EL ESPACIO EN LA PINTURA CONTEMPORÁNEA. EL ENCUENTRO DE ORIENTE Y OCCIDENTE
Universidad de Salamanca (España)
            Resumen:
  Tras el final de  las dos grandes guerras del s XX, la pintura adoptó una nueva comprensión del  espacio, que cambiaba la perspectiva por la narración continua de Asia  Oriental. Esto favoreció la recuperación de los dípticos y trípticos y la  experiencia de la instalación como género dentro del arte contemporáneo.  Partiendo de las Nymphéas de Claude Monet, esta investigación especula sobre el  peso de determinadas condiciones específicas y de la pintura japonesa en este cambio.  
Palabras clave: Espacio, perspectiva, narración continua,  dípticos, trípticos.
    
              Abstract:
  After the end of the two large wars of the XX century, the painting  adopted a new understanding of the space that changed the perspective for the  narration continuous of Asia Eastern. This favored the recovery of them  leaflets and brochures and the experience of the installation as genre within  the art contemporary. Starting with the Nympheas by Claude Monet, this research  speculates about the weight of certain specific conditions and the Japanese  painting in this change.
Keywords: Space, perspective, continuous narration,  diptychs, triptychs.
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1. Introducción
Un espacio es  aquello que no une o nos separa; un espacio que ‒en un contexto que nos define  y nos sitúa‒ determina aquello rasgos cuya significancia nos caracteriza. Y es  que, los acontecimientos históricos no saben eludir el devenir de los  individuos y, por lo tanto, tampoco las diferentes facetas en las que se expresa  su arte.
  "No pinto el ser, sino el tránsito", en palabras de Montaigne que reflejan una comprensión de  la existencia en general y del arte en particular como un proceso que se  construye atentamente, con tesón y con paciencia. Por ello, es necesario comprender  el arte como aquel proceso que articula una experiencia interior con una  respuesta a un espacio que nos envuelve; un espacio que, en definitiva, nos  define y determina. La realidad de un espacio, hecha a la medida de quien lo  ocupa o lo contempla.
  Ante la  constatación de este hecho -que termina por imponerse tarde o temprano- hay  quien se acomoda a ese espacio, quien huye de él o quien alberga la voluntad de  cambiarlo. Y en el mundo del arte, cambiar la percepción, representación y  contemplación del espacio nos revela, al fin y al cabo, la necesidad de romper  con el pasado, como una forma de rebeldía.   Entonces, en esos momentos, el arte -como catarsis- toca fondo y se  renueva.
  Efectivamente,  los procesos artísticos hunden profundamente sus raíces en las circunstancias  históricas de una sociedad que, en muchos casos, se siente desencantada. Unos  acontecimientos históricos que –como un palimpsesto– se superponen a las  huellas del pasado y dejan ver un entramado que aparece en los sucesos más  insospechados. Inusitadas geografías que, a pesar de situarnos en lugares  diferentes, nos asombran y sorprenden con respuestas parecidas ante problemas  comunes. 
  Si durante los  siglos XIX y XX la combinación de industrialización, colonialismo y  revoluciones ‒con una serie de cambios políticos y culturales, innovación tecnológica  y comunicación global‒ marcaron irremediablemente la trayectoria cultural de la  modernidad, la catástrofe que supusieron las dos grandes guerras mundiales dio  lugar – entre otras‒ a unas condiciones específicas, determinantes para el arte  de la actualidad1 . 
  Sobre cuales  fueron estas condiciones, en qué medida influyeron en las ideas del arte de la  modernidad, en la nueva comprensión del espacio en la pintura contemporánea, y  en la recuperación de los dípticos y trípticos como recurso visual tras el  abandono de la perspectiva por los artistas europeos -que adoptaron la  denominada narración continua, originaria de Asia Oriental- girará la  investigación que proponemos en este ensayo.
  2. Marco  teórico
  Es  algo incuestionable el poder que las imágenes ejercen sobre todos nosotros. El  acto de mirar es, en sí mismo, mucho más que una experiencia; es un proceso que  no solo descubre, sino que, además, documenta y testifica. Y es que, el interés  que el mundo de las imágenes refleja en el espectador radica en un significado,  que reúne en sí mismo, además de diferentes tiempos, diferentes espacios de  valoraciones y experiencias heterogéneas que constatan la relación que existe  entre toda experiencia estética y el contexto social e histórico en la que se  localiza. 
