ALICIA, ENTRE LA REALIDAD Y LA FICCIÓN. FOTOGRAFÍAS DE LEWIS CARROLL Y VICTORIA SOROCHINSKI
Universidad Complutense
monicacarabias@telefonica.net
Resumen:
Alicia, la protagonista y aventurera en el País de las maravillas, se ha convertido en una de las niñas más famosas de todos los tiempos. Su relación con el escritor Lewis Carroll ha sido objeto de especulaciones de todo tipo. Se trata de un personaje complejo, al mismo tiempo real y ficticio. Este artículo analiza, precisamente, este doble carácter del personaje. Por un lado, a partir de la relación entre la Alicia de ficción y la Alicia real que junto a otras niñas-amigas nos ofrecen las fotografías de Lewis Carroll. Y por otro, a partir del trabajo titulado Anna & Eva (2005-2012) y realizado por la fotógrafa ucraniana Victoria Sorochinski. En este proyecto, la fotógrafa expone, en concreto, el modo en que Eva [Alicia], viviendo en un mundo de fantasía creado por y para ella, deja de ser niña para convertirse en adulta.
Palabras clave: Alicia, realidad, ficción, fotografía, Carroll, Sorochinski.
Abstract:
Alicia, the protagonist and adventurous character in Wonderland, has turned into one of the most famous girl of all the times. Her relation with the writer Lewis Carroll has been an object of speculations of all kinds. It is a question of a complex character, at the same time real and fictitiously. This article analyzes, precisely, this double aspect of the personage. On the one hand, from the relation between the Alicia of fiction and the real Alicia that together with other children-friends they offer us Lewis Carroll's photographies. On the other hand, from the qualified work Anna and Eve (2005-2012) and realized by the Ukrainian photographer Victoria Sorochinski. In this project, the photographer exhibits, and to be more concrete, the way in which Eve[Alicia], living in a fantasy world created only for her, stops being a girl to turn into adult.
Keywords:Alicia, reality, fiction, photography, Carroll, Sorochinski.
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Alicia, ilustre viajera por “El País de las Maravillas 1”, es uno de los personajes más famosos del mundo de los cuentos, y un mito tan sugerente que ha suscitado cientos de interpretaciones desde muy distintas perspectivas. Algunas tan extravagantes como la de Richard Wallace que, incluso, ha llegado a convertir al padre de la criatura en el mismísimo Jack el destripador.
Por otro lado, resulta interesante señalar cómo, a diferencia de otros personajes de cuento, Alicia estuvo inspirada en una niña real de carne y hueso llamada Alice Pleasance Liddell Hargreaves Taylor2 , conocida universalmente como Alice Liddell, y considerada por Lewis Carroll3 como modelo ideal y primera “child-friend4 ”. Este doble carácter, real y ficticio, que envuelve al personaje de Alicia va a ser el eje sobre el que gire este artículo dividido en dos partes: una primera, en la que se planteará una reflexión a partir del retrato fotográfico de las niñas, incluida Alice Liddell, que hiciera Lewis Carroll y el retrato literario de Alicia creado, asimismo, por el escritor y fotógrafo amateur.
La segunda parte, se centrará en la exposición del trabajo titulado “Anna & Eva” (2005-2012). Un proyecto de la artista ucraniana Viktoria Sorochinski (1979-) sobre la relación entre una madre (Ana) y su hija (Eva), en la que se aborda, de una manera muy personal y original, la misma dualidad, real-ficticia, que afecta al personaje de Carroll. El trabajo de Sorochinski supone, además, una reflexión sobre la complejidad del personaje de Eva, que al igual que Alicia se manifiesta a veces niña a veces adulta; todo ello en el contexto de un mundo de fantasía y misterio creado por la autora únicamente por y para ellas.
Un proyecto con el que la artista reta al espectador a experimentar algunas de las sensaciones que sobrevienen, sin duda, al lector de Alicia en el País de las maravillas: “La lectura de Alicia tiene una fuerza hipnotizante, a la que contribuyen el estilo rápido, la secuencia inesperada de situaciones, la intensidad de los ambientes y, sobre todo, la seguridad con que el lector se va cerciorando poco a poco de un extraño sentimiento, de una especie de “reconocer” un mundo que él también ha vivido5
“Estamos en todas partes allí donde no se nos desea; traicionamos secretos que nos han sido confiados; espiamos sin vergüenza lo que no nos atañe y nos apropiamos de lo que no nos pertenece. Y, a la larga, nos encontramos haciendo de encubridores de toda la riqueza de un mundo que hemos asaltado 6”.
A día de hoy, la vida del quizá uno de los más famosos escritores amateurs de todos los tiempos, Lewis Carroll, continúa inescrutable y, en gran medida, este hecho responde al deseo del propio escritor, cuyos diarios representan en la actualidad un gigantesco y laberíntico misterio. Mientras que algunas personalidades famosas se afanan en desvelar sus más íntimos deseos, otros dedican su vida a ocultarlos. Este es el caso de Lewis Carroll, o el profesor Dogson como queramos llamarle, que tuvo, cualesquiera fueran sus intenciones, el derecho como cualquier otro mortal, a preservar su intimidad.
Nadie, salvo uno mismo, conoce en profundidad los secretos, deseos, obsesiones, fantasías y temores que dominan nuestra personalidad. Dicho esto, fue su interés por ocultarla, al igual que la imagen que de él fabricó su familia como modelo de hombre venerable, austero, excéntrico y amante de la infancia, en concreto de las niñas a las que fotografiaba, divertía con historias, juegos de magia y cuyos nombres anotaba en sus diarios, lo que provocaría a lo largo del tiempo psicobiografías de todo tipo que le atribuirían trastornos de personalidad, además de juicios y comentarios, iniciados ya en vida del escritor y fotógrafo, sobre su filiación a la pederastia7 . Dejando a un lado la complejidad de su biografía, ciertamente adulterada, no podemos obviar el espíritu desconcertante e irónico que rodea su trabajo literario y que reflejan sus propias palabras: “¡Mucho me temo no haber querido escribir nada más que disparates, pura y simplemente! Pero después de todo, ya se sabe bien, el sentido de las palabras va más allá del que quisimos darles, de forma que un libro entero significa bastante más de lo que creía su autor”.
A menudo, cuando recordamos el personaje de Alicia, no lo hacemos tanto en función de la Alicia real, es decir de la niña morena y de cara redondita que era, de gesto inexpresivo, incluso ya de adulta, sino más bien evocamos el retrato de aquella otra niña de ficción, intrépida, de carácter curioso, algo impertinente, irónica y de comportamiento inquietante, derivado en gran medida del extraño brebaje que bien le hacía crecer -incluso mucho más allá de lo normal de lo que se espera para ser una adulta-, como menguar hasta convertirse en menos aún que una niña diminuta. Y todo ello en el marco de un contexto donde la lógica tradicional no funciona, y la pérdida de la inocencia se entiende, ciertamente, respecto del tamaño que uno alcance.
En este sentido, resulta interesante el retrato que en 1872 le haría como diosa Pomona8 la fotógrafa Julia Margaret Cameron (1815-1879)9 . Por estas fechas, Alicia era una joven de 20 años, pero, sin embargo, conservaba en su rostro la misma expresión melancólica e inquietante con la que años atrás fuera retratada como mendiga por Lewis Carroll 10. Pero, ya fuera como mendiga o como la inocente diosa Pomona, la mirada de Alicia permanece en ambos casos desafiante al igual que triste.
Desconocemos si fue o no casual la elección de Cameron de retratarla como la diosa de los frutos, pero resulta significativo, sobre todo al saber que Carroll conocía y había fotografiado a la familia de la artista11 . Es por esto que dicho retrato pudiera llevarnos a pensar en una especie de homenaje-gratitud-admiración de esta hacia el escritor-fotógrafo y su famoso personaje, aunque, evidentemente, esta idea no es más que una hipótesis difícilmente justificable, que entra en el ámbito de las especulaciones del que no escapan ni Carroll ni Alicia, ya sea la niña real como el personaje de ficción.
De igual manera, desconocemos, por falta de documentación, la verdadera relación que hubo entre Alice Pleasance Liddell Hargreaves Taylor y Charles Lutwidge Dogson, un individuo curioso, amante de los juegos de palabras y de las matemáticas muy pronto convertido en el famoso escritor Lewis Carroll, seudónimo que adoptó en 1856 y que resultó de traducir su nombre al latín -Carolus Ludovicus- y después retraducirlo al inglés -Lewis Carroll12 .
Por otro lado, la costumbre de Carroll de considerar a las niñas como sus mejores amigas, extraño privilegio que duraba hasta que comenzaban la pubertad, no sonaba nada bien ni antes ni ahora. Poco ayuda, en este sentido, las líneas con las que el escritor concluía el manuscrito de Alice´s Aventures Under Ground: “Un amante melancólico ante la certeza de su amor imposible”.
