John Jairo Uribe Sarmiento
Lilian Andrea Castro Villarreal
Reynel Felipe Gómez Romero
Hernán López Garay
Universidad de Ibagué
john.uribe@unibague.edu.coResumen
El presente artículo aborda el fenómeno del clientelismo en el departamento del Tolima (Colombia), en el contexto contemporáneo de las transformaciones del Estado y de los partidos. Presenta evidencias de la emergencia de un nuevo tipo de clientelismo, como resultado de la disminución del aparato estatal y de la transferencia de muchas de sus responsabilidades a entidades privadas. Esos cambios motiva una reestructuración de la relación patrón-cliente, de modo que el tradicional intercambio de favores, ahora se encuentra tensionado por el flujo de dinero.
Palabras claves: clientelismo, cultura política.
Para citar este artículo puede uitlizar el siguiente formato:
John Jairo Uribe Sarmiento, Lilian Andrea Castro Villarreal, Reynel Felipe Gómez Romero y Hernán López Garay (2015): “Clientelismo, partidos y globalización: caso Tolima”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (abril 2015). En línea: https://www.eumed.net/rev/caribe/2015/09/clientelismo.html
INTRODUCCION
El presente desarrolla un análisis del clientelismo1 en el contexto tolimense de Colombia. Se pregunta por el modo como se reconfigurado al tenor de los nuevos escenarios político sociales. A nivel local, se puede hablar de la “monetarización” de la relación entre votantes y candidatos que profundiza la actual separación entre el poder y la política, esto es, que aleja a los electores, pero también (incluso) a los elegidos, de la participación en la toma de decisiones estratégicas en torno a los destinos nacionales, regionales y globales.
En la primera parte de nuestro artículo armaremos nuestra estructura conceptual con base a dos pilares y un contrapeso. Por una parte tendremos una columna inspirada en la lógica del poder pastoral. Por otra parte, Lazzarato (2013) nos proveerá de una segunda columna con su concepto de “la sociedad del hombre endeudado”. El contrapeso lo proveerá Castells (2010) con su teoría acerca de la desaparición del Estado Soberano. El contrapeso a las columnas más de corte foucaultiano nos permitirá comprender mejor dichas teorías respecto a la transformación del estado moderno y la globalización como parte de un nuevo mecanismo de poder transnacional que está rompiendo los esquemas de nación, gobierno nacional y local, así como los esquemas de lo público, lo común, lo político y lo colectivo.
En la segunda parte de nuestro artículo, apoyada en las columnas y contrapeso antes mencionados, centrará su foco a nivel local y regional para preguntarse ¿Cuál es el lugar y el papel de los partidos políticos hoy, cuando asistimos a una compleja transformación del poder y por ende del Estado y de la política desde las perspectivas ya anotados? A este nivel podremos entonces observar la “monetarización” de la política. En efecto, a través de una serie de entrevistas con activistas políticos que ocupan diferentes lugares y roles en el entramado político regional colombiano2 ---por ejemplo como líderes que canalizan votos para un candidato (quien a su vez, facilita votos para otros jefes políticos), o como líderes elegidos para corporaciones públicas locales (Concejo) y regionales (Asamblea)--- podremos mostrar el potencial de nuestro marco conceptual interpretativo para comenzar a entender la transformación del clientelismo en nuestra región.
Expliquemos con mayor detalle. Dado que nuestro interés radica en poder examinar cómo la transformación del estado moderno está incidiendo en la reconfiguración de los partidos políticos, en la primera parte miraremos esa relación a nivel general se señalando tres elementos problemáticos: de un lado, los efectos que la globalización trae respecto al orden tradicional, esto es, la reconfiguración de la soberanía; de otro lado, la creciente intromisión de las políticas públicas en todos los órdenes sociales; y por último, lo que Bauman (2007) ha denominado como la separación entre poder y política. A la luz de estos aspectos se discutirá el modo como todos los fenómenos señalados se articulan con la lógica de poder en el mundo contemporáneo: la llamada sociedad disciplinaria y la emergencia de la sociedad del Control (Deleuze, 2006 y Deleuze y Guattari, 2002), la gubernamentalización de la vida cotidiana, y finalmente el poder pastoral (Foucault, 1998, 2006a, 2000 y 2007) y la sociedad del hombre endeudado (Lazzarato, 2013).
En la segunda parte usaremos el marco conceptual para abordar aspectos problemáticos de la dinámica de los partidos tales como su des-corporalización y de su des-ideologización. El escenario de la discusión se problematizará a partir de la lógica política regional Tolimense, la cual gira en derredor de lo que podemos denominar clientelismo monetarizado y en la pervivencia de las negociaciones informales entre familias y grupos políticos para capturar y administrar al Estado local. Esta problematización final alimenta el debate en dos vías: la discusión sobre los partidos, y la relectura del poder local a la luz de las tensiones globales.
PRIMERA PARTE: MARCO TEORICO PARA COMPRENDER LA TRANSFORMACION DEL ESTADO Y EL IMPACTO DE DICHA TRANSFORMACIÓN EN EL “CLIENTELISMO”
LA TRANFORMACION DEL ESTADO
La globalización económica ha re-localizado la cuestión de la soberanía, elemento esencial de los Estados Modernos. En efecto, la movilidad global del capital ha generado una dificultad en los Estados para controlar el flujo de la inversión y por tanto el desarrollo de proyectos a largo plazo. La globalización del capital ha determinado que la sobrevivencia económica de las regiones dependa entonces más de su capacidad para adaptarse a entornos cambiantes, que de un aseguramiento de la estabilidad de las actividades económicas. En este sentido, las corporaciones han ganado una capacidad de negociación y de agencia globales muy importante. Por su parte, los inversionistas han cambiado su lógica. Según Sennett (2008), su apuesta por los rendimientos de sus inversiones se ha orientado más a lograr ganancias de la compraventa de acciones (o de títulos de este tipo), que a obtener los rendimientos de las empresas en las que invierten. Éste énfasis en la especulación global, reorganiza la relación entre los Estados, las Corporaciones y los inversores: el control que los primeros pueden ejercer sobre los demás, disminuye. Sin embargo, la política institucionalizada (la que tiene que ver con los partidos, los parlamentos y los gobiernos) sigue desarrollándose localmente, de tal suerte que el poder (entendido como la capacidad de afectar las posibilidades de vida de los demás) y la política, terminan por alejarse. Esto implica que la mayoría de los ciudadanos ahora deben enfrentar los efectos de las decisiones tomadas en otras latitudes, mientras que los Estados buscan crear confianza en los inversionistas, compitiendo con otros en esta carrera por hacerse atractivos para la inversión.
A este escenario le viene bien la des-ideologización y a la des-corporativización de los partidos (de la cual hablaremos más adelante), en tanto que sus promesas se inscriben en las posibilidades de un orden global limitado al desarrollo de habilidades y capacidades (personales y sociales) que hagan de la región un lugar atractivo para el flujo de dinero y que canalicen algunos recursos para resolver necesidades básicas.
En este escenario, Foucault (2007) plantea que el neoliberalismo supone una racionalidad del poder, que busca una sujeción de los individuos a partir de una modulación no necesariamente de sus conductas sino de su ambiente. Por su parte, Castro (2010) citando a Deleuze (2006) expone que el neoliberalismo parte de la idea de que cualquier individuo tiene la capacidad de incrementar su “capital humano” mediante la creación, innovación y emprendimiento, lo que requiere necesariamente un medio ambiente de libertad frente a las vigilancias estatales. Esto permite que los sujetos hagan marketing de sí mismos y que adquieran nuevas competencias inmateriales. De este modo, un diagnóstico del presente, desde la perspectiva foucaultiana de la “analítica de la gubernamentalidad” es el de una sociedad donde la forma “empresa” domina sobre la forma “Estado”. Por ende es más una sociedad compuesta principalmente de mercados que de individuos y colectividades. En ella el control se desterritorializa y al mismo tiempo se moleculariza (Castro, 2010). Vista en estos términos, la reorganización del clientelismo (en el caso específico tolimense) puede leerse desde la lógica empresarial y de marketing propia del neoliberalismo. A este punto se volverá en la segunda parte.
