EL MANDALA EN EL CONTEXTO DEL ARTE Y LA ESPIRITUALIDAD

Margarita Tsering Riera Ortolá
Juan José Llobell Andrés

Universidad Miguel Hernández de Elche (España)


            Resumen:
            El arte de la cultura tibetana está impregnado por un carácter espiritual. El Mandala, círculo sagrado, como muchas de las expresiones artísticas de la tradición budista, manifiesta el camino del desarrollo y elevación espiritual a partir del conocimiento de dimensiones más sutiles. Actualmente muchos artistas reflejan en sus obras ese sentido más profundo de la realidad que nos hace elevar y desvelar nuestras conciencias.

Palabras clave: Mandala, espiritualidad, visión holística, arte, tradición budista

            Abstract:
The art of Tibetan culture is permeated by a spiritual character. Mandala, sacred circle, as many of the artistic expressions of the Buddhist tradition, shows the path to development and spiritual growing from the knowledge of more subtle dimensions. Currently, many artists in their art works reflect a deeper sense of reality that makes us raise and unveil our consciousness.

Keywords: Mandala, spirituality, holistic vision, art, Buddhist tradition  

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1. Introducción

El arte es uno de los caminos más sugerentes para vislumbrar la religación que existe entre el ser humano y la realidad del mundo en todas y cada una de las sociedades en las que éste germina. La expresión artística es el medio de comunicación simbólica a través del cual hacer visible lo invisible, actuando como puente mediador entre el hombre y sus realidades más íntimas.

Todas y cada una de las manifestaciones artísticas son fruto de la condensación de los valores, principios y estética de la sociedad. Entender las distintas expresiones artísticas en cada uno de sus contextos es comprender la sensibilidad filosófica de la civilización en la que éstas nacen.

En el extracto de esta investigación que presentamos nos centramos en el estudio del mandala en el arte de la cultura tibetana desde el contexto de su tradición filosófica y espiritual que se acerca a una manera de entender el cosmos como una gran totalidad de la que el hombre es partícipe en comunión con la naturaleza y demás seres. El arte y la filosofía de la tradición budista nos muestran una visión holística del mundo en la que el hombre, sus realidades interiores y el universo que le rodea están íntimamente interrelacionados 1.

Este arte enfoca sus valores en desarrollar el camino espiritual y elevar la conciencia humana hacia niveles superiores de comprensión y percepción que además tiene el potencial de permitir una múltiple lectura en sus distintos niveles. Un ejemplo de este arte es la Rueda de la Vida, Bhavanchakra en sánscrito (Figura 1), que muestra desde una perspectiva global el mundo del samsara, es decir de la realidad dual, y cómo éste está sujeto al ciclo de la ley de causa y efecto en la que los todos los seres están inmersos.

Entender el arte de la tradición budista es aproximarse a una filosofía de vida. La creación artística se convierte en un soporte de meditación, de transmisión de ideas y en la herramienta capaz de despertar realidades de consciencia superiores. Existe un gran abanico de manifestaciones dentro de esta cultura, rico y muy variado, tanto en técnicas como en iconografía, con un gran predominio del color (que no podemos abordar en este texto, pero sí en nuestra investigación.) Una de las manifestaciones más emblemáticas de esta civilización que actualmente se está conociendo en Occidente es el mandala, khil-khor en tibetano, que literalmente significa círculo sagrado.

Los mandalas se nos presentan bajo una gran variedad de diseños, colores y temas. El término mandala es un concepto rico en definiciones y sentidos que alude a una multiplicidad de realidades, sin embargo, su sentido más íntimo va siempre ligado al desarrollo de la espiritualidad y de la elevación de la conciencia que nos conecta con el interior, la parte más sagrada del ser.

