Brenda Olivares Banderas *
Universidad de Quintana Roo
Oliban_brenda@hotmail.comRESUMEN 
  Pese al discurso  conservacionista y de desarrollo económico, el patrimonio cultural inmaterial  ha sido motivo de explotación turística, con un enfoque mercantilista, las  expresiones vivas transmitidas de generación en generación, quedan convertidas  en mercancía a la compra venta en el mercado turístico. A través de una  revisión de literatura se destaca la mercantilización del patrimonio cultural  inmaterial y los impactos que el turismo ha ocasionado en cuatro bienes  inmateriales de México que se encuentran inscritos en la Lista Representativa  del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, a decir: el Ritual de  Voladores, Fiestas indígenas en honor a los muertos, la Pirekua y los Parachicos  de Chiapa de Corzo. Se destacan como impactos importantes tras su potenciación  turística la perdida de autenticidad en las expresiones culturales y la  distribución inequitativa de los beneficios económicos entre los actores  involucrados.
PALABRAS CLAVE
  Mercantilización –  cultura – inmaterial – turismo - impactos
ABSTRACT
  Despite the conservationist and economic speech,  the intangible cultural heritage has been subject of tourism exploitation, the  commodification of living expressions of ancient cultures once transmitted from  generation to generation are converted into merchandises on sale in the tourism  market. Through a literature review, this paper emphasizes the commodification  of intangible cultural heritage and the impacts that tourism has caused on four  of the oldest and popular living expressions of Mexico, the ritual of Voladores,  Indigenous festivity dedicated to the dead, the Pirekua and the Parachicos of  Chiapa de Corzo. The impacts more notable are the loss of authenticity and the  unfair distribution of the economic benefits between the main actors.
KEY WORDS
  Commodification – culture – intangible –  tourism - impacts
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato: 
Brenda Olivares Banderas  (2017): “Mercantilización del patrimonio cultural inmaterial, impactos del turismo en expresiones vivas de México”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (agosto 2017). En línea:
 https://www.eumed.net/rev/caribe/2017/08/patrimonio-cultural-mexico.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/caribe1708patrimonio-cultural-mexico
INTRODUCCION 
   El  Patrimonio es aquello que identifica a los grupos culturales, que los  diferencia unos de otros (Alfonso, 2003),  y no se limita a los monumentos u objetos propios de una cultura, sino que también  incluye las tradiciones o expresiones vivas que son heredadas de los  antepasados y que se transmiten de generación en generación (UNESCO,2015). En específico,  el patrimonio inmaterial de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas  para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO por sus siglas en inglés) se  compone de tradiciones orales, artes del espectáculo, usos sociales, rituales,  actos festivos, conocimientos y prácticas relativos a la naturaleza y el  universo, y saberes y técnicas vinculados a la artesanía tradicional (UNESCO,  2015). El patrimonio cultural es importante en una sociedad  porque es parte de la transmisión de  la  historia de un territorio determinado (Molano  L., 2007). Sin embargo, en la actualidad, el patrimonio cultural  –material e inmaterial- se ha convertido en un generador de beneficios  económicos, transformando su valor simbólico por un valor de cambio, a través  de la mercantilización, las expresiones culturales se convierten en mercancía ofertada  y demandada en el mercado turístico. Si bien, se producen beneficios económicos  estos no son equitativamente distribuidos entre los principales actores, a la  vez que se propicia una pérdida de autenticidad de las expresiones, pues estas  se adaptan a la creciente demanda. 
   México  siendo un país diverso en cuanto a cultura se refiere, ha logrado la  inscripción de siete bienes inmateriales en la Lista Representativa del  Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de UNESCO, tras lo cual, han  sido protagonistas de propaganda turística destinada a atraer a un gran número  de turistas, ello ha traído diversos impactos ya sean económicos o relacionados  con el trasfondo cultural de cada una.
