ENTREVISTA A ROBERT THE. PROVOCADOR DE LECTORES

Manuel Octavio Nava Salas
Hortensia Mínguez García

Universidad Autónoma de Ciudad Juárez


Resumen
Este texto es el resultado de varias comunicaciones mantenidas con el artista Robert The durante el mes de abril de 2014. Ideada y ejecutada por Octavio Nava bajo la dirección de Hortensia Mínguez, la presente entrevista constituye un acercamiento a uno de los artistas más consagrados a nivel internacional en torno al género artístico del Libro de Artista o Libro-Arte, y cómo a través del manejo de la retórica visual, induce al lector a releer libros usados con nuevos juicios de valor.

Palabras clave: Robert The, entrevista, libro de artista, libros reciclados, poesía visual.

Abstract
This text is the result of several communications with the artist Robert The during the month of April 2014. Conceived and executed by Octavio Nava under the direction of Hortensia Minguez, this interview is an approach to one of the most celebrated artists to internationally about the artistic genre Artist’ book or Book-Art, and how through the management of visual rhetoric, induces the reader to reread the secondhand books with new judgments.

Abstract: Robert The, interview, artist’s book, recycled artist’s book, visual poetry.

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Sobre Robert The

            Robert The (1961), filósofo y matemático nacido en California, actualmente labora en New York desarrollando sus libros de artista desde 1991. Este artista interviene al año decenas de libros de segunda mano, manipulándolos de manera diferente con sierras eléctricas hasta transformarlos en verdaderas piezas de arte, en poesía visual.

            Robert The selecciona cada libro a conciencia para adecuarlo lúdicamente a un juego de palabras, donde el título o tema del libro es ironizando por medio de una conceptualización irruptoria. Así, discurre en un posible futuro de los libros en físico y va generando un uso creativo en ellos que, en desuso o no, van desprendiéndose de la abundancia de las letras.

            Esta inclinación poética tiene su porqué. Elizabeth Wadell menciona sobre Robert The que, su intención nunca fue la de ser un artista. Cuando era estudiante de Filosofía y Matemáticas en la Universidad de Madison en Wisconsin, siempre estuvo interesado en la lógica y en el lenguaje, buscando los “cimientos de los significados y la verdad”. 1 Ad hoc con esta idea, se pudiera decir que, sus piezas continúan esa búsqueda; donde los libros son recortados en forma de pistola2   (fig. 1) o de insecto (fig. 2 a 4), los diccionarios en nudos de horca, la Biblia en una granada, y las enciclopedias en objetos erosionados, en escobas.

            Así, en cada una de estas piezas, Robert analiza minuciosamente el título y el contenido del libro elegido, para hacerlos resonar con mayor fuerza a través de una transformación formal en donde lo objetual pasa a replantear el significado global de la obra literaria en nuestro presente. De esta forma, metáforas, metonimias y otras serie de tropos, son recurrentes en su quehacer artístico, en cuanto que a través de ellos Robert The consigue hablar por medio de la imagen literaria y reconducir al lector-espectador al ejercicio del “seeing as”, es decir, a redescubrir al libro “viéndolo como” otra cosa; a releerlo más allá de lo obvio o alusivo a una historia u alegoría predeterminada. Y así, a cada libro que recicla y transfigura, le confiere un alto valor heurístico, el de permitir al lector descubrir en su imaginación algo nuevo, una idea, un nuevo posicionamiento ante lo que ve.

            De esta forma, cada metáfora visual ideada por Robert The, concluye siendo un puente de indagación y crítica al mundo del Arte actual así como a los medios de comunicación y los mecanismos que regulan la cultura bajo directrices totalizantes, elitistas o sesgadas. Una provocación, una invitación a releer el mundo que nos rodea más allá de la cultura del espectáculo o como diría Román Gubern “la cultura del Ketchup 3 y a desarrollar en nosotros, la capacidad de generar nuevos posicionamientos y juicios de valor ante lo dado, lo rutinario, lo aparente o simplemente, en generar una doble lectura de libros que el autor creía conveniente rescatar para ofrecer al lector una segunda oportunidad en donde la forma de un libro, puede reforzar, negar o ironizar al mensaje implícito de una obra literaria. En 1995, Robert The anotaba:

