Vivian Cherdys Noblet Valverde*
Yenisey López Cruz**
Universidad de Oriente, Cuba
cherdys@.uo.edu.cuResumen
Tenemos que ver la identidad como una totalidad orgánica compleja que expresa en perspectiva dialéctica, una unidad en su diversidad y que solo es asequible en su transparencia unitaria. Tradicionalmente la problemática de la identidad se ha orientado dentro de una dimensión puramente humanista en un sentido antropocultural o socioantropológico. El problema se presenta hoy de manera mucho más compleja en la medida en que no pueden ignorarse las relaciones y dependencias, descubiertas por Marx, ni las dimensiones socioculturales y hasta bioculturales. La problemática de la identidad conduce, en su dinámica, a hacerse más complicada, producto de las nuevas ópticas y visiones que la realidad va imponiendo, las cuales parecen desembocar en un laberinto lleno de trampas conceptuales, y obliga con ello, al reacomodo constante de las estrategias epistemológicas.
Una mirada general a la sociedad cubana actual nos lleva a pensar que la identidad del cubano pasa por momentos de reafirmación. Las transformaciones que ha tenido el país en diferentes momentos de estas últimas tres décadas han contribuido a la consagración de la identidad cubana. Esto constituye en esencia una identidad compartida que entraña conciencia de una participación con un paradigma ideológico y una estrategia de acción que nos une, a la gran mayoría, en un esfuerzo común hacia la máxima autorrealización en la preservación de nuestra identidad; sabemos percibir quienes somos y tenemos confianza en lo que hacemos.
Palabras claves
Identidad, Diversidad, Unidad, Dialéctica, Complejo
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Vivian Cherdys Noblet Valverde y Yenisey López Cruz (2016): “Concepción teórica de la identidad cultural cubana”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (octubre 2016). En línea: https://www.eumed.net/rev/caribe/2016/10/identidad.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/CARIBE-2016-10-identidad
Introducción
Las múltiples situaciones que han azotado a la humanidad a lo largo de la historia, han traído como consecuencia que estos se vean en la obligación de moverse de un lugar a otro, llevando consigo más que sus producciones materiales, las espirituales, como sus culturas, sus bailes, sus modos de vivir y de pensar, sus costumbres, tradiciones, hábitos y principios, además de su modo de comprender el mundo y de asimilarlo.
Esta problemática ha subsistido hasta la actualidad, pero con la condición de que ya no van a ser los mismos motivos que un tiempo atrás lo obligaron a trasladarse. A este hombre le surgen otros intereses, que a su juicio son de una imperante necesidad material.
En nuestros tiempos se ha caído en la tendencia de imponer lo material por encima de lo espiritual, llegando a perder valores tan fundamentales como su identidad. Sentirse identificado consigo mismo y con su país, es una muestra de que se siente y padece por él, que se siente amor por la tierra acogida. La identidad es formada por el propio hombre en su actuar diario, es él el mayor exponente.
La cultura cubana ha representado un complejo proceso de desarrollo histórico, a partir de variadas raíces y de contrastes por la consolidación de la nacionalidad. La personalidad del cubano es el derivado de una gama de rasgos culturales, devenido de estilos propios, en las formas rudimentarias que sobrevivieron de los aborígenes, entrelazados con los elementos traídos por los españoles durante la colonización, a través de cantos, música, bailes, fiestas, costumbres, lenguaje, también asimilados de los esclavos africanos importados que se perfilaron en un proceso objetivo dado por circunstancias históricas, en ese criollo que en su madurez y definición resultó cubano como producto de la combinación de etnias y matices culturales muy singulares, de la convivencia entre aborígenes, blancos y negros.
Los cubanos le otorgan significado a su identidad en las prácticas sociales, formas de vida, aspectos en que comparten costumbres, relaciones familiares, sociales, ideología y en sus respuestas culturales que le dan vida; por eso puede afirmarse que “la identidad del cubano es fuerte y claramente delineada, apoyada en representaciones y afectos muy consolidados, y acompañada de orgullo y compromiso con lo nacional”. 1
Desarrollo
La identidad como proceso complejo se nutre en su concepción dialéctica de la diversidad y unidad de patrones culturales. El estudio teórico del fenómeno de la identidad cultural revela la amplitud cosmovisiva de su esencia y lo profundamente polémico que resulta su contenido. Estas cuestiones son evidentes a partir de la diversidad de posturas intelectuales y presupuestos que asumen y defienden los estudiosos del tema. Las tendencias transitan desde el sobre dimensionamiento de determinados componentes del proceso, pasando por la definición y conceptualización de la rica variedad de sus esenciales.
