Mayelin Magdely Ruiz Alvarez*
Yaquelina Leon Pino **
Rosa Maria Rodriguez Carmona ***
Universidad de Sancti Spiritus Jose Marti Perez, Cuba.
mayelin@uniss.edu.cuRESUMEN
La globalización neoliberal impacta en el mundo de hoy en todos los órdenes. La esfera de la cultura se ve particularmente afectada en la medida que este proceso amenaza con hacer desaparecer los valores autóctonos de nuestros pueblos. La educación para la identidad cultural constituye una estrategia de respuesta a la llamada cultura de masas que ha cobrado auge a partir del siglo XX. Tiene el profesor universitario el rol de convertir la clase en el espacio que defienda la cultura nacional en función de lograr una adquisición de conocimiento de lo más auténtico de nuestras expresiones culturales, el enriquecimiento espiritual y el aumento de sentimientos de rechazo a la vulgaridad y la superficialidad seudocultural, logrando que los estudiantes reflexionen y respeten manifestaciones que caracterizan lo cubano, en el mosaico de la cultura universal. El presente trabajo tiene como objetivo reflexionar en torno a la identidad cultural y los retos que hoy le impone al docente universitario la avalancha de la cultura de masas.
Palabras claves: identidad cultural-cultura de masas-enriquecimiento espiritual-sentido de pertenencia-profesor universitario.
ABSTRACT
The neoliberal globalization impacts in today's world in all the orders. The realm of the culture is particularly affected in the measure that this method threatens with making disappear the autochthonous securities of our towns. The education for the cultural identity constitutes an answer strategy to the call culture of masses that has charged peak starting from the XX century. The university professor has the role of converting the class into the space that defends the national culture in order to achieve a knowledge acquisition of the most authentic of our cultural expressions, spiritual enrichment and increasing feelings of rejection of vulgarity and pseudocultural superficiality, allowing students to reflect and respect manifestations that characterize Cuban, in the mosaic of universal culture. The present work aims to reflect on the cultural identity and the challenges that today imposes on the university teacher the avalanche of mass culture.
Key words: cultural identity-mass culture-spiritual enrichment-sense of belonging-college professor.
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Mayelin Magdely Ruiz Alvarez, Yaquelina Leon Pino y Rosa Maria Rodriguez Carmona (2017): “La educacion para la identidad cultural: un reto para el profesor universitario”, Revista Atlante: Cuadernos de Educación y Desarrollo (noviembre 2017). En línea:
https://www.eumed.net/rev/atlante/2017/11/educacion-identidad-cultural.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/atlante1711educacion-identidad-cultural
LA EDUCACIÓN PARA LA IDENTIDAD CULTURAL: UN RETO PARA EL PROFESOR UNIVERSITARIO.
Una premisa fundamental para el correcto funcionamiento de la sociedad es la formación ciudadana. Así ha sido desde que surgió la sociedad dividida en clases y el Estado para regular las relaciones entre los individuos y éste.
La sociedad se ocupa de la formación ciudadana de niños, adolescentes y jóvenes con el fin de desarrollar competencias como:
Su encargo social radica en contribuir a crear en los ciudadanos una personalidad con adecuados sentimientos, cualidades, valores y hábitos de conducta acordes a su sociedad.
En Cuba las relaciones del individuo con la sociedad tienen un fundamento democrático y popular, expresado en la necesidad de participar, el compromiso y la responsabilidad personal y colectiva en el ámbito familiar, del centro de trabajo, de estudio, la comunidad, la patria y la nación. La educación del hombre como ciudadano está en unidad estrecha con la educación humanista y la ideología socialista, lo que significa participación consciente y voluntaria en la vida política del país con una visión amplia e incluyente.
Investigaciones desarrolladas en Cuba en los últimos años, se han acercado a la problemática de la formación ciudadana. Se destacan, entre otras, las tesis de A. Sáez Palmero (2001) R. Venet (2003), J. J. Sierra Socorro (2004) y R. D. Silva Hernández (2005).
Los resultados de estas investigaciones profundizan en la educación ciudadana de niños, adolescentes y en los profesionales de la educación, por lo que constituyen consulta obligada para la construcción de una concepción que fundamente teóricamente las acciones y estrategias que se desarrollan para transformar el estado actual de esta dirección educativa.
Atendiendo a las concepciones en torno a la formación ciudadana, se considera que esta “… forma parte del proceso de socialización que se desarrolla en la sociedad, con la finalidad de conformar personalidades capaces de convivir y participar en el desarrollo social, desde una perspectiva consciente y autorregulada ética, política y jurídicamente” (Silva, R. D. 2005:21).
El desarrollo exitoso de la formación ciudadana se realiza sobre la base de diferentes referentes como:
El referente cognoscitivo estudia los procesos sociales en relación con otros procesos, desde un enfoque clasista y en un contexto histórico-social, sobre la base del trabajo con fuentes de información que permitan arribar a conclusiones objetivas y por tanto científicas.
Sociológicamente se asume la sociedad como fuente y marco para aplicar lo aprendido, contribuir a fortalecer los valores de la identidad, propiciar la relación entre lo individual y lo social en función del modelo de formación ciudadana a que se aspira en la sociedad socialista, lo que significa formar sujetos capaces de transformar la realidad, con un elevado patriotismo y comprometido con la revolución.