Desde otra perspectiva teórica (la que hemos llamado de contrapeso a la foucaultiana), Castells (2010) analiza el fenómeno de la transformación del estado Moderno aclarando que se debe entender que existe una política nueva en el mundo globalizado, en la cual las relaciones de poder existentes en distintas estructuras sociales que regularmente se constituyen a partir de formaciones espacio-temporales, ya no sólo son locales, sino locales y globales al mismo tiempo. El territorio, considerado como uno de los elementos constitutivos del Estado, se ha redefinido con la globalización, de modo que se han reorganizado los límites territoriales del ejercicio del poder (Beck en Castells, 2009) lo que ha llevado a plantear la cuestión de si el Estado como institución soberana puede desaparecer en la medida en la que otras instituciones han ganado protagonismo y agencia. En todo caso, hay una resignificación de los límites nacionales de las relaciones de poder: el estado no desaparece, pero cambia de papel, de estructura y de funciones, evolucionando hacia una forma nueva y diferente (Castells, 2009) que posiblemente se vuelve más útil a las dinámicas de la globalización.
Vale la pena anotar que Foucault y Castells tienen en común cierta preocupación por la reconfiguración del territorio, del estado y de las relaciones de poder; Foucault con la desterritorialización y molecularización del control y Castells con la resignificación de los límites nacionales de las relaciones. Podemos agregar que esta reconfiguración se hace evidente por lo menos en dos sentidos: hacia adentro y hacia afuera. Hacia adentro se descentraliza para responder a las demandas de autonomía de los territorios subnacionales (Moncayo, 2002); hacia afuera se consolida la supranacionalización para proveer esquemas de regulación requeridos en la globalización.
En el primer sentido, los territorios subnacionales cobran un papel importante basado en altas cuotas de autonomía3 . En el segundo sentido se consolida la supranacionalización debido a que gran parte de las políticas públicas que decidía el Estado central, ahora provienen de las directrices de los organismos multilaterales y supranacionales (World Bank, 2002; Shah, 2007). De este modo, globalización y localización se vuelven dos caras de la misma moneda. Las regiones, progresivamente empiezan a preocuparse por diseñar las estrategias que le permitan su concierto dentro del contexto global. Un ejemplo de ello es la paradiplomacia o política “interméstica”, a través de la cual una función natural del Estado, como las relaciones exteriores, es apropiada por los territorios subnacionales para promover iniciativas de tipo político, social, económico, cultural, etc. La paradiplomacia podría entenderse como las iniciativas exteriores de los territorios subnacionales, realizadas a través de una diplomacia que se aleja del centralismo estatal y que es regulada y sostenida por las colectividades territoriales que proclaman y despliegan una capacidad de actuación propia (Torrijos, 2000, págs. 20-21, citado por Moncayo, 2002).
Así mismo, en el segundo sentido, el Estado se reconfigura en múltiples alianzas y nuevas estructuras comandadas por organismos multilaterales, supranacionales (como la OMC, el Banco Mundial, el FMI, entre otros (Castells, 2010)), bloques regionales, empresas multinacionales y transnacionales que cobran fuerza en el ámbito internacional y hacen que el papel tradicional del Estado pierda importancia. Sin duda alguna lo que se evidencia es una transformación del Estado-nación como entidad soberana. Y comenzamos a presenciar Estados respondiendo a la globalización conformando redes de Estados, algunas con múltiples objetivos, Estados compartiendo soberanía con otros Estados o estableciéndose de manera informal para gestionar estrategias mundiales conforme a los intereses de los Estados miembros participantes.
LA TRANSFORMACION DE LA CIUDADANIA
Ante estas transformaciones cabe preguntarse cómo ha respondido el ciudadano, particularmente sintiendo el vacío que dejan las estructuras del Estado Moderno tradicional que ya no están más en existencia. Comienza a aparecer una nueva noción de ciudadanía que supera los límites del Estado, la ciudadanía global. Según Hopenhayn (2001), de la División de Desarrollo Social de la CEPAL, el impacto de la globalización en la ciudadanía se manifiesta por lo menos en dos niveles; el primero es el político y cultural que se traduce en la difusión a escala planetaria de una cierta sensibilidad proclive a los valores democráticos y al respeto a los derechos humanos. En otro nivel, el comercial y financiero, los ciudadanos se asocian globalmente con organizaciones que se movilizan e impactan la opinión pública para defenderse de los efectos de la globalización. Adelantándonos a la segunda parte del artículo, diremos que para el caso del Tolima las redes clientelares conectan la participación política con el intercambio de favores y ubican la gestión pública desde esta lógica, de modo tal que el acceso a servicios o a bienes provistos por el Estado pasa por la correlación de fuerzas de los grupos políticos que controlan las entidades públicas. En este escenario la ciudadanía, como ejercicio de participación en la construcción del universo colectivo, se aleja de la política local, regional, e incluso nacional, esto es, la “política” regional se despolitiza al reducirse a la competencia entre grupos por controlar los recursos requeridos para reproducir sus curules, mientras que las decisiones estratégicas se toman por fuera del Estado: los lineamientos de las políticas públicas se definen en otras esferas. Así, el Estado garantiza que se socialice la deuda 4, al tiempo que se desarrolla una intensa para-diplomacia “por encima” y “por debajo” de los Estados nacionales. Por tanto podemos decir que en el plano de la política local y regional, el Estado aparece menos como un escenario de construcción de lo público y más como un mercado de recursos en el que diferentes empresarios políticos acuden en una encarnizada competencia. Desde esta perspectiva la ciudadanía asume las características antes mencionadas: el ciudadano es un sujeto que se “autogestiona”, que se hace empresario de sí mismo, accediendo a la política local como otro emprendedor más en procura del control de los escasos recursos.
En suma, el Estado se ve constantemente socavado por el nuevo orden global. De hecho como menciona Bauman (2003) “los castigos impuestos por violar la nueva ley global son rápidos y despiadados. La negativa a jugar la partida según las nuevas reglas globales es el delito más duramente castigado, un crimen que los poderes estatales, atados al suelo por su propia soberanía definida territorialmente deben evitar cometer a cualquier precio”.
GUBERNAMENTALIZACIÓN DE LA VIDA COTIDIANA Y PODER PASTORAL: HACIA EL HOMBRE ENDEUDADO
Si bien es cierto que el poder político y el poder gubernamental se separan y el ciudadano queda entonces desprotegido en varios frentes tradicionales manejados por el Estado (salud, educación, empleo….), por otra parte y paradójicamente las políticas públicas abordan un conjunto cada vez más amplio de problemas ciudadanos, políticas que abordan desde el control de la vida pública (transporte, seguridad, medios de comunicación), hasta el disciplinamiento de la intimidad (educación sexual, control del tiempo libre, políticas que regulan la dieta y la actividad física, etc.). La gestión (producción) del sujeto como empresario de sí mismo, se desarrolla a través del llamado capital humano (capacidad para producir bienes y servicios de alto valor) y capital social (la capacidad para establecer y mantener acuerdos, confianza, y por esta vía, reducir los costos de transacción). Todo ello se conjuga con el aumento de las demandas sociales de intervención pública que se encuentra en el medio de una emergente l ciudadanía de la desconfianza.
Este aumento de las políticas públicas se desarrolla como un ejercicio de gobierno de la vida, esto es, como un proceso de gestión de cada una de las esferas que la componen, de producción de lo bueno, lo deseable, y de constitución de las fuerzas individuales al tenor de las necesidades de cierta organización social.