Esta conducta, como poco “extraña”, ha llevado a pensar desde el psicoanálisis en dudosas y deplorables motivaciones sexuales, aunque también hay hipótesis, como la de John Skinner, que la justifican en una posible identificación psicológica que hubiera llevado a Carroll desear convertirse en aquella niña aventurera llamada Alicia y no en el adulto “anodino” que fue13 : “Si conocieras al Tiempo tan bien como lo conozco yo – dijo el Sombrerero-, no hablarías de matarlo. ¡El Tiempo es todo un personaje!”.
Precisamente, fue su obsesión por las niñas preadolescentes -teñida por la familia de pureza- el punto de partida para los nuevos estudios que a partir del siglo XX calificaron al escritor de desviado sexual 14. Durante la época victoriana en Inglaterra, el consumo de fotografía pornográfica, incluida la infantil, representaba no una práctica tolerable, lógicamente, pero sí más habitual de lo esperable en el ámbito privado. Por lo demás, el hecho de que un hombre, aún soltero, alternase con amigas no resultaba en absoluto adecuado. Aún menos, si este alterne con el sexo contrario afectaba a niñas de temprana edad 15. Por ello no es de extrañar que dicha conducta levantara un gran recelo y desencadenara en su tiempo una acusación de pederastia, que supuso el fin de su pasión por la fotografía 16. Evidentemente, la falta de fuentes concluyentes motiva especulaciones de todo tipo como ya ocurriera, señala Manuel Garrido17 , en la historias, por ejemplo, de Beatriz-Dante o Lolita-Nabokov. Sin embargo, el modo en que Brassaï relata el despliegue de fantasía con el que Carroll las cautiva en su afán por retratarlas con su cámara provoca, como poco, sentimientos contradictorios 18.
La fuente a partir de la cual se fueron generando tales hipótesis y especulaciones varias, dado que no hay prueba alguna que las autentifiquen, son los diariosde Carroll 19. Sin embargo, estos diarios hay que manejarlos con cierta prudencia básicamente por el hecho de que fueron esquilmados y manipulados por su propia familia tras su muerte. Su primera publicación tuvo lugar en 1954 y corrió a cargo de Roget Lancelot Grewn. La edición se hizo a partir de una copia parcial mecanografiada de los diarios que le había entregado la familia20 . En esta copia, explica Manuel Garrido, faltaban las páginas correspondientes al período que va desde el 18 de abril de 1858 al 8 de mayo de 1862, el tiempo en el que fraguó su amistad con la pequeña Alicia. Pese a todo, los diarios permiten orientarnos en el conocimiento de algunos de los datos relativos a la fecha en que la familia Liddell y el imaginativo escritor se conocieron y, asimismo, en la que dieron por terminado su relación.
En 1855, el padre de Alicia, Henry George Liddell, se trasladaba acompañado por su mujer y sus cuatro hijos -Harry, Lorina, Alicia y Edith- al Christ Church College de Oxford como nuevo director y deán de la catedral:
“El deán inspiraba un temor respetuoso a la mayor parte de la gente. Detestaba la timidez, pese a que él mismo era tímido. La consecuencia de esto era una cierta altivez, que se podía soslayar fácilmente si se le hablaba de la manera más directamente. [...] Tenía magníficas relaciones con los miembros de su familia. No le temían por nada del mundo, aunque podía llegar a reprenderlos si cometían inexactitudes o pronunciaban palabras que él juzgaba necias. Era una familia de una belleza física completamente excepcional. El deán era uno de los más hermosos especímenes de belleza masculina que se pueden encontrar en una vida entera21 .
En esta institución, se encontraba desde hacía cinco años un joven profesor de matemáticas llamado Charles Lutwidge Dogson22 . Un joven que sería descrito por su amiga Isa Bowman 23 como un hombre de mediana estatura, paso poco firme, ojos de azul intenso, indumentaria pulcra y algo extravagante debido a que nunca llevaba abrigo y tenía la curiosa costumbre de usar siempre, en todas las estaciones del año, un par de guantes gris y negro de algodón 24:
“Siempre llevaba un traje negro clerical, excepto cuando iba de excursión al río, que llevaba pantalones blancos de franela. En estas ocasiones, también usaba en vez de una chistera negra un sombrero blanco de paja y unas botas negras. Siempre iba muy erguido, “casi diría que muy tieso, como si hubiera engullido un atizador25 ”.
1856 sería un año crucial en la vida del futuro escritor26 , que vivió en las estancias del Christ Chruch Collage hasta su fallecimiento27 :
“(...)Supuesto que la niña acepta la invitación, escribía Beatrice Hatch, penetremos ahora en las estancias de Christ Chruch donde Mr. Dodgson vivió y trabajó durante más de cuarenta años. Después de entrar por la puerta no 7, y de subir por una escalera algo empinada y tortuosa, nos encontramos ante una puerta maciza y negra, de aspecto un poco carcelario, en cuya parte alta se lee: “Rev. C.L. Dodgson”. Luego hay un pasillo, después una puerta con paneles de cristal y, por último, llegamos a la habitación tan familiar y querida por nosotras. Es grande, alta y muy alegre. Por todas las paredes hay librerías, bajo las cuales están los armarios a que ya me he referido y que nosotras, incluso ahora, deseamos ver abiertos, para que puedan arrojar sus tesoros (...). No hubo nunca un anfitrión más delicioso, ni nadie que se tomara tantas molestias para entretener hasta el final, con interés siempre renovado, a sus amigas (...)28 ”.
Habiendo transcurrido un año de la llegada de la familia Liddell a Oxford, el joven Dogson Carroll comenzó a alternar con Harry, Lorina y Edith, antes que con Alicia Liddell, a los que divertía con cuentos y juegos. A Alicia la conoció la tarde del 25 de abril de 1856. El afecto inmediato que sintió por ella le llevó a anotar en su diario el siguiente comentario:
“Fui en la tarde, con Southey, hasta el pabellón del deán para intentar fotografiar la catedral; las dos tentativas resultaron fracasadas. Las tres pequeñas permanecieron casi todo el tiempo en el jardín y nos hicimos excelentes amigos: tratamos de agruparlas en el primer plano de la fotografía, pero eran demasiado impacientes para mantener la pose29 ”.
Por otra parte, en Oxford fue donde el joven profesor desarrollaría su gran pasión, la fotografía, una afición que también parecía fascinar a las hermanas Liddell:
“Cuando el mal tiempo no permitía salir, íbamos a sus habitaciones en la vieja biblioteca, tras dejar el Decanato por la puerta trasera, acompañados por nuestra niñera. Al llegar allí, nos sentábamos en el sofá grande a cada lado suyo, mientras él nos contaba cuentos y los ilustraba con dibujos a lápiz o a tinta a medida que avanzaba. Cuando estábamos absolutamente contentas y divertidas con sus cuentos, nos colocaba ante la cámara y exponía las placas antes de que nuestra buena disposición hubiera pasado. (...) Que nos fotografiara era para nosotras una auténtica alegría y no una penitencia como para la mayoría de los niños. Así nos pasaban las felices horas en las habitaciones del docto profesor 30”.
En 1857, Carroll anota por vez primera en su diario el nombre de Alicia. Fue con motivo de su quinto cumpleaños. En esta anotación, el escritor hacía un comentario acerca del rumor que venía relacionándole desde hacía meses con la institutriz de las Liddell: “En adelante, anotaba Carroll en su diario, evitaré toda referencia en público a las niñas, salvo en ocasiones que no dejen ningún lugar a dudas”.
El hecho es que fuera o no cierto aquel rumor31 , la Señora Liddell mostró al profesor su desagrado por los encuentros que mantenía con sus hijas y las excursiones por el río a Godstow o Nuneham. Pero no sería hasta el año 1864, cuando además de prohibirlos destruyera la correspondencia que había mantenido con su hija Alicia: “(...)Mi madre por desgracia, rompió todas las cartas que Mr. Dodgson me escribió cuando yo era pequeña. No puedo recordar de que trataban, pero es para mí una idea horrible pensar que posiblemente acabaron en la papelera del Decanato32 ”. A partir de este momento, los encuentros –citados a continuación- entre ambos amigos y registrados por el escritor en sus diarios, fueron breves y circunstanciales.
1865. Carroll escribe: “Alicia parece notablemente cambiada, aunque es harto dudoso que sea para mejor. Probablemente, está entrando en la fase de pubertad”.