PARADIGMAS DEL PATRIMONIO CULTURAL
Al  respecto del patrimonio y su estudio existen dos posturas importantes: la  primera sustenta que el patrimonio está compuesto por el conjunto de bienes  culturales de los diversos pueblos o grupos culturales que conforman la nación.  La segunda considera al patrimonio cultural como una construcción social que  está en permanente estado de negociación. Los partidarios de la primera postura  sostienen que no hay un patrimonio cultural, sino muchos patrimonios, tantos  como grupos culturales existan en la nación, puesto que cada uno de ellos posee  un acervo de su propia cultura, sin embargo afirman que la cultura occidental  ha instaurado escalas de valor e interpretado las expresiones culturales no  occidentales, de manera que evalua y define que es lo qué es digno de  preservarse (Pérez Ruiz, 2004). En este orden de ideas, Fernández de Paz (2006)  sostiene que en una sociedad jerarquizada serán  los sectores dominantes quienes dirijan y controlen los criterios que deciden  que amerita ser valorado, transmitido y perpetuado. 
   Los partidarios de la  segunda postura afirman que, debido a la pobreza y represión de los pueblos y  grupos culturales, no han podido acumular a través del tiempo su patrimonio de  otra manera que no sea oral. La institucionalización, investigación o  experimentación sistemática han quedado fuera de su alcance, lo que les impide  expandir o perfeccionar su patrimonio cultural (Pérez  Ruiz, 2004). Uno de los partidarios de esta postura, García Canclini,  sostiene que existen cuatro paradigmas que atienden el estudio del patrimonio y  sus usos. 
   El primer paradigma es  el tradicionalista-sustancialista el cual considera a los bienes históricos por  su valor intrínseco, independientemente de su valor de uso actual; existe también  el paradigma conservacionalista-monumentalista que es representado por el  Estado, como encargado de rescatar y salvaguardar los bienes históricos, los  cuales son vistos como símbolos de cohesión y grandeza en la nación. El tercer  paradigma es el participacionista, como cuyo nombre indica, destaca la  participación de la sociedad en el ámbito del patrimonio cultural; el valor  intrínseco, su interés mercantil y su valor simbólico quedan subordinados a las  demandas de los usuarios. Por último, dentro de ellos se destaca el paradigma  mercantilista,  que nos ocupa en este  trabajo, siendo el que valoriza económicamente el patrimonio y lo juzga por su  posibilidad de ser un obstáculo o un benefactor del progreso económico (García Canclini, 1999; Pérez Ruiz, 2004).
MERCANTILIZACIÓN DEL PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL, LAS EXPRESIONES CULTURALES COMO ATRACTIVO TURÍSTICO.
Una característica del  sistema capitalista es que a todo lo que se le pueda poner precio, puede ser  vendido, comprado y tratado como mercancía (Greenwood,  1977). En el proceso de mercantilización los bienes cambian su valor de  uso por un valor de cambio, de esa manera se incorporan al mercado, el  patrimonio cultural no escapa de tal proceso, de ahí que surja el enfoque  mercantilista, sustentado por aquellos que encuentran en el patrimonio cultural  la oportunidad de darle un valor de cambio o por el contrario lo ven como un  impedimento para el desarrollo económico. Entonces, los gastos requeridos para  la conservación de los bienes culturales serán una inversión en medida de  cuanto reditúen económicamente, sea en el mercado inmobiliario o en  el mercado turístico (García Canclini, 1999). En este sentido, el enfoque mercantilista  ha servido en gran medida para explicar al fenómeno del turismo y su impacto en  el aspecto social y económico(López & Marín,  2010).