Foucault ha definido al poder como una acción sobre las acciones posibles de los demás. En este sentido, el poder requiere de la libertad, de una cierta capacidad de elección de los sujetos. No hay poder sin libertad, al punto que los sujetos pueden ejercer esta libertad, incluso en contra del poder mismo. Ahora bien, como producto de la capacidad de afectar la vida de los otros y de ser afectados por estos (en últimas, de la construcción de una trama de relaciones estratégicas), se producen formas globales del ejercicio del poder, en estructuras de dominación. Una de estas formas generales del ejercicio del poder ha sido denominada por Foucault como “gubernamentalización” (2006a), refiriéndose a un poder que procura el “buen gobierno” de todas las cosas: se trata de “llevar” (guiar) cada asunto a un desenlace deseado. A diferencia de éste, el poder soberano se ejerce como un castigo (la respuesta del soberano a cualquier amenaza en su contra) y como una “extracción” (obtener de los súbditos sus bienes o servicios). La gubernamentalidad apunta a la administración de todos los temas y problemas y supone el conocimiento de la “naturaleza” de cada uno de estos asuntos, con lo que, el vínculo entre poder y saber se complejiza: se conoce para administrar mejor.
El poder pastoral alude a esa lógica en la que el poder se esfuerza no sólo por administrar las fuerzas del rebaño, sino también por aumentarlas: un pastor no sólo sanciona o castiga (poder soberano) sino que conoce a sus ovejas, las conduce por territorios propicios, las fortalece, pues sabe que su éxito depende del bienestar del rebaño.
Se entiende que estas lógicas del poder son esenciales en la ampliación del capitalismo, pues se trata de “lograr” individuos y poblaciones capaces de producir en entornos económicos precisos (a la vez disciplinados y creativos) y de consumir (de dejarse llevar por impulsos, de comprender que en la satisfacción de “gustos” se encuentra la realización personal, etc.).
Estas ideas ayudan a comprender la paradójica multiplicación de las políticas públicas (una de las expresiones de la gubernamentalización) en el escenario del distanciamiento entre el poder global y las políticas nacionales y regionales: el esfuerzo de unos y otros por mejorar los capitales humano y social adquiere sentido en el escenario de re-localización de la soberanía, de lucha por hacerse “atractivos” a la inversión. Pero aquí cabe la pregunta, ¿por qué es que las relaciones políticas locales prestan poca importancia a esta abundancia de posibilidades que abriría la superproducción de políticas públicas? ¿Por qué esas redes clientelares poco discuten el sentido y las formas que esas políticas adquieren? La primera idea es que el interés de estos grupos se articula a una cuestión básica, a saber, cómo canalizar votos, es decir, las políticas públicas se convierten en asuntos de la gestión de las redes clientelares en la medida en la que puedan ser una fuente de recursos para responder a los favores: servicios, puestos, subsidios, etc. De este modo los gobiernos locales contarán con cierta libertad (aparente) para actuar en la medida en la que su quehacer no interfiera con las pirámides de favores clientelistas. Sin embargo, esa “libertad” es modulada por los lineamientos nacionales e internacionales, como se ha puesto de manifiesto ya: el modelo de salud, de educación, el sentido de políticas de juventud, de mujer o de género, incluso los alcances y estrategias de participación se encuentran ancladas a redes de discurso transnacionales de las entidades financiadoras, que se concentran en la ampliación de las oportunidades y capacidades de los sujetos que toma bajo su cargo, lo que, desde nuestro punto de vista, apunta hacia la gestión de sujetos productivos, de empresarios de sí mismos.
Ahora bien, Deleuze (2006) ha apuntado hacia nuevas formas generales del poder: las sociedades del control. De acuerdo con él, Foucault había analizado las sociedades disciplinarias, en las que los poderes operan en a través de los encierros: la escuela, la fábrica, la escuela, el hospital, produciendo cuerpos y poblaciones “dóciles”, con capacidades y cualidades en sintonía con ciertos saberes y exigencias sociales. Deleuze argumenta que esas sociedades del encierro han dado paso al control al aire libre, control que opera digitalmente, modulando los deseos y permitiendo el acceso a un mundo social mediado a través de las tarjetas de identificación: el carnet, las claves de acceso, las tarjetas de crédito. Todas ellas orientan el universo de lo posible para los sujetos y se constituyen en un modo de organización institucional. En este universo, las resistencias operan siguiendo la lógica de los virus, infiltrándose, infectando. Aquí, Deleuze formula la forma general de este nuevo tipo de relaciones de poder: no estamos encerrados, estamos endeudados.
Lazzarato (2013) entiende, a partir de este planteamiento, que la deuda no es sólo un compromiso personal o institucional, sino que se constituye en el eje articulador de las relaciones de poder del mundo contemporáneo, es una relación que garantiza cierta sujeción del deudor frente al acreedor. De un lado, la deuda demanda cierto trabajo sobre sí mismo, una cierta subjetividad: el deudor no sólo es un empresario de sí mismo, sino que debe demostrar que es confiable y estar dispuesto a comprometer sus esfuerzos futuros en favor del acreedor. De otro lado, la deuda compromete el futuro, le da forma: ya no se trata del tiempo de lo indeterminado, en el que las capacidades humanas se implican, sino que se constituye en un arreglo que contribuye a mantener la lógica capitalista, pues la deuda reproduce la forma como se produce y se distribuye la riqueza, prolongando las relaciones de poder propias del presente.
Vale decir, el capitalismo contemporáneo no apunta a la rentabilidad de las empresas, sino a la ganancia de las acciones. Se busca lograr que el dinero haga dinero. Como lo plantea Senett (2008), no son los gerentes quienes concentran las decisiones empresariales, ellos pierden protagonismo frente a los inversionistas, siempre dispuestos a trasladar su dinero hacia actividades más rentables. Pero este tipo de relaciones no sólo impacta a las empresas, sino que condiciona a los territorios en la medida en la que estos se enfrentan a la necesidad de ofrecer las condiciones de mayor rentabilidad posible, lo que incluso puede deteriorar la calidad de vida de muchos de sus habitantes.
Ahora bien en este escenario la deuda, como eje de las relaciones de poder, garantiza la lógica del dinero que hace más dinero, pues los individuos, las empresas, los fondos de pensiones, los sistemas de salud, los gobiernos locales, regionales y nacionales, acuden a la financiación de su presente y la hipoteca de su futuro, ajustándose a las exigencias crecientes de los acreedores. Así, las calificadoras de riesgo terminan constituyéndose en centros de saber-poder que condicionan las posibilidades de acción de grupos sociales enteros: una calificación de mayor riesgo supone un mayor condicionamiento del “sujeto” calificado. Toda esta dinámica organiza no sólo el trabajo, sino también el trabajo de sí: empresarios de nosotros mismos, somos también sujetos endeudados, disciplinados para producir y para consumir.
En la actualidad, la eurozona presenta un fenómeno particular que permite profundizar en lo que hemos llamado “sociedad de la deuda” (basados en Lazzarato 2013). Los PIGS (Portugal, Grecia, Italia y España-Spain en inglés) son países que presentan condiciones de particular importancia para nuestros propósitos, pues se evidencia en ellos una de las características cruciales: la socialización de la deuda. En primer lugar, debe notarse que estos países tienen la carga fiscal más baja de la Unión Europea. Mientras al principio de la crisis del 2007 el promedio de esta carga para la Eurozona alcanzaba el 41.1%, en cambio en Irlanda ésta era de 31.1%, Grecia de 34.2%, España de 34.0% y Portugal de 36.5%. Todos ellos, pues, con una carga fiscal más baja que el promedio de la UE-15 (Fuente Eurostat).
