Xiomara A. Moreno Lorenzo*
Reynier Rodriguez Rico**
Universidad Carlos Rafael Rodríguez de Cienfuegos, Cuba
xmoreno@ucf.edu.cuResumen.
El presente artículo aborda, desde una perspectiva geográfica, la distribución espacial de la Agricultura Urbana y la influencia de ruralidad en la conformación, despliegue y diferenciación de un conjunto de prácticas socioespaciales en el espacio urbano de la Ciudad de Cienfuegos, Cuba. Así, desde un estudio de caso, se diferencia el proceso de interacción objeto-sujeto, dirigido a la satisfacción de las necesidades del sujeto, como resultado del cual opera un conjunto de prácticas socioespaciales desde una profunda influencia de la ruralidad. La investigación amplía las concepciones y nexos teóricos y/o resultados empíricos que se vienen construyendo sobre la Agricultura Urbana, ruralidad y prácticas socioespaciales en Cuba, constituyendo elementos esenciales en la formulación de políticas encaminadas a la preservación y desarrollo de aquellas prácticas socioespaciales que enriquecen la cultura rural en las ciudades cubanas. Este estudio permitió conocer la distribución geográfica fragmentada de la Agricultura Urbana desde diferenciadas prácticas agroecológicas en la ciudad central y otras de naturaleza más extendidas en las zonas periféricas. Así como un intenso y extendido rol de la ruralidad en el despliegue de prácticas agroecológicas que le confieren notable importancia al desarrollo urbano de esta ciudad cubana.
Palabras clave: Ruralidad, Agricultura urbana, distribución espacial
Summary.
The present article approaches, from a geographic perspective, the spatial distribution of Urban Agriculture and the influence of rurality in the conformation, deployment and differentiation of a set of socio-spatial practices in the urban space of the City of Cienfuegos, Cuba. Thus, from a case study, the process of object-subject interaction, directed to the satisfaction of the needs of the subject, is differentiated as a result of which a set of socio-spatial practices operates from a profound influence of rurality. The research expands the conceptions and theoretical links and / or empirical results that have been built on Urban Agriculture, rurality and socio-spatial practices in Cuba, constituting essential elements in the formulation of policies aimed at the preservation and development of those socio-spatial practices that enrich the Rural culture in Cuban cities. This study allowed to know the fragmented geographical distribution of the Urban Agriculture from different agroecological practices in the central city and others of more widespread nature in the peripheral zones. As well as an intense and extended role of rurality in the deployment of agroecological practices that give it remarkable importance to the urban development of this Cuban city.
Key words: Rurality, Urban agriculture, spatial distribution
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Xiomara A. Moreno Lorenzo y Reynier Rodriguez Rico (2017): “Ruralidad, Agricultura Urbana y Prácticas Socioespaciales en el espacio urbano de la Ciudad de Cienfuegos, Cuba”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (agosto 2017). En línea:
https://www.eumed.net/rev/caribe/2017/08/ruralidad-agricultura-cuba.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/caribe1708ruralidad-agricultura-cuba
Introducción.
El triangulo ruralidad, Agricultura Urbana y prácticas socioespaciales es una reciente línea de investigación en el campo de la Geografía Urbana en Cuba. Constituye actualmente una dimensión ineluctable dentro del conocimiento del subsistema económico-espacial como parte de los estudios urbanos. Dentro de sus múltiples aportes, los nexos entre estas tres categorías, revisten particular importancia al conocimiento de las crecientes actividades agropecuarias y las intensas relaciones sociales, que propias o típicas de los grupos sociales que habitan los espacios rurales, se han entronizado en las actuales dinámicas que experimentan las ciudades en este país.
La interpretación de estos fenómenos, que ha puesto énfasis sobretodo en el contínuum urbano, se considera una consecuencia adaptativa a las condiciones impuestas por la globalización: procesos urbanizadores de la sociedad, el aumento de la población en las ciudades y muy específicamente; al impulso de espacios vacios para el abastecimiento de alimentos tras la infructuosa crisis económica que generó la desaparición de los principales mercados de importación de alimentos a finales del siglo XX en Cuba.
Como parte del caso cubano, la ciudad intermedia de Cienfuegos no escapa a tales cambios y se desdibuja en un escenario cada vez más complejo. Por una parte, gobiernos locales han promovido actividades agropecuarias en huertos, parcelas y organóponicos, de lo cual se deduce la importancia de analizar como hacer coexistir funciones tradicionales urbanas con los beneficios económicos, ambientales y sociales, ya probados, de la Agricultura Urbana (Cruz, 2002) y por otra, la expansión y producción de nuevos espacios periféricos, han incorporado terrenos localizados en zonas de cultivo y asentamientos de tradición agropecuaria, entrañándose nuevas y profundas transformaciones espaciales (Rodríguez, 2007).