  En  este orden de cosas, durante las últimas décadas del s. XIX y la primera mitad  del s. XX, numerosas corrientes artísticas aparecieron, perduraron, influyeron  y, por último, terminaron por desaparecer, constituyendo todas ellas el  entramado de los cimientos del arte contemporáneo. 
  Y es que, durante  el pasado s. XX, la crudeza de las dos grandes guerras mundiales dio lugar a  sendas crisis de valores que modificaron drásticamente – en el seno del arte  occidental - algunos principios estéticos y artísticos, además de distintas  normas y convenciones académicas que hasta entonces no se habían puesto en  entredicho 2. 
  La pintura del s XX […] Se ha ido  inclinando más hacia la ruptura con el pasado que hacia la continuidad renovada  de lo exclusivamente formal e incluso temático. Los momentos de “riesgo” han  sido espejismos vitoreados, eso sí, por aquellos que no querían aceptar que el  sistema de valores plásticos establecido por el humanismo renacentista se  estuviese agotando en un devenir histórico que, a su vez, seguramente también  llegaba a su fin 3. 
Corría el año 1914  - en pleno horror de las trincheras de la I Guerra Mundial – cuando Monet  proyectó su propio refugio espiritual, en un espacio que había creado a su  medida. Entonces, emprendió la obra de su ambicioso proyecto decorativo,  inspirado en el estanque de aquel jardín que el propio artista había estado,  pacientemente, construyendo durante los años previos (Figura 1).
  Para ello, había  encargado cincuenta lienzos – de unas dimensiones mucho más grandes de lo que  en él era habitual - y, con el fin de poder trabajar en ellos, había comprado  un estudio nuevo, mucho más amplio 4. La vista  del pintor – cada vez más limitada por las cataratas – había derivado hacia una  percepción más intuitiva del espacio, que no era tan fiel a aquel instante en  la naturaleza que, durante años, se habían empeñado en captar los pintores  impresionistas 5. 
  Pero,  paradójicamente, gracias a esta nueva intuición del espacio Monet alcanzó en su  pintura representaciones que - como si estuviesen suspendidas - carecían de  cualquier tipo de referencia espacial. A decir de Steinberg, había encontrado  la fórmula de la mirada del siglo XX, cultivando el idioma del  XIX, o “[…] en sus propias palabras “producir la ilusión de un todo interminable,  una ondulación sin horizonte, sin orilla 6.”
  Efectivamente, su  pintura alcanzó entonces texturas de colores que permitían desarrollar los  cuadros solo desde un primer plano, realizando radicales combinaciones  cromáticas que han pasado a considerarse como “[…] la primera semilla de la modernidad, plantada por los impresionistas” demostrando “ser la más radical de todas7 .”Como bien  señala Greenberg, este fue un cambio revolucionario en la pintura de Monet -  que alcanzó  premeditada o no  premeditadamente – y que supuso, además de un quiebro en su carrera, que su obra  no fuese comprendida durante los siguientes años. 
  Y es que, hubo que  esperar unos cuantos años más para que un grupo de jóvenes pintores  norteamericanos lo redescubrieran, comprendiesen y revalorizasen. Todo ello,  incluso antes de conocer las grandes pinturas de las Ninphéas.
  […] ya estaban aprendiendo de  Monet, y de Matisse, que se necesita una gran cantidad de espacio físico para  el desarrollo de una idea pictórica fuerte que no implicara meramente una  ilusión de profundidad […] en primer lugar y ante todo color, color en campos y  zonas, más que en formas; y que ese color había de ser inducido desde la superficie, así como aplicado a ella. Bajo la  tutela del último arte de Monet, esos mismos americanos jóvenes empezaron a  rechazar el dibujo escultórico – el dibujo-dibujo – por melindroso y trivial, y  se volvieron hacia el dibujo “de área”, al dibujo “antidibujo” 8.
  Cuando este grupo  de jóvenes pintores norteamericanos encuentra la obra de Monet, el mundo - tras  la catarsis que supuso la debacle de la II Guerra Mundial - intentaba  recuperarse y comenzar una etapa nueva. De la misma manera, cuando Monet inició  su nueva deriva creativa, el mundo - tal y como se había conocido hasta la  fecha - se quebraba y desaparecía. En ambos casos, el antiguo sistema de valores  necesitaba de un reemplazo, mientras una crisis de identidad obligaba a los  artistas a buscar y mirar hacia otros lugares, en busca de una nueva  sensibilidad en el seno del arte. Una forma de representar y percibir distinta.