Estos relativamente bajos ingresos para el estado significan gastos públicos sobre el PIB también bajos, y un bajo nivel de gasto público en protección social. Mientras el promedio de la UE-15 en este ámbito es de 27%, en Irlanda es de 18.9%, en Grecia 24.4%, en España 21% y Portugal 24.8%. Una situación semejante ocurre con el empleo público. Mientras que el porcentaje de la población adulta que trabaja en el sector público es del 15% para la Unión Europea, en Irlanda es de un 12%, en Grecia un 14%, en España 9% y en Portugal sólo de un 7%.
Los bajos impuestos, aunado a un sector público pequeño, un estado de bienestar poco desarrollado (en comparación con el resto de la UE-15) y poco redistributivo, contribuye a que estos países tengan los mayores niveles de concentración de la riqueza, mientras que el promedio de la UE-15 era 0.28 en 2007, en España era 0.31, en Irlanda era 0.31, en Grecia era 0.34 y en Portugal era 0.36 (Fuente Eurostat). En este escenario, el papel del Estado se transforma: El Estado no es ya el que garantiza la operación libre del mercado, sino que por el contrario se constituye en garante de las deudas privadas, pues se erige en garante de su pago, bien por la coacción sobre los deudores, bien porque coloca sus recursos como garantía de pago, bien porque asume directamente su gestión.
“La coordinación de deudas privadas exige siempre la intervención de la trascendencia del Estado. No es el mercado sino la deuda soberana, en el fondo, la que garantiza y hace posible la circulación de las deudas privadas. Así, la privatización de la moneda 5 desemboca necesariamente en lo que horroriza, según dicen, a los liberales: la intervención del poder del Estado. Esto es lo que revela la crisis actual: la emisión privada de moneda-crédito no puede sino exigir la intervención del Estado, porque las deudas privadas son incapaces de una coordinación inmanente (autorregulación del mercado). Se produce entonces algo sorprendente, que permite dimensionar la <<locura>> del capitalismo: la deuda soberana es, a su vez, objeto y oportunidad de especulación y explotación por los acreedores y sus representantes, que se empeñan en destruir de manera sistemática la mano muy visible que los ha salvado” (Lazzarato, 2013: 145)
En este escenario, los Estados garantizan el pago de las deudas impagables, como ocurre en Grecia y en España. Recordemos brevemente cómo ocurrió este “fenomeno anti-libre mercado”. Los problemas que originaron la crisis fueron acumulándose durante los años anteriores al 2007, cuando la reducción de la masa salarial creó el problema del endeudamiento de las familias, de modo que el bienestar se venía “resolviendo”, al menos temporalmente con base en el crédito, el cual creció generando una expansión del sector financiero. Este sector conseguía el dinero de las bancas alemanas y francesas en el caso de Grecia y España, y de la británica en el caso de Irlanda. Lo anterior fue el inicio de la deuda privada. Dicha deuda podía ser sostenida pues el aval de la misma era la vivienda. Sin embargo dicha garantía colapsó, debido a la explosión de la burbuja inmobiliaria.
En efecto, el enorme crecimiento de las rentas del capital y la poca rentabilidad de la economía productiva, aumentó la inversión especulativa en el sector financiero. Así, en Irlanda y España la unión entre el sector bancario, inmobiliario y la industria de la construcción impulsaron el llamado “milagro español e irlandés”. Milagro que se conseguía con base en un enorme endeudamiento.
Adicional a lo anterior, la baja carga impositiva y los escasos recursos del estado, determinaron que este tuviera la necesidad de endeudarse, para poder financiar el escaso estado de bienestar. Además de esto, el sistemático descenso de los impuestos de las rentas superiores ahondó el déficit estructural del estado, el cual se acentuó con la crisis y la recesión. Esto condujo a que en el año 2009 Irlanda alcanzara un déficit del 14%, Grecia del 15%, España del 11% y Portugal del 9%.
Con base en este panorama, podemos evidenciar cómo el capital financiero está ejerciendo el poder sobre las políticas de los países, mediante medidas impuestas por el FMI y la UE, medidas tales como reducir las prestaciones sociales, disminuir los sueldos de los empleados públicos hasta en un 20%, reducir el salario mínimo y una mayor desregulación del mercado de trabajo, empeorando así aún más las brechas de desigualdad en estos países y demostrando cómo las grandes plataformas financieras empiezan a ejercer el poder sobre los estados a través del endeudamiento perpetuo y las deudas impagables.
SEGUNDA PARTE: INTERPRETACIÓN DEL “CLIENTELISMO” CON BASE AL ESQUEMA TEORICO DE LA PRIMERA PARTE
Des-corporalización y des-ideologización de la política: a propósito de los partidos
Con base en el marco conceptual anteriormente dibujado, una primera ojeada al panorama político nos revela que la política se ha despolitizado, mientras que la vida cotidiana se re politiza. Evidencia de lo dicho es la denominada personalización de la política: las campañas presidenciales giran cada vez más sobre la figura del candidato y menos sobre las opciones ideológicas del partido al cual éste pertenece. Es decir hay una des-ideologización de la política. En esta línea, vale la pena recordar que en las calles de muchos lugares del mundo, los ciudadanos suelen mencionar que “todos los políticos son iguales”. Rosanvallon (2006) ha definido este fenómeno como “ciudadanía de la desconfianza”: los ciudadanos ejercen su papel desde la frustración, pues el aumento de las expectativas y exigencias va de la mano con el crecimiento del miedo y la desazón. Al mismo tiempo, la complejidad de las lógicas burocráticas, centradas en la híper-vigilancia de los funcionarios, ha terminado por hacer ilegible el quehacer estatal en su conjunto. Como resultado, los ciudadanos están menos dispuestos a correr riesgos y prefieren que las estructuras sociales básicas se mantengan (con la esperanza de lograr mejorías en algunos aspectos), en vez de realizar apuestas por la transformación de los modelos económicos, culturales o políticos. En este escenario, las apuestas partidistas tienden a parecerse (sin que por ello desaparezcan diferencias importantes) con el propósito de captar el nicho electoral que los lleve al control del legislativo y del ejecutivo.
Puede decirse entonces que los partidos, en este escenario mundial, tienden a poner en un segundo plano la construcción de agendas ideológicamente elaboradas (que apuesten por la reconstrucción del orden social) y terminan respondiendo a las peticiones de los electores en una suerte de “mercadeo electoral”, esto es, en un juego de oferta y demanda orientado a “satisfacer” las preferencias de los electores, medidas por encuestas (a la manera como se mide el rating de programas de televisión). Así mismo, las campañas electorales, se enfocan en la presentación y promoción de candidatos, como un producto del marketing: se enfocan en su imagen, en su aceptación, en sus actividades cotidianas y relegan a un segundo plano, sus disputas ideológicas. Esta “marketización” de la política, y por ende a la des-corporatización de la misma (el elector ya no se identifica con una corporación política determinada sino con un producto que está siendo bien o mal mercadeado) contribuye a su “espectacularización” (Edelman, 1991), a su transformación en productos mediáticos. ¿Pero a dónde apunta todo esto? En la primera parte veíamos que una de las direcciones es hacia permitir una reconfiguración del espacio para hacerlo más atractivo a la inversión y el capital globalizado. Y el marketing se hace posible gracias a la intervención del padrinazgo, es decir, familias y grupos políticos que invierten en un candidato y lo mercadean no solamente para capturar y administrar al Estado local ---y lo que ello implica en términos de poder---- sino también para poder ir abriendo camino a alianzas estratégicas de capital regional y global. Ejemplo de ello lo vemos en el caso del Tolima con el negocio minero y las alianzas políticas y de familias adineradas de la región que invierten en candidatos al congreso que favorezcan inversiones de empresas mineras extranjeras. En efecto, en los estudios llevados a cabo en la región del Tolima se pudo observar cómo los elegidos a las corporaciones públicas gestionan los proyectos, las ordenanzas o las leyes (según el caso), en los que se pone en juego el destino de los territorios, en muchos casos trascendiendo los niveles de soberanía del país. Pero debido a la marketizacion de la política el elegido debe también responder a los que votaron por el y sostienen su base electoral. Para ello debe atender a las solicitudes de las comunidades, como el apoyo en la formulación de proyectos, la gestión de recomendaciones para favorecer hojas de vida (apoyo en la búsqueda de empleo), el apoyo para el acceso a servicios públicos, etc.