El impacto de la difusión urbana a lo largo de los ejes viales de salida de la ciudad, que representa una solución de continuidad espacial urbana, entremezcla nuevos ritmos que imprime la propia ciudad, pero con expresiones culturales de un elevado componente rural histórico. Así, acompañando el proceso urbanizador, han pervivido un conjunto de actividades productivas y/o relaciones rurales, que son referenciales de toda la vida en sus habitantes.
En cualquier caso, las múltiples respuestas, actores, funciones y dinámicas sociales, económicas y culturales devenidas, conducen a un espacio urbano más dinámico y heterogéneo, que carentes de respuestas frente a la influencia rotunda de la Agricultura Urbana y la ruralidad, han invisualizado un conjunto de prácticas socioespaciales, que en tanto costumbres, hábitos, estrategias y también proyectos vitales de sus residentes, de su cultura y de la manera en que las aprehenden y las utilizan; se presentan como construcción identitaria e identificación de un campo simbólico que no es, sino componente fundamental en la construcción y producción de su espacio urbano.
Aproximación teórica a la relación ruralidad, Agricultura Urbana y prácticas socioespaciales.
La complejización de las sociedades contemporáneas durante el siglo XX, rebatieron premisas universales que concibieron dicotomías entre lo urbano y lo rural, la agricultura tradicional y agricultura emergente en las ciudades, así como el enfrentamiento entre lo rural y la ruralidad (Llambí, 2004). El conjunto de análisis que estructuraron el otrora discurso sobre lo rural dio muestras de enormes carencias que les impedían explicar la complejidad y multidireccionalidad que mostraban los nuevos procesos del agro, así como el cambio de contenido en las ciudades tras el surgimiento de múltiples y desiguales actores y actividades agropecuarias.
Sobrevino entonces la impronta reflexiva entorno a un nuevo enfoque: Teoría del contínuum rural-urbano como variante analítica del enfoque tradicional dicotómico. Esta perspectiva, de carácter pionero y original, sustituye la idea de la polarización antagónica por una continuidad espacial de sucesivas variaciones geográficas, que se extienden desde un espacio típico urbano hasta otro de conformación esencialmente rural (Bossuet, 2006). En este contexto especial atención se le ha brindado a las categorías de Agricultura Urbana y Ruralidad, que de manera diferenciada y en ningún caso excluyente, amplían el marco conceptual necesario en la interpretación del fenómeno rural en las ciudades.
Es así que la Agricultura Urbana, agrupa las actividades agroculturales que se realizan sobre ecosistemas urbanos y periurbanos bajo el reto de la sostenibilidad en sus dimensiones económica, social y ambiental. y cuyos productos se destinan a satisfacer las demandas alimentarias y otras necesidades de la población con el apoyo de gobernabilidad urbana. Al respecto, la Red de Instituciones latinoamericanas de Agricultura Urbana (AGUILA) la ha definido como (Socorro, 2003):Prácticas agrícolas y pecuarias en las ciudades, que por iniciativa de los productores/as afincados muchas veces en los barrios marginales, villorrios, favelas, rancherías, barriadas y/o pueblos jóvenes y periurbanos; colindantes a las ciudades; utilizan los recursos locales, como mano de obra, espacios, agua y desechos sólidos orgánicos y químicos, así como servicios, con el fin de generar productos de autoconsumos y también destinados a la producción de alimentos para la venta en el mercado.
Atendiendo a tales rasgos que la caracterizan, la virtual referencia a labores de uso de tierra y/o movimiento urbano para la producción de alimentos, así como otros productos pecuarios o forestales, se manifiesta a partir de un conjunto de relaciones sociales, que a su vez, robustecen o debilitan identidades hacia actividades agroproductivas promovidas en las ciudades (Schneider & Blume, 2005).
No solo por ser reconocida como alternativa de desarrollo local, sino también como parte activa fundamental en el entramado de relaciones que se manifiestan en las ciudades, la Agricultura Urbana se presenta como uno de los procesos condicionantes de la realidad social urbana. La sistematización de sostenibles y diversificados procedimientos que apoyan la soberanía alimentaria, genera un sistema de nexos y relaciones, que establecidos entre individuos, actividad práctica cotidiana y espacio urbano, coadyuvan a la producción de un espacio urbano sobre el que advierte patente influencia de la ruralidad.