   Siguiendo el ritmo  globalizado actual, el turismo se ha diversificado impresionantemente,  involucrando infinidad de formas de mercantilización en todos los rincones de  mundo, incluyendo en su oferta una amplia gama de lugares, paisajes, recursos y  culturas (López & Marín, 2010). El turismo  en particular suele fomentar la mercantilización de la cultura, la cual ha  decir de Greenwood (1977) es destructiva  y merece ser analizada. En el turismo, comúnmente las expresiones culturales más  representativas de cada región suelen ser ofertadas como un atractivo más de  los destinos. Específicamente, dentro del turismo cultural los valores intrínsecos  de los bienes quedan relevados por su valor comercial potencial, de manera que  aquellas expresiones vivas que son muestra de un legado histórico a menudo  queden convertidas en no más que un espectáculo, adaptado en tiempos, formas y  lugares para un público que en el mejor de los casos intentará comprender su  significado, o mejor dicho serán consumidos e interpretados con significados  diversos por millones de visitantes a través de guías, literatura o mera  imaginación (Santana Talavera, 2003). 
   El significado profundo  de una expresión cultural, así como sus relaciones históricas y de cohesión  social se ven transformadas por el imperioso deseo de conseguir un beneficio  económico a través de un espectáculo montado para una audiencia externa,  tomando los bienes culturales como simple mercancía a la compra-venta (García Canclini, 1999; Greenwood, 1977). Las  empresas culturales y turísticas han descubierto que la cultura no es una  mercancía como las demás, pues su componente inmaterial ofrece un valor  adicional, lo que le confiere valores económicos adicionales a su condición simbólica;  ello los hace aptos para la apropiación y oferta. Dichas empresas u organismos  encuentran en la diversidad cultural una oportunidad para la diversificación de  la oferta (Machuca, 2004).
   A decir de la relación  cultura y turismo,  no son dos esferas  separadas, sino realidades que convergen en la vida cotidiana de numerosos  actores (Martín de la Rosa, 2003), por  tanto es importante reconocer que dentro del turismo cultural existen dos tipos  de turista, aquel motivado por un deseo de conocer los rasgos distintivos y  expresiones culturales del destino elegido, quien con la información de que  dispone busca interpretar o entender el porqué de lo que es testigo, por lo que  busca y defiende lo autóctono; y aquel otro turista que se acerca al patrimonio  cultural sea material o inmaterial, principalmente porque está en su camino o  por estatus social, este tipo de turista es el más numeroso (Santana Talavera, 2003).
   La mercantilización del  patrimonio, en el discurso, no sólo les permitiría –a las comunidades  portadoras de cultura- gozar de un ingreso económico sino que promete una  inversión en la protección de los bienes materiales y no materiales que  componen su cultura, empero las intenciones de protección tienden más a  acaparar los espacios y establecer alianzas entre gobierno y empresas  turísticas o de espectáculos para lograr el acceso a los usufructo de los  recursos (Machuca, 2004). El acervo de  patrimonio se convierte también en la carta jugada por políticos, quienes en  alianza con los grupos turísticos y medios de comunicación ven una oportunidad  de oro en el turismo cultural (Alcántara López,  2011) en especial en aquellas expresiones que obtienen reconocimiento  internacional como los bienes inmateriales que comprenden la lista  representativa de patrimonio inmaterial de UNESCO.
LISTA REPRESENTATIVA DEL PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL DE LA HUMANIDAD. SIETE BIENES INMATERIALES DE MÉXICO.
En lo que respecta a la  lista Representativa del patrimonio cultural inmaterial del la humanidad,  México logró su primera inscripción en el año 2008 con las “Fiestas Indígenas  Dedicadas a los Muertos”, seguida en 2009 por el “La Ceremonia Ritual de lo  Voladores” y “Lugares de memoria y tradiciones vivas de los otomí-chichimecas  de Tolimán: la Peña de Bernal, guardiana de un territorio sagrado”. En 2010 se logró la inscripción de tres bienes: “La pirekua, canto  tradicional de los p’urhépechas”; “Los parachicos en la  fiesta tradicional de enero de Chiapa de Corzo” y “La cocina tradicional mexicana, cultura comunitaria, ancestral y  viva - El paradigma de Michoacán”. Finalmente la última  inscripción se dio en el 2011 con “El Mariachi, música de cuerdas, canto y  trompeta”.
