SAN ANTONIO DE IBARRA, AÑOS CUARENTA DEL SIGLO XX. FUNDACIÓN DEL LICEO ARTÍSTICO DANIEL REYES

Manuel Ferrer Muñoz*

Universidad Técnica Luis Vargas Torres (Esmeraldas, Ecuador)


            Resumen:
La fundación del Liceo Artístico Daniel Reyes en San Antonio de Ibarra constituye un hito de capital importancia. Sin embargo, a pesar de su trascendencia, no ha sido objeto de investigaciones rigurosas. El acceso a fuentes primarias y a la hemerografía local contemporánea ha permitido la recreación de ese marco conflictual, que facilita la observación de una empeñada pugna de liderazgos que, a la postre, se resolvería con la dimisión del párroco de San Antonio, principal artífice del nacimiento del Liceo e impulsor de un movimiento social de inspiración cristiana que acabaría chocando con los intereses de los caciques locales.

Palabras clave: Liceo Artístico Daniel Reyes, San Antonio de Ibarra, enseñanza del arte, artesanos, Miguel Ángel Rojas, historia local

            Abstract:
The Foundation of the Artistic Lyceum Daniel Reyes in 1944 makes up a milestone of primary importance. In spite of its significance, it has not been rigorously analyzed. Access to the primary sources and the local contemporary newspapers has permitted a recreation of that unsettled frame, thus making easier the observation of the determined leading rivalries, resolved with the parish priest of San Antonio' resignation. He had been the main author of the birth of the Lyceum and the promoter of a social, Christian inspired movement that would end up clashing with the local caciques' interests.

Keywords: Artistic Lyceum Daniel Reyes, San Antonio de Ibarra, art teaching, craftsmen, Miguel Ángel Rojas, local history.

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1. Introducción

En un trabajo publicado recientemente 1, tuvimos ocasión de mostrar la influencia de Daniel Reyes, una destacada personalidad del mundo del arte, que vivió a caballo de los siglos XIX y XX, no sólo sobre el desarrollo artesanal de San Antonio de Ibarra, sino también sobre la evolución socioeconómica de la parroquia, que pudo salir así, de modo paulatino, del letargo en que yacía hasta entonces.

En las páginas que siguen aportaremos evidencias del impacto social y económico que alcanzó la fundación en San Antonio de Ibarra, en 1944, de una institución dedicada a la enseñanza de las bellas artes, que significativamente llevaba el nombre del maestro Daniel Reyes.

Lo interesante del caso no es sólo la relevancia de esa iniciativa en el ámbito educativo, ni las consecuencias que a medio plazo se derivaron en la generación de empleo. Aún más elocuente es el espectáculo de toda una población que, en los primeros momentos, secundó con entusiasmo unánime la fundación del Liceo Artístico Daniel Reyes (que arranca fundamentalmente del empeño y del empuje de un sacerdote –Miguel Ángel Rojas-, recién llegado a San Antonio), y que enseguida se dividió de modo abrupto entre partidarios del párroco y sus irreconciliables enemigos.

Las causas de esa polarización, que son objeto de análisis en la investigación que hemos llevado a cabo, giran en torno a dos ejes: 1) el papel que, según unos u otros, Miguel Ángel Rojas se proponía desempeñar en el Liceo Artístico, y 2) el apoyo de Rojas a reivindicaciones de carácter socioeconómico, que enfrentan a los caciques locales, poseedores del agua de riego, con los agricultores necesitados de regadío para sus tierras.

El telón de fondo de esas tensiones, que llegaron a desencadenar enfrentamientos violentos, viene dado por la precariedad de la economía de San Antonio de Ibarra que, como el resto del cantón de Ibarra, padeció una acusada carestía coincidente con los años durante los cuales se prolongó el segundo conflicto bélico mundial.

El caso que hemos investigado constituye un interesante campo de observación de cómo colisionan dos proyectos de liderazgo: el tradicional, encarnado en los adinerados hacendados y en los grupos políticos que se adhieren a sus intereses, y el innovador, representado por una figura exógena –Rojas-, que brilla con luz propia durante un breve período de tiempo, y que acaba por ceder en esa puja, ante la imposibilidad de remover un estado de cosas que venía de tiempo atrás.

En esa pugna, el Liceo Artístico vio afectado su desarrollo por las susceptibilidades que despertaba en un sector de los habitantes de San Antonio de Ibarra, y por los obstáculos que pusieron en su camino los responsables de la Escuela de Bellas Artes de Quito, que no veían con agrado la consolidación de un hipotético competidor, y las mismas autoridades del Ministerio de Educación, que tardaron en comprender el aspecto innovador de aquel proyecto educativo.

2. La gestación del Liceo Artístico Daniel Reyes

La expansión de los trabajos artesanales en San Antonio de Ibarra, cuyos orígenes se vinculan de modo estrecho a la figura de Daniel Reyes, fallecido en diciembre de 19382 , contribuyó a la fundación, en mayo de 1944, del Liceo Artístico Daniel Reyes, convertido en colegio en 1966, y en Instituto Técnico Superior de Artes Plásticas, en 1976. En su nacimiento intervino de modo muy activo el sacerdote Miguel Ángel Rojas, que se había hecho cargo de la parroquia de San Antonio un año antes y que tanto daría que hablar durante el tiempo en que ejerció su ministerio en esa población.