2.1. Lirios de agua
  Corría el año 1891  cuando Monet - debido a su interés por el arte de la jardinería japonesa –  buscó el asesoramiento de un maestro del jardín japonés y comenzó a fraguar un  proyecto pictórico que sería crucial para la historia del arte,  “Lo que  iba a producir en el lienzo ya no era una imagen, sino un acontecimiento9 .“
  Desde entonces  someterá su técnica a una paulatina transformación, sufriendo una profunda  metamorfosis. A partir de 1896, su pintura evoluciona desde una potente  pincelada, de carga matérica, hacia otra mucho más sutil y rica en matices  tonales que - en su tendencia a la transparencia - pasa a ser mucho más plana.
  Un año después -  en 1897 – Monet plantea, por primera vez, la construcción de un espacio  circular para albergar la decoración de las pinturas de su jardín. Anhelaba un  espacio que le permitiese recrear una atmósfera de agua y flores acuáticas,  desplegadas en un desarrollo horizontal de las pinturas que – preconizando el  arte de las modernas instalaciones – envolvía al espectador, abandonando el  recurso de la perspectiva y adoptando, en su lugar, el de la narración  continua, característica de la pintura japonesa 10.  (Figura 2). 
  Con este empeño  por crear con sus pinturas un espacio que recrease la atmósfera de aquel  jardín, hecho a su medida, hizo posible que “Al  seleccionar el asunto del cuadro  se  evitaban, o al menos se controlaban estrictamente, las diagonales de la  perspectiva lineal y el espacio volumétrico que de ellas se deriva 11.”
  Así pues, a partir  de entonces – entre 1914 y 1926 ‒ este será su gran y último proyecto  pictórico, que dará un impulso vital a los últimos años de su vida. La  recreación de un espacio físico y temporal que será en lo duros años de la Gran  Guerra - además de una proyección artística del propio jardín de Monet - un  refugio físico y espiritual para el pintor.
  He aquí, pues, la  novedad de un proyecto que - buscando crear un clima envolvente  para el espectador – favoreció la elaboración  de cuadros de dimensiones muy superiores a las que el propio Monet había  utilizado hasta entonces12 .
  Años después, con  la celebración del armisticio - el 11 de noviembre de 1918 - algunas obras de  esta serie serían donadas al estado francés, para crear con ellas un monumento  conmemorativo a la paz 13. Pero, aun  así, habrá que esperar hasta 1927 - pocos meses después de la muerte del pintor  – para que se realice en París, en la Orangerie, una exposición sobre las Grandes Décorations. Una gran muestra  que estaba integrada por veintidós paneles, y cuya inauguración había corrido a  cargo de Michel Monet y Clemenceau. Curiosamente, en este mismo año sale a la  luz Trois Variations sur Claude Monet,  que había sido publicado por Louis Gillet. 
  Será en esta  publicación cuando se encuentre por primera vez una explícita relación entre  las grandes obras de Claude Monet y la espiritualidad de la pintura oriental.  Una tesis que - aunque posteriormente fue rebatida por Clemenceau en su libro Claude Monet, les Nymphéas- resulta muy  significativa, puesto que relaciona y sintoniza dos maneras de entender la  pintura y una particular sensibilidad ante la comprensión del espacio.
  No obstante, el  grueso de las obras tardías de Monet no fue comprendido hasta mucho tiempo  después, permaneciendo, hasta entonces, infravaloradas y, prácticamente, en una  situación de abandono14 . Un  legado inigualable para la historia de la pintura, compuesto por las grandes  obras de su última etapa artística, donde el pintor había logrado abstraer el  espacio pictórico y había - abandonando la perspectiva - adoptado el recurso  visual de la Narración Continua, característica de la pintura de Asia Oriental. “Por mucho que se hiciera retroceder el  fondo, el cuadro quedaba comprimido en un espacio de escasa profundidad que  estaba organizado en sentido lateral15 .”
2.2. Pintura  japonesa 
  El recurso visual  de la Narración Continua ha formado parte de la identidad visual del arte del  Extremo Oriente en general y de la pintura japonesa en particular. Pero ya  estaba presente al final de la época antigua del Arte de la vieja Europa – que  perpetuaba así los principios de la representación del arte bizantino – y cuya  pintura se caracterizaba por la yuxtaposición de sus distintos elementos. Así,  se lograba una lectura horizontal, en una alternancia rítmica de claroscuros  sobre fondos dorados, que recreaban un espacio vacío, inmaterial y plano. Una  influencia que se mantendrá hasta la Edad Media y que se perderá cuando - con  las obras de Giotto, Duccio y Lorenceti - se simulen por primera vez espacios cerrados en la recreación de interiores  arquitectónicos. 
