Adalys Gricell Palomo Alemán
Anabel González Blanco
Universidad de Ciencias Pedagógicas “José de la Luz y Caballero”
apalomoaleman@yahoo.comRESUMEN
El patrimonio se asocia a la evolución histórica de la humanidad, está directamente vinculado a la huella dejada por el hombre en el tiempo, de donde deriva su dimensión histórica. Ha sido una preocupación estatal velar por el cuidado y conservación del mismo, lo que se ha manifestado en Cuba, a través de diversas publicaciones, creación de instituciones y leyes que expresan la necesidad de contribuir con la preservación de la identidad social.
Palabras claves: patrimonio, historia, identidad social
ABSTRACT
The assets associated with the historical evolution of humanity, is directly linked to the mark left by the man in time, from which it derives its historical dimension. It was a state concern to ensure the care and preservation of the same, which is manifested in Cuba, through various publications, creation of institutions and laws expressing the need to contribute to the preservation of social identity.
Key words: heritage, history, social identity
Para citar este artículo puede uitlizar el siguiente formato:
Adalys Gricell Palomo Alemán y Anabel González Blanco (2015): “A propósito de la dimensión histórica del patrimonio y su proyección hacia el fortalecimiento de la identidad social”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (junio 2015). En línea: https://www.eumed.net/rev/caribe/2015/06/identidad-social.html
INTRODUCCIÓN
El estudio, la salvaguarda y la divulgación del legado histórico-cultural de la humanidad constituye en la actualidad uno de los retos más importantes que tienen ante sí las diferentes sociedades, en ello juegan un papel muy especial, los cientistas sociales. La mirada multidimensional que en la actualidad los investigadores y especialistas ofrecen al tema, revela puntos de coincidencia sobre la necesidad de un enfoque interdisciplinar para su estudio, sin embargo, un análisis de esta naturaleza resultaría altamente complejo, si no están explicados los aportes que cada disciplina en particular realiza acerca de la interpretación, cuidado y conservación del patrimonio.
El conocimiento e interpretación del patrimonio constituye la base para desarrollar actitudes favorables hacia su cuidado y conservación, proyectar la reflexión teórica desde la dimensión histórica del mismo puede ser punto de partida para ello, teniendo en cuenta que el patrimonio es anclaje de la memoria y esta a su vez es historia, precisamente acerca de ello tratan estas reflexiones, cuya pretensión es encontrar en el patrimonio histórico una vía para fortalecer los procesos identitarios de los pueblos.
Desarrollo
El vocablo patrimonio ha tenido en la historia variadas interpretaciones y diversos significados, sus orígenes se remontan a la antigüedad asociados a la lengua latina, derivado de pater, pai (padre), patrimonio era lo que pertenecía al padre; los bienes materiales que podían configurarse como herencia paterna. El término procede del latín “patrimonium, hacienda que una persona ha heredado de sus ascendentes” y ofrece como acepción actual “bienes propios adquiridos por cualquier título” , mientras que, de acuerdo a lo expresado por Krebs–Schmidt (1999), el concepto es una síntesis derivada del francés “patrimonie”, que pone el acento sobre aquello que se hereda de los antecesores, o sea, lo que han ido dejando las generaciones anteriores y del inglés “heritage”, término que enfatiza en lo que se transmite a los descendientes, a las generaciones futuras.
En la antigüedad, el concepto ya había alcanzado cierta difusión, se cimentó durante la Grecia Arcaica; se formalizó en la Roma Republicana; y se inscribe luego dentro del sistema legal y jurídico que rige hasta el presente muchas sociedades y culturas, Fujita (2005); pero esta noción… “se asociaba a la riqueza personal y las vías para su obtención incluían viajes de exploración, intercambios comerciales y la adquisición de botines de guerra (…)” Llull (2005:182). Una parte de estos objetos se convertía en símbolos para transmitir la cultura del conquistador, otra, era trasladada a los templos o palacios para la decoración o para su custodia en las cámaras de los tesoros. Al pasar de generación en generación, los objetos adquirieron un valor para las familias y aquellos alusivos a personajes y hechos históricos, alcanzaron cierta proyección pública como trofeos de guerra.