Enma Montesdeoca, que formó parte de la Junta Patriótica constituida en octubre de 1943 por iniciativa de Rojas- vid. infra-, recuerda que el párroco solía visitar diariamente los talleres de la calle Simón Bolívar, y que se entretenía en largas conversaciones con los artesanos, entre los que se encontraba Carlos Montesdeoca, padre de Enma. En esas pláticas debió de brotar la idea de poner en marcha un centro que procurara formación reglada en el ámbito de las bellas artes.

Se explica así que, cuando Enma planteó a su padre la posibilidad de trasladarse a Quito para cursar estudios en la Escuela de Bellas Artes que funcionaba en la capital de la República, obtuvo una negativa, a pesar de que se le había concedido una beca que cubría sus gastos de mantenimiento. Carlos Montesdeoca, que había enviudado hacía poco, quería evitar que su hija se alejara de San Antonio, y le aconsejó que esperara un tiempo y que declinara la beca, persuadido como estaba de que no tardaría en ver la luz la institución educativa que iba a nacer como fruto de las charlas de Rojas con los artesanos propietarios de talleres. Así ocurrió, en efecto, y Enma pasaría a formar parte de la primera generación de estudiantes del Liceo Artístico3 .

Ya en febrero de 1944, el teniente político de San Antonio de Ibarra se había dirigido al obispo diocesano y a la Nunciatura Apostólica de Quito, en nombre de la población, del señor cura y a título personal, para rogar que se gestionara ante el presidente de la República y ante el ministro de Educación la puesta en marcha del Liceo Artístico4 .

La inauguración del Liceo Artístico, el 14 de mayo de 1944, precedió en pocos días a la revolución del 28 de mayo conocida como “La Gloriosa”, y mereció una reseña de El Ferrocarril del Norte, 21 de mayo de 1944, que subrayaba el empeño de los pobladores de San Antonio de Ibarra, secundados por el Consejo Cantonal, gracias al cual pudieron llevarse a término los trabajos fundacionales.

El párroco Rojas fue uno de los más activos promotores de la institución 5, en la que asumió un protagonismo que no tardaría en suscitar la incomodidad de quienes veían con disgusto su pretensión de hacerse nombrar director. Su inclusión en la planta docente como profesor de estética molestó a otros miembros del plantel graduados en la Escuela de Bellas Artes de Quito 6. La solución salomónica que se encontró, que a nadie complacía pero que, al menos, causaba menos irritación a todos fue su designación como profesor ad honorem 7.

Al empuje de Rojas se debió la edición de Imbabura Artístico. Revista eventual, órgano del Liceo Artístico, cuyo número 1 aparecía fechado el 14 de mayo de 1944, el mismo día de estreno del Liceo. Como director de aquella publicación, Rojas redactó un extenso informe del papel desempeñado por la Junta Patriótica, por él impulsada, en el proceso fundacional del centro. Constituida dicha Junta el 24 de octubre de 1943, para “orientar las aspiraciones del pueblo, unificando sus diferentes fuerzas morales”, en la misma sesión inaugural –y por iniciativa del propio Rojas- se resolvió gestionar el establecimiento del Liceo Artístico, para lo cual se consiguió el apoyo del Concejo Municipal de Ibarra, el 5 de noviembre 8.

Una comisión nombrada al efecto se desplazó a Quito y logró entrevistarse con el ministro de Educación Pública y con el presidente de la República, que todavía era Carlos Alberto Arroyo del Río: ambos se comprometieron a impulsar su fundación, para lo cual fue enviada una comisión del Ministerio a San Antonio de Ibarra, el 4 de enero de 1944, a fin de estudiar la propuesta sobre el terreno. Nuevas gestiones llevadas a cabo en Quito el 28 de febrero darían como fruto el decreto del Supremo Gobierno de 6 de marzo por el que se creaba el Liceo 9.

El mismo número de Imbabura Artístico recogía el discurso pronunciado por el P. Enrique D. Almeida en el acto de inauguración del Liceo, así como un artículo firmado por Miguel Ángel Rojas con el título “Alma artística de San Antonio de Ibarra”.

En ambos textos aparecen referencias biográficas de Daniel Reyes –algunas erróneas- utilizadas años después, sin citar la fuente, por los autores de Monografía de San Antonio de Ibarra: entre ellas, el primer aprendizaje de un jovencísimo Reyes gracias a la observación de los trabajos de Javier Miranda; su condición de discípulo de José Domingo Carrillo (1850-1883); su estrecha relación con el pintor Luis Cadena (1830-1889), de quien aprendió dibujo y pintura10 ; la fundación de la escuela-taller en 1880 -cuando en realidad fue en 1884-; o un viaje a Quito de quince días, durante el cual trató con Carrillo, que habría de morir enseguida 11: afirmación esta última de Rojas particularmente alejada de la realidad e incompatible con el testimonio de Almeida, según el cual, “Domingo Carrillo le dirigió diferentes veces y cuando iba a Quito se alojaba en su propia casa”12 .

Unos días después del arranque del Liceo Artístico Daniel Reyes apareció el primer número de El Imbabureño, al que La Verdad saludaba el 21 de mayo como primer periódico de San Antonio de Ibarra13 . Colaboraba en esa empresa editorial Camilo Pompeyo Guzmán, que tan eficazmente había ayudado a Daniel Reyes cuando éste puso en marcha su escuela-taller, sesenta años antes 14. Aunque ya muy entrado en años, Camilo Pompeyo Guzmán aportaba su prestigio y su bagaje cultural a ese renacer artístico de la parroquia, simbolizado en la elección del nombre del Liceo Artístico que entroncaba con el que Daniel Reyes había puesto en marcha en 1884.