El concepto de identidad cultural nace en el siglo XIX bajo el movimiento romántico y el auge de los nacionalismos o las unificaciones de los territorios que geográfica e históricamente pertenecieron a una misma nación. Las dos principales unificaciones nacionales del siglo XIX son la alemana y la italiana.
Al amparo de este contexto histórico, las naciones buscan sus raíces primigenias para definir su identidad, esos rasgos que los hicieran diferentes de otras naciones, de otros países. Comienza por tanto un intenso debate sobre identidad en el siglo XIX y el principal protagonista será el arte, las manifestaciones culturales de cada Estado, tratando de extraer y apropiarse de los rasgos identitarios de cada región.
La comprensión de la identidad cultural dentro de los objetivos de estudio que les eran propios partía de considerarla, en principio, como un concepto primitivo para la mente humana, cuya comprensión esta mediada por la institución y por ello hace cuestionable la posibilidad de darle una definición lógica tanto en el plano teórico como operacional.
La identidad implica, entre otras cuestiones, la noción del saber, de la unidad y de la existencia, y de su relación con el cambio; de esa forma idéntico a aquello que persiste en un objeto de estudio dado.
Ella es dialéctica en el sentido de que cambia en el tiempo, está en constante devenir a través de modalidades contrarias. Es un concepto complejo porque es cambiante. De tal forma el sentido formativo de la identidad implica que ella no es dada de una vez y para siempre, pues tiene un origen y desarrollo sujeto a condiciones históricas concretas.
La concepción de identidad es para muchos motivo de vergüenza y desconocimiento de sus raíces. De esta manera la dinámica de la auto-definición cultural implica un continuo contacto entre culturas. Más aún, esas relaciones nunca son de igualdad, dado que nunca se manifiestan de manera aislada: la complicada red de relaciones creada por la superposición de relaciones políticas, económicas, científicas y culturales, convierte cualquier relación entre dos culturas en una relación desigual. El carácter desigual de las relaciones interculturales, es decir, el hecho de que la construcción de la identidad está ligada a relaciones de poder desiguales, implica que la construcción de la identidad pueda considerarse ideológica: al establecer su identidad, una práctica cultural construye, reproduce o subvierte los intereses sociales y las relaciones de poder.
El hecho mismo de que dentro de una cultura o práctica cultural exista la conciencia de una identidad común, implica que también hay un impulso hacia la preservación de esta identidad, hacia la auto-preservación de la cultura. Si la identidad es construida en oposición a los extraños, las intrusiones de otras culturas implican la pérdida de autonomía y por lo tanto la pérdida de identidad. Las convenciones compartidas en las que se basa una identidad son frecuentemente implícitas. Para que el funcionamiento interno de una cultura sea posible, ciertas reglas básicas y significados que subrayan su producción son generalmente dadas de hecho por los participantes.
Un primer significado de identidad se encuentra en las tradiciones metafísicas, escolásticas y aristotélicas que la concebían como uno de los principios fundamentales del ser y como una ley lógica del pensamiento. Para muchos filósofos modernos la flexibilidad era crucial para la identidad humana y marcaba una diferencia importante con la identidad de las cosas inanimadas y los animales. Por eso insistían en que la auto-conciencia y el auto-reconocimiento eran elementos necesarios de la identidad humana. Por lo tanto, el problema para ellos era establecer qué era lo que garantizaba el auto-reconocimiento en el tiempo2 .
La concepción filosófica moderna de identidad se basó en la creencia en la existencia de un sí mismo, o centro interno, que emerge con el nacimiento, como un alma o esencia, que permanece fundamentalmente igual durante toda la vida.
La identidad cultural necesita de la existencia de una conciencia comprometida por los integrantes de una sociedad por cuantos poseen rasgos afines, valores, necesidades, modo de vida, que los distinguen de otras sociedades.