   Cada una de estas  expresiones está llena de simbolismos y significados provenientes de diferentes  grupos culturales que alberga el país, sus inscripciones lograron atraer la  atención de propios y extraños, desencadenando un gran número de impactos  producidos principalmente por el turismo, ya que fueron y son objeto de numerosa  publicidad turística. El nombramiento y posterior potenciación turística de  cada una de ellas ha generado una dualidad de aspectos, siendo el desarrollo  económico el principal beneficio mientras que la pérdida de autenticidad  producto de una sobreexplotación comercial su principal aspecto negativo
              
   IMPACTO DEL TURISMO EN EL  PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL
El turismo genera una  dualidad de aspectos, impactos positivos o negativos en el patrimonio cultural,  Toselli (2006) presenta los más  reconocidos, de ellos se destacan los siguientes:
   Como aspectos  positivos:
Como aspectos negativos:
El desarrollo económico  que promete el turismo cultural resulta un arma de doble filo, puesto que es  necesario adecuar los productos para los consumidores, teniendo como resultado  unas expresiones culturales  carentes de  significados  reales dentro de una  cultura o comunidad. O bien expresiones sacadas de contexto –tiempo y lugar-  para poder estar al alcance del turista. Aquellas danzas, rituales o ceremonias  llenas de simbolismos y significados especiales para una cultura son puestos a  la venta en cualquier época del año, aquellas expresiones con un significado  especial ahora son representadas en escenarios improvisados o recreados  especialmente para el turismo, que las deja sin un significado real  convirtiéndolas en un mero espectáculo turístico.
   Greenwood (1977) sostenía que la cultura local se altera  y se destruye cuando es tratada como una mercancía turística, pierde sentido  para aquellos que creían en ella. La constante demanda de atractivos culturales  ha llevado a la masificación de las expresiones culturales, como en una línea  de producción, los rituales, ceremonias y símbolos salen a escenario  a una hora determinada, por una cantidad de tiempo  especifico,  carentes de un sentido  ritual o cultural de trasfondo pasan a ser parte de un espectáculo hecho para  ser consumido y desechado por un público que en general carece de conocimiento  acerca de lo simbólico de cada una de ellas. Los productos del patrimonio  cultural se van moldeando de acuerdo a la demanda del público, el ritual o ceremonia  se hace mas corto, se presentan nuevos colores y formas más llamativas, o  simplemente se representa cada quince minutos lo que se ejecutaba en fechas  especiales del calendario. Pero bien, en el mejor de los casos estas  modificaciones son realizadas por el mismo portador de cultura, el mismo grupo  cultural decide adaptarse a la creciente demanda de modo que no pierdan el  beneficio económico que conlleva. En casos opuestos los grupos culturales son  objeto de explotación por parte de gobiernos y grupos turísticos, pasando a  formar nada más que parte del paisaje que el turista disfruta.
IMPACTO DEL TURISMO EN LAS EXPRESIONES VIVAS DE MÉXICO
Festividades indígenas  dedicadas a los muertos.
   Las Festividades  indígenas dedicadas a los muertos, forman parte de la lista representativa del  patrimonio cultural inmaterial desde 2008 aunque originalmente fue proclamada  en 2003. Se trata de una fusión de rituales prehispánicos y fiestas católicas, que  se celebra en los últimos días de octubre y primeros días de noviembre. Con la  fiesta del Día de los Muertos, tal como la practican las comunidades indígenas,  se celebra el retorno transitorio a la tierra de los familiares y seres  queridos fallecido (UNESCO, 2015).
   Las festividades  indígenas en torno a los muertos se llevan a cabo en 41 grupos étnicos de  México, entre los cuales se encuentran los amuzgos, atzincas, coras,  cuicatecos, chatinos, chichimecas-jonaz, chinantecos, chocho-popolocas, choles,  chontales de Oaxaca y Tabasco, huastecos o teneek, huaves, huicholes, ixcatecos,  ixiles, jacaltecos, matlatzincas, mayas, lacandones, mayos, mazahuas,  mazatecos, mixes, mixtecos, motozintlecos, nahuas, pames, popolucas,  purépechas, tepehuas, tepehuanos, tlapanecos, tojolabales, totonacas, triques,  tzeltales, tzotziles, yaquis, zapotecos y zoques (CONACULTA, 2006).