De acuerdo a los autores citados, fue durante el imperio romano, cuando se adoptaron las primeras medidas legales para proteger el patrimonio, sin embargo, el concepto mantuvo como rasgo esencial la vinculación con la herencia y el legado del pasado. En el Renacimiento, el coleccionismo de objetos se reorientó hacia su protección y se generalizó la adquisición de pinturas y esculturas; los monumentos del pasado, comienzan a ser considerados como testimonios de la historia… “esta capacidad de reflexión histórica fue quizá la mayor aportación del Renacimiento al concepto de patrimonio” Llull (2005: 186), se vislumbra en ello, un compromiso del hombre hacia el cuidado e interpretación del patrimonio, pero se mantuvo reducido a los vestigios de la cultura clásica.
Una ley aprobada en la Francia revolucionaria (1791), refleja la necesidad de inventariar y conservar los monumentos nacionales, teniendo en cuenta su importancia histórica, su belleza estética y su interés pedagógico, ello es quizás, la expresión más enfática de los esfuerzos realizados para la protección y difusión de la cultura en el período. Durante el siglo XIX, la difusión del patrimonio histórico se favorece con… “el desarrollo de las expediciones científicas, las primeras excavaciones arqueológicas (…), y el redescubrimiento de la Antigüedad a través de las corrientes neoclásicas y románticas…” Llull (2005: 11), aparejado a ello, surgieron sociedades y círculos académicos de naturaleza diversa (arqueológicas, museográficas) que generaron actividades para abrir los museos a un público más amplio.
En este contexto, la Historia del Arte resultó de gran alcance e impacto en el desarrollo del interés hacia el patrimonio, facilitó el estudio de los monumentos y las obras de arte del pasado, en sus aspectos estéticos, testimoniales, ideológicos y culturales, según González-Varas (2000), ello fue decisivo para la recuperación y valorización del patrimonio histórico, al facilitar la interpretación de los monumentos con una fuerte carga emocional y simbólica, a la vez que nacía a nivel de Estado la preocupación política por la difusión y la protección del patrimonio histórico-artístico.
El método positivista aportado por la filosofía comtiana (siglo XIX), abrió para la ciencia historia un horizonte diferente, el documento escrito se consolida como fuente auténtica para el estudio de los hechos y se realza el valor de los monumentos como expresión de una cultura de élite, expresión de la necesidad de la burguesía de consolidar el estado-nación y, en ese proceso… “acomete la manipulación de la historia (…) y la noción de patrimonio, (…) viene a ser un instrumento más en esa búsqueda de identidad nacional” Casado (2009: 2), en ello resalta, el valor otorgado a los museos que pasaron a atesorar la riqueza patrimonial de una nación y adquirieron una proyección social que, si bien, no involucraba a un público numeroso, sentaba pautas para lograr a largo plazo una mayor implicación de la sociedad hacia el patrimonio.
La evolución del concepto patrimonio y su relación con lo histórico hasta finales del siglo XIX se distingue por la necesidad de preservar el legado de las generaciones pasadas, fundamentada en una historia como pasado y vinculada a la herencia que debe transmitirse de generación en generación; la consolidación de los museos como instituciones encargadas de cuidar y conservar los objetos y obras de interés para la cultura; el valor alcanzado por los monumentos, cuyo cuidado y protección respondió no sólo a unos valores artísticos, sino también históricos y el reflejo en el patrimonio del carácter elitista de la cultura que limitó el disfrute de los exponentes del museo a una pequeña minoría. Con independencia de las limitaciones señaladas, estos elementos sentaron las bases para proyectar una relación más amplia de la sociedad con su patrimonio.
Un nuevo panorama interpretativo para el vínculo del patrimonio con la historia se gestó a inicios del siglo XX, influenciado por la apertura de la ciencia histórica al resto de las ciencias sociales. Los objetos patrimoniales de interés para el Arte, la Arqueología, la Museografía, la Numismática, si bien representan otras dimensiones del patrimonio, al ser connotados como fuentes para los estudios históricos, son portadores de información que sirve para explicar e interpretar la realidad histórico-social a ellos vinculada y se convierten de hecho en un valor agregado al concepto de patrimonio histórico. Resalta en la época, la proyección de los museos hacia un público mayoritario, lo que permitió enriquecer el acervo cultural del hombre y despertar sentimientos de compromiso y responsabilidad con la historia precedente.
