LOS FUNERALES DE LENIN O EL NACIMIENTO DE UN MITO FUNDACIONAL

Alfonso A. Gracia Gómez

Universitat de València (España)


Resumen:

La importancia histórica de la figura de Lenin no se reduce exclusivamente a los numerosos monumentos e imágenes que ocupan el espacio soviético, pues la presencia ubicua de su imagen en la narrativa histórica contemporánea sólo fue posible debido a su repentina muerte y al uso que Stalin hizo de ella para la consolidación de la URSS. Esta, a imitación de las antiguas tribus bíblicas, era más que la patria del socialismo, la patria del leninismo.

Palabras clave: Lenin, figura, propaganda, mitología, imagen.

Abstract:

The historical importance of the figure of Lenin is not exclusively limited to the numerous monuments and images that occupy the Soviet space. This ubiquitous presence of his image in contemporary historical narrative was possible only because of his sudden death and Stalin's use of it for the consolidation of the USSR. This, in imitation of the ancient biblical tribes, was more than the homeland of socialism, the homeland of Leninism.

Keywords: Lenin, figure, propaganda, mythology, image.

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1. Introducción

La importancia histórica de la figura de Lenin no se reduce exclusivamente a su omniabarcante presencia, a los numerosos monumentos e imágenes que bombardearon el espacio soviético1 . Ciertamente, esa ubicuidad cuasi religiosa es imprescindible para la configuración imaginaria de un mito real2 ; pues sin la carga simbólica de la figura de Lenin no se puede explicar la historia que envolvió el surgimiento, continuación e incluso ulterior y efectiva decadencia de la Unión Soviética como proyecto en la historia 3. Por ello, resulta tentador elevar la imagen de este personaje a la altura de un auténtico “padre fundador”, y ello no sóloporque ocupase el lugar imaginario del liderazgo en un proyecto político personalista, sino porque en torno a su imagen se construyó la filiación nacional de un pueblo naciente, un pueblo cuya historia debía estar, no escrita, sino por escribirse. Inversión del clásico esquema romántico en el que se funda la unidad simbólica de buena parte de los Estados modernos4 : en el caso de la “nación” soviética nos las habemos con un país “imaginario” (aunque habría que preguntarse hasta qué punto toda configuración nacional no sería más que un país imaginario) de fronteras siempre por definir: un país sin territorio específico, y que por ello pudo abrazarse con proyectos políticos geográficamente alejados, más allá de los límites territoriales de la antigua URSS y hasta todos aquellos lugares que anhelaron formar parte del proyecto común de una hipotética, siempre en construcción, patria internacional del proletariado.

Por ello, el nombre de Lenin comparte tan a menudo páginas con los líderes de numerosos Estados y regímenes totalitarios del siglo xx, organizados cuasi unánimemente en torno a la figura paternalista de un caudillo o dictador5 . Es fácil de entender, igualmente, que ellos mismos se hayan vinculado mayoritariamente al propio universo ideológico del socialismo (no en vano enmarcado como marxista-leninista) pese a que la sola configuración de semejante hermandad conllevase el riesgo de que se los percibiera como la membresía perversa de un auténtico “eje del mal” del que han formado parte –al menos en el imaginario de las principales potencias de Occidente 6– desde los totalitarismos de Mao y Kim Il-Sung, hasta otras propuestas personalistas como son el socialismo de Castro o el “socialismo del siglo xxi” de Hugo Chávez7 .

Pero estas coincidencias no deben oscurecer un aspecto esencialmente único del caso de Lenin, detalle que es de hecho el que eleva su nombre al estatuto que ocupa como auténtico “mito” en la historia del siglo xx, más allá de las limitaciones geográficas o temporales que también han caracterizado a los liderazgos de otros gobernantes. Pues esta presencia extraordinaria de la imagen de Lenin en la narrativa histórica contemporánea no sólofue posible debido a su repentina muerte, sino sobre todo al uso que el líder efectivo de la por entonces aún naciente Unión Soviética, Joseph Stalin, hizo de ella para su beneficio particular, es decir, para la consolidación del Régimen y el aseguramiento de su propio liderazgo. Los medios de comunicación y propaganda estalinistas no tuvieron reparo en construir una imagen doblada que no sólono aspiraba a ensalzar la figura del nuevo regente por encima de la de un líder que ya no habría de gobernar; por el contrario, supieron aprovechar las circunstancias de su fallecimiento para construir la consolidación definitiva de un modelo político al que sus continuadores no tuvieron menoscabo en llamar, no estalinismo (pese a que Stalin se erigía como su auténtico autor), sino leninismo 8.