La identidad no se forja en la imitación de lo extraño, ni con la copia mimética de las influencias extranjeras.3 Es un proceso dialéctico de afirmación, negación y creación que enmarca una realidad histórica concreta por sujetos reales y actuantes. La identidad se va formando en nuestro actuar diario, a la cual se le van incorporando elementos positivos y negativos, es lo que nos hace diferente ante otras personas y a la vez iguales en nuestra nación, ya que cada una tiene su identidad nacional.
La herencia cultural de los pueblos de África en la formación histórica de la cultura cubana, sin distinción de matices epiteliales ni resabios protagónicos de una u otra etnia, es un hecho sustancial e imprescindible para el conocimiento de la diversidad de manifestaciones que hoy forman parte de la cubanidad, devenida cubanía y entendida como identidad cultural cambiante y distinta cualitativamente de sus componentes indígenas, hispánicos, africanos y chinos originarios, así como de otros inmigrantes llegados en pleno siglo XX de casi todos los confines del planeta.
La cultura cubana, en su desarrollo histórico, no sólo se ha nutrido de sus elementos originarios, o sea de sus raíces, sino principalmente de su potencialidad creadora y reproductoras propias que generaron a su vez una nueva fuente nutricia, es decir de sus frutos, de las decenas de generaciones nacidas en Cuba y que han sido capaces, primero, de tomar conciencia de si como pueblo a partir de su existencia previa y de una tradición por transformarse en pueblo para si, dueño de su entidad y de su futuro.
No creo que la identidad cubana sea tanto una producción como un resultado e incluso una inspiración incesante. No me parece definible por «intenciones previas» salvo en lo que se refiere a nuestros mejores «modos de ser» ya probados en la historia. Nada nuevo en verdad: vivir entre la mejor tradición y el mejor futuro de nuestra eticidad.4
La identidad cultural no es una «invariabilidad ontológica, ni menos lógica, pues “lo cultural” se sitúa totalmente en el devenir, fuente de todos los cambios y contradicciones». 5
Nuestra cultura y nuestra identidad estuvieron, desde sus inicios, marcadas también por las deformaciones de lo colonial6
Como se planteó anteriormente, podemos entender por identidad la tradición viva, los «modos de ser» mejores, ya probados en la historia. Los modos de ser «peores», también probados, no tenemos que asumirlos como identidad sino como subproductos de fatalismos históricos. Todo lo hecho no tiene por qué caracterizarnos. Anecdótica y superficialmente sí, pero estamos buscando el modo preferible de ser. Identidad no coincide con tipicismo. Típico de cierta dimensión clasista del cubano fue el autonomismo; típica ha sido también la afición pronorteamericana, el anexionismo que, según Martí, en la república seguiría siendo problema «constante y grave».
La identidad cultural es un alimento y una inspiración, no un problema en cuyo estudio podemos pasarnos siglos. En segundo término, si de lo que se trata es, no sólo de vivir, sino de entender nuestra propia identidad, la única manera de lograr esa toma de conciencia es por los caminos que se derivan de nuestros propios orígenes, de nuestro propio ser histórico.
La identidad cultural ha de ser explicada a partir de sus manifestaciones en la cotidianidad, donde puede interpretarse como una variable explicada o dependiente, cambiante en sus expresiones concretas: lenguaje, instituciones sociales, idiosincrasia, cultura popular, relaciones familiares, arte y literatura, etc. Ellas están en función de un conjunto de variables independientes, entre las cuales resultan sumamente interesantes: el tiempo o momento histórico, espacio geográfico, estructura socio- clasista, etnicidad, migraciones, género y generaciones humanas. O lo que es lo mismo, es algo que no depende de nuestra voluntad o de nuestro empeño, sino que se va formando con nuestro actuar diario y es alimentada de forma abstracta por nosotros mismos, en la mayor parte sin darnos cuenta, pero que a la vez es distinta de otras, ya que cada país o cultura tiene su sello particular que lo identifica o lo diferencia de otros, en sus diversas expresiones.
La identidad tiene una estructura dialéctica compleja, en ella las formas superiores contienen o reflejan, de alguna manera, las inferiores. La misma parte de elementos simples como los ajuares domésticos, las vestimentas, etc.; se manifiesta en la idiosincrasia, las costumbres, tradiciones y el sistema de valores; marca la cultura popular y se expresa teóricamente en el pensamiento social y las creaciones artístico-literarias de una comunidad humana.