1870. Fue el año en que fotografió por última vez a Alicia. Tenía 17 años e iba acompañada por su madre.
1886. El escritor autoriza a que su cuento sea adaptado para una obra teatral 33. Esta es la razón por la que escribe a Alicia, convertida ya señora Hargreaves 34, y le comunica su deseo de publicar un facsímil del manuscrito original, que le había regalado tiempo atrás35 :
Mi querida Sra. Hargreaves,
Me temo que esta carta se le antojará algo así como una voz salida de la tumba, después de tantos años de silencio. Pero a pesar de esos años yo no aprecio ninguna diferencia en la claridad de «mi» memoria de los días en que nos comunicábamos. Ahora sé por experiencia cuán frágil es la memoria de un hombre de edad [Carroll contaba entonces cincuenta y tres años] en lo que se refiere a nuevos acontecimientos y amistades (por ejemplo, apenas si han transcurrido unas semanas desde que conocí a unos amigos, entre ellos una lindísima pequeñita de unos doce años con la que paseé, y ¡ahora no puedo recordar ninguno de sus nombres!), pero mi imagen mental de la que durante tantos años fue mi niña-amiga ideal es tan vívida como siempre. Montones de niñas- amigas he tenido desde entonces, pero han sido cosa bien diferente. Mas si me he puesto a escribir esta carta no es para contar- le todo «eso». Lo que yo deseo preguntarle es: ¿tendría algún inconveniente en que se publicase en facsímil el manuscrito original del libro de Aventuras de Alicia (que supongo que todavía posee)? La idea se me ocurrió precisamente el otro día. Si, después de considerarlo, llega usted a la conclusión de que preferiría que así no fuese, el asunto se da por terminado. Si, por el contrario, su respuesta es favorable, le quedaría muy agradecido si me lo enviase (por correo certificado sería, supongo, lo más seguro) para que yo pueda considerar las posibilidades. Hace veinte años que no lo he visto y no estoy nada seguro de que las ilustraciones no resulten tan calamitosamente malas que sería absurdo reproducirlas. No cabe duda de que, al publicarlo, se me podría acusar de grosero egoísmo. Pero eso no me preocupa lo más mínimo, porque me consta que no es ese el motivo que me anima a hacerle esta petición; lo único que pienso es que, teniendo en cuenta la extraordinaria popularidad obtenida por ambos libros (hemos vendido más de 120.000 ejemplares de los dos), debe haber muchas personas a quienes gustaría ver la forma original. Siempre su amigo, C. L Dodgson36 .
1888. El escritor se encuentra con Alicia acompañada de su marido, antiguo alumno suyo: “No fue fácil conjugar en la mente el nuevo rostro con el viejo recuerdo: la faz de aquel extraño con la una vez tan íntimamente conocida y amada “Alicia”.
1891. Ultimo encuentro con Alicia. Lewis, inmovilizado en su domicilio por un derrame sinovial, le envía una invitación conocedor de su estancia en Oxford con motivo de la jubilación de su padre 37:
“Probablemente preferirá traer un acompañante; pero dejo en sus manos la decisión, observando únicamente que si su marido ha venido con usted, con el mayor mucho gusto le recibiré (he tachado el mayor porque es ambiguo; la mayoría de las palabras lo son, me temo). Lo conocí en nuestro salón de recreo no hace mucho. Me resultó difícil admitir que fuese el marido de alguien que, aún hoy, me represento como una niña de apenas siete años38 ”
Tras la visita anotará en su diario: “Como Mrs. Hargreaves, la «Alicia» original, está ahora en el Decanato, la invité a tomar el té. No pudo hacerlo, pero ha tenido la gentileza de venir con su hermana Rhoda por un breve rato esta tarde”.
Indiscutiblemente, algo significativo tuvo que acontecer para que la madre de Alicia le prohibiera contacto alguno con el escritor, con quien hasta ese momento la familia mantenía una relación cordial. En este sentido, resulta particularmente interesante el testimonio de una de sus child-friend, Enid Stevens:
“Una y otra vez rogaba a mi madre que me dejara ir con él –a veces a la playa, otras a Londres-. La mentalidad victoriana no veía sino peligros por todos lados, hasta en el trato de una niña de doce años y un anciano de sesenta y tres. Debió de tener una maravillosa paciencia, pues lo intentó sin éxito una y otra vez, cosa que nunca hasta mi muerte dejaré de lamentar. Días enteros de estrecha comunicación con quien, pese a su caprichosa inteligencia, era uno de los pocos y genuinos santos doctos que haya conocido: eso es de lo que me privaban bajo el pretexto de que el tal santo era varón y yo una niña pequeña. Consiguió permiso, sin embargo, para llevarme por primera vez al teatro, en Oxford. Daban Dulce espliego, con Edward Terry en el papel de Richard. Otra gran ocasión fue nuestra visita a la imprenta de la Universidad de Oxford, cuyo director nos mostró todo el proceso de producción de un Nuevo Testamento, y al final me ofreció un ejemplar con dedicatoria suya y de Mr. Dodgson. Lo guardo aún como un tesoro.(...)A juzgar por los testimonios de otras niñas amigas suyas, deduzco que sus recuerdos fueron principalmente “ocasionales”. Nuestra feliz camaradería era más bien como la de una nieta con su abuelo queridísimo. No me di cuenta entonces -sólo ahora- de cuántas joyas iba derramando para entretenerme. Se ahora que nuestra amistad fue probablemente la experiencia más valiosa de mi larga vida, y que influyó en mi actitud mucho más que cualquier otra que tuviera desde entonces - y que fue absolutamente positiva-. Su expresión sólo brotaba libremente cuando caminaba con una niña de la mano: una de ellas ahora reconoce la deuda a su memoria que jamás podrá pagar 39”.
Algunas especulaciones apuntan como causa de esta ruptura la posible petición de mano de Alicia del escritor. El biógrafo Morton N. Cohen cree, sin duda alguna, tras haber leído una copia íntegra de los diarios que sí hubo proposición de matrimonio y escribió:
“Yo cambié mis puntos de vista al respecto en 1969, cuando por primera vez obtuve de la familia una fotocopia de los diarios. Cuando me puse a leerlos…descubrí numerosos fragmentos y pasajes cargados de significación. Eran las partes que la familia decidió que no debían salir a luz. …Al leer por vez primera esas porciones inéditas de los diarios, me percaté de que existía otra dimensión para el 'romanticismo' de Lewis Carroll. Sin duda no es nada fácil reconciliar al austero clérigo victoriano con el hombre al que atraían las niñas hasta el punto de encenderle el deseo de pedir en matrimonio a una de ellas o a más de una. Ahora creo que hizo alguna proposición de matrimonio a los Liddell, Creo que más tarde volvió a considerar la posibilidad de casarse con otras chicas y que debiera haberse casado. Estoy firmemente persuadido de que hubiera sido así más feliz que soltero y pienso que una de las tragedias de su vida fue no haberlo logrado 40”.
A la vista de los datos existentes y sus consecuentes y variadas especulaciones, no se puede afirmar con rotundidad que la pequeña Alicia que conociera Carroll fuese la musa niña inspiradora de su cuento más famoso. Aunque, también es verdad, que no resultaría del todo improbable dado que fue precisamente ella, en una tarde calificada como muy especial por todos sus protagonistas y, que detallaremos a continuación, la que expresó con mayor ilusión y empeño que lo que sólo era una historia, fruto de la improvisación, se convirtiera en un cuento escrito 41:
(…)De todos modos muchas de mis primeras aventuras se debieron de perder irreparablemente, porque fueron muchos, muchísimos, los cuentos que Mr. Dodgson nos contó con anterioridad a la famosa excursión por el río hacia Godstow. Sin duda él intercaló algunas de las tempranas aventuras al crear la diferencia entre Alicia en el País de las Maravillas y Las aventuras subterráneas, esta última dicha prácticamente aquella tarde. No poco de A través del espejo, está compuesto también de aquellos episodios, sobre todo los referentes al ajedrez, que se sitúan en la época en que aprendíamos con entusiasmo dicho juego. Pero aún así, me temo que muchos hayan perecido para siempre en su papelera, ya que él solía ilustrar el significado de sus cuentos en alguna hoja de papel que hubiera a mano. Los cuentos que ilustró de este modo debieron su existencia al hecho de que Mr. Dodgson era muy aficionado a la fotografía y nos hacia muchas fotos. No dibujaba cuando contaba historias en las excursiones por el río 42”.