3. Los primeros titubeantes pasos del Liceo Artístico

A través de La Verdad volvemos a adquirir noticias del Liceo cuando apenas se habían cumplido dos meses desde el comienzo de sus actividades. Sabemos así que su profesorado, integrado por artistas de San Antonio y por egresados de la Escuela de Bellas Artes de Quito, atendía las necesidades de cuarentaiún alumnos, que recibían enseñanzas de escultura, pintura, tallado, modelado y música, y que el Ministerio de Educación Pública había ordenado la trasferencia de 10.000 sucres para mobiliario, materiales y herramientas15 .

Enseguida aparecerían graves obstáculos que estorbaron el desenvolvimiento del Liceo, que se relacionan estrechamente con la malquerencia que hacia la nueva institución abrigaba el director de la Escuela de Bellas Artes de Quito, Pedro León Donoso 16, el cual no toleraba la posibilidad de que el Liceo pudiera remontar un vuelo propio, y más bien pretendía controlar su desarrollo sujetándolo a los intereses de la escuela que presidía. Tampoco desde el Ministerio de Educación se comprendía bien el papel que estaba llamado a desempeñar el Liceo, que se contemplaba como un centro más de educación secundaria17 .

A las incomprensiones externas se sumaban las desavenencias de un sector de los habitantes de San Antonio, enemistados con Miguel Ángel Rojas, a quien debemos considerar –para bien o para mal- como el auténtico mentor del Liceo. Los graves sucesos del domingo 6 de agosto de 1944, descritos con detalle por La Verdad, una semana después, responden a esa división de pareceres que empezaba ya a manifestarse de modo violento.

En efecto, reunida aquel día en los locales de la Casa Parroquial la asamblea convocada por la Junta Patriótica para escuchar la exposición de las gestiones realizadas en Quito por la comisión encargada de conseguir mejoras, fue interrumpida por gritos y piedras arrojadas por un grupo de revoltosos en el que, de modo revelador, se identificó a algunos profesores.

Importa conocer que entre los objetivos marcados como preferentes por la Junta Patriótica para esas negociaciones en la capital de la República figuraba en lugar destacado el apoyo del Liceo Artístico; y, junto a él, otras dos reivindicaciones que adquirieron por entonces carta de naturaleza: el agua de regadío18 y el aumento del precio del sombrero de toquilla 19 .

Un sobrino de Daniel Reyes, Mariano –hijo de Fidel y sobresaliente escultor imaginero, que desde hacía años mantenía un taller en su propio domicilio, al que acudían decenas de aprendices y ayudantes20 -, formaba parte del claustro de docentes del Liceo, como profesor de escultura. Se trataba de una persona muy cercana a Miguel Ángel Rojas, como se comprueba por el registro de su firma, como vicepresidente de la Junta Patriótica, en la nota que se publicó en La Verdad el 13 de agosto, en rechazo de las agresiones del día 6 del mismo mes.

También fue profesor del Liceo Artístico Luis Felipe, hermano de Daniel, que ya había participado en el nacimiento del primitivo taller-escuela de 1884, cuando todavía era un niño de doce años. Falleció el 25 de febrero de 1945, y dejó a su familia en situación económica precaria, hasta el punto de que su hijo, Luis Homero, hubo de interrumpir sus estudios para cuidar de sus hermanos y ayudar al sustento familiar21 . La Junta General de Profesores adoptó varios acuerdos para honrar la memoria de Luis Felipe, que se publicaron en la prensa con las firmas de Luis Gonzalo Cornejo, director; Miguel Ángel Rojas, profesor ad honorem; Mariano Reyes, profesor de escultura; José Elías Velasco, profesor de tallado, y Miguel Á. Ayabaca, profesor de dibujo22 .

Alfonso María Reyes, hijo de Daniel, en cambio, no tomó parte alguna en el Liceo, enojado por el papel desempeñado por Rojas, con quien mantuvo una virulenta enemistad, de la que da fe el siguiente pasaje de una carta dirigida al presidente de la República, a varias autoridades civiles y al obispo de Ibarra por la sección imbabureña de la Alianza Democrática Ecuatoriana (ADE), entre cuyos signatarios figura el nombre de Alfonso María: “sin previa autorización competente, [Rojas] se ha convertido, en forma imperativa, en dirigente absoluto de la administración del Liceo Artístico ‘Daniel Reyes’, últimamente fundado, en donde realiza labor disociadora y política de sistema nazista” 23.

La mediación del obispo, que presionó a Alfonso María Reyes para que moderara su oposición a Rojas, explicaría la ausencia de su firma en otra carta denigratoria de Rojas dirigida a Mosquera por un grupo de habitantes de San Antonio, el 21 de enero de 194524 . Ese forzado silencio sería seguido, poco después, por la decisión de Alfonso María de abandonar San Antonio y de instalarse en Popayán, a la que, según Rodrigo Colorado, no fue ajena la presión del prelado: “bajo el explícito pedido del Obispo de la época se vio forzado a abandonar San Antonio, trasladándose con su esposa y sus seis hijos a Colombia (Popayán) donde se radicó hasta su muerte” 25.