La identidad, como ya hemos afirmado, es dialéctica y, de hecho, contradictoria; en este sentido puede apreciarse que el concepto de lo que somos emerge de una comparación y comprobación siempre antitética, referida a las diferencias y a las similitudes. Desde esta óptica, el fenómeno de la identidad, al establecerse socialmente, se manifiesta en una dinámica funcional cuya expresión implica la posibilidad de ser modificada, dirigida o reorientada.
La identidad cultural no es un proceso estático, sino todo lo contrario se puede decir que es hasta impredecible, en ella juegan un grupo de factores que en ocasiones pueden llegar a destruirla, retrazarla o agregarle nuevos elementos, pero lo que la hace propia de cada nación es la forma peculiar y distintiva de su cultura con que se enfrentan estas situaciones.
Todo el sistema de hechos, acontecimientos y factores económicos, políticos, científico- tecnológico, sociales, culturales y antropológicos señalados llevan a repensar y redefinir la identidad cultural. Conceptualmente, la identidad cultural es la condición del ser humano que caracteriza la manera común de vivir en el tiempo y el espacio, un quehacer concreto del hombre en el proceso de creación y re- creación, objetivación y subjetivación, producción y reproducción de la cultura y la sociedad misma.
Toda verdadera identidad es identidad en la diferencia, para ser tal necesita de la diferencia. Conjuga lo autóctono y lo universal, a modo de dialéctica de lo general y lo particular. Se manifiesta en espacios específicos y tiempos definidos aunque esta no tiene un carácter absoluto, esta se despliega en un espacio geo- socio- cultural concreto.
A pesar de ser un proceso consciente puede manifestarse inconcientemente en individuos y grupos. Se forma en la interacción de la tradición y aculturación, dando como resultante la transculturación además de representar una continuidad en su apertura y ruptura en la continuidad.
Identidad cultural en Latinoamérica y el Caribe
Tiene carácter histórico concreto. Varía con las circunstancias, con el espacio y el tiempo. Sufre procesos de crisis, ajustes y reajustes, desintegraciones parciales y nuevas integraciones. 7
El problema de la identidad cultural constituye un punto clave de la reflexión latinoamericana en torno a su propio ser. La identidad se erige en una especie de categoría trascendental de la mentalidad latinoamericana, deviene un concepto ontológico; por otra parte, se busca en la propia realidad fenoménica del mundo circundante. El dramatismo de la situación consiste en que dicho problema no tiene resolución: la realidad latinoamericana no se ajusta a ninguno de los modelos taxonómicos.
La identidad cultural latinoamericana se caracteriza por el desgarramiento interno y la ambivalencia externa. ...La identidad cultural es hoy un ‘devenir’, un proceso en vía de desarrollo, una gestación vital y dolorosa8 . O, más bien, es la propia categoría de la “identidad”, fundamental en la mentalidad europea, pero irrelevante en la realidad del mundo latinoamericano. Éste, formado de proliferaciones y divergencias, apela más bien a la noción de “mismidad, en lugar de identidad” 9
El mundo de América Latina es un conjunto pluridimensional de tipos y factores étnicos, culturales, de civilización y formaciones distintas, integrados en un organismo tan complejo y —lo que es más importante— tan plurivalente que su intelección e interpretación resultan imposibles desde cualquier sistema conceptual que no sea el propio. Una vez proyectado sobre el mundo latinoamericano, todo sistema extrínseco pierde su valor interpretativo, porque se trata de una civilización tan original que invalida todo paradigma ontológico antes habido. Se da el caso de que una vez extrapolados sobre el área latinoamericana, los valores fundamentales y conceptos extraculturales, ya sean resultado de la expansión colonial o bien asimilación voluntaria, han pasado y siguen pasando por semejante recodificación semántica y funcional que prácticamente todas las categorías humanas consideradas como “universales” adquieren en este “otro” contexto unos significados que son también “otros”, nuevos, distintos.