Como ya he señalado la vida de Carroll continúa siendo un misterio, así como su verdadera relación con Alicia Liddell y la de esta con el personaje ficticio. Sea como fuere, todo comenzó en una travesía veraniega por el río Támesis en dirección a Godstow la tarde del 4 de julio de 1862 en la que se encontraban Carroll y el reverendo y amigo Robinson Duckworth junto a las hermanas Lorina, Alicia y Edith Liddell de 13, 10 y 8 años respectivamente. Este día, Alicia Liddell sería testigo de excepción del nacimiento de una niña de siete años, llamada casualmente como ella43 , que se caía por una madriguera y llegaba al país de las Maravillas44 ; una niña que proporcionaría a su creador la mayor fama y reconocimientos 45:
“La mayoría de las historias del señor Dogson nos fueron explicadas en el curso de excursiones que hacíamos con el por el río hasta Nuneham o Godstow, cerca de Oxford (…) Creo que el principio de Alicia nos lo contó una tarde de verano en la que el sol quemaba tanto que tuvimos que poner pie en tierra en medio de los prados del camino de vuelta, abandonando la barca, para refugiarnos en el único trozo de sombra que pudimos descubrir, que se encontraba bajo una hacina de heno recién cortado. Allí llegó, de las tres, la habitual petición: “Cuéntenos una historia”, y así empezó el delicioso cuento inmortal. De vez en cuando, para hacernos rabiar –y quizá porque realmente estaba cansado- el señor Dogson se paraba diciendo: “Esto es todo hasta la próxima vez”. ¡Ahora es la próxima vez!, exclamábamos las tres a un tiempo; y tras algunos esfuerzos de persuasión, la historia se reanudaba aún más bonita. Otro día, me parece, la historia empezó en la barca y el señor Dogson, en la mitad misma del relato, pretendió, ante nuestro gran desánimo, que iba a dormirse inmediatamente46 ”.
En sus diarios, Carroll acostumbraba a anotar las salidas realizadas al campo en compañía de las Liddell. Aquel día no fue una excepción:
“Muchos días habíamos remado las tres jovencitas y yo por ese río tranquilo y muchos fueron los cuentos improvisados... Sin embargo ninguno llegó a ser escrito sino que cada uno nació y murió en su correspondiente tarde. Llegó un día en que, por casualidad, una de mis pequeñas oyentes me pidió que le escribiese la historia. Eso fue hace muchos años, pero recuerdo claramente cómo, intentando iniciar una nueva vía, empecé metiendo a mi heroína por una madriguera sin la menor idea de lo que iba a suceder después... Son muchos los años que han pasado desde aquella tarde, sin embargo puedo evocarla como si fuese ayer: el azul limpio en lo alto, el espejo acuoso abajo, la barca deslizándose perezosamente, el sonido de las gotas que caían de los remos soñolientos, las tres caritas ávidas de noticias del país maravilloso...47 ”.
Aquella tarde de verano, la pequeña Alicia Liddell cobró un especial protagonismo. El reverendo Robinson Duckworth recordaba así la velada:
“Yo remaba en la popa y él en la proa en la famosa excursión a Godstow, durante las vacaciones de verano, con las tres señoritas Liddell como pasajeras nuestras; y el cuento se compuso y se contó literalmente “sobre mi hombro”, en atención a Alicia Liddell, que iba de “patrón” de nuestra canoa. Recuerdo que me volví y le dije: “Dogson, ¿es una de sus historias improvisadas”, y me contestó: “Sí, la estoy inventando mientras navegamos”. También recuerdo perfectamente que, al volver a dejar a las tres niñas en la residencia del Decano, Alicia dijo al despedirse de nosotros: “Señor Dogson, quisiera que me escribiese las aventuras de Alicia”. “Señor Dogson, quisiera que me escribiera las aventuras de Alicia”. Él contestó que lo intentaría; después me contó que había permanecido en vela casi toda la noche, pasando a un manuscrito lo que recordaba de las extravagancias con las que había alegrado la tarde. Le añadió ilustraciones de su propia mano, y regaló el libro, que solía verse a menudo sobre la mesa que hay en el salón de la residencia del Decano 49”.
La insistencia de Alicia fue la que motivó al joven escritor amateur a que terminara de escribir la historia comenzada aquella tarde. Un proceso que concluyó varios meses después, el 10 de febrero de 1863, bajo el título: Alice's Aventures Under Ground49 . Sin embargo,las ilustraciones del manuscrito original no fueron concluidas hasta el 13 de septiembre del año siguiente. El 26 de noviembre de 1864, Carroll regalaría a su joven amiga Alicia el manuscrito dedicado: “A Christmas Gift to a Dear Child, in Memory of a Summer Day50 ".
Para la periodista inglesa Jenny Woolf51 , este gesto pudo haber sido muy posiblemente el desencadenante de toda una serie de rumores acerca del afecto “romántico” de Carroll hacia la pequeña Alicia. A lo que añadiría las fotografías que tanto a ella como a otras niñas, incluso desnudas, les había hecho. Woolf afirma que aunque Alicia le gustara no cree que fuera tan especial. Para ello argumenta cómo sus diarios revelan que el tiempo que pasaba con Harry o Lorina era superior al que dedicaba a Alicia. También señala que en la lápida de Alicia, Mrs. Reginald Hargreaves 52, aparece escrito: “Mrs. Reginald Hargreaves la Alicia de Lewis Carroll en Alicia en el país de las maravillas". En la misma línea, Brassaï apunta en su estudio preliminar sobre Lewis Carroll que hubo otras niñas que despertaron en él gran exaltación tal y como revelaron la publicación parcial de sus diarios53 .
El 4 de julio de 1865 se publicaba la versión del cuento que conocemos hoy en día con el título de Alicia en el País de las Maravillas, con más del doble de páginas respecto al manuscrito original54 . Asimismo, este fue publicado en edición facsímil el 22 de diciembre de 1886. Años más tarde, en 1927, problemas económicos llevaron a una anciana Alicia a subastar el manuscrito original. Fue adquirido por 15.400 libras por un anticuario que lo revendió por 150.000 dólares al norteamericano Eldridge Reeves Johnson. Desde el 13 de noviembre de 1948, este se encuentra en la British Library, tras haber sido adquirido por suscripción pública e iniciativa del bibliotecario del Congreso, Luther H. Evans.
Todo lo expuesto hasta ahora ha contribuido, sin duda alguna, a ensombrecer la espléndida faceta de Lewis Carroll como devoto y entusiasta fotógrafo amateur, cuya etapa más prolífica se sitúa entre 1863 y 1864. Precisamente, fue su cámara la que inmortalizaría el rostro de Alicia Liddell, bien distinto al de la Alicia de El País de las maravillas y resultado tan sólo de su propio espejo, la cámara. Su calidad como retratista, mayormente de modelos infantiles, no fue reconocida ni valorada hasta mediados del siglo XX. En concreto, fue en 1949, con la compra de un álbum firmado por Carroll por el coleccionista e historiador de fotografía Helmut Gernsheim cuando se descubrió la calidad de su fecunda actividad fotográfica55 . En la actualidad se conservan una docena de álbumes y 2.700 placas de colodión húmedo. La fotografía al igual que el teatro o la literatura fueron para Carroll divertimentos, vías de escape a la realidad gris en la que parecía encontrarse56 .
Fueron su tío Skeffington Lutwidge 57 y sus colegas de Oxford, Reginald Southey y Oscar Gustav Rejlander, quienes le influyeron definitivamente en esta práctica que comenzó en 1856 y prolongó hasta 188058 , fechas que coinciden con la época de esplendor de la fotografía del siglo XIX. Su cámara retrató a su familia, amigos ilustres -Alfred Tennyson, Dante Gabriel Rosseti, John Ruskin, Robert Browning, Michael Faraday, Colman Hunt, Millais, las actrices Ellen, Kate y Marion Terry-, políticos, obispos, escritores, además de varios paisajes y bodegones y niñas, muchas niñas antes de que llegaran a la adolescencia 59, siempre con el consentimiento de los padres, incluso cuando se tratara de desnudos.
A diferencia de los retratos de su familia y amigos todos ellos muy directos y naturales, sus retratos infantiles se caracterizan por una puesta en escena en la que desata sobremanera su ironía e imaginación.
De entre todas las niñas que retrató, la evocación de Alicia perduraría en su recuerdo hasta el final de su vida: "Siempre tengo en el corazón la imagen de Alicia, mi primera amiga niña, la que fue mi ideal durante tantos años. Desde entonces, he tenido decenas de amigas niñas, pero con ellas todo ha sido diferente". De Alicia se conservan diez fotografías; nueve como niña, ya sea sola o acompañada por sus hermanas, y una como mujer casada 60. En varias de estas imágenes Alicia lleva como indumentaria un camisón 61.
Las niñas de Caroll 62, incluida Alicia Liddell, distan mucho de vivir en el mundo trepidante y divertido del País de las Maravillas, donde se habla muy rápido, te ahogas en tus propias lágrimas o se tienen conversaciones sin sentido. Las modelos no parecen niñas pretenciosas ni curiosas, ni persiguen conejos; las maravillas parecen haberse esfumado y quedado sólo el aburrimiento. Sin embargo, sí parecen compartir con la protagonista del cuento el deseo de saber dónde están y qué hacen allí.