Obsession with the semiotic erosion of meaning and reality led me to create objects that evangelize their own relevance by a direct fusion of word and form. Books (many culled from dumpsters and thrift shop store bins) are lovingly vandalized back to life so they can assert themselves against the culture which turned them into debris.4

            Curiosamente, en este ejercicio de rehacer libros ajenos, han acontecido casos como el del novelista Jonathan Lethem, quien confesó que al descubrir que Robert The había manipulado su obra para hacer una de sus famosas bookguns recortando un ejemplar de su libro, “Gun, with Occasional Music” (1994), se sorprendió por la extraña belleza que el artista había conseguido al conferirle un segundo uso a aquella obra literaria. Finalmente, más allá de pensar en términos de apropiación indebida, Lethem se sintió halagado y complacido ya que, visualizó en esta acción apropiacionista una forma más de explorar a la creación literaria.

A few years ago someone brought me a strange gift, purchased at MoMA’s downtown design store: a copy of my own first novel, Gun, With Occasional Music, expertly cut into the contours of a pistol. The object was the work of Robert The, an artist whose specialty is the reincarnation of everyday materials. I regard my first book as an old friend, one who never fails to remind me of the spirit with which I entered into this game of art and commerce — that to be allowed to insert the materials of my imagination onto the shelves of bookstores and into the minds of readers (if only a handful) was a wild privilege. I was paid $6,000 for three years of writing, but at the time I’d have happily published the results for nothing. Now my old friend had come home in a new form, one I was unlikely to have imagined for it myself. The gun-book wasn’t readable, exactly, but I couldn’t take offense at that. The fertile spirit of stray connection this appropriated object conveyed back to me — the strange beauty of its second use — was a reward for being a published writer I could never have fathomed in advance. And the world makes room for both my novel and Robert The’s gun-book. There’s no need to choose between the two. 5

            A continuación, se relata y trascribe literalmente, el diálogo que mantuvimos con Robert The a través de varios correos durante el trascurso del mes de mayo de 2014. Tiempo durante el cual siempre se intentó generar un ambiente agradable como si entrevistador y entrevistado estuvieran en el mismo cuarto, exentos de instituciones y del mundo del arte. Todo esto con el fin de que Robert The se sintiera cómodo y pudiera manifestar sus pensamientos y tendencias políticas libremente, o como él lo expresa, ideas que “enmarco cínicamente desde un anarquismo poético”. 6

Octavio Nava:
O.N.: En varias entrevistas, has manifestado claramente que nunca tuviste la intención de ser artista. ¿Qué piensas del arte en este momento de tu vida?

Robert The:
R.T.: Bueno, para mí existen dos tipos: “Arte” y “arte”. El que se escribe con mayúsculas, Arte, a veces me resulta confuso, más que nada por cuestiones sociológicas que por lo que pueda contener. Cuando pienso en Arte, pienso en toda esa aglomeración de instituciones, organizaciones no gubernamentales, galerías privadas y coleccionistas, las cuales me sorprende que todavía no hayan colapsado. Espacios donde la circulación de los medios de comunicación y la publicidad están definiendo los contenidos artísticos. Si lo quieres comprobar sólo tienes que entrar a las páginas de Artforum.com o Texte Zur Kunst.com.

Aunque nunca me ha interesado ese mundo, me incomoda de cierta manera, ya que me aburre y no propone nada. A lo que me refiero es que resulta paradójico que consideren en lo más mínimo la información revelada por Snowden o Bradley Manning, 7 en comparación a las temáticas que maneja Ai WeiWei hace algunos años, las cuales fueron sumamente vanagloriadas.8 En cuanto a arte, con minúsculas, es algo que hacemos y disfrutamos todos. Tiene mucha vida, crece y se desenvuelve en rizomas terrenales.

O.N.: ¿Esto incide de manera directa en tu trabajo?