Por otra parte el comportamiento del votante se ajusta a estas dinámicas. Líderes comunitarios deciden jugar el juego del mercadeo político y la monetarización de la política pues de otro modo el logro de soluciones a problemas personales o colectivos, se hace improbable: “es que uno a veces ve que la relación es directa entre dirigente y trabajo, por los proyectos, por las mismas roscas: dirigente igual a trabajo …” (Grupo Focal Jóvenes, 2012)6 :
Marco Tulio (líder comunal): Entonces ese concepto de partido, de ideas concretas, de ideas políticas, como que todas esas fronteras se perdieron, ya no existen. Entonces yo creo que eso es lo que provoca que haya tanto surgimiento de candidatos, que no tienen propuestas políticas, sino sencillamente el trabajo de un grupo, trabajan más en consideración de grupos y de poderes, que de conceptos políticos.
De otro lado, una práctica tradicional de la política colombiana, el clientelismo, se reedita como mecanismo de gestión de recursos públicos para las comunidades: los líderes comunitarios y sociales, enfilan sus esfuerzos para establecer alianzas con políticos exitosos, “relacionándose” en lo que se ha denominado “clientelismo de mercado”, es decir, en una dinámica de selección del mejor postor 7.
Como hemos mencionado ya, el clientelismo se ha venido monetarizando, lo que hemos interpretado como un fenómeno que se suma a la sociedad de control contemporánea que hemos descrito a través de tres características claves: separación entre el poder y la política, la constitución de sujetos como empresarios de sí mismos y la sociedad de la deuda. La dinámica clientelar apunta de forma compleja en estas mismas direcciones, pues aleja a la política local de las decisiones estratégicas (como el manejo de la deuda, o el papel que juegan las regiones en el concierto global) y contribuye a profundizar la gestión individualizada de la vida, a la gestión de sí según la búsqueda de beneficios personales, de la política como un negocio de sujetos que compiten entre sí.
Concluiremos intentando mostrar que todos estos fenómenos leídos desde el marco conceptual de la primera parte apunta en nuestra región hacia la constitución de la sociedad de la deuda: se trata, finamente de comprender este tipo de gestión política, como un elemento que se reconfigura bajo la lógica de la gestión de sí en el marco de la lógica mercantil.
Des-coporalización y des-iodeologización de la política: a propósito de los partidos
Se puede decir, sin rodeos, que la política se ha despolitizado, mientras que la vida cotidiana se repolitiza. Evidencia de lo dicho, la denominada personalización de la política: las campañas presidenciales giran cada vez más sobre la figura del candidato y menos sobre las opciones ideológicas del partido al cual éste pertenece. En esta línea, vale la pena recordar que en las calles de muchos lugares del mundo, los ciudadanos suelen mencionar que “todos los políticos son iguales”. Rosanvallon (2006) ha definido este fenómeno como ciudadanía de la desconfianza: los ciudadanos ejercen su papel desde la frustración, pues el aumento de las expectativas y exigencias, va de la mano con el crecimiento del miedo y la desazón. Al mismo tiempo, la complejidad de las lógicas burocráticas, centradas la hiper-vigilancia de los funcionarios, ha terminado por hacer ilegible el quehacer estatal en su conjunto. Como resultado, los ciudadanos están menos dispuestos a correr riesgos, prefieren que las estructuras sociales básicas se mantengan (con la esperanza de lograr mejorías en algunos aspectos) que realizar apuestas por la transformación de los modelos económicos, culturales o políticos. En este escenario, las apuestas partidistas tienden a parecerse (sin que por ello desaparezcan diferencias importantes) con el propósito de captar el nicho electoral que los lleve al control del legislativo y del ejecutivo.
Los partidos, en este escenario mundial, tienden a relegar la construcción de agendas ideológicamente elaboradas (que apuesten por la reconstrucción del orden social) y terminan respondiendo a las peticiones de los electores en una suerte de mercadeo electoral, esto es, en un juego de oferta y demanda orientado a “satisfacer” las preferencias de los electores, medidas por encuestas (a la manera como se mide el rating de programas de televisión). Así mismo, las campañas electorales, se enfocan en la presentación y promoción de candidatos, como un producto del marketing: se enfocan en su imagen, en su aceptación, en sus actividades cotidianas y relegan a un segundo plano, sus disputas ideológicas. Esta “marketización” de la política, contribuye a su “espectacularización” (Edelman, 1991), a su transformación en productos mediáticos, que poco o nada refieren el complejo proceso de toma de decisiones: la representación de la realidad política (su imagen), deviene tanto o más importante que la propia dinámica política, al punto que el escándalo se constituye en una herramienta de captación del público.
Con todo, en nuestra dinámica regional, el clientelismo mantiene su importancia: los “caciques” electorales son relevante, de tal modo que de sus decisiones depende el éxito de uno u otro candidato. Sin embargo, una figura mediática, de corte populista, ha hecho mella en esta dinámica (Alvaro Uribe Vélez), “arrastrando” tras de sí, un importante caudal electoral, a partir de una campaña personalista que le apuesta al prestigio que ha acumulado tras su paso por la presidencia de la República.
Una serie de entrevistas y visitas de campo al norte del Tolima (específicamente a Honda, Ambalema y Mariquita) han permitido identificar el peso de los “caciques” en la región: ciertas familias y líderes políticos, “negocian” la destinación de presupuestos a proyectos que consideran claves, así como su asignación de dichos contratos a contratistas de su gusto (con lo que garantizan el “retorno” de su inversión), pero sobre todo, negocian la “ubicación” de personas de su confianza en cargos estratégicos. A cambio, estos garantizan cierto número de votos que reúnen a través de bazares, fiestas, reuniones políticas, incluso a través del control de ciertos productos (como la compra de cosechas o la venta de insumos) y la entrega de recursos (en dinero, en materiales de construcción, etc.) a posibles votantes. Así, la política termina convirtiéndose en un “mal necesario”: dado que los ganadores al parecer “se llevan todo” al disponer del conjunto de recursos estatales, algunos líderes comunitarios deciden ingresar en la competencia electoral, pues de otro modo el logro de soluciones a problemas personales o colectivos, se hace improbable: “es que uno a veces ve que la relación es directa entre dirigente y trabajo, por los proyectos, por las mismas roscas: dirigente igual a trabajo …” (Grupo Focal Jóvenes, 2012)8 . Uno de los problemas que enfrenta un líder social, se refiere a la construcción de relaciones políticas confiables, esto es, la necesidad de lograr un vínculo estable con un grupo político que le permita direccionar recursos y por esta vía, mantener su liderazgo.
Entrevistador: ¿Desde dónde han salido los candidatos para alcaldías, asamblea, gobernadores, concejo, etc., de dónde salen esos liderazgos?