Paradójicamente, nada de esto convierte a sus composiciones en imágenes anodinas. Si hay fotografías que no dejen a nadie impasible estas son efectivamente las niñas de Carroll. La fantasía con la que interpreta su visión del mundo de la infancia alcanza en sus fotografías un alto grado de sofisticación; incluso, el ideal de belleza que compone se encuentra desbaratado por la falta de lógica a la que nos tiene acostumbrados. La infancia representa para Carroll la Aventura. Representa un mundo aparentemente extraño para los adultos, donde todo lo inimaginable puede suceder.
Al margen de las ya consabidas especulaciones elaboradas a partir de su querencia hacia las niñas, nos quedan sus fotografías evocadoras de su equívoca pasión por el disfraz, con el que muy posiblemente esconder el alma, por las representaciones, los escenarios y las falsas apariencias. Quizá, como argumenta Jenny Wolf, Carroll viera en ellas y en su desnudo integral sólo el componente artístico. De cualquier modo, no dejaron de levantar sospechas 63. La infancia y el desnudo infantil siempre han sido temas muy delicados para los artistas. A lo que debemos sumar el puritanismo extremo que siempre ha demostrado el pueblo británico 64. También, el carácter innovador al igual que transgresor del escritor y fotógrafo amateur:
“Se dice que nosotros, los fotógrafos, somos, en el mejor de los casos, una raza de ciegos, que en el mejor de los más hermosos rostros no vemos más que una relación entre luces y sombras, que en contadas ocasiones admiramos y nunca amamos. Se trata de un error que intento destruir 65”.
Los disfraces de japonesas, chinas, mendigas, romanas, gitanas, indias… al igual que los fantásticos accesorios con los que entretenía a sus niñas-amiga -cajas de música de diferentes colores y tonos, un viejo oso de lana que andaba cuando se le daba cuerda, juguetes maravillosos, libros con láminas y fotografías de otras niñas- procedían mayoritariamente de su armario y estanterías66 . Bastaba un solo comentario “acertado” para que se desbordara en el escritor toda su imaginación. A partir de ese momento la diversión quedaba asegurada, no solo para las niñas también para el mayor cuentista de todos los tiempos.
“Una cosa que hacía sus historias particularmente atractivas para una niña era que a menudo se las ingeniaba para reanudar el hilo de su relato a partir de una observación: una pregunta mía podía aportarle toda una nueva serie de ideas, de forma que una tenía la impresión de que, en cierto modo, había contribuido a crear la historia y le parecía de su propiedad. Sus cuentos eran los más deliciosos disparates que una pudiera imaginar y, naturalmente, al oírlos, me regocijaba 67”.
Las fotografías infantiles de Carroll representan a unos modelos, especialmente, estáticas y melancólicas, algo que podría extrañarnos tratándose de niñas de tan corta edad. La seriedad de sus rostros, rara veces sonríen o actúan como niños, les confiere una apariencia adulta a la par que inquietante; no están sino representado un papel previamente asignado. Las retrata mayormente como figuras solitarias, a veces en pareja; como modelos displicentes absortas en un mundo creado exclusivamente por y para él. Leamos el testimonio de su amiga Beatrice Hatch:
“El principal entretenimiento de Mr. Dodgson durante los últimos años de su vida consistía en ofrecer cenas. No se me interprete mal, imaginando una enorme fila de invitados a cada lado de una mesa alegremente decorada. Mr. Tenía la teoría de que era mucho más placentero reunirse por separado con sus amistades. En consecuencia, a esas cenas asistía un solo invitado, y ese invitado era siempre una de sus niñas68 ”.
Muchas de estas niñas, incluso, adoptan un gesto de desgana o cansancio. De este modo se nos representan lánguidas, recostadas o dormidas, casi nunca acompañadas por objetos o en actitudes propias de su edad. De hecho, cuando fotografía algún objeto infantil como una muñeca, lo hace casi como si se tratase, igualmente, de un modelo real de carne y hueso, confiriéndole el mismo protagonismo pasivo, estático y objetual que les reserva a las niñas.
Lewis Carroll compone un muestrario de niñas-amigas muy lejos del ideal infantil espontáneo, directo, sin artificios, donde los niños ríen y se divierten. Aquel mundo al que las trasladaba durante el tiempo que pasaban con él:
(...) Mis primeros recuerdos de Mr. Dodgson se asocian con la fotografía. En aquel entonces él era muy aficionado a este arte, que luego abandonaría enteramente. Guardaba diversos vestidos y “accesorios” con los que nos disfrazaba, lo cual, por supuesto, acrecentaba la diversión. ¿Qué niña no iba a disfrutar vistiéndose de japonesa o de mendiga, de gitana o de india? A veces nos trasladábamos al tejado del College, al que se accedía fácilmente desde las ventanas del estudio. O podíamos permanecer a su lado, en el interior de la pequeña cámara oscura, y lo observábamos mientras vertía el contenido de unas botellitas intensamente olorosas sobre un negativo de cristal, donde una se veía tan divertida con su cara negra. Y cuando se cansaba una de esto, quedaba siempre la posibilidad de encontrar toda clase de maravillas en el armario de la habitación grande de abajo. Cajas de música de diferentes colores y diferentes tonos, el viejo oso de lana que se ponía a pasear cuando él le daba cuerda, juguetes, libros con láminas y montones de fotos de otras niñas que también habían tenido la fortuna de pasar esa mañanas con él 69”.
Sino todo lo contrario, las sumerge en un mundo imaginario donde actuan al son del cuentista:
“...Uno de los aspectos más atractivos de su persona era que, a pesar de tratar siempre de igual a igual a sus amigas niñas, nunca vacilaba en corregirles sus faltas -nunca con represión, sino de un modo que a cada cual hacía ver su lado malo y detestarlo-. A una le quedaban grabadas sus palabras, que ni por un momento las veía como las proferidas por otros adultos en el colegio o en casa. Realmente poseía un corazón infantil, de forma que cuando se dirigía a una niña, ésta entendía hasta las cosas más profundas de la vida, porque estaban dichas en su propio lenguaje70 ”.
Estos rostros y cuerpos orquestados sumen al observador en la incertidumbre del cambio. Parecen vivir, como él mismo, en un mundo de interrogantes. Un mundo adulto, encorsetado y puritano del que se espera evadir:
“Para mí todo esto era perfecto, pero lo asombroso es que él nunca me pareciera cansado o deseoso de otra compañía. Le hablé de ello una vez, cuando fui mayor, y me dijo que su mayor placer era conversar libremente con una niña, y sentir las profundidades de su mente. Solía escribirme, y yo a él, después de ese verano, y la amistad, así iniciada, perduró. Sus cartas constituían una de las mayores alegrías de mi niñez71 ”.
La existencia real de Alicia, que duda cabe, ha permitido fantasear sobre su papel de musa y metáfora del terror de Carroll por convertise en adulto. Pero nunca podremos saber qué hay de cierto o de falso en ello. De cualquier modo, el alma de Alicia Liddell quedó atrapada no sólo en un personaje de ficción, también en las fotografías. De tal manera que una y otra se nos representan ambiguas como las palabras y pensamientos de su creador. “En mi opinión, escribía Beatrice Hatch, nunca llegó a comprender que nosotras, a las que había conocido de niñas, podíamos dejar de serlo. Hace pocos años estuve con él en Eastbourne, y a su lado me sentí niña una vez más. Nunca pareció darse cuenta de que había crecido, excepto cuando se lo recordé, y entonces me comentó simplemente: “Da igual; para mi seguirás siendo una niña, aunque tengas canas72 ”.
La fotógrafa Viktoria Sorochinski realizó entre 2005 y 2010 el proyecto titulado Anna & Eva74, un trabajosobre el aprendizaje y el conocimiento de la vida a partir de la relación madre-hija75 . Se trataba de una serie formada a su vez por cinco subcapítulos en función del crecimiento y desarrollo de ambas: Dream House (2005-2006), Wood’s Tale (2006-2007), Being Light (2008), Small Epiphanies (2009) y Little Big Life (2010). Lo interesante de este trabajo fue el modo en que la artista representó este aprendizaje como una especie de viaje iniciático e inquietante al país de las maravillas que representan, en cierta manera, las relaciones humanas.
Acerca de Viktoria Sorochinski comentar que abandonó la ex Unión Soviética a la edad de 11 años, en 1990, a causa de los conflictos religiosos y políticos. Tras unos años en Israel se trasladó a Montreal. Aquí estudió Bellas Artes en la Universidad de Concordia, conoció a Anna y Eva, también nacidas en Ucrania y emigrantes como ella a Canadá, y empezó a fotografiarlas. Después viajó a New York, se instaló en Brooklyn, donde vive actualmente y continuó fotografiándolas.