El diseño del mandala se estructura en base a un centro y sus alrededores, adquiriendo relevancia las cuatro direcciones espaciales. Carl Gustav Jung considera las imágenes de mandalas como revelaciones del “sí mismo”, como símbolos de unión entre el interior y exterior que nacen de nuestro inconsciente colectivo (Figura 2). En esta línea, el investigador orientalista Giusepe Tucci describe el mandala como un psico-cosmograma, reflejo de la psique y de la proyección geométrica del mundo 2.

El profesor tibetano de filosofía budista, Vble. Lama Tenzin Samphel enfatiza dos aspectos importantes en el mandala3 : en su significado exterior representa el universo y en su significado interno representa la estructura de nuestra mente, revelando que el sentido último del mandala evoca la relación entre la forma y el vacío: forma es vacío y vacío es forma, tal y como se explica en las enseñanzas budistas del Sutra del Corazón, cuya dialéctica está presente en todas las formas de la realidad.

Hoy en día es notable el paralelismo que se establece entre el discurso de algunos artistas occidentales que se acercan a la espiritualidad y algunos aspectos del pensamiento oriental. Algunas filosofías de Oriente se presentan como una fuente de inspiración potenciadora de las cualidades profundas del ser humano, que en ciertos casos se distancia del pensamiento más lógico y materialista que tenemos en Occidente.

En este sentido Remo Bodei cuestiona el protagonismo que ha adquirido el pensamiento técnico-científico en detrimento del filosófico-poético 4 en nuestra cultura, que ha potenciado una consideración del arte que se sustenta mucho más en la lógica racional que en una visión más intuitiva, holística y no discursiva, que es la que nos aporta un estado de conciencia no ordinario de las cosas. Todo esto está en relación con la necesidad que tienen muchos artistas actuales de reivindicar un sentido más profundo y poético de la obra de arte, que se aleje de una excesiva conceptualización.

2. Metodología y marco teórico

Estudiar la creación artística de la cultura budista tibetana es, en cierta manera, sensibilizarnos hacia una forma más amplia y sutil de ver el mundo que nos rodea y la forma en la que somos partícipes de él.

Este arte está ligado a la espiritualidad y a lo sagrado como soporte y medio de transmisión de ideas y enseñanzas que elevan la mente del hombre hacia la pureza de estados de conciencia más elevados. De esta manera, comprender el arte budista nos lleva inevitablemente a sumergirnos en el conocimiento de los principios y valores culturales de esta tradición, apreciando en ellos lo que puedan tener de  universales.

Para la realización de esta investigación, ha sido necesaria la recopilación y estudio de textos, libros y documentos, (algunos de ellos inéditos o no traducidos al castellano) que nos han facilitado la comprensión de la espiritualidad y la filosofía de esta enigmática cultura en relación al concepto de mandala.

Destacamos la importancia que ha tenido en nuestra investigación la realización de varias entrevistas con personalidades conectadas directamente con la cultura tibetana, llevadas a cabo tanto en el Nepal como en varios países occidentales. Estos testimonios nos descubren y definen el mandala en sus múltiples significados y actualizan de forma directa todo el contenido que la manifestación de este símbolo abarca; se trata de creaciones artísticas realizadas  según antiguos y preciados cánones de forma muy específica y bajo unas circunstancias concretas (Figura 3).

Por otro lado, la multidimensionalidad del concepto mandala nos ha obligado a abordarlo desde otras áreas de conocimiento que no contemplamos en este texto, pero sí en nuestra investigación. En sus múltiples lecturas, el mandala puede ser estudiado a través de la óptica del arte, la filosofía, la espiritualidad, la ciencia y la psicología, lo que nos permite tener una visión más global de la diversidad de todas las realidades y lecturas que abarca.

3. La creación artística como experiencia de lo sagrado

Este estudio sobre el concepto de mandala nos ha hecho comprender con más claridad “la necesidad de un replanteamiento y actualización del hecho religioso y lo sagrado en nuestra sociedad, intentando conciliarlos con la filosofía, entendiéndolos como dos vías de conocimiento no necesariamente antagónicos o incompatibles.”5 Esta aproximación a la espiritualidad desde el ámbito de la filosofía la llevó a cabo Eugenio Trías afirmando que “es preciso ‘salvar’ el fenómeno que constituye la religión: la natural, o connatural, orientación del hombre hacia lo sagrado; su re-ligación congénita y estructural. Es preciso ‘salvar’ ese fenómeno por rigor filosófico y fenomenológico” 6 (Figura 4).