La ruralidad es un concepto polisémico que permite una mirada interdisciplinaria y multifacética. Conformada por un sistema de interacciones sociales diversas no puede tomar como fundamento a un tipo de actividad ideal estática, sin una debida contextualización territorial. La vida rural, antes tradicionalmente asociada a la actividad agropecuaria, precisa ahora de una diversidad de actividades y relaciones sociales que vinculan estrechamente la producción de alimentos en los centros urbanos y un conjunto de actividades de producción, servicios, comercialización, educación e innovación mas desarrollo. La nueva ruralidad no permite visualizar al campo solo sectorialmente, y apenas en aquellas funciones agrícolas, pecuarias o forestales, sino que debe tomar en cuenta el conjunto de actividades diversas desarrolladas por su población en pos del desarrollo local (Arias, 2002).
En este sentido, destacan los aportes teóricos sobre ruralidad, (Gómez, 2002) “la ruralidad, como fue definida en términos tradicionales, […] no existe más. La industrialización de la agricultura y la urbanización de las comunidades rurales que conformaron periferias de ciudades acabó con la ruralidad tradicional, pero no con la ruralidad”
Siendo así, la ruralidad es una construcción simbólica que forma parte de la realidad subjetiva social e individual, la cual se expresa en deseos, preferencias, símbolos y sobretodo en prácticas socioespaciales, que a partir de una cosmovisión culturalmente producida en el contexto rural, se introduce y entroniza cada vez más al espacio urbano tras el avance del proceso de urbanización sostenido en la sociedad y el espacio geográfico que conforma la ciudad de Cienfuegos. De ahí que aún en el espacio urbano, un conjunto de individuos refieran modos de pensar y actuar que llevan en sí, el peso indiscutible de la socialización y la cultura rural de toda su vida. Incluso, en algunos casos, de configuración más estereotipada, expresan socialmente la denominada mística de la ruralidad pese a la fuerza y la avidez que ejerce el asimilado patrón urbano en muchas de las ciudades cubanas. En fin, la ruralidad constituye un mundo propio, el cual se expresa en modos de conocer, procesos de pensamiento e integración de dimensiones del saber diferentes; que manifestadas en prácticas socioespaciales propias del medio o contexto rural y acomodadas o transformadas al medio urbano; se presentan como normas de convivencia y de organización social que difieren de la racionalidad de las estructuras urbanas.
Su característica más sobresaliente es la pluriactividad. Condición que reconoce una gran diversidad de actividades desarrolladas en el espacio urbano. De esta forma, evidencia una visión del territorio como eje del análisis y se opone al carácter eminentemente sectorial agrícola del espacio rural. El espacio urbano, complejo, diverso y polifuncional, es también definido por aquellas relaciones entre tradicionales actividades agroculturales y otras nuevas propias de las interacciones urbano-rurales.
Entonces, ruralidad, presupone la convergencia de significados simbólicos diversos en los que se asume que diferentes patrones socioespaciales y actividades socioeconómicas, coexistan en un mismo espacio urbano, el cual a su vez, considérese un mismo contexto espacial, social y cultural definido.
En cualquier caso, lo cierto es que lógicas de localización de actividades agropecuarias en el espacio urbano, son el resultado de estrategias orientadas al despliegue de un conjunto de prácticas socioespaciales para la producción y/o consumo de productos alimenticios en las ciudades. Tales prácticas han de ser visualizadas como un tipo de acción colectiva o acontecimientos entre agentes sociales, materialidad y cultura, que en ningún caso contrapuestas al desarrollo rural, se presentan como expresiones sociales que incorporan y legitiman patrones de comportamientos rurales en una cultura que representa, en sí misma, el modo de vida urbano. Siendo así, la relación Agricultura Urbana, ruralidad y prácticas socioespaciales, deja de ser un mero concepto para convertirse en un proceso de transformación de la realidad social en las ciudades cubanas.
Materiales y métodos.
La presente investigación se basa en el estudio de prácticas socioespaciales de un grupo de 150 individuos, que residiendo en el espacio urbano de la sureña ciudad de Cienfuegos, en Cuba; acometen actividades agropecuarias y son portadores de tradiciones y prácticas rurales devenidas de una cultura campesina. La relación entre Agricultura Urbana, ruralidad y prácticas socioespaciales, en tanto que sistemas de relaciones en el espacio urbano, impone el abordaje de una estrategia metodológica, perspectiva y/o paradigma cualitativos a fin de interpretar actividades, significados, relaciones, motivaciones y sobre todo aquellas prácticas socioespaciales devenidas de la ruralidad que se manifiestan en el grupo de residentes de la ciudad de Cienfuegos. Tales requerimientos metodológicos exigen el empleo del estudio de caso como método de nivel empírico que permite la recogida de información y el análisis de una variedad de datos cualitativos entorno al objeto de estudio.