En el referente psicológico se necesita contribuir al desarrollo de personalidades independientes y creativas para vivir en sociedad con elevada autoestima que le permita defender sus perspectivas individuales a partir del compromiso asumido; también para beneficiar la regulación de la conducta, el desarrollo de motivaciones, propiciar el impulso hacia proyectos personales afines con las necesidades individuales y sociales y contribuir al desarrollo de habilidades comunicativas.
El referente axiológico demanda favorecer el desarrollo de orientaciones valorativas, el desarrollo de la regulación moral, tener conciencia de los valores fundamentales de la sociedad cubana actual y una actitud cívica como luchadores por la justicia social, la dignidad, la solidaridad, la fidelidad a los principios, entre otros.
Los referentes analizados se sintetizan en lo pedagógico, ello admite que los educandos despleguen actividades donde desarrollen explicaciones, valoraciones, demostraciones, definiciones, etcétera, lo cual requiere garantizar un movimiento en tres direcciones: nivel de información, nivel de comprensión y de ahí al nivel crítico.
En esta dirección resultan importantes el desarrollo de procedimientos tales como: el trabajo independiente, la investigación sociológica y la problematización de la información. Se demanda, por tanto, el desarrollo de actividades de autoaprendizaje y de interaprendizaje, a través de la clase y espacios sociales de comunicación donde los estudiantes puedan justificar lo que piensan, hacen y sienten acorde a los presupuestos teóricos estudiados.
En eso radica la importancia que tiene la formación ciudadana en la preparación profesional del universitario. Se requiere articular todos los elementos necesarios en la personalidad del docente que le permita el perfeccionamiento de competencias profesionales que tengan en cuenta tanto lo cognoscitivo, lo afectivo, como lo valorativo. Este proceso integra conocimientos, habilidades profesionales, valores ideológicos, métodos y procedimientos de trabajo necesarios para el desarrollo de su modo de actuación profesional.
Desde la antigüedad las ideas de filósofos, psicólogos y pedagogos han tenido en cuenta el nexo existente entre la formación ciudadana de los docentes y su modo de actuación profesional. Sobre este particular, Pericles y Platón, destacados filósofos de la antigüedad, citados por R. D. Silva Hernández (Ob. cit: 23) coinciden en ver que el acto pedagógico es un acto moral y por tanto un pedagogo debe tener el más elevado de los deberes ciudadanos: transformar y embellecer el alma.
Lugar especial tienen las ideas de filósofos cubanos como Félix Varela (1787-1853), José de La Luz y Caballero (1800-1862) y José Martí (1853 -1895), los cuales subrayan en sus obras la importancia de la formación ética y política del docente para el mejor ejercicio de su profesión.
Félix Varela, desde el Seminario de San Carlos, sentó las bases para la educación del pueblo cubano en los sentimientos de patriotismo e identidad nacional. Fue capaz, en tan lejana, pero importante etapa en la historia de Cuba, de orientar el buen ejercicio de la educación y de hecho colocó en el punto de mira de su actividad la formación de valores morales y de ideales políticos que sustentaron la conciencia libertaria del cubano.
Su obra Cartas a Elpidio constituye una ejemplar lección de educación en valores morales y cívicos, fue un reflejo del complejo proceso de formación de la nacionalidad cubana y se convirtió en guía de los docentes cubanos durante el siglo XX. En ella manifiesta un grupo de métodos de educación para la juventud que constituyen referentes de gran actualidad en el proceso de formación de docentes en Cuba.
Inspirado en las ideas de Varela, el también filósofo José de la Luz y Caballero, expresó la necesidad de formar pedagogos capaces de cumplir su misión social e histórica.
Con esa idea delineó la Escuela Normal, para formar evangelios vivos capaces de educar a las nuevas generaciones. Refiriéndose al maestro expresó: “el primero de sus deberes debe ser el de dar un buen ejemplo a sus alumnos. El ejemplo, señores, es más eficaz que las palabras más persuasivas (…) las palabras por elocuentes que sean, no bastan para los fines de la educación (…) En una palabra, el maestro debe más bien decir a sus discípulos haced lo que hago, que oíd lo que digo” (Luz y Caballero, J. de la, 1950:581).
Con relación al vínculo existente entre la instrucción y la educación este pensador afirmó: “La instrucción no debe ser (...) el único objeto que excite el interés del maestro; antes que en ella debe pensar en otro objeto superior. Sólo cuando cultiva, moraliza e instruye a la vez, es cuando cumple con los fines de su ministerio, porque cultivar las facultades todas, moralizar al individuo y trasmitirle conocimiento: tales son los fines de la enseñanza, de la verdadera enseñanza” (Ibídem: 576).
En este contexto las ideas martianas adquieren gran significación para tratar el proceso de formación ciudadana de los docentes. A partir de sus juicios sobre el fin de la educación, la axiología martiana es una propuesta metodológica de formación de valores que se asienta en un principio esencial: la unidad entre lo instructivo y lo educativo.
Él consideró que “Instrucción no es lo mismo que educación: aquella se refiere al pensamiento, y ésta principalmente a los sentimientos (…). El pueblo más feliz es el que tenga mejor educados a sus hijos, en la instrucción del pensamiento y en la dirección de los sentimientos” (Martí, J. 1975, 19:375).
El análisis de sus concepciones axiológicas admite considerar como fundamentos de la formación ciudadana el nexo entre educación e instrucción, el sentido humanista, la independencia nacional, el patriotismo y el predominio de lo mejor del ser humano en contraposición a lo peor de su actuación.