  Y es que antes de  la incorporación de la técnica de la perspectiva, la pintura europea carecía de  unidad espacial. Esta era una peculiaridad que permitía al espectador hacer una  lectura de los motivos representados como si fuesen pictogramas. Ello otorgaba  al espacio pictórico una comprensión horizontal, que en el caso de la pintura de  Asia Oriental estaba determinada por los diferentes usos que se daban a la obra16 . 
A los tiempos T´ang corresponde, sin embargo, la adopción del cuadro de rollo (Kakemono Japonés) como formato usual de la pintura china; pero el cuadro de rollo no aparece hasta el s VII, si acaso, y el rollo pictórico (el antiguo en forma de libro) sobrevive aún, si bien se destina frecuentemente a otros tipos de pintura. A medida que se va desenvolviendo el rollo pictórico, el ojo sigue el paisaje como se ve, por ejemplo, desde la ventanilla de un tren. La composición no tiene punto fijo 17.
Efectivamente, esta manera de narrar en el tiempo tuvo sus primeras manifestaciones en China, sobre los denominados chüan 手捲 o rollos de mano. Con este término se designaba un formato horizontal de rollos de papel que solían tener una altura de 40 centímetros y una longitud que oscilaba entre los 8 y los 12 metros de largo. Estos, llamados en Japón e maki mono 絵巻物, se difundieron como soporte para distintos usos, destacando como una variedad de novelas ilustradas a las que se denominó, en el archipiélago japonés, como monogatari e maki 物語絵巻18 .
Los e makimono se clasificaban, principalmente, en dos grupos. Por una parte, estaban los Hakubyo e makimono白描絵巻物, que se caracterizaban por el uso casi exclusivo de la tinta negra y por otra los Tsukuri e makimono 作り絵巻物, que estaban pintados con una mayor riqueza cromática. El primer e makimono realizado en Japón fue una vida ilustrada de Buda que, a su vez, estaba basada en la Sutra kako genzai inga kyô emaki 過去現在因果経絵巻断簡, de finales del s XIII19 .
Estos rollos de mano evolucionaron poco a poco hacia los denominados ts´e o ts´e yeh. Con estos términos se designaba a unos exquisitos álbumes plegados - en forma de acordeón - cuya estructura hacía necesaria una lectura horizontal de la secuencia de imágenes que representaban. Unos álbumes que, curiosamente, terminaron cortándose por cada uno de sus pliegues y que, con el transcurrir del tiempo, dieron lugar a páginas individuales que - tras ser cosidas - terminaron por transformarse en nuestros familiares libros.
Así, a través de esta evolución del soporte, la idea original de la narración continua pasará de los rollos de mano a los álbumes ilustrados para llegar a los biombos y a los abanicos de tijera, denominados zhê san 折扇 en chino o sen su 扇子en japonés.
Los  biombos - o byô bu 屏風 - habían surgido en China durante la dinastía T´ang 唐朝 (618- 907), llegando a hacerse muy  populares en el Japón del periodo Heian 平安 (794-1185),  a donde habían llegado a través de Corea. Usados  como pantallas plegables por pares de paneles, la particularidad de su  estructura favoreció, además, el uso de secuencias móviles que combinaban  sutiles juegos de planos (Figura 3).  Una  serie de estrategias artísticas y recursos visuales que también podemos  encontrar en los fusuma e 襖絵, o pinturas de las puertas deslizantes, que compartimentaban los  interiores de las casas japonesas20 .
  2.3. Abstracción americana
  He aquí, pues, una  actividad de la mirada muy diferente en Oriente y en Occidente, que “solo cuando se ve en ella un problema de la  imagen se descubre su significación cultural 21.”  Unas señas de identidad implícitas en la práctica social de la exposición y  contemplación de la imagen que nos revela, además de las condiciones del  formato, una determinada actitud ante la comprensión del espacio.