Distribución espacial de la Agricultura Urbana y rasgos de la ruralidad en la Ciudad de Cienfuegos.
Confiriendo una nueva fisionomía y mayor complejidad al paisaje urbano, el proceso de expansión y desarrollo de la Agricultura Urbana, se configura a partir de una distribución visiblemente fragmentada. Conforme los datos presentados en el mapa 1, elaborado a partir de información ofrecida por la Dirección Provincial de Planificación Física en Cienfuegos, se advierte notable regularidad geográfica, que permitiendo segregar una distribución de modalidades de Agricultura Urbana más consumidoras del espacio para el periurbano; contrasta con la agricultura del hogar y los organopónicos que se localizan en reducidos terrenos muy próximos a la población y su residencia.
Sin dudas, las expresiones más palpables de Agricultura Urbana se extienden predominantemente sobre los espacios periféricos del norte, noreste y sureste de la ciudad. Este patrón de distribución se verifica a partir de una ocupación espacial inmediata a emplazamientos residenciales o industriales, que no es sino resultado de estrategias de valorización de suelos ociosos de acuerdo a los intereses presentes y dominantes de agentes y actores agropecuarios localizados en el actual espacio periurbano.
Tales agentes o actores constituyen renovados y renovadores entes regulatorios, que a su vez, se presentan como mediadores entre un conjunto diferenciado e integrado de relaciones sociales que caracterizan un espacio de multi-ocupación y/o incremento, diversificación y transformación de actividades agroproductivas.
Emerge entonces, la lectura inmediata de profundos y rotundos procesos de desagrarización de lo rural tradicional, que surgidos a partir de una diversificación de esta actividad económica durante la última década del siglo XX, condicionaron modalidades de Agricultura Urbana en formas muy heterogéneas.
Adviértase en la tabla 1, que de una superficie total de 553,4 hectáreas1 destinadas a la agricultura urbana, el 80% es ejercido por actividades emplazadas en el periurbano. De este porcentaje, se puede afirmar que las fincas urbanas, con una vasta extensión territorial que representa la mitad de toda superficie empleada por la Agricultura Urbana, permite cultivar cuantiosos productos agroecológicos, fundamentalmente hortalizas y frutas, que se basan en prácticas orgánicas sostenibles durante todos los meses del año. A ello se le acompaña el cuidado y crecimiento de poblaciones de animales domésticos, que destinándose para el consumo de la población, aportan alimentos de alto valor nutritivo.
En este mismo grupo también se incluyen los huertos intensivos. Esta modalidad se localiza en solares yermos y parcelas ociosas que disponen las entidades estatales o industriales para el desarrollo de cultivos intensivos que amplían las posibilidades alimenticias a partir de la oferta de productos netamente agroecológicos.
De otro lado, se distinguen los espacios centrales de la ciudad, donde la compactación urbana, ha permitido apenas el desarrollo de organopónicos en pequeños parcelas ociosas y la agricultura del hogar, que en ambos casos, se insertan en la propia trama urbana. Mientras que los organopónicos, de tenencia estatal; entregados en usufructo y formando parte de la granja urbana del municipio de Cienfuegos, se dedican a cultivos diversos sobre sustratos orgánicos elaborados a partir de la mezcla de materia orgánica y suelos depositados en contenedores que la aíslan del espacio urbano no cultivable; la modalidad de agricultura del hogar, ocupa áreas cuya extensión varía entre 20 y 800 m², involucrando pequeñas áreas o espacios dentro o fuera de las viviendas, que pueden ser utilizados para el cultivo de diversos productos, flores o cría de animales; utilizando canteros, tiestos, o cualquier forma que apoya la alimentación familiar.
De hecho la propia construcción del hábitat, ha previsto disponibilidad de áreas libres, cuya tenencia privada advierte amplios espacios destinados para esta modalidad. Así, el hábitat se caracteriza por un predominio de viviendas aisladas con portal y a su vez, jardín en parcelas más o menos amplias para el desarrollo de actividades rurales. De esta forma, el desarrollo de la agricultura del hogar, introduce elementos y/o objetos a la imagen urbanístico–arquitectónica de la ciudad, lo que también da muestras de su papel transformador en la conformación, producción y transformación del espacio urbano cienfueguero.