   El día de muertos en la  región purépecha de Michoacán, se ha convertido en un referente de turismo  cultural. Michoacán ha logrado atraer un inmenso número de visitantes a esta  festividad, más allá del beneficio económico que supone para algunos, la  festividad ha crecido en proporciones incontrolables de manera que los impactos  negativos han saltado a la vista y la luz de trabajos académicos.
   La festividad de todos  santos, ha sido promovida agresivamente por las políticas turísticas del  estado, si bien representa una oportunidad única de apreciar el rito a la  muerte de las culturas indígenas también muestra la dualidad del turismo, que  explota mercantilmente el patrimonio. Se ha convertido más que en un rito, en  un icono turístico, convertido en una mera escenificación para los visitantes,  a quienes se les ofrece para su beneplácito complementos como festivales de  rock, tianguis, ferias y vendimias populares en donde la venta y consumo de alcohol  es constante y lucrativa. Mas allá de la transformación de la festividad, el  incremento turístico ha repercutido en el patrimonio material, debido a la  excesiva comercialización, los atrios de iglesias y espacios públicos sufren daños  en su arquitectura. Por su parte las organizaciones gubernamentales como  ayuntamientos continúan promoviendo el uso mercantil del patrimonio en vez de  retomar el enfoque de conservación e identidad cultural (Hiriart Pardo, 2006). Hasta ahora las iniciativas de promoción  turística no se promueven desde las comunidades ni por los portadores de la  cultura, por el contrario se vuelven objeto de contemplación y padecen la  irrupción de ajenos en ceremonias y rituales de comunicación con sus ancestros  que en otro contexto tendrían que desarrollarse en la intimidad de sus vidas  personales, familiares y comunitarias(Pérez  Ruiz, 2013). En general, la festividad corre el riesgo de quedar  convertida en una remembranza folclórica.
La ceremonia ritual de  los Voladores
   Inscrito en el año  2009, se trata de una ceremonia ritual de origen prehispánico que ha sido  realizada por varios grupos étnicos de México y Centroamérica, especialmente  por los totonacas de Veracruz. La ceremonia es realizada por cinco hombres y su  objetivo es propiciar la armonía con lo natural y lo espiritual, pidiendo  fertilidad y buenas cosechas. Cuatro hombres suben a lo alto de un poste de  madera –que mide de 18m hasta 40m- el quinto hombre o caporal, sube y se coloca  en el centro del poste, él será el encargado de tocar la flauta y el tambor,  tocando sones a los cuatro vientos y a la deidad del Sol. En el penúltimo son,  los cuatro hombres atados con cuerdas se lanzan al vacio, descendiendo en un  espiral al mismo tiempo que representan el vuelo de las aves (UNESCO, 2015;Arqueología Mexicana, 2011)
   La ceremonia ritual de  los voladores es quizás la expresión viva más conocida y mercantilizada en el  ámbito turístico. Su registro en el 2009, incrementó su fama y popularidad, a  pesar de ser una expresión ya bien conocida en muchos puntos del país y del  extranjero mucho antes de su inscripción. La presentación del volador se ha  difundido con bastante éxito, en diferentes destinos turísticos, resultando un espectáculo  idóneo para los sitios turísticos (Jáuregüi,  2004)A decir de esto, como cita Jáuregüi (2004:  19) se ha convertido en la imagen de la danza típica de México. 