Durante la primera mitad del siglo XX, la formación ciudadana de docentes, estuvo marcada por el pensamiento social y pedagógico del siglo XIX, especialmente por el reflejo de los preceptos de Varela y Martí, motivado por sus ideas trascendentes en cuanto a la necesidad de una fuerte conciencia nacional y patriótica que influyeron en el desarrollo de una resistencia cultural a la desmesurada ofensiva antinacional practicada por el imperio en Cuba durante medio siglo. Se destacan en este proceso, maestros e intelectuales como Ramiro Mañalich, Alfredo Miguel Aguayo, Enrique J. Varona, Ramiro Guerra, Emilio Roig, Medardo Vitier, Juan Marinello, entre otros.
Con el triunfo revolucionario en 1959 se sentaron las bases de una nueva política educacional, concebida sobre la base de las mejores tradiciones del pensamiento pedagógico cubano del siglo XIX y de la vanguardia pedagógica en la neocolonia. La formación docente se integra a las principales tareas para construir una sociedad nueva, como la batalla contra el analfabetismo y elevar el nivel cultural y técnico de la población.
El proceso de formación ciudadana del docente en esta etapa revolucionaria, se sienta sobre la base de la coincidencia de los intereses personales y sociales. Se vincula a la participación de todos en la batalla ideológica, el desarrollo de sentimientos, hábitos y valores que caracterizan la conducta ciudadana adecuada, todo lo cual resulta propicio para fortalecer la educación ideológica en la formación del personal docente.
Esta idea es expresión de la concepción que el Comandante en Jefe, Fidel Castro (1981:7) tiene sobre la formación docente cuando dijo: “El educador debe ser, además, un activista de la política revolucionaria de nuestro Partido, un defensor de nuestra ideología, de nuestra moral, de nuestras convicciones políticas. Debe ser, por tanto, un ejemplo de revolucionario, comenzando por el requisito de ser un buen profesor, un trabajador disciplinado, un profesional con espíritu de superación, un luchador incansable contra todo lo mal hecho y un abanderado de la exigencia”.
Se refirió además a la necesidad de reforzar la dirección educativo-ideológica en la formación docente como expresión de la importancia del ejemplo personal de éste para lograr la educación en valores de sus alumnos, al respecto expresó: “El colectivo de profesores de una escuela tiene que servir de modelo moral para el colectivo de alumnos” (Ibídem: 8). En otro momento del discurso sentenció: “Por el carácter político de su trabajo y en virtud de la influencia que ejerce en sus alumnos con su ejemplo personal, del profesor se exigen determinados requisitos indispensables en su tarea educativa” (Ibídem: 19).
Años más tarde, refiriéndose a la necesaria relación entre instrucción y educación, opinó: “Para nosotros es decisiva la educación, y no solo la instrucción general, (...) sino la creación y la formación de valores en la conciencia de los niños y los jóvenes desde las edades más tempranas, y eso hoy es más necesario que nunca (...)” (Castro Ruz, F., 1997).
La formación cívico ciudadana se desarrolla y fortalece a través de la implementación del Programa Director para el reforzamiento de los valores fundamentales en la sociedad cubana actual, elaborado por el Partido el cual plantea la necesidad de "potenciar de manera coherente los factores subjetivos que contribuyan al fortalecimiento y formación de los valores (…) Se debe trabajar en todos los valores que contribuyan a la formación integral de las nuevas generaciones (…)". (PCC: 2007:2)
En consecuencia, el programa de educación en valores para la educación cubana, del Ministerio de Educación (2007b:2) tuvo como plataforma las indicaciones emanadas de este documento, como parte del Sistema de Trabajo Político–Ideológico del Comité Central del Partido, así como en la tradición y continuidad del pensamiento pedagógico cubano, declarando como objetivo principal el de contribuir a educar en valores y formar convicciones patrióticas y revolucionarias.
El programa considera que “Los valores son determinaciones espirituales que designan la significación positiva de las cosas, hechos, fenómenos, relaciones y sujetos, para un individuo, un grupo o clase social, o la sociedad en su conjunto. Están condicionados por las relaciones sociales predominantes, constituyen componentes esenciales de la ideología, expresión de la cultura y la historia de una sociedad en una época determinada, y de los intereses, puntos de vista, necesidades y contradicciones de los diferentes sujetos” (Ibídem: 3-4). Se precisa además que todos los valores están íntimamente relacionados con carácter de sistema.
En el documento ocupa un lugar especial la educación universitaria, ya que según se plantea en él “deben trabajar con sus alumnos en la formación y consolidación de aquellos en que se ha puesto énfasis en cada enseñanza, por lo que, junto al trabajo dirigido a la reafirmación en el compromiso y motivación por la profesión y los conocimientos que adquieran, deben ir asociados los métodos con los que han de trabajar en la formación de sus alumnos y una conducta acorde a la ética profesional que debe caracterizar a nuestros educadores” (Ibídem:25)
El modo de actuación profesional del profesor universitario debe corresponderse con un sistema de valores que como guía de su conducta caractericen su comportamiento ciudadano acorde a la sociedad socialista. Su preparación, sobre esta base, permite adentrarse en el proceso de educación en valores cívicos ciudadanos, el cual se sustenta en su carácter transformador y como factor de desarrollo.