El Liceo se resentía, además, de la dificultad con que tropezaban los egresados para acceder al mercado laboral: hasta el punto de que en el período de matrículas de 1959 no hubo candidatos para ingresar en primer curso. Ese panorama sombrío cambiaría con la llegada al Ministerio de Educación, como Director General de Educación, del sanantonense Juan Francisco Cevallos Almeida, que facilitó el acceso de los egresados del Liceo al nombramiento como profesores de arte en los niveles educativos primario y secundario 26.

4. La controvertida figura del párroco Miguel Ángel Rojas

Cuando aún no se habían cumplido dos años desde la apertura del Liceo, Miguel Ángel Rojas se vio obligado a abandonar San Antonio de Ibarra. Ciertamente el Liceo emprendería un rumbo errático, en buena parte por injerencias de Quito, aunque la permanencia de Rojas tampoco hubiera podido evitar esos derroteros, ni siquiera si hubiera prosperado el propósito que se le atribuye de hacerse designar director del centro.

El carácter fuerte de Miguel Ángel Rojas dio pie a enfrentamientos sucesivos entre habitantes de San Antonio, que respondían a tomas de postura apasionadas del sacerdote, celoso en la defensa de los más débiles, avasallados por los caciques locales, e intolerante ante quienes no profesaban los principios del catolicismo, como se comprobó en su oposición radical a la construcción de una capilla protestante que quiso acometer el jefe de la familia Orbe, el cual, derrotado, hubo de abandonar la obra cuando sólo se había alzado la fachada27 .

Paradójicamente, no mucho antes de la forzada renuncia de Rojas, se reunió en asamblea la entera población de San Antonio, el domingo 11 de marzo de 1945, con presencia del obispo Mosquera, para reunir fondos que permitieran completar el capital necesario para la fundación del otro proyecto educativo en que se había empeñado Rojas: una escuela de niñas regida por monjas dominicas de Santa Catalina de Siena. Al unánime apoyo de los habitantes de la parroquia se sumó el de muchos sanantonenses que, aunque vivían lejos, apoyaban con cariño las reivindicaciones de sus paisanos28 .

Con la partida de Rojas se intentaba poner término a las encarnizadas divisiones que la labor del párroco había provocado en la parroquia: partidarios entusiastas del sacerdote, enfrentados a quienes se consideraban amenazados por sus acciones y víctimas de sus diatribas en los sermones. Pronto se vería que el simple relevo de párroco, decidido por el obispo César Antonio Mosquera, no bastaba para calmar los ánimos, tan caldeados que habían motivado incluso el desplazamiento a Ibarra de más de cien personas para solicitar al prelado que reconsiderara su decisión. Cuando éste se negó a recibir a tan numerosa comitiva y se encerró en su auto, para alejarse del tumulto, se produjeron escenas violentas que incluyeron empujones al vehículo con intención de volcarlo 29.

Los comunicados de prensa y los escritos dirigidos al obispo Mosquera por los partidarios de Miguel Ángel Rojas, y las cartas que sus detractores remitieron al párroco y al obispo, proporcionan interesantes y útiles elementos de juicio para conocer y evaluar la labor del sacerdote al frente de la parroquia. Unos y otros textos sustentan las páginas que siguen, en las que sale a la luz información de primera mano que, además, muestra facetas de la cotidianidad de San Antonio de Ibarra que no han sido recogidas en la escasa bibliografía que se ha ocupado de la época.

El Comité Patriótico de San Antonio de Ibarra suscribió varios escritos encomiásticos de Rojas, en los que reiteradamente enunciaba los logros alcanzados en la labor pastoral del sacerdote30 . Antes, y desde perspectivas radicalmente opuestas, miembros sanantonenses de ADE y colectivos de ciudadanos de San Antonio se habían mostrado muy críticos hacia el quehacer de Rojas. Los primeros se dirigieron al obispo Mosquera el 7 de agosto de 1944, un día después de los graves incidentes que se han referido en el anterior apartado; los otros reforzaron la presión ejercida sobre el obispo mediante un escrito fechado el 21 de enero de 1945 en el que solicitaban el relevo del párroco, que ya había sido instado por los representantes de ADE 31.

Antes de que estallara la polémica que acabaría alejando a Rojas de San Antonio, la Junta Patriótica, cuya organización –recordemos- había sido inspirada y apoyada por el párroco, dirigió una comunicación al obispo Mosquera, el 13 de diciembre de 1943 32, en que solicitaba su apoyo a dos iniciativas que eran consideradas de prioritario interés para San Antonio: 1) la creación de una escuela profesional (que no tardaría en concretarse, con la puesta en marcha del Liceo Artístico –vid. supra: 2)–, y 2) la disponibilidad de agua para el servicio doméstico de la parroquia y para el regadío.

Tales propuestas encontraron acogida favorable, como se desprende de una circular de la Junta, fechada dos días después, en que se informaba del apoyo del obispo a las gestiones acometidas ante el Ministerio de Previsión Social. La situación descrita por la Junta Patriótica para fundamentar la necesidad de un uso más racional del agua de riego era más que preocupante: del total de 2.400 hectáreas de terreno aprovechable para el cultivo, sólo 305, casi todas pertenecientes a la hacienda Chorlaví, cuyo propietario era Carlos M. Tobar, disponían de agua para el regadío33 .