En el Caribe podemos percibir un proceso de mestizaje racial y cultural, donde se fueron hibridando razas, costumbres, lenguas, tradiciones, creencias religiosas, como un todo mixto que en su evolución paulatina, han ido adquiriendo matices, de acuerdo con las características de cada nacionalidad y los factores socioeconómicos, étnicos e históricos que incidieron en ello.
La identidad cultural, sintetiza los componentes de la evolución de los pueblos caribeños (condiciones históricas, factores étnicos, psicológicos, lingüísticos, ideológicos, nacionales), que se concretizan y hacen suyos en las especificidades locales como exponentes de originalidad y autenticidad.
El Caribe posee una identidad supranacional, como formas compartidas entre sociedades con vínculos, afinidades o similitudes geográficas, étnicas, históricas y culturales; aunque existan diversidades de otra índole, las relaciones interculturales logran comunicación e integración. Cuba como país latinoamericano y caribeño, con una cultura y sociedad mestiza, es una muestra de la complejidad de la transculturación; en medio de su acontecer contemporáneo afirma su identidad nacional y cultural.
Identidad Cultural Cubana
Es menester para este análisis, partir de la consideración de los factores geográficos, étnicos, históricos, psicológicos, lingüísticos, ideológicos, nacionales, que influyeron de manera decisiva en la conformación de la identidad cultural. Los procesos que se van operando en la formación de la nacionalidad cubana contribuyeron a moldear la identidad cultural.
Los africanos traídos masivamente como esclavos de diversas regiones y comunidades étnicas a este continente, (mandingas, carabalíes, lucumies, yorubas, bantúes, etcétera, los cuales a su vez practicaban varias lenguas, creencias religiosas, usos y costumbres culinarias, curandería...); portaron otra cultura, su mundo reconstruido idealmente a través de imágenes y representaciones de sus zonas de origen, rechazaron las condiciones impuestas en la Isla. Luego se fueron adaptando paulatinamente, imposibilitados de regresar o de cambiar la realidad, por lo que el africano fue buscando su identidad en un territorio que iba compartiendo con otros individuos, en que convergieron sentimientos, modos de ser y de pensar que hacían un personaje definido que no era ni español ni africano, ni aborigen.
En relación con la población nativa de la isla cuando fue colonizada, ésta no era una civilización desarrollada, con una cultura sólida, sino incipiente (a diferencia de otras civilizaciones de América); además fue sometida a condiciones de explotación por lo cual se fue extinguiendo, de estas perduraron algunos rasgos en el lenguaje, la artesanía, el uso y cocimiento de algunas comidas, plantas medicinales, ritos, magias, creencias, entre otros.
Se mostró el criollismo, en aquel ser nacido en la isla que fue moldeando sentimientos afines al territorio en que vivía, su naturaleza, sociedad, economía, situación histórica, como todo un proceso desde los orígenes hasta finales del siglo XVIII y durante el XIX en que podemos definir una conciencia de identidad; en este aspecto contribuyeron las ideas de algunos pensadores cubanos acerca de la nacionalidad, en los momentos que despiertan las posturas asumidas por las corrientes del reformismo, el abolicionismo, el anexionismo y el independentismo.
El proceso de formación de la nacionalidad cubana, representa el transcurso de momentos importantes en la evolución histórica de los pobladores de esta tierra, que se fueron integrando en sus diversos elementos heterogéneos, hasta lograrse el reconocimiento, la concepción de sí mismos como colectividad, una identidad que fue evolucionando y consolidándose y que por ser dinámica, varía con el tiempo, y las transformaciones sociales hacen que madure y enriquezca.
La identidad cultural fue el soporte de la formación de la nacionalidad, una vez lograda esta, se diluyó en un mismo proceso que representó la identidad nacional cubana, fuente de reafirmación de la nacionalidad y la cultura en su desarrollo. En los años en que se establece la República Neocolonial, se aprecia en la cultura el sentido nacionalista, el rechazo a lo foráneo, donde las expresiones culturales y el quehacer intelectual reflejan la vida diaria y su vínculo con la política.
A pesar de la situación social, económica y política, consideramos que la identidad cultural reveló en sus creaciones el sentimiento popular, la cubanía y el patriotismo; a través de valores originales que supieron aportar con sus obras a la cultura nacional.