Hoy en día, el hombre, desorientado por el desequilibrado frenesí de la sociedad moderna se olvida a menudo de Sí Mismo 7. En la sociedad de la materialidad no se sabe encontrar, ha perdido la visión holística o de la totalidad del hombre primitivo, en la que el mundo es concebido como una realidad no fragmentada de la que todos formamos parte como un todo. (Figura 5) Esta visión de la realidad que se deriva del concepto de mandala, también sería una de las consecuencias lógicas de la actividad artística, como se deduce de las reflexiones de Pierre Hadot en referencia a la poesía de Goethe, al recordarnos la tradición ancestral de ascensión a una montaña para alcanzar una “mirada desde lo alto”, otra percepción de la vida y de uno mismo.

(…) la liberación que conlleva la verdadera poesía es posible porque esta última implica una mirada desde lo alto que nos desliga de las preocupaciones terrestres y egoístas para volver a situar nuestra vida de aquí abajo en la vasta perspectiva del Todo. (…) El verdadero poeta no procede de un modo distinto al del verdadero observador de la naturaleza. Ambos deben mantenerse por encima de las cosas para poder alcanzar una mirada única dirigida al Todo. Se trata de percibir la totalidad y la unidad, y no, como las mayoría de los hombres, solamente los detalles (…) 8

La espiritualidad siempre ha ido vinculada a la religión, aunque no le pertenece. El profesor y físico David Bohm, señala que una de las principales funciones que ha tenido la religión era la de “enseñar una especie de autoconocimiento, cuyo fin era ayudar alser humano a ser íntegro y a estar en armonía con cada etapa de su vida” 9, es decir, a experimentar la realidad como una totalidad no fragmentada e indivisible.

En la actualidad la visión del hombre se ha vuelto confusa, pues los avances científicos, particularmente en la tecnología, se han desarrollado velozmente y cada vez está más distanciada del ser humano y de su universo interior. S.S. el Dalai Lama afirma que “cuanto más amplios son nuestros conocimientos y poder, mayor ha de ser nuestro sentido de la responsabilidad (…) el rápido aumento de los conocimientos humanos y las posibilidades tecnológicas que surgen (…) son tales, que ya casi resulta imposible que el pensamiento ético siga el ritmo de los cambios”10 .

Por lo tanto, pensar y actuar en comunión entre la espiritualidad, la ética y la ciencia, según la tradición budista, nos hace evolucionar como especie y trascender nuestras propias limitaciones por el bien común de todos los seres vivos y del planeta. Se trata pues de contemplarnos como un todo integrado, todos somos parte de un inmenso mecanismo que hace funcionar el cosmos, y su grandeza está más allá de nuestro entendimiento.

3.1. El mandala como símbolo espiritual

El Budismo tibetano considera el arte como una forma de comunicar nuestras percepciones más sensibles dando orden y estructurando el mundo en el que vivimos, como un reflejo de nuestra estructura mental. De tal modo, la creación artística de esta tradición se convierte en espejo de nuestra consciencia.

En este contexto, el arte penetra la esfera de lo sagrado al trascender las expresiones personales y culturales reflejando los niveles más profundos de nuestra mente. Se convierte en una herramienta poderosa capaz de iluminar dimensiones de la consciencia inaccesibles a través de los sentidos y despertar nuestras percepciones más sutiles, así como mostrar la verdadera naturaleza de nuestro ser.

