EXPERIENCIA ESTÉTICA EN LA SOCIEDAD RED. ENTREVISTA A FERNANDO CASTRO FLÓREZ

José Luis Crespo Fajardo, Pedro Ortuño Mengual y Luisa Pillacela Chin


Resumen:

Fernando Castro Flórez es un crítico de arte y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid de reconocida relevancia internacional. La revista Arte y Sociedad ha tenido la oportunidad de entrevistarle con ocasión de la reciente publicación de su último libro de ensayos "Estética a golpe de like [Post-comentarios intempestivos sobre la cultura actual. (Sin notas a pie de página)]", en donde el autor reflexiona sobre múltiples aspectos de la sociedad contemporánea y su relación con internet y las redes sociales. La entrevista se dirige especialmente a cuestiones relativas al libro y la difusión de contenidos en la Sociedad Red. Si en la película "Fahrenheit 451" los libros se volvían humo, hoy los libros se van a "la nube" casi irremisiblemente.

Palabras clave: Estética, cultura, comunicación, tecnologías, Redes Sociales.strong>

Abstract:
Fernando Castro Flórez is an internationally renowned art critic and professor at the Universidad Autónoma de Madrid. The journal Arte y Sociedad had the opportunity to interview him on the occasion of the publication of his latest book "Aesthetics by hits of 'like' [Untimely post-comments on current culture.(Without footnotes)]", which deals about multiple aspects of contemporary society and its relationship with the internet and social networks. The interview focuses especially on issues addressed by the book and on the dissemination of contents in the Network Society. If in the film Fahrenheit 451, books were turned into smoke, nowadays they are irremediably uploaded to "the cloud."

Keywords: Aesthetics, culture, communication, technologies, Social Networks.

La presente entrevista la hacemos a través de las Nuevas Tecnologías, en especial apoyados en emails y mensajes de chat vía Facebook. Los entrevistadores nos encontramos en Santa Ana de los Ríos de Cuenca, en Ecuador y en Murcia, una ciudad de España, en tanto el profesor Fernando Castro responde desde sus dependencias en Madrid. En relación a Cuenca, ésta es una ciudad que ha cobrado importancia en los últimos años en el circuito latino del arte contemporáneo por la "Bienal de Cuenca". Nuestra primera pregunta podría centrarse en la difusión artística que se produce por medio de estos eventos periódicos. ¿Son las bienales un medio efectivo para dar a conocer artistas y prácticas artísticas al mundo?

Tengo bastantes dudas con respecto a casi todas las nociones que están “embarcadas” en esta pregunta. En primer lugar, he ido alimentando una cierta desconfianza con respecto al “bienalismo” que tiene algo de sistema hipertrófico o, por no andarme por las ramas, estricto parque temático; si pienso, a pesar de mis reticencias, en la “efectividad” de ese tipo de eventos tendría que apuntar, valga la simplificación, que el ideal regulativo parece, a todas luces, más turístico que estético y más mimético que innovador. Por otro lado, no creo que se haya estado desplegando todas esas estrategias publicitario-retóricas del mainstream curatorial para “dar a conocer” otra cosa que los mecanismos obscenos de un sistema de inclusiones y exclusiones. Podríamos jugar a lo paradójico con la fórmula de un “dar a conocer en el modo de la autohipnosis bastardizante” (por sacar partido de los diagnósticos terribles de Sloterdijk) que no requiere de ningún tipo de aprendizaje sino de una expansión que deja tras de sí la sospecha de completa obsolescencia. El último apunte (en función de mi patética filosofía de la sospecha, una inquietud o sentido acentuado de lo inhóspito: familiar y extraño, a la postre, reprimido) me lleva a manifestar perplejidad al “pensar” que lo propio de lo que llamáis “eventos periódicos” sería dar a conocer (algo: nada más y nada menos que las cosas y los sujetos del arte) al mundo; entiendo que es difícil encontrar formas de parafrasear tanto la ausencia de fundamento cuanto la falta de público. Tal vez sea vuestra cuestión un modo sutil de manifestarse de la ausencia de exterioridad de las prácticas curatoriales bienalísticas, ejemplos descabellados (acéfalos en un modo no imaginado por Bataille) de un solipsismo que ha conseguido paralizar los esfuerzos críticos con la acumulación vertiginosa de “lenguajes privados”.
 
¿Qué piensas sobre el modelo actual de cultura, altamente fundamentado en Nuevas Tecnologías y en la difusión a través de Internet? ¿Hemos de ser críticos o hemos de integrarnos confiadamente?