   No obstante el discurso  político-turístico que exalta la preservación de la ceremonia y presume la  supervivencia de esta expresión a través del tiempo, las condiciones precarias  en la región totonaca continúan mostrando que de tal explotación  turística-mercantil, los portadores de la cultura no han obtenido beneficios  económicos significativos. La imagen de los voladores es icono indispensable de  la propaganda turística de Veracruz (Sevilla,  2013), de un profundo significado ritual, la ceremonia de voladores ha  quedado reducida a una puesta en escena disponible para el turismo no solo en  el estado de Veracruz, representaciones de esta expresión se pueden encontrar  en destinos de sol y playa como Tulum y Playa del Carmen, en donde los  voladores buscando una mejor calidad de vida, ofrecen su ceremonia varias veces  al día, confiando en que el turista sorprendido con sus acrobacias –puesto que  la mayoría desconoce el sentido autentico-  les deje un beneficio económico. Al respecto conviene entonces preguntar “¿No  sería más adecuado decir que los voladores de Papantla, desde mediados del  siglo pasado, tuvieron la necesidad de hacer de su ritual un espectáculo para  el turismo en vista de sus precarias condiciones de vida?” (Sevilla, 2013: 29) Si la revalorización de la  cultura es también un  impacto que se  puede producir por el turismo,  el  interés de conservar la cultura y transmitirla a otras generaciones, puede no  tener como motivación el valor intrínseco de la cultura y las expresiones sino  mas bien, la preservación de un bien economico, lo cual dadas las precarias  condiciones de vida de muchos pueblos indígenas, es entendible, teniendo como  posibilidad de desarrollo humano, la presentación de una parte de su cultura  como espectáculo turístico generador de derrama económica. 
Los parachicos en la  fiesta tradicional de enero de Chiapa de Corzo
   La tradicional Fiesta  Grande de Chiapa de Corzo tiene lugar del 4 al 23 de enero de cada año en esta  localidad del estado de Chiapas. Las danzas de los parachicos –término con el  que se designa a la vez a los bailarines y al tipo de baile que ejecutan– se  consideran una ofrenda colectiva a los santos venerados, San Antonio Abad y San  Sebastián. Los bailarines recorren toda la localidad llevando las imágenes  santas y visitando diversos lugares de culto,   sus danzas comienzan por la mañana y finalizan de noche. Con máscaras de  madera esculpidas, tocados con monteras y vestidos con sarapes, chales bordados  y cintas de colores, los bailarines van tocando unas sonajas de hojalata  llamadas “chinchines”. Los dirige un patrón portador de una máscara de expresión  severa, una guitarra y un látigo, que toca la flauta acompañado por uno o dos  tamborileros. (UNESCO, 2015).
   La vasta publicidad que  recibió, alrededor de los años de su inscripción bastaron para propiciar una  gran explotación turística, siendo Chiapas un destino turístico ampliamente  visitado, los turistas  aumentaron. En  la entrevista a Rubisel Gómez Nigenda  realizada por Alonso Bolaños y Barquín Cendejas (2014)   patrón de los parachicos de Chiapas de  Corzo se aporta una visión de los impactos que el turismo ha dejado en esta  tradición.
   Como primer impacto  destaca la falta de infraestructura y planta turística suficiente para albergar  a la gran cantidad de turistas que se dan cita para presenciar el paso de los  parachicos, no obstante resulta de todos los impactos detectados, quizás, el  menos agresivo. La mercantilización de la fiesta atrae la atención no solo de  los interesados en descubrir el sentido de una tradición diferente sino que también  atrae aquel turista que solo presencia una expresión cultural de este tipo por  el estatus social que le significa, a decir del patrón –de los parachicos- : “Eso  sirve para que la gente diga: Aquí estoy, véanme, éste es un patrimonio ya  reconocido por la UNESCO” 
   Lo que en otro contexto  dice Pérez Ruiz (2013)se vivía en la intimidad  del grupo cultural, de la familia ahora es centro de atención de los medios de comunicación  quienes viendo una oportunidad para la propaganda turística buscan captar y  transmitir  todo cuanto puedan: “Los  medios de comunicación quieren ver cómo se
   viste el parachico,  cómo el patrón va caminando, pero no nos permiten tener esa privacidad de  transformación, de preparación espiritual que queremos nosotros” 
   La revalorización de la  cultura es también un impacto que se puede producir por el turismo, sin embargo,  la masificación del turismo cultural propician aparte del interés de conservación  y valorización, una dificultad de conservar el verdadero significado o  autenticidad de la cultura.  “Son tantos  que es imposible un control de todos, y de su desempeño en la tradición”.  Organismos turísticos presentan más que un parachico un animador a manera de  propaganda “…vestir a un actor con zancos, con la imagen del parachico y todo  distorsionado, turismo, Coneculta y demás, están involucrados en eso”,  distorsionando la expresión cultural, haciendo de lado su valor simbólico y  exaltando su valor económico, organismos que deberían velar por la  preservación  y minimizar los impactos en  la cultura.