La centuria pasada, sin embargo, estuvo marcada por una política guerrerista de las naciones desarrolladas, así la Primera Guerra Mundial trajo consecuencias desfavorables para la conservación del patrimonio histórico, pero las mayores secuelas quedaron al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la generalidad de los autores consultados coinciden en el alto grado de destrucción y saqueo que alcanzó el patrimonio artístico al término de la misma, situación que provocó la apertura de convocatorias a los más amplios sectores sociales, dada la urgente necesidad de su reconstrucción, al respecto Arjona, (1986: 11) afirma que… “el saldo de destrucción y de muerte dejado por la conflagración estampó en las pupilas de los sobrevivientes la dramática realidad de un desdibujado paisaje en el que no se conocían, y por el que comenzaron a transitar con torpeza en busca de la razón de su ser perdida entre las ruinas. Es por eso que no es hasta finalizada la (…) Guerra (…) que el hombre asume una verdadera conciencia sobre los valores del patrimonio cultural como imagen de identidad”.
La historiografía de la segundad mitad del siglo, enfatizó la necesidad de abrir los estudios históricos al resto de las ciencias sociales, se priorizaron temas más cercanos a la cotidianidad, resultado de la necesidad de revitalizar las raíces y tradiciones de las generaciones antecesoras, de preservar la memoria histórica, de significar el papel del sujeto en la historia y, sobre todo, de fortalecer la identidad para encontrar respuestas acertadas a los problemas latentes en un mundo abatido por dos guerras mundiales y marcado por una política injerencista hacia los países menos desarrollados.
En el contexto descrito, el concepto de patrimonio histórico supera la idea del monumento del pasado como obra de arte, para referirse a todo el conjunto de bienes directamente vinculados a la actividad del hombre, este aspecto, que como se explicó anteriormente, también se convirtió en esencia de los estudios históricos de la época, refleja de un modo más completo el tratamiento a la huella de las civilizaciones humanas. El cambio operado, proviene en gran medida de… “los colectivos ciudadanos, profesionales y políticos cercanos al urbanismo y conocedores de la realidad y graves problemas que estaban surgiendo en los centros históricos de las principales ciudades”, Casado (2009: 5), en ello prevalece la tendencia de integrar el patrimonio a las demás estrategias encaminadas al bienestar social y cultural.
La situación descrita influye en la diversificación del concepto de patrimonio, en las últimas décadas del pasado siglo y los primeros años del presente, aparecen nuevos significados y usos del término fortalecidos por los cambios sociales y culturales que permiten al bien patrimonial perder o adquirir valor, la literatura destaca como un rasgo que lo distingue el valor social que alcanzan determinados paisajes naturales, objetos materiales (edificaciones, armas, instrumentos de trabajo) y obras espirituales (pinturas, poesías, obras literarias y musicales, esculturas), en la medida en que de forma global, o sencillamente un elemento o algunos de sus elementos constitutivos, adquieren significación para una comunidad.
Una definición próxima a la dimensión histórica del patrimonio es ofrecida en un documento emitido por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) a través de la Organización Internacional para la Conservación de Monumentos y Sitios (ICOMOS, 1999: 2) cuando se afirma que el mismo, “registra y expresa procesos largos de la evolución histórica, constituyendo la esencia de muy diversas entidades nacionales, regionales, locales, indígenas y gran parte de la vida moderna”.
El interés creciente por el estudio del patrimonio, por su cuidado y conservación ha generado en el plano académico contemporáneo una amplia discusión, algunos autores lo denominan patrimonio cultural Ruíz (1997), Estepa y Cuenca, (2006), o Patrimonio Histórico-Artístico-Cultural Álvarez (1992), otros como C. Córdova (1999), Fujita (2005) y Luengo (2011) sólo se refieren al patrimonio, y todos reconocen en su esencia la relación con la huella dejada por el hombre en el tiempo, así como, su vínculo con la identidad y su alcance para establecer una relación entre el pasado y el presente histórico, dada la necesidad de su cuidado y conservación.