Marco Tulio (líder comunal): Muchos son por acuerdos políticos (…) yo diría que son acuerdos entre grupos políticos (…) ¿Por qué se hacen las alianzas? Usted sabe que un tiempo para acá, aquí se ha venido jugando con intereses personales para poder sostener el poder, por ejemplo, cuando se hablaba de mantener la reelección de las alcaldías, y de las gobernaciones, entonces existen una especie de acuerdos entre partidos para sostener, y hacer lo que se hizo en la época en la que el partido liberal y el conservador [que] se turnaban las elecciones año a año; entonces hacen acuerdos de ese tipo, para saber quién respalda a quien, sostienen el poder y entonces para la siguiente campaña, los primeros respaldan a los segundos y se mantienen ellos en el poder (…)
De acuerdo con este testimonio y con otros del mismo tenor, muchas de las candidaturas responden al cálculo de las facciones políticas para mantener una u otra curul. Puede argumentarse que este tipo de conducta responde a la lógica de cualquier competencia electoral, en el entendido de que la obtención del poder ordena la racionalidad de los actores. En todo caso, es de esperar que estas articulaciones resultasen en actuaciones públicas que respondan los intereses de electores. En el caso del Tolima, puede afirmarse que este juego contribuye a profundizar en el particularismo: la gestión política se reduce a la obtención de favores.
Marco Tulio (líder comunal): Entonces ese concepto de partido, de ideas concretas, de ideas políticas, como que todas esas fronteras se perdieron, ya no existen. Entonces yo creo que eso es lo que provoca que haya tanto surgimiento de candidatos, que no tienen propuestas políticas, sino sencillamente el trabajo de un grupo, trabajan más en consideración de grupos y de poderes, que de conceptos políticos.
De acuerdo con esta perspectiva, los grupos políticos son los que articulan la dinámica electoral y de gestión pública en las regiones:
Entrevistador: ¿Y la gente cómo se mete a esos grupos, cómo se forman esos grupos, qué sabes?
Marco Tulio (líder comunal): Yo diría que muchas veces por amistades, porque por intereses de unos [caciques] mayores, [pueden] en un momento dado estar jalando a gente para que se conviertan en candidatos. Debido al trabajo comunal que se hace, a veces le llegan a uno ofrecimientos de algún partido, para ocupar algún escaño de alguno de los [estamentos] a elegir, ¡por alguna razón a mí, un partido me hace la propuesta! Nunca lo he aceptado, porque el partido que me hace la propuesta no va con los ideales que yo siempre he defendido. Pero hoy en día a la gente no le importan que si quien le hace la propuesta de ser candidato, tiene que ver algo con sus ideales o no, les interesa más, el figurar, el darse a conocer, el obtener un espacio de poder, sencillamente es eso.
Y en este escenario, se conforman “pirámides electorales”, es decir, estructuras en las que los líderes de los barrios obtienen votos para los candidatos locales, éstos a su vez “jalonan” votos a otros candidatos (que aspiran a corporaciones regionales o nacionales) y ellos tratan de canalizar dichos sufragios hacia sus jefes políticos.
Marco Tulio (líder comunal): puede haber un diputado que necesite conseguir cierto número de votos en un municipio, entonces sabe que hay una persona que ha hecho un trabajo, sea en lo social, sea en lo político, en un territorio, y que ese personaje puede poner 100 votos entonces [el diputado] lo mete de candidato, con tal de jalar esos 100 votos. No le interesa si la persona que está poniendo salga elegida o no, sino jalar los votos; y ahí es donde nos resulta tantos candidatos (…) lo que le interesan son los votos, y a veces en ese juego, resultan elegidas personas, que no tienen ni una posición política, ni un conocimiento de lo público.
Esta estructura informal de la dinámica electoral regional y nacional, supone una lógica de doble vía: hacia “arriba” se canalizan votos, hacia “abajo” favores de diverso tipo. Pero esta lógica implica otra dinámica: el doble papel de los elegidos a las corporaciones públicas, pues de una parte, gestionan los proyectos de acuerdo o las ordenanzas o las leyes (según el caso), en los que se pone en juego el destino de los territorios, mientras que, de otro lado, deben atender a las solicitudes de las comunidades, como el apoyo en la formulación de proyectos, la gestión de recomendaciones para favorecer hojas de vida (apoyo en la búsqueda de empleo), el apoyo para el acceso a servicios públicos, etc.
Jairo Forero (Diputado a la Asamblea del Tolima): Y no es que yo busque la U, pero esta es una nueva fuerza política nacional que podría representar una opción y alguien me contactó con uno de los representantes del partido, el doctor Jaime Yepes, del cual tengo una buena imagen, entonces me vinculé al partido de la U […] Yo me iba a los municipio a buscar los concejales y a la gente de Telecom, yo tenía una listado de la familia Telecom, más de 1.500 pensionados, y mi fortaleza era llegar con dos o tres, y que ese me llevara a otro y a otro, y al final del día se ve el resultado […] y lo que yo he hecho en la vida me permitió llegar por el parido de la U a la asamblea del Tolima con 7.532 votos. Me siento cómodo en la familia política del doctor Jaime Yepes, porque es un hombre no tan enmermelado, no tan untado, es un hombre que trabaja ayudándole a la gente, haciendo gestión, ¿y gestión que es? El presupuesto nacional ahí está, repartido entre los ministerios y lo institutos, si no vamos los tolimenses por ellos, si no participamos en las convocatorias no logramos los recursos que necesitamos[…] entonces a uno le rinde si hace la gestión, si hace el presupuesto, si va a los ministerios y le ayuda a los municipios, y Jaime es experto en eso […]
Como se puede leer, en este testimonio, la dinámica “piramidal” se vincula a la lógica de la gestión de recursos: votos y favores se intercambian a través de estas redes clientelares.
Jairo Forero (Diputado a la Asamblea del Tolima): entonces ellos [sus amigos, sus electores] quieren que uno hable por ellos, yo tengo una vocación de servicio, a gestionar por la gente, a vivir por la gente.
Así que, concejales, diputados, representantes y senadores, se mueven en dos tipos de escenarios, los que corresponden a su actividad política formal y los que corresponden a las dinámicas electorales e informales. Ahora bien, este panorama no es desconocido, se conocen diversos análisis que operan sobre ejes descriptivos similares. Lo que aquí se pretende, apunta hacia la relevancia de discutir estos fenómenos desde una lectura biopolítica que enfatiza en la gestión de la subjetividad y apunta hacia la constitución de la sociedad de la deuda: se trata de comprender este tipo de gestión política, como un elemento que se reconfigura bajo la lógica de la gestión de sí en el marco de la lógica mercantil. Pero antes de adelantar esta discusión, se requiere puntualizar varios elementos: lo que hemos denominado “monetarización” del clientelismo y el tema del padrinazgo político.
Entrevistador: ¿Y usted cree que sin el apoyo de la trayectoria del señor Yepes usted habría alcanzado esa votación, o esa votación venía con usted?
Jairo Forero (Diputado a la Asamblea el Tolima): Por las cifras que se conocen, habría podido llegar solo; pero él fue el hombre que me dio la mano, que lo he conocido internamente […] nunca ha estado metido en escándalos tiene participación del gobierno como tal [….], si uno se va por un gobierno, debe tener parte en el gobierno, las empresas que de alguna manera tienen amigos allá, eso sirve a la causa, eso no se puede negar, es para ayudar a la gente.Si uno es parlamentario y va a ayudar a los tolimenses, seguramente las tolimenses van a trabajar con el gobierno, uno tiene que ayudar a la gente de la región. Yo pienso que los parlamentarios o uno como corporado, cumple dos papeles [uno] a nivel profesional, [y otro] atender la gente, ayudar a la gente.Le pongo un ejemplo, Juan Mario Laserna fue un muy buen parlamentario, y fue catalogado por la Revista Portafolio entre los cinco mejores, pero lastimosamente fue uno de los primeros que se quemó, con menos de 20.000 votos 9, y para mí es un excelente parlamentario, pero ¿qué paso con los tolimenses?, ¡necesitamos maquinaria para elegirlos!