Podemos hacer ambas cosas a la vez o incluso no comportarnos de ninguna de esas formas tan estandarizadas. La polarización entre crítica e integración remite a aquella antigualla de “apocalípticos e integrados” que ya fue descrita por Umberto Eco como un pseudoproblema o una forma de eludir las cuestiones epocales. No tengo nada claro que tengamos un modelo de cultura único, al contrario, da la impresión de que son varias las tácticas “culturales” que se mezclan, friccionan o superponen. Evitando entrar en una discusión bizantina, me gustaría aclarar que mi talante es más polémico que “confiado” y, a pesar de ello, no dejo, cuando corresponde, de consumir “acríticamente” toda clase de “productos culturales” calificados como “basura”. No tengo una actitud anacorética ni soy un “talibán” de algo así como la “alta cultura”, ni siquiera tengo la sensación de haber llegado tarde a una ceremonia de esplendor indescriptible. Por mi edad (valga este comentario inercial como algo más que “descargo” culpable) soy un residuo de la hegemonía televisiva y, además, contemporáneo de aquella ironía posmoderna que hoy suena rancia e incluso cursi cuando antaño parecía el colmo de lo “desmantelador”. He asistido a la llegada de las llamadas “nuevas tecnologías” sin pánico y he ido asumiendo las herramientas computacionales, sin prisa pero sin pausa, pero sobre todo sin pánico ni nostalgia. Nada nos obliga a ser “darwinistas tecnológicos”, salvo que tengamos intereses en empresas del sector y parece probado que, a pesar del éxito del videoclip que inauguró MTV, el vídeo no mató a la estrella de la radio como tampoco ha sido capaz ese marasmo llamado Internet de convertir a los libros en “cadáveres” dispuestos para ser arrojados a la fosa común. La Red permite (casi) todo y, sin ningún género de duda, controla (todo) lo que acontece. Mantengo, a pesar de los pesares, mi delirante entusiasmo, más allá del despreciable optimismo o del pesimismo (especialmente repugnante ese nihilismo de cátedra), intentando, en todo momento, decir lo que pienso y, si es posible, divertirme haciéndolo. He seguido una máxima picaresca (“donde fueres haz lo que vieres”) para enrolarme en los muros digitales, tratando, en todo momento, de escribir entendiendo que cada dispositivo requiere de un trabajo “site specific”. Tengo la impresión de que ese “posicionacimiento”, en la singularidad de cada “medio”, puede ser una forma elemental de un comportamiento que podemos denominar “integración crítica”, en la línea de la “crítica inmanente” adorniana.

La difusión del libro a través de internet es un modelo que trastoca drásticamente la distribución habitual de contenidos sobre papel, y que presenta notables ventajas para el acceso general de la información, pero a la vez existen desventajas notables para la industria editorial tradicional, tal y como se conoce desde Gutenberg. ¿Desde tu perspectiva qué piensas que sucederá con el libro en papel? ¿Se convertirá en un objeto de arte antes que en un medio de divulgación de contenidos?

No tengo ningún tipo de dotes predictivas, lo que si constato es que el libro no es, hoy por hoy, un “objeto artístico” o no lo es mayoritariamente. Tengo, ahora mismo, ante mis ojos (en una estantería) colocada una tableta Kindle debajo de una pila de libretas y libros (como detalle anecdótico os diré que algunos de esos son Gramophone, Film, Typewriter de Kittler o The Age of Earhtquakes de Basar/Coupland/Obrist, dos libros que pueden tener algo de crítico-alegóricos) y que no usé ese gatget más que unas dos horas en mi vida y está ahí con menos funcionalidad que un pisapapeles. El grado de obsolescencia de las nuevas tecnologías es vertiginoso mientras que el libro muestra un “coeficiente de resistencia” superlativo. Vivo, literalmente, rodeado de libros y mis hijos (dedicados a la filosofía, el discurso feminista y la teoría literaria) son unos “nativos digitales” que tienen una cantidad también alarmante de esos viejos objetos que, por cierto, hacen algo más que “divulgar contenidos”.

En realidad, la pregunta anterior la introducimos ante el condicionamiento que se percibe actualmente por la idea de que si se imprime o si se utilizan documentos en papel se está haciendo un gran perjuicio a la naturaleza, puesto que el papel viene de los árboles... Haciendo de abogado del diablo, a ojos vista es evidente que aun ahorrando y reciclando papel se siguen talando árboles para otros fines (desde pañuelos de papel hasta escritorios). La cuestión es si ahora una persona se ve abocada irremediablemente a fijar su vista en una pantalla, movido ya no por las condiciones impuestas por la sociedad tecnificada, sino porque además se busca tener la conciencia ecologista limpia... En especial, se da una circunstancia particular en el modo de aprendizaje, que está derivando hacia el uso general de documentos virtuales para su estudio directo delante de la pantalla, evitándose en la medida de lo posible imprimir para estudiar. ¿En el futuro será éste inevitablemente este patrón de lectura y estudio? ¿Aprendemos y disfrutamos de la lectura verdaderamente igual en pantallas que sobre el libro en papel?