Cuenca (2004:6), considera el patrimonio como… ”el conjunto de (…) elementos que, por razón geohistórica (desde su concepción más abierta), estética y, en ocasiones, de excepcionalidad, se convierten en símbolos que configuran los referentes identitarios de las estructuras sociales, en función a unos valores mayoritariamente asumidos y legitimados por ellas, representando los aspectos culturales relevantes del pasado y del presente, articulándose, de esta forma, como fuentes básicas para el conocimiento social, a través de su interpretación desde una perspectiva holística”. Aquí, se incorpora el aspecto geo histórico que posibilita el estudio y contextualización del patrimonio en tiempo y en espacio, el carácter simbólico de los bienes patrimoniales que fundamentan el sistema de valores de una colectividad y del individuo y, su condición de fuente para el conocimiento social desde una perspectiva holística.
El estudio realizado revela que durante el siglo XX los estudios históricos y patrimoniales, tienden a aproximarse, dada la necesidad de preservar la memoria de los pueblos, enfatizar el papel de los sujetos sociales en la transformación de la sociedad y fortalecer la identidad bajo el concepto de que patrimonio, no es sólo el legado cultural del pasado, sino la transformación de este en el presente con la mirada puesta en el futuro de la humanidad. El análisis del patrimonio y su conceptualización constata su vínculo directo con la huella dejada por el hombre en el tiempo, de ahí deriva su dimensión histórica, destacándose, entre otros, los aspectos siguientes:
El patrimonio histórico en Cuba: aproximación a su evolución histórica.
El interés por estudiar y conservar la memoria de los antepasados aborígenes en Cuba, se asocia a la arqueología y se remonta a la segunda mitad del siglo XIX, Hernández (2011) refiere la creación de sociedades científicas como la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana (1861), que financió varias expediciones al oriente del país y la Sociedad Antropológica de la Isla de Cuba (SAC) (1879) que, contó con un museo donde se mostraban antigüedades indianas, en estos proyectos destaca, el papel jugado por varios intelectuales como Felipe Poey (1799-1891), Antonio Bachiller y Morales (1812-1899) y Carlos de la Torre y Huerta (1858-1950), Juan Antonio Cosculluela (1864-1950), Mark. R. Harrington (1882-1971) y Fernando Ortiz (1881-1968). Dichos esfuerzos, sin embargo, fueron a título personal, por lo que no se puede hablar de protección oficial al patrimonio.
La profesionalización de la actividad científica en el plano internacional en las dos primeras décadas del siglo XX, tendría su influencia en Cuba; pero, fue a partir de la década del 30, que en el país se realizaron los mayores esfuerzos para lograr la preservación y restauración del patrimonio, actividad dirigida a rescatar los espacios vinculados a ello; el promotor de la idea fue el historiador, etnólogo, periodista y patriota cubano Emilio Roig de Leuchsenring, designado como historiador de La Habana (julio de 1935). Propuso y creó el Museo de la Ciudad y ejerció una notable influencia para aglutinar a los intelectuales de todas las tendencias en pro del rescate de la historia y los valores nacionales, contra el colonialismo y el imperialismo, para lo cual desarrolló un estudio científico de la Historia de Cuba.
El saqueo de las piezas arqueológicas en Cuba, fue una actividad practicada desde el siglo XIX, extendida con la intervención norteamericana, dicha práctica encontró una enérgica respuesta en el destacado arqueólogo e historiador holguinero José García Castañeda, quien en el año 1941, se opuso mediante la renuncia a su cargo como Delegado de la Junta Nacional de Arqueología, a la autorización otorgada por el gobierno para que un científico norteamericano saqueara el patrimonio arqueológico de Banes, llevando a su país valiosas piezas representativas de la historia cubana, actitud en la que se expresa una identificación con la salvaguarda del patrimonio histórico-arqueológico, Hernández (2011).