  Precisamente ‒  buscando estas nuevas señas de identidad ‒ algunos de los pintores  norteamericanos surgidos tras el final de la II Guerra Mundial recurrieron al arte  de las culturas autóctonas del Norte de América.  Inspirándose en las pinturas de los nativos  americanos, concibieron superficies de vivos colores ‒ que combinaban con  algunos motivos decorativos indígenas‒ como una manera de revelarse contra el  peso de la historia. Pero, a diferencia de aquellos que se inspiraban en el  arte de las tribus indígenas, los pintores integrantes de la escuela del  expresionismo abstracto norteamericano recurrieron a la combinación de la  espiritualidad de los signos nativos con una introspección más cercana al  surrealismo. 
  El final de la Segunda Guerra  Mundial viene acompañado de una nueva sensibilidad artística. En este momento,  en el que están surgiendo las corrientes informalistas, un nuevo ojo, habituado  a la abstracción descubre con admiración lo que había sido visto hasta entonces  como la creación de un pintor en declive […] poco a poco, el gran maestro  impresionista comienza a ser visto como un avanzado a su época, padre del arte  moderno de la posguerra22 .
  De este modo, se ponía  la vista en la obra de Claude Monet y en la nueva comprensión del espacio de la  pintura japonesa que, sin lugar a dudas, comenzaba a hacerse popular tras el  final y la victoria de Estados Unidos en la última contienda. En este collage  se fusionaba una nueva manera de comprender el espacio pictórico - como un  rechazo a la pintura de caballete – con la recuperación de la tradición de los  dípticos y trípticos de la pintura europea. 
  No obstante, a  diferencia del arte europeo – donde el uso de estos polípticos venía desde la  antigüedad - la reincorporación de esta estrategia artística introducía, como  novedad, un enfoque que adoptaba en su concepto y composición – probablemente  de manera inconsciente – el recurso la narración continua de Japón23 . Una  estrategia artística que había servido de inspiración para los pintores  impresionistas – a través de los grabados de Ukiyo e 浮世絵  ‒ en la renovación de sus composiciones, en el  abandono de la perspectiva y en la adopción de una inmediatez captada tanto en  esa primera impresión como en sus diseños sencillos de colores puros.
  Fue así como la  Escuela de Nueva York jugó un papel fundamental en ese capítulo de la Historia  del Arte que se ha dado en llamar modernidad tardía. Un periodo comprendido  entre los años 1945 y 1965 o 70 y que coincide, casi exactamente, con los años  del Expresionismo Abstracto de la ya citada escuela neoyorquina 24. Una  corriente artística que, pocos años después, daría lugar a una segunda generación  de pintores - los llamados Impresionistas Abstractos – que evocarán en sus  obras la tradición del paisaje y recuperarán una cierta conexión con las formas  de la naturaleza 25.
  Efectivamente, en  1948 jóvenes pintores estadounidenses - que comienzan su camino hacia la  abstracción - se instalan en París. Será allí donde se produzca el encuentro  decisivo para la evolución de sus respectivas obras, con el descubrimiento de  las pinturas de la Orangerie. Surgirá entonces el rechazo a cualquier tipo de  canon artístico. Contra todo lo que pueda tener relación con las tradicionales  convenciones estéticas y espaciales que habían dogmatizado, hasta entonces, el  panorama del arte en occidente. Y así, despertará una mirada - que ya antes de  la guerra se había familiarizado con las corrientes informalistas y que  contemplaba la abstracción – que descubrirá y rehabilitará la obra tardía de  Monet. 
  De esta manera,  Monet se convierte en el padre moderno de una nueva generación de pintores de  posguerra, avanzando mucho más allá del cubismo y de los informalistas del  periodo de entreguerras. Su manera de transgredir las convenciones espaciales  del momento fue sutil y silenciosa pero determinante para las nuevas  generaciones de artistas. En palabras de J Mitchell “Quiero trabajar en la superficie, que es una manera de utilizar el  espacio y la forma: es una ambivalencia de formas y espacio26 .“
  Por otra parte,  estos jóvenes pintores norteamericanos descubrirán en Monet a un pintor  avanzado en su compresión del espacio pictórico: tanto en su concepción como en  su representación y contemplación. Unas obras donde el espacio tridimensional  se esfuma y los volúmenes de la representación se ignoran para llegar a una  abstracción que alcanzará cotas revolucionarias. A partir de entonces el arte  de occidente - que durante siglos había estado supeditado a ese efecto de  ventana abierta a un espacio en profundidad – adopta, a semejanza de la pintura  japonesa, la secuencialidad horizontal de un espacio más intuitivo, en un  desarrollo espacial y temporal de la obra (Figura 4).