Sin embargo, la complejidad que la Agricultura Urbana y la nueva ruralidad le imprimen a su espacio urbano, queda más evidente a partir de la asimilización que marcan nuevos, pero insuficientes, agentes socioeconómicos. El enfoque asumido por la investigación permite la inclusión de las actividades que realizan, cuando eliminándose la visión sectorial que encuadra de manera exclusiva a los actores rurales del sector primario; rebasa las fronteras de la producción agrícola tradicional y toma en cuenta una nueva gama de actividades y relaciones sociales.
En primer lugar, es posible resaltar los esfuerzos productivos que se realizan en la periferia urbana para la producción acuícola. Los datos de acuicultura ofrecidos por la Delegación de Agricultura para el año 2012 ilustran la importancia dedicada a esta actividad. En un total de cinco embalses próximos a la ciudad con una superficie de 10,38 hectáreas para el cultivo de alevines, se producen cien toneladas de pescado de agua dulce anual para el consumo de la población residente en la ciudad.
En segundo lugar, merece ser destacada la actuación de otros dos centros que investigan, capacitan o desarrollan productos primarios de gran valor agregado. De acuerdo con el conjunto de actividades sui generis que realizan en la ciudad, se consideran de gran trascendencia urbana y provincial. Se trata de la Estación de Protección de Plantas y del Centro Apícola Provincial. En el primer caso se realizan actividades de investigación y asesoramiento técnico para la sanidad vegetal y en el segundo, se encarga del desarrollo de la apicultura para la producción de miel de abeja y derivados en toda la provincia.
Pero la nueva ruralidad está también vinculada a la presencia de la Universidad de Cienfuegos, que contando con una Facultad de Ciencias Agronómicas y un Centro de Estudios para la Transformación de la Agricultura Sostenible (CETAS), direccionan su actuación a la promoción de la investigación científica, la formación de recursos humanos en esta área de conocimiento y la gestión de proyectos de desarrollo para modernizar, mejorar y humanizar la agricultura en general y muy particularmente la urbana. Estas entidades, instaladas desde el siglo pasado, ofrecen aportes evidentes al propio desarrollo económico y social de la ciudad y su territorio, cuando el conjunto de acciones anteriores establecen profundas sinergias entre la enseñanza superior y la Agricultura Urbana.
La Agricultura Urbana y la ruralidad como mediadora de prácticas socioespaciales en la ciudad de Cienfuegos.
Las prácticas socioespaciales devenidas de la ruralidad y la Agricultura Urbana convergen en relaciones de integración. Es por ello que es imposible considerar a estas prácticas socioespaciales como aisladas. La ruralidad y la Agricultura Urbana están en constante relación con lo social, lo cultural y lo urbano. En este sentido el estudio revela que el espacio de la ciudad de Cienfuegos, socialmente heterogéneo desde la ruralidad, experimenta intensa interacción entre individuos que realizan diversas modalidades de Agricultura Urbana, combinando diferentes aspectos de la realidad social y cultural (agroproductivas, sociales, religiosas, y otras). Así se suelen generar y fortalecer vínculos espaciales entre sus residentes, que produciendo un escenario adecuado para la interacción social y cultural, accede a una profunda y legitimadora influencia de la ruralidad en el proceso de socialización urbano.
Precisamente son las interacciones sociales, como un tipo de acción colectiva, las que explican de manera mayoritaria el rol que desempeña la ruralidad y la Agricultura Urbana en el funcionamiento de la ciudad. Para ello, necesariamente se debe atender a la dimensión espacial, pues dichas interacciones, produciéndose con desigual forma e intensidad en el espacio urbano, evidencia el correlato territorial entre modalidades de Agricultura Urbana, intensidad de la influencia de la ruralidad y prácticas socioespaciales. De ahí la segregación constada anteriormente entre los espacios de la periferia urbana y aquellos localizados en el centro de la ciudad.
El periurbano, caracterizado por el despliegue de numerosas e intensas relaciones, se ha de entender, entonces, como espacio en el que la influencia de la ruralidad entorno a prácticas socioespaciales es considerablemente alta y está fuertemente arraigada en la memoria histórica de los habitantes, creyéndose como tradicionales por la producción histórica de especies vegetales y animales. La mayoría de estas prácticas socioespaciales son capaces de fortalecerse a través de vínculos sociales y culturales establecidos en diferentes contextos de interacción social.