La creación de la Oficina del Historiador de La Habana, influyó en la difusión de los mejores valores de la historia y la cultura cubana, a través de la publicación de libros y revistas sobre historia habanera y de las luchas cubanas por su independencia, el homenaje permanente a cubanos y extranjeros ilustres, la regulación de los nombres de las calles de La Habana, el reconocimiento de sitios de interés y valor histórico, el rescate de la casa natal de José Martí, la recuperación de tradiciones como los carnavales y las comparsas, estas instituciones y eventos… “se convirtieron en caballos de batalla contra la desidia y el abandono oficial de la cultura y devinieron generadoras de una genuina difusión cultural e ilustración de las personas, al tiempo que apoyaron la protección del patrimonio histórico” Alfonso (2013: 3).
La lucha para salvaguardar la historia, preservar el patrimonio y rescatar la identidad cultural en la Cuba republicana fue ardua, se conservaron y restauraron lugares y monumentos de alto valor patrimonial (el convento de Santo Domingo, la primera sede la Universidad de La Habana y la Iglesia y Hospital de San Francisco de Paula), edificios que no pudieron ser recuperados totalmente, pero se evitó la pérdida irreversible que para la historia y la memoria de la ciudad, tendría la demolición de este patrimonio construido.
La labor descrita hasta aquí, fue determinante para lograr que en la Constitución aprobada en 1940, se redactaran y aprobaran los artículos 58 referido a que “El Estado regulará por medio de la ley la conservación del tesoro cultural de la nación, su riqueza artística e histórica así como también protegerá especialmente los monumentos nacionales y lugares notables por su belleza natural, o por su reconocido valor artístico o histórico” y el 59 que establecía la creación de un Consejo Nacional de Educación y Cultura encargado de fomentar, orientar e inspeccionar las actividades educativas, científicas y artísticas de la nación para tales fines, medida que si bien, no fue definitiva para la protección y conservación del patrimonio, significó un paso de avance importante para el país, al reconocer legalmente dicha necesidad.
En el estudio realizado, destacan como aspectos de interés que en las primeras décadas del siglo XX, la necesidad de salvaguardar el patrimonio, aparece asociada en un primer momento al rescate y conservación de los restos arqueológicos de las sociedades aborígenes cubanas, así como, a la conservación de los vestigios coloniales, cuya actividad fue centrada fundamentalmente por la Sociedad Cubana de Arqueología (1937); por otra parte, es significativa la labor desplegada especialmente por Emilio Roig de Leuchsenring, quien en su condición de historiador de La Habana y con el apoyo de otros intelectuales, desarrolló una ardua labor para proteger y conservar el patrimonio material e inmaterial conocido hasta entonces. Ambos aspectos fueron claves para que de manera oficial se reconociera constitucionalmente la salvaguarda del patrimonio histórico, artístico y natural.
Con el triunfo revolucionario del 1 de Enero de 1959, el patrimonio pasa a ser una tarea de todos; la Oficina del Historiador fue reconocida por el Gobierno Revolucionario y apoyada en su misión de salvaguarda del patrimonio nacional, histórico y artístico. Uno de los trabajos acometidos de inmediato fue… “la restauración del Palacio como sede del Museo de La Ciudad (un viejo anhelo del Dr. Roig, [fallecido en 1964*]) Alfonso (2013: 19), entidad que aglutinaría todo lo relativo a la historia de La Habana e inclusive de la Nación. En tal sentido, se desarrollaron diferentes actividades, en las que también sería implicada la generalidad de la población, expresión genuina de ello fue la participación popular en la recuperación de los museos que existían y en el rescate de las mayores colecciones de arte cubano y universal, en esta última, fue importante la contribución realizada por algunos coleccionistas.