   En cuanto a los  beneficios económicos son principalmente para organismo turísticos como  agencias de viaje, restaurantes y empresas trasnacionales como cerveceras,  refresqueras “incluso del propio gobierno que utiliza la imagen de tal manera  que les reditúa una ganancia”. “Es por ley que la economía de las localidades  se reactiva y eso es bueno, pero en el momento de la fiesta los únicos que se  benefician son los restauranteros, que ni son de acá, las agencias de viaje que  traen los paquetes”
   La mercantilización no  solo alcanza al patrimonio intangible en este caso, la artesanía a su vez,  pierde su valor simbólico y se produce únicamente con la intención de ser  vendida al turista, su producción se hace en masa, transformando cualquier  valor de uso por un valor de intercambio, a decir de la máscara de parachicos  que es producida en resina a través de un molde. “Es claramente un objeto de  venta al turismo, sin ningún valor práctico en el contexto de la fiesta grande.  Eso quiere decir que de esta máscara [la de resina] en una hora hacen tres o  cinco [mientras que] la máscara original se hace en meses, está vale 300 cuando  la otra puede valer de 1000 a 3000”. Si bien la potenciación turística de esta  expresión significa un beneficio económico no se ve reflejado directamente en  los portadores de la cultura, quienes deben de prestar atención al desarrollo  de su tradición, para no perder el valor simbólico.
La pirekua 
   La pirekua es un canto  tradicional de las comunidades indígenas p’urhépechas del Estado de Michoacán  interpretado por hombres y mujeres. Los cantantes e intérpretes de la pirekua,  denominados pirériechas, son reputados por su creatividad y sus  interpretaciones de canciones antiguas. La letra de las canciones, en la que se  recurre con mucha frecuencia al uso de símbolos, abarca una amplia gama de  temas: desde los acontecimientos históricos hasta la religión, pasando por las  ideas sociales y políticas, el amor y los noviazgos. (UNESCO, 2015).  En este contexto cultural dominado por el  mercado, el proceso que siguió la pirekua para llegar a la Lista Representativa  se puede considerar un ejemplo paradigmático en tanto que fue la Secretaría de  Turismo la que tuvo el papel protagónico en su promoción e inclusión en la  Lista Representativa de la UNESCO (Flores  Mercado, 2014).
   En específico en cuanta  a la propaganda turística Flores Mercado (2014) analiza un video en idioma  inglés de duración de 7 minutos con 28 segundos, donde se promociona la pirekua  como parte de los atractivos turísticos de Michoacán, del análisis realizado  por la autora se resalta lo siguiente:
   En la promoción de la  pirekua, en el video se observan bellos paisajes, comida y música agradable –la  pirekua–como parte de un espectáculo, de mayor o menor envergadura, que  requiere espectadores pasivos que paguen por ello. La publicidad turística  vende una imagen, formando en el turista una expectativa de lo que encontrará  en el destino, forzando a los portadores de la cultura a ofrecer sus bienes  –productos- como los espera el turista so pena de no recibir ningún beneficio  económico por parte de ellos.