La educación en valores ciudadanos ha estado condicionada por la visión del mundo y de su transformación, por las concepciones filosóficas de la educación y por la axiología, por el sentido de la vida y de la historia, por el conocimiento, la relación individuo-sociedad y el objetivo de la actividad humana.
En ese sentido este trabajo asume la definición que R. D. Silva (Ob. cit: 50) sobre el proceso de educación en valores cívicos ciudadanos, pues opina que “capta la especificidad de lo ciudadano en el modo de actuación, que en su condición de invariante del comportamiento ciudadano actúan como integrador del sistema de valores de la sociedad cubana”. La autora citada clasifica los valores cívicos ciudadanos en: Identidad social, responsabilidad ciudadana, participación ciudadana y la convivencia.
Estos valores forman un sistema en el cual los cuatro componentes fundamentales se manifiestan en otros valores como: dignidad, convivencia, solidaridad, amor, disciplina, antimperialismo, modestia, laboriosidad, convivencia, honestidad, amistad y patriotismo.
Ello está en correspondencia con lo abordado en el Seminario Nacional de preparación del curso escolar 2009-2010, referido a la formación cívica y patriótica de los educandos, donde se reconoce que el comportamiento ciudadano abarca “la identidad social, la responsabilidad, la participación ciudadana, la convivencia y el conocimiento sobre el Sistema Electoral, el Poder Popular y los símbolos nacionales de Cuba” (Ministerio de Educación, Cuba, 2009:5).
El valor responsabilidad ciudadana está referido a la obligación contraída con la labor asumida y por la cual responde ante el colectivo o la sociedad, así como la responsabilidad con la consecuencia de sus actos. El valor participación ciudadana es la vinculación activa de los ciudadanos ante la toma de decisiones públicas, tanto política, como de democracia directa e indirecta, es decir, la significación socialmente positiva de la participación como una necesidad del individuo con la sociedad.
La convivencia contempla la formación de personas capaces de convivir y de contribuir a tener una convivencia feliz bajo la regla de oro de no hacer a los otros lo que no desearíamos que nos hicieran. Convicción humanista del amor al ser humano.
El valor identidad social, constituye el núcleo de este sistema, ya que responde a intereses importantes de la patria como la preservación de su independencia y la defensa de sus valores más auténticos. Tiene gran compromiso con los sentimientos patrióticos y orienta hacia el sentido de pertenencia a la nación. “La identidad actúa como un valor cívico en correspondencia con las distintas comunidades a las que pertenece el individuo, contribuyendo a la formación de importantes rasgos de la personalidad de los adolescentes y jóvenes” (Silva , R. D. et al. 2004:11).
En el proceso de formación docente y como contribución a su profesionalización, se hace imprescindible desarrollar la significación socialmente positiva de la cultura heredada en el devenir histórico de la nación. Sería muy negativo para el desarrollo de la misma que el que está encargado de formar a generaciones de patriotas no tenga conciencia histórica de sus raíces y no conozca quién es, de dónde salió y cuál es su historia y la de su pueblo.
En eso radica la importancia de fortalecer el valor identidad cultural como parte del perfeccionamiento constante del modo de actuación profesional de los docentes que se forman en las universidades,“a contrapelo de las intenciones de los grandes centros de poder mundial de formar hombres desmemoriados, dóciles y fáciles de domesticar” (Laurencio, A. 2004).
2- Aspectos a considerar sobre el valor identidad y su nexo ineludible con la cultura.
2.1- El valor identidad.
La categoría identidad, de uso frecuente en la actualidad, es un valor de carácter complejo por el contenido que expresa y por sus diferentes concepciones. Etimológicamente, proviene del latín ídem, que significa lo mismo. Dialécticamente está sujeta a leyes y tiene un carácter concreto.
Es un componente de la realidad objetivo y subjetivo, en la cual el hombre se construye, se forma como sujeto o persona capaz de relacionarse con otros, se conforma en el mismo proceso en que el individuo crea su cultura y el mundo social que construye junto a otros hombres.
El proceso se produce porque cada individuo nace en una sociedad que posee una estructura social y cultural determinada, en la cual se transforma y se adapta mediante la internalización de valores, normas e interpretaciones de esa realidad. La categoría abarca los siguientes niveles:
A. García 1999: 83) señala que: “Por identidad entendemos el conjunto de cualidades, vivencias, signos y situaciones del entorno social que permiten a un sujeto diferenciar a un individuo en particular o a un grupo social determinado”.
E. Ubieta (1993:112) afirma: “ (…) un hombre como individuo social o como parte de una colectividad (…) adquiere cierta comprensión de su singularidad con respecto a otros hombres o colectividades” y agrega “(…) la identidad, desde una perspectiva psicológica o sociológica es el resultado cambiante de un proceso nunca concluso, histórico o biográfico, de autorreconocimiento”.
A. Batista (2001:41) considera que “es la significación socialmente positiva que tiene el hombre de sí, de las tradiciones, costumbres y cultura heredadas y creadas por su familia, etnia, nación, clase y sociedad desde un pensamiento crítico y como un ente transformador”.