El arte sagrado de esta cultura oriental nos invita a apreciar la consciencia abierta y a participar del juego creativo sin fin de espacio y forma que construye la realidad en la que vivimos. Se trata de la forma en la que interpretamos nuestro entorno a través de la mente y que al darnos cuenta de ello nos dirigimos hacia la liberación, desvinculándonos de nuestras persistentes formas de sufrimiento e introduciéndonos en la belleza y vitalidad de la mente iluminada.

El mandala es una manifestación artística, un “arquetipo espiritual” 11 que germina dentro de este contexto filosófico-religioso al que nos referimos. Sin embargo, como símbolo sagrado, éste trasciende los conceptos de religiosidad para llegar a la profundidad del ser humano, y actuar sobre él, convirtiéndose en guía hacia una ruptura de nivel, hacia su centro, el axis mundi 12, donde se desvanece la dualidad.

En este punto de intersección entre las distintas direcciones espaciales, el hombre es capaz de trascender su condición y liberarse de ataduras mentales así como de la dualidad.

En el conocimiento de uno mismo, que también es una de las funciones básicas del arte, en esta misión hacia la verdadera espiritualidad, es donde el peregrino o iniciado, a lo largo de su trayecto laberíntico hacia el centro del mandala va diluyendo su “yo” y egocentrismo, fundiéndose con el Todo. De esta manera la diferenciación entre sujeto y objeto va desvaneciéndose para dejar paso a nuestro verdadero Sí Mismo, a lo sagrado que se aloja en nuestro interior (Figura 6) El Sí Mismo, “disuelto y transformado en el todo -en cuyo caso vacuidad solo significa la completa no-resistencia- significa la disolución de uno en otro”. 13

También habría que reconocer que, de la misma manera que en el mandala, uno de los efectos más sorprendentes de la experiencia estética y del arte, entendido como contemplación, es que genera en nosotros una indescriptible y placentera sensación de unión o fusión con la realidad de la que formamos parte, diluyendo nuestra individualidad en el Todo 14.

3.3. La espiritualidad en el arte de Occidente

El carácter espiritual de la obra artística adquiere cierta relevancia en el discurso de algunos artistas contemporáneos de Occidente y es a través de sus creaciones que podemos ver la evolución de la dimensión espiritual de cada persona. Son muchos los artistas que se aproximan a la espiritualidad desde distintos ámbitos, siendo ésta la fuente de inspiración que da sentido a la vida y a la forma de vivirla. Para el mismo Wasili Kandisnky la obra de arte nace del artista por la vía mística y podríamos considerarla como el lenguaje para el alma 15.

Antoni Tapies también percibe en el misticismo una forma de “conocimiento” del mundo que en la creación artística tiene importantes e interesantes consecuencias. Afirma que “la dimensión espiritual ha estado siempre tan presente que incluso ha hecho opinar que los impulsos espirituales y religiosos quizá hoy se hallan más en el mundo del arte, de la poesía, de la música…que dentro de las mismas iglesias” 16.

Según Ernst Hoffman, pintor y conocedor de la tradición budista, también conocido como Anagarika Govinda, el arte supone la condensación del universo en un foco microscópico, como un mandala, en el que se establece “un equilibrio mágico entre el alma y el universo. El objetivo del arte es la condensación de todas la corrientes,fuerzas y efectos inconcebibles del universo en el plano del entendimiento y experiencia humana; es la proyección de la emoción psíquica en el infinito” 17.

Algunas obras de arte, al igual que el mandala, se convierten en espacios para la meditación como es el caso de las abstracciones cromáticas de Mark Rothko. El filósofo Amador Vega enfatiza el carácter contemplativo de las obras de este artista, las cuales “conducen al alma a contemplarse en el abismo desnudo de su identidad”18 . Estas imágenes se convierten en espacios cromáticos para la reflexión y la transformación interior.
 
La consideración del arte como contemplación lo convierte en una senda que nos guía hacia la visión de la sacralidad interior. En este sentido las formas puras del arte abstracto se contraponen al mundo objetual rescatando el mundo espiritual, aquella realidad que ninguna forma puede abarcar y definir completamente.