En esta descripción, el doble papel del “corporado”, va de la mano con lo que denomina como “maquinaria”, del apoyo de grupos políticos que son capaces de “mover” los votos, de hacer funcionar las redes de favores.
Jairo Forero (Diputado a la Asamblea el Tolima):[¿Qué le pasó?] Esa es una buena pregunta, le faltó maquinaria, pero sobre todo,él no correspondió al favor, a la ayuda, al empuje del acompañamiento por la gente, [porque] a la gente le gusta que la acompañen: que se haga una gestión en el IMPEC, que se haga un traslado con la policía, que la cirugía, que la beca, esas cosas no pueden dejarse de lado; es como encerraros nosotros aquí, y no ponerle cuidado a la gente. El protagonismo que uno puede aportar, la seriedad en la investigación, la [discusión] con todos esos secretarios del despacho, el control político que se hace al gobernador, apoyando a un gobernante […]
Pero debe decirse que en Colombia, las relaciones clientelistas cuentan con una larga historia. Sin ir muy lejos, varios autores discuten el papel que jugó el denominado Frente Nacional en la consolidación de este tipo de gestión política. Este Frente, se constituyó en un Pacto entre el Partido Liberal y el Conservador para alternarse en la Presidencia de la República por cuatro períodos. Este “pacto” entre las élites de los partidos políticos contribuyó a superar la violencia interpartidista que arrasó con el campo en el país en los años 1940 y 1950, sin embargo, las “bases” políticas que sufrieron esa violencia constituyendo guerrillas para proteger sus vidas, quedaron excluidas de esta participación en el control del Estado. Al mismo tiempo, la competencia electoral (reducida a la competencia por las curules en el Congreso), se transformó en lucha intrapartidista: al estar garantizada la alternancia en la presidencia, el ascenso en el interior del partido se constituyó en una garantía para acceder a cargos públicos, lo que a su vez contribuyó al desdibujamiento de las fronteras entre los partidos (Ver Sánchez, 1989; Alape, 1989; Silva, 1989; y Holguín, 2006).
La combinación de estos factores (pacto entre élites, lucha intrapartidista y desdibujamiento de la lucha entre estos partidos) tuvo un doble efecto: de un lado, dificultó la modernización política10 y mantuvo al clientelismo como vínculo político clave, de otro lado, contribuyó a “cerrar” las puertas a otros movimientos políticos, algunos de ellos motivados por la necesidad de romper con este tipo de gestión bipartidista de los asuntos públicos. En este sentido, la experiencia de la Alianza Nacional Popular –ANAPO- es ilustrativa: Gustavo Rojas Pinilla se enfrentó a Misael Pastrana Borrero (candidato por el Frente Nacional) por la presidencia en 1970. Éste último gana las elecciones, sin embargo, se presentaron serias denuncias de fraude, denuncias que finalmente no prosperaron. En 1974, el ala socialista de la ANAPO, constituye el Movimiento 19 de Abril –M19-, propuesta que termina constituyéndose en una guerrilla. Esta firma un acuerdo de Paz en 1990 y se convierte en un actor protagónico de la formulación de la Constitución de 1991, Carta Política que abrió las puertas al multipartidismo que se ha vivido en el país desde entonces. Tanto la Constitución de 1991, como la reforma política de 2003, han intentado generar un marco institucional que contribuya a modernizar la política colombiana, en el sentido de formalizar las relaciones entre electores y elegidos, disminuir la corrupción y lograr una gestión pública más eficiente, eficaz y equitativa (Ver Sánchez, 1989)
Puede decirse que los ecos de esta despolitización del Frente Nacional, se escuchan hoy a través los partidos existentes. Muchos de estos se han originado de los partidos tradicionales (Liberal y Conservador): La U y Cambio Radical han sido aliados de los gobiernos de turno, y competidores en el terreno de las elecciones al Congreso, pero sus orígenes se pueden rastrear en el liberalismo. Sin embargo, su nacimiento se debe al papel que ha jugado la figura de Álvaro Uribe Vélez en la rearticulación del conjunto de reglas de la competencia electoral.
Ahora bien, es posible leer la apatía política desde la ciudadanía de la desconfianza, que apunta hacia la personalización y el populismo (como el que se ha venido configurando desde Álvaro Uribe Vélez 11), sin embargo el clientelismo no sólo ha jugado como el telón de fondo sobre el cual se desarrolla el drama global. Por ahora, vale la pena retomar el hilo de las transformaciones del Estado y de las relaciones de poder, para volver a la cuestión de la monetarización del clientelismo, esto es, al mayor uso del dinero a través de las redes clientelares.
Sin embargo, el clientelismo…
El contrapunto a todo este complejo proceso de separación entre política y poder, de des-ideologización, des-corporalización, gubernamentalización, poder pastoral y sociedad de la deuda, lo ofrece la lógica regional clientelista. De un lado, los partidos han dejado de ser organizaciones políticas que compiten por la orientación del Estado y de la sociedad (aun cuando existen zonas de intensa disputa, como la de las negociaciones de paz con las FARC), para constituirse en equipos de trabajo que buscan controlar contratos y otros recursos públicos que consideran necesarios para su reproducción: pesan más las alianzas pragmáticas, que los compromisos ideológicos. De otro lado, una práctica tradicional de la política colombiana, el clientelismo, se reedita como mecanismo de gestión de recursos públicos para las comunidades: los líderes comunitarios y sociales, enfilan sus esfuerzos para establecer alianzas con políticos exitosos, “relacionándose” en lo que se ha denominado “clientelismo de mercado”, es decir, en una dinámica de selección del mejor postor12 .
Como hemos mencionado ya, el clientelismo se ha venido monetarizando, lo que hemos interpretado como un fenómeno que se suma a la sociedad de control contemporánea que hemos descrito a través de tres características claves: separación entre el poder y la política, la constitución de sujetos como empresarios de sí mismos y la sociedad de la deuda. La dinámica clientelar apunta de forma compleja en estas mismas direcciones, pues aleja a la política local de las decisiones estratégicas (como el manejo de la deuda, o el papel que juegan las regiones en el concierto global) y contribuye a profundizar la gestión individualizada de la vida, a la gestión de sí según la búsqueda de beneficios personales, de la política como un negocio de sujetos que compiten entre sí.
Vale la pena detenerse en algunos casos locales. Para el año 2014, los municipios del norte del Tolima representaron entre el 0.68% y el 2.2% del total de la votación a la Cámara de Representantes del Tolima. Así,Ambalema con 3158 votos, representó el 0.68% del total de votantes para este año, Honda con 10190, el 2,20% y Mariquita (Municipio que si presentó aumento) con 12741, el 2,76%. Sin embargo, dos Representantes electos obtuvieron una importante votación en Honda y Mariquita
Jaime Yepes y Edwuard Osorio obtuvieron una importante votación en Mariquita, lo que puede significar que este municipio puede efectuar cierta presión en la actividad de los dos Representantes a la Cámara, pues aportaron un importante caudal electoral. Sin embargo, diversas fuentes locales (quienes solicitaron no ser identificados) apuntan en otra dirección: “en cada pueblo hay unos gamonales que tienen supermercados, tiendas grandes, los que compran el ganado o el cultivo, entonces lo que realizan los políticos es hacer adelantos, fiar cultivos y así amarran la votación” (Líder político regional 1).
Las estrategias en general se presentan a partir de negociaciones con caciques y líderes de colectividades en el municipio, en los que, más que entrega de recursos económicos en efectivo, se ven representados en cargos adjudicados posteriormente a la fecha de posesión (Líder político regional 2). Sin embargo, varios de los líderes sociales y políticos entrevistados, mencionaron que en estas zonas se evidenció la compra de votos, incluso se afirmó queen Mariquita, se llegó a pagar $350.000 por apoyar a uno de los Representantes electos. En la dinámica clientelar el dinero se hace más importante, se monetariza.