A esas carencias habría que añadir que las obras del alcantarillado seguían pendientes desde principios de siglo, como consta en un acta de la Junta Parroquial de 4 de marzo de 1900, y que había escasez en el servicio de agua corriente, a pesar de los trabajos culminados en 1935, que sólo beneficiaban a una pequeña parte de la población 34.

La euforia que debió de desencadenar el refrendo inicial del obispo diocesano alertó a los terratenientes locales (muchos de los cuales habrían de encuadrarse poco después en la ADE, impulsora de ‘La Gloriosa’, la revolución triunfante el 28 de mayo de 1944), que apenas dejaron transcurrir unos pocos días hasta que, el 20 de diciembre de 1943, dirigieron una carta durísima a Miguel Ángel Rojas, con copia para el obispo, suscrita por José Modesto Larrea Jijón, propietario de la hacienda Pinsaquí 35, que ya en 1942 había participado, en su condición de ‘liberal independiente’, en la Acción Patriótica Ecuatoriana, que también integraba a elementos conservadores 36.

El escrito de Larrea Jijón no ahorraba descalificaciones a la persona de Rojas, cuya actuación se juzgaba incompatible con su condición sacerdotal e indigna de un caballero, por cuanto habría faltado a la verdad. Transcribimos algunos pasajes del texto, que no tiene desperdicio y que ilustra acerca de la radicalidad de las posturas enfrentadas:

siento en esta ocasión tener que decirle que ha faltado a sus deberes de sacerdote y de caballero. Me refiero a su intervención en el asunto aguas del Lago San Pablo que pretenden llevarse algunos moradores de San Antonio de Ibarra.

Como caballero ha faltado a la verdad, afirmando que somos sólo dos los usufructuarios del agua del Río Jatunyacu y que hay sobrante de agua, que lo único [a] que aspiran es a un poquitillo de agua (¿se da Usted cuenta de lo que significan tres molinos?) de la que sobra del regadío de las dehesas, del abrevaje de los animales y de lo que se desperdicia […] Ha faltado a la verdad, porque no sobra ni una gota de agua después de la bocatoma de la hacienda San Vicente del Señor Alberto de Larrea. Y ha faltado también, porque los usufructuarios son centenares.

No ha cumplido; o, mejor dicho, ha cumplido mal sus deberes de sacerdote, porque, falseando la verdad, ha despertado en los moradores de San Antonio de Ibarra sentimientos y pasiones impropios de la religión de Cristo, de la que usted debe ser celoso guardián37 .

Tanto los activistas de la ADE como los ciudadanos que en enero de 1945 compartieron con ellos el convencimiento de que Rojas debía ser removido de su responsabilidad al frente de la parroquia criticaban la presunta manipulación que el sacerdote había hecho de las asociaciones católicas y sindicales que promovió, con fines partidistas hostiles a los intereses que aglutinaba la ADE, en connivencia con el anterior jefe político de San Antonio, cercano al depuesto Carlos Alberto Arroyo del Río.

Unos y otros tachaban al párroco de intolerante y violento, pródigo en injurias proferidas desde el púlpito. Los de ADE llegaban más lejos, al sostener que Rojas se había visto obligado a abandonar los curatos de Tulcán, San Roque, Urcuquí y Atuntaqui, que había ocupado antes del de San Antonio, “por su imperante forma de administración, trato grosero a sus feligreses y su desmedida fiebre política” 38.

La fundación de la escuela de niñas conocida como Instituto Inocencio Jácome, en honor del entonces superior de los dominicos del Ecuador, otro de los proyectos que había perseguido Rojas con empeño, pudo llevarse a cabo el 26 de noviembre de 1946 gracias a la llegada de seis monjas colombianas. Para entonces habían transcurrido siete meses desde que, el 23 de abril de 1946, Miguel Ángel Rojas solicitara al obispo autorización para trasladarse a Quito, pretextando razones de salud39 .

La remoción de Rojas no puso término a las discordias. Su sucesor en el curato, Héctor Eduardo Andrade, quiso desmarcarse de sus actuaciones y así lo manifestó al obispo en repetidas ocasiones. “El Rvdo. Sr. Dr. Rojas sigue soplando el fuego, pero yo seguiré acabando con el combustible” 40. No cesa la “perniciosa labor de intromisión del Sr. Ex-párroco de este lugar” 41.

Pero la hostilidad demostrada por Andrade hacia su antecesor no le granjeó demasiadas simpatías, como se constata por las continuas referencias a un ambiente hostil que se contienen en la correspondencia mantenida por Andrade con el obispo hasta abril de 1948, y como se desprende de su efímera presencia en el cargo: en 1950 encontramos a un nuevo párroco –Vicente Proaño Maya-, que tampoco duró mucho, por haber sido designado obispo de la diócesis de Machala, erigida en 195442 .

5. La modesta cotidianidad de San Antonio de Ibarra

Al margen de la inauguración del Liceo Artístico en 1944 y de las rivalidades y pugnas entre unos y otros grupos, la realidad socioeconómica de San Antonio de Ibarra durante los años que transcurren entre 1940 y 1950 distaba de ser satisfactoria. Se confirmó por entonces el declive inexorable en la producción de sombreros de paja toquilla 43, que durante largo tiempo había proporcionado empleo a muchos habitantes de San Antonio.