La artista ucraniana traduce magistralmente sus intereses particulares en fotográficos y artísticos: por un lado, los cuentos y tradiciones rusas76 , el peso que tienen en la infancia y cómo modulan nuestra percepción de conceptos como lo que es bueno o malo. Y, por otro, las relaciones y emociones que caracterizan y describen al ser humano: la fuerza, la debilidad, las luchas, los miedos, las ilusiones, los sueños, la felicidad, el dolor, etc.
La serie Anna & Eva aborda de forma fantasiosa e incluso alegórica la conexión entre una joven madre de 23 años y su pequeña de 5, así como el modo en que esta relación, ciertamente peculiar, dificulta la asignación tanto en una como en otra de una serie de roles convencionales como el de protectora, el de observadora, el de cuidadora... Asimismo, la confusión derivada de dichos roles, es representada por la artista de forma muy irónica y pone en entredicho la influencia de estos durante la etapa que va del mundo de la infancia al mundo de la no infancia y así, nos conduce hacia la verdad oculta tras el espejo desde el que Lewis no pudo más que contemplar la marcha inevitable de Alicia.
"Cuando conocí a Anna y Eva en el año 2005, estaba intrigada por la dinámica inusual e intensa de su relación. (…)Tres años de edad, Eva era sorprendentemente madura, pero su madre, Anna, que tenía 23 años, parecía muy infantil. Las dos estaban aprendiendo una de la otra, y, a veces, era difícil distinguir quién mantenía el equilibrio de poder”.
Anna&Eva es un proyecto con una fuerte carga narrativa además de documental, donde lo que más llama nuestra atención es la imagen de fantasía e irrealidad; sin mermar un ápice la tensión emergente entre ambas protagonistas -evidente sobre todo en las primeras fotografías de la serie-, tensión que se convierte en el verdadero hilo conductor de la serie.
Sorochinski nos sitúa frente a unos escenarios creados y organizados por ella misma con un mimo casi artesanal y una factura impecable donde el lugar, los objetos o las poses están medidos al detalle al igual que en el caso de la obra de Carroll. De igual manera, estos no merman ni enturbian la peculiar y poderosa atracción del espectador hacia la relación real entre Anna y Eva.
En consecuencia, se trata de un conjunto de imágenes resultantes tanto de la observación como de la interpretación que la autora hace de la relación madre e hija. Quizá, como ha destacado la autora, la joven edad de la madre incrementa notablemente, sobre todo en las primeras imágenes, la tensión que percibe el espectador. No obstante y con independencia de la edad, en toda relación madre/hija, en todo proceso de instrucción y aprendizaje, de alguna manera, son inevitables las tensiones y también el intercambio de roles.
El interés de la artista por Anna y Eva fue particularmente intenso en los comienzos del trabajo. Primero, porque ambas, al igual que ella, eran rusas y emigrantes:
“Anna y yo nacimos en la ex Unión Soviética en el mismo periodo -de hecho, nacimos en el mismo mes-. Esto ciertamente permite más cercanía y entendimiento entre nosotros. Yo no diría que mi trabajo está particularmente motivado por mi origen ruso, pero probablemente se podría decir que la forma en que manejo mis proyectos tiene que ver con él. Los mitos que he usado en la serie de Anna y Eva están arraigados en mis recuerdos de infancia propios”.
Segundo, porque al muy poco de conocerlas advirtió cómo la línea fronteriza entre la infancia y la edad adulta dificultaba por un lado, identificar cuál de ellas ejercía el poder y el control sobre la otra, pero también cuál de ellas adquiría el conocimiento de la esencia de la vida y quién lo transmitía.
La serie, planteada como un cuento, aunque no basada en ninguno en particular, tiene como argumento central el mundo de la infancia, sus miedos, fantasías, y el aprendizaje de la maternidad; en definitiva, el crecimiento personal. Para ello, como ya he señalado, se apoya en los mitos, las creencias populares y la percepción infantil del bien y del mal77 . Sus puestas de escena, muy esmeradas y trabajadas, traducen el ambiente mágico e igualmente inquietante del mundo imaginario en el que ambas mantienen esta relación tan intensa como compleja.
De hecho, la esencia de algunos de los mitos eslavos más populares, en donde aparecen princesas encantadas, héroes magníficos, duendes, demonios, tesoros, inocentes campesinos, islas maravillosas o cuevas demoníacas y que forman parte de los recuerdos de su infancia, sirven de marco para componer las escenas entre madre e hija. Estos mitos no están descritos de manera literal, sino que se subordinan a la interpretación simbólica que la artista hace de esta relación. Son imágenes, algunas de ellas de una gran belleza poética, en parte resultado de su imaginación y en parte, como ya señalamos, de la asimilación de la tradición y cultura rusa transmitida a la autora desde su infancia. Un conocimiento que, reconoce la autora, tuvo un gran impacto en su percepción del mundo y que le ayudó mucho en su relación con Anna y Eva.
En el contexto de este país imaginario, la artista narra con ironía la mayor de las aventuras que acontece en la vida de Anna y Eva, sus jovencísimas protagonistas: la de crecer juntas y, evidentemente, también independientes. Anna y Eva hacen partícipes a la autora de la complejidad de su relación fraternal, y esta a su vez la reinterpreta para el espectador desde sus propias visiones, gestos y signos.
A partir de la primera escena queda patente la fragilidad de Anna frente a la fuerte personalidad de Eva, que gana protagonismo. De hecho, en las últimas fotografías se aprecia un cambio sustancial en la representación de su mundo mucho más fantasioso al comienzo y más “real” en el momento en que da comienzo su vida “adulta” y empieza a ser consciente de lo que acontece en su vida.
Algunas imágenes reflejan misterio, miedo, malestar, angustia. Otras complicidad, amor, ternura, admiración, felicidad. Todo ello convierte en inquietante a la par que en maravilloso la experiencia de crecer. Pero al igual que la obra de Carroll, trasladan al espectador a un país de las maravillas donde la niña-mujer se torna heroína.
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1 Para la lectura del cuento en castellano se ha manejado la edición de Siruela, publicada en Madrid en el 2003 con traducción de Jaime de Ojeda e introducción de Tomás Miranda Alonso, y la edición Alianza Editorial, publicada en Madrid en el 2004, traducida y prologada por Jaime de Ojeda e ilustrada con los dibujos de Sir John Tenniel.
2 Nacida en Westminster el 4 de mayo de 1852 y fallecida en Kent el 15 de noviembre de 1934.
3 Lewis Carroll era el seudónimo de Charles Lutwidge Dogson, nacido el 27 de enero de 1832 en Daresbury y fallecido el 14 de enero de 1898 en Guildford, ambas localidades de Reino Unido. Hijo de vicario fue el primogénito de una familia de 8 hermanas y 2 hermanos, casualmente todos zurdos y ligeramente tartamudos. Se le diagnosticó epilepsia por error y a causa de una bronquitis padeció sordera del oído derecho hasta su muerte. Se ha especulado mucho acerca de su posible consumo de láudano como antídoto a la artritis y migrañas. Véase al respecto el estudio titulado “Lewis Carroll's migraine experiences”, realizado por los neurólogos Klaus Podoll y Dereck Robinson a partir de sus diarios y los dibujos que realizó entre 1855 y 1862, publicado en The Lancet, el 17 de abril de 1999 [volumen 353, p. 1366], y la reseña P. ANDAL, “Las alucinaciones de Lewis Carroll” en url:http://edant.clarin.com/diario/1999/09/26/e-05001d.htm [última consulta 16-01-13].
4 “Niña-amiga” fue un término acuñado por Carroll para referirse a sus amigas.
5 Véase L. CARROLL, Alicia en el País de las Maravillas. Madrid, 2004, p. 9.
6 Véase L. CARROLL, Niñas. Lewis Carroll. Estudio preliminar de Brassaï. Barcelona, 1998, p. 29.
7 Para un análisis de sus biografías publicadas véase K. LEACH, In the Shadow of the Dreamchild. Londres, 1999.
8 Para una descripción de Pomona véase el estudio de M. DÍAZ PADRÓN, El lienzo de Vertumno y Pomona de Rubens. Madrid, 2010. La diosa Pomona estaba aislada del mundo, y eran muy pocas las personas que podían acercársele. A través del engaño, el dios Vertumno, logró su favor defendiendo la causa del amor.
9 Véase el catálogo dedicado a la artista de J. LUKITSCH, Her Work and Carecer, George Eastman House Rochester 1986. Madrid, 1987.