  Una  rehabilitación de la figura de Monet en general ‒y en particular de su obra  tardía‒ en la que jugarán un papel determinante algunos críticos de arte y  artistas emergentes defensores de la nueva abstracción 27.  Pero, sobre todo, una verdadera revolución en la manera de comprender el  espacio en la pintura, que modificará la actitud del espectador, haciendo que  esta se vuelva más activa e incorporando para el arte el concepto de empatía 28.  A partir de este momento, quien contempla la obra se sumergirá en ella ‒a  través del uso de una escala monumental – en una atmósfera envolvente donde el  espectador se desplaza a medida que se desarrolla la escena.
2.4. Conclusiones
La banda continua  que conforma las pinturas murales de los nenúfares de Monet fue el punto final  de una trayectoria artística que hundía sus raíces en los orígenes del  impresionismo. Pero también fue el punto de partida de una nueva manera de  comprender la pintura, que caería rendida ante sus grandes campos, cubiertos de  combinaciones cromáticas de matices delicados, que se plasman en el lienzo  mediante trazos grandes y rápidos.
  De esta manera,  podemos decir que en el último tramo de su carrera - al final de su vida -  Monet alcanzó lo esencial del arte en su carácter abstracto. Abandonando las  leyes de la naturaleza encontró aquellas otras, inmanentes en el medio  pictórico. Así, a semejanza de lo que ocurre con el arte japonés, la naturaleza  era el medio del que se servía el artista para abstraer el arte o - para captar  la esencia de esa naturaleza – la manera de la que se servía el artista para  abstraer el medio.
  En estas obras,  Monet - eliminando el horizonte - encontró una nueva manera de pintar, a  caballo entre el realismo y la abstracción. Una nueva comprensión y  representación del espacio que tiene una clara relación con la pintura  japonesa, de la que sabemos era un rendido admirador y que coleccionaba.
  Lo dicen todos estos mismos  maestros: el descubrimiento de los grabados japoneses ha significado para ellos  evadirse fuera del camino ya trillado. Por supuesto, han transcendido,  sublimado esta influencia con su genio occidental; pero el hecho es que su arte  procede de este arte japonés, todo hecho de espontaneidad y de lo imprevisto.  En su seno  jamás actúan como japonismo a  lo Braquemond, sino que más bien, hacen un nuevo enfoque de la expresión  plástica que hizo de un genio como Claude Monet el revolucionario de la pintura  occidental 29.
  Un legado que  había llegado a Europa desde el Extremo Oriente, pero que - tras la muerte del  pintor – parecía que había caído en el olvido. Fue necesario esperar a los años  cincuenta y los primeros sesenta del pasado siglo para que saliesen a la luz un  conjunto de estudios críticos y exposiciones sobre el trabajo del artista. Un  conjunto de factores, definitivos en el influjo que su obra tuvo sobre los  jóvenes creadores de la abstracción de Estados Unidos. Estos llevaron a sus  grandes lienzos el recurso del foco móvil o narración continua - y la adopción  de los dípticos y trípticos como recurso narrativo - como punto de partida para  la pintura a gran escala - colour-field painting  - en los años sesenta del pasado siglo XX. Pero, además, muy probablemente,  también un factor determinante para la experiencia de la instalación como  género dentro del arte contemporáneo.
  He  aquí pues, a nuestro juicio, los orígenes de lo que se daría en llamar  modernidad tardía en el arte que, en realidad, lo que buscaba era socavar los  cimientos de la misma modernidad. Un proceso en el que, por experiencia vital y  evolución artística, el mismo Monet había estado inmerso, buscando en todo ello  una renovada comprensión del espacio para un nuevo contexto.
Bibliografía
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2 Durante siglos, la pintura europea - bajo el estricto dogma de la perspectiva - había mantenido inamovible una concepción homocéntrica de esa idea de la ventana abierta a un espacio en profundidad, recurriendo a la valoración del claro oscuro para lograr una percepción volumétrica.
3 SURELA, Joan, “Introducción”, en GUASCH, Anna María et al, Summa Pictórica, de las Vanguardias a la Postmodernidad. Tomo X, Editorial Planeta, 2001, p. 9.
4 Monet, y el resto de los pintores impresionistas, habían recurrido a un tamaño más reducido y ligero de sus lienzos para poder desplazarse con ellos y poder pintar directamente en la naturaleza.