La obra de Mark Tobey se centra en el movimiento y se expresa en una danza laberíntica en la que “el ego concretizador se disuelve, implicado y arrastrado hacia una relación global en movimiento múltiple”19 y en la que el dinamismo de la pincelada manifiesta la idea de forma simultánea. En su obra forma y vacío interactúan manifestando al unísono la multiplicidad y unidad en la que el artista trata de alcanzar una conciencia más ampliada, un “estado superior de la conciencia” en el que la vacuidad tiene un papel fundamental, pues en palabras de Tobey “la dimensión que realmente cuenta para una persona creativa es el espacio que ella misma crea en su interior. Este espacio interior se acerca más al infinito que el otro espacio, y el privilegio de una mente equilibrada es (…) ser tan consciente del espacio interior como de su espacio exterior.” 20

Una de las mayores aportaciones de la tradición budista tibetana es el sentido de la vacuidad, el Śūnyatā, entendida no como una nada nihilista, sino más bien como una nada que lo ampara todo y lo es todo. En este sentido la relación vacío y forma adquiere gran protagonismo en la obra de Tobey pues ambos conceptos están en continua interacción. Esta realidad nos acerca a la comprensión del axis mundi del mandala, eje donde desaparece toda dualidad entre objeto y sujeto, el yo y el otro, vacío –nada- y forma. Según la filósofa española María Zambrano “hundirse en la nada es hundirse en el fondo secreto de lo divino”21 ,tratándose de un acercamiento a la verdad última y sagrada del ser en la que todos los fenómenos son vistos desde una perspectiva liberada del juego de la dualidad.

El vacío entendido como espacio “es la fuerza que todo lo une y lo entrelaza (…) El vacío libera el acaecimiento de las cosas; es el medio de su rítmica aparición y desaparición” 22. Esta visión de la realidad y de la vacuidad como principio único nos proporciona un nuevo paradigma holográfico del mundo. En definitiva, los límites del hombre y del mundo puede decirse que son los límites de la conciencia humana y superarlos equivale a una transformación, a una renovación del hombre y de la conciencia.

4. Visión holística del mandala

El dibujo iconográfico del mandala, como hemos señalado, muestra la coexistencia de distintas realidades en un mismo diseño. Las múltiples partes engranadas del mandala tibetano muestran el anillo de los elementos en el exterior, y en su interior el palacio celestial por el que se accede a través de cuatro puertas y que representa la mente de sabiduría.

Desde el contexto de la cultura tibetana, el maestro S.S. Shenphen Dawa Norbu Rinpoche, cabeza del linaje Nyigmapa, el más antiguo de Tíbet, explica que estos diseños encriptados son el dibujo de la energía  universal, la energía de los seres y de la luminosidad de la mente primordial23 .

El mandala, en este sentido, se nos presenta como un símbolo que representa el microcosmos y el macrocosmos, el hombre y el universo simultáneamente, porque ambos participan de las mismas energías, dinámicas y leyes.

Sin embargo, este khil-khor, círculo sagrado, no solo desvela en su manifestación plástica estos tres planos, sino que es a su vez la representación absoluta y relativa de la realidad. Ambos conceptos son recíprocos y se sumergen en la misma realidad única y total. De esta manera el diagrama mandálico, al igual que la creación artística, hace visible aquello que el pensamiento no puede abordar (Figura 7), es una síntesis que contiene la dialéctica del gran cosmos y de los pequeños cosmos.

5. Conclusiones

Consideramos que esta amplia investigación en referencia al mandala en el contexto del arte, la filosofía, la espiritualidad y la psicología, (que no abordamos íntegramente en este texto) y la realización de entrevistas a personalidades relevantes de la tradición budista tibetana en varios países, han supuesto una aportación relevante para descifrar el sentido del mandala de una forma más íntegra.