R.T.: Mi problema en estos tiempos es que he estudiado demasiado acerca del Artey a veces me estorba al momento de comenzar otro proyecto. Nunca he entendido cómo esta “matrix del Arte” se trata más de círculos sociales diversos y difíciles de consolidar.

O.N.: Entonces, desde esta postura en la que consideras que el Arte es politizado, institucionalizado y manipulado por la publicidad, las galerías y críticos de arte. ¿Tus libros de arte se ubican como una forma de democratización de la cultura o en contra del Arte?

R.T.: Respecto a mi participación en el mundo del Arte, tengo poco enfocándome en vender estas piezas en las librerías de los museos, pero hubo una razón. En ese tiempo, y en el presente, no se aprecian muchas cosas hechas a mano, dentro del arte o artesanías de oficio en las tiendas de los museos. La intención era que mi trabajo fuera accesible pero también que manifestara cierto sentido de confusión e incomodidad.

Por ejemplo, si tú pones algo (o nada) sobre un pedestal en un museo o galería, el verdadero medio (el cual es el mensaje) es el pedestal. Esto es lo importante en una instalación desde una crítica institucional, la cual hace énfasis generalmente en realzar el poder institucional. Lamentablemente es una idea que ha sido totalmente establecida y aceptada. Este es el problema al realizar arte que critique a la política en estos días, sería como exponer en una sala llena de gas argón.

O.N.: ¿De dónde surgen los Libros Pistola o Bookguns? (fig. 3)

R.T.: Hace varios años mientras compraba un regalo para un amigo, fui a una pequeña tienda en la East Village de Nueva York, que se especializaba en la venta de artículos de México y otras partes de Centroamérica. Ahí encontré una ocarina hecha de pasta, una flauta prehispánica muy inusual. Tenía forma de zapato con un rostro en la punta. El dueño de la tienda me explicó que si la llenabas de agua y la agitabas hacia enfrente y hacia atrás, el rostro soltaría lágrimas y produciría un sonido parecido al de un llanto o lamento.

Él la había adquirido en un mercado de la Ciudad de México, pero había sido realizada por alguna comunidad que vive en la sierra. Me explicó que era probable que ésta se pareciese a las que se hacían varios siglos atrás, cuando se utilizaban en las procesiones aztecas, probablemente en algún ritual.

A lo que voy es que en ese tiempo, antes de comenzar los Bookguns, este objeto me hizo reflexionar acerca de que, algunas veces, un fragmento de cultura puede vivir más que la civilización que la creó, a través de objetos tan sencillos como juguetes o herramientas. Y por el simple hecho de existir, pueden expresar algún tipo de desacuerdo o inconformidad. Así que en algún modo, intenté crear algo parecido a la Ocarina, algo que culturalmente pudiera trascender un poco de donde estaba.

O.N.: Entonces, ¿cuál pudiera ser la alegoría de los Bookguns?

R.T.: He cortado todo tipo de libros, incluso algunos con la temática del suicidio, pero es difícil generalizar la relevancia de tal o cual del libro para dar una visión en general desde un título en particular. Una historia del Popol Vuh 9 cuenta que unas ollas, cacerolas, sartenes y piedras de molino se revelaron y confrontaron a la gente que las utilizaba. Yo busco re-empoderar a los libros que encuentro y darles ese potencial.

O.N.: ¿Has logrado tus objetivos a través de tus piezas?

R.T.: Yo busco trabajar desde los extremos del arte, algo que genere el espacio necesario para que el espectador alcance sus propias conclusiones. Creo que he logrado mis propósitos en cierta manera. Mi trabajo ha sido admirado por personas en todos los espectros políticos, sin tener que complacer a nadie ni bajar el tono crítico. El proceso fue riguroso; a pesar de que las piezas pertenecen a diversas colecciones y están literalmente “llenándose de polvo”, tienen muchísimo valor para mí.

O.N.: ¿Piensas que el Arte ha muerto?

R.T.: En cuanto a la muerte del Arte y todo eso, es necesario irnos hacia atrás, hasta el Modernismo. He leído muchas explicaciones históricas de esta corriente como si se tratara un producto aislado de occidente. De hecho fue catalizado por las interacciones culturales entre occidente y otros “otros”, de Asia, África, Latinoamérica, India, Medio Oriente, etcétera.