5 La idea del transcurrir del tiempo que con la aparición de la fotografía - con la primera imagen positiva fijada, en 1839 por Jacques Daguerre - había hecho que los pintores se cuestionasen el aparente conformismo subyacente en la pintura académica, más interesada en captar la apariencia de las cosas. En muchos aspectos más cercana a la estética de la pintura japonesa, la pintura impresionista modificó sus encuadres y - en su búsqueda del instante - se empeñó en captar la esencia de las cosas, en una comprensión más espiritual de la pintura.
6 STEINBERG, Leo, “Monet´s Water Lilies”, en STEINBERG, Leo et al, Other Criteria. Confrontations with Twentieth-Century Art, Chicago, The University of Chicago Press, 2007, p. 239.
7 GREENBERG, Clement, “El último Monet”, en GREENBERG, Clement et al, Arte y Cultura, Barcelona, Paidós Estética, 2016, p.56.
8 ibíd. p.57.
9 ROSENBERG, Harold, “Los Pintores de Acción Americanos”, en ALARCÓ, Paloma, et al, Monet y la Abstracción, Madrid, Catálogo Museo Thyssen Bornemisza, febrero-mayo 2010, p. 156.
10 No hay ninguna duda sobre la conexión y el influjo de la estética japonesa - y su peculiar comprensión y representación del espacio - en la pintura de Monet. Además de la amplia colección de estampas japonesas del pintor, en 1921 recibió la visita del conde Sanji Kuroki y de su mujer la princesa Matsukata quienes le visitaron en compañía de Clemenceau. Este vínculo que Monet estableció con el mundo de Japón se manifestó explícitamente cuando en 1924 - tras el terrible seísmo que asoló Tokio - se organizó una exposición con sus obras, en la galería Georges Petit, a beneficio de los damnificados por el terremoto.
11 SEITZ, William, “Monet y la Pintura Abstracta”, en ALARCÓ, et al, Monet y la Abstracción, Madrid, p. 150.
12 En 1897, el periodista Maurice Guillemot visitó a Monet en Giverny, publicando al año siguiente un artículo donde describía como el pintor había comenzado un nuevo proyecto: la construcción de una habitación circular, cuyas paredes estarían recorridas por grandes cuadros con pinturas sobre su estanque de los nenúfares. Pero los estudios preliminares que Monet había realizado para este proyecto fueron abandonados debido a la inactividad en la que se sumió tras la muerte de Alice Monet en 1911, la catarata que se le diagnostico en 1912 y la enfermedad y muerte - en 1914 - de su hijo Jean. Hubo que esperar hasta 1915 para que el pintor retomase este proyecto de la Ninphéas.
13 Inicialmente, en la donación constaban dos obras, aunque luego fueron algunas más, en gran medida debido a la influencia de su amigo Clemenceau, por entonces primer ministro. Pero, además, durante la Gran Guerra Monet donó óleos y pasteles para varias exposiciones benéficas, organizadas como apoyo a la causa francesa en el conflicto bélico.
14  En 1931 se celebra en Francia la  única exposición retrospectiva del periodo de entreguerras sobre la obra de  Claude Monet. Celebrada en la Orangerie. El prólogo del catálogo de la exposición  fue escrito por el conservador del Louvre, Paul Jamot. En este, las obras que  integran la última etapa del trabajo de Monet casi no se mencionan ni se hace  referencia a las Grandes Decorations.
      Por otra parte, la escasa crítica que siguió en aquel  momento el evento, definió a estas grandes obras como gran error y catástrofe  (véase “Retrospective” de Albert Flament, publicada en La Revue de Paris).
15 SEITZ, William, “Monet y la Pintura Abstracta”, en ALARCÓ, et al, Monet y la Abstracción, Madrid, p. 150.
16 A diferencia de lo que sucede en la tradición europea, en China y en Japón las pinturas solo se mostraban en ocasiones determinadas. Por este motivo – y debido a las facilidades que el material de los soportes ofrecía- el resto del tiempo permanecían recogidas.
17 HOUGHTON BRODRICK, A, La Pintura China, México, Breviarios del Fondo de Cultura Económica, 1954, p. 30.
 18 Los e maki mono llegaron a Japón  desde China -  junto con la escritura de  ideogramas y el budismo - en los siglos VI y VII. Utilizados como soporte para  la narración de historias ilustradas, ofrecían tanto información como entretenimiento.