Así, cuando Vladimir Ilyich Ulyanov (Владимир Ильич Ульянов), más conocido como Lenin, murió el 21 de enero de 1924, legó sin saberlo una gran herencia, verdaderamente inmensa. Tanto, que fueron muchos los que coincidieron en pensar que sus capacidades habían excedido los límites atribuibles a la vida de un mero mortal. Además de sus escritos, por los que todavía hoy puede ser reconocido como uno de los más grandes pensadores del siglo pasado, su protagonismo había sido crucial para el desarrollo de los acontecimientos, sin duda, más importantes de su país y su época. Resultaba verdaderamente imposible escribir la historia de la Revolución Socialista sin mencionar su nombre. Y por esta razón su causa política pudo seguir extendiendo por todo el mundo un argumentario común y el sentimiento de una fraternidad que sólode palabra se podía considerar inter-nacional, pues se fundaba en la imaginería de una auténtica nación que recibió el nombre de leninismo9 . Los estalinistas y, en general, los marxistas del mundo no dudaron en aunarse en torno a esta supuesta filiación imaginaria: el socialismo como el país de Lenin, o, más bien, de sus “hijos”.

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Cómo citar este artículo:
Gracia Gómez, A.A. (2019). Los funerales de Lenin o el nacimiento de un mito fundacional. ASRI. Arte y Sociedad. Revista de Investigación, (16), 21-36.



1 ENJUTO CASTELLANOS, Esther, “Stalin y el retrato oficial en la Unión Soviética de entreguerras”, Ars longa, nº 7-8, 1996-1997, pp. 279-283.

2 DÍEZ, Luis Gonzalo, “Rompiendo con el mito de un Lenin bueno y un Stalin malo. Robert Service”, Mar Oceana, nº 20, 2006, pp. 171-174.

3 FUENTES, Juan Francisco, “De Lenin a Stalin. El triunfo del voluntarismo”, Letras libres, nº 226 (México), 2017, pp. 12-15. También se encuentra en el nº 217 (España), 2017, pp. 8-11.

4 SEPÚLVEDA MUÑOZ, Isidro, “La investigación del Nacionalismo: evolución, temas y metodología”, Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, nº 9, 1996, pp. 315-336.

5 GLOVER, Jonathan, Humanidad e inhumanidad: una historia moral del siglo xx, Madrid, Cátedra, 2013.

6 CORERA, Gordon, “Rusia y Occidente: un siglo de relaciones marcado por sospechas e intentos de desestabilización”, BBC.com, 28 de marzo de 2017.

7 Debido a que la figura histórica de Simón Bolívar se utiliza a menudo como símbolo de este movimiento, es muy común que en prensa e incluso en textos académicos se lo refiera como “bolivarismo”. Sin embargo, esa no fue la denominación correcta que el mismo Chávez dio para su causa política. El nombre de “socialismo del siglo xxi” fue transmitido tanto en los planes nacionales como en los documentos oficiales, y sigue siendo a día de hoy la fórmula de identidad preferida por las instituciones chavistas. Debo a Milagros Coromoto García Cardona esta apreciación, así como algunas incidencias notables de la comparativa entre los casos de Lenin y Chávez que tendrán importancia al final de este artículo.

8 TARCUS, Horacio, “De la Revolución al stalinismo: el leninismo y el problema del poder”, Revista Izquierdas, vol. 1, nº 1, 2008, pp. 1-17.

9 HALIMI, Serge, “El siglo de Lenin”, Le Monde diplomatique en español, nº 264, 2017, p. 13.

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