Queda reconocido en las fuentes de información que abordan la temática que la identidad en lo social “se expresa en las más simples manifestaciones de la vida cotidiana: prácticas culinarias, ajuares domésticos, vestuarios; se refleja en las variantes lingüísticas, idiosincrasia, relaciones familiares y sociales, etc.; se afirma en las costumbres, tradiciones, leyendas y folklore; se define a través de las producciones artísticas, literarias, históricas, pedagógicas, ideológicas y políticas propias; para alcanzar niveles superiores en la formación de la nacionalidad, expresada en un sistema de valores que parte del autorreconocimiento del grupo humano que la sustenta, como sujeto histórico-cultural”. (Córdova, C. 1999: 11)
De las ideas analizadas en el proceso de investigación, se asume la definición de identidad social de R. D. Silva Hernández (Ob. cit.: 50) en la cual expresa: “La identidad en lo social, designa un conjunto de fenómenos que se manifiestan en determinada sociedad como un proceso complejo. Surge como valor universal humano, que se objetiva en la realidad de los pueblos como identidad nacional, por lo que aparece como elemento significativo para el individuo desde que surgió la humanidad y la primera forma de comunicación humana (...) por lo que la identidad, como estructura de sostén reafirma el sentido de pertenencia a un grupo social, lo que implica compromiso, motivación, participación en los proyectos colectivos como parte de los proyectos personales”.
El trabajo se adscribe a este criterio por considerar que la identidad social es un valor que encierra una significación socialmente positiva para los individuos, ya que le permite reconocerse en los atributos esenciales de la nación, que tiene sus singularidades dentro de la diversidad cultural universal; le reafirma el sentido de pertenencia a ella, le aporta la capacidad consciente de sentir que forma parte, tiene parte y toma parte de sus proyectos, todo lo cual repercute en el orgullo nacional, el compromiso y la participación.
Este valor es un sentimiento susceptible a transformarse a partir de cómo lo perciba el sujeto que lo asume. Las personas que en determinado momento no poseen conciencia de su existencia, pueden manifestar la necesidad de incorporarla a su sistema de significaciones sociales, influido por la motivación y la actividad práctica.
Como la identidad implica conciencia y una posición de pertenencia y compromiso, tiene resonancia en la cultura y se manifiesta de manera individual y colectiva. “El problema de la identidad pasa por las emociones y los sentimientos, y es subjetivo, pero también es una forma de conocimiento. La identidad también se construye, también es parte de obras, de proyectos y de elementos muy consciente de grupos, de generaciones, de gentes, de personas, de sujetos, de individuos (…)” (Rodríguez, P. P., 1995:69).
Lo analizado demuestra que los valores brotan de la esfera cognitiva y afectivo–motivacional para enraizarse en la conducta. De ahí que este trabajo considera que en relación al valor identidad social se debe tener en cuenta las siguientes dimensiones:
2.2- Acercamiento al valor identidad cultural y la cultura de masas.
La identidad cultural es una dimensión de la identidad nacional de los pueblos. Es síntesis de una época y el resultado de un largo proceso ético. Es la raíz de la eticidad y ocupa un lugar trascendente como expresión de humanismo y de educación moral. “Es concebida no solo por sus expresiones artísticas, sino también porque genera sentimientos de orgullo y sentido de pertenencia, manifestado en posiciones de arraigo y fidelidad a la patria.” (León, Y. 2011:38)
El tema de la identidad cultural en Cuba ha sido investigado por reconocidos intelectuales como F. Ortiz (1983,1991), N. Araujo (1989), R. Pupo Pupo (1990, 2000, 2006), E. Ubieta (1993), M. García y C. Baeza (2006), R. Zamora (2006), P. P. Rodríguez (1995, 2002), entre otros. Los autores citados coinciden en expresar que los centros educacionales están llamados a desarrollar actividades para darle tratamiento a la identidad cultural.
En el plano pedagógico autores como L. Tejeda (1999, 2000), A. Batista (2001), R. Reigosa (2003), A. Laurencio (2002, 2004), M. Acebo (2005), L. Mendoza (2007), C. R. Seijas (2008), O. J. González (2013) y D. Expósito (2008), convergen en afirmar que cualquier estudio que se haga alrededor del fortalecimiento de valores identitarios, incidirá en la libre expresión de la autoconciencia del cubano de hoy y de mañana, lo contrario favorecería su erosión paulatina.
Particularmente C. Baeza y M. García (2006:51) afirman que: “Llámese identidad cultural de un grupo social determinado (o de un sujeto determinado de la cultura) a la producción de respuestas y valores que, como heredero y trasmisor, actor y autor de su cultura, éste realiza en un contexto histórico dado como consecuencia del principio sociopsicológico de diferenciación –identificación en relación con otro (s) grupo (s) o sujeto (s) culturalmente definido(s)”.
Estas investigadoras a su vez presentan una serie de análisis que constituyen una propuesta para hacer más objetiva la concepción del fenómeno que se estudia. En sus análisis precisan que:
Las referidas autoras opinan que la identidad cultural “pudiera ser considerada como de intención axiológica sin que la escala de valores que ello conlleva tenga obligatoriamente una connotación ética, ya que puede referirse a otros ámbitos de la ideología, la espiritualidad y la conciencia de los grupos humanos” (Ibídem: 52-53).
Por lo acabado del estudio, las autoras de este artículo se acogen a tales concepciones teniendo en cuenta el análisis del tema en su complejidad, amplitud, dialéctica, vínculo con la vida espiritual del hombre, sus intereses, el mundo que llega a ser significativo para él, así como su historicidad; donde se reconoce que todo esto repercute en el sentido de pertenencia.