10 Véase M. GADNER, Alicia anotada. Lewis Carroll. Madrid, 2010.
11 Asimismo, se suele considerar a Carroll como una de las personas que instruyó a Cameron en la práctica fotográfica.
12 John Skinner afirmaba que el hecho de que buscara un pseudónimo con el que firmar su obra literaria representaba cierta separación entre las dos facetas que conformaban su personalidad: como Jekyll, Charles Lutwige Dogson era un respetado profesor de matemáticas en el Christ Collage, y como Hyde, Lewis Carroll era un escritor que podía desarrollar todo su ingenio jugando con las palabras, véase A. BALLESTEROS GONZÁLEZ, Narciso y el Doble en la Literatura Fantástica Victoriana. Castilla-La Mancha, 1998, pp. 251-272.
13 Asimismo, fue la biografía, la segunda dedicada a Carroll, escrita por Langford Reed la que desatase el primer comentario sobre un posible desdoblamiento de su personalidad debido al color de tinta utilizado por el escritor - negra si se trataba del profesor Dogson y morada en el caso de tratarse del escritor Carroll: “El Sr. Caroll es infantil, caprichoso, impaciente, sociable, amante de al adulación e intensamente humano; el profesor Dodgson era serio, pedante, maduro, tímido, distante, egoísta y mostraba poco interés por otras personas adultas de su entorno –incluido el Sr. Carroll, con el cual juraba no tener ningún tipo de relación”. Véase K. LEACH, In the Shadow of the Dreamchild. Londres, 1999, p. 127.
14 El primero de ellos se debe a Anthony Goldschmidt. Este publicó en 1933 en The New Oxford Outlook “Alice in Wonderland: Psycho-Analysed”, donde afirma que Carroll era un pedófilo.
15 La familia de Carroll mostró preocupación ante los rumores desatados tanto por la juventud de sus niñas-amigas como por las señoritas solteras, mujeres casadas e incluso viudas con las que alternaba. Tradicionalmente, una niña dejaba de serlo al cumplir los 14 años. Con esta edad ya podía contraer matrimonio.
16 “Era habitual que Carroll pidiera permiso a los padres de las niñas para poderlas tomar fotos y si todo iba bien, para fotografiarlas sin ropa. El matrimonio Henderson admiraba su arte y no les importaba que hiciera fotos de sus hijas desnudas e, incluso, permitieron que se quedaran solas con él sin necesidad de estar presentes ellos. El 18 de julio de 1879, Carroll escribió a la señora Henderson para preguntarle si Gertrude Thomson podía estar presente en una sesión de desnudos, ya que le parecía ventajoso que: “La señorita Thomson hiciera algunos bocetos de los cuales podría sacar un dibujo realmente lindo”, en N. SÁNCHEZ GARRE, Evolución de la fotografía a través de la obra de Lewis Carroll: Alicia en el país de las maravillas y A través del espejo, [Tesis doctoral], Madrid, 2003, pp. 163-164.
17 Véase L. CARROLL, Alicia en el País de las Maravillas. Madrid, 2004.
18 Véase L. CARROLL, Niñas. Lewis Carroll. Estudio preliminar de Brassaï. Barcelona, 1998, pp. 20-21.
19 Los diarios de Lewis Carroll (13 volúmenes) junto con el resto de documentos privados fueron consultados por su sobrino Stuart Dodgson Collingwood, hijo de su hermana más joven Mary, para realizar la que sería la primera biografía del escritor publicada en 1898. El resultado fue un texto superficial y laudatorio únicamente centrado en preservar la reputación del escritor y profesor. Collingwood traza un retrato de hombre piadoso y recto, caritativo y tranquilo, con algún que otro toque excéntrico: llevar siempre sombrero de copa y nunca sobretodo, aunque hiciera frío, no aceptar invitaciones para cenar o sentir aversión por los niños varones. Unos meses más tarde, la actriz Isa Bowman publicaba The store of Lewis Carroll, by the Real Alice in Wonderland, donde narraba su relación con su tío y responsable de que le hubieran dado el papel de Alicia en la adaptación teatral. Véase S. DOGSON COLLINGWOOD, The Life and Letters of Lewis Carroll. England, 2007.
20 Publicados por Oxford University Press. Los diarios completos fueron publicados por E. WAKELING, Lewis Carroll's diaries: the private journals of Charles Lutwidge Dodgson (Lewis Carroll). London, 2003.
21 Testimonio de R.L. Green extraído de J. GATTÈGNO, Lewis Carroll, México D.F., 1991.
22 El joven Charles Dogson era desde ese mismo año el Sub-bibliotecario del Christ Church Collage.
23 Conoce a Isa Bowman, “musa” de su obra Silvia y Bruno, en 1888. Isa fue otras de sus niñas-amigas favoritas, querepresentó el papel de Alicia en el teatro. En este mismo año, Carroll impartía clases de lógica en un colegio femenino en Oxford.
24 Testimonio de Isa Bowman extraído de N. SÁNCHEZ GARRE, ob.cit., p. 365.
25 Testimonio de Alice Liddell extraído de N. SÁNCHEZ GARRE, ob.cit., p. 368.
26 Durante este año obtuvo la plaza como profesor titular de matemáticas, adoptó el seudónimo literario de Lewis Carroll, compró su primera máquina fotográfica que incluía una tienda oscura portátil equipada con “up to date -el sistema de colodión más rápido y seguro respecto de la calotipia- y conoció a la niña de cuatro años llamada Alicia Liddell, que supuestamente le inspirará el cuento infantil con el que mayor fama alcanzara.
27 Había llegado a esta institución en 1881 para iniciar sus estudios universitarios. Este mismo año, en marzo fallece su madre, pero será la muerte de su padre en 1888, la que califique como “el golpe más duro de mi vida”.
28 Testimonio de Beatrice Hatch extraído de SÁNCHEZ GARRE, ob.cit., p. 366.
29 Testimonio de Lewis Carroll extraído de SÁNCHEZ GARRE, ob.cit., p. 129.
30 Testimonio de Alice Liddell extraído de SÁNCHEZ GARRE, ob.cit., p. 368.
31 El incidente que dio pie a este rumor tuvo que producirse entre los meses de abril y noviembre de 1857.
32 Testimonio de Alice Liddell extraído de SÁNCHEZ GARRE, ob.cit., p. 366.
33 En 1887, Carroll autorizó a Henri Saville Clark a escenificar la versión musico-teatral de Alicia que se llamó Alice in Wonderland. A Dream Play for Children. Véase R. GUBERN, La vida es sueño. Barcelona, 2002, pp. 130-131.
34 En este año, Carroll ya había abandonado la fotografía (1880) y renunciado a su puesto de profesor de Matemáticas (1881), que había desempeñado durante veinticinco años.
35 Este manuscrito puede consultarse en url: http://lewiscarroll.jimdo.com/los-libros-de-alicia/aventuras-subterráneas-de-alicia/ [última consulta 19-01-13]. Véase también la edición en español de José J. de Olañeta del año 2000.
36 L. CARROLL, Alicia en el País de las maravillas/A través del espejo. Madrid, 1999.
37 Acompañaba a Alicia su hermana Rhoda.
38 L. CARROLL, op. cit., p. 47.
39 Testimonio de Enid Stevens extraído de SÁNCHEZ GARRE, ob.cit., pp. 370-371.
40 Este autor afirma que Carroll declaró a los Liddell su deseo de contraer matrimonio en un futuro con su hija. Veáse M. NORTON COHEN, Lewis Carroll a Biography.Londres, 2001.
41 Lewis Carroll no inventó las Aventuras subterráneas de Alicia para ser publicada.
42 Testimonio de Alice Liddell extraído de SÁNCHEZ GARRE, ob.cit., p. 368.
43 A través del espejo y qué encontró Alicia allí (1871) es la segunda parte de Alicia en el País de las Maravillas (1865). Curiosamente sería otra niña real llamada Alicia -Alicia Raikes-, prima lejana del escritor, la que tras una anécdota con Carroll desatara nuevamente su inspiración. Véase L. CARROLL, A Través del Espejo y lo que Alicia encontró allí. Madrid, 1984.
44 Recordemos muy brevemente el argumento del cuento: Alicia corre detrás de un conejo blanco y cae al interior de su madriguera hacia el centro de la tierra hasta llegar al país de las maravillas. Un país habitado por extraños seres inspirados en la realidad unos -caricaturas políticas o sociales como la duquesa o la reina-, en la fantasía y afición por los juegos de palabras y frases populares otros –el sombrerero loco-. El cuento acaba con un juicio. Alicia se despertará en el momento crucial del cuento en el que es acosada por un gran peligro, cuando las cartas de la baraja quieren lincharla y la hermana mayor de Alicia está soñando los sueños de su hermana pequeña. En mi opinión, la segunda parte resulta más interesante. Alicia traspasa un espejo y llega a un mundo donde debe jugar una gran partida de ajedrez, para lo cual recorre el tablero para convertirse en reina y dar jaque al rey rojo. Destaca la identificación del propio Lewis Carroll como el Caballero Blanco y el carácter esperpéntico, esnob y ególatra del huevo Humpty Dumpty.
