monal entiende que también es necesario ocuparse de la continuidad y la permanencia, esto es, entender el proceso de la reproducción de la identidad. No basta con explicar las transformaciones, también hay que explicar las reproducciones, o lo que es lo mismo, la perpetuación en el tiempo de las expresiones que conforman el perfil identitario. (Guadarrama.2001:548).
De ahí que los procesos educativos, culturales, productivos, tienen el papel de generar identidad cultural expresada a nivel del individuo, en lo comunitario, local e institucional, y en aportar un reconocimiento, un realce de la misma. En la realidad cubana los sujetos reafirman la necesidad de continuar con el proyecto social socialista como única vía para salvar la auténtica identidad cultural de la nación.
Siendo la cultura, para el modelo social cubano, una insustituible fuente de transmisión de valores éticos que acompaña el crecimiento humano como fundamento de su identidad, es decir, su modo específico de ser y estar en el mundo. Una identidad en permanente construcción, que se enriquece acorde a las condiciones históricas, donde el hombre como protagonista de los procesos de la vida cotidiana, se supera como un ser humano más pleno, más integral, más comprometido éticamente y más solidario en el mundo que le ha tocado vivir.
De modo que la identidad se conforma en la misma medida que el individuo crea su cultura, donde este se integra al trabajo creador, que contribuye a que se auto perciba como constructor de su proyecto. Junto a esto se produce la integración- recuperación de los valores tradicionales y otros nuevos que otorga al sujeto una significativa presencia social.
En los discursos, se considera tres niveles de identidad: productor, ciudadano y personal. Los hombres construyen un nosotros como productores de conocimientos, saberes, cultura, entendiendo el conocimiento como construcción social e histórica y no como fruto exclusivo de la individualidad, logrado a través de la participación social, en el ejercicio de sus deberes y derechos, y al asumir responsabilidades a nivel micro y macrosociales.
La identidad personal, la conforma el encuentro y afirmación de cada hombre consigo mismo. La autoevaluación de uno mismo y el otro como diferente pero semejante, ha permitido la emergencia de un interés ético y filosófico en el discurso por afirmar un ser humano, como un ser pluridimensional con vocación de plenitud.
La identidad es un componente básico de la realidad, tanto objetiva, como subjetiva, donde el hombre se constituye, se forma como sujeto o persona capaz de relacionarse con otros.
Cada individuo nace en una sociedad con una estructura social y cultural determinadas, donde establece una relación necesaria con los demás, que le permite aprender, autoidentificarse y colocarse en el lugar del otro, en un proceso dialéctico. Así, en la medida que se cuestionan, se transforman y desarrollan, conforman su identidad personal, que constituye su singularidad (dialéctica entre la autoidentificación y la identificación).
Se asume además que el discurso filosófico marxista al definir la formación de identidades incorpora dos características aparentemente contradictorias: por un lado el criterio de semejanza (actividades, actitudes y normas que los individuos de una clase, de un grupo social comparten), proyectando una imagen a nivel social de grupos/clases, donde existe identidad, porque asumen el mismo mundo significativo.
A su vez, la identidad singulariza al individuo, con un sello personal en las actividades que realiza, en la forma de presentarse en sociedad. Importante es el proceso de comunicación en la formación de la identidad, donde la interacción entre los sujetos les permite construir un consenso que le confiere unidad y cohesión, a partir de un grupo de intereses económicos, políticos, ideologías compartidas, proximidades geográficas, étnicas, de profesiones, otras.
El cubano ocupa una posición importante en la sociedad, es el sujeto activo en el proceso de perfeccionamiento del proyecto de sociedad que construye. Esto constituye una identidad compartida que entraña conciencia de participación con un paradigma ideológico y una estrategia de acción que une a la gran mayoría en un esfuerzo común hacia la autorrealización en la preservación de la identidad nacional.
Al ser entendida la identidad como proceso de relación social, el sujeto es actor y productor de un modelo social que construye, tanto en la producción como en la distribución de la riqueza social y la creación económica, en la toma de decisiones, creación política expresada en su proyección cultural.
La integración como principio de la identidad cultural
La integración, caracteriza el tránsito de la homogeneidad indefinida e incoherente a una heterogeneidad definida y coherente, etimológicamente significa composición de algo, componer un todo a través de sus partes. “Se ha visto como organización y cohesión de los miembros de un grupo u organismo social, una comunidad, nación o Estado supranacional, en que la nueva síntesis superadora es el resultado del proceso de integración, donde hay actores sociales específicos”. (Rojas. SA: 36)
En la actualidad el mensaje cultural de la globalización amenaza la memoria colectiva e histórica, la identidad de los pueblos, considerando que lo que se difunde encierra un mensaje ajeno y hostil por completo a la idiosincrasia e identidad de cada pueblo, y es utilizado como vía para borrar los valores espirituales auténticos. De ahí la necesidad de defender la autenticidad cultural, los valores como vía para proyectarse universalmente y alcanzar una civilización superior.
Aunque la concepción de la integración es un aporte eminentemente europeo, no se concibió como principio de la identidad cultural. Sin embargo, varios investigadores actuales consideran que debe ser concebida como principio de la identidad cultural, al considerar que constituye un imperativo sin la cual no se puede garantizar la supervivencia y el desarrollo de las sociedades ante la globalización.
Actualmente se considera como un proceso de redimensionamiento de la estructura social y de las relaciones de poder de los países que deciden integrarse en diferentes proyectos. Se le entiende como un proceso multidimensional, cuya intencionalidad va más allá de una reestructuración de mercados en busca de economías de escala, incluyendo tanto la dimensión de construcción de instituciones, como gestión de una cultura de integración asentada en el respeto y la convivencia federativa de las culturas nacionales y locales.
A partir de esta consideración, el sentido de identidad de los más pobres, puede ampliarse, confirmando que la integración auténtica, tiene lugar en la unidad o identidad. Actualmente en medio del proceso de globalización, ningún país solo, por potente que sea, podrá desarrollarse. Sólo la integración multilateral, la cooperación permitirá defender sus intereses, la que además será viable de forma horizontal, en igualdad de condiciones, que permita un desarrollo equitativo, racional, justo, equilibrado y sostenible para todos sus miembros.
Es esencial para ello fortalecer la identidad cultural, en tanto permite satisfacer las necesidades básicas, al ser estas definidas en términos culturales específicos y permite proyectar una estrategia de desarrollo acorde a las características de cada pueblo para alcanzar su autodeterminación.
CONCLUSIONES
1- La indagación teórica permitió corroborar que sólo el punto de vista filosófico de la cultura es capaz de crear una idea de ella que puede superar todos los puntos de vista unilaterales al respecto, incluyéndola en el contexto del ser integral.
2- La identidad es un componente básico de la realidad, donde el hombre se forma como sujeto capaz de relacionarse con otros. Su fortalecimiento favorece la satisfacción de las necesidades básicas. Se conforma con el mismo proceso en que el individuo crea su cultura, el mundo social que construye junto a otros hombres.
3- Una de las tareas más difíciles de la filosofía en la actualidad es el estudio de ambas categorías, por ser ellas tan complejas y abarcadoras, considerando que aún quedan muchas aristas por investigar al teniendo en cuenta la cantidad de autores y variedad de puntos de vista que sobre ellas se tiene y la necesidad de actualizar estos contenidos a tono con las nuevas exigencias de la Universidad.
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