Marco Tulio (Líder comunal):[Hace unos años] había unas debilidades en los servicios públicos de los municipios, muy grandes, pero un servicio que todo el mundo reclamaba y que era el más fácil de hacer llegar a todas partes, era la energía eléctrica; entonces a través de la campaña se conseguía la plata, para comprar los cinco postes que se necesitaban, el carreto de alambre, para que fueran y montaran la energía, y una vereda a la que le pusieran un transformador […] así la gente quedaba muy agradecida, y la cuota burocrática de las empresas se repartía, por ejemplo TELECOM fue muchos años del partido conservador, ENERTOLIMA -para la época se llamaba ELECTROLIMA-, lo manejaba el partido liberal, y habían puestos […]
Así que la existencia de una red de empresas públicas facilitaba los intercambios clientelistas, sin embargo la creciente privatización de éstas ha transformado el panorama:
Marco Tulio (Líder comunal): Yo recuerdo que estando e Telecom, para uno no era raro que lo llamara un dirigente político, a solicitarle que por favor atendiera a un municipio determinado […] entonces era más fácil, no era tanto el cuento del billete […] hoy en día la gente ya no pide tejas, hoy en día un municipio necesita un acueducto, estamos hablando es de millones […] Fíjense que la gente se sigue vendiendo barato, tan barato se venden, que aún lo hacen por sesenta mil pesos de Familias en Acción13 , y si usted les quita eso, esa gente deja de votar […] A la gente la compran es con eso, con minucias, con cosas pequeñas.
En este escenario los intercambios son cada vez más individualistas, es decir, dado que no se puede conseguir una solución barata a problemas colectivos, como el acceso a la energía eléctrica (tal y como ocurría unos años atrás), el control de programas de corte asistencialista y las ayudas individuales predominan. Sin embargo, estos recursos no son suficientes para obtener los votos requeridos por la intensa lucha electoral local.
Marco Tulio (Líder comunal): Pero se les han ido perdiendo cosas [como las empresas públicas en las que podían incidir, etc.], entonces tienen que jugar con otros elementos, por ejemplo para un político hoy en día en Ibagué[…] lo único que queda [para orecer puestos] es el IBAL, o la Alcaldía. Ya no queda de donde echar mano, porque todo lo vendieron, todo lo acabaron […] entonces ya no hay esta cuota burocrática que antes se tenía, ¿cómo maneja entonces el voto?, por eso será que se ofreciótanta plata en estas elecciones.
A partir de lo planteado hasta ahora, tenemos un panorama complejo: se monetariza e individualiza el clientelismo, lo que profundiza la distancia entre la política local y las decisiones estratégicas, esto es, los Representantes electos cada vez gestionan menos soluciones locales a necesidades colectivas y se concentran en canalizar los recursos que necesitan para mantenerse en el poder, de modo que la presión que ejercen hacia el gobierno nacional poco tienen que ver con la orientación de la sociedad, o con el papel que juega su región en la dinámica global, esto a pesar de que se multiplican las políticas públicas en pro de la gestión de las capacidades y las oportunidades, del capital humano, de la gestión de sujetos endeudados y emprendedores. Así que la construcción de alternativas dependerá de la capacidad de las comunidades, organizaciones, grupos, individuos, de deconstruir el modo como se les gestiona y de promover otro tipo de construcciones sociales, económicas y culturales de lo que son y del modo como quieren relacionarse con los demás.
Referencias bibliográficas
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2 Estas entrevistas se hacen fueron desarrolladas por John Jairo Uribe Sarmiento y Lilian Andrea Castro como continuación de dos investigaciones previas. Las investigaciones fueron “Concejo al Día” y “Gestión Social del Territorio” respectivamente. Concejo al Día analizó las estrategias de comunicación desplegadas por el Concejo Municipal, así como por los Concejales. En este contexto se estructuraron una serie de grupos focales para conversar en torno a la manera como los ciudadanos se relacionan con el Concejo, así como un conjunto de entrevistas para discutir con éstos su interacción con los ciudadanos. Además se analizó el modo como la prensa local informa (y construye noticias) sobre esta corporación. Gestión Social del Territorio, por su parte, analizó las dinámicas de construcción social del territorio para los municipios del norte del Tolima (Ambalema, Mariquita y Honda). Desde este proyecto se hizo un seguimiento a la dinámica electoral de la región. Todo este material se discutió a la luz de los resultados electorales de 2010 y 2014 para el Congreso de la República de Colombia. El análisis se condujo desde el Observatorio al Concejo de Ibagué, haciendo un seguimiento a la actividad de esta corporación por espacio de un año.
3 Para el caso colombiano, puede decirse que el proceso de descentralización se ha debilitado en la medida en la que desde Bogotá se definen lineamientos, se concentra la contratación y se recorta el presupuesto local.
4 Nos referimos a que las crisis financieras, la dificultad que han tenido los bancos para recuperar su deuda, ha sido asumida por los estados (quienes obtienen sus recursos de los ciudadanos). Si otrora el estado de bienestar procuraba “corregir” los desequilibrios del capital, hoy, los estados garantizan que toda la sociedad pague por los fracasos en la gestión de dicho capital, al punto de que estas crisis, se convierten en un buen negocio para muchos sectores financieros (Ver Lazzarato, 2013). Sobre este punto volveremos más adelante.
5 Se refiere a una medida macroeconómica que restringe la emisión de dinero por los Estados, que restringe esta alternativa para su financiación. Como alternativa, los Estados deben financiarse a través de deuda. De otro lado, es necesario destacar que la financiación de la seguridad social y de los seguros de desempleo, dependen cada vez más de la capacidad de endeudamiento de los Fondos (públicos o privados) y del ahorro individual. Como se ha planteado, esta multitud de procesos y sistemas de endeudamiento, requieren que el Estado actúe como garante de pago, al punto que puede inyectar recursos propios para cubrir las pérdidas del sector financiero, incluso cuando éstas se deban a sus propios errores (Ver Lazzarato, 2013)
6 Este tipo de expresiones se han expresado en talleres con líderes locales en la ciudad de Ibagué, con quienes se ha discutido la participación política y las estrategias electorales. Uno de estos talleres se desarrolló el pasado 20 de febrero de 2014 en el marco de la construcción de preguntas para un debate entre candidatos a la Cámara de Representantes por el Departamento del Tolima.
7 Vale decir que el clientelismo tradicional no ofrece esta posibilidad, de modo que el Patrón aparece como un benefactor que cuenta con una base clientelar más estable.
8 Este tipo de expresiones se han expresado en talleres con líderes locales en la ciudad de Ibagué, con quienes se ha discutido la participación política y las estrategias electorales. Uno de estos talleres se desarrolló el pasado 20 de febrero de 2014 en el marco de la construcción de preguntas para un debate entre candidatos a la Cámara de Representantes por el Departamento del Tolima.
9 En efecto, Juan Mario Laserna fue electo para el período 2010-2014, pero no logró mantener su curul en las elecciones del presente año.
10 Nos referimos a la idea de que la modernidad política supone la construcción colectiva de un proyecto social, lo que implica la participación activa de la ciudadanía.
11 El populismo se constituye en una práctica política que articula por lo menos tres elementos: la constitución de un enemigo (el imperialismo, la oligarquía, las FARC, etc.), el líder populista apela al pueblo, esto es, habla desde él, lo representa, incluso, lo encarna, y, finalmente, se presenta como una persona que proveniente de un origen humilde. (ver: Patriau, 2012)
12 Vale decir que el clientelismo tradicional no ofrece esta posibilidad, de modo que el Patrón aparece como un benefactor que cuenta con una base clientelar más estable.
13 Se trata de un subsidio que se entrega a familias pobres. Se trata de un programa asistencialista nacional que ha lubricado las redes clientelistas.
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