45 La repercusión de Carroll en la literatura anglosajona es equiparable a la de Charles Dickens o William Shakespeare.
46 Testimonio de Alice Liddell extraído de L. CARROLL, Alicia en el País de las maravillas/A través del espejo. Madrid, 1999, pp. 45-46.
47 Testimonio extraído de L. CARROLL, Alicia en el País de las maravillas/A través del espejo. Madrid, 1999, p. 46.
48 Testimonio de Robinson Duckworth extraído de L. CARROLL, Alicia en el País de las maravillas/A través del espejo. Madrid, 1999, p. 47.
49 El título de Alicia en el País de las Maravillas fue el escogido finalmente por Carroll para la reedición del manuscrito original. Este escribió a su amigo, el actor John Taylor, solicitándole ayuda para escoger entre otros títulos propuestos: “Alicia entre los Elfos”, “Alicia entre los Goblin”, “Las horas en el País de los Elfos”, “Las andanzas de Alicia” y “Las aventuras en el País de las Maravillas”.
50 "Regalo de Navidad para una querida niña como recuerdo de un día de verano". Tras la versión original Aventuras subterráneas de Alicia (1862), Carroll publicó Alicia en el País de las Maravillas, una revisión ampliada del original con ilustraciones de Sir John Tenniel. Después, Alicia para pequeños (1889), una versión reducida del cuento, editada por Edmund Evans, para niños menores de tres años y con las ilustraciones de Tenniel coloreadas. Por último, en 1871, publicó la segunda parte del cuento A través del espejo y que encontró Alicia allí.
51 Esta periodista publicó en 2010 una nueva biografía que abordaba, precisamente, el tema de pederastia que afectó escritor, y, que afirma, fue la causa de que abandonara la fotografía y destruyera su archivo de niñas desnudas. Véase J. WOLF, The Mystery of Lewis Carroll. Understanding the Author of Alice in Wonderland. U.K, 2010.
52 La lápida se encuentra en la localidad de Lyndhurst.
53 L. CARROLL, Niñas. Lewis Carroll. Estudio preliminar de Brassaï. Barcelona, 1998, p. 19.
54 El crítico de arte John Ruskin convenció a Carroll para que no publicara el manuscrito con sus ilustraciones sino con las realizadas por Sir John Tenniel, artista de sobrada experiencia en la ilustración de animales; esta decisión no fue bien acogida por el escritor, sin embargo, la última palabra la tuvo MacMillan como editor.
55 El album, firmado por Lewis Carroll, contenía 115 fotografías. Fue llevado por Helmut Gernsheim al departamento de manuscritos de la Biblioteca Británica, donde tras los análisis grafológicos y de tinta pertinentes autentificaron su cronología y autoría.
56 Fueron varios los textos que sobre fotografía escribió Carroll. Entre ellos cabe señalar el divertido relato El día de Asueto de un fotógrafo. Un libro compuesto por cinco cuentos -“El día del Asueto de un fotógrafo”, “La leyenda de Escocia”, “Wilhelm von Schmitz”, “Novedad y agudeza”, “Una fábula enrevesada”-, donde Carroll narrará sus aventuras con las cámaras y las placas. La ironía del escritor brilla en el pasaje en el que al encontrarse con un campesino, este defiende el derecho a la propia imagen de su granja. Además de: Las maravillas de la fotografía (1855), Hiawatha´s Photographing (1857)y Cómo termina el día de un fotógrafo (1860).
57 Durante el verano de 1855, Carroll comprobó junto a su tío la magia con la que se mostraba la imagen latente. Fue costumbre en Carroll que montara sus retratos en álbumes fotográficos.
58 En este año, acusado de pedófilo, abandonaría la fotografía no sin antes destruir gran parte de los desnudos infantiles y guardados en su estudio ubicado en el barrio de Tom Quad.
59 Alexandra Kitchin, "Xie", se convertiría en una de sus modelos habituales desde los 4 hasta los 16 años. Xie era hija del canónigo de la Catedral de Winchester.
60 Véase descripción de las fotografías en L. CARROLL, Niñas. Lewis Carroll. Estudio preliminar de Brassaï. Barcelona, 1998, p. 17.
61 Brassaï recoge en su breve introducción una carta enviada por el fotógrafo a su madre en la que le solicitaba que le enviara algún camisón de franela por lo “lo gloriosa” que resultaba su calidad fotogénica. Al igual que Alicia, Irene Macdonald y Mary Millais, entre otras, fueron retratadas con estas prendas.
62 Los comentarios del texto hacen referencia a las fotografías en las que aparecen retratadas, además de Alicia Liddell, Kattie Brine, Ella Balfour, Florence Bickersteth, Gertrude Dykes, Mary Ellis, Constante y Mary Ellison, Alexandra Kitchin, Margaret Gatey, Charlotte Webster, Beatrice Hatch, Beatrice Henley, Amy Hughes, Elisabeth Lay Hussey, Louise D. Barry, Agnes Grace Weld (vestida de caperucita roja), Irene MacDonald, Mary Millais, Agnes Hughes, Alice Murdoch, Polly y Florence Ferry, Maria White, Evelyn y Lizzie Wilson, Aileen Wilson-Todd. Junto a otras cuantas desconocidas. Estas fotografías pueden consultarse en url: http://www.lewiscarroll-site.com/
63 El 21 de mayo de 1867, Carroll anota en su diario la primera referencia sobre el retrato fotográfico de niñas completamente desnudas. La mayor parte de estos los realizaría en sus últimos años como fotógrafo, siendo 1879, el año en el que alcanzara un mayor número de ellos.
64 Este puritanismo no es exclusivo del pueblo anglosajón. En 2008, el fotógrafo australiano, Bill Henson, sufrió el cierre de su exposición en Sidney porque exhibía imágenes de adolescentes semidesnudos. Al cierre de la exposición le siguió una denuncia por pornografía infantil, además de que su trabajo fuese calificado de «repugnante» por el primer ministro, Kevin Rudd. Como protesta, un grupo de cincuenta artistas locales recordó que el arte no podía tener límites.
65 Véase L. CAROLL, Niñas. Lewis Carroll. Estudio preliminar de Brassaï. Barcelona, 1998, p. 26.
66 Brassaï señala que disponía de un gran baúl lleno de disfraces propiedad del teatro de Drury Lane. Los objetos neozelandeses con los que Ella, hija de un colega de Oxford, aparecía fotografiada los trajo el propio Carroll del Museo Ashmolean.
67 Testimonio de Gertrude Chataway extraído de SÁNCHEZ GARRE, ob.cit., p 364.
68 Testimonio de Beatrice Hatch extraído de SÁNCHEZ GARRE, ob.cit., p. 366.
69 Ibídem.
70 Testimonio de Beatrice Hatch extraído de SÁNCHEZ GARRE, ob.cit., p. 370
71 Testimonio de Gertrude Chataway extraído de N. SÁNCHEZ GARRE, ob.cit., p. 365.
72 Ibídem.
73 Este trabajo fotográfico puede verse en url: http://www.viktoriart.com/
74 Anna&Eva fue presentado por vez primera en París en el Espace Dupon con motivo del Mes de la Fotografía del año 2011.
75 Para una recopilación de cuentos sobre madres e hijas véase J. EVETTS- H. CANN, Madres e hijas.Madrid, 2001. Estos cuentos tratan de madres, abuelas, madrastras, madrinas, madres adoptivas y suegras y de cómo entrelazan sus relaciones con sus hijas. Los cuentos proceden de diversas culturas. La autora los ha recopilado manteniendo las cualidades universales de la mitología y el cuento de hadas popular, teniendo en cuenta las costumbres locales.
76 Las imágenes que componen este proyecto reinterpretan desde la contemporaneidad algunos de los protagonistas y temas originarios de los cuentos rusos: las tradiciones y vida del campesinado, las representaciones del mal, la magia y la brujería representada por seres y objetos, las historias de fantasmas o las leyendas sobre santos. Veáse Grandes Cuentos de Hadas (12). Afanásiev y los cuentos tradicionales rusos. Este historiador y escritor ruso (1826-1871) fue uno de los investigadores más destacados del siglo XIX en materia de folklore y literatura popular, convirtiéndose en el mayor de folclorista ruso de la época, y el primero en editar volúmenes de cuentos de la tradición eslava, que se habían perdido a lo largo de los siglos. Su obra maestra fue “Cuentos populares rusos” (1855-1863), una recopilación publicada en ocho volúmenes con 680 cuentos tradicionales y fábulas procedentes de la narrativa popular.
77 Esta serie incide en el hecho de cómo el conocimiento adquirido durante la infancia influye decisivamente en la percepción de lo que consideramos bueno y/o malo.