Sin embargo, a medida que profundizamos en sus distintos aspectos y capas de sentido, este diagrama nos muestra la mágica e inagotable profundidad que como símbolo encierra en sí mismo. El acercamiento hacia este arquetipo de totalidad desde esta perspectiva más abierta, filosófica y artística, contribuye a la concienciación de su valor, ya que no se trata de una imagen puramente estática, sino que se trata de un símbolo, de un elemento abierto con el que sintonizar, que nos redescubre contenidos ocultos de la plenitud de la existencia y de la eternidad, manifestando la dinámica y similitud entre el microcosmos y el macrocosmos (Figura 8).

Reflexionar sobre la espiritualidad en el arte nos amplía nuestra forma de entender el mundo y de percibirlo, y nos enriquece como individuos interconectados, religando nuestras dimensiones más sutiles con el universo. A medida que el artista entra en contacto con su realidad interna también se percibe tal evolución en su obra, ya que ésta nace de su propio ser interior conectado al Todo.

En este sentido el Vble. Lama tibetano Thubten Wangchen, actual director de la Casa del Tíbet de Barcelona, afirma que el mandala “se refiere a nuestro interior” 24, está vinculado con la realidad más profunda de las cosas y ligado a un sentido espiritual. Descubrimos que los fundamentos del arte de la tradición budista tibetana se encuentran ligados a su carácter espiritual, a su forma de potenciar las cualidades humanas guiándonos por medio del rico abanico de manifestaciones artísticas que de esta filosofía emergen.

Dentro del contexto de la contemplación interior, los mandalas tibetanos, más allá de ser enigmáticas y bellas expresiones artísticas de forma y color, son la plasmación de un camino metafórico que se puede seguir hacia el axis mundi, en cuyo ingreso, uno  se conoce y al conocerse, es.

Los diseños del mandala no sólo nos muestran una serie de imágenes cargadas de una simbología cósmica, sino que en la contemplación de sus colores, formas y vibraciones se encuentra la llave de la asimilación de distintas realidades inherentes a uno mismo: el descubrimiento y desvelamiento de nuestra dimensión más profunda, la esencia de lo sagrado de nuestro ser y luz interior.

En definitiva, en este laberinto mágico que es el arte del mandala se llega a la mayor expresión del ser, en cuyo centro, la fuente original primordial, uno es el artista absoluto.

Referencias bibliográficas

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1 HEISENBERG, SCHRÖDINGER, EINSTEIN, JEANS, PLANCK, PAULI, EDDINGTON.  Cuestiones cuánticas. Escritos místicos de los físicos más famosos del mundo, Barcelona, Ed. Kairós, 2014, p. 290.      Eddington, prestigioso científico, reconoce la insuficiencia de la ciencia y plantea la convicción de que la realidad es de naturaleza espiritual. Destaca la proximidad entre la perspectiva estética y la perspectiva religiosa. Llega a la conclusión de que la conciencia individual forma un todo indivisible con la conciencia transpersonal universal: “Si tuviéramos que expresar en palabras la verdad esencial que se nos revela en la experiencia mística, diríamos que sentimos que nuestra mente no es algo aparte del mundo, y que los sentimientos de alegría o de melancolía, u otros aún más profundos que tenemos no son solamente nuestros, sino que contienen un atisbo de una realidad que trasciende los estrechos límites de la propia conciencia individual…”

2 TUCCI, Giuseppe. Teoría y práctica del mandala. Con especial referencia a la moderna psicología profunda. Buenos Aires, Ed. Dédalo, 1975, pp. 34-35.

3 Entrevista realizada (para esta investigación) al Vble. Lama Tenzin Samphel en el centro de estudios filosóficos budistas Centro Khater, Valencia, marzo 2015.

4 BODEI, Remo. La vida de las cosas. Buenos Aires, Amorrortu editores, 2013, p. 65. Remo Bodei utiliza el siguiente ejemplo muy didáctico afirmando que “para el pensamiento técnico-científico que pretende captar las cosas antes y mejor que cualquier otra experiencia, el cántaro es el resultado del trabajo de un alfarero y su cavidad está llena de aire. Esta postura – que se remonta a Platón, quien privilegia la producción de los objetos sobre la base de una idea – mutila la comprensión de la cosa.”