En primer lugar, se trata aquellas de naturaleza agroculturales que se caracterizan por ser actividades identitarias del ámbito laboral en las fincas urbanas y autoconsumo de empresas. Subdividiéndose en un espacio administrativo y el campo como tal, el contexto urbano, es participe, por un lado, de prácticas de gestión productiva, donde se establecen relaciones de trabajo, cooperación, provisión de recursos, así como acopio, almacenamiento y comercialización de la producción agrícola; y por otro, de actividades técnicas y productivas. En este segundo caso, las prácticas socioespaciales son de producción, aplicación de tecnologías y todas las actividades que se relacionan con el quehacer rural, ya sea sembrado o cultivo, fertilización, riego y sanidad vegetal o biológica. De esta forma se establece no solo interacción social entre los individuos que desempeñan labores agroculturales, sino también con los componentes naturales. Entre estos componentes se encuentran los suelos, agua y organismos vivos, que bien pueden ser vegetación o cultivos y animales ganaderos o no.
En cualquier caso, siempre acontece interacción cotidiana mediando en las relaciones entre agricultor-agricultor y agricultor-actividad agropecuaria, donde pueden considerarse los ejemplos siguientes:
Tales prácticas se caracterizan por su sistematicidad y tienen un carácter de aplicación intensivo generalmente. Entre estas, destaca el enyugue de bueyes que es una práctica primaria y por ende, indispensable para la práctica de cultivar. De ella depende el despliegue de la preparación de la tierra y el propio cultivo de especies vegetales.
Se considera una actividad de tradición, arraigada dentro de la comunidad y transmitida generacionalmente, desempeñada exclusivamente por los hombres de la comunidad y consiste en el amarre de frontiles para ambos bueyes mediante la coyunda. Coyunda hace referencia a una soga que posibilita el yugo, a este se le adiciona otra soga que los entrevistados llaman guías y cuya función es conducir el arado.
Por su parte, la preparación de tierras implica un conjunto de prácticas indispensables, de manera general se emplea para fragmentar el suelo, así como su conformación y alineación en surcos para el posterior sembrado de cultivos. En esta práctica destaca el empleo de objetos como arado, gradas, surcador y aporcador. Algunos entrevistados refieren que esta práctica, a veces es sustituida por el uso de otras tecnologías. En este caso, la práctica se realiza en un breve periodo de tiempo e implica el empleo de menor número de trabajadores, que en el contexto habitual. De esta forma, cultivar, es la práctica a la que le dedican mayor empeño y tiempo, reconociéndola como la principal actividad de subsistencia. Al decir de un entrevistado:
“yo me siento campesino por saber sembrar vegetales y legumbres, es decir por trabajar la tierra como sostén económico principal que dispone mi familia”.
De ahí que se define como las destrezas y habilidades manuales aprehendidas para acometer la siembra de semillas con el propósito de lograr agroproductividad. Esta actividad se realiza preferentemente en horas de la mañana para proteger las simientes y sobre suelos húmedos que permitan la germinación vegetal.
Muy relacionada a esta práctica se asocia desyerbar que se realiza posterior a la siembra. Consiste en eliminar el enyerbamiento que se produce a partir de la humedad y las altas temperaturas en las plantaciones o sembrados de cultivos.
Por otra parte, se ubican otras como la aplicación frecuente de insumos ya sea de materia orgánica, biopesticidas, y/o agua a los cultivos. Inherentes a los trabajadores agrícolas son parte de la cotidianidad laboral de un agricultor, por que se presentan como prácticas socioespaciales muy arraigadas en el conjunto de entrevistados en la muestra.
De igual forma, relacionado con diversas fases del ciclo biológico de los cultivos se distingue la recolección de cosechas. Es una actividad identitaria que se realiza manualmente pero auxiliadas generalmente de carretillas y puede ser también por carretones o carretas de tracción animal, como es en el caso de las plantaciones de caña de azúcar y otros cultivos existentes en fincas suburbanas localizadas al este de la ciudad.
En este contexto agroproductivo, el conjunto de individuos entrevistados verifica un componente afectivo y personal predominante y distintivo de zonas rurales. Tales rasgos son posibles por aquellas características de la población, que de larga permanencia en los otroras asentamientos rurales conurbados a la ciudad, conservan relaciones vecinales prolongadas, así como la existencia de intensas relaciones de amistad y apego entre una parte significativa de sus habitantes. De ahí la importancia que un proceso de socialización que viabiliza la trasmisión de saberes y conocimientos agroculturales. Por una parte, es inspirador de nuevas formas de aprovechamiento de recursos naturales, y por otra, conduce no solo a la producción agropecuaria y el mejoramiento de las economías familiares, sino que implica el despliegue de prácticas agrícolas sistemáticas y un conjunto de relaciones sociales que se manifiestan en estos espacios periféricos.