La identidad cultural constituye un proceso complejo, está en constante devenir, en proceso de construcción. No es proporcionada para siempre, tiene un origen y un desarrollo sujeto a condiciones históricas concretas. Por eso hay hilos de continuidad, ya que se mantienen rasgos estables en cada momento, adicionándoles nuevos elementos apreciables y novedosos.
De ahí que todos los elementos que le son esenciales y los cuales son dignos de resguardarse para las futuras generaciones, deben preservarse para que sea reconocido como el mismo pueblo que ha gestado su propio proceso histórico-cultural. Puede aseverarse que “(…) solo se admira lo que se conoce, solo se ama lo que se admira y solo se está comprometido con lo que se ama. Solo así se alcanza la identidad entre el pensamiento, el sentimiento y la actuación.”.(Mendoza, L. 2009:56).
Tal sentencia que el vínculo indisoluble entre lo afectivo y lo cognitivo es esencial si de amar y defender lo autóctono se trata, máxime ante el ataque constante de diversas culturas contemporáneas, con énfasis en la unipolaridad de pensamiento capitalista.
La cultura de un pueblo se enriquece en el contacto con otras culturas, pero cuidando siempre el espíritu propio para no ser confundido ni absorbido por éstas. Es esencial que los ciudadanos pertenecientes a una nación tengan conciencia de sus raíces históricas, como herramienta para mantener la memoria más auténtica.
Patentizan tales concepciones la siguiente expresión de que “En la actualidad, y ante las irrenunciables aspiraciones y perspectivas de nuestro desarrollo social, debemos rescatar la dimensión ética del conocimiento frente a los embates de la banalización.” (Biblioteca Nacional José Martí, 2000:97).
La identidad cultural cubana es un proceso que condiciona y refleja el comportamiento y el modo de actuar del cubano, el cual se caracteriza por tener rasgos como:
Sin embargo en el siglo XX el impacto de la globalización ha traído consigo que la el auge de la cultura de masas. Con la transnacionalización del capital, el mundo padece una verdadera crisis en lo económico, lo social, lo ecológico, repercutiendo a su vez en el plano cultural debido a que los medios de comunicación están al servicio de las grandes transnacionales.
Cuando se habla de cultura de masas se refiere a todos aquellos eventos culturales y sociales que llegan a una importante cantidad de la población, es decir, a las masas comprendidas como la mayoría de una sociedad.
La cultura de masas surge a partir de fenómenos como los totalitarismos políticos (que basaban su poder en el apoyo de las masas) o como la aparición progresiva de los medios masivos de comunicación en la escena cultural, especialmente de la radio y la televisión.
En virtud de este proceso la cultura de los países dominantes como Estados Unidos ha llegado a una importante cantidad de regiones, siendo absorbidas en ellas como parte de la cultura original y anulando así elementos tradicionales de cada lugar. (González, O. 2013:65)
La cultura de masas es normalmente descrita como un tipo de cultura basada en el consumismo, en el acceso permanente a nuevos productos que van desde los más simples a los más complejos, en la unificación de conceptos o fenómenos culturales a nivel global, en la anulación de las diversidades, en el acceso a la cultura de una mayor parte de la población.
Esta cultura puede entendérsela como subproducto de la industria organizada de consumo y como red ampliamente ramificada de los medios de comunicación social. Tales medios gravitan sobre la conciencia individual y en sentido amplio, sobre la conciencia social.
Algunos autores suelen manifestar su preocupación con respecto a la influencia cultural de los medios masivos. “La cultura de masas supone necesariamente:
“1-Producción masiva para consumo masivo: Vale decir que se producen grandes tirajes en el caso de los medios impresos o se intenta alcanzar a una audiencia lo más amplia posible en el caso de los medios audiovisuales(…)
2-Significado universal consumible: Se presentan contenidos que pueden merecer aceptación en diversos lugares del planeta (…)
3-Consumo orientado: Se estimula el consumo de la cultura de masas a través de mecanismos promocionales (…)
4-Utilización de tecnología de punta: Para presentar materiales que obedezcan a los estándares más adecuados de calidad técnica, la cultura de masas hace uso de la tecnología más avanzad”. (La Rosa, A. 2010:4)
La sociedad cubana actual no está exenta del impacto de esa cultura de masas. En el nuevo escenario surgido luego del 17 de diciembre de 2015, en el que los presidentes de Cuba y Estados Unidos anunciaron el proceso de restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambas naciones, los medios masivos de difusión, las instituciones culturales y la escuela asumen un rol insustituible.
Toca a ellos estar más alertas que nunca para contrarrestar la avalancha seudocultural que llega de la industria hegemónica norteamericana del entretenimiento y pretende a veces confundir lo estadounidense con lo moderno.
Una consecuencia negativa de la difusión de la cultura de masas en la sociedad contemporánea es la profanación constante de los valores autóctonos. En este sentido Fidel Castro alertaba: “Un problema terrible (…) que estamos padeciendo es el de la agresión a nuestras identidades nacionales, la agresión a nuestras culturas, como jamás ha ocurrido en la historia, la tendencia hacia una monocultura universal”. (Castro, F. 1998:3)
Ante esta realidad cabe no eludir la intervención en la Reunión de Ministros de Cultura del ALBA del Asesor del Presidente cubano cuando expresó que la “… avalancha de productos chatarra encuentra un público ávido y eso crea adicciones e inhabilita al consumidor, que queda incapacitado para participar de los procesos culturales auténticos. Tenemos que formar públicos con conceptos antihegemónicos, descolonizados, anticoloniales, que se acerquen a paradigmas que se asocien a la emancipación”. (Prieto, A. 2015:3)
2.3- Necesidad del conocimiento de la cultura nacional ante la influencia de la cultura de masas. Retos del profesor universitario en el actual contexto.