Supongo que vuestra observación es “sarcástica”. ¿Es más ecológico el sistema computacional que el mundo de la editorial tradicional? ¿Son los lectores unos “taladores” inconscientes de árboles mientras que los “nómadas digitales” están poniendo freno a la destrucción del planeta? Bastaría recordar qué es el “coltán” y cómo se obtiene. Llevamos en nuestras manos unos “celulares” que tienen un nivel de toxicidad y de generación de esclavismo tan extremo como aquellas ruedas de bicicleta que en las primeras décadas del siglo XX se producían “gracias” a la brutalidad colonial de los belgas en el Congo. Más allá de la “contaminación” que toda cultura genera estaría la cuestión del placer del texto o de la lectura en los distintos soportes; estoy, desde hace años, encadenado a una práctica irrefrenable de lectura-escritura que no puedo hacer, lo confieso, sin subrayar. Cada quien tiene sus “objetos fetiche” y yo no puedo abrir un libro sin tener entre mis manos un lápiz bicolor (azul y rojo), sin embargo, no escribo sino (como si cumpliera un destino sintomático derrideano) con luz artificial y tecleando en el ordenador. Podría decir que “aprendo-y-estudio” en el “espacio talado del libro” y sedimento (a mi manera) lo que me preocupa en el “piano-word”. En realidad, todo se confunde cuando comprendemos que la escritura no es otra cosa que una lectura interminable y viceversa.

Desde cierta etimología -tal vez un tanto simplista- podríamos valorar a la red social Facebook como la "publicación de tu vida". Se trataría de hacer público o publicar tu identidad y tus ideas. El selfie toma importancia porque es un autorretrato que quieres hacer público. ¿Crees que puede ser considerado uno de los paradigmas estéticos de la Sociedad Red?    

Son dos elementos decisivos de la “compulsión contemporánea”. Me permito apostillar que Facebook no es tanto un ámbito de la identidad cuanto de la mascarada y que no da la impresión de que sean mejor recibidas las ideas que los rumores. En mi muro no “publico mi vida” que, en todos los sentidos, carece de importancia sino que me sirve para desconectar y, al mismo tiempo, tener destellos fugaces de aquello con lo que están “entretenidos” ciertos colegas. Gracias a una “red social” que durante años denosté he conseguido tener menos interferencias en mi cotidianeidad y, sobre todo, menos llamadas inoportunas. El selfie es, como todo el mundo sabe, una completa idiotez (aquí no hago otra cosa que recurrir, siguiendo vuestro impulso en la pregunta a la etimología griega) y lo del “palo” es, verdaderamente, patético. Me he interesado por esos dementes que ponen en riesgo su vida para hacer “selfies-extremos” como actualizadores de los juegos de “ilinx” (vértigo) tematizados por Caillois. Con todo, pienso que no son tanto “paradigmas estéticos” cuanto “síntomas mórbidos” de un tiempo inestético.

¿Qué tipo de experiencia estética dirías que suscita pasar horas hipnotizado en las redes sociales? ¿Es del mismo género que aquella que se tenía pasando horas delante del televisor?

A nivel metafísico (aquí se podría hacer, si tuviéramos banda sonora, un redoble de tambor), por salir del marco “esteticista”, la televisión corresponde al “ser-arrojado” (terminología para-heideggeriana) al aburrimiento sin asideros, mientras que la red posibilita una “jugabilidad esquizofrénica” (ahora me dejo llevar por el patatal-rizomático post-deleuziano) que no debe ser descrita en términos de hipnosis sino como insaciable “viciamiento”. Morozov ha revisado la “ludificación” de un mundo que es “aceleracionista” en un nivel pre-filosófico y, me temo, bastante anti-estético.

¿En un futuro no muy lejano nos encontraremos en los museos con espacios virtuales y prácticas artísticas basadas exclusivamente en Redes Sociales?

No seré yo quien lo impida aunque hay bastantes que no lo desearán. En una “cultura de la inmediatez” y a pesar de la apariencia de velocidad, todo llega, valga el comentario chusco, a velocidad de pedo. Conviene tener presente que ya hay piezas “new media” en los museos y los videojuegos han entrado en el templo del MoMA aunque sea por la “puerta falsa” del diseño. Si lo que os interesa es saber si habrá obras “exclusivamente” computacionales-reticulares en el archivo-museal me parece (vuelvo a insistir en que no me preparado para actuar como una pitonisa) que la cosa estará mucho más revuelta y agitada (en la coctelera de lo híbrido) de lo que sospecháis. Lo malo, lamento ser tan puntilloso, es que no habrá tal “futuro no muy lejano” en clave cibernética. Somos los anómalos o pasmados herederos del punk (especialmente de su consigna “No futuro”) y, de acuerdo con Tiqqun, podríamos intervenir con la perspectiva hacker del mundo.

Muchas gracias por tu amabilidad.

Gracias por incitarme a leer-contestar-escribir con el deseo de poder hablar-compartir-confrontar. Seguimos en contacto.

Para saber más:

Castro Flores, Fernando (2016): Estética a golpe de like [Post-comentarios intempestivos sobre la cultura actual. (Sin notas a pie de página)]. Newcastle Ediciones. 138 páginas.

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