Con la designación en 1968 de Eusebio Leal como Director del Museo de la Ciudad y de la Oficina del Historiador, se le dio continuidad a la labor desarrollada por Leuchsenring y se abre una nueva etapa en lo concerniente al rescate, protección y conservación del patrimonio, resalta en el período, el trabajo realizado durante la década del setenta… “la compilación de documentos y colecciones, la preparación de fondos documentales y la localización y selección de testigos históricos de La Habana. Paralelamente (1976-78), la Dirección del Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura llevó adelante una ardua labor en la redacción de legislaciones para la protección del patrimonio en todos sus aspectos”. Alfonso (2013: 20)
La aprobación de la Constitución de la República (1976), oficializa la labor que venía realizándose en relación con el cuidado y conservación del patrimonio, en su artículo 39, inciso (h), recoge lo siguiente: “El Estado defiende la identidad de la cultura cubana y vela por la conservación del patrimonio cultural y la riqueza artística e histórica de la nación...”, se aprecia aquí un reconocimiento a lo histórico-artístico y al vínculo del patrimonio con la defensa de la identidad cultural. Dichas consideraciones se explicitan en otros decretos y leyes afines como: la Ley No. 2 de los Monumentos Nacionales y Locales (Agosto, 1977); el Decreto No. 55 sobre el Reglamento para la Ejecución de la Ley de los Monumentos Nacionales y Locales (Noviembre, 1979); la Ley 23 de la creación de los Museos (Mayo, 1979); el Decreto No. 118 sobre el reglamento para la ejecución de la ley de protección al patrimonio (Septiembre, 1983), este último, por su importancia y el vínculo con el patrimonio histórico, merece una significación en estas reflexiones.
En el artículo I del Decreto No. 118 (1983: 2) se expresa: “El Patrimonio Cultural de la Nación está integrado por aquellos bienes, muebles e inmuebles, que son la expresión o el testimonio de la creación humana o de la evolución de la naturaleza y que tienen especial relevancia en relación con la arqueología, la prehistoria, la historia, la literatura, la educación, el arte, la ciencia y la cultura en general…”, entre ellos se destacan los documentos y demás bienes relacionados con la historia, el producto de las excavaciones y descubrimientos arqueológicos; los elementos provenientes de la desmembración de monumentos artísticos o históricos y de los lugares arqueológicos; los manuscritos raros, incunables y otros libros, documentos y publicaciones de interés especial, los archivos, incluidos los fotográficos, fonográficos y cinematográficos; todo centro histórico urbano, construcción o sitio que merezca ser conservado por su significación cultural, histórica o social.
Respondiendo a estas exigencias en el ámbito académico nacional se han realizado estudios del tema desde las ciencias histórica, artística, antropológica, museográfica y arqueológica, destacan en este empeño Arjona (1986) quien se adscribe al concepto de patrimonio cultural, el que define como… “aquellos bienes que son la expresión o el testimonio de la creación humana o de la evolución de la naturaleza…”, en este caso, la aproximación a una conceptualización del patrimonio histórico llega a partir de la relevancia que adquieren dichos bienes en su relación con diferentes ciencias sociales, pero el término no se define con exactitud.
Zamora y Blanco (2008) tratan el tema a partir de una propuesta museográfica para el Castillo de San Pedro de la Roca situado en Santiago de Cuba, pero solo resaltan los valores artísticos del inmueble, sin llegar a precisar su valor para los estudios históricos. En la historiografía local holguinera son destacan los estudios de Sintes (2008) y Miranda (2010), autoras que se afilian al concepto de patrimonio cultural y significan como parte de este el patrimonio artístico e histórico, pero no precisan una definición sobre el mismo.
Son varios los trabajos de investigadores franceses que analizan el patrimonio cultural cubano y su vínculo con el Caribe después de 1959, Lamore (2003), Lucién (2007), Argaillot (2012), en general se adscriben al concepto de patrimonio histórico y cultural, aunque no aparece una definición exacta sobre el mismo.