Fidel Castro, líder y conductor de la Revolución en Cuba, transitó por su vida entregándole a sus semejantes los dones de su riqueza espiritual. Su profunda visión lo hicieron reconocer desde las postrimerías del pasado siglo la chocante realidad de “(…) Un problema terrible (…) que estamos padeciendo es el de la agresión a nuestras identidades nacionales, la agresión despiadada a nuestras culturas como jamás ha ocurrido en la historia, la tendencia hacia una monocultura universal ¿se puede concebir un mundo semejante? No se trata de un mundo que combine la riqueza y la cultura de muchos países sino de un orden mundial que por definición destruye la cultura, una globalización que destruye inexorablemente la cultura (…) (Castro, F. 1999)
El riesgo que corren hoy los pueblos de perder sus identidades, revaloriza la necesidad de cultivar y respetar los valores culturales nacionales desde una ética profundamente humanista, a través de la cual el ser humano como protagonista y participante crítico, pueda establecer un verdadero y creativo diálogo con la cultura contemporánea y hacer frente a todo tipo de manipulaciones.
La tendencia posmoderna de la globalización neoliberal coloca ante el ser humano el inmenso reto de la supervivencia. Los países poderosos potencian la cultura del consumo y marcan las pautas de la reproducción cultural bajo conocidos esquemas homogenizadores, excluyentes y discriminatorios.
La información y las comunicaciones están monopolizadas desde los centros de poder con mensajes consumistas, banales y mediocres, dirigidos a influir sobre grandes segmentos de la población del planeta con un determinado modo de pensar y actuar, convirtiéndolo así, en un destinatario pasivo y acrítico.
Desde el triunfo revolucionario, un principio esencial en la política cultural y educacional del Estado ha sido la conservación de su identidad, al considerarla fundamento de la nación, lo que queda refrendado en la Constitución de la República (1998:20-21), cuando se expresa: “El Estado defiende la identidad de la cultura cubana y vela por la conservación del patrimonio cultural y la riqueza artística e histórica de la nación”.
No obstante la preocupación de la máxima dirección de la Revolución Cubana por desarrollar una política cultural que fortalezca nuestra identidad, los impactos de la cultura de masas se hacen sentir en nuestra sociedad, siendo los jóvenes el sector más vulnerable para la asunción de patrones culturales y valores que se alejan del propósito principal de la educación cubana.
Cuba por sus particularidades en los planos histórico, económico, político, social y cultural, tiene ante sí una candente coyuntura, que se acrecienta en las dificultades de hoy y se redoblan por la necesidad de defender un proyecto de nación acosado por las imposiciones materiales e ideológicas de un mundo cada vez más unipolar. Además, está amenazada por la subcultura, que es el signo más perverso de la globalización.
En la formación de la personalidad de las nuevas generaciones desde el contexto universitario, no puede faltar el conocimiento de la cultura nacional. No se ama lo que no se conoce, lo que se ignora no despierta sentimientos de admiración y de pertenencia.
En ese sentido es donde el profesor universitario, desde una ética profundamente humanista, está llamado a jugar un papel fundamental, con el propósito de fortalecer en las nuevas generaciones, que hoy están sentadas en las aulas universitarias y que mañana conducirán los destinos de su país, el sentido de pertenencia y el compromiso con el patrimonio cultural de su país.
Comúnmente se encuentran en las universidades jóvenes que aunque reconocen su misión en el mantenimiento y defensa del proyecto social de su país:
Estas carencias revelan la necesidad de reflexionar sobre la educación para la identidad cultural en las Universidades, consideradas altas casas de estudio. Ello demanda un educador:
La conservación de las identidades es un arma ante la ofensiva enajenante de una cultura impuesta. El profesor universitario tiene el reto de reflexionar, debatir, amar y respetar diversas manifestaciones que caracterizan lo cubano en el mosaico de la cultura universal, contribuyendo así a:
El trabajo del profesor universitario en la educación de sus estudiantes no debe prescindir del fortalecimiento de la identidad cultural, vigorizando así la significación socialmente positiva que tiene la cultura nacional para reafirmar de forma consciente el sentido de pertenencia a la nación, lo que implica profundizar en su conocimiento para excitar los sentimientos, la motivación, la admiración, el deseo de participar y el compromiso con el cuidado y conservación del patrimonio cultural.
Difundir aún más nuestra cultura popular seguirá siendo entonces un reto; promoverla, desde el nivel de las comunidades hasta los medios nacionales, resulta además imprescindible, de manera tal que el estudiante universitario sea capaz de comprender por sí mismo qué nos identifica verdaderamente como cubanos, cuáles son nuestras raíces, de dónde venimos.
Urge a los docentes crear una posición crítica, inteligente, de análisis, frente al afán por consumir a toda costa lo último, que no necesariamente es lo más instructivo y en ocasiones está saturado de contenidos vacíos.