Aunque se consiguió ampliar la superficie dedicada al cultivo, gracias a la parcelación de una parte de la hacienda Chorlaví y a la conversión de esos terrenos en maizales, las condiciones de vida de la mayoría de los sanantonenses apenas si lograron una mejoría significativa44 respecto a los tiempos críticos de la Segunda Guerra Mundial, en los que los habitantes del cantón de Ibarra padecieron una angustiosa escasez de productos de primera necesidad.

Ese panorama de carestía y alza de precios se confirma si se recurre a la lectura de la prensa de la época. Basten dos botones de muestra que tomamos de El Ferrocarril del Norte en fechas correspondientes a diciembre de 1943, cuando la Guerra Mundial amenazaba con prolongarse aún durante varios años, como en efecto ocurrió. En el primero de los textos que mencionamos se planteaba la necesidad de que el renovado Concejo de Ibarra afrontara el problema de las subsistencias: razón por la que se recomendaba el aumento de la partida destinada a la compra de víveres en los centros de producción, de modo que hubiera existencias en los Almacenes municipales de Abastos, y se lograra así combatir la especulación de los acaparadores 45. Una semana después se describía con crudeza el alarmante panorama de molinos y panaderías que cerraban sus puertas por falta de trigo, que los acaparadores retenían, con la consecuencia de que se hacía precisa la importación de harina argentina 46.

Sería preciso esperar al boom de las artesanías, operado en décadas posteriores, para que la economía de San Antonio de Ibarra remontara el vuelo, gracias a la generación de empleo en las actividades vinculadas a aquel sector. Se logró así no sólo frenar la tradicional emigración de sus habitantes sino, incluso, atraer mano de obra foránea.

6. A modo de conclusión

San Antonio de Ibarra se presenta como ejemplo paradigmático de cómo el arte puede condicionar el modo de vida de una entera población, que, gracias a la comercialización de sus artesanías, adquirió una marcadísima notoriedad a fines del siglo XX.

Si Daniel Reyes puso los cimientos de esa prosperidad, la fundación del Liceo Artístico designado con el nombre de tan destacado personaje constituye otro hito de gran importancia, por más que durante los años que siguieron a su fundación transitara un camino errático que llegó a amenazar su continuidad como institución educativa, principalmente por la falta de previsión de las autoridades del Ministerio de Educación, que tardaron en otorgar el debido reconocimiento a las titulaciones del Liceo, a fin de que sus egresados pudieran incorporarse al mercado del trabajo.

Una de las evidencias que se desprenden de la investigación llevada a cabo es el influjo que llegaron a ejercer dos personajes dotados de condiciones excepcionales: Daniel Reyes, en cuanto iniciador del despertar artístico de San Antonio de Ibarra a partir de 1884; y, en un segundo plano, Miguel Ángel Rojas, hombre de acción, excelente organizador y promotor principal del Liceo Artístico que a mediados del siglo XX contribuiría a afianzar y a renovar el prestigio de Reyes, fallecido ocho años antes de la inauguración de aquel centro docente. Y es que, ciertamente, aunque el motor del devenir histórico sea el entero cuerpo social, las personalidades excepcionales logran encauzar aspiraciones, definir rutas, clarificar metas.

También hemos arrojado luz sobre algunos episodios de movilización social en San Antonio, en los años cuarenta del siglo XX, de los que apenas si queda huella en la escasísima bibliografía que se ocupa de la trayectoria histórica de la parroquia. El desenlace final de las tensiones acumuladas por el activismo de Rojas acabó restituyendo a los hacendados locales en su papel hegemónico, desafiado con audacia por el párroco que, derrotado, hubo de resignarse al abandono de su curato, forzado por la autoridad episcopal.

REFERENCIAS

Archivos
Archivo Histórico del Centro Cultural de Ibarra
Archivo Histórico Diocesano de Ibarra
Archivo Parroquial de San Antonio de Ibarra

Hemerografía
El Ferrocarril del Norte
Imbabura Artístico. Revista eventual
La Verdad

Bibliografía
Colorado, Rodrigo, “Alfonso Reyes”, La Hora, 27 de mayo de 2007
Domínguez, Miguel Ernesto, El Sombrero de Paja Toquilla: historia y economía, Cuenca, Ediciones del Banco Central del Ecuador, 1991.
Ferrer Muñoz, Manuel, “La huella de Daniel Reyes en San Antonio de Ibarra: una tradición artesanal heredera de la Escuela quiteña”, Estudios de Arte Actual, n° 4, julio de 2016 (http://estudiossobrearteactual.com/?p=642#_ftn5)
Instituto Técnico Superior de Artes Plásticas Daniel Reyes, 1944-1994, Quito, Instituto Técnico Superior de Artes Plásticas Daniel Reyes, 1994
Montesdeoca, Enma, Entrevista, 11 de agosto de 2016
Reyes Reyes, Myriam M., Luis Reyes (monografía inédita), 2013
Valencia Sala, Gladys, El círculo modernista ecuatoriano. Crítica y poesía, Quito, Universidad Andina Simón Bolívar-Abya Yala-Corporación Editora Nacional, 2007 (http://repositorio.uasb.edu.ec/handle/10644/184)
Villalba, Oswaldo, Testigo del tiempo, Ecuador, s. e., s. a.
Viteri, Bolívar A.; Villalba, Oswaldo E., y Montesdeoca M., César, Monografía de San Antonio de Ibarra, Quito, Instituto Andino de Artes Populares del Convenio Andrés Bello, 1989 (http://www.flacsoandes.edu.ec/libros/digital/53003.pdf)
Zhingre, Raúl, La participación conservadora en Alianza Democrática Ecuatoriana 1943-1944, Quito, Universidad Andina Simón Bolívar-Corporación Editora Nacional, 2015 (http://repositorio.uasb.edu.ec/bitstream/10644/4694/1/SM191-Zhingre-La%20participacion.pdf)