La consulta de los autores que tratan el tema relacionado con el rescate, la protección y conservación del patrimonio en Cuba, así como del marco legal establecido para ello, permite reconocer el significado otorgado a dicha temática desde que se incorpora como parte del acervo cultural cubano en la lucha por la defensa de la historia y la identidad. Estos análisis connotan la importancia del patrimonio histórico, de ello se significan los siguientes aspectos:
El patrimonio y su dimensión histórica: reflexiones finales
La dimensión histórica del patrimonio ha de ser analizada en su condición de huella identificadora de una sociedad, que permite conocer e interpretar el pasado histórico desde el presente y en tal sentido, adquiere un significado y tiene una función particularmente importante como portador de la cultura histórica de una comunidad, y en tanto posee cierto grado de simbolismo y significatividad social, ejerce una influencia ideológica en los sujetos de manera individual e impacta positivamente la idea integradora de lo nacional y lo local. Es por ello, que para el análisis de dicha dimensión es necesario considerar la actitud que el hombre asume hacia esos bienes del pasado, la cual debe superar el simple concepto de herencia y/o legado, tan difundido en la literatura que aborda el término, para proyectarse hacia el patrimonio, como expresión de los logros y posibilidades del hombre como ser humano, idea que cobra vida en los marcos de una Historia Social, que amplía el diapasón de fuentes de los estudios históricos al propiciar la relación de esta ciencia con el resto de las ciencias sociales y exalta la necesidad del vínculo pasado-presente-futuro en la interpretación de los hechos y procesos de la realidad histórico-social, visto así, el patrimonio histórico del pasado podría sustentar el patrimonio del presente y salvaguardarlo para las generaciones futuras.
Considerando la esencia del concepto de historia aportado por Marc Bloch (1978), quien afirma que… “la historia es la ciencia de los hombres en el tiempo” y de acuerdo a lo que asevera Engels en su carta a Bloch (….), se puede afirmar que el hombre al desplegar actividades de naturaleza diversa, transforma la sociedad, es en ese proceso de transformación social donde se distinguen los aportes individuales y colectivos de una generación, cuyas expresiones más acabadas, pasan a formar parte de la memoria histórica de los pueblos, distinguiendo su cultura, su folclor y su historia. Pudiera afirmarse entonces, que el resultado de la actividad material y espiritual del hombre, es parte de la historia de una localidad, región o país; sin embargo, lo que diferencia estos aportes en cuanto objetos del patrimonio, es una cualidad compartida aparte de su naturaleza o de su tipología formal, y es que todo bien patrimonial, es un elemento singular y genuino de la identidad de una comunidad, y en tal sentido es expresión de su historia y su cultura.
Desde las perspectivas antes mencionadas, la dimensión histórica del patrimonio, connota como fuentes del conocimiento histórico aquellos objetos, lugares y obras artísticas y arquitectónicas vinculadas al desarrollo de los hechos y procesos históricos, así como a la actuación de las personalidades y del hombre en la historia, en ese sentido se relaciona con otras disciplinas como la Historia del Arte, la Arqueología, la Etnología, la Museística o las Ciencias de la Documentación, entre otras, problemática cuyo estudio exige un enfoque interdisciplinar, que puede y debe ser tratado en próximas reflexiones acerca del tema. A partir de estas consideraciones se define el patrimonio histórico como: las huellas histórico-culturales dejadas por el hombre (materiales y espirituales), que tienen un carácter auténtico, representativo y excepcional al ser reconocidas por la sociedad de forma colectiva e individual como configuradoras de una identidad que se transmite a las generaciones presentes y futuras, y como tal pueden incentivar un conocimiento más profundo acerca de los hechos y procesos de la realidad histórico-social, fortalecer la identidad individual y social de los ciudadanos.
A modo de conclusiones
En la contemporaneidad la acepción más empleada del concepto es patrimonio cultural, reconocida por la UNESCO y aceptada por la comunidad internacional. Los estudiosos del tema reconocen en el tratamiento ofrecido al concepto diferentes dimensiones a saber: patrimonio artístico, literario, musical, arqueológico, natural e histórico entre otras.
La dimensión histórica del patrimonio connota la huella dejada por el hombre en el tiempo y como tal es anclaje de la memoria, porque todos los sujetos generan objetos que
pueden ser susceptibles de convertirse en patrimonio, a la vez que devienen fuentes para el estudio de la historia de las sociedades y que al ser reconocidos por una comunidad como elemento relevante su pasado, de su historia y de su cultura, adquieren un valor para el fortalecimiento de la identidad individual y social.
Bibliografía
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