En ese sentido, la universidad, además de ser una institución social, debe convertirse en una institución cultural con una marcada responsabilidad con la sociedad, pues constituye una de las vías más importantes para el desarrollo y preservación de los valores de la cultura.
El docente tiene la misión desde su rol de dirigente del proceso docente de acercar a los estudiantes al conocimiento de las costumbres, las tradiciones, la creación artística y literaria, que han cultivado las distintas generaciones de cubanos, para lograr que sientan admiración, respeto, orgullo y compromiso ante sus realizaciones. “En última instancia la batalla es cultural. Cada país (…) tiene que ser un núcleo de resistencia cultural. La cultura es libertad”. (Britto, L. 2015:3)
Corresponde a profesores universitarios trabajar para que nuestras mejores esencias y principios lleguen de modo coherente a los estudiantes. La clase constituye en estas condiciones un espacio ideal para el fortalecimiento de la educación para identidad cultural.
Las autoras del presente trabajo, sobre la base de su experiencia profesional por más de una década en la educación superior, reconocen en el proceso de enseñanza-aprendizaje de las Humanidades, potencialidades para fortalecer la educación para la identidad, entre ellas destacan que constituyen disciplinas o saberes vinculados entre sí, relativas a la educación y la formación humana; capacitan al estudiante para comprender la realidad y transformarla de forma equilibrada y consciente; aseguran la responsabilidad de salvaguardar los sitios, tarjas, monumentos y paisajes naturales o culturales que singularizan la localidad como patrimonio común.
A ello se integra que esta área del conocimiento fomenta el gusto estético, la apreciación artística, las normas morales de un adecuado comportamiento cívico y ciudadano, así como el conocimiento de la herencia cultural local, nacional y universal.
Contribuye de manera notable a dotar a los estudiantes de un sistema de conocimientos, habilidades, sentimientos, convicciones y valores, que se fundamentan en una concepción dialéctico-materialista del mundo; posibilita asumir la lengua materna como un elemento determinante de su identidad cultural y como medio ideal para comunicar sus ideas.
Indiscutiblemente, ante el reto que se le impone en los momentos actuales al profesor universitario en la educación para la identidad cultural no debe soslayarse el que sus estudiantes alcancen superiores niveles en el conocimiento sobre:
Desde la arista afectivo-motivacional es imprescindible que se alcancen:
Todo ello se concreta en modos de actuación de los jóvenes universitarios, sintetizados estos en el compromiso con el cuidado y conservación del patrimonio cultural, su participación en actividades tradicionales de la cultura cubana, así como en medio de la avalancha de productos internacionales, adopte posiciones fieles a su cultura nacional, con objetividad, carente de doble moral.
CONCLUSIONES
El proceso de educación en valores cívicos ciudadanos es un sistema complejo con esencia humanista, siendo el valor identidad social su núcleo, que responde a intereses de la patria como la defensa de su independencia y de sus valores más auténticos. Tiene compromiso con los sentimientos patrióticos y orienta hacia el sentido de pertenencia a la nación.
Desde la ética humanista del docente universitario, es preciso promover el legado de la cultura cubana para protegerla en medio de la globalización neoliberal y la inevitable presencia de un mercado subcultural.
Resulta significativo, cuando más necesario, la educación para la identidad cultural, permitiendo lograr el enriquecimiento espiritual y el aumento de sentimientos de rechazo a la vulgaridad y la superficialidad seudocultural en los estudiantes universitarios.
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** Licenciada en Educación en la Especialidad de Español-Literatura. Profesora Asistente y Master en Ciencias de la Educacion. Mención Educacion Preuniversitaria. Ha impartido como docencia de pregrado Literatura Cubana y Latinoamericana. En la actividad de posgrado se ha desempeñado fundamentalmente en tematicas como: El valor formativo de la lectura; Metodos y tecnicas en la formacion de lectores; Animacion a la lectura en el contexto escolar; La cultura informacional como necesidad de estos tiempos. Ha investigado en temas relacionados con Actividades de animación a la lectura que contribuyan al fortalecimiento del valor identidad cultural; Diagnóstico de necesidades de lectura en la formacion de intereses lectores en docentes en formación de la UCP de Sancti Spíritus; Estrategias encaminadas al desarrollo de necesidades de lectura en estudiantes de la Universidad de Ciencias Pedagógicas; Proyecto desarrollo sociocultural Reparto Delicias. Específicamente la tarea: Estrategia para la promocion de la lectura desde las minibibliotecas comunitarias. Ha tutorado Tesis de culminacion de grado y de Maestría vinculadas a temáticas de formación de lectores en los centros educacionales.
*** Profesora de la Universidad José Martí Pérez de la provincia Sancti Spíritus, Cuba. Licenciada en Educacion en la Especialidad de Historia. Profesora Auxiliar y Master en Educacion Superior. Imparte como docencia de pregrado la asignatura de Economia Política. Profesora Principal de esta disciplina en el Departamento de Historia de la Universidad. En la actividad de posgrado imparte Cursos en temáticas como: La dimensión ética del desempeño docente desde el pensamiento pedagógico de Martí y Fidel. Investigadora en temas relacionados con Fidel. Tutora de Tesis de Grado y de Maestria vinculadas con el aprendizaje. Autora de articulos cientificos y trabajos presentados en Eventos Internacionales como Pedagogía 2015 y Yayabociencia 2015 vinculados a temáticas de Fidel, cultura nacional, entre otros.
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