      Ejemplos de este tipo de pinturas, que como  ilustraciones acompañaban a los textos en los largos rollos de papel, los  encontramos en narraciones como Heiji  monogatari  平治物語 y Genji  monogatari 源氏物語. 
19 La época dorada de este tipo de representaciones en rollo se da aquí entre los siglos XII y XIV, durante los denominados periodo Heian 平安 (794-1185), Kamakura 鎌倉 (1185-1333) y Muromachi 室町 (1336–1573).
20 De origen chino, en un principio el biombo se concibió como un solo panel, evolucionando hasta llegar a los exquisitos desplazamientos de planos de la época Qing 清朝 (1644- 1911). Fue en el archipiélago japonés donde se popularizó el uso de los biombos - como pantallas plegables en parejas de seis u ocho paneles – cuyo uso guarda una relación directa con los interiores arquitectónicos japoneses, donde estos paneles eran también utilizados como fusuma 襖 (puertas correderas).
21 BELTING, Hans, Florencia Bagdad. Una Historia de la Mirada entre Oriente y Occidente, Madrid, Akal /Estudios Visuales, 2014, p.17.
22 RUIZ DEL ÁRBOL, Marta, “Cronología Claude Monet: Vida y Fortuna Crítica”, en ALARCÓ, et al, Monet y la Abstracción, Madrid, p. 277.
 23 Utilizados sobre  todo para las pinturas de carácter religioso, el tema o motivo representado se  adaptaba a la particular estructura del políptico. En el caso concreto de los  trípticos, solía recurrirse a un elemento o personaje que vertebraba y  funcionaba como centro de la composición, ocupando el panel central del  conjunto de las tres tablas. 
      Sin  embargo, en la pintura china y japonesa, los polípticos se distribuían por  pares de paneles, planteándose su número y su composición según las necesidades  espaciales del tema.  
      Aunque pintores contemporáneos, como Francis Bacon,  han utilizado este soporte de manera recurrente - mediante un juego en el que  los dos o tres paneles se unen conceptualmente - en ellos no aparece ese foco  móvil o secuencialidad del motivo representado. Por el contrario, pintores como  Marden, Mitchel, Tapies o Twombly adoptaron el uso oriental de los dípticos y trípticos,  y – sobre todo, en el caso de Cy Twombly –    la yuxtaposición de una mayor configuración de paneles que permite que  la obra fluya libremente, en un discurrir que debe mucho a la estructura formal  y conceptual de las pinturas de los biombos chinos y japoneses.
24 El expresionismo abstracto culminó la abstracción sublime del s. XX - que hundía sus raíces en la obra de Turner – que se había concretado en 1915 con el Cuadrado Negro de Malevich y continuaría con el Suprematismo, el Neoplasticismo y la Metafísica Monócroma de mediados del s XX, alcanzando su cumbre con las obras de Barnett Newman, Jackson Pollock, Willem de Kooning, Mark Rothko, Franz Kline o Adolph Gottlieb.
25 Esta denominación aparece por primera vez en Subjet: What, How or Who. Escrito por la historiadora y crítica de arte Elaine de Kooning, se publicó en Art News en 1955.
26 MITCHELL, Joan, “Entrevista de Yves Michaud”, en ALARCÓ, et al, Monet y la abstracción, Madrid, p. 202.
27 Había gran interés por parte de los críticos por relacionar las obras de artistas norteamericanos con el prestigio que se daba a los pintores europeos. Entre estos estaba Greenberg, quien llegó a la conclusión radical de la doctrina del aislamiento de las facultades. Para este la facultad estética estaba separada de la cognitiva y de la moral, por lo que la obra de arte debía excluir toda referencia a ellas, siendo la pintura pintura pura mediante el uso abstracto del color y la línea. Una versión de la teoría kantiana que dio lugar al formalismo y que se ha quedado obsoleta en el discurso del arte moderno.
28 Ya en los años cincuenta el concepto de la obra de Jasper Johns o Rauschenberg se alejaba de cualquier doctrina que separase las obras de arte de cualquiera de los otros aspectos de vida. Un periodo que, con posterioridad, sería rebatido y cuya jerarquía de valores – que se asociaría con la pintura – sería virulentamente atacado, invirtiéndose el precepto del artista.
29 VAN DER KEMP, Gérald, en AITKEN, Geneviève; DELAFOND, Marianne et al, La collection d’estampes Japonaises de Claude Monet, Lausanne, Bibliothèque des Arts, 2003, p.7.