* Docente-Investigador en la Universidad Técnica Luis Vargas Torres (Esmeraldas, Ecuador), y miembro de la Red de Investigación en Ciencias Sociales. ferrermuma@gmail.com. Este estudio forma parte de un proyecto de investigación titulado “Las artesanías en San Antonio de Ibarra: prospectivas de modernización en los procesos productivos y de un crecimiento urbano respetuoso con el medioambiente y el patrimonio histórico-documental”, que arrancó bajo la dirección del autor en la Universidad Técnica del Norte, y que continúa desde su nueva vinculación a la Universidad Técnica de Esmeraldas Luis Vargas Torres. El autor agradece la generosa colaboración del destacado escultor y excelente amigo Jorge Luis Villalba, que ha facilitado algunas de las fotografías que ilustran el texto.

1 Ferrer Muñoz, Manuel, “La huella de Daniel Reyes en San Antonio de Ibarra: una tradición artesanal heredera de la Escuela quiteña”, Estudios de Arte Actual, n° 4, julio de 2016.

2 Archivo Parroquial de San Antonio de Ibarra. Libro de defunciones, 1937-1953, XI, fol. 43. En la Monografía de San Antonio de Ibarra se recoge como fecha del fallecimiento de Reyes la de 22 de diciembre de 1939 (Viteri, Bolívar A.; Villalba, Oswaldo E., y Montesdeoca M., César, Monografía de San Antonio de Ibarra, Quito, Instituto Andino de Artes Populares del Convenio Andrés Bello, 1989, p. 57). Se trata de un error, por lo demás muy difundido, que incluso aparece en la lápida de la tumba de Reyes. El nombre que antecede al de Daniel en el libro parroquial de defunciones es Segundo, mientras que en el registro de bautismos aparecía el nombre de José.

3 Entrevista a Montesdeoca, Enma, 11 de agosto de 2016.

4 Telegrama del teniente político de San Antonio de Ibarra, 18 de febrero de 1944, Archivo Histórico Diocesano de Ibarra –AHDI-, 7128/60/55/C.

5 En ese esfuerzo, Rojas contó siempre con el apoyo del obispo diocesano. Se explica así que, días después de la inauguración del Liceo, el teniente político de la parroquia dirigiera un telegrama al prelado en el que agradecía sus actuaciones en apoyo a esa iniciativa (Telegrama del teniente político de San Antonio de Ibarra al obispo de Ibarra, 17 de mayo de 1944, Archivo Histórico Diocesano de Ibarra –AHDI-, 7128/60/55/C). Tres meses antes, cuando la autorización para la puesta en marcha del Liceo estaba pendiente de resolución por la Presidencia de la República, el mismo teniente político se había dirigido por telegrama al obispo de Ibarra y a la Nunciatura Apostólica para rogarles que gestionaran ante el presidente y ante el ministro de Educación la apertura del Liceo Artístico (Telegrama del teniente político de San Antonio de Ibarra al obispo de Ibarra y a la Nunciatura Apostólica, 18 de febrero de 1944, AHDI, 7128/60/55/C).

6 Villalba, Oswaldo, Testigo del tiempo, Ecuador, s. e., s. a., p. 75.

7 La Verdad, 4 de marzo de 1945.

8 Imbabura Artístico, 14 de mayo de 1944, pp. 3-5.

9 Ibidem, pp. 3-11.

10 Ibidem, p. 29.

11 Ibidem, pp. 33-37.

12 Ibidem, p. 29.

13 El Semanario de Orientación y Cultura La Verdad sacó su primer número precisamente el día de la inauguración del Liceo Artístico, impulsado por el entusiasmo de un sacerdote por entonces empezaba a darse a conocer: Leónidas E. Proaño Villalba. En su primera portada, el semanario –“saluda[ba] fervorosamente a San Antonio y felicita[ba] a sus hijos por la creación del Liceo Artístico” (La Verdad, 14 de mayo de 1944).

14 Ferrer Muñoz, Manuel, “La huella de Daniel Reyes en San Antonio de Ibarra”.

15 La Verdad, 23 de julio de 1944, e Instituto Técnico Superior de Artes Plásticas Daniel Reyes, 1944-1994, Quito, Instituto Técnico Superior de Artes Plásticas Daniel Reyes, 1994, p. 6.

16 Pedro León, discípulo de Paul Bar, fue uno de los principales exponentes en el Ecuador del “indigenismo”, movimiento que, años después, alcanzaría su máximo esplendor gracias a figuras tan destacadas como Kingman o Guayasamín. Sobresalió también como cultivador del impresionismo y del puntillismo (Valencia Sala, Gladys, El círculo modernista ecuatoriano. Crítica y poesía, Quito, Universidad Andina Simón Bolívar-Abya Yala-Corporación Editora Nacional, 2007, p. 42, nota 33). No ha de extrañar, pues, su desafecto hacia el academicismo que, heredado de Daniel Reyes, seguía caracterizando el quehacer escultórico de los artistas y de los profesores sanantonenses.

17             Viteri, Bolívar A.; Villalba, Oswaldo E., y Montesdeoca M., César, Monografía de San Antonio de Ibarra, p. 74.