5 LLOBELL, Joan. “El interior rescatado” en el catálogo Ruta de les ermites. Comisario Joan Llobell. (Artistas: Soledad Sevilla, José Antonio Orts, Ginestar, María Zárraga, Teresa Cebrián, Rafael Tormo, Teresa Martínez.), Altea, 1999

6 TRÍAS, Eugenio. Pensar la religión. Barcelona, Ediciones destino, 1997, pp. 37-38

7 Concepto utilizado por el psicólogo Carl Gustav Jung para referirse a la realidad más íntima del ser, a su centro en JUNG, Carl Gustav y WILHELM, Richard. El Secreto de la Flor de Oro. Barcelona, Ed. Paidós Studio, 1996.

8 HADOT, Pierre, No te olvides de vivir. Goethe y la tradición de los ejercicios espirituales. Madrid, Ed. Siruela, 2010. pp. 72-73

9 BOHM, David. Sobre la creatividad. Barcelona, Ed. Kairós, 2013, p. 70

10 S.S. DALAI LAMA. El universo en un solo átomo. Barcelona, Ed. Debolsillo Clave, 2014, p. 221

11 CIRLOT, Juan Eduardo. Diccionario de los símbolos. Madrid, Ed. Siruela, 2003, p. 17

12 ELIADE, Mircea. Lo sagrado y lo profano. Barcelona, Ed. Paidós Orientalia, 1998, pp. 30-31

13 LAMA ANAGARIKA GOVINDA. Art and Meditation. An Introduction and Twelve Abstract Paintings. Delhi, India, Ed. Book Faith India, 1999, p. 6

14 GARCÍA, A. “Hacia el paisaje”, catálogo Towards landscape - Hacia el paisaje,  Canarias, C.A.A.M. 1990, p. 15 Aurora García describe muy bien esa sensación de unión o fusión con las cosas (objeto) que se deriva de la experiencia estética, destacando que la visión intuitiva le permite al ser humano “contemplar los fenómenos perdiéndose en ellos (...) llevado por el puro placer de adentrarse en el objeto, hasta hacer de éste y del sujeto prácticamente una sola cosa (...) La intuición, sin las ataduras de la razón, bien podría conducirnos a la plena comunión con la naturaleza, hasta el punto de no distinguir entre nosotros y ella”

15 KANDISNKY, Vassily. De lo espiritual en el arte. Barcelona, Editorial Paidós, 1997, pp. 101-102

16 TÀPIES, Antoni. “Arte y contemplación interior” en el catálogo El instante eterno. Arte y espiritualidad en el cambio de milenio. EACC (Castellón), 2001, p. 208

17 LAMA ANAGARIKA GOVINDA. Art and Meditation…, p. 6

18 VEGA, Amador. Zen, mística y abstracción. Ensayos sobre el nihilismo religioso. Ed. Trotta, Madrid, 2002, p. 98

19 BÄRMANN, Matthias. El vacío en el corazón de las cosas. Catálogo La Espiritualidad del Vacío. Bancaja, 2001. Pág. 111

20 Ibídem, p. 111

21 ZAMBRANO, María. El hombre y lo divino. Madrid, Fondo de Cultura Económica, segunda reimpresión de la segunda edición aumentada, 1993, p. 178

22 BÄRMANN, Matthias. El vacío en el corazón…, p. 20

23 Entrevista realizada (para esta investigación) a S.S. Dungse Shenphen Dawa Norbu Rinpoche, cabeza del linaje Nyingmapa “Tersar” en el Centro Orgyen Chö Dzong, Greenville, Nueva York, primavera 2015.

24 Entrevista realizada (para esta investigación) al Vble. Thubten Wangchen, en la Casa del Tíbet, Barcelona, marzo 2015.

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