Cada etapa histórica ha contribuido a definir y afirmar la identidad, conformada como resultado de la evolución histórica del ser cubano; vale destacar como afirmara Abel Prieto: “La formación de una cultura propiamente cubana fue un arduo proceso, largo, difícil, de zigzagueos, retrocesos y búsquedas, que acompañó en sus avatares al de creación de la identidad nacional; en ocasiones lo precedió; en otras fue arrastrado por él.” 10
A partir del triunfo de la Revolución comienza un nuevo período en el desarrollo de la cultura nacional, en que se reflejan las nuevas condiciones y las transformaciones cualitativas en todas las esferas. Las transformaciones proclaman la incorporación plena de las masas a la educación, con la campaña de alfabetización y la renovación de la enseñanza popular, la edición de varios libros de la cultura universal, proporcionan la formación de intelectuales y científicos, estimula las creaciones artísticas, se fundan organizaciones e instituciones para crear y difundir la cultura cubana (Ministerio de Cultura, ICRT, UNEAC, UPEC, EGREM, Casa de Las Américas, Editoriales y otras entidades Regionales y Provinciales) .
Los cubanos han tenido la capacidad de integrar elementos de todas partes e imponer su punto, su toque distintivo, darles forma en nuestras realidades, según condiciones materiales, circunstancias históricas y la sucesión de generaciones.
Hay que tener en cuenta el significado del factor subjetivo, que es un baluarte en la identidad cultural cubana, revelado en un fuerte compromiso con la nación, cuyo grado de asimilación evidencia una gran autoestima social que estimula y promueve la participación en la cultura en aras de defender la nación, por medio de su acción como pueblo, con sentido de hacer y consolidando su cultura política.
En la actualidad el proceso de identidad, se desenvuelve en medio de una difícil coyuntura histórica, que de una u otra manera incide en la vida del cubano y en la representación que éste asume de la realidad, ante lo cual se impone la defensa de la cubanía, vale recordar las palabras de Fernando Ortíz: “La cubanidad plena, sentida, consciente y deseada; cubanidad responsable, cubanidad con las tres virtudes dichas teologales, de fe, esperanza y amor.” 11
La identidad representa algo más que la reflexión de ¿qué somos? ¿Qué valores o rasgos nos caracterizan? Sino el compromiso y responsabilidad de resguardar lo nuestro, defender la cubanía desde el escenario más cercano: nuestra localidad. Analizar la identidad nacional o local, no son formas separadas, ni ajenas en su comportamiento; al contrario, lo nacional adquiere fuerza y riqueza a través de las cualidades regionales.
Una mirada general a la sociedad cubana actual nos lleva a pensar que la identidad del cubano pasa por momentos de reafirmación. Las transformaciones que ha tenido el país en diferentes momentos de estas últimas tres décadas han contribuido a esta reafirmación de la identidad, la cubana, porque el cubano ocupa una posición importante, es el sujeto activo en el proceso de perfeccionamiento del proyecto de sociedad que construye. Esto constituye en esencia una identidad compartida que entraña conciencia de una participación con un paradigma ideológico y una estrategia de acción que nos une, a la gran mayoría, en un esfuerzo común hacia la máxima autorrealización en la preservación de nuestra identidad; sabemos percibir quienes somos y tenemos confianza en lo que hacemos.
Existe respecto al Tercer Mundo, tendencia a asimilar la identidad a ciertas formas de etnocentrismo que limita su aspiración a la salvaguarda a ultranza de las formas arcaicas de identidad. Los procesos civilizatorios toman cada vez más la forma de una invasión de la cultura urbana, tecnificadota, burocrática y, en consecuencia, desenraizadora.
Tradicionalmente la problemática de la identidad se ha orientado dentro de una dimensión puramente humanista en un sentido antropocultural o socioantropológico. El problema se presenta hoy de manera mucho más complejo en la medida en que no pueden ignorarse las relaciones y dependencias, descubiertas por Marx, ni las dimensiones socioculturales y hasta biocultutrales. La problemática de la identidad conduce, en su dinámica, a hacerse más complicada, producto de las nuevas ópticas y visiones que la realidad va imponiendo, las cuales parecen desembocar en un laberinto lleno de trampas conceptuales, y obliga, con ello, al reacomodo constante de las estrategias epistemológicas.