Pero esto no era nada nuevo, en la segunda mitad del siglo XIX tuvo gran aceptación la moda del “Orientalismo”, incluso este término pudo haber antecedido al de multiculturalismo. Estas interacciones, cuando la curiosidad de los turistas por las distintas culturas alcanzó a los nativos y su “exotismo”, derivaron en la globalización. Este proceso ya había sido articulado por Marx antes de que sucediera años después.  

Así que, el Modernismo es y siempre ha sido un mito, utilizado básicamente para dar empuje a la globalización del capitalismo, el cual no puede ser disimulado. El Postmodernismo empuja esta globalización de manera efectiva, centrándola en las academias, neutralizándolas. Rellenando estas instituciones de grupos identitarios burgueses, forzando debates contra unas minorías que sólo les queda someterse y aceptar lo que se les dice.

De ahí que, piense en la muerte del Arte en términos prácticos. Cuando voy a museos o galerías, me pregunto: ¿Muestran algo verdaderamente interesante? O planteándolo de distinta manera, ¿Puede esta exposición de Arte competir contra 5 minutos de tu tiempo en Internet? Bueno, si uno es abierto y selectivo, encontrará profundas y fantásticas piezas expuestas todo el tiempo. Acabo de ver una grandiosa exposición pictórica de Forrest Bess en el Museo Neuberger de Nueva York y gran parte del tiempo las salas estuvieron vacías. Por otro lado, si hubiera ido con mis amistades a admirar el arte desde un punto de esparcimiento social, no lo hubiera dado tanta relevancia para seguirlo a través de la web. Por esto, pienso que no sólo el Arte está teniendo problemas, también lo tienen otros lugares, como las librerías y bibliotecas. Pienso que, el problema tiene más que ver en que el Arte y los demás espacios se están olvidando de sus públicos o no conocen sus audiencias.

O.N.: ¿Qué deseas al Arte en un futuro?

R.T.: Desearía que el mundo del Arte fuera más balanceado y descentralizado para este tiempo. Las innovaciones en los espacios museísticos de los últimos veinte años me han tomado por sorpresa. Imagino un depósito de arte consolidado y asegurado, trabajos con mucho valor artístico, los cuales pudieran ser solicitados en línea, prestados y enviados a los lugares interesados en ellos, en vez de que sean guardados o escondidos en lugares aburridos en las grandes ciudades. Me sorprende que no se haya desarrollado un sistema de préstamos de este tipo que pudiera difundir el arte de manera más accesible.

Referencias bibliográficas

Gubern, R., La metamorfosis de la lectura. Colección Argumentos. Edit. Anagrama, Barcelona, 2010.
Hedrick, L., “The Book Art of Robert The” En: Cerebral Boinkfest, (14/03/2011) Disponible desde: http://cerebralboinkfest.blogspot.mx/2011/03/book-art-of-robert.html
Lethem, J., “The Ecstasy of Influence: A plagiarism” en Harper's Magazine. February, 2007, Pp. 59-71. Disponible en línea desde: http://harpers.org/archive/2007/02/the-ecstasy-of-influence (Consultado en marzo de 2014)
Wadell, E., “The book art of Robert The, Cara Barer, and Jacqueline Rush Lee” en The Quarterly Conversation, Issue 12, summer 2008. Disponible desde: http://quarterlyconversation.com/the-book-art-of-robert-the-cara-barer-and-jacqueline-rush-lee (Consultado en marzo 2014)

1 Wadell, E., “The book art of Robert The, Cara Barer, and Jacqueline Rush Lee” en The Quarterly Conversation, Issue 12, summer 2008. Disponible desde: http://quarterlyconversation.com/the-book-art-of-robert-the-cara-barer-and-jacqueline-rush-lee (Consultado en marzo 2014)

2 Los bookguns o “libros-pistola” son los más reconocidos y pertenecen a la colección del Museo de arte Moderno (MOMA) de Nueva York, del Museo de Arte Contemporáneo en Los Ángeles, California y del Walker Art Center en la ciudad de Minneapolis. La selección de los libros-pistola o bookguns surge desde la década de los noventas, la cual es muy basta. Entre sus piezas más conocidas está la obra de The Medium is the Massage de Marshall McLuhan, en forma de pistola.