Sin embargo, si de prácticas socioespaciales se trata, este mismo espacio se torna aún más diferenciado, cuando la modalidad de acuicultura se une a los nuevos entes asimilados en el espacio periferico: Centro Apícola Provincial, Universidad de Cienfuegos y la Estación de especies Botánicas; para imbricar prácticas sui generis en este contexto espacial.
Desde la acuicultura las prácticas más difundidas son aquellas que se relacionan con el crecimiento y reproducción de alevines y peces concentrados en estanques de agua. Esta práctica es sistemática y reconoce la fertilización orgánica de la mayoría de los embalses de la ciudad como práctica asociada. La fertilización, no es sino, el suministro de alimento que en este caso proviene de la excreta animal recolectada en la propia entidad. Luego, una vez que los peces alcancen la talla comercial, se efectúa la pesca como otra práctica de notable importancia. Empleándose una red de captura y solo se comercializan aquellos peces que solo traspasen la talla comercial indicada.
Asimismo, el Centro Apícola Provincial acomete el almacenaje, procesado y la compra de mieles fabricadas por los apicultores privados de toda la provincia. La identificación de actividades de asesoramiento técnico, suministro de recursos y comercialización de productos finales de mayor valor agregado como ceras, propóleos y mieles de abejas son las prácticas más distintivas.
Sin embargo, como parte de su actividad productiva realizan otras prácticas agroculturales que tienen mayor difusión no solo dentro del propio espacio urbano sino también en toda la provincia, como área de influencia de la ciudad. Se trata de cría de abejas reinas y abejas de la tierra para la sustitución de estos individuos en las colmenas, así como la promoción de la producción de mieles para el consumo directo por la población.
Finalmente, resta la Estación de Protección de Plantas y la Universidad de Cienfuegos, que estableciendo intensas sinergias entre ellas, realizan significativas tareas en el combate y prevención plagas y enfermedades, así como investigación e innovación más desarrollo. Estas actividades se concretan a partir de sistemáticas acciones de investigación científica, formación profesional y capacitación a productores urbanos en áreas de competencia desde disciplinas científicas como la Agricultura Sostenible y la Agroecología.
En el mismo orden, pero ahora analizando el espacio central de la ciudad, se reconoce menor influencia de la ruralidad, lo cual no indica en ningún caso la ausencia de sentimientos de pertenencia y de arraigo rural. Aunque menos intensas que el periurbano, también se despliegan un conjunto diferenciado de prácticas socioespaciales devenidas de la influencia que ejerce la ruralidad. En un primer grupo, se concentran prácticas agroculturales desarrolladas en patios y parcelas de viviendas u organopónicos que desarrolla huertas para cultivo de hortalizas, frutales, flores y otras especies vegetales, así como para la crianza de animales domésticos y el intercambio de semillas, flores y material genético.
A diferencia de las modalidades localizadas en el periurbano la agricultura del hogar presenta una tenencia de la tierra predominantemente privada y con carácter agroecológico marcado. Las posibilidades de complementación de prácticas entre sí, se presenta como el rasgo más distintivo que las caracteriza. Mientras que la siembra de hortalizas, frutas y flores sirve para el sustento familiar, las excreciones de los animales domésticos y residuos de cosechas se emplean como fertilizantes orgánicos en la propia actividad. Así los productos residuales de una práctica agrícola se convierten en aportaciones para otras. Por tanto, se trata de prácticas que utilizan todos los desechos del hogar, no constituyen agresiones al medio ambiente y demandan menor cantidad de insumos que son sustituidos por productos naturales y/o domésticos.
La práctica de cultivar hortalizas, frutas, flores y otras especies vegetales es una actividad frecuente que consiste en la siembra y el cuidado de productos agrícolas. Así se ha referido por una entrevistada:
“desde niña, recuerdo que mi familia sembraba y cuidaba árboles frutales, y después del difícil periodo especial tras la prolongada crisis económica de los años noventa, yo comencé a cultivar viandas, hortalizas, plantas medicinales y sobretodo flores que vendo regularmente en el propio portal de mi casa.”