En el proceso identitario de la cultura no pueden asumirse únicamente las expresiones de los logros, realizaciones y paradigmas; junto a ellos han de situarse a las utopías racionales y los errores, que contribuyen a perfeccionar nuestro proyecto social; "ese es el proyecto: una luz desconocida. Allí podemos estrenar todos los días una décima de El Cucalambé y un pensamiento de Sócrates, la intensidad reminiscente de una danza de Lecuona y… lo que gustéis (…) el tambor batá dialoga con la guitarra de mi hijo, y eso es algo más que mestizaje, algo más que sincretismo: eso es identidad como espiral, como sorpresa, como esperanza."12
Conclusiones
En las condiciones actuales, a pesar de las adversidades que inciden negativamente en la afirmación de la identidad, como retos en la conciencia popular se mantienen latentes los sentimientos, respuestas, aspiraciones y compromiso ético que hacen posible la supervivencia y consolidación de nuestra identidad.
Podemos ultimar que la identidad cultural cubana no se reduce simplemente a los aportes de la cultura africana, ni a defender la tierra cubana donde se nació ni de la ciudadanía política que se goza y a veces se sufre, la cubanidad es más que eso, es defender todos nuestros ideales y principios, es defendernos nosotros mismos, es demostrarle al mundo qué es lo que sentimos y queremos, es demostrar quiénes somos y de qué estamos hechos, es demostrarle lo que nos hace tan especial y a la vez tan únicos.
“Toda cultura es esencialmente un hecho
social. No sólo en los planos de la vida
actual, sino en los de su advenimiento
histórico y en los de su devenimiento
previsible... toda cultura es creadora,
dinámica. Así es la de Cuba.”
Fernando Ortiz
Bibliografía:
* Máster en Ciencias Sociales y Pensamiento Martiano de la Universidad de Oriente. Santiago de Cuba. Cuba. Se desempeña como docente en el Departamento de Marxismo de la Facultad de Ciencias Sociales impartiendo Filosofía y Sociedad. Se especializa en los estudios de Cultura e Identidad y en los de Indisciplinas Sociales como Conducta Desviada.
** Licenciada en Filosofía Marxista Leninista en la Universidad de Oriente. Santiago de Cuba. Cuba. Actualmente se desempeña como docente en el Departamento de Marxismo, impartiendo Filosofía y Sociedad. Se especializa en los estudios de Desarrollo Local y Patrimonio.
1 De la Torre, Carolina (1995):”Conciencia de mismidad: Identidad y cultura cubana” en Revista Temas. Abril-Junio/95 No.2. Cuba. Pág. 114
2 Ver Larraín Jorge: El concepto de Identidad http://www.cfg.uchile.cl.Consultado 5 de diciembre de 2013.
3 Zea, Leopoldo (1957): América en la historia. Fondo de Cultura Económica, México, p. 12.
4 Torres- Cuevas, Eduardo: En busca de la cubanidad, en http://www.cubaliteraria.cu
5 La Gaceta de Cuba, número 1 enero-febrero, 1996, p. 24.
6 Torres- Cuevas, Eduardo: En busca de la cubanidad, en http://www.cubaliteraria.cu
7 Ver a Miguel Rojas Gómez: Redefinición y principios de la identidad cultural. En Filosofía y Sociedad. Tomo II. pp.569- 571
8 J. Lafaye (1986):”¿Identidad literaria o alteridad cultural?”, en Identidad cultural de Iberoamérica en su
literatura, Madrid, págs. 24-23.
9 D. V. Picotti C (1991): El descubrimiento de América y la otredad de las culturas. - 1492-1992. A los 500 años del choque de dos mundos. Balance y prospectiva, Buenos Aires, p. 143.
10 Prieto, Abel: “Cultura, Cubanidad y Cubana”. Conferencia: “La nación y la emigración”. Ponencia. Abril 1994. Palacio de las Convenciones. La Habana. Cuba. p. 19.
11 Ortiz, Fernando (1993): “Los factores humanos de la cubanidad. En Etnia y Sociedad. Editorial Ciencias Sociales. La Habana.
12 Vitier, Cintio: Identidad cultural y educación: una relación necesaria, en http://www.monografias.com
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