   El video está destinado  a la difusión de un estado protector de la cultura y promotor de turismo que  busca atraer visitantes para superar la baja actividad –turística- que se vivía  debido a la inseguridad y conflictos sociales, ello es muestra de lo sostenido  por Fernández de Paz(2006) y Pérez Ruiz(2004) al decir que la publicidad turística del  patrimonio cultural –material o inmaterial– de los pueblos indígenas es parte  de esa estrategia de legitimación de las relaciones de dominación al no mostrar  las condiciones de pobreza y desigualdad política que estos pueblos tienen  frente al Estado y las empresas, ni tampoco sus luchas sociales, sus  resistencias y utopía de autogobierno.
   La pirekua, al igual  que las festividades de día de muertos y la cocina tradicional el paradigma de  Michoacán, no solo han sido de utilidad turística sino también política, ya que  la mercadotecnia turística ofrece una imagen cultural y pacifista de la  región,  para contrarrestar el declive  que vivió el turismo producto de los conflictos sociales y del narcotráfico (Flores Mercado, 2014).
Si bien las cuatro expresiones vivas arriba mencionadas están llenas de simbolismos y significados culturales importantes, su mercantilización dentro del sector turístico abre la posibilidad de convertirlas en espectáculos con significados diferentes a los que representan. Si bien su aportación económica es esencial para algunas regiones indígenas, la falta de programas destinados a preservar la cultura y favorecer a los pueblos, dejan a las expresiones vivas y a sus portadores con el riesgo de desarrollar mercancías.
CONCLUSION 
   El patrimonio cultural  sea material o inmaterial, ha sido susceptible a la mercantilización. Dado el  contexto globalizado actual, los bienes culturales, sean materiales o  inmateriales, cambian su valor simbólico por un valor de cambio, en especifico  en el mercado turístico, en el que son ofertados como atractivos en destinos  turísticos, a fin de diversificar la demanda. En particular, las expresiones  culturales del patrimonio inmaterial han sido convertidas en mercancías, dada  la creciente actividad turística y la compra-venta de las expresiones  culturales, muchas de ellas se han encontrado convertidas en espectáculos, que  con el paso del tiempo y para ajustarse al público van perdiendo el significado  cultural, que había sido transmitido de generación en generación. A pesar del  supuesto beneficio económico y de desarrollo humano que en el discurso prometen  los organismos turísticos y de gobierno, las comunidades indígenas portadoras  de cultura, no han sido las beneficiarias directas. sin embargo dadas las condiciones  precarias de vida de los portadores de la cultura, es entendible que vean en la  mercantilización de su cultura una posibilidad de mejorar su calidad de vida.  No obstante,  los esfuerzos por la  preservación y fomento cultural se ven relegados en función de los beneficios  económicos, si aquellas expresiones tienen potencial turístico serán  preservadas aunque en realidad no por su valor intrínseco sino por su valor de  cambio.
   El caso de los bienes inscritos en la lista  representativa del patrimonio cultural inmaterial mundial de la UNESCO son  ejemplo de los impactos más comunes del turismo, por una parte el beneficio  económico y por otro lado la explotación turística y la pérdida de autenticidad  del que están siendo objeto,  el caso de  los voladores quienes se han convertido quizás en el icono cultural-turístico  mas representativo de México, pero que al mismo tiempo siguen viviendo  precarias condiciones de vida. así como las festividades de día de muertos, en  el estado de Michoacán que más que una tradición ha quedado convertido en una  puesta en escena para el turista al que incluso le ofrecen actividades como  conciertos de rock y festivales puesto que la tradición puede  ser no suficiente, caso muy similar al de los  parachicos de Chiapas quienes debido a la potenciación turística la  conservación de su tradición con sus valores simbólicos se hace cada vez más  difícil, la pirekua y su mercadotecnia turística es un claro ejemplo del uso no  solo turístico sino político que ayuda al estado a conservar una imagen de paz  a nivel internacional.
   Si bien el turismo es una herramienta de desarrollo y  propicia la mejora en la calidad de vida de las comunidades receptoras, es  necesario tener todos los impactos que se pueden producir a fin de desarrollar  programas destinados a contrarrestar los impactos negativos. 
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