Sin dudas, esta práctica en tanto que constituye una alternativa para la satisfacción de alimentos de las familias productoras, incide también en la economía local a través de la comercialización de sus productos en diversos mercados agropecuarios de la ciudad. Asimismo, la crianza de animales domésticos es una práctica diaria, común y presente en todas las viviendas de los entrevistados. La crianza y cuidado de ganado menor se destina al consumo familiar y en menor cuantia a su comercialización tanto en el contexto de su comunidad como en otros lugares de la ciudad.
Por su parte, la producción e intercambio de semillas y material genético, se concibe como otra práctica socioespacial en el contexto de sus actividad agrourbana diaria, donde los entrevistados interactúan traspasando entre sí, las mejores especies genéticas de vegetales, flores y animales para la reproducción. Esta práctica, proyecto común del conjunto de entidades laborales o familiares, impulsa un compromiso personal entre sus miembros y establece un sistema de relaciones con un fuerte componente afectivo, íntimo, recíproco y dependiente.
Por último, no se han de omitir la interacción de individuos, que a través de pequeñas actividades culturales y festivas organizadas en sus propias viviendas, enriquecen la cultura local, perpetúan tradiciones campesinas y revalorizan símbolos rurales. Al decir de los entrevistados en el contexto doméstico de familias campesinas, se declaman y componen décimas, se improvisan versos y poesías, se realizan guateques a través de controversias o música campesina, y se exhiben animales domésticos como totalidad de prácticas socioespaciales que dan cuenta de una profunda identidad rural.
Finalmente, el conjunto de prácticas socioespaciales, ya sean agroecológicos o culturales, son parte integrante y transformadora del espacio urbano. El aporte de sentimientos y vivencias desde la Agricultura Urbana, imprimen la reproducción de pautas de comportamiento rural, que a través de prácticas rurales aprehendidas, les dan sentido de identidad a sus habitantes.
Consideraciones finales.
La discusión realizada hasta el momento, presenta un análisis que permite la comprensión de la Agricultura Urbana como actividad económica y la ruralidad como construcción social, que ofreciendo suficiente robustez teórica, se erigen como conceptos muy adecuados para el análisis geográfico de un conjunto de prácticas socioespaciales que son componentes fundamentales en la construcción y reproducción del espacio urbano en la ciudad de Cienfuegos.
Marcadas por una distribución de actividades que se emplazan y segregan espacialmente de acuerdo a las posibilidades de disponibilidad y utilización del suelo urbano, la ciudad condiciona un patrón de ocupación, que por una parte, debe buscar en todo momento sitios y objetos para el desarrollo de la agricultura del hogar, así como pequeñas parcelas para el emplazamiento de organopónicos en los espacios centrales y por otra, refuerzan procesos agrourbanos de diferenciación espacial desde modalidades de Agricultura Urbana como fincas urbanas, autoconsumo de empresas, huertos intensivos y tierras en usufructo, a través de un uso segmentado de espacios contiguos a empresas, industrias, entidades estatales o incluso viviendas localizadas en la periferia.
En cualquier caso, el consumo de alimentos frescos, inocuos y con mayor variedad, así como la comercialización de estos, son fundamentos en la eliminación de la otrora visión sectorial rural, a partir de un conjunto de actividades económicas, que si bien heterogéneas de manera general, solo cuentan con el apoyo de escasas instituciones o entidades.
Sin embargo, a la luz de estas diferenciadas actividades, la expresión de lo rural solo encuentra verdadera concreción a partir del conjunto de prácticas identitarias, que más diversificadas, intensivas y abarcando los mayores espacios de uso de suelo urbano, contrastan con la ciudad central donde su naturaleza es más agroecológica, privada y donde acontecen un conjunto de expresiones culturales, que en cualquier caso se configuran a partir de un reconocimiento de la ruralidad que difiere de lo agrario tradicional. Sin dudas, este último rasgo, se ha de considerar una característica distintiva en torno al perfil urbano que muestra esta ciudad cubana.
Bibliografía.
* Ingeniera Agrónoma, Profesora Auxiliar de la Universidad Carlos Rafael Rodríguez de Cienfuegos, Cuba. Máster en Agroecología y Agricultura Sostenible. Especialista en Ordenamiento Territorial. Dirección Provincial de Planificación Física. Cienfuegos. xmoreno@ucf.edu.cu
** Licenciado en Geografía, Máster en Demografía. Profesor a tiempo parcial de la Universidad Carlos Rafael Rodríguez de Cienfuegos, Cuba. Especialista en Ordenamiento Territorial. Dirección Provincial de Planificación Física. Cienfuegos. reynierico@gmail.com
1 Es preciso aclarar que este valor representa el 11,5 % de las 4 800 hectáreas que ocupa el área de la ciudad.
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