3 Gubern, R., La metamorfosis de la lectura. Colección Argumentos. Edit. Anagrama, Barcelona, 2010, p. 84.

4 “La obsesión por la erosión semiótica del significado y la realidad me llevó a crear objetos que evangelizan su propia relevancia por una fusión directa de la palabra y la forma.  Libros (muchos sacados de los contenedores de basura y contenedores de almacén de tienda de segunda mano) son amorosamente destrozaron a la vida para que puedan hacerse valer en contra de la cultura que los convirtió en escombros." (Trad., por los autores) Robert The (1995) en: Hedrick, L., “The Book Art of Robert The” En: Cerebral Boinkfest, (14/03/2011) Disponible desde: http://cerebralboinkfest.blogspot.mx/2011/03/book-art-of-robert.html

5 Lethem, J., “The Ecstasy of Influence: A plagiarism” en Harper's Magazine. February, 2007, Pp. 59-71. Disponible en línea desde: http://harpers.org/archive/2007/02/the-ecstasy-of-influence (Consultado en marzo de 2014), p. 64. “Hace unos años alguien me trajo un regalo extraño, comprado en la tienda céntrica del MoMA: una copia de mi primera novela, Gun, With Music ocasional, cuidadosamente cortada por sus contornos en forma de pistola. El objeto era obra de Robert The, un artista cuya especialidad es la reencarnación de materiales de uso cotidiano. Considero que mi primer libro como un viejo amigo, quien nunca deja de recordarnos el espíritu con el que entré en este juego de arte y el comercio - que se le permitiera introducir los materiales de mi imaginación en los estantes de las librerías y en las mentes de los lectores (aunque sólo un puñado) era un privilegio salvaje. Me pagaban 6.000 dólares por tres años de escritura, pero en ese momento yo hubiera publicado felizmente los resultados a cambio de nada. Ahora mi viejo amigo había vuelto a casa en una nueva forma, una que era poco probable que la hubiera imaginado por mí mismo. El libro-pistola no era legible, exactamente, pero yo no podía ofenderme por ello. El fértil espíritu de este objeto extraviado que volvió a mí en una errante conexión, – con la extraña belleza de su segundo uso - fue una recompensa, por ser un escritor publicado que nunca podría haberlo sondeado con antelación. Y el mundo da cabida tanto a mi novela como al arma-libro de Robert The. No hay necesidad de elegir entre los dos.” (Trad., por los autores)

6 Comunicación personal con Robert The, realizada vía correo electrónico el día 20 de mayo de 2014.

7 Robert The, se refiere al caso del americano Edward Joseph Snowden, quien habiendo trabajado como consultor tecnológico en la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), en junio de 2013, hizo públicos múltiples documentos clasificados en los que se evidenciaba que varios programas de la NSA, tienen dispositivos de vigilancia masiva. Y el caso de Bradley Manning, soldado y analista de inteligencia estadounidense, que filtró información clasificada sobre la guerra de Afganistán e Irak en WikiLeaks en 2013.

8 Robert The se refiere al artista chino Ai WeiWei (1957), quien en 2012 comenzó a retrasmitirse a sí mismo viviendo en casa al estilo del programa “El Gran Hermano” de Orwell, como crítica al ultracontrol y acoso que presuntamente el régimen chino había emprendido contra él durante años a colación de carrera como artista activista. El reality-show ideado por Ai Wei Wei, fue desbaratado apenas unas horas después de su inicio. 

9 El Popol Vuh, traducible como el “Libro del consejo”, es un libro que recopila una serie de relatos sobre el mundo, la naturaleza, el origen de la vida, entre otras cuestiones espirituales, históricas y costumbristas del pueblo maya guatemalteco k’iche’.

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