18 No sólo escaseaba el agua para el riego: muchos barrios de San Antonio carecían de agua potable (La Verdad, 12 de noviembre de 1944).

19 La Verdad, 13 de agosto de 1944. Para mejor defender los intereses del sector, que atravesaba una profunda crisis que no lograría remontar, el 16 de julio de 1944 se constituyó el Sindicato de Tejedores del Sombrero de Paja Toquilla, en el que Miguel Ángel Rojas figuraba como director, y Miguel A. Villalba, como presidente (La Verdad, 24 de septiembre de 1944).

20 Viteri, Bolívar A.; Villalba, Oswaldo E., y Montesdeoca M., César, Monografía de San Antonio de Ibarra, p. 72.

21 Reyes Reyes, Myriam M., Luis Reyes (monografía inédita), 2013.

22 La Verdad, 4 de marzo de 1945. La nota de prensa de La Verdad recogía el segundo apellido de Luis Felipe Reyes: Guamán (y no Romero). En otra publicación anterior, a la que ya se ha hecho referencia (Ferrer Muñoz, Manuel, “La huella de Daniel Reyes en San Antonio de Ibarra”), se señaló, a propósito de la partida de bautismo de su hermano Daniel, que, aunque en ella aparece Romero como apellido materno, se trata de una adición posterior, superpuesta al apellido que figuraba en el registro que, sin duda alguna, aunque ilegible, era Guamán. De momento sólo cabe conjeturar posibles explicaciones que den razón de esa sustitución, sin que dispongamos de una base documental cierta para justificarla.

23 Carta de Alianza Democrática Ecuatoriana, Sección Imbabura, al Presidente de la República, al Señor Ministro de Gobierno, a Autoridades Municipales y al obispo de Ibarra, 7 de agosto de 1944 (AHDI, 7128/60/55/C).

24 Carta de habitantes de San Antonio de Ibarra al obispo de Ibarra, 21 de enero de 1945 (AHDI, 7128/60/55/C).

25 Colorado, Rodrigo, “Alfonso Reyes”, La Hora, 27 de mayo de 2007.

26 Villalba, Oswaldo, Testigo del tiempo, p. 90.

27 Ibidem, pp. 74-76.

28 La Verdad, 25 de marzo de 1945.

29 Villalba, Oswaldo, Testigo del tiempo, pp. 77-80.

30 El Ferrocarril del Norte, 10 de febrero y 5 de mayo de 1946.

31 AHDI, 7128/60/55/C.

32 Carta del Comité Patriótico de San Antonio de Ibarra a César Antonio Mosquera, obispo de Ibarra, 13 de diciembre de 1943 (AHDI, 7128/60/55/C). Firmaban el escrito Leonardo Francisco Cevallos, presidente, y Alonso B. Viteri, secretario.

33 Circular del Comité Patriótico de San Antonio de Ibarra, 15 de diciembre de 1943 (AHDI, 7128/60/55/C).

34 Archivo Histórico del Centro Cultural de Ibarra, 964-210-23-M, y Villalba, Oswaldo, Testigo del tiempo, pp. 31-32.

36 Carta de José Modesto Larrea Jijón a Miguel Ángel Rojas, 20 de diciembre de 1943 (AHDI, 7128/60/55/C).

36 Zhingre, Raúl, La participación conservadora en Alianza Democrática Ecuatoriana 1943-1944, Quito, Universidad Andina Simón Bolívar-Corporación Editora Nacional, 2015, p. 36.

37 Carta de José Modesto Larrea Jijón a Miguel Ángel Rojas, 20 de diciembre de 1943 (AHDI, 7128/60/55/C).

38 Carta de Alianza Democrática Ecuatoriana, Sección Imbabura, al Presidente de la República, al Señor Ministro de Gobierno, a Autoridades Municipales y al obispo de Ibarra, 7 de agosto de 1944 (AHDI, 7128/60/55/C).

39 “Estando sumamente enfermo y de acuerdo con la facultad que concede a todo sacerdote el Derecho Canónico para tales casos, pido a Su Excelencia se digne concederme permiso indefinido para trasladarme a la Arquidiócesis de Quito, en busca de mi salud” (Carta de Miguel Ángel Rojas a César Antonio Mosquera, obispo de Ibarra, 23 de abril de 1946, AHDI, 7128/60/55/C). Oswaldo Villalba fecha erróneamente el 15 de mayo de 1945 la partida de Rojas a Quito (Villalba, Oswaldo, Testigo del tiempo, p. 74).

40 Carta de Héctor Eduardo Andrade, párroco de San Antonio, al obispo Mosquera, 5 de agosto de 1946, AHDI, 7128/60/55/C.

41 Carta de Héctor Eduardo Andrade, párroco de San Antonio, al obispo Mosquera, 24 de octubre de 1946, AHDI, 7128/60/55/C.

42 AHDI, 7128/60/55/C, y Villalba, Oswaldo, Testigo del tiempo, pp. 78-79.

43 Domínguez, Miguel Ernesto, El Sombrero de Paja Toquilla: historia y economía, Cuenca, Ediciones del Banco Central del Ecuador, 1991.

44 Villalba, Oswaldo, Testigo del tiempo, pp. 33-35.

45 El Ferrocarril del Norte, 12 de diciembre de 1943.

46 Ibidem, 19